jueves, 21 de abril de 2011

Piazzolla, mi viejo y yo




Horacio Eleodoro Méndez, primer bandoneonista a la derecha. Orquesta y año desconocidos.

1. Bautismo tanguero (una pequeña anécdota)

Tengo una historia rara con el tango, algo larga de explicar. Es un pequeño juego de casualidades, una anécdota. Algunos conocidos míos lo saben, otros no. Mi padre Horacio Eleodoro fue -a la par de ser empleado administrativo público- bandoneonista de una orquesta “bastante conocida” alrededor de 1950 y gran fanático del tango siempre. Como era de hablar poco y muy reservado, difícil contara algo si no le preguntaban. Nunca contaba nada sobre sus idas y vueltas artísticas.

Tuvimos roces generacionales por la música: durante mi adolescencia descubrir el rock fue una gran pasión y al tango no lo soportaba mucho. Para los jóvenes era "cosa de viejos”, no nos representaba, no nos llegaba. Sus letras hablaban de un mundo que no habíamos vivido. También tuvimos discrepancias por otras cosas, por ejemplo entre mi peronismo acendrado propio de los 70 y su antiperonismo visceral. Pero ese fue otro tema.

Años después, cuando amplié percepciones y me abrí a bucear otras músicas, hubiera querido aprender bandoneón de las lecciones de mi propio papá. Pero no solo mi padre ya no tenía el “fuelle” (lo había vendido y se había retirado de la música a instancias de mi madre): directamente había fallecido. El viejo se murió de un tumor galopante en el esófago a sus 49 (a mis 18). En esas épocas, los Jockey Club no tenían el cartelito “fumar es perjudicial para la salud” y él aspiraba dos atados por día.

Hoy me gustan muchas cosas del tango (Carlos Gardel, Osvaldo Pugliese, Discépolo, temas sueltos) pero no al nivel de desempolvar los discos "de pasta" de 78 rpm que quedaron en la casa paterna, ni para revolver anaqueles en disquerías, costumbre que en cambio tuve durante décadas con el rock, el jazz, el folklore y hasta la música brasileña. Me doy cuenta que cuando más añoro el tango es cuando no lo tengo a mano: curiosamente, lo mismo que me pasa con la ciudad de Buenos Aires. Eso si: se llame como se llame su música, me apasiona Astor Piazzolla. Me hace vibrar el alma.

La anécdota del título es que mi segundo nombre de pila (me llamo Horacio Aníbal) fue un homenaje de mi papá a su admirado Aníbal Troilo, inmenso bandoneonista y autor calificadísimo del género. Pero eso fue producto de una prohibición: en realidad me quiso poner “Astor” (por Astor Piazzolla–su más admirado solista al principio) y no lo dejaron en el registro civil por no ser un nombre “habilitado” en las listas oficiales de aquel entonces (1955). No existían las libertades de hoy en día para bautizar humanos con cualquier sonido gutural o con el nombre exótico de un artista.

Todavía me resulta rara la ocurrencia de mi viejo de homenajear a alguien con el nombre de bautismo de su hijo. No coincide con la personalidad que le llegue a conocer. Evidentemente, la pasión por el tango -como la de Huracán- le corrían por dentro, porque era poco expresivo. En mi caso, el único ídolo que tuve fue Perón –por unas un par de décadas- y nunca se me hubiera ocurrido ponerle Juan Domingo a mi hijo. Me parece peor que un tatuaje, porque ni siquiera lo elige el chico.

Y así como debe haber miles de "Diego Armando" por ahí, la dedicatoria a Troilo tampoco fue una originalidad. Descubrí que un amigo, el veterinario Horacio Oyhenart (alias Turco), bautizó igual que mi viejo a un hijo suyo “Horacio Aníbal” repitiendo su nombre primero y agregando el segundo por ese mismo ídolo tanguero. El querido Turco es un reconocido hincha del “bicho de la Paternal” del que comentan que -como docente- amenaza reprobar alumnos que no demuestren simpatía con Argentinos Juniors.

Hay una vuelta de tuerca final para esta pequeña historia: la etapa creadora de Piazzolla que a mi me subyuga de tango no tradicional que le dió identidad y originalidad –de los sesenta en adelante- fue precisamente la que alejó a mi padre de su música, porque el no consideraba “tango” a esa búsqueda. Para quien no sabe del tema, A.P. fue considerado un “réprobo” por su lenguaje musical que partía inequívocamente del tango pero abrevaba en el jazz y la música clásica. Coleccionó críticas y enemigos por una cuestión de etiquetas, lenguas filosas y celos artísticos.

