Capítulo 1 – Rock argentino
Vi a Manal por primera vez en el festival BARock I del ya inexistente velódromo municipal porteño en 1971. Me recuerda un viejo amigo que salí eufórico de la emoción. Años después también en su reunión del año 1980 en el estadio Obras Sanitarias: seguían sonando excelentes. Quizás puedan conseguir la grabación de estas presentaciones (“Manal en vivo en Obras”).

Aunque reconozca que el debut discográfico de Almendra rompió los moldes de la música moderna en el país, este doble tiene sutilezas y originalidades a granel (escuchen “Para ir” o “Leves instrucciones”) y es más intensamente rockero. Tiene más ‘mugre’. Contiene el inoxidable “Rutas argentinas”, “Parvas”, “El cometa azul” y gloriosas zapadas de época. Spinetta con su irreemplazable voz y su peculiar poesía, complementado por Rodolfo García, Emilio Del Guercio y Edelmiro Molinari, quien descollaba con un estilo particularísimo en primera guitarra que no volví a escuchar nunca más y el mismo músico más tarde abandonaría. Compañeros del colegio secundario San Román, en Belgrano-Buenos Aires.
No recuerdo si vi a Almendra en el festival BARock I del demolido velódromo municipal porteño de 1971, porque me perdí una de sus tres jornadas, a las que íbamos después de salir de clases de la secundaria. Años después estuve en su reunión de diciembre de 1979 en el estadio Obras Sanitarias.

(*) Lo sabe la mayoría pero aclaro: banda de tres integrantes al mando de batería, bajo y guitarra eléctricos, formación frecuente en grupos de rock a partir de los años sesenta. Condición sine qua non: que uno de ellos también ocupe el papel de vocalista y que suenen “fuerte”, claro. Agregados necesarios: no todos los power trio rockeros con que se tropezarán suenan igual ni tocan el mismo estilo de rock. Cream, Jimi Hendrix Experience, Rush, quizás Green Day o Nirvana después. Si desean mantener esa etiqueta con orgullo, mientras tratan de llegar al éxito comercial, evitarán contra viento y marea recurrir al uso de teclados eléctricos que magnifiquen el sonido de la banda.
En 1972 escuché esta misma formación de Pappo’s Blues -una de mis primeras aventuras con permiso y en solitario en medio de unas vacaciones familiares- en el teatro Roxy de Mar del Plata. Me sonaron gloriosos cuando escuchar rock o “progresiva” era toda una hazaña. Para esa misma época, al final de un recital en el teatro Atlantic de la capital porteña, después del famoso pero aburrido “Acusticazo”, subió al escenario Pappo con David Lebón y algún baterista que olvidé -en un fuera de programa casi inexplicable- y la rompió con una versión impresionante de “Todo el día me pregunto”, el blues de Manal. Seguramente vi a Pappo alguna vez más en uno de los BARock o algún “recital-chorizo” en estadio de fútbol, a la usanza política peronista de entonces, con múltiples bandas de rock, subiendo con La Pesada del Rock&Roll del legendario Billy Bond. Este cantante líder, entonces gordo, barbudo y con chaqueta militar, fue conocido como el ideólogo del “rompan todo” del Luna Park, de donde rajamos entre gases lacrimógenos y palos aquel 20/10/72. No pudimos escuchar a Aquelarre, Color Humano, Pescado Rabioso ni al propio grupo de Pappo, que venían después. Algún pasquín titulaba “Hordas de hippies arrasaron el Luna Park” pero solo se trataba de chicos bohemios de época con poca prensa en esos tiempos violentos de dictadura, que después vendrían todavía peores. Pero ese cantante tano, Giuliano Canterini (a) “el bondo”, un todoterreno que merodeó el mítico boliche La Cueva, hizo lo suyo como músico del rock nacional incipiente y, ya autoexiliado, demostraría ser un productor musical precursor en Sudamérica.
El mismo Spinetta declaraba que con la nueva agrupación quiso terminar con la “ternura” de Almendra, sus melodías piazzollianas tiznadas de bossa nova, metiendo riff algo más violentos. Algo que venía trasuntando en Almendra II.
