domingo, 10 de abril de 2016

La nefasta herencia kirchnerista



Perón y Cristina K. por Sábat. 2015.

Fin de noviembre de 2015: el soberbio kirchnerismo se retira de la escena, preguntándose aún que hizo mal para que el pueblo le de la espalda. Las razones de su dura derrota política deben buscarse en razones sociológicas, en los comportamientos, en las sensaciones de bienestar y malestar de la gente y su proyección en el futuro. Es válido pensar que gran parte de nosotros votamos “con el bolsillo” pero para las masas los resultados económicos del gobierno kirchnerista son una nebulosa de sensaciones, tan subjetiva como los sabores.  

Quiero verter aquí primeramente algunas razones económicas fácilmente comprobables que concluyen que  -después de más una década de gobiernos populistas- entre 2003 y 2015 se perdió una oportunidad  histórica de desarrollarnos y convertirnos en una potencia en el hemisferio sur al modo de Brasil, para ejemplificar, aprovechando el viento de cola de los altos precios internacionales de nuestros productos primarios que lamentablemente han finalizado. Es decir, sustentar la idea que -más allá del mentiroso slogan “la década ganada” que usó el oficialismo en alguna eufórica campaña- hemos transitado verdaderamente una “década perdida”.  

Para ese fin, aunque soslayaré aquí todo lo posible temas prioritarios como la corrupción institucionalizada, no olvidaré que durante los gobiernos kirchneristas se produjo el récord de 2160 denuncias por corrupción presentadas en la Justicia. El slogan ya fue usado en otra oportunidad para calificar a la primera dictadura argentina del siglo pasado pero podría volver a usarse "la década infame".  Porque a eso se agregó  el avance impune del narcotráfico y de la delincuencia durante su mandato, encima acompañado de un relato triunfalista humillante y falsamente progresista, alimentado con periodismo rentado y consumido por la gilada (1). Fueron gobiernos anti-republicanos que maniataron a los otros poderes o manipularon relaciones políticas volviéndolas antidemocráticas (por ej. alianzas con “los barones” del conurbano, con los peores gobernadores feudales o el manejo corrupto y maquiavélico de la obra pública).  También podría usarse el otro famoso slogan aplicado para los años 30  "roban pero hacen". Pero esa descalificación le queda grande al kircherismo porque dejaron al país sumido en el atraso (2).

Algunas cuestiones económicas

Cuando se fue el kirchnerismo, el salario del 50% de los que trabajaban formalmente no superaba los $ 6.000 (unos U$S 400, usando un cambio realista del momento... porque había varias cotizaciones por los controvertidos controles oficiales). La canasta familiar se situaba en alrededor de $ 12.000 y el alquiler más barato empezaba en $ 3.000. Además, quienes ganaban más de $ 12.000 mensuales aproximadamente debían pagar un "impuesto a las ganancias" de varas bajas, sostenido durante años por el gobierno para los sueldos supuestamente altos. Hubo paritarias libres para lidiar contra la inflación y mantener el consumo, es verdad, aunque siempre con topes impuestos por el gobierno  sobre una burocracia sindical dócil. En la Argentina los trabajadores “en negro” continuaron siendo alrededor del 35%: el porcentaje histórico de siempre.  Eso significa gente sin aportes jubilatorios, derechos laborales mínimos y peor actualización salarial: un rotundo fracaso del ministro de Trabajo, Carlos Tomada, que no le movió el amperímetro a la burocracia sindical. En un porcentaje similar coinciden todos los economistas se halla la proporción de la economía informal en nuestro país, que el kirchnerismo increíblemente fomentó, intentando incluso exportar el fenómeno de la feria La Salada y otros casos mafiosos similares. Una vía más fácil (y trucha) que intentar transparentar las distintas cadenas. 

¿Qué hay de verdad sobre el supuesto gran nivel salarial que tuvimos con estos dirigentes 'revolucionarios K' de Puerto Madero? Data evidente que desmiente el relato: estuvimos mejor hasta con Isabelita Perón y Alfonsín...



“La herencia kirchnerista combina lo peor de los escenarios (cambiarios): un país sin moneda con una de las tres mayores inflaciones del mundo… y con un atraso cambiario ortodoxo” (3). Propio de la convertibilidad de Martínez de Hoz, de Menem y Felipe Cavallo. Muchos argentinos gastando en los shoppings de Miami y Chile y todas las economías regionales con niveles mínimos de exportación: altos costos internos y poca retribución por las ventas. Caña de azúcar y limones en Tucumán y peras y manzanas en el sur sin cosechar por antieconómicas. Bodegas cuyanas con la menor exportación de la década. Pero a diferencia del menemismo, por la falta de divisas se impusieron barreras a la importación para evitar su sangría, intentando el cierre de las cuentas a corto plazo. La desesperación les hizo crear luego un cepo cambiario de efectos positivos efímeros.

Las consecuencias de la inflación sobre la economía y la gente fueron subestimadas por los funcionarios, no solo dialécticamente: también se llegó a la burrada de manipular los índices que históricamente proveía el INDEC, para un supuesto beneficio político y para minimizar el pago de intereses de bonos externos. Nuestro país estuvo entre los cinco más inflacionarios del mundo en estos últimos años: acumuló 1358% entre 2002 y 2015, según mediciones privadas. El kirchnerismo apeló a la emisión monetaria para darle oxígeno al alegre esquema sin sustento del consumo interno y así cubrir el déficit fiscal. Aquellos fueron los efectos.

Política exterior dislocada e ineficiente: Argentina dejó su silla en el Mercosur de tal modo que sus socios iniciaron negociaciones con otros bloques sin consultarnos más. Se perdieron mercados externos para muchas producciones vernáculas y todo quedó supeditado al mercado interno. Muchos países declarados enemigos políticos por el matrimonio kirchnerista y su cúpula, como EE.UU., fueron desestimados como posibles mercados para nuestros productos. Se entablaron muy pocos convenios comerciales para expandir nuestras exportaciones y los pocos intentos de expansión fueron caprichosos, como el mediático, patético e inútil desembarco en el subdesarrollado Angola y algún otro país africano. Otro espasmo de dudosos resultados, que incluía cláusulas secretas, fue acercarse a China, negociaciones que incluyeron la entrega de una base militar en el sur de nuestro país. Los convenios hechos con Venezuela fueron de corta vida y beneficiaron a empresarios cercanos al oficialismo (Cresta Roja, Vasalli, Sancor y otros) y derivaron mayoritariamente en hechos de corrupción. El acercamiento con Irán terminó siendo puramente político a cambio de nada: sería declarado inconstitucional por la justicia, para otorgarle garantías judiciales a los posibles culpables del atentado a la AMIA, en detrimento de la soberanía argentina. El juzgamiento de la causa del fiscal Nisman quizás algún día descubra la verdad. Anclados en un relato oxidado, nuestros gobernantes ignoraron que la política exterior de cualquier país inteligente en el mundo consiste en negociar con los demás para venderles productos hechos en casa con el mayor valor agregado, recordando que las discusiones ideológicas son para la gilada y solo la agitan los tontos. 

