domingo, 16 de febrero de 2014

Carlos Pellegrini: estadista de la oligarquía



Publicación necrológica del 18 de julio de 1906 en el diario socialista La Vanguardia, con motivo de la muerte del ex presidente Carlos Pellegrini: "Si tuvo talento, nunca lo aplicó en beneficio del país. En la vida no tuvo más norma que la ambición y, ante el exagerado concepto de la individualidad, desaparecía para él todo interés colectivo. Tenía el alma de un cartaginés y, más que un caudillo, fue un comerciante". Singular adiós a Pellegrini escrito por el socialista Juan B. Justo (1). 




¿Fué tan así? Carlos Pellegrini era porteño, nació el 11 de octubre de 1846, hijo del ingeniero italiano (o suizo) Carlos Enrique Pellegrini, que arribó a estas costas contratado para construir un nuevo puerto, y de la inglesa María Evans. Estudió en el colegio Nacional de Buenos Aires, de donde salió siempre una parte importante de la clase política argentina. Allí aprendió francés e inglés, lo cual influyó en su forma de hablar. Por eso le quedó el apodo de "el gringo". En 1863 ingresó a la Facultad de Derecho pero abandonó a los dos años para combatir con el ejército en la guerra del Paraguay. A la vuelta, empezó a trabajar en el diario La Prensa y terminó de recibirse de abogado. En 1871 se casó con Carolina Lagos García; no tendría hijos.

En 1872 fue electo legislador provincial por Buenos Aires y al año siguiente llega al Congreso como diputado nacional por seis años. El presidente Avellaneda lo designa ministro de Guerra y Marina y en 1880 debe reprimir la rebelión del gobernador bonaerense Carlos Tejedor por la ley de Federalización, que le quitaba a la provincia el territorio de la ciudad capital.  Las tropas leales triunfadoras las encabezaba el joven general Julio A. Roca, muy poco después presidente.  Para el opositor Leandro N. Alem la federalización de la capital causaría la hipertrofia del centralismo,  y para otros -como José Hernández- ayudaría a alejar el peligro de la disolución nacional. Terminaría siendo el entierro definitivo del viejo federalismo.

No pasa mucho y Pellegrini deja aquel cargo y asume como senador. Impulsa el proyecto para la construcción del puerto de Buenos Aires ideado por el Ing. Eduardo Madero con financiación británica, el cual es aprobado por el Congreso, derrotando al proyecto del Ing. Luis Huergo, mucho más económico (2). Todo esto, en medio de la primer gran oleada inmigratoria de cientos de miles de españoles e italianos. 

En 1883, Pellegrini junto con Miguel Cané y otros amigos, funda el Jockey Club, reducto de la clase aristócrata y hace lo mismo que Sarmiento pero en función industrialista: viaja a Estados Unidos y Europa a embeberse de los avances del primer mundo. También es comisionado en 1885 por el presidente Julio Roca para renegociar la deuda externa.

En las siguientes elecciones, la fórmula oficialista fue Miguel Juárez Celman-Carlos Pellegrini, bancada justamente por Roca. Todas las fuentes indican que triunfaron mediante fraude electoral. Como vicepresidente, Pellegrini mantuvo un perfil bajo pero dentro de un gobierno que condujo a una crisis económica en 1890, bajo acusaciones de corrupción y mal desempeño (3).

Durante julio de ese año el heterogéneo frente opositor Unión Cívica, integrado por Leandro N. Alem, Aristóbulo del Valle, Bernardo de Irigoyen y el jodido Bartolomé Mitre echando leña al fuego desde su diario La Nación, provocó la llamada "revolución del parque" que fue derrotada, pero condujo a la renuncia de Celman (4). 

El gobierno de Juárez Celman, apodado por algunos "el burrito cordobés", fue una continuidad del sistema liberal-agroexportador y aristocrático adoptado por Julio A. Roca ("el zorro"), adorado por la banca y el comercio británicos. Se empezaron a ver las consecuencias de adoptar el esquema de la división internacional del trabajo adecuado a las minorías, con intercambio comercial desigual a favor de las potencias industrializadas: materias primas baratas por productos elaborados caros. El país crecía y se modernizaba pero se endeudaba mal. 