Para muchos la mejor obra de las tres mencionadas fue “Artaud”(1973), conocido por su original tapa verde de cartulina con formas irregulares -en vez de la cuadrada tradicional- que albergaba el vinilo: una incomodidad total en las bateas. Claro que también por sus temas “Todas las hojas son del viento” o “Cantata de puentes amarillos”. ¿Spinetta se adelantó unos años a la idolatría de Pati Smith por Artaud o se dejó seducir por la moda pop-art que venía del norte? Puede decirse que “Artaud” fue un disco solista de Spinetta bajo el rótulo ‘Pescado Rabioso’, porque contaba con un acompañamiento distinto: su hermano Gustavo en batería y los ex Almendra Rodolfo García y Emilio Del Guercio, en batería y bajo, respectivamente.
Spinetta la siguió con un intento solista (“A 18 minutos del sol”), básicamente de un jazz-rock de moda, que esconde la gema “Canción para los días de la vida"; después con la reunión puntual de Almendra para un disco nuevo en 1979 (“El valle interior”), la grabación en vivo de sus actuaciones en el estadio Obras Sanitarias (“Almendra en Obras”) y otro disco solista en inglés (“Only love can sustain”), grabado en los Estados Unidos, con el objeto de darse a conocer en el imperio.
Aclaración necesaria para lo que viene: si Luis Alberto Spinetta llegó a tocar tu alma con alguno de sus sutiles recursos deberías profundizar toda su obra. Aunque haya tenido producciones prescindibles -como cualquier artista- cada uno de sus discos tiene al menos una gema y climas irrepetibles cuyo desconocimiento se torna imperdonable. Y diría empezar con lo más pulido de su producción: todo lo del siglo XXI. Solo es una anécdota de análisis subjetivo, pero el día nacional del músico en la Argentina se celebra los 23 de enero, en honor al natalicio de Spinetta.
Si en la música contemporánea en estos lares existe algo que pueda llamarse “profundidad”, la encontrarán en la creaciones de Luis Alberto Spinetta. No intuyo competidores que se acerquen artísticamente a este criollo. Muchos lo consideran difícil, es verdad. Pero confíen en mi palabra e insistan. Afuera, solo creo que llegó a esos extremos el guitarrista norteamericano Pat Metheny con su música instrumental.



El intento posterior de Los Socios fue con “Los
ojos” (1999), disco de tapa blanca con títulos imitando relieves en sistema
Braile. Aquel mismo trío complementado por otro excelente seleccionado de
músicos: Javier Malosetti (bajo), Claudio Cardone, Mono Fontana, Tweety
González y Didi Gutman (Brazilian Girls) en teclados, Nico Cota (percusión) y
la estupenda Graciela Cosceri en coros. Conceptualmente distinto al primero,
con canciones finas y sensibles y llenas de climas. “No me alcanza”, “Ven
vení”, “Perdido en ti”. Impactante, aunque pueda sobrar algún tema.
Ah! Con Los Socios del Desierto, el Mono
Fontana y otros hicieron el unplugged “Estrelicia” (1997) en MTV de Miami-USA,
una especie de grandes éxitos en vivo con varias perlas originales para no
desperdiciar.




Abandonó esa banda y la popularidad que lo
había llevado hasta a incursionar en el cine y hace un click. Narvaja empezó
una carrera solista por un camino diferente: a modo de trovador moderno, casi
de protesta, con letras comprometidas y fusionando folklore sudamericano y
rock. “Octubre, mes de cambios” (1972), “Primavera para un valle de lágrimas”
(1973) y “Chimango” (1974) son tres discos memorables que pintan
espectacularmente una época y un estado de conciencia generacional.
Al recomendar el primero recomiendo directamente
los tres. Imposible destacar uno porque son una continuidad. En ese despegue, lo
ayudaron Lito Nebbia, el quenista Uña
Ramos, Miguel Cantilo y otros. Tan jugadas fueron sus letras que con la Triple
A pisando y la dictadura militar merodeando debió exiliarse en España. Imagínense:
están “Balada para Luis” dedicada a Luis Pujals, uno de los primeros combatientes
abatidos del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) y “Camilo y Ernesto” por
Camilo Cienfuegos y el Che Guevara, por ejemplo. Tras un cambio rotundo de
estilo, fue muy exitoso en su nuevo destino, con producciones también altamente
recomendables (sigue abajo).
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* Vox Dei – “14 grandes éxitos” (1992)
En diez años, Aznar pasó de deambular en el ascenso a jugar ‘al lado de Maradona’. Fundamentalmente advirtieron sus virtudes como bajista fretlees y vocalista, pero también como ejecutante estudioso de guitarra, ukelele y charango, teclados varios, saxofón, quena, erque, melódica y hasta de percusión. Casi una década después, más o menos en 1992, se bajó de la cima del Everest por decisión propia, arriesgó y apostó a una carrera solista tan sensata como poco conservadora abrevando en varios géneros.