Los datos desmienten una supuesta reindustrialización del país durante este gobierno. Según la Unión Industrial Argentina, el nivel de industrialización actual coincide con el de 1975. La cantidad de obreros del sector está estancado desde hace años en 1,2 millones. Las terminales automotrices instaladas siguen siendo en realidad armaderos de piezas extranjeras cuyos componentes nacionales rondan solo el 15%. En Tierra del Fuego, con gran costo fiscal se sigue manteniendo una industria ficticia, armándose -por ejemplo- teléfonos celulares o computadoras que nos salen varias veces más caros que importarlos directamente.

El gobierno kirchnerista fue de seguro uno de los que más invirtió en investigación y desarrollo científico en toda la historia argentina (aumentó de 0,4 al 0,65% del PBI) y elevó esa política al rango de ministerio. Lamentablemente, eso no se tradujo nunca en mayor competitividad para la industria nacional. También hubo una gran oferta de becas universitarias para estudiar pero sin una política para promover carreras estratégicas. No fue eficaz ni de excelencia la apertura indiscriminada de universidades en el conurbano bonaerense. Significaron quizás un relativo acceso de la población a la educación y oportunidades para la investigación, pero sin planificación. Y quedó mucho dinero en el camino, por ejemplo mediante contrataciones tercerizadas con las instituciones mencionadas antes, para evitar licitaciones transparentes. Que no se olvide: gran parte de la comunidad educativa fue cómplice.  

Con una población de aproximadamente 40 millones de habitantes, unos 17 millones de argentinos reciben pagos del Estado: 6 millones son jubilados y pensionados; unos 5 millones reciben asignaciones familiares y 6 millones  más cobran distintos planes (asignación familiar por hijo, Procrear y Progresar, etc.)  Ello no implica para mi descalificar los efectos redistributivos de la asistencia del Estado, pero es un dato de la realidad que ese esfuerzo apenas frenó la pobreza, cuya cifra real se desconoce desde hace años por decisión del kirchnerismo. Su último ministro de Economía nos dijo que la maniobra era para no estigmatizar a los pobres. Una "cargada" para idiotas, seguramente. Para la central obrera CTA oficialista los pobres en el país eran ocho millones de compatriotas (el 20% de la población) y la iglesia católica calculaba cifras por sobre el 30%. Pocos meses después  de terminar la mordaza oficialista sobre datos tan sensibles, todo el mundo coincidió con este último porcentaje, inaceptable para un gobierno que se decía progresista. 

¿Cómo puede un Estado coherente dedicar el 56% del gasto público en prestaciones de la Anses (jubilaciones, pensiones, asignaciones) y el Pami, 17% en sueldos de empleados estatales y otros, y alrededor del 20% más en subsidios a los transportes y a la energía? (x)

La desocupación real también disponía de datos oficiales poco confiables: para la central sindical citada recién llegaría al 9%. Es vox populi que no hubo generación de empleo genuino en los últimos cinco años. Como contraparte, habría 1,5 millón de empleados públicos en los tres niveles (estado nacional, provincias y municipios). La participación del empleo público en la fuerza laboral pasó del 12,7% en 2005 al 20% en la actualidad (4). No se trataría de cifras siderales comparadas con la de algunos países desarrollados: lo alarmante fue la falta de controles, la politización en la admisión del nuevo personal y el peso asfixiante del gasto salarial en muchas provincias para financiar la política. El Estado kirchnerista llegó a ser el empleador  más informal de la Argentina, generador principal del trabajo en “gris”, con empleados con contratos de obra, una situación que  trató de regularizar de apuro en los últimos años (5).

El gobierno hizo una ventajosa renegociación inicial de la deuda pública internacional con quitas importantes. Pero a pesar de sus pagos religiosos a organismos internacionales como el FMI y el Club de París (9.000 millones de U$S con recargos sin chistar que sumaron más que la deuda con los fondos “buitres”) subió de 180 a 250 mil millones de dólares. Es una burda mentira sostener que durante el kircherismo no aumentó la deuda externa. Todo esto, también a pesar de los 14.000 millones anuales promedio que se recaudaron con  la soja y las otras retenciones agropecuarias (U$S 61 mil millones por retenciones solo a la soja durante todo el “cristinismo” o U$S 85 mil millones por retenciones agrícolas en la última década según Sociedad Rural Argentina o U$S 100 millones según la IERAL-Fundación Mediterránea para el período 2003/15). ¿Qué obras de infraestructura de relevancia nos dejaron los Kirchner con semejante ingreso de dinero? Habría que preguntarle a un tal Lázaro Báez. A lo mejor hizo cosas que desconocemos.

Quizás sea cierto que no se tomaron muchos créditos directos en el exterior  pero terminaron utilizando un festival de bonos digno de modelos liberales de sus criticados años noventa. Cuando avanzaron los “fondos buitres” que lo acorralaron desde los estrados de Nueva York, el gobierno inició una “campaña patriótica” contra ellos, para la tribuna. Fue el mismo kirchnerismo quien aceptó esa jurisdicción, pateó la solución de los holdouts para adelante -acumulando intereses suculentos-  hasta que nos sentenciaron en contra y nunca se animó a investigar y rechazar la parte sucia y corrupta de la deuda: su bancada cajoneó durante años en el Congreso el expediente Olmos. Los funcionarios ‘patriotas’ Axel Kicillof y Alejandro Vanoli terminaron vendiendo 16 mil millones de dólares a futuro a $ 10 a marzo de 2016 secando el Banco Central, con un perjuicio para el país de $ 77 mil millones. Con este dinero y un poco más se le pagaba a los buitres. Esos personajes, junto a la presidente Cristina Kirchner, fueron imputados por defraudación al Estado y actualmente recorren los tribunales federales. Alguien definió esa operación como "la estafa más grande en la historia de la Argentina" (6). 

