domingo, 6 de julio de 2014

Chile: alma de botón






Sidney Edwards, el encargado de llevar adelante las negociaciones con Matthei, el comandante de la Fuerza Aérea chilena, cuenta la historia de la alianza secreta en un libro. La Nación 07/07/14.

El apoyo chileno a Gran Bretaña en la guerra de Malvinas fue clave para que el gobierno de Margaret Tatcher consiguiera la victoria en el disputado archipiélago. Así lo afirma en su primera aparición pública Sidney Edwards, el oficial enviado por la premier conservadora a Santiago para conseguir el apoyo secreto de Augusto Pinochet"Mi opinión personal - y creo que fue compartida por mis jefes en el Ministerio de Defensa y por Margaret Thatcher- es que la ayuda que recibimos de parte de Chile fue absolutamente crucial. Sin ella, hubiésemos perdido la guerra", aventuró Edwards, un ex oficial de la Real Fuerza Aérea británica (RAF), a la revista chilena Qué Pasa. Durante la guerra, que comenzó en abril de 1982 y duró dos meses, Chile adoptó públicamente una posición de neutralidad pero, sin embargo, siempre se rumoreó que había prestado apoyo logístico a Londres, algo que finalmente se confirmó hace dos años, al publicarse los archivos oficiales de esa época.  

A los 80 años, Edwards decidió salir a contar su historia en el libro My secret Falklands War (Mi guerra de las Malvinas secreta). Allí cuenta que él fue elegido para llevar adelante las negociaciones en Chile por su dominio del idioma español -tras haber sido agregado aéreo en Madrid- y su experiencia en operaciones conjuntas de inteligencia con otros países. Edwards contó que el mismo día en que llegó a Santiago de Chile fue recibido por el comandante jefe de la Fuerza Aérea chilena, Fernando Mathei. "El general Matthei me dio la mano cálidamente -cuenta Edwards en su libro-. Me ofreció cooperación total dentro de los límites de lo práctico y de lo diplomáticamente posible. Enfatizó la necesidad de mantener el secreto". El aviador dijo que entendía la delicadeza de las relaciones entre los dos países y continuaron conversando. 

"No pude creer la cooperación que logré con él y, por supuesto, con el resto de sus oficiales -continúa Edwards-. Obviamente el general Matthei era un hombre muy pragmático y sabía dos cosas clave: que si Chile no nos ayudaba en la guerra, después los argentinos caminarían derecho a tomar las islas del canal Beagle. Lo otro es que Matthei sabía que ésta era una oportunidad ideal para conseguir armamento, inteligencia y otras cosas que normalmente no habrían conseguido". En su libro, Edwards describe en detalle todo el operativo en Chile, con nombres y fechas, a pesar de que fue obligado a eliminar todo registro escrito de aquella época. "Éste fue un periodo muy relevante en mi vida y lo tengo muy fresco en mi memoria", dice.

LA PRINCIPAL CONTRIBUCION. En su libro, Edwards comenta que el hecho de que en Chile rigiera una dictadura en ese momento facilitó su trabajo, ya que consiguió rápidamente documentos de identidad falsos. Además, manejaba como si fueran propias las oficinas centrales de la Fuerza Aérea chilena y desde allí coordinó el uso de un radar de largo alcance en Punta Arenas, que permitía ver los movimientos aéreos en Ushuaia, Río Gallegos, Río Grande y Comodoro Rivadavia. también desde allí coordinó, junto con Londres, la llegada a Santiago de un equipo del Servicio Aéreo Especial británico (SAS) con un sistema satelital de comunicaciones seguro. Para el piloto, ese radar fue la principal contribución a la misión británica. "Lo más importante fueron los avisos tempranos de ataques aéreos", dice el ex piloto. "Sin éstos, cuando tenés una fuerza de mar sólo con una pequeña defensa aérea, como teníamos, habríamos tenido que montar patrullas aéreas de combate carísimas y aviones volando constantemente, listos para interceptar intrusos", argumenta.  Además, Matthei dejó a su disponibilidad la pista de aterrizaje ubicada en la isla San Félix, a 892 kilómetros de la costa chilena -el gobierno no quería exponer los aeropuertos continentales-, para misiones Nimrod, que permitían volar a aviones británicos pintados con los colores chilenos a gran altura cerca de la frontera con la Argentina y obtener información de lo que pasaba en el país.