Se llegó a tal nivel de especulación, endeudamiento y desprestigio (fueron posiblemente la primer 'patria financiera' y nuestro primer default técnico) que hasta su concuñado Roca, presidente del Senado -al ver tambalear su poder real- le retiró el apoyo político a Celman, que debió renunciar. Fue denunciado después por haber recibido una coima de 100.000 libras esterlinas de nuestra vieja y conocida casa Baring Brothers.

Pellegrini asumió como presidente porque se convirtió en la mejor salida política, después de una negociación entre Mitre y Roca. Leandro N. Alem se enfrenta al contubernio y forma la Unión Cívica Radical con Aristóbulo del Valle, Bernardo de Irigoyen, Castellanos, Alvear, Lisandro de la Torre y Adolfo Saldías

El nuevo presidente realizó una gestión eficaz: armó un arco de bancos, ganaderos y comerciantes que respaldaron un empréstito de 15 millones de pesos para pagar vencimientos externos urgentes. Políticamente fue un nuevo y prestigioso representante de la aristocracia. Pudo paliar la crisis aplicando medidas de austeridad, echando empleados públicos y achicando gastos administrativos y obra pública. Nacionalizó obras sanitarias privatizadas por Celman e innovó, creando el Banco de la Nación Argentina y la caja de conversión. Esas medidas permitieron recuperar la devaluada moneda nacional. Levantó el estado de sitio y facilitó elecciones libres en la Capital, lo cual posibilitó la elección de Aristóbulo del Valle y Leandro N. Alem como senadores.  

Pellegrini, hombre de Roca (tanto que lo nombra inmediatamente ministro del interior) y de los banqueros, fue no obstante defensor de la incipiente industria nacional, promoviendo la fundación del Club Industrial. "Si el libre cambio desarrolla la industria que ha adquirido cierto vigor, y le permite alcanzar todo el esplendor posible, el libre cambio mata la industria que está naciendo. La agricultura y la ganadería son, sin dudas, dos grandes industrias fundamentales; pero ninguna nación de la tierra ha alcanzado la cumbre de su desarrollo económico con solamente estas dos industrias. Hace falta más. Las industrias que las han llevado al máximum de poder son las industrias fabril, y la industria fabril es la primera en mérito y la última que se alcanza en el proceso, porque ella es la más alta expresión del progreso industrial al que puede aspirar una nación". Claro que esa visión no afectaría en absoluto el esquema agroexportador, que seguiría gozando de buena salud durante muchas décadas más. 

El régimen continúa en 1891, al transferirse el mando a Luis Sáenz Peña (padre de Roque) y José Evaristo Uriburu, siempre con Roca influyendo detrás. Pellegrini vuelve a ser senador en 1895 por el oficialista Partido Autonomista Nacional y sigue siendo una figura principal y prestigiosa de la política argentina. 

Ese año, Alem escribe en una carta en la que dice: "Los radicales conservadores se irán con don Bernardo de Irigoyen; otros radicales se harán socialistas o anarquistas; la canalla de Buenos Aires, dirigida por el pérfido traidor de mi sobrino Hipólito Yrigoyen, se irá con Roque Sáenz Peña, y los radicales intransigentes nos iremos a la mismísima mierda"Un año después, luego de caer preso varias veces intentando otros golpes revolucionarios y tomando ciudades ya junto a su sobrino, Leandro N. se suicidaba, decepcionado por los fracasos políticos y asqueado de la corrupción del régimen, escribiendo en su legado político el famoso "que se rompa pero que no se doble (...) he dado todo lo que podía dar".

En 1901 Pellegrini se termina enfrentando con Julio Roca, que era presidente por segunda vez, rompiéndose el Autonomismo. Tuvieron diferencias profundas respecto a la financiación de la deuda externa y una ley electoral que pudiera combatir el fraude. Pellegrini, a pesar de bregar por una nueva ley electoral, llegó a decir: "No hay voto más evidentemente libre que el que se vende", defendiendo públicamente la práctica de la compra de los votos, en una época en la cual el desprecio por las mayorías era mucho mayor que en la actualidad. 