La coparticipación federal con las provincias fue puro chantaje: si los gobernadores no obedecían políticamente al gobierno central, no se les enviaba fondos. Fueron los años de mayor concentración unitaria de la historia argentina. Para los amigos, fastuosas obras comandadas por el ministro Julio De Vido con contratistas seleccionados. El caso de la deuda con la provincia de Córdoba fue paradigmático y la propia justicia reconoció lo improcedente del Poder Ejecutivo en el reparto de fondos.

En cuanto a la infraestructura, después de nueve años de gobernar, se dieron cuenta que los argentinos viajaban como ganado en la gran metrópoli porteña cuando murieron 50 trabajadores en la estación Once capitalina. Recién ahí, con bombos, platillos y luces de neón -como si se tratara de una iniciativa ingeniosa- pusieron nuevos trenes y durmientes (todo chino, nada industria nacional). Nadie puede discutir que la red vial quedó desactualizada y que las rutas provinciales eran obsoletas prácticamente en todo el país (con la excepción de San Luis). Menem ya se había encargado de destruir la red ferroviaria, estos émulos le siguieron juntando óxido. La cantidad de rutas con problemas de seguridad y colapsadas aumentó de 1000 a 3400 Km. durante el kirchnerismo (6a). El 93% del transporte de cargas se realiza con camiones, obviando otras alternativas más baratas y menos contaminantes. Las estadísticas de accidentes viales también fueron récord pero pesó más el "capitalismo de amigos" practicado con los concesionarios de la obra pública. El caso más emblemático fue el de Lázaro Báez y sus empresas: los kilómetros que llegó a pavimentar fueron los más caros de Sudamérica. Los empresarios argentinos aceptaron el juego corrupto. El 50% de los hogares argentinos carece de redes cloacales y un 16% no tiene agua potable. 

Hubo desatinos constantes en la política energética que no pudo revertir el déficit de sus recursos en todo estos años, con caída de producción y de reservas de gas y petróleo. Eso nos hizo importar combustibles a precios altísimos y por montos siderales (unos U$S 12.000 millones por año--más o menos lo mismo que entraba por la soja),  olvidando la promoción de energías renovables, a contramano de la tendencia mundial. Manotazo de ahogado con el yacimiento Vaca Muerta y su contrato secreto con Chevron (curiosamente un socio de los tan odiados “buitres”) para usar el cuestionado método “fracking”. Desventajosa estatización de YPF, regalando la mitad a privados que no arriesgaron nada. Luego de una negociación de Néstor Kirchner -todavía increíblemente oscura- primeramente su amigo Ezkenazi obtuvo el 25% de las acciones. Los Kirchner todavía no le explicaron al pueblo de Santa Cruz donde están los 500 millones de dólares obtenidos para la provincia cuando aprobaron alegremente la privatización petrolera menemista en los años noventa. Pero ya se supo cual fue la historia: la contó su cómplice Aldo Ducler antes de morir (xx). Según el oficialismo, la operación de estatización no iba a costar nada pero terminaron pagándole 5.000 millones de dólares a los vaciadores españoles de Repsol, que encima le hicieron un juicio al país en los tribunales de Nueva York, que a la fecha no se definió. Por último, onerosa compra de Aerolíneas Argentinas, también sin castigo a los vaciadores, convirtiendo a la empresa en la aerolínea más perdidosa del mundo y en una caja política para la militancia de la agrupación oficialista La Cámpora. 

“Antipolítica” agropecuaria con logros increíbles: de cada $ 100 de renta que producía una hectárea promedio en el campo, unos 85 le quedaban al estado nacional, las provincias y los municipios. En algún momento esa cifra llegó al 94% (7). Casi ninguna actividad agropecuaria terminó siendo rentable. Resultado: menos trigo sembrado que hace un siglo y la soja como casi único negocio. Denostada caprichosamente como “el yuyito” por la ex-presidente Cristina Kirchner -pero calificada como un milagro para los argentinos por Fidel Castro- al final fue la producción más favorecida por ser a la que menos trabas le pusieron, relativamente. Desde 2002 a esta parte, el campo perdió más de 95.000 productores cuando se suponía que el gobierno prefería a los minifundistas sobre los pooles de siembra (que también se fueron espantados). El plan estratégico que diseñaron para el campo -pomposamente llamado "PEA"- contemplaba para este año 40 millones de toneladas de granos más, pero no pudo sumarse ni un millón más. Otro verso más para la gilada.

Con el falso paradigma de defender “la mesa de los argentinos” y abaratar y promover el consumo interno, el prepotente secretario de Comercio Guillermo Moreno prohibió exportar carnes, entre otros alimentos. Pero por falta de incentivos se terminó deteriorando gravemente el stock vacuno y los precios en las góndolas se hicieron incontrolables igual. Otro de los efectos de sus medidas ineficaces fue -a partir de 2005- el cierre de 138 frigoríficos y 14000 operarios especializados de esa industria en la calle (8). En los últimos trece años, también cerró un tambo por día en algún lugar del país: como en otras cadenas, con los lácteos la ganancia se la llevaron los grandes supermercados y los industriales (9). La anacrónica e ideologizada visión kirchnerista del campo -que nos seguía hablando de "la oligarquía ganadera"- logró que la torta agropecuaria se redujera al tamaño de un alfajor, impidiendo se favoreciera a la población rural y el país en su conjunto. 



Un gobierno populista y anti-republicano

Como buen gobierno populista, destrozó la división de poderes: quiso “democratizar” la justicia, eufemismo por invadir juzgados con personeros que le cubrieran la retirada a sus funcionarios ante las múltiples denuncias de corrupción por hechos gravísimos, por ej. las del vicepresidente Amado Boudou. La desaprensión y falta de escrúpulos llegó a que siguiera en funciones al frente del Senado normalmente, deshonrando su investidura, y nos gobernara durante muchas jornadas ante la ausencia de la presidente Cristina Kirchner. Tampoco se profundizaron las investigaciones sobre la fortuna de la mismísima familia presidencial, Lázaro Báez y otros millonarios. Al empresario amigo Cristóbal López, la AFIP le permitió acumular una deuda colosal de  7 mil millones de pesos, cuyos fondos utilizó para hacer crecer su emporio. Inaudito.