SIN CONTACTO CON PINOCHET.  Edwards remarca que nunca habló con Pinochet durante la misión y que se trató de un "hecho deliberado". "Él [Pinochet] quería tener una especie de cláusula de escape, para poder negar que tuviera conocimiento de mí. Me parece que lo que quería hacer era que si cualquier cosa salía mal, él podría decir: «Fue Matthei, yo no sabía lo que él estaba haciendo»", explica el piloto.

Tras el final de la guerra, el 14 de junio de 1982 y con un saldo de más de 900 muertos (649 argentinos y 255 británicos), Edwards se quedó unos días más en Chile y salió a festejar al boliche Las Brujas. "Muchos de nuestros colegas chilenos se nos unieron allá y parecían tan contentos como nosotros con la victoria", recuerda el piloto.

Al regresar a Londres, fue condecorado con la Orden del Imperio Británico por sus servicios. "Pero, para evitar atraer atención al vínculo con Chile, no me pondrían como parte de la lista de la guerra de las Falklands [como llaman en Gran Bretaña a las Malvinas]", dijo.


Escudo chileno, de reminiscencias fascistas. Se desconoce el origen de las coronas de las mascotas.






Chile decime que se siente,
saber que se te viene el mar.
Te juro que aunque te tape el agua,
nunca te vamos a ayudar.

Porque vos sos un traidor,
vigilante y boton,
nos vendiste en la guerra por cagon!
Por aca no vengas mas,
ojala te tape el mar,
que te ayuden los ingleses a nadar!!!
Chileno decime que se siente,
que estes tapado por el mar,
te juro que aunque pasen los años,
nunca nos vamos a olvidar.
Que San Martin te libero,
y que vos sos un traidor,
te entregaste a los ingleses por cagon...
El Belgrano ya se hundio, porque vos sos un boton,
vende patria la puta que te parió!!!


Tómese esta canción "de cancha", rescatada de algún rincón de la web, con estricto sentido humorístico, a pesar de la bronca que destila. La melodía de moda para la hinchada argentina en el Mundial Brasil 2014 es de Creedence Clearwater Revival ("Bad moon rising") y alguien la aplicó para este tópico. 

No tengo odio al pueblo chileno, como interpretó alguno cuando le hablaba de la noticia que encabeza esta entrada. Por lo poco que los he conocido, es un país hermoso con gente muy humilde y respetuosa. Como cualquier país sudamericano, no está libre de injusticias ni resulta un paraíso para sus habitantes (por algo no somos primer mundo). El problema es la psicología de su clase acomodada y dirigencial, de una altivez parecida a la de muchos porteños agrandados. Con el paso del tiempo han instituído la rivalidad con sus vecinos como si fuera política de estado: ridículo y atrasado medio de reafirmar su nacionalidad. La historia misma me libra de buscar ejemplos.

Hay instancias cruciales en las cuales las decisiones definen a las personas y a los países también. Son las actitudes frente a situaciones difíciles y oscuras que obligan a respuestas espontáneas y soluciones repentinas. Lo que hacés delante de un perro rabioso o de un ladrón, convertirte en coimero o no, aceptar súbitamente un acto o rechazarlo de cuajo, es lo que muestra el material del que estás hecho, muestra tu esencia. La desgraciada guerra de las Malvinas de 1982 promovida por la dictadura argentina fue un caso paradigmático. Más allá de su locura, la reacción de las dirigencias de los países hermanos definió rasgos de su cultura y expuso sus sentimientos. La noticia expuesta arriba se sabía desde hace décadas, pero lastima cada vez que se recuerda, aunque haya sido decidida por otra dictadura. Alguna vez, invocando al General San Martín, deberían pedirnos perdón.. Horanosaurus.