En 1906 es nuevamente elegido diputado pero cae gravemente enfermo y muere el 17 de julio (5). Carlos Pellegrini fue un alto representante de la denominada "generación del 80", una elite política que modernizó el país durante el último cuarto del siglo XIX, forjando su desarrollo bajo una visión oligarca y excluyente.


En una conferencia brindada por Arturo Frondizi, decía sobre Carlos Pellegrini: "Uno de nuestros males había sido y es no aprovechar el pensamiento nacional, cualquiera que sea el origen político de quien lo haya expuesto o lo exponga. Grandes orientaciones e iniciativas son ignoradas. Algunas por ocultamiento deliberado, otras por pasión política, otras porque hieren intereses internos o externos que no quieren renunciar a privilegios. Necesitamos rescatarlas. Todo lo que ayude a la construcción de la Nación debe adoptarse renunciando a favorecer la perduración de viejas antinomias y la aparición de otras nuevas... éste es el homenaje que le ha querido rendir a Carlos Pellegrini, autonomista y conservador, como defensor de la industria nacional, Arturo Frondizi, desarrollista de origen yrigoyenista. Pues pese a las diferencias políticas, cuando se trata de los grandes problemas de la Nación existe un único interés, que es el de la Patria" (6) 

Fuentes:

* "Pellegrini, elitista crítico". Sección 'La historia en foco' por Felipe Pigna. Revista Viva, Clarín. 03/02/13. 
* "Los mitos de la historia argentina 2" Felipe Pigna, Ed. Planeta-2005.
* "Historias insólitas de la historia argentina". Daniel Balmaceda, Ed. Sudamericana-2012.
* "Historia del país de los argentinos". Fermín Chávez, Theoría-1980.



Por Felipe Pigna. Revista Viva 30/10/16, ampliado en El Historiador.

Carlos Pellegrini, el precursor de las ideas industrialistas en Argentina y el presidente que tuvo que afrontar la crisis de 1890, nació en Buenos Aires el 11 de octubre de 1846, durante los últimos años del período rosista. Era hijo de María Evans y del ingeniero Carlos Enrique Pellegrini, que había llegado al país desde Italia en 1828 contratado por el presidente Rivadavia para la realización de obras del puerto de Buenos Aires.

Pellegrini aprendió a leer y a escribir y los primeros rudimentos del francés y del inglés en su casa, donde tuvo como maestros a sus padres. A los ocho años ingresó a la escuela de su tía Ana Evans, donde continuó sus estudios y el aprendizaje de idiomas que dejará su huella en la forma de hablar de Pellegrini y le valdrán entre sus compañeros del Colegio Nacional de Buenos Aires el apodo de «el gringo».

En 1863, ingresó a la Facultad de Derecho pero a los dos años dejará sus estudios para incorporarse al ejército y combatir en la Guerra del Paraguay. Allí tuvo una actuación destacada en la batalla de Tuyutí y en otros combates hasta que cayó enfermo y debió abandonar definitivamente el frente de batalla.

De regreso a Buenos Aires y recuperado de sus afecciones, ingresó como periodista al recién fundado diario La Prensa y pudo terminar sus estudios de derecho. Su tesis de graduación fue "El derecho electoral", en la que criticaba el sistema vigente y proponía una campaña de educación cívica. Decía en uno de sus párrafos: «La protección del gobierno es necesaria para el desarrollo industrial de la República Argentina». Con su flamante título se incorporó a la administración estatal con el cargo de Subsecretario del Ministerio de Hacienda.

En 1871, mientras la fiebre amarilla se abatía sobre Buenos Aires, Pellegrini se casó con Carolina Lagos García, la compañera de toda su vida, con quien no tendrá hijos. Al año siguiente comenzó su carrera política al ser electo legislador provincial en Buenos Aires. En 1873 llegó al Congreso como diputado nacional;  allí completará un período de seis años en los que se destacará por su excelente oratoria y su claridad de conceptos. Su colega José Manuel Estrada reconocía los méritos de su opositor al decirle a un colega en plena sesión«si usted no me entiende, le pediré al diputado Pellegrini que se lo aclare como él solo sabe hacerlo».