Fue con el demo de su primer disco solista (1982), que Aznar entregó a su admirado Pat Metheny en un festival con Serú Girán en Rio de Janeiro, que subyugó al guitarrista norteamericano. Unos meses después lo convocó para sumar a su Group su voz prodigiosa, el sello de distinción del PMG en sus años dorados, los de las mixturas con ritmos latinos. Tienen que escucharlo: no cantaba con letras en inglés, se trataba de un tarareo vocal moderno, incorporado al grupo inicialmente por Nana Vasconcellos, recurso que algunos atribuyen a otro brasileño, Milton Nascimento (incomprobable).
Los discos y giras en los que participó Aznar en el PMG fueron los de más alto vuelo de ese grupo de jazz moderno. Nos ocuparemos largo y tendido del tema en el Cap. 4-Jazz & Jazz-rock. Pero mientras tanto vayan escuchando “First circle” (1984), “Letter from home” (1989) y el vivo “The road to you” (1993). Pueden verlo al joven Aznar protagonista total, canturreando en el hermoso DVD “More travels” (1992) del Pat Metheny Group.
En aquel primer solista incluía la inigualable versión de “Setiembre” del brasileño Ivan Lins, con su memorable solo de bajo fretlees en el medio. Fue toda una revelación sonora: la metieron hasta en telenovelas. Como si fuera poco, se atrevía con “Nefertiti” de Miles Davis, con “Because” de Lennon-McCartney y con Maurice Ravel en “Pavana para una infanta difunta”. Por todo acompañamiento, Juan Carlos ‘Mono’ Fontana en teclados y Héctor ‘Pomo’ Lorenzo en batería, en algunos pocos tracks. En “Contemplación” (1992), el segundo disco solista de Pedro Aznar, lo ayudaron sus amigos norteamericanos Pat Metheny, Lyle Mays y Danny Gottlieb en los temas “Verano en Nueva Inglaterra” y “23”. Vigentes la neochacarera “El dolor de mi gente” y “Candombegle”, acá con el percusionista Osvaldo Fattoruso.
Pero me atrapa “Fotos de Tokyo” (1986), su tercer disco, perteneciente a una lejana época electrónica, con mucha máquina, energía y tres o cuatro temas memorables, grabado después de una primera etapa en el PMG. Luego se refugiaría en un pop beatlesco y la fusión folklórica que lo encumbraron con discos más populares como “David y Goliath” (1995),“Cuerpo y alma” (1998) o “Parte de volar” (2002). Apostaría que la mayoría de los fans de Aznar elegirían estas producciones.
*Pedro Aznar – “Caja de música” (2000)
El arte de Pedro Aznar, no los va a defraudar. No abandonen sus producciones así no más: siempre tendrán gratas recompensas. En 2005, se animó a “Aznar canta Brasil” reversionando a sus autores favoritos de ahí. Y en 2012 la prueba de fuego exitosa de “Puentes amarillos: celebra la música de Spinetta” grabado en vivo en el homenaje que le hizo en Plaza Italia ante 50 mil personas. Por ahí tiene también algunas bandas de sonido originales para películas, como aquella “Hombre mirando al sudeste” (1987). Si no tienen paciencia, vayan a su compilado “Esenciales” (2017), una caja de 3 CD con 36 tracks, que rescata aquella exitosa y superadora versión de “Setiembre” de Ivan Lins o esa otra de “A primera vista”, la belleza de “Soledad, Jujuy 1941” y “Muñequitos de papel”.
Aznar es un todoterreno que aprendió coplas con la musicóloga Leda Valladares, cantó mil veces sin desentonar en el Festival de Cosquín (el folklórico más antiguo de la Argentina), estuvo en lo más alto del jazz ganando Grammys y es capaz de hacer versiones superadoras de artistas internacionales. Tiene club de fans hasta en Japón y siempre cultivó el antidivismo, sin vender su intimidad.