Cooptaron a un séquito de artistas repartiendo dádivas y subsidios encubiertos. Pero su caballito de batalla cultural fue la pelea con los medios opositores, principalmente el multimedios Clarin, olvidándose hipócritamente de antiguas amistades políticas (decreto de Néstor Kirchner para otorgar  un monopolio a la empresa Cablevisión y beneficiar a esa corporación). Manipulando desde el Estado una nueva ley de medios, favorecieron con una pauta de publicidad oficial multimillonaria a personeros (Spolski, Cristóbal López, Gvirtz, etc.)  para la compra de empresas y la defensa machacante de sus actos de gobierno. Crearon un ejército de “periodistas militantes” rentados, prestos a repetir la línea que se les bajara de la Casa Rosada, a la que se bautizó el “relato kirchnerista”, que significó la exclusión de los que no pensaban igual. El opositor era "antipatria", el nuevo “gorila”. Entrar en el terreno sociológico para analizar que significó y como se dividió la sociedad argentina con esa intolerancia desde el poder, requeriría la pluma de George Orwell para aggiornar su “1984”.

Posiblemente los gobiernos K hayan sido de los que mayor presupuesto dedicaron a la educación en muchas décadas. Sin embargo, somos el país de Latinoamérica con mayor repitencia en la secundaria, donde solo terminan el 50% de los alumnos. Eso, a pesar de ser declarada obligatoria y que se impartiera la orden a los maestros de dejar pasar a los burros para no ensuciar las estadísticas. El calendario escolar no se respetó nunca, por culpas propias o ajenas. Los resultados de las evaluaciones internacionales PISA de los últimos años fueron lapidarios. Se comprobó que la mayor cantidad de delincuentes en el país se encuentra en la franja entre 16 y 20 años: es decir, eran niños cuando comenzó el kirchnerismo. No se cambió la matriz educacional: las franjas sociales de mayores ingresos envían a sus hijos a escuelas privadas subsidiadas por el Estado; las escuelas públicas quedan para los de más abajo.

En más de una década, no se hizo nada para favorecer la democratización del sindicalismo y se  promovió su división para debilitar a las centrales opositoras, como la CTA autónoma. La misma táctica fue usada con los organismos de DDHH, Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, a las que corrompió con dinero.  Como ya se dijo, el  kirchnerismo se alió a los peores intendentes  (“los barones del conurbano”) y a los gobernadores más feudales, como los indefendibles Insfrán y Alperovich.

La herencia kirchnerista

Uno de cada tres argentinos, aproximadamente, sigue aprobando la experiencia kirchnerista sin reparar en ninguno de todos estos motivos ni, fundamentalmente, en la corrupción más profunda de la historia argentina. Casi cinco de diez temieron perder lo obtenido, obviaron o desestimaron información de peso o, simplemente, no fueron racionales. El candidato oficialista (Daniel Scioli) impuso una campaña de miedo a su principal oponente (Mauricio Macri) y para muchos kirchneristas -verdaderos “gorilas”- el pueblo resultó sabio solo cuando los votaba a ellos.

Las tres banderas del justicialismo (independencia económica, soberanía política y justicia social) marcan a fuego los límites de nuestros políticos. Es la espada de Damocles que inventó el General Perón para rendir prueba ante la gente crítica. Y, como dijo Abraham Lincoln, “se puede engañar a algunos todo el tiempo y a todos algún tiempo,  pero no se puede engañar a todos todo el tiempo”.

Muchos de mi generación tenemos incorporada otra máxima peronista, la que dice que “el trabajo dignifica”. El trabajo fue despreciado durante esta década infame, muchas veces se lo reemplazó por la dádiva y el modelo fue el ascenso fácil fabricado en cuevas financieras, con un vicepresidente tocando sobresaltado una guitarrita para sumar popularidad y los principales dirigentes hablando de una supuesta revolución nacional y popular desde el exclusivo barrio de Puerto Madero.

Salvo que seamos inconcientes, deseamos ser dignos. Y en estos años la dignidad de la gente fue pisoteada, aunque algunos no sintieran dolor por eso. Aunque no esté escrito en ningún lado, subestimar las leyes y abusar del poder termina hartando a las mayorías, que advierte la burla. He aquí la explicación de las últimas elecciones de 2015 en la Argentina. Mauricio Macri es presidente por culpa de los soberbios, arrogantes e hipócritas kirchneristas. ¿Cómo podés seguir defendiendo al kirchnerismo si sos un argentino honrado? Archívense. Horanosaurus. 

PD: adjunto abajo tres artículos que hablan de la herencia kirchnerista, escritos por tres tipos críticos, antes y después de las elecciones de octubre de 2015: Pino Solanas, Rodolfo Terragno y Fernando Iglesias.

NOTAS

(1) "Cuando en un país el gobierno violenta deliberadamente las leyes, obstaculiza la justicia, la corrompe e intenta controlarla; cuando la corrupción se convierte en norma y no en la excepción; cuando a la prensa le cuesta cada vez más hacer su trabajo y cuando ante todo esto, la gente parece no hacer nada, significa que el país está corrompido. Y un país de instituciones corrompidas es el lugar perfecto para que las mafias coopten el poder”. Ezequiel Vázquez-Ger en "El narco en la Argentina". Diario El País, España. 2015. Unos años después de este informe se calculó que, solo coimas en la obra pública, "el costo de los sobornos fue de 36 mil millones de dólares". Perfil.com 12/08/18. 
(2) Néstor Kirchner, fue el presidente que más decretos de necesidad y urgencia firmó en promedio desde la vuelta de la democracia. Cristina Kirchner no los necesitó tanto, dada su mayoría parlamentaria, pero incumplió su promesa electoral de mayor institucionalidad pasando a la propuesta “vamos por todo” o la irónica “democratizar la justicia”, que consistió en imponer en ella juristas que le obedecieran y bloquearan las denuncias de corrupción de sus cómplices. 
(3) “Es la economía, estúpido”. Fernando Iglesias. Diario Los Andes, 29/11/15.
(x) "¿Por dónde pasará la tijera del ajuste?". Marcelo Canton. Clarín 10/06/17.
(xx) "Otro favor de Kirchner a los fondos buitres?". Ricardo Roa. Clarín 03/06/17.
(4) En “De ‘M’hijo el dotor’ a mi hijo el empleado público”. Ricardo Arriazu, Clarín 24/01/16.
(5) Ver más datos en “UPCN acusada”, antigua entrada de este blog.
(6) Aldo Pignanelli, ex presidente del Banco Central. "Es la estafa más grande de la historia argentina, me indigna". La Nación 17/04/16.
(6a) Según datos del Foro Económico Mundial-Foro de Davos de 2017, la Argentina ocupa el puesto 106 sobre 137 países en calidad de infraestructura. Específicamente en electricidad, nos ubicamos en el puesto 113. "Otro ranking, otra vez tocando fondo" por Alcadio Oña. Clarín 19/11/17.
(7) Indice FADA (Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina). Con la eliminación de retenciones dispuesta por el actual gobierno de Macri, la cifra disminuyó al 67,7% Personalmente, no estoy de acuerdo con la eliminación ni con la  rebaja irracional de las retenciones agropecuarias.
(8) A través de Ricardo Echegaray (luego al frente de la AFIP) y sus secuaces, el gobierno llegó a subsidiar el engorde de ganado a corral con $190/cabeza.mes cuando un jefe de hogar desempleado cobraba $150/mes. ¿Leyeron bien? Las prebendas en el millonario reparto de "compensaciones" fueron tan burdas que la misma presidente Cristina Kirchner decretó el cierre de un organismo (la O.N.C.C.A. Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario) en 2011, para tapar la corrupción, con la complicidad de los políticos opositores, que callaron nunca supe porqué. Sobre la desastrosa política en el rubro carnes, recomiendo la lectura de "La máquina de picar carne" de Miguel Schiariti (2015). Sobre la increíble historia delictiva de Ricardo Echegaray (un zorro al cuidado del gallinero), "Fuera de control" de Matías Longoni (2011) que puede obtenerse en http://periodicotribuna.com.ar/14333-el-libro-que-desnuda-la-corrupcion-de-ricardo-echegaray.html 
9) En el año 2002 había en la Argentina 15.305 tambos y en 2015 quedaban 10.402. Datos del IERAL en "Cerró un tambo por día en los últimos 13 años". La Nación 16/09/15. Por Fernando Bertello.