En el Parlamento, se manifestó partidario de la libertad de enseñanza poniendo como ejemplo, al igual que Sarmiento, al modelo norteamericano. Durante los debates producidos en 1875 en torno al liberalismo o el proteccionismo, se mostró como un vehemente partidario de la adopción por parte del estado de políticas de protección de la incipiente industria nacional y fue uno de los promotores de la fundación del Club IndustrialDijo, entonces, en uno de sus discursos parlamentarios: «Si el libre cambio desarrolla la industria que ha adquirido cierto vigor y le permite alcanzar todo el esplendor posible, el libre cambio mata la industria naciente. La agricultura y la ganadería son dos grandes industrias fundamentales; pero ninguna nación de la tierra ha alcanzado la cumbre de su desarrollo económico con solo estas industrias. Las industrias que las han llevado al máximun de poder son las industrias fabril, y la industria fabril es la primera en mérito y la última que se alcanza, porque ella es la más alta expresión del progreso industrial».1

El presidente Avellaneda lo convocó hacia el final de su mandato para ocupar el estratégico Ministerio de Guerra, desde donde tendrá que enfrentar en 1880 la rebelión del gobernador de Buenos Aires, Carlos Tejedor, quien se negaba a aceptar la Ley de Federalización que le quitaba a la provincia el territorio de la capital. Pellegrini coordinó la acción de las tropas leales encabezadas por el joven general y presidente electo Julio A. Roca.

Tras el triunfo de las fuerzas leales, Pellegrini pudo dejar su cargo y asumir la banca de senador producto de las elecciones de 1880. Desde su banca retomará el proyecto de su padre de construir el puerto de Buenos Aires que había quedado inconcluso desde la época de Rivadavia. El senador adoptó el proyecto del ingeniero Eduardo Madero, con financiación y técnicos británicos, y logró su aprobación por el Congreso. Nueve años después, desde su cargo de vicepresidente dejará inaugurado el puerto de la capital.

En 1883, junto a un grupo de amigos apasionados como él por las carreras de caballos, entre los que se contaba Miguel Cané, fundó el Jockey Club. Según Pellegrini, el Jockey debía ser además un centro cultural y social que contribuyera a refinar los modales y los gustos de la clase dirigente.

Al concluir su mandato en 1886, Roca apoyará la candidatura presidencial de su concuñado, el cordobés Miguel Juárez Celman. Pellegrini integrará el segundo término de la fórmula que obtendrá el triunfo. Pellegrini, como la mayoría de los vicepresidentes argentinos, mantuvo un perfil bajo. Durante este período realizó varios viajes a Europa y los Estados Unidos. Pero los descalabros del gobierno de Celman, que provocaron la grave crisis económica de 1890 y las justificadas acusaciones de corrupción y mal desempeño, convocaron a Pellegrini a un primer plano.

El 26 de julio de ese año, estalló en Buenos Aires una revolución dirigida por un amplio frente opositor que bajo el nombre de Unión Cívica, venía manifestándose contra la política juarista. Los revolucionarios dirigidos por Leandro Alem fueron derrotados, pero Celman debió renunciar. 

En una carta a su hermano decía Pellegrini: «Me dirán ¿qué hay que hacer entonces? Pero, lo que hace el agricultor que pierde su cosecha: aguantar; se aprieta la barriga y economiza todo lo que puede, mientras vuelve a sembrar. Proteger la industria por todos los medios; ¡y dejarse de Bolsa y Tesoros y bimetalismo y música celestial!»2

Todas las miradas se dirigen al vicepresidente. Pellegrini pone como condición para asumir la presidencia que un grupo de banqueros, estancieros y comerciantes argentinos suscriban un empréstito de 15 millones de pesos para hacer frente a los vencimientos externos. Reunido este capital, el nuevo presidente inaugura su gestión aplicando medidas de austeridad, nacionalizando las obras sanitarias privatizadas por Celman, creando la Caja de Conversión para dar confianza a los inversores y el Banco de la Nación Argentina.

