lunes, 24 de marzo de 2014

Jorge Newbery, el Hombre Globo



Newbery, de sombrero, a la izquierda: primer Maradona argentino y patriota antecesor del Gral. Mosconi.


Por Waldemar Iglesias (en Blog Quemero y Clarín Deportes-Planeta redondo). 05/03/14.Este mes se cumplieron cien años de su trágica muerte. No fue sólo el padre de la aviación y el mecenas fundacional de Huracán. Resultó también uno de los principales impulsores del deporte en la Argentina. 

Jorge Newbery está en todos lados. Dicen que se fue hace cien años, pero acá, en este pedazo de Parque de los Patricios, sigue latiendo. Su nombre y su apellido son palco preferencial en la platea Alcorta del Palacio Ducó y denominación oficial de La Quemita. Su insignia, ese Globo al que llevó por los aires del mundo, está en cada camiseta de cada hincha que no lo conoció, pero que mucho sabe de él. También habita en el pecho de cada pibe que aún cree que se trata apenas de una calle o de un parque. Huracán, su Huracán, está por enfrentar a Ferro, por la fecha 26 de este Nacional en el que anda de tropiezo en tropiezo. El homenaje inevitable por el centenario de su muerte sucede justo antes del inicio. De fondo, se escucha una canción que lo evoca. El empate sin goles en el lunes gris es el único detalle que no acompaña.

No es azar que el aeropuerto de la Ciudad de Buenos Aires lleve su nombre: Newbery es el Padre de la Aviación Argentina. Pero aquel personaje clave de la vida nacional de principios del siglo pasado resultó algo incluso más valioso: se convirtió en un espejo. Fue deportista múltiple, destacado hombre de ciencias, investigador en el ámbito de la electricidad y del subsuelo, funcionario impecable. También un inspirador para aquellos pibes del Colegio Luppi, que tenían el deseo inquebrantable de formar un club de fútbol. George -como le decían los miembros de la alta sociedad porteña, a la que pertenecía- tenía una particular afinidad con ese sur laburante, tanguero y licencioso. Aquel territorio de guapos y de perros ladrándole a la luna, como escribía Homero Manzi. Newbery se reconoció en los ojos y en la intensidad de los jóvenes fundadores de lo que luego sería Huracán. Su pasión se parecía a la del Negro Laguna, a la de José Balsamini, a la de Ernesto Dellisola, a la de Pedro Martínez y a la de cada uno de los jóvenes estudiantes que recorrieron tantos caminos en nombre de aquel nacimiento.

Tampoco es casualidad que existan en el país más de 30 clubes que llevan su nombre. Incluso uno, con sede en Junín, llegó a jugar en los viejos Nacionales, en Primera. Y en Comodoro Rivadavia, el clásico de la ciudad parece rendirle exclusiva pleitesía: juegan Jorge Newbery y Huracán, es decir el hombre y su globo, el personaje sin olvido y sus búsquedas. El tango tampoco podía omitirlo. Sobre él se refirieron Roberto Firpo, Eduardo Arolas, Aquiles Barbieri y José Arturo Severino, entre otros. "Amainaron guapos junto a tus ochavas / cuando un cajetilla los calzó de cross / y te dieron lustre las patotas bravas / allá por el año novecientos dos", escribió Celedonio Flores, en la letra de Corrientes y Esmeralda. El cajetilla, claro, era Newbery.

La condición social no le impidió el compromiso social. Todo lo contrario: escribió leyes sobre seguridad laboral para el socialista Alfredo Palacios, su amigo y compañero de varios expediciones en globo. Lo expresó Néstor Vicente, ex candidato a Presidente de la Nación por la Izquierda Unida y autor de varios libros vinculados a la esencia del club de Parque de los Patricios: "La amistad entre Newbery y Palacios fue muy singular. Una vez algunos navegantes y aficionados a ese deporte de clase alta habían organizado una silbatina para repudiar al dirigente socialista. Jorge, enterado, les dijo de manera tajante: 'Cuidado con lo que hacen. Silbar al doctor Palacios es lo mismo que silbarme a mí y eso no lo permitiré'". Nadie silbó entonces. La palabra de Newbery tenía el carácter de un mandamiento.