PD: al artículo que sigue ya lo cité en otra entrada de este blog. No tiene desperdicio. Es la explicación que le encontró un periodista chileno a la designación papal del argentino Bergoglio, aceptando el recelo que tienen contra nosotros. Al menos van aceptando que los técnicos argentinos (Borghi, Bielsa, Sampaoli, etc.) saben organizar bien a sus modestos futbolistas y dejaron de correr mojones en la cordillera hace ya varios años.

El atroz encanto de ser argentino

Diario La Tercera de Chile. Que los argentinos tengan figuras tan destacadas (ahora el Papa Francisco) se debe a que tienen un encanto que seduce, entusiasma y logra grandes individualidades. Por Andrés Benítez - 16/03/2013.

Que el nuevo Papa sea el primer americano ha impresionado a todo el mundo. A los chilenos, sin embargo, nos llega con más fuerza un solo dato: que es argentino. Para muchos, no se trata de algo grato, porque miramos con mucho recelo a nuestros vecinos. Salvo unos pocos, como un amigo que me dice, “por fin ha quedado claro que son mejores que nosotros”. Bueno, no sé si es así, pero nos guste o no, la verdad es que ellos generan un encanto, algo que nos cuesta entender, en parte porque los vemos como rivales. Pero al final, aunque nunca lo confesemos, también nos gustaría encantar así. Y no sabemos cómo hacerlo.

> ¿Qué tienen los argentinos? Bueno, aquí tenemos claro lo que no tienen. Nos gusta decir que es un país que se farreó su situación económica. Recordar que eran uno de los 10 más ricos del mundo y que hoy está en la ruina. Y si bien ello es cierto, también lo es que siguen siendo una nación muy rica en individualidades. Personas que, en distintos ámbitos, son destacadas a nivel internacional. El Papa Francisco es un ejemplo más.

>Tener individuos destacados es tan importante como tener una sociedad organizada. Es cierto, sin sus compañeros, Messi, probablemente, no sería el mejor jugador de fútbol del mundo. Pero él no es uno más; es el alma, el motor del Barcelona. El que genera la pasión de los hinchas por el equipo y por ello su presencia es fundamental. Porque en el fútbol, como en toda actividad, no basta ganar; también hay que encantar.

>Las figuras argentinas no nacen solas, la sociedad las potencia, las adora, llevándolas a estados superiores. Y las defienden cuando caen en desgracia, como a Maradona. Para ellos, todos son los mejores del mundo, cosa que a los chilenos nos revienta, porque nosotros somos exactamente lo contrario: somos chaqueteros. Y si son ganadores, los tiramos para abajo. Como a Pablo Neruda, por ejemplo, que lo ninguneamos. Porque era comunista, dicen algunos. Porque era creído, otros. Y pocos, muy pocos, lo leen. Al final del día, a Neruda le hubiera convenido ser argentino, porque sería un dios, un grande, el mejor.

>Algunos dicen que esto tiene que ver con nuestra baja autoestima, que no nos creemos el cuento. Que nos carga ver el éxito ajeno y por eso castigamos al que lo alcanza. ¿A quién le ha ganado? ¿De dónde salió este? ¿Qué se cree? Claro, uno podría decir que los argentinos tienen demasiada autoestima. Pero les resulta, ellos sí se la creen y generan héroes. Y por eso generan personas que llaman la atención en todo el mundo, mientras los chilenos no encantamos a casi nadie. Ni siquiera a nosotros mismos.

>Todo este encanto seduce, entusiasma y logra grandes individualidades. Pero también es atroz cuando la sociedad no funciona. Pero la mezcla contraria también es mala. Es cierto, tener una economía ordenada sirve para pagar las cuentas, lo que no es menor. Pero vivir para eso no conmueve a nadie. Porque al final del día, la estabilidad sólo genera el piso sobre el cual podemos construir. Llegar al techo, al límite, requiere de personas notables, distintas, que corren riesgos inesperados, que se creen el cuento. Y esos tipos no sólo mueven las cosas, sino que también generan entusiasmo necesario para que todos avancen. Apostar a ellos es fundamental.