Contra la continuidad del Gobierno nacional

Por Pino Solanas (senador nacional por Proyecto Sur). InfoBAE. Opinión. 22/10/15.

El 17 de octubre, con la participación de referentes de distintas provincias, se realizó el Plenario Federal del Partido Proyecto Sur en el que se evaluaron el actual escenario electoral y la situación política. De allí surgió la siguiente declaración:

El país está frente a una crisis mayor: el quiebre de la república neoliberal. Es una crisis política, económica, moral y cultural. Después de tantos años de ilusiones y fracasos, la ética pública y la lealtad a los principios fueron reemplazadas por el oportunismo y los negocios. La indigencia, la precariedad laboral, el narcotráfico y la trata de personas se multiplicaron a la sombra del triángulo de la corrupción política, judicial, policial y el delito organizado.

Nunca antes llegamos a una elección con tanta apatía; con votantes confundidos y escépticos por tantas traiciones y engaños; con identidades políticas degradadas y candidatos que saltan de un lado a otro buscando cargos. Encuestas y consultoras reemplazaron el debate de los grandes temas nacionales, en un sistema electoral que es una sucesión de fraudes, cuyo control y recuento lo hacen el primer protagonista del comicio, que es el Gobierno.

La suerte de los próximos años de la Argentina se va a librar entre tres candidatos presidenciales formados en el neoliberalismo de los noventa —Daniel Scioli, Mauricio Macri y Sergio Massa—, pero sería un error decir que son lo mismo, porque expresan electorados diferentes. Scioli es la continuidad del Frente para la Victoria y los sectores que aún apoyan al Gobierno. Macri y Cambiemos, el emergente de los sectores liberales antiperonistas, mientras que Massa y el frente UNA son una parte de la diáspora kirchnerista y de fracciones del peronismo y el sindicalismo opositor.

Estamos convencidos de que hoy más de la mitad de los argentinos coincide en la necesidad de un cambio que impida la continuidad del Gobierno K. Detrás de la impostura de un relato seudoprogresista se esconde un modelo neocolonial de saqueo y mafia sin precedentes, junto a muchas medidas correctas que hemos apoyado y que será necesario profundizar. Pero desde Carlos Menem, ningún Gobierno en democracia entregó tantos bienes y recursos naturales, ocultó información pública —Instituto Nacional de Estadística y Censos, contrato con Chevron, convenios con China y Rusia— y degradó el funcionamiento democrático de las instituciones. Nadie dividió tanto a los argentinos, ni favoreció el desarrollo de las corruptas oligarquías provinciales de los Gobiernos pejotistas. Allí están los Insfrán, los Gioja, Luis Beder Herrera, Carlos Menem, José Alperovich, Eduardo Fellner, Maurice Closs, como claros ejemplos de esta política de vaciamiento y entrega. Los recientes agasajos de las cámaras mineras a los candidatos Daniel Scioli y Carlos Zannini y la promesa de convertir a la provincia de Buenos Aires en otro territorio minero revelan que el proyecto del candidato oficial sigue la ruta trazada por Menem: cambiar recursos estratégicos y bienes patrimoniales por dólares.

El doble discurso y la impostura también han sido las políticas del PRO, la nueva fuerza demagógica de la derecha conservadora. Su candidato presidencial lleva como bandera el respeto a las instituciones republicanas y la lucha contra la corrupción, pero Macri sigue procesado por la causa de las escuchas y convirtió su fuerza en una unidad de negocios a través de la obra pública. La pauta oficial, los negocios inmobiliarios, el sobreprecio en las licitaciones, las tercerizaciones y los contratos truchos —caso Niembro— fueron constantes de su gestión. El PRO es también socio y cómplice del Frente para la Victoria en la política porteña a través de los negociados inmobiliarios de la obra pública y los juegos de azar.

En alianza con la Unión Cívica Radical de Ernesto Sanz y la Coalición Cívica de Elisa Carrió, constituyeron Cambiemos, con la vieja y peregrina idea de un frente no peronista. La soberbia les hizo olvidar que el 60% del electorado se identifica con Domingo Perón y Evita. Macri trató de corregir el error con la pirueta de la inauguración de un monumento a Perón.

El otro frente opositor que tiene chance de entrar al ballotage es UNA: Sergio Massa y José Manuel de la Sota vienen presentando variadas propuestas que no llegan a ser muy diferentes de las ideas de sus competidores y resultan insuficientes para cambiar el rumbo neoliberal que Menem nos marcó en los noventa. Lamentablemente, una vez más, el proyecto estratégico de Perón seguirá encajonado.

Hoy el dilema de una parte de la ciudadanía es con cuál candidato presidencial debe enfrentar al Frente para la Victoria. El voto es reafirmación de identidad política, pero también es un recurso táctico para seguir avanzando o impedir que otros lo hagan.Tal como están planteadas estas elecciones, el voto testimonial —por más méritos que tenga— no alcanza para derrotar las variantes neoliberales. El voto en blanco o la abstención le seguirá sirviendo al poder dominante, es decir, al Gobierno kirchnerista.