En aquella colección de LP de 78 rpm de mi padre, por ende, no hay nada de sus quintetos, octeto o noneto, “Invierno porteño”, “Escualo”, “Libertango” ni “Fuga y misterio”. Es decir que con el paso de los años mi viejo debe haber respirado aliviado por aquella prohibición del registro civil de “Astor” para su hijo varón.

La pequeña anécdota termina acá (avisé que era pequeña). Pero ya que andamos con Piazzolla, aguántenme un cachito más.


2. Piazzolla: anécdotas de un vanguardista.

Quizás por contrapartida a no haber podido estudiar música y por curiosidad también, he sido siempre tenaz para buscar información sobre la discografía de los músicos que me interesaron a través del tiempo. Pero nunca fui muy consumidor de sus biografías porque a pesar de alguna frase rimbombante, o quizás más por sus recurrentes delirios de grandeza, nunca consideré que la música o los artistas pudieran cambiar el mundo. ¿Quién podría leer a Borges teniendo en cuenta sus opiniones políticas? ¿Quién le puede creer a Mick Jagger sus exaltaciones a la rebeldía? ¿Quién creyó que John Lennon fue un revolucionario?



Todo un símbolo: un tanguero en la tapa de la rockera Expreso Imaginario. 1977.

En el caso de Astor Pantaleón Piazzolla (Piscis-Mar del Plata, 11/03/1921-Buenos Aires, 04/07/1992) encontré una excepción aplastante a esa metodología: abandoné temprano la idea de investigar su obra porque descubrí que es una de las más complicadas de aprehender que hay, sin exageraciones. Es que grabó en varias discográficas (Columbia, RCA, luego Sony-BMG, pasando por Trova), abundando en litigios, y cada una editó a mansalva decenas de discos en vivo y recopilaciones con sus distintas formaciones (quintetos, sexteto, noneto, grupo de cuerdas), tal que en cada disco uno puede descubrir algún tema inédito escondido. Simplemente me dediqué a escucharlo al por mayor, asistemáticamente.

Y en cambio, confieso me resultó placentero leer sobre su enorme y rica vida artística porque A.P. resultó ser un tipo arriesgado, con miles de anécdotas derivadas de la lucha por imponer lo suyo. De partida nomás, no parece común que su familia marplatense se haya ido a intentar suerte en el Greenwich Village neoyorquino. Allí se instalaron entre sus cuatro y dieciséis años y ahí empezó a gustar del jazz y de Bach. Ahí también “camorreaba” a sus vecinitos, que lo llamaban “lefty” (zurdito) porque pegaba con la zurda, precisamente. Lo echaron de dos escuelas.

Su padre Vicente -típico papá exigente pero potenciador al que todos llamaban "Nonino" así como "Nonina" era su madre Asunta- lo mandó a aprender boxeo y también le regaló el primer bandoneón, que Astor al principio no quería usar porque rechazaba el tango que le producía nostalgias.

El nene conoció en Nueva York a Gardel cuando fue a filmar “El día que me quieras” porque “Nonino” le encargó que le llevara un regalo; como le cayó simpático el pibe de 14 años, Carlitos lo invitó a participar de extra en la película -haciendo de canillita- y en un asado Astor tocó su primer tango nada más y nada menos que junto a Gardel. También lo acompañó a hacer compras por la ciudad, haciéndole de traductor. Y aunque Gardel lo invitó a que los siguiera en la gira con Lepera y los suyos, los padres de Astor no lo dejaron. Si le hubieran dado permiso seguramente hubiera muerto en el famoso accidente de avión de 1935 en Medellín. El mismo dijo después: “¡Charlie, me salvé! En vez de estar tocando el bandoneón, ¡estaría tocando el arpa!”

En 1937, la familia Piazzolla vuelve a Mar del Plata y el joven Astor decide probar suerte en Buenos Aires. Pasado un tiempo, le consiguen una prueba y engancha en la orquesta de Troilo. No conozco tanto pero supongo que sería como jugar fútbol en la selección nacional junto a Maradona. Troilo lo tuvo entre 1950 y el 55 como bandoneonista y arreglador; después estuvo en la de Fiorentino. Y Pugliese, Rovira, Fresedo, Francini-Pontier y Basso tocaron en sus orquestas partituras de Piazzolla durante esos años. Es decir, un tipo requerido en el ambiente; que luego devendría en enfant-terrible. Sus arreglos influídos por el jazz no resultaban muy bailables y lo obligaron de a poco a ir abriéndose paso y hacer la suya, hasta largarse con su propio grupo en 1955 (Octeto Buenos Aires).