La primera vez que vi a Pedro Aznar fue con el grupo Seleste de David Lebón, Pomo, Rinaldo Rafanelli y Diego Rapoport en la primer fecha del Buenos Aires Jazz Festival en el Luna Park, invierno de 1980, como teloneros de John McLaughlin. El festival también presentó a Weather Report, George Duke, Stanley Clarke y Chick Corea, entre otros. En enero de 1985, Aznar como invitado de un gran Spinetta Jade en Barrancas del Belgrano ante 20000 almas. Después, como voz principal del Pat Metheny Group en el estadio Obras en octubre/1985: en ese momento, el grupo de jazz moderno más exitoso del mundo. Como invitado de su amigo Lyle Mays cuando se presentó en trio en el Teatro Opera, setiembre/1992, para cantar el tema “Siena”. Teloneaban a Robert Ford Trio. A Aznar con grupos propios lo vi dos veces: en enero/2000 en la Quinta Trabucco de Vicente López y en febrero/2004 en la calle de las Casuarinas, la avenida principal de la Facultad de Agronomía (mi segundo hogar). En solitario en el teatro Gran Rex en junio/2013 haciendo justamente “Mil noches y un instante”, oportunidad en la que grabaron el DVD homónimo, filmando a Aznar permanentemente con cámaras automatizadas -sin operadores- que se desplazaban sobre rieles dispuestos en el escenario. Y por último, sumándose un rato al trío Lito Epumer-Machi-Judurcha, en el auditorio de La Usina del Arte porteña, en agosto/19.
*Divididos – “Acariciando lo áspero” (1991)
Hace poco un amigo me recordó a una banda
rosarina de vieja data de la que solo recordaba el nombre. Y al escuchar sus
tres producciones quedé sorprendido. Venían
de los setenta pero “Pablo, el enterrador” grabaron el disco homónimo en 1981, refugiándose en el sonido del viejo Génesis y Marillion. Siempre
con su sonido sinfónico siguieron con este “2” (2013) y por último su
“Threephonic” (2016).
Básicamente los grabaron con dos en
teclados (Jorge Antún y Omar López), José María Blanc en bajo, guitarra y voz y
Marcelo Salí en batería, aunque últimamente cambiaron la formación. Se puede
escuchar en ellos una evolución. Otras reminiscencias suyas me llevaron a Pedro
Aznar y algunos ecos beat uruguayos de Fattoruso/Rada (pero sin candombe).
No puedo salir de mi asombro que Pablo el
Enterrador haya sido ignorado por la vidriera musical de Buenos Aires. He leído
que últimamente han sido objeto de reivindicaciones.
Y ya que hablamos de reivindicaciones:
Crucis. ¿Porque no recordar este otro grupo sinfónico injustamente olvidado? Solo
grabaron “Crucis” (1974) y “Los delirios del mariscal” (1977) y se separaron.
Eran Gustavo Montesano, Pino Marrone, Aníbal Kerpel y Gonzalo Farrugia (casi todos siguieron sus vidas en Estados Unidos). Llamaron mucho la atención rockera del momento, básicamente subidos a la onda
musical progresiva del momento (Yes, Deep Purple, etc.) con gran eficiencia
instrumentística. Los produjo Charly García y llenaron un Luna Park en enero/77. Peguenlés
una escuchada.
No en vano tienen el mote de “la aplanadora
del rock”, que bien les queda. Eximios instrumentistas. Hasta ahora resistieron
la generalizada tentación de los power tríos de incorporar teclados para
agregar matices a través de los años. Eso refuerza su personalidad pero obliga
a buscar otros recursos para no perder vigencia. Críticas: a
De este disco se destacan “Salir a asustar”, “Salir a comprar” y una excelente versión de “El arriero” de Atahualpa Yupanqui convertida en blues. Otro que elegiría para continuar buceando Divididos -entre la decena que grabaron- es “Narigón del siglo”(2000).
Los vi en octubre de 1994 en el club Independencia de la ciudad de Neuquén, durante un viaje de trabajo, una noche que terminó mal, con la cana tirando gases lacrimógenos para reprimir a los que querían ingresar sin entradas. Divididos pudo tocar tres canciones que espantosamente y fuimos desalojados, todos tosiendo. A Mollo y Arnedo no pareció importarles mucho porque dijeron solo unas incongruencias (¿vegetarianas?) antes de retirarse. Después me puse muy viejo para seguirle el tren a un grupo heavy tan amigo del pogo. Ellos saltan, quieran o no, para mantener su trabajo (como Mick Jagger a los 81 años). Yo tengo menos y no soy creativo, pero ya no lo hago por amor al arte, jaja.