BONUS TRACK I


En la escuela, su gesta es apenas una frase -“pasó la cordillera”- y la batalla de Chacabuco la condujo O’Higgins, mientras que el general argentino fue sólo un colaborador. No falta quien lo acuse de haber “invadido” Chile. InfoBAE Domingo 12/02/17. Por Claudia Peiró.

Edwards Gajardo vive en Argentina desde el año 2009, es periodista y trabaja en la web de noticias Mendoza on Line. Hace unos años escribió allí un artículo con el título "San Martín libertador de Chile: una parte de la historia que allá nadie me contó", en el que relataba cómo recién al llegar a nuestro país tomó conocimiento de la magnitud de la expedición libertadora organizada por el general argentino, cuya figura, dice, "está (en Chile) debajo de la de (los chilenos) Bernardo O'Higgins, José Miguel Carrera o Manuel Rodríguez".

"En la historia de Chile la figura del general José de San Martín no es destacada como la de un libertador -escribió Gajardo en aquella ocasión- y sólo se resalta su relación con Bernardo O'Higgins, como un gran aliado y amigo, pero muy lejos de la imagen de prócer que tiene en la Argentina".

"Cuando vas a la escuela, te hablan de O'Higgins como el libertador y de San Martín como una especie de colaborador y te dicen que la batalla de Chacabuco la condujo O'Higgins", afirma Gajardo en charla con Infobae. Aclara sin embargo que hay una excepción a este "ninguneo": el ejército chileno, el sector que más rescata el rol de San Martín y estudia su gesta. "En esos círculos es muy valorado", afirma. "Pero San Martín no aparece en las monedas, ni en las plazas, ni en monumentos; la calle principal de Chile, que todos conocen como Alameda, se llama Libertador Bernardo O'Higgins", dice Gajardo.

La televisión chilena copió el formato de la serie que aquí hicieron Mario Pergolini y Felipe Pigna. En el breve extracto que sigue de "Algo habrán hecho por la historia de Chile", puede apreciarse la parcialidad con la que se refieren a la batalla cuyo bicentenario se conmemora este 12 de febrero y que fue la exitosa coronación de un Cruce de la Cordillera por el Ejército de San Martín, que el gobernador realista de Chile, Casimiro Marcó del Pont, no esperaba porque lo consideraba imposible.

No debe culparse a Bernardo O'Higgins por esto. Sucedió a pesar suyo y tras su muerte, ya que en vida, como a su amigo San Martín, le pagaron con el derrocamiento y el exilio. Este héroe chileno, de origen irlandés, siempre reconoció a San Martín como su jefe y la amistad entre ambos sólo la interrumpió la muerte. Pero uno de los motivos de esta malversación histórica es la larga querella que enfrentó a los dos líderes independentistas de Chile, José Miguel Carrera y Bernardo O'Higgins. El cliché dice que el primero era republicano y el otro conservador; que uno quería una "revolución nacional chilena", mientras que el otro se subordinaba a los intereses porteños. Lo cierto es que, cuando los chilenos llegaron a Mendoza, tras ser derrotado el primer gobierno patrio en Rancagua por los realistas, San Martín se entendió de inmediato con O'Higgins y lo privilegió entre los demás jefes. No se equivocó. Carrera era demasiado vanidoso como para subordinársele. Y cuando San Martín y O'Higgins liberaron Chile ésa no fue para él una buena noticia, y no dudó en conspirar -incluso con el extranjero- para derrocar al nuevo gobierno independiente.

"O'Higgins comulgaba con San Martín y estaba contra los Carrera. Muchos en Chile ven a San Martín como el hombre que mató a los hermanos Carrera", señala Gajardo, como uno de los motivos de la desconsideración hacia su figura. Se trata de otra tergiversación, ya que esos fusilamientos -fruto del exceso de celo de algunos funcionarios cuyanos- ocurrieron en ausencia de San Martín que incluso intentó impedirlos.

En los años 90 y 2000, cuenta Gajardo, la televisión chilena emitió una serie, "Héroes", tendiente a mostrar a los próceres con un rostro más humano. San Martín no está en la lista; aparece sólo como personaje secundario. "Las últimas generaciones se quedan con esa historia, despreciativa hacia O'Higgins, el 'guacho Riquelme', le dicen por ejemplo, usando el apellido de su madre y en alusión a su condición de bastardo", comenta Edwards Gajardo.