Entre los 40 y 50, Piazzolla había tomado clases con Alberto Ginastera y Nadia Boulanger, en Europa. Algunos dicen que no se trató en realidad de una búsqueda personal por adquirir nuevos conocimientos que mejoraran su composición sino, de algún modo, que le confirmaran desde “la academia” que la música popular de la cual partía era válida, tenía nivel. Es la profesora justamente quien lo alienta a profundizar la música de su pueblo, como lo hicieran Ravel, Bartok, Villa-Lobos o Manuel de Falla. Su propio amigo Horacio Ferrer dijo años después en una nota que “él tenía vergüenza del tango y lo que significaba” y que su aspiración era brindarle jerarquía. El viejo sentimiento de las clases media y alta argentinas, ¿no? La necesidad de ser aprobados por “los dueños de la cultura”, por Europa.

En 1958 A.P. decide viajar a Nueva York de nuevo, pero esta vez con su esposa Odette “Dedé” Wolf y sus dos hijos Diana y Daniel, para intentar suerte con su arte. Tiene un conjunto con intenciones de fusión tango-jazz pero solo consigue trabajo haciendo presentaciones con aditamentos gauchos e interpretando temas archiconocidos. Un bajón.

Estando allí compone en 1959 su creación más famosa, “Adiós Nonino”: para el propio Astor el mejor tango que compuso, el que nunca pudo superar a pesar de proponérselo. Estaba dedicado a su padre y lo hizo a los pocos días que le comunicaran a la distancia su fallecimiento. El suceso decanta su retorno a la Argentina.

El octeto propio que mencioné más arriba dicen estuvo inspirado en el grupo del saxofonista de cool jazz Gerry Mulligan, que le había volado la cabeza. Incorpora en el conjunto dos violines, dos bandoneones (Leopoldo Federico y él), un violoncello, un contrabajo, un piano (Atilio Stampone) y una guitarra eléctrica (Horacio Malvicino). ¡Si eso no era provocar! Años más tarde A.P. grabaría con Mulligan y también con el argentino Lalo Schiffrin, consagrado en Estados Unidos.

En plenos años 60 hasta la manera de empilchar suya y la de los integrantes del grupo parecía más de conjuntos pop que tangueros: nada de fijador de pelo, saco ni corbata ni lo que pudimos conocer en el almidonado programa de TV “Grandes valores del tango”; ¡tocaban tango con camisas floreadas! Por si fuera poco, Piazzolla no se callaba y respondía las críticas de periodistas y de músicos consagrados: un iconoclasta total.

"Si los recalcitrantes tangueros quieren criticarme —respondía— que lo hagan, a mí no me van a destruir. Yo no tengo nada que ver con el tango (...) ellos siguen creyendo en el compadrito y en el farolito, yo no. Yo hago música del Buenos Aires de hoy. Aquí no hay gauchos en la calle, ni avestruces, ni cuchilleros en la esquina. Somos una mezcla de franceses, italianos, alemanes, qué se yo".

Los únicos tangueros por quienes demostró respeto fueron Vardaro, Pugliese, Gobbi, Decaro y Salgán. También Troilo, en cuyo homenaje después compuso “Suite Troileana”. A los demás algún palo le tiró, por ejemplo acusándolos de ser aburridos “como viejitas tejiendo”, monótonos o conservadores.

Al tiempo, los tacheros cuando reconocían a Piazzolla no querían llevarlo porque “destruía” el tango. Y sus conciertos solían terminar a las trompadas ante las provocaciones de algunos oyentes indignados. "Parecíamos salidos del ERP ¡ocho guerrilleros subidos al escenario!”, dijo después. Siendo chico yo mismo –sin vivir en un medio tanguero- escuché más de una discusión con la famosa frase “¡eso no es tango!”, referida a la música de A.P.

Me ocurre con Piazzolla lo que a otros con el tango en general: me remite al alma porteña. ¿Y què corno es el alma porteña? Que se yo, cultura como usos y costumbres, modismos, una serie de sensaciones, un ambiente, un clima. Quizás es tonto pero escucho a Piazzolla y se que es Buenos Aires por la piel, por ese suspenso que producen sus compases y sutilezas, por los silencios y las tensiones de su genial música. Aunque de a ratos uno advierte en ella reminiscencias de los años 60, me da la impresión que en el siglo XXII, aunque en vez de taxis amarillos y negros se usen traspoladores de átomos, Piazzolla seguirá significando lo mismo para quienes lo descubran. “Adiós Nonino”… cada vez que escucho ese tema, puntualmente, se me pone “la piel de gallina” y moqueo, disimuladamente.