Vivía de vértigo en vértigo. Tanto que parecía protagonizar varias vidas en una sola. Escribe Alejandro Guerrero en la biografía titulada Jorge Newbery: "Parece, a primera vista, el personaje ideal para construir la biografía simpática, amena, de un hombre que tuvo para eso todos los ingredientes: deportista, aviador, dandy, persistente frecuentador de prostíbulos, del humo de los puros y del champagne de Armenonville. Pero Newbery fue bastantes cosas más...". El muchacho criado entre comodidades, en el barrio de Belgrano, no era solamente el intrépido aventurero del aire. Y aunque no renegaba de su origen acaudalado creía en la idea de un país inclusivo y próspero. Actuaba en consecuencia: mientras sus hazañas comenzaban a ser conocidas, era mirado con recelo por las multinacionales de hidrocarburos a consecuencia de un libro publicado en colaboración con el químico Justino Thierry: El Petróleo, la primera obra nacional sobre la explotación del subsuelo. Bastante antes que su amigo Enrique Mosconi, Newbery ya recomendaba declarar reservas estatales a todas las regiones potencialmente petrolíferas.

No era un hombre del fútbol. Practicaba remo, natación, esgrima y fue uno de los impulsores del boxeo en la Argentina, incluso a pesar de las restricciones que en aquellos días imperaban. También fue campeón de lucha grecorromana y participó exitosamente en diversas regatas. Tenía tiempo para todo: se recibió de ingeniero electricista en la Universidad de Cornell, Estados Unidos. Y Tomás Edison fue su profesor en el Drexel Institute de Filadelfia. Ya en 1900 fue nombrado como Director General de Alumbrado de Buenos Aires. Desde ese espacio desarrolló importantes estudios sobre la utilización de la energía eléctrica. Consiguió que la Ciudad fuera vanguardia en ese rubro. Las ocupaciones profesionales, sin embargo, no impidieron su condición de mecenas fundacional de Huracán. El acompañó de cerca a esos pibes del sur que nada tenían para armar el club. Excepto esa pasión enorme que ya no les cabía en sus cuerpos breves. Y la generosidad de ese amigo que vivía en un caserón sobre la calle Moldes, en la otra punta de la Ciudad. Tan lejos y tan cerca.

Lo saben todos, incluso en este tiempo, ya después de un siglo de ausencia: sin Newbery, Huracán no sería Huracán. Desde el principio de los días. Por eso, el homenaje perpetuo no tardó en llegar: en mayo de 1911 Newbery fue designado Socio Honorario. Simultáneamente, la institución naciente solicitó a la Municipalidad el préstamo de un terreno en la calle Arenas (hoy Almafuerte) para construir la cancha que le permitiera participar en las competiciones de la Asociación Argentina. Otra vez Newbery se encargó de la gestión. Gracias a él, resultó exitosa. Aquel vínculo era empatía pura. Y aunque era habitué del Jockey Club, le simpatizaba el Barrio de las Ranas (esa geografía que ahora se reparten Parque de los Patricios y Pompeya) y toda su zona de influencia, de la que era habitante sentimental. Estaba encantado con esa gente, sus ritmos, sus espacios, sus calles, su impronta.

La colaboración ofreció consecuencias agradables muy pronto: a cinco años de su fundación, Huracán ya estaba en la máxima categoría del fútbol argentino. En aquella ocasión, la Comisión Directiva le envió a Newbery un telegrama a modo de tributo: "Hemos cumplido. El Club Atlético Huracán sin interrupción conquistó tres categorías, ascendiendo a Primera División, como su globo que cruzó tres Repúblicas". Era el perfecto desenlace para el sueño compartido. Pero Newbery no pudo ver a su Huracán en Primera. Falleció 28 días antes del estreno: el 1° de marzo de 1914, en Los Tamarindos, Mendoza, la muerte lo encontró en el aire. Estaba piloteando un avión que se transformó en tragedia. Fue un dolor para todos: a su entierro, en la Sociedad Sportiva de Palermo, concurrieron unas 50.000 personas. Se trató de una de las mayores expresiones populares de ese tiempo. Su carisma había excedido las fronteras de las cuestiones de clase.