Recientemente también apareció un libro, que es best seller, La historia oculta de Chile, de Jorge Baradit, que llega a decir que, "técnicamente, San Martín invadió Chile" (ver video al pie de esta nota). 

Desde Francia, en correspondencia privada con amigos, alguna vez el Libertador comentó que el primer país que le mostró reconocimiento y gratitud fue Perú, paradójicamente, decía, el que menos le debía, dado que de allí se marchó sin poder completar su misión. Argentina, en cambio, se tomó su tiempo para empezar a poner las cosas en su lugar. Recién en tiempos de Rosas, la legislatura bonaerense empezó a rendirle homenaje anualmente. En Chile, el prestigio de San Martín siguió siendo víctima indirecta de la querella que todavía se proyecta hoy sobre los debates entre carreristas y o'higginistas, aunque el país trasandino, como lo señaló nuestro embajador allá, José Octavio Bordón, ha saldado esa querella mediante una póstuma reconciliación entre los dos próceres, poniendolos en un mismo plano.

Queda pendiente reconocer el papel de ideólogo y jefe de la expedición libertadora que desempeñó San Martín y de conductor de las dos batallas que le dieron la independencia a Chile. En Chacabuco, O'Higgins comandaba uno de los dos cuerpos en los que dividió San Martín su ejército. El otro lo dirigía Miguel Estanislao Soler, también relegado en el recuerdo. El general argentino condujo una batalla cuya suerte O'Higgins, por temerario, casi compromete, al lanzar el ataque prematuramente sin dar tiempo a Soler para completar la maniobra envolvente que debía realizar para caer sobre el flanco enemigo mientras el brigadier chileno atacaba de frente. Este contratiempo obligó a San Martín a intervenir personalmente en la batalla con la caballería. De hecho,esa fue la última vez que desenvainó el sable en un campo de batalla y la escena que inspiró la estatua ecuestre en la cual apunta con el dedo hacia adelante que hoy nos es tan familiar.   

Jorge Baradit, historiador mediático, efectista y por momentos de escasísimo rigor histórico, ha hecho sin embargo un aporte, como puede verse en el video a continuación. Pasemos por alto las flagrantes contradicciones en que incurre, como decir que San Martín invadió Chile -olvidando que estaba en manos de los realistas- o que en Chacabuco derrotó al ejército "chileno" (sic), cuando se trataba de tropas realistas, y segundos después sostener que, gracias a que San Martín cruzó Los Andes se salvó toda América.

Rescatemos en cambio el hecho de que Baradit dedica buena parte de su intervención a exaltar la gesta del cruce de Los Andes, reconociendo que en la escuela chilena no le consagran ni 5 minutos al tema, pese a que la campaña de San Martín -dice Baradit- se equipara a otras hazañas militares como el desembarco en Normandía o el cruce de los Alpes por Aníbal. Es un aporte innegable y un primer paso hacia una mayor justicia histórica con San Martín.

BONUS TRACK II   Otro brillante artículo de opinión de Claudia Peiró en InfoBAE tantos años después. Esta vez para mostrar una faceta diferente del pueblo chileno, que realmente le dió una lección de realismo a los vacilantes y acomodaticios dirigentes políticos de un lado y otro de la cordillera. Rechazando el plebiscito para aprobar una nueva y engañosa constitución, entre otras cosas le pusieron un parate a increíbles pretensiones de minorías que se autoproclaman herederos de pueblos originarios junto a "progres" (idiotas o malandras) que compran el relato y se suben a esa moto disgregadora. Algunos niegan las leyes de la democracia, son violentos y cargan asesinatos en su haber: son meros delincuentes. Muchos de esos mangueros de poncho y vincha hipones son bancados por sospechosas fundaciones europeas. No jodamos. Horanosaurus. 

Argentina le debe mucho a su rotundo “NO”, aunque los políticos locales no lo hayan notado. InfoBAE 08/09/22. Por Claudia Peiró.