Alguna vez contó su amor imposible era Greta Garbo y quiso la suerte que en 1977 Piazzolla se la cruzara. Viajaba en avión de París a Nueva York invitado a tocar temas propios junto a la Filarmónica en el Madison Square Garden y le tocó sentarse al lado de su idolatrada G.G., que estaba medio de incógnito detrás de una capelina. A pesar de ser descarado para tantas cosas, no se animó a dirigirle la palabra en todo el trayecto. En un palabra, pudo pasar una noche junto a su gran amor pero su gran amor ni se enteró.

Las siguientes parejas de Piazzolla fueron la cantante Amelita Baltar y, después, la actriz Laura Escalada. Parece que, a la muerte de Astor, esta última patentó todo lo relacionado con el músico y nada puede llevar su nombre sin pagar derechos. Y dicen que por eso en Mar del Plata no han podido ponerle aún su nombre de homenaje a una calle. Volviendo a sus hijos: Diana escribió hace unos años la biografía de su padre (“Astor”) y Daniel, músico también. El nieto (Daniel “Pipi”) es un baterista de jazz muy reconocido en el circuito musical porteño.


3. Finestra aperta.

La movida interior que me produce Piazzolla no me ocurre, como dije, con cualquier cosa del tango y noto -me causa mucha curiosidad- que me toca resortes internos parecidos a los de algunas composiciones jazzeras de Pat Metheny, aunque no tengan ni el más remoto parentesco. Supongo que a un amante de la música clásica eso podría estar ocurriéndole indistintamente con Beethoven, Mozart o Erik Satie, por inventar casos.

Me parece que Piazzolla no ha sido un músico muy popular y si ello fue así es porque acceder a lo suyo no debe ser tan fácil. La opuesta idea al porqué la cumbia villera o el reggaeton pueden ser masivos. También a pura intuición creo que su música –por elaborada y apasionada- entra por el intelecto pero termina abrazando el corazón.

Curiosa transformación del tango tradicional, le extirpó el baile y, en cierta media, el canto. El tango de Piazzolla no se puede bailar y solo algunas baladas son cantadas. Un análisis que deben haber hecho mejor los críticos tangòfilos, pero debe haber contribuído sin duda a la falta de masividad de la música de A.P.

Ahora bien, algo muy original debe haber creado para que músicos increíbles de todos los géneros –del rock al jazz pasando por la clásica- se hayan acercado al mundo Piazzolla para abrevarlo (Gerry Mulligan, Gary Burton, Rastropovich, Daniel Barenboim, Egberto Gismonti, Jacques Morelenbaum, el violoncelista Yo-Yo-Ma, Kronos Quartet, Gidon Kremer). Son todos capos en lo que hacen y sintieron la necesidad de interpretarlo, aunque con distintos resultados.

Gary Burton, por ejemplo, quizás el mejor vibrafonista del mundo, hizo una gira con Piazzolla y su grupo y grabó en vivo “The new tango” en 1987 en el Festival de Jazz de Montreaux. Una década después grabó el disco “Reunion”, con ex músicos piazzollianos. Visitó Buenos Aires muchas veces, dió varios conciertos. No se que cosas más importantes tuve que hacer para habérmelo perdido (incluso estuvo en forma gratuita en la Biblioteca Nacional)... me confieso un pelotudo importante.

Tampoco tuve suerte cuando en diciembre de 1979 fui al estadio Obras a ver un concierto impresionante que incluía a Dizzy Gillespie, Hermeto Pascoal y Astor Piazzolla (ver foto abajo). Como suele ocurrir en Buenos Aires, el empresario aprovechó la bolada de un show que hicieron en el festival de jazz de San Pablo-Brasil y los contrató acá. Pero sin mayores explicaciones Piazzolla y su quinteto no estuvieron esa noche. Con semejantes nenes y por ser las entradas accesibles, no hubieron mayores protestas de la gente. Me encanta Hermeto pero esa noche fue un delirio de ruidos guturales y poca música. El que salvó las papas fue el enorme Dizzy Gillespie.


Dicen los que saben (sus antiguos partenaires Pablo Ziegler, Fernando Suárez Paz, Horacio Malvicino, etc.) que no es fácil tocar la música de A.P. porque el candidato tiene que recorrer un camino largo: primero, aprender a tocar tango, y luego, no caer en la trampa de ejecutar fielmente las partituras de Piazzolla sino intentar interpretar el “espíritu” de sus creaciones. Y eso no está escrito justamente en el papel, donde Astor volcaba solo lo primordial. Muchos de ellos son todavía contratados desde muchos lugares del mundo para realizar clínicas para músicos clásicos que quieren abordar Piazzolla o el tango. Los exPiazzolla son terribles músicos, con trayectorias de órdago -y yo no soy nadie- pero no puedo resistir la tentación de llamarlos “las viudas de Astor”. 