El 29 de marzo de ese año, Huracán debutó en Primera: como local derrotó 4-2 a Ferro, el mismo rival -quiso el destino- que el del lunes gris y de homenaje. Newbery no estaba en las tribunas, pero sí en el espíritu de los fundadores. Y luego, ya cuando el club de todos ellos se convirtió en el más campeón de los años 20 (junto a Boca), el encantador hombre que había llevado por los aires al globo Huracán quedó para siempre estampado en las camisetas. Como correspondía, al lado del corazón.





BONUS TRACK


Bibliografía seleccionda por Daniel Balmaceda en los capítulos dedicados a Jorge Newbery en su obra "Historias insólitas de la historia argentina" (Sudamericana, 2012): Pampero, alto en el cielo”,  “El último vuelo” y "El San Martín de los Andes"

Avellaneda, Julio: Se fueron. Emecé-1991.
Biedma R. y Antonio M.: Crónica histórica de la Aeronáutica Ar­gentina. Dirección de Rubricaciones de la Fuerza Aérea. Bs. As. 1969.
Caras y Caretas N° 737 : "Newbery: la conquista del espacio".  Bs. As. 16/11/1912.
Caras y Caretas N° 740 : "Newbery, el sportman". Bs. As. 07/12/1912.
Carreño, Virginia: Estancias y estancieros. Bs. As. Goncourt-1968.
Casella de Calderón, Elisa: "Pequeña historia aeronáutica de Belgrano". Buenos Aires nos cuenta N° 11. 1986.
Castelli, Roberto Carlos y Bonvissuto, Vicente: "Jorge Newbery y el legado de su genio luminoso". Bs. As. Círculo de Suboficiales de las Fuerzas Armadas-1988.
Centro de Estudios Históricos del Pueblo de Belgrano, Bs. As. 1962. Jorge Newbery (1815-1914).
Cutolo, Vicente: Historia de los barrios de Buenos Aires. Elche-1998.
Cutolo, Vicente: Novísimo diccionario biográfico argentino (1930-1980). Bs. As. Elche-2004.
Domínguez Koch, Santos A.: "Jorge Newbery, precursor del poder aeroespacial". Historia  N° 50. 1993.
Editorial EDAF: Vidas de grandes argentinos. Madrid. 1966.
Fernández Lalanne, Pedro: Los Alvear. Bs. As. Emecé-1980.
Fernández, Juan Rómulo: Hombres de acción. Bs. As. Li­brería del Colegio-1940.
Furno, Rosa Yolanda y Cásale de Vázquez, Nelly Julieta: Mario Cásale, primer aviador. Ediciones Culturales de Mendoza-1998.
García Costa, Víctor: "Alfredo Palacios: entre el clavel y la espada". Bs. As. Orion-1997.
García Rozada, Norberto: Tortugas. Bs. As. Talleres Grá­ficos Mundial-1996.
Guerrero, Alejandro: Jorge Newbery. Bs. As. Emecé-1999.
Guía social de Buenos Aires. F. Merlini.1940.
Instituto Argentino de Historia Aeronáutica, 1980. Jorge Newbery (1815-1914) 
Iñigo Carrera, Héctor: Belgrano: pueblo, ciudad, capital y barrio.
La Nación: "Nueva ascensión del Pampero", Buenos Aires, 17 de octubre de 1908.
Larra, Raúl: "Jorge Newbery". Bs. As. Schapire-1975.
Luqui Lagleyze, Julio A.: "La aviación heroica". Todo es Histo­ria N° 122. 1977.
----------, "El Pampero, sin noticias", Bs. As. 19 de octubre de 1908.
----------,"¿El Pampero en el Río Negro?". Bs. As. 22 de octubre de 1908.
----------,"Sencilla historia de Buenos Aires". Bs. As. Librerías Turísticas-1998.
Larra, Raúl: Jorge Newbery, Buenos Aires, Schapire, 1975.
Penchansky, Malele: "El nombre de la riqueza". Noticias. Bs. As. 2 de enero de 1994.
Quien es quien en la Argentina. Bs. As. Kraft-1950.
Rodríguez, Roberto Francisco: "Las dos muertes de Zanni". Bs. As. El Quijote-2000.
Vicente, Néstor: "El sexto grande". Bs. As. Haciendo Pun­ta-2001.
Zuloaga, Ángel María: "La victoria de las alas". Bs. As. Círculo de Aeronáutica-1958.


