domingo, 18 de mayo de 2014

Campo argentino: esta vez lloran con razón



Aquí en el sur, los argentinos no quisieron ninguna reforma agraria en los 70's. Solo un moderado "paz, pan y trabajo". Muchísimos fueron felices con el orden de los cementerios-milico, el "uno a uno" de Cavallo y el "deme dos" del perverso Nemen, que venían para quedarse. Que yo sepa, seguimos viviendo en medio del más crudo capitalismo y de la globalización. Los poderosos siguen sin regalar nada ni hacer beneficencia.  

En nuestro país, los empresarios del campo herederos de Roca, se destacaron a principios del siglo pasado por tirar "manteca al techo" y vivir en París desayunando champagne, actitudes que los condenaron a un largo desprestigio. Pero debe reconocerse, en ese marco, que en las últimas décadas han producido una revolución tecnológica destacable a nivel mundial que pocos reconocen. Son los más eficientes e invierten año a año sus morlacos para seguir adelante. Cosa que los diferencia de los industriales nativos, charlatanes importantes. 

Como si fuera poco, de la renta agropecuaria vive buena parte de la sociedad improductiva (¿de donde se alimentó sino la "década perdida" kirchnerista?), especialmente la inútil clase política vernácula que, ignorante, califica al campo usando encuadres retrógrados quedados en el tiempo, como eso de la "oligarquía vacuna". Desde el gobierno, como no entienden nada, destruyen lo poco que funciona porque si. Una mentalidad realmente pequeña y estúpida. 

Es cierto que los camperos -cuando su aceitado lobby en tiempos de populismos no funciona- cansan con su lloriqueo permanente (1). Deberían recordar que además de los descuentos habituales, a los trabajadores el gobierno kirchnerista nos aplica el impuesto a las ganancias. Pero creo que ahora los del campo tienen razón: no solo por la presión tributaria que sufren sino, además, por la falta de una política agropecuaria que ofrezca confianza y por los caprichos oficiales (2). Aquí abajo les dejo unos artículos reveladores sobre las exacciones que deben bancarse. Seamos sinceros: a menos que seas un adolescente despreocupado, a nadie le gusta que le pongan la mano en el bolsillo.

Fíjense que loco: casi sin distinción, todos los sectores de la Argentina le reclaman a este gobierno populista, conservador y lento que haga la largamente demorada reforma tributaria. Menos los bancos claro, que ganan siempre, incluso con los falsos revolucionarios Kirchner y sus acólitos. Horanosaurus. 

(1) en su columna del suplemento Campo del diario La Nación del 24/05/14, el periodista ultraliberal Félix Sammartino resume lo que considera "las siete plagas" que afectaron a la producción agropecuaria durante los gobiernos kirchneristas: las retenciones, los Roes (permisos de exportación), los cupos, las intervenciones al mercado, los precios sugeridos, la presión impositiva y las exigencias de los regímenes de información. ¿Se olvidó de pedir una política agropecuaria o no la considera necesaria? 

(2) antes era la corta visión del todopoderoso secretario de Comercio, Guillermo Moreno; ahora la cofradía inexperta del ministro Kiciloff: anulan cualquier atisbo de sensatez y estrategia que pueda surgir del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, menoscabado en sus funciones desde hace años. Aún hoy, con una conducción competente como la del Ing. Casamiquela. Les recomiendo leer mi visión en el antiguo informe "Argentina: un país sin política agropecuaria"

PRESIÓN TRIBUTARIA

El Estado se lleva 75% de renta agrícola, de acuerdo con los datos aportados en un informe privado. Medio del Campo-Junín. 05/04/14.

Los productores se quejan por la caída de la rentabilidad que sufren las distintas explotaciones agropecuarias y, en ese sentido, afirman que la presión fiscal que sufre el campo se torna insostenible, porque los deja sin ganancia y desalienta la inversión. De cada 100 pesos de renta que produce una hectárea promedio en la Argentina, el Estado percibe 75 pesos que se transforman en recaudación fiscal efectiva, según un índice elaborado por Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA).

El economista de esa entidad David Miazzo sostuvo que el Estado se queda con 75% de la renta agrícola que "se transforman en recaudación fiscal efectiva o en subsidios a otras actividades de la cadena, al disminuir el precio de venta de los productos agrícolas".