El domingo 4 de septiembre los chilenos se pronunciaron de modo contundente, inapelable -62 % de los votos-, en rechazo al proyecto de Constitución pergeñado por una asamblea dominada por ultraminorías que, lejos de buscar consensos, radicalizaron sus propuestas facciosas. De nada sirvieron las promesas de último momento del presidente, Gabriel Boric, de que reformaría los aspectos más discordantes del proyecto, si éste era aprobado.

El de los chilenos fue un reflejo defensivo, una reacción de supervivencia, una reafirmación de unidad, frente al espíritu divisivo y peligrosamente fragmentario del texto constitucional sometido a referéndum. Los argentinos le vamos a deber mucho a este rechazo: bien podríamos haber sido las siguientes víctimas de estos riesgosos experimentos que ya están en germen en nuestro país, donde encuentran terreno fértil en la ignorancia o defección de muchos políticos.

El artículo 1°, quizás el más conflictivo del proyecto constitucional, declaraba a Chile un Estado “plurinacional”. El artículo 2° ampliaba: “La soberanía reside en el pueblo de Chile, conformado por diversas naciones”. Y, más adelante, art. 5°, punto 1: “Chile reconoce la coexistencia de diversos pueblos y naciones en el marco de la unidad del Estado”, y punto 2: “Son pueblos y naciones indígenas preexistentes los Mapuche, Aymara, Rapanui, Lickanantay, Quechua, Colla, Diaguita, Chango, Kawésqar, Yagán, Selk’nam y otros que puedan ser reconocidos en la forma que establezca la ley.”

La “plurinacionalidad” es ni más ni menos que la consagración institucional del indigenismo que, como queda claro ahora, siempre tuvo por objetivo la fragmentación bajo cubierta de reivindicación de derechos. La plurinacionalidad es la negación del mestizaje, signo constitutivo de las naciones hispanoamericanas. Es decir, la plurinacionalidad es la negación de nuestra historia y, para decirlo en la jerga moderna que cultivan los promotores de estas modas, la deconstrucción de nuestras naciones mediante la deslegitimación de sus bases fundantes.

Consultado por el periódico El extremo sur, de Chubut, acerca de qué significaba “plurinacional”, un periodista mapuche respondió: “Se entiende como lo opuesto al Estado-nación, aquella ficción de las élites chilenas del siglo XIX que artificialmente homologó el Estado con una nación única, la chilena, de características monoculturales y monolingües”. Según él, “esa no es la realidad de Chile, un territorio habitado por al menos una docena de primeras naciones preexistentes al Estado desde hace siglos”.

Ajena a estas cuestiones estratégicas, inmediatista siempre, la política argentina ha dicho poco y nada al respecto. El Gobierno quedó catatónico porque su lectura se limita a que “perdió” uno de sus aliados (Boric); un poroteo cortoplacista, sin conciencia de los intereses permanentes de la Argentina, que están muy bien servidos por este rechazo categórico a darle legitimidad a grupos que cuestionan la soberanía chilena sobre todo su territorio, como también pretenden hacerlo en la Patagonia argentina.

Esta vez la nota la dio el presidente de Colombia, Gustavo Petro, haciendo gala de una ignorancia poco digna del cargo que ocupa: “Revivió Pinochet”, dijo, faltando el respeto a los chilenos que, no sólo han reformado ya varias veces aquella Constitución de la dictadura, sino que decidieron, en un referéndum anterior, el 25 de octubre de 2020, darse una nueva.

Lo que sucedió ahora, es que ese mismo electorado impidió que aquella decisión abriera una Caja de Pandora llena de riesgos para la soberanía y la integridad territorial del país. Porque el indigenismo es la nueva punta de lanza de la fragmentación social, política y territorial de Latinoamérica; como en el pasado lo fue la lucha armada y la consigna de convertir a la Cordillera de los Andes en una larga Sierra Maestra, hoy el mordiente es el cuestionamiento a la existencia de nuestras naciones por la vía de reivindicar a los pueblos “originarios”, terminología artificial y que apenas disimula su verdadera intención.