 

  

Aniversario
Voy en avión
La hazaña. Se cumplieron 100 años del primer cruce del Río de la Plata de un aviador argentino: la historia de cómo el pillo de Jorge  Newbery primereó al promisorio conscripto Teodoro Fels. Por Diego M. Lascano. Clarín Revista 02/12/12.

El 25 de diciembre de 1907, Aarón Anchorena y Jorge New­bery aterrizaron con su globo Pam­pero en territorio uruguayo, cerca de Colonia del Sacramento. De este modo, sin planificarlo y a merced de los vientos, fueron los primeros hombres en realizar el cru­ce aéreo del Río de la Plata, colocando la piedra fundamental de la Aeronáu­tica en la región. Tres años después, el 16 de diciembre de 1910, el intrépido "volador" italiano Bartolomeo Cattaneo repitió la hazaña, pero al comando de un aeroplano.

Pasó el tiempo y, a fines de 1912, el estuario no había sido cruzado aún por un aviador argentino. Por ello, el afamado piloto francés Roland Ga­rros, que estaba en Buenos Aires, re­nunció a su intento de superar el vuelo de Cattaneo y cedió el lugar al joven conscripto Teodoro Fels, a quien con­sideraba una promesa para la aviación local. Newbery, personaje inefable y paradigmático de la sociedad porteña, que no dejaba de asombrar también con sus records aéreos, estaba al tanto del proyecto que, apenas pudiera, es­taba por encarar Fels.

En noviembre de ese año, Anchorena organizó en su estancia Barra de San Juan (hoy Estancia Presidencial de la República Oriental del Uruguay) una fiesta campestre con motivo de la in­auguración del casco principal. A este banquete estaban invitados Newbery y un grupo de amigos prominentes. El notable sportsman no se trasladó en ninguno de los yates que llevaron a los convidados: su llegada y su partida serían por vía aérea. Newbery sabía que Fels estaría bajo bandera durante varios meses, ya que era conscripto del Ejército Argentino, y no podía dejar pasar esta oportunidad para ganarle de mano.

El centenario

En la madrugada del 24 de noviembre, Newbery preparó el aeroplano Blériot bautizado Centenario y, además de colocarse un chaleco salvavidas del Aero Club Argentino, introdujo un tubo inflado de tela impermeabilizada en el fuselaje, a manera de flotador. A las 6.30, se elevó desde El Palomar con rumbo norte y cuando alcanzó los 1.000 metros de altura, se internó en el río. Durante el vuelo, Newbery dejó a su izquierda la isla Martín García, para realizar un largo viraje a la dere­cha y enfilar su máquina directamen­te hacia Colonia. Más tarde, luego de dos pasadas sobre el terreno elegido, el aviador descendió en la estancia de Anchorena, 37 minutos después de despegar y de recorrer 70 km, con un parcial de 26 minutos de vuelo sobre los 52 km del estuario.

Llegada triunfal

El aviador fue recibido con gran en­tusiasmo y sorpresa por los excur­sionistas, con quienes compartió un paseo por la lujosa estancia después del asado del mediodía.  A las 17.10, Newbery decoló con su Blériot y, antes de internarse en el río, realizó algunos virajes sobre el establecimiento para ganar altura y tomar rumbo hacia Buenos Aires. Ya sobre el Plata, el aeroplano sufrió los embates del viento, lo que obligó al piloto a explorar diversas capas de aire para lograr mayor estabilidad. De todos modos, el viento siguió azo­tándolo de frente, disminuyendo su promedio de velocidad.

Después de atravesar el estuario, entró a Buenos Aires a la altura de Belgrano y descendió en El Palomar pasa­das las 18.00, entre las aclamaciones del numeroso público que lo esperaba con verdadera ansiedad.