También en vano fueron muchos los intentos por hacer evolucionar la música de Piazzolla; es como si no pudieran darle una vuelta más de rosca. Cualquier cosa que quiera ponerse en su camino suena a copia mala y quien toca tango “a lo Piazzolla”, es reconocido ipso-facto. Pareciera que nadie puede arreglar su música. Quizás todavía se puede hacer sin tanto riesgo un tango novedoso pero no se puede reinventar el nuevo género que patentó Don Astor.

Verdad objetiva, Piazzolla es el compositor argentino más difundido y célebre en el mundo. Y tanto él como sus músicos tuvieron siempre más convocatoria en el exterior que en la Argentina misma. Podemos concluir que la oposición que tuvo su búsqueda vanguardista en nuestro país fue más por su osadía de retar a duelo al mundo del tango tradicional -una lucha estéril por las etiquetas- que por el juicio a la calidad intrínseca de su música. Bueno, también por una cuestión de conservadurismo de nuestros tangueros clásicos.

Piazzolla es una marca porteña contemporánea, nuestro Gershwin, nuestro Tom Jobim. ¿Quien lo pone en duda al final? Piazzolla es música de Buenos Aires. De la mejor. Horanosaurus.

                                   Homenaje a Piazzolla en el Centro Cultural Recoleta, Buenos Aires.


Por Juan Bedoian. Clarín 06/03/16. El 4 de julio de 1992, en una placita de Montreal, palpité todo el fervor y el cariño de la memoria patria. Estaba sentado en un banco y miraba cómo el prado verde, las flores y el luminoso cielo condensaban todas las alegrías del verano canadiense. Hasta ahí era un simple desconocido entre gente desconocida: o sea, nadie. Era un mundo precioso, pero distante y ajeno que en ese momento celebraba el Festival de Jazz de Montreal, en el que todos los años desfilan miles de artistas del mundo. De pronto, desde la vereda de un bar, surgió una melodía conocida, familiar: un saxofonista comenzó a tocar “Adiós Nonino”, la canción emblemática de Astor Piazzolla. Segundos después, a pocos metros, un clarinetista viejo y desgarbado promovió su propia versión del tema con una intensidad que te calaba los huesos; casi inmediatamente, en la esquina, se sumó un trío que interpretaba la misma canción. Comencé a caminar y, de todos lados, emergían, diáfanas, las cadencias de “Adiós Nonino” interpretadas por decenas de artistas invitados al festival. Asombrado, tuve la extraña sensación de ser un fantasma que caminaba entre los vivos hasta que uno de los músicos me dijo: “Acaba de morir Piazzolla en Buenos Aires y este es nuestro homenaje”. En ese instante, en ese momento justo, sentí que esa melodía de un compatriota genial me transformaba en alguien, exaltaba mi origen y dibujaba mi destino. Lejos de un nacionalismo que muchas veces es agresivo y perverso, aprendí que el universo es nuestra casa y que, simultáneamente, nuestra querida casa es el mundo entero.

BONUS TRACK

Quizás lo hayan advertido, quizás no, pero en este blog desarrollé una serie de entradas con el título de "Guía práctica garantizada de jazz, rock, pop, BSO & world music (500 discos para procurarse la felicidad)". Son recomendaciones musicales de este humilde melómano sin chapa de crítico profesional, cuyo objeto estimo queda claro en el mismo irónico título. Como cae de maduro, en el capítulo 2 dedicado al “Folklore argentino, sudamericanos y world music”, me sumergí en su momento en una revisión de la historiografía musical de Astor Piazzolla, seleccionando algunas de sus producciones. Acá recorto y pego mis conclusiones, con algunas redundancias obvias. Espero que les guste. Horanosaurus.  

**Astor Piazzolla – “Adiós nonino” (1969)

Tengo una historia personal con el tango y con Astor Piazzolla (Mar del Plata-Argentina, 1921-1992) en particular, un poco larga de explicar. Una anécdota que relato por separado (+). En paralelo, me ocurrió con ambos lo que a tantos otros: terminar admitiendo con el paso del tiempo que son parte insustituible de mi alma, porque lo son del alma porteña. Parece haber un mecanismo oculto en el rebelde interior juvenil de los argentinos que resiste aceptar al tango tempranamente, aunque la tendencia parece revertirse en las últimas generaciones. Algo que en un momento de la vida se rompe con un click activado por la acumulación de experiencias fuertes que provoca esta ciudad (“la ciudad de la furia”. De golpe nos descubrimos conmovidos por el ritmo y las cadencias tangueras y algunas letras ya no nos parecen tan pesadas y cobran sentido.