Por estas razones, Proyecto Sur ha impulsado en las provincias frentes y alianzas para enfrentar al Gobierno nacional y a los gobernadores que expresan a las nuevas oligarquías. En Buenos Aires decidimos apoyar la fórmula Felipe Solá-Daniel Arroyo, candidato del Frente Renovador, entendiendo que, a pesar de las diferencias que tuvimos y tenemos, es la mejor opción para enfrentar a Aníbal Fernández, la mafia y el narco Estado. Esta misma postura fue la que sostuvimos en las PASO 2015, cuando, sin compartir ni integrar el frente ECO, apoyamos a Martín Lousteau como candidato a jefe de Gobierno en el ballotage ante la posible continuidad macrista encabezada por Horacio Rodríguez Larreta.

Por lo expuesto, y dadas nuestras diferencias con las principales opciones que se presentan en la elección presidencial, Proyecto Sur, que siempre se enfrentó electoralmente al kirchnerismo y al macrismo, propone votar contra el Gobierno nacional y dar la libertad de elección a nuestros simpatizantes y militantes que tienen la suficiente madurez política para decidir desde su territorio cuál es la mejor opción presidencial para las próximas elecciones.

Gane quien gane, debemos prepararnos ante el escenario que se abrirá el día después, para aportar en la confluencia de una gran unidad de fuerzas políticas y sociales alrededor de un proyecto nacional emancipador.

Balance y Memoria de Kirchner S.R.L.

Por Rodolfo Terragno. Clarín-Opinión. 13/12/15. En el Haber del gobierno que se fue hay varios logros; pero el Debe lo supera ampliamente: mal en economía, educación, y aún en distribución del ingreso.

Operó durante un largo ejercicio: desde el 25 de mayo de 2003 al 10 de diciembre de 2015. Esta sociedad (de responsabilidad limitada) debería presentar, como toda S.R.L., su memoria y balance. Pero la sociedad fue, en verdad, un gobierno. El balance que se expone a continuación no es el de los socios (o funcionarios) sino el de un auditor. En una democracia todos somos auditores.

HABER.

Reestructuración de la deuda. Se logró en 2005 y completó en 2010. La deuda bajó de 138% del producto interno bruto (PIB) en 2004, a 40% el año pasado. Un análisis más fino probaría que, en realidad, la reducción no ha sido tanta; pero fue de todos modos muy importante.

Administración fiscal más eficiente. La modernización y mayor eficiencia de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) ha permitido contener la evasión e incrementar así los ingresos fiscales.

YPF: rectificación del error de Kirchner. Al expropiar la mayoría accionaria de YPF, el gobierno corrigió el error cometido conjuntamente, en 1992, por Carlos Menem y Néstor Kirchner. Este último, que era gobernador de Santa Cruz, presidía la Organización de Provincias Productoras de Hidrocarburos (OFEPHI), y como tal hizo fuerte presión para que YPF fuera privatizada. A juicio de Kirchner, la privatización no lesionaba la soberanía porque, sostenía, “no hay nada más soberano que conseguir inversiones”. Vuelta en 2012 al control estatal, YPF salió del estancamiento al que la había llevado la empresa española Repsol. Hoy contrata a petroleras privadas para la exploración y la explotación de hidrocarburos, sin comprometer el dominio de esos recursos subterráneos. 

Mejor Corte Suprema. También quedan en el Haber la reorganización de la Corte Suprema de Justicia, pese al nombramiento de un juez cuestionable, que se registra en el Debe.

Mayor presupuesto para educación. El porcentaje de PIB dedicado a la educación fue elevado a 6, un hecho positivo que, sin embargo, no se tradujo en una mayor calidad educativa.

Más fondos para el CONICET. El Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología vio decuplicado, a valor nominal, su presupuesto. 

DEBE.

Dilapidación de recursos. El comercio exterior le dejó al país, en doce años, una ganancia de 141.035.000.000 dólares. Sí, más de 141 mil millones de dólares, de los cuales el Estado se quedó con la mayor parte vía retenciones e impuestos. Sin embargo, el gobierno no usó semejantes recursos para impulsar el desarrollo económico. En la lista de países del mundo, alineados según su PIB por habitante, la Argentina ocupa el 55º lugar, detrás de Chile, Letonia y Libia.

Subsidios de patas cortas. Esos recursos extraordinarios fueron utilizados para subsidiar el consumo. Esto mejoró las condiciones de vida, aunque ya se sabe que la mayoría de los subsidios son pan para hoy, hambre para mañana. Con la caja vacía, es imposible financiar todo lo subsidiado.

Persistencia de la inequidad social. El coeficiente de Gini mide la diferencia entre lo que reciben los más ricos y lo que les toca a los más pobres de un país. Hay, en el ranking mundial de inequidad social, confeccionado con ese índice, 72 países más equitativos que la Argentina. El país tiene hoy 0,367: una cifra mejor de la que presentaba en 2003, pero lejos de lo que debía y podía haber tenido.

Un déficit de 1.000 millones diarios. Según el INDEC, el déficit fiscal del primer semestre fue de 107.135 millones de pesos. Una estimación confiable indica que el año terminará con un rojo de 388.000 millones. Es decir, el Estado habrá perdido un promedio de 1.063 millones por día.

Entre las mayores inflaciones del mundo. Sólo la superan las de Venezuela, Ucrania, Sudán del Sur, Yemen, Malawi y Sudán. No hay forma de controlar esto sin bajar de esos 1.063 millones diarios, lo cual no es inocuo.

Casi sin reservas. El uso de las reservas para financiar en parte el déficit fiscal, y los esfuerzos por mantener un valor irreal del peso, han provocado una sangría de divisas que no pudo frenar el llamado “cepo cambiario”. La generación de divisas genuinas, a través de la exportación, requiere un dólar más caro, y eso supone, también, problemas sociales.

Un juez del Proceso. Eugenio Zaffaroni es un jurista de fama internacional. No obstante, aprobó que un gobierno militar borrara de un plumazo la Constitución y juró por el “estatuto” que los militares pusieron en su reemplazo. Justificó además la represión en su libro “Derecho penal militar”. Cuesta entender que haya sido, en estos años, miembro de la Corte Suprema de Justicia, encargada de velar por la Constitución.

Un militar del Proceso. También cuesta entender que se haya designado al frente del Ejército al general César Milani, un oficial acusado de haberse involucrado, durante el Proceso, en apremios ilegales y la desaparición forzada de al menos una persona.