El recorrido total del doble cruce aéreo del Río de la Plata fue de 150 km, con una velocidad que varió de 90 a 100 km por hora. Con este vuelo de ida y vuelta, Newbery se adjudicó el récord argentino de distancia y dura­ción sobre el agua, superando la mar­ca que había establecido el italiano Cattaneo en 1910.

Esta actitud de Newbery, de arre­batarle a Teodoro Fels la gloria de ser el primer aviador nacional en atra­vesar el estuario, traería aparejadas consecuencias espectaculares sola­mente una semana más tarde.
Un intrépido
Perfil. Newbery fuemucho más que el pionero de la aviación: un visionario que pudo haber cambiado la historia del país. Por Alberto Amato. Clarín Revista 02/12/12.

Fue un visionario, un aventurero, un so­ñador, un iluminado, un bohemio, aviador, remero, boxeador, esgrimista, automo­vilista, ingeniero de la Armada, funcionario público, hombre de ciencia, bon vivant y seductor, un dandy capaz de trenzar­se a trompadas con el más pintado: un tipo que pudo cambiar para siempre la cara del país, de no haber muerto a los 38 años.

Un tango de otro genio, Cele­donio Flores, Corrientes y Esmeralda, lo inmortalizó en pocas palabras, co­mo suele hacer el tango con las cosas queridas: "Amainaron guapos junto a tus ochavas / cuando un cajetilla los calzó de cross". El cajetilla, que suele cambiarse por "compadrito", era Jorge Newbery. Sabemos quién fue Jorge Newbery, pero su muerte nos deja sin saber quién pudo haber sido. Y nosotros con él.

Debió nacer ayer, en los albores del siglo XXI, cuando la tecnología lo cam­bia todo en minutos. Hubiera estado en su gloria de innovador permanente, de ambicioso progresista que soñó un país que todavíano se hizo. Debió nacer ayer y no el 28 de mayo de 1875, en medio de aquella Argentina desolada, apunto de abrirle los brazos a la Generación del '80, que plantó a sable y bala los cimien­tos de una Nación y los de una corrup­ción que se iba a tornar endémica.

Su vida entera fue una aventura y empezó como tal. A los ocho años, su padre, el dentista norteamericano Ral­ph Newbery y María Dolores "Lola" Malagarie, lo mandaron, solo, a Esta­dos Unidos. El chico volvió para estu­diar en la escuela escocesa San Andrés, de Olivos, donde se recibió de bachiller a los quince. Volvió a Estados Unidos para estudiar ingeniería en la Univer­sidad de Cornell y, en 1893, en el Drexel Institute de Filadelfia, tuvo de maestro a Tomas Alva Edison. A los 20 años, era ingeniero electricista. Buscaba la luz.

De regreso fue jefe en la Compañía de Luz  y Tracción del Río de la Plata. Ingresó a la Armada cono ingeniero electricista y, de paso, profesor de natación.

Tenía una concepción particular del cuerpo como custodio del alma, que hoy es moda pero en aquellos años era rareza. Tenía también una irresistible atracción por el riesgo y, más que la luz y la fuerza, Newbery quería volar. Como Julio Verne, sabía que el aire es sólido y se dispuso a domarlo. El nacimiento del siglo XX lo encuentra como Director General de Instalaciones Eléctricas, Mecánicas y Alumbrado de la Munici­palidad, cargo que tuvo hasta su muer­te. Defendió e impulsó el alumbrado público de la ciudad en manos de la Mu­nicipalidad y contra los designios que buscaban cederlo a empresas privadas, hace ya un siglo y una década de eso.

Finalmente dominó el aire, como quería. En globo aerostático. Y en los preludios del siglo XX. El 25 de diciem­bre de 1907 se trepó a la barquilla del Pampero junto a Aarón Anchorena, que había traído el globo de Francia, y aterrizaron del otro lado del Río de la Plata, en Conchillas, Uruguay. Fue una hazaña. Días después, el 13 de enero de 1908, funda con Anchorena el Aero Club Argentino en la quinta Villa Ombúes, cerca de las Barrancas de Belgrano. Nueve meses después en ese mismo Pampero, su hermano menor, Eduardo, se pierde para siempre sobre el río junto al sargento primero Eduardo Romero.