Piazzolla fue pieza fundamental del aggiornamiento y difusión del género y con él volvió a recorrer el mundo. Dentro mío precipitó un extraño circuito disparado por la curiosidad intelectual que terminó apoderándose de mi corazón: cada vez que escucho su música me lleva de la piel de gallina al moqueo con facilidad.

Resumir la carrera artística de Astor Piazzolla requiere recurrir a fuentes más potentes. Es la biografía apasionante de un tipo genial, caprichoso y audaz. Desde su niñez políglota en Nueva York en épocas de mafiosos y ley seca que le endurecieron la piel, con los padres buscándose un destino. Su increíble amistad con Carlos Gardel y el reclutamiento frustrado a los 14 (“Charlie, me salvé! En vez de tocar el bandoneón estaría tocando el arpa”). El dominio del bandoneón, el aprendizaje musical con Alberto Ginastera en Barracas y la conquista de Buenos Aires hasta convertirse en un arreglador tanguero muy requerido en la ciudad (Troilo, Fiorentino, Francini-Pontier), a veces resistido por sus intervenciones académicas “poco bailables”. A partir de las lecciones con la pianista y directora Nadia Boulanger en Francia, Piazzolla se lanza en una cruzada para imponer sus originalísimas creaciones, que le valdrían la oposición de la mayoría del ambiente tanguero tradicional pero también la adhesión de un público nuevo y una enorme fama mundial. A través de los años, se expresó mediante distintas formaciones como el octeto Buenos Aires (donde mete por primera vez una guitarra eléctrica en un grupo tanguero), una orquesta de cuerdas, el quinteto Nuevo Tango, el Nuevo Octeto y el Octeto Electrónico (durante sus años en Italia, que incluyó a su hijo Daniel en teclados y Miguel Angel Trelles en voz) y el sexteto Nuevo Tango, con dos bandoneones. Su sociedad con la cantante Amelita Baltar y el poeta Horacio Ferrer y tantos otros intentos creativos de imposible ennumeración. Compuso obras por encargo para formaciones de cámara y para bandoneón y orquesta. El listado de música para películas firmadas por Astor Piazzolla supera la veintena.

Este recomendado disco del mítico sello Trova que lleva por título su famosa composición, integra el Fame Hall latino de los Grammy, que destaca ediciones antiguas con significación especial (es el único de tango junto a “El día que me quieras” de Carlos Gardel, 1935). El quinteto de Piazzolla que lo grabó se completaba con Oscar López Ruiz (guitarra), Kicho Díaz (contrabajo), Antonio Agri (violín) y Dante Amicarelli (piano). Debido al éxito del tema homónimo -conocido en todo el universo y versionado por gran cantidad de formaciones orquestales de las más diversas nacionalidades- existen varios discos, bootlegs y recopilaciones de varias empresas discográficas con este mismo título, pero con contenidos diferentes. Busquen el original.

Como seguramente sabrán, la familia llamaba “Nonino” a Vicente Piazzolla, el padre de Astor. Lejos de su tierra y triste por su muerte en 1959, Astor compuso el tema más nostálgico de un tirón en la ciudad de Nueva York: “Adiós, Nonino”. Siendo un terrible inconformista, el mismo autor reconoció años después que fue su obra cumbre.

**Astor Piazzolla – “Live at the BBC” (1989)


Belleza y sutileza en los arreglos, profundidad en sus silencios y tensión, son algunas de las sensaciones que ofrece la genial música de Piazzolla. Este otro disco fue grabado en los estudios Bristol de la BBC con el llamado “The New Tango Sextet”, completado con Gerardo Gandini (piano), Horacio Malvicino (guitarra), Daniel Binelli (bandoneón), José Bragato (violoncello) y Héctor Console (contrabajo).

Antes que me olvide y quede en el tintero (que frase oxidada!): entre las decenas de grabaciones en vivo que andan dando vueltas, busquen también el choque de dos planetas -que se admiraban mutuamente-: Osvaldo Pugliese y Piazzolla coincidieron en un recital en el teatro Carré de Amsterdan, en junio de 1989. Otra joya que no pueden perderse es el duetto de bandoneones de Aníbal Troilo y Piazzolla en los temas “Volver” y “El motivo”, grabados en 1970 e incluídos en las Obras Completas de Troilo y algún otro disco. Emocionantes.