El virus de la corrupción. La falta de transparencia ha sido un rasgo característico de estos doce años. La ex Presidenta, el ex Vicepresidente y ex ministros han recibido ocho centenares de denuncias por presunta corrupción o abuso de poder. Si bien muchas de esas denuncias pueden carecer de fundamento o estar políticamente motivadas, la cantidad de acusaciones sugiere que se han cometido numerosas irregularidades.

Heterodoxia institucional. Las libertades básicas fueron respetadas, pero el gobierno se apartó del libre juego de una república. Mayorías automáticas en el Congreso, delegación inconstitucional de facultades legislativas en el Ejecutivo, decretos de necesidad y urgencia sin que hubiese urgencia ni necesidad, y desacatos a la justicia, fueron algunas manifestaciones de la heterodoxia institucional.

Inducción de los enfrentamientos sociales. Convertir a los disidentes en “enemigos del pueblo” fue una política que promovió la intolerancia y la división social. Tal vez este sea, por sus probables secuelas, el daño más grave que debamos reprochar al gobierno que fue.

Es la economía, estúpido 

Según el autor, los años que vienen no serán fáciles, particularmente en lo económico, por lo cual sugiere que el gobierno nacional entrante debería explicarle a la población el verdadero desastre que deja el kirchnerismo. Iglesias, por su parte, intenta hacerlo en esta nota. Por Fernando Iglesias. Diario Los Andes. 29/11/15.

De las muchas acciones que en estas últimas semanas han vuelto a demostrar el carácter psicopático del kirchnerismo (desplantes al presidente electo, negativa a transferir la información necesaria para el traspaso, llamado de los marginales de siempre a "resistir" a un gobierno democrático, tentativa de copar miles de puestos estatales, aprobación de 96 proyectos de ley en una sola votación por parte de un Congreso deslegitimado), acaso la mayor es la que ha apuntado a dejarle al gobierno de Cambiemos un campo minado, los ojos vendados y las manos atadas.

Hablo de la economía argentina y del Modelo de Acumulación de Matriz Diversificada con Inclusión Social -Mamadis-, que después de una década de formidables vientos de cola deja una economía soja-dependiente con índices sociales similares a los inicios de 2001 y cuya única acumulación ha sido la de mentiras del Indec y delirios presidenciales.

No contentos con la hazaña, la exitosa campaña del miedo sciolista ha tenido un doble objetivo:

1) sumar votos de los que aún creen que quienes causan los problemas son los más indicados para solucionarlos, y 2) transformar el gabinete económico de Cambiemos en un ajedrecista en zugzwang, en la que cualquier movida empeora el resultado.

Tomemos la variable cambiaria, meneada con tanto entusiasmo durante la campaña por el Partido Populista responsable del mayor atraso cambiario de la Historia argentina, la Convertibilidad 1a1, y de la mayor devaluación de la Historia, el "de 1a1 a 4a1" de Duhalde-Remes Lenicov.

Si Alfonso Prat Gay decidiera en diciembre alguna forma de devaluación, progresiva o rápida, gradual o brutal, completa o segmentada, los militantes de "La Patria es el otro" tardarían cinco minutos, cinco, en calificar como "brutal ajuste que pagan los trabajadores" a lo que ayer nomás llamaban "políticas de protección del empleo y cambio competitivo". Pero si el Gobierno entrante se decidiese por la continuidad del actual tipo de cambio, el kirchnerismo tardaría diez minutos, diez, en denunciar la vuelta de la Convertibilidad y el atraso cambiario, impuesto por los monetaristas amigos del FMI para desmantelar a la industria argentina.

Es el psicópata, amigos, y sus posibilidades de éxito no son pequeñas en un país adicto a las fiestas y reacio a pagar la cuenta. En este sentido, el cepo cambiario y los subsidios a la energía comienzan a tener en 2015 las mismas características que la Convertibilidad tuvo en 2001: todos quieren que se terminen sus consecuencias recesivas pero nadie quiere asumir los costos de terminar con ellos, a pesar de que es cada día más evidente que continuar por el camino actual conduce al precipicio y a ajustes socialmente regresivos como los que vivimos en 2002, cuando la pobreza pasó del vergonzoso 38,3% de la Alianza neoliberal al glorioso 57,5% del populismo duhaldista que salvó a la Patria…

Quien describió la situación económica argentina con más precisión fue Jorge Fernández Díaz, quien en su último editorial la caracterizó como "paciente casi asintomático que marcha hacia un infarto masivo pero que, con un tratamiento eficaz, puede salvar el pellejo". Para hacerlo, sin embargo, las expectativas y los estados de ánimo son fundamentales, y en ese sentido, mucho me temo que la euforia desatada en buena parte de la población por la derrota del kirchnerismo y el triunfo de Cambiemos sea una pésima consejera.

La única verdad es la realidad, dijo uno de cuyo nombre no quiero acordarme. Conocer la situación que nos dejan doce años de kirchnerismo y veinticuatro sobre veintiséis de administraciones peronistas de la economía argentina parece hoy fundamental para que el enfermo casi asintomático entienda la situación en que se encuentra, se despida del cigarrillo y de las expectativas triunfalistas que le auguran otro paraíso fácil a la vuelta de la esquina. Ojalá comprenda que -en el mejor de los casos- nos espera un aterrizaje suave (un soft-landing) seguido -quiera Dios- de un crecimiento razonable y a largo plazo, con desarrollo y no sólo hinchazón, y con redistribución social y no sólo derrame populista, que es lo que tuvimos de 1991 a 1995 y de 2003 a 2007.

Cuando un gobierno sucede a otro gobierno no existe el beneficio de inventario que en el plano privado protege a los herederos de las deudas contraídas por sus antecesores. El único beneficio de inventario de que dispone hoy el gobierno de Macri y quienes creemos que es una buena oportunidad, pero acaso la última, es el de explicitar con claridad y responsabilidad la situación que deja el Mamadis, Modelo de Acumulación de Mitos, Abstracciones Delirantes e Invenciones Sistemáticas.

Comencemos por el sector cambiario, terreno donde la herencia kirchnerista ha sabido combinar lo peor de la tradición ortodoxa y heterodoxa. En efecto, en los Ochenta inflacionarios carecíamos de moneda pero al menos el cambio era competitivo y permitió pasar la híper sin que la desocupación se desmadrara. Y en los Noventa hubo atraso cambiario y la desocupación era altísima, pero al menos existía una moneda.

Y bien, la herencia kirchnerista combina lo peor de ambos escenarios: un país sin moneda, con una de las tres mayores inflaciones del mundo y cuyo billete de máxima denominación vale siete dólares, por el lado heterodoxo, y con un atraso cambiario ortodoxo que ha rescatado dos postales históricas del final de la época convertible: las economías regionales devastadas y los diálogos entre argentinos en las cajas de los shoppings de Miami.