Durante sus dos años de gobierno, demostró sus condiciones políticas. Pudo sacar al país de la crisis y permitió la realización de elecciones libres en la Capital, lo que posibilitó la elección como senadores de Aristóbulo del Valle y Leandro N. Alem. Culminó su mandato el 12 de octubre de 1892 transmitiéndole el mando al Dr. Luis Sáenz Peña y se retiró momentáneamente de la vida política hasta ser electo nuevamente senador en 1895.

En 1901, se produjo la ruptura entre Pellegrini y el general Roca, que ocupaba por segunda vez la presidencia. Roca envió al Congreso un proyecto de unificación de la deuda externa a través de un empréstito externo de reducido interés y a largo plazo cuyo servicio se garantizaba con las rentas aduaneras. Pellegrini lo defendió en el parlamento y logró su media sanción. Pero tras una serie de artículos periodísticos y manifestaciones opositoras, Roca retiró el proyecto sin consultar a Pellegrini. Esto enojó notablemente a Pellegrini y lo alejó definitivamente de la política roquista, con la que mantenía profundas diferencias políticas por la permanente negativa del conquistador del desierto a discutir siquiera la posibilidad de una nueva ley electoral que pusiera fin al fraude. Pellegrini era uno de los miembros de la elite que comenzaban a considerar que la prosperidad alcanzada podía peligrar de no atenderse los reclamos de la oposición y se mostraban dispuestos a considerar la introducción de reformas graduales en el sistema electoral con el fin de evitar conflictos sociales.

En 1906, fue electo diputado pero al poco tiempo cayó gravemente enfermo y tras un mes de lenta agonía falleció el 17 de julio de ese año. Dijo en uno de sus últimos discursos: «Nuestra historia política de los últimos quince años es la historia política sudamericana: círculos que dominan y círculos que se rebelan; opresiones y revoluciones, abusos y anarquía. Pasan los años, cambian los actores, pero el drama o la tragedia es siempre la misma; nada se corrige y nada se olvida y las bonanzas halagadoras, como las conmociones destructoras se suceden a intervalos regulares cual si obedecieran a leyes naturales. Los unos proclaman que mientras haya gobiernos personales y opresores, ha de haber revoluciones; y los otros contestan que mientras haya revoluciones, han de existir gobiernos de fuerza y de represión. Todos están en la verdad, o, más bien, todos están en el error3

Referencias:

Diario de sesiones de la Cámara de Diputados del  Congreso de la Nación. 1876, pág. 1124.
Delfor Reynaldo Scandizzo, El gringo Pellegrini. Editorial Corregidor, 1997, pág. 125.

Carlos Pellegrini, Discursos y escritos. Editorial Estrada, 1959, pág. 82.

Notas:

(1) Extractado de 'Historias insólitas de la historia argentina', obra citada arriba.
(2) Primer ingeniero argentino.
(3) El juarismo, paradójicamente, contó con el apoyo de hombres de gran valor intelectual y moral, como Osvaldo Magnasco, Estanislao Zeballos, Juan Balestra, Ramón J. Cárcano, Lucas Ayarragaray, José Francisco López y José S. Alvarez ('Fray Mocho'). También simpatizaron con el gobierno Ricardo López Jordán y el industrialista y gran innovador Rafael Hernández (hermano de José, oficial del ejército de la Confederación, agrimensor, diputado, senador, periodista y fundador de la Universidad de La Plata). Pero era una época muy complicada en la cual las alianzas y simpatías políticas duraban menos que un gas en un canasto. 
(4) El golpe fue el 26 de julio de 1890 sobre el Parque de Artillería, que estaba ubicado donde hoy se encuentra el Palacio de Tribunales frente a la plaza Lavalle, pleno centro de la ciudad de Buenos Aires. El distintivo de los cuatrocientos o quinientos civiles armados era su boina blanca y tenían el apoyo de algunos regimientos díscolos. Hubo dos días de combate y la rendición llegó el día 28. La represión estuvo al mando del General Levalle.   
(5) Ese mismo año fallecían Bartolomé Mitre -ya retirado de la vida política- y el presidente Manuel Quintan.
(6) Citado en "El desafío del buen gobierno" por Eduardo Fidanza, La Nación 21/11/15.