Piazzolla obtuvo incontables premios en su carrera. Ya que aludimos a los Grammy, Piazzolla recibió en forma póstuma (1992) su galardón a la mejor composición instrumental por la conmovedora “Oblivion”.

*Astor Piazzolla – “The rough dancer and the cyclical night” (1987)

Este CD tiene temas originales, no trillados como otros en su repertorio. Fue grabado en el Radio City de Nueva York para el sello Nonesuch, con un sexteto de músicos invitados y no habituales en las formaciones de Piazzolla. Toca nada menos que Paquito D´Rivera (clarinete y saxo). Pudo reclutar de urgencia a Rodolfo Alchourrón (guitarra eléctrica) y a su viejo conocido Fernando Suárez Paz (violín) porque algunos músicos disponibles “no pegaban una” y así se aseguró una base tanguera confiable. Se destacan “Milonga for three”, “Tango apasionado”, “Street tango” y “Leija’s game”. Creo que esta música fue parte de una banda de sonido o fue coreografiada, pero es lo de menos.

Con estos pocos recomendados, claro está, quedarían muchas cosas sin descubrir. Por ejemplo mis favoritas “Fuga y misterio”, “Vuelvo al sur” y “Buenos Aires hora cero”. Es una ardua tarea recorrer la discografía de Piazzolla, por su prolificidad, por atravesar distintas etapas creativas con distintas formaciones y la cantidad de grabaciones y actuaciones en vivo publicadas, a veces en forma trucha.

Piazzolla fue reconocido por su música mundialmente y despertó el interés de músicos consagrados que intentaron casi como un reto profesional recrear sus composiciones, con o sin la participación del mismo Astor y su instrumento líder. Verán desfilar a muchos de esos músicos en distintos capítulos de esta “Guía práctica musical garantizada”, lo que evita grandes descripciones. Los resultados de esos intentos, que muchas veces reemplazaron en forma drástica la instrumentación original de las creaciones del marplatense, han recibido elogios dispares de los especialistas y muchas veces fueron criticados por no capturar el “espíritu Piazzolla”.

Estos son. No intenta ser para nada una lista exhaustiva pero con el mismísimo Astor pudieron grabar cosas el saxofonista Gerry Mulligan (“Summit”, 1974), el vibrafonista Gary Burton (“The New Tango”, 1987) y el Kronos Quartet (“Five tango sensations”, 1989). Chick Corea no llegó a tiempo para intercambiar ideas.

Otras estrellas internacionales, con el apoyo de sus discográficas bajo el brazo, reclutaron después a músicos argentinos que compartieron la aventura piazzolleana en alguna de sus formaciones, por ej. Horacio Malvicino (guitarra y arreglos), Pablo Ziegler (piano), Antonio Agri y Fernando Suárez Paz (violín), Héctor Console (bajo) y Néstor Marconi (bandoneón), entre otros. Fueron los responsables de aportar la imprescindible “mugre tanguera” requerida para aprobar (concepto de difícil definición, se los dejo como tarea para el hogar). Muchas veces con el título de “… plays Piazzolla”, podríamos mencionar discos del guitarrista norteamericano Al Dimeola (sumando al gran bandoneonista salteño Dino Saluzzi), del amigo francés del acordeón Richard Galliano, siempre piazzolleando, o del eximio violonchelista chino/americano Yo Yo Ma con su “Soul of the tango” de 1997, que fue el disco clásico más vendido en Estados Unidos ese año: contiene el dúo de su cello y el bandoneón verdadero de Astor Piazzolla en “Tango Remembranzas”, truco tecnológico mediante. El pianista clásico judeo-argentino Daniel Barenboim, director de las orquestas sinfónicas de Chicago y de Berlin, sumó a Rodolfo Mederos para su “Mi Buenos Aires querido”, consagrado básicamente a Piazzolla y a Horacio Salgán.

(+) mi padre fue bandoneonista durante su juventud y gran fanático del tango, siempre. Entre otros roces generacionales, nosotros los tuvimos con la política y la música. Durante mi adolescencia el descubrimiento del rock fue apasionante y al tango no lo soportaba, representaba lo malo de las generaciones viejas. Años después, cuando hubiera rogado tener su bandoneón, mi padre ya no lo tenía y había fallecido. Hoy me gustan muchas cosas del tango (Gardel, Pugliese, Salgán) pero no al nivel de desempolvar algunos discos de pasta de 78 rpm que le quedaron ni revolver anaqueles. Me parece que el tango se añora más cuando no se tiene a mano: ¡como nuestros viejos o Buenos AIres! Mi segundo nombre, Aníbal, fue un homenaje de mi papá a su admirado Aníbal Troilo, inmenso bandoneonista y autor calificado. En realidad, me quiso poner “Astor” (por Piazzolla) –su más admirado solista en las primeras épocas- pero no lo dejaron en el registro civil porque no estaba en la lista de los nombres “permitidos” por la burocracia. La otra parte es así: la etapa creadora de Piazzolla que a mi me subyuga -un tango mucho menos tradicional para quien no sabe del tema-, fue la que alejó a mi padre de la música de Piazzolla. Por “réprobo”, digamos. Lo tengo explicado en otra entrada de este blog llamado “Piazzolla, mi viejo y yo”, con más data de este gran marplatense.