"Podemos decir que el peso del Estado en la renta agrícola es lo suficientemente alto como para limitar la rentabilidad y el potencial que tiene el sector agropecuario, de las 160 millones de toneladas que se podrían estar produciendo cuando son 100 millones", dijo el especialista.

Miazzo analizó que "en este sentido hay mucho que ganar, sobre todo en maíz y trigo, donde la rentabilidad es lo suficientemente baja como para que año tras año se pierda superficie y también se perjudique la sustentabilidad del sistema productivo agrícola, dada la predominancia de las oleaginosas". También estimó que "la devaluación, si bien ha incrementado de manera importante el valor de la producción agrícola medida en pesos también se ha producido, al igual que en buena parte de la economía, una rápida transmisión a precios lo que ha impactado en los costos y ha generado una caída en dólares del resultado de la ganancia agrícola".

El índice surge de la sumatoria de los impuestos nacionales, provinciales y costos de intervención del mercado, sobre la renta de una hectárea de uso agrícola representativa promedio a nivel nacional.

La participación del Estado es medida por la FADA con una frecuencia trimestral, mientras que la medición anterior de diciembre de 2013 fue del 73,6%, es decir, menor en 1,4 puntos porcentuales a la actual. En el reporte se aclara que en septiembre de 2013 el ritmo de devaluación del peso argentino se comenzó a acelerar, "produciéndose una devaluación acelerada pero gradual".

"El proceso devaluatorio, en general, y la brusca devaluación de más del 15% en un día el 23 de enero, han provocado importantes cambios en las estructuras de ingresos y costos de la mayor parte de los sectores productivos del país. Los sectores agropecuarios y agroindustriales por ser transables fueron de los que asistieron a los mayores impactos", dijo Miazzo en el informe. Además, señaló que si bien se produjo un importante aumento del valor en pesos de la cosecha por efecto de precio y tipo de cambio, que sin duda provocará un incremento de la actividad económica, principalmente en todo el interior productivo, no ha mejorado en términos reales la rentabilidad de la actividad agrícola en general.

Los datos son menos alentadores si se consideran por separado los cultivos de maíz y trigo, ya que "el maíz presenta un resultado equivalente al 50% del de la soja aún cuando requiere una inversión un 60% mayor, si además se consideran los costos de intervención, se llega a una participación del Estado superior a la media, que se sitúa en el 76,3% de la renta del cultivo".


El autor advierte que las empresas agropecuarias argentinas sufren actualmente la mayor presión fiscal de la historia y reclama por una urgente reforma impositiva. Mientras tanto, brinda consejos para unamejor planificación que permita reducir el impacto de las obligaciones en las empresas a partir de excenciones o diferimientos en los pagos. Por Santiago Saenz Valiente. Contador Público y socio de Sáenz Valiente y Asociados. Clarín Rural 26/04/14.

La presión fiscal sobre los resultados económicos del agro está a los niveles más altos jamás conocidos en Argentina. Las rentas logradas quedan afectadas por impuestos nacionales, provinciales y municipales. La Nación tiene vigentes impuestos como los derechos de exportación, que son una exacción sobre los ingresos con porcentuales promedios del 30%. El impuesto a las ganancias debe ser preponderante en una estructura tributaria, al buscar captar la capacidad contributiva - renta- de todo contribuyente. Sin embargo, está plagado de distorsiones. Grava un resultado ficticio en lugar del real -al haberse suspendido la aplicación del ajuste por inflación-.

El impuesto a la ganancia mínima presunta, ante la existencia de perdidas es injusto y hoy cuestionado constitucionalmente por causas judiciales ante la Corte Suprema de Justicia. El impuesto sobre los bienes personales resulta anacrónico ante la imposibilidad de considerar las deudas, y porque su tasa porcentual se aplica sin escalones. El impuesto al valor agregado (IVA), que debería ser neutro para el productor agropecuario, tiene elevados costos económicos y financieros. El “registro fiscal de operadores de granos” es de carácter sancionatorio, con devoluciones retrasadas siendo entonces más pernicioso. El inmobiliario, sellos e ingresos brutos, suman mayor peso a la mochila del contribuyente.

Se necesita una pronta reforma impositiva, pero mientras ello no acontece solo le queda al contribuyente elegir las alternativas impositivas más convenientes. La reducción del impacto fiscal logrado puede ser permanente (exenciones) o relativo (diferimientos) (..sigue en link..)



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