**Dancing Mood – “20 minutos” (2000)
Este grupo argentino liderado por Hugo Lobo con supremacía de bronces y compuesto por casi una decena de integrantes cambiantes que pertenecen a otros grupos o son sesionistas, sin ser la perfección es excepcional. Porque te permite abrirte a una enciclopedia de ska y reggae que abreva en Skatalites o Toots & The Maytals y Don Drummond, temas souleros o de Burt Bacharach, Carpenters -e incluso standards de jazz- en covers con pátina jamaiquina, que en muchos casos suenan mejor que los originales. No te los pierdas. Algo así como lo que hicieron los UB 40 en sus “Labour of love”. Todos esos referentes serán abordados en capítulos venideros.
El objetivo confeso del alma mater y conductor del grupo, el trompetista Hugo Lobo, es rescatar y difundir música que mamó durante su aprendizaje musical, que la gente de las nuevas generaciones ignora casi por completo. Un iconoclasta que, entre otros proyectos, dirige escuelas musicales para chicos de bajos recursos.
Toman los temas originales y les dan ese tratamiento, desarrollando en el medio solos instrumentales. Es cierto que se hubieran podido superar ciertos rendimientos individuales, pero el clima que logran puede más. Es fundamental para ello el toque discreto y elegante de la armónica incorporada a estos ritmos de reggae. Tienen invitados para algunos temas, como Midnerely Acevedo (alias Mimí Maura) y Fidel Nadal. Son muy buenos los temas “Mood indigo”, “Twenty minutes to go” y “You’re so delightfull”.
Si ya eres un adulto y eras fan de “El tren fantasma” (programa radial de culto en los ochenta y noventa en AM y FM porteñas), algunos covers te remitirán ahí.
Claro que sus posibilidades de éxito
comercial eran inversamente proporcionales a su calidad y buen gusto: ¿qué
sub-tribu cultural porteña podía seguirlos? Y en el imperio del norte ya tenían
al mismísimo James Brown a mano, para que buscar copias.
La Groovísima se reúne de vez en cuando, con Daniel Colombres en batería y Gabriel Lazzarino en bajo, como miembros base. La voz en sus grabaciones fue de Damián Oliver y tuvieron otros cantantes. En este disco, la cantidad de buenos covers es interminable. Desde “Midnight hour”, “Sing a single song” a “Guitar man”. Tambié se juegan con “I got you (I feel good)” y salen airosos.
* Sumo – “Obras cumbres” (2000)

Nada nuevo bajo el sol, hasta que aparecieron Ca7riel y Paco Amoroso. Dos treintañeros made in el porteño barrio de La Paternal, con un interesante currículum como músicos y sesionistas. Hacían hard rock funkeado con inspiraciones spinetteanas, sin repercusión alguna. A Ca7riel (Catriel Guerreiro, 1993) se le ocurrió rapear y Paco (Ulises Guerriero, 1993) le sigue dando gracias al rapero Bizarrap por salvarlos de la malaria. Terminaron inventando algo novedoso, sorprendiendo a todos con sus 19 minutos en el programa Tiny Desk de NPR Music en Washington-USA y dando la vuelta al mundo con entradas sold-out.
NOTA FINAL DEL CAPITULO ROCK NACIONAL: seguramente algún lector esté castigando a este humilde proto-escritor con algún epíteto poco ortodoxo al no encontrar en este primer listado ninguna obra de los pioneros Litto Nebbia y Moris, Patricio Rey & sus Redonditos de Ricota, Gustavo Cerati y su exitoso "Canción animal" de Soda Stéreo, Alejandro Lerner (¿porqué no compararlo con Elton John?) y tantos otros. Quizás también pueden reprocharme exageraciones spinettianas. Ya les había hecho al principio advertencias sobre la subjetividad lógica de esta tarea de recomendar. Tampoco es que dejé de escuchar figuras que fueron saliendo hasta hoy (claro que mi experiencia me hace ahorrar tiempo). Pasa que entiendo que no hay nada novedoso en el ambiente musical argentino que convenza por su originalidad. Si igual los decepciono, vayan a los 100 mejores discos de rock nacional según la edición local de la revista Rolling Stone, que también se va a la banquina eligiendo algunos bodrios de factura adolescente. Este ejercicio no termina acá: faltan 4 capítulos con más novedades e info. La seguimos.
coincidimos en mucho......pero algo de Miguel Abuelo..o Virus.....como onda divertida.......gracias por no poner a Calamaro jajaj
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