No pude ver nunca en vivo a Astor Piazzolla, quizás porque lo descubrí tardíamente, pero tuve una oportunidad casi fortuita.Como mencioné antes, lo habían anunciado en el estadio Obras Sanitarias en diciembre/79 junto a Hermeto Pascoal y Dizzy Gillespie pero no se porqué motivo no se presentó en el espectáculo, al final. ¡Quién iba a pedir mucha explicación o la devolución de la entrada con semejante show remanente!

Desde el vamos vengo reconociendo mi déficit para analizar sistemáticamente el tango, defecto agravado por no saber bailarlo siendo porteño. Para subsanar parcialmente el inconveniente, les paso la recomendación de afiatados críticos locales de música (Gabriel Senanes, Federico Monjeau, Mariano del Mazo, etc.), que hace unos años hicieron una lista con los discos imprescindibles del tango argentino. Aquí van:

*MI NOCHE TRISTE (1917) Carlos Gardel con guitarra. Primera grabación de tango de Gardel. Es la piedra fundamental del género del tango-canción. En la otra cara venía la Zamba Puntana, por el dúo Gardel-Razzano.
*JULIAN (1924) Rosita Quiroga con orquesta. Este éxito entronizó el estilo único de Rosita. En 1926 lo grabó con guitarras.
*SENTIMIENTO GAUCHO (1924) Orquesta de Francisco Canaro. La primera grabación, instrumental, de sus muchos registros de este hit propio.
*MALA JUNTA (1927) Sexteto de Julio De Caro. Un disco que trajo dos lados A: en la otra cara, Flores negras, de Francisco De Caro.
*LA PUÑALADA (1943) Orquesta de Juan D´Arienzo. Fue su segunda grabación de esta milonga. Con una versión de “La cumparsita” al dorso, fue el disco más vendedor de la historia del género.
*QUEJAS DE BANDONEON (1944) Orquesta de Aníbal Troilo. En arreglo de Piazzolla, el tango de Filiberto se convertiría en clásico de Troilo.
*LA YUMBA (1946) Orquesta de Osvaldo Pugliese. Pugliese condensa toda la riqueza rítmica de su estilo orquestal en este tango. Salió con “Mal de amores”.
*EN LUNFARDO (1964) Edmundo Rivero, con acompañamiento de guitarras. El primero de tres volúmenes temáticos, trae “Amablemente”, “El ciruja”, “Barajando”.
*LA MAXIMA EXPRESION DEL TANGO (1964) Roberto Goyeneche. Maduro y entero: Goyeneche solista en un punto justo.
*ADIOS NONINO (1969) Astor Piazzolla y su quinteto. Este LP reúne el tipo de formación favorito de Piazzolla, uno de sus arreglos preferidos de “Adiós Nonino” y el perdurable “Otoño porteño”.

6 comentarios:

  1. Tambien me hiciste emocionar. No sabía la historia de "Anibal". Me gustó mucho como escribiste esta entrada, bien llevada y sobre todo bien cerca de los sentimientos de tu vida. Tu viejo, Peron y Astor.
    Vos decis que Piazzolla te entró por el intelecto y te abrazó el corazón....creo que igual que Peron.
    No hay otra música con la que identifique bs as que la de Piazzolla.
    Un beso.

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  2. Gracias por los halagos (¿viste que tengo corazon?) pero lo decis porque sos amigo. Si, igual que Peron... Horacio de Virrey del Pino.

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  3. La foto familiar. Increible ver a tu viejo rodeado de todos sus hijos. Hermosa.

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  4. hola que apellido era tu viejo.... que lastima que lo defrudo piazolla pero es entendible, un abrazo

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    1. Una defraudacion artistica, simplemente. Por lo que lei, Piazzolla era parte integrante del ambiente tanguero de su epoca y luego se sale con semejante innovacion. No creo que mi padre haya conocido en persona a su viejo idolo.. todavia debo averiguar en que orquesta tocaba durante sus años mozos y obtener info.. el apellido es Mendez. Te mando un abrazo!

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