Un estadista multifacético

Al cumplirse un siglo de su muerte, cinco historiadores repasan la vida de Carlos Pellegrini, figura clave de la política argentina del siglo XIX. Revista Ñ. 14/10/06. Por Rogelio García Lupo.

“El hombre que hizo”
Varios autores. Biografía.
216 páginas

El símbolo de la generación del 80 fue un gigante que desafió con su valor físico y su audacia intelectual a todos los hombres que se cruzaron en su camino, aunque en el fondo fue un transgresor a quien las cir­cunstancias pusieron a cargo del orden. Carlos Pellegrini ha sido recordado con motivo de cum­plirse un siglo de su muerte por la conservadora Fundación Car­los Pellegrini, con cuyo patroci­nio cinco historiadores escribie­ron sobre el personaje procuran­do no entrar en muchos detalles. Sin embargo, María Sáenz Quesada apunta que Pellegrini “no era racista en lo que se refie­re a la inmigración” pero “en cuanto al pueblo criollo se siente avergonzado de su tez oscura”, un prejuicio que lo acompañará hasta la muerte. Por su parte, En­rique Mayocchi puntualiza que la pluma de Pellegrini, desde los diarios que dirigió, estuvo en la vanguardia del conflicto del go­bierno argentino con la Iglesia Católica, tomó partido por la en­señanza laica, aprobó la expul­sión del Nuncio Apostólico, apoyó la cesantía de los jueces y profesores católicos y hasta im­pulsó la ruptura de las relaciones diplomáticas con el Vaticano. Di­ce Mayocchi que contaban con “el visto bueno de Pellegrini quienes estaban siempre dis­puestos en ver a la Iglesia como al enemigo del país”. A cargo de Rosendo Fraga co­mo especialista en historia mili­tar quedó el perfil de Pellegrini como ministro de Guerra y Mari­na en momentos dramáticos de la historia, cuando fue protago­nista de choques armados y segu­ramente su buena puntería se lu­ció en la carne de algunos com­patriotas. Fraga se detiene en el detalle de Pellegrini pasando re­vista a las tropas con un unifor­me de coronel inventado por él mismo, lo que revela a un profundo transgresor que pasaría a la historia nacional como el mo­delo del hombre de orden. Fraga rescata el momento en que Pelle­grini, ministro de las fuerzas ar­madas concentradas en los cuar­teles de la Chacarita y dispuestas a reprimir a los revolucionarios del 80, escucha la insinuación del general Luis María Campos para que vista el uniforme mili­tar de modo que las tropas pue­dan distinguirlo. Pellegrini no le hace caso. Pero va más lejos: in­venta un uniforme propio, con­sistente en una levita azul con botones dorados y una gorra di­señada por él mismo que combi­na el quepí del ejército con la go­rra marinera, y un cinto especial del que cuelga el cable. Este gesto se repetirá en la re­volución del 90, cuando a los 44 años, le corresponde como vice­presidente de la República repri­mir a los rebeldes. Pellegrini se traslada al campo de batalla en el caballo de un lechero, a quien lo confisca de hecho, en una situa­ción grotesca que un testigo cali­ficado de la época recuerda con estas palabras: “A la cabeza, iba a pie el general Levalle, ministro de Guerra, con un revólver en la mano, y a su lado, montado en un jamelgo, el doctor Pellegrini, con sombrero de copa y sobreto­do de pieles que estimulaba con sus largas piernas colgantes a su flaca cabalgadura”.


Pellegrini fue político, estadis­ta, fundó el Banco Nación y el Jockey Club y tomó decisiones económicas que marcaron su tiempo largamente. Hijo de un pintor francés mimado por la so­ciedad porteña, disfrutó de los dones de la clase alta argentina y se jugó la vida no en sentido figu­rado. Cuando murió, en 1906, es­taba en plena actividad y había si­do elegido Gran Maestre de la Masonería.

Ilustraciones: viejo billete de 10.000 australes con la estampa de Pellegrini; estatua y plaza en su honor, en la zona de embajadas, barrio de la Recoleta, Bs.As.  Por último, panteón de Carlos Pellegrini en el cementerio de la Recoleta, Ciudad de Buenos Aires, R.A. 

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