La tragedia del Pampero cae mal. Volar es un peligro. Newbery responde con más vuelos. Arma un nuevo globo, El Patriota, para que quede claro qué quiere decir, y relanza el Aero Club con el apoyo de Alfredo Palacios.

Newbery se casó en 1908 con Sa­ra Escalante. Tuvieron un hijo, Jorge Wenceslao, que nació el 26 de noviem­bre de 1909 y murió a los nueve años, al caer de un caballo, cinco años después de la muerte de su padre. La pareja de Jorge y Sara se deshizo en 1912: nunca congeniaron sus estilos de vida.

De nuevo en globo, esta vez el Hura­cán, Newbery bate el 28 de diciembre de 1909 el récord sudamericano de du­ración y distancia: 550 kilómetros en trece horas, para unir Argentina, Uru­guay y Brasil. De ese globo nace el Club Atlético Huracán, El Globito. Mientras hacía todo eso, Newbery boxeaba y enseñaba boxeo, al que impuso como deporte popular; jugaba al fútbol en Gimnasia y Esgrima, rompía récords en remo, era campeón sudamericano de florete y era campeón en las regatas del Tigre. El tipo no tenía paz. Y lo que quería ahora era volar aviones.

Entendió rápido que el futuro esta­ba allí, en esos armatostes con un solo motor. Obsesionado como estaba por el desarrollo industrial y energético del país, viajó varias veces a Europa, que se alistaba para la primera gran guerra de ese siglo. Visitó allí a Laura Magnum Ericcson, al ingeniero Jules Saulnier, a Werner von Siemens, a Gustave Eiffel y a Roland Garros, entre otros.  A partir de 1912, dice adiós a los globos y se dedica a la aviación. Ofrece gratis al Ministerio de Guerra  el parque del Aero Club y el 10 de agosto de 1912 el presidente Roque Sáenz Peña crea allí la Escuela de Aviación Militar. Pero no hay plata para
aviones. Newbery organiza entonces una colecta de la que nace la primera flotilla aérea del país: cuatro monoplanos que desfilan orgullosos el 25 de mayo de 1913.

¿Qué hace Newbery? Romper récords. Había sido el primero en cruzar el Río de la Plata en noviembre de 1912, mucho antes del desfile inaugural de esas cascaras de nuez con alas que tanto le atraían.  El 10 de febrero de 1914 en un monoplano Morane-Saulnier supera el record de altura: 6.225 metros... y nada de presurización.

No podía saberlo,  pero le quedaban entonces 19 días de vida.  Newbery viaja a Mendoza en febre­ro de 1914: quiere cruzar la cordillera en avión, y estudia cómo. La leyenda, bastante comprobable, dice que una muchacha le hace un pedido: quiere verlo volar. Newbery no era de dejar sin complacer el pedido de una mujer, pero no tiene su avión. Pide el de Teo­doro Fels, un joven militar tan intrépi­do como Newbery. Fels le advierte: el Moran Saulnier de él tiene problemas: "Tira del ala izquierda". A Newbery le da igual: maneja esos aparatos a volun­tad. Se instala detrás de los mandos e invita a Tito Jiménez Lastra a acompa­ñarlo. Trepan, son las 18.40; Newbery nota que el avión "cabrea", salta hacia la izquierda. Igual intentará un looping, una maniobra que aprendió en Francia y que incluye una caída con pérdida de velocidad. Minutos después, el avión se estrella sobre una acequia de la estan­cia mendocina "Los Tamarindos". Los pilotos mueren destrozados.

El entierro de Newbery dio lugar a la primera gran demostración de dolor popular. Con Newbery, aprendimos temprano a llorar anuestros ídolos. Hasta en eso fue pionero aquel caje­tilla que nos calzó de cross.

"Newbery, pionero de la aeronáutica e inspirador del distintivo de Huracán" (un video corto con palabras de Néstor Vicente):

https://www.youtube.com/watch?v=_tNlboF3kZo

Más para leer sobre Newbery:



No hay comentarios:

Publicar un comentario