¿La desocupación? Bien, gracias. Si salimos de la encerrona mental del Índice de Desocupación, que no mide el número de desocupados sino el número de desocupados que buscan trabajo, la situación de la Argentina que tuvo diez años de dólar por el piso y soja por las nubes es igual a la de la España que vive su peor crisis económica del post-franquismo. En breve, la proporción de argentinos en edad laboral que carecen de trabajo es similar a la de España. Si el famoso Índice de Desocupación nacional es entre tres y cuatro veces menor que el de España es porque sólo uno de cada doce argentinos en edad laboral sin trabajo busca empleo, contra uno de cada 3,5 españoles.

El kirchnerismo no bajó el índice de desocupación generando empleo sino disminuyendo la propensión a trabajar vía planes sociales y salarios de entrada al mercado laboral miserables y en negro. No fue magia, pero le anduvo cerca.

Tampoco es mejor la situación social en otros planos. A pesar de la Asignación Universal por Hijo, los planes No-trabajar (como los llama el compañero Moyano) y otras medidas parciales, todas las agencias creíbles señalan que entre diez y doce millones de argentinos son pobres, esto es: entre 25% y 30% de la población. El kirchnerismo deja en 2015, por lo tanto, un nivel de pobreza similar al que dejó el menemismo en 1999 (26,7%) y el país vuelve a atravesar el umbral del 25% de pobreza que sólo había atravesado con la hiperinflación y la Convertibilidad.

Aún peor, presenciamos niveles de degradación social jamás vistos; una proliferación de oficios marginales (lavaparabrisas, trapitos, manteros, cartoneros) y de NI-NI-NIs que ni trabajan, ni estudian, ni esperan hacerlo por el resto de sus vidas porque no han visto hacerlo ni a sus padres ni a sus abuelos. Tiene razón el kirchnerismo cuando dice que el principal problema de la Argentina ya no es la pobreza, pero no porque sea menor que en Alemania, como sostuvo el inefable Aníbal, sino porque el principal problema de la Argentina que deja la revolución nac&pop es la marginalidad y su impacto sobre la convivencia social y la seguridad ciudadana.

El estado de la macroeconomía explica bien las razones de tanta degradación social, desmintiendo la antinomia populista entre variables económicas y situación social que Scioli enunció con el slogan de "los números que cierran con la gente adentro".

He aquí los números: un país que no crece hace cuatro años, un Banco Central vaciado de dólares y lleno de bonos que nadie piensa pagar nunca, un déficit energético irrecuperable en el corto plazo, una infraestructura en la cual no se hizo una sola obra importante en más de una década y que a fuerza de falta de mantenimiento se cae a pedazos, una sociedad desgarrada por miles de muertes derivadas de inundaciones y accidentes ferroviarios y viales, un tercio de los trabajadores en negro, casi cuarenta por ciento de los menores de edad en la pobreza, un Indec que oculta todo esto y que será necesario reconstruir intentando minimizar los costos, un déficit fiscal fuera de control y que ya está en los niveles de desequilibrio que precedieron las grandes crisis argentinas, un país imposibilitado de acceder a los mercados internacionales por el default, diez mil millones de dólares anuales de deuda de un país supuestamente desendeudado que habrá que pagar en 2016 y en 2017 (sin contar los cerca de quince mil millones de compromisos ineludibles con los holdouts, cuyo valor total aún se ignora), unas economías regionales devastadas por la falta de transporte a costos razonables y el atraso cambiario, un país imposibilitado de acceder a los mercados internacionales y una Corte Suprema que acaba de decidir que el gobierno entrante se haga cargo de pagar los miles de millones que el gobierno kirchnerista les quitó a las provincias durante años.

¡Es la economía, estúpido! Es la economía porque sólo cuando la economía se cayó fue posible para el peronismo avanzar sobre la gobernabilidad de Alfonsín y De la Rúa. Que durante la última semana de la campaña electoral el Gobierno haya tenido que reducir a un tercio los encajes en dólares de los bancos, en una clara confesión de la fragilidad de las reservas, lo dice todo sobre el infarto masivo que Alfonso Prat Gay y el equipo económico están llamados a conjurar. Si mucho no me equivoco, a eso se refería Mauricio Macri cuando desde el búnker replicó el "Recen por mí" que pronunciara, el día de su asunción, el Papa.

"Yo estoy acá porque ustedes me eligieron; así que les pido: por favor, no me abandonen", dijo Macri en su primer discurso como presidente electo. Fue el anuncio de que no nos espera una nueva plata dulce sino el inicio del largo camino que conduce a las sociedades a la prosperidad y el ascenso social. Por las únicas vías razonables: las del esfuerzo individual y colectivo y el crecimiento económico sustentable. Después de muchas borracheras y resacas, acaso sea el momento de pensar que no nos vendrían mal cuatro años de trabajo y abstinencia. Fernando Iglesias.

BONUS TRACK

Me gasté tanto en intentar resumir la herencia kirchnerista para que viniera unos meses después Alejandro Borensztein en su columna dominical del 19/06/16 a hacerlo en cuatro plumazos magistrales:

"No sería justo que esta inolvidable comedia delictiva nos impida recordar la forma en que gobernaron. No confundamos los males. No sea cosa que pasen a la historia como burdos chorros... la cruda realidad es que después de disponer de la mayor bonanza de la historia, dejaron más pobreza, más inseguridad, más narcos, más timba, más laburo en negro, más inflación, más déficit, más carga impositiva, más conflictividad con el mundo, menos energía, menos infraestructura, menos reservas en términos relativos, los ricos son más ricos que nunca, ensuciaron la lucha por los derechos humanos, tergiversaron la historia, usaron los medios para propaganda neofascista, se apropiaron de la democracia, se llevaron puesto al Poder Legislativo, casi se llevan puesto al Judicial y quisieron incendiar la Constitución misma. De yapa, armaron una mescolanza ideológica tal que pretendieron hacernos creer que Margarita, Lilita, Fernández Meijide o Magdalena eran la derecha mientras Boudou, Larroque, Milani o Insfrán eran la izquierda. Gobernaron como robaron. Con la misma facilidad que da la abundancia y la misma impericia que provoca la ignorancia..." Alejandro Borensztein en "Cristina Fernández de López". Clarín 19/06/16.

ANTERIORES ENTRADAS DE ESTE BLOG REFERIDAS AL KIRCHNERISMO


No hay comentarios:

Publicar un comentario