Desde los años 80, los “derechos” de los pueblos aborígenes son esgrimidos, no con fines de integración sino de fragmentación; hay organizaciones no gubernamentales, o mejor dicho para-gubernamentales, que fogonean estas políticas y que, con un grado de injerencia inexplicablemente tolerado por los Estados latinoamericanos, financian a estos grupos y les dan letra con el discurso revisionista de nuestra historia bajo el signo de la leyenda negra antiespañola.

El proyecto constitucional chileno llegaba al delirio de aceptar la coexistencia de una supuesta “justicia indígena” en oposición a un principio esencial del republicanismo y la democracia: la igualdad ante la ley. El Estado, decía el abortado proyecto constitucional, debe “respetar, promover, proteger y garantizar el ejercicio de la libre determinación” de las “naciones” indígenas, y el artículo 309 agregaba: “El Estado reconoce los sistemas jurídicos de los pueblos y naciones indígenas, los que en virtud de su derecho a la libre determinación coexisten coordinados en un plano de igualdad con el Sistema Nacional de Justicia”.

¿Es posible exagerar la gravedad de estas disposiciones y el riesgo evitado con su rechazo? Pensemos que este proyecto constitucional fue pergeñado en momentos en que, en el sur de nuestro continente, sellos como la agrupación Resistencia Ancestral Mapuche (RAM) o la Coordinadora Arauco Malleco (CAM), le han declarado la “guerra a Argentina y Chile”, y protagonizan actos de sabotaje, incendios y amenazas.

Los años 90 vieron la eclosión del indigenismo. Por ejemplo, en el sitio web británico The Mapuche Nation (sic) se lee: “El día 11 de mayo de 1996, un grupo de mapuches y europeos comprometidos con el destino de los pueblos y naciones indígenas de las Américas, y en particular con el pueblo mapuche de Chile y Argentina, lanzaron la Mapuche International Link (MIL) en Bristol, United Kingdom”. Es decir que The Mapuche Nation, la “nación” que los constituyentes chilenos querían reconocer, tiene el centro de operaciones de su “lucha por la autodeterminación” -tal el objetivo que declama- en el nº 6 de Lodge Street, en la ciudad portuaria de Bristol, en Inglaterra.

Una revista extranjera consagraba su tapa a Gabriel Boric, en la edición previa al referéndum. ¿Es casual? ¿O ya estaban preparando el terreno para consagrarlo como nuevo paladín de los derechos de los pueblos “originarios”?

Entre nosotros, recientemente, funcionarios nak&pop declararon “sitio sagrado mapuche” al Volcán Lanín. Tuvieron que dar marcha atrás, pero el hecho de que autoridades argentinas hayan llegado a considerar legítima semejante medida es un síntoma de la penetración de estas doctrinas divisionistas.

A fines de los 90 una agencia de desarrollo extranjera vinculada a iglesias protestantes comunicó a sus partenaires argentinos que, en adelante, sólo financiarían programas destinados a los “pueblos originarios”. Desde un interés nacional, no debería haber diferencia alguna entre un pobre criollo y un pobre wichí, o toba o mataco. Pero, por si no bastara, la agencia aclaraba que, como la “nación wichi”, por ejemplo, no está asentada sólo en el norte argentino, sino también en Bolivia, los proyectos podían ser binacionales...

¿Cuánto falta para que una entidad internacional -por caso la ONU o alguno de sus derivados: Unesco, FAO, OMS, PNUD, etc- declare la necesidad de proteger a tal o cual “nación originaria” de la arbitrariedad del Estado chileno, argentino, boliviano u otro? Y no faltará la ayuda de idiotas útiles locales. ¿Cuánto falta para que alguien proponga un protectorado bajo supervisión internacional para defender los derechos de las supuestamente preexistentes naciones indígenas?

Chile nació mestizo, como mestiza nació la Argentina, como México, Paraguay, como todas las naciones hispanoamericanas. Ese mestizaje es el que hay que reivindicar y profundizar; el mestizaje es la verdadera integración. Y es la salvaguarda contra las intentonas divisionistas. 

Lo otro es facción, fragmentación y gueto. Es ofrecer flancos débiles a las ambiciones ajenas. Gracias, Chile.



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