miércoles, 26 de mayo de 2021

Lecturas para veganos, vegetarianos y afines


05/05/11 - “Flexitarianos”: vegetarianos en retirada
10/04/14 - Basta de verso, vegetarianos!

En estas entradas previas junté una serie de artículos y conceptos sosteniendo que comer carnes es una cultura normal y beneficiosa que debe ser valorizada y no demonizada. Que las corrientes que fomentan el veganismo o sus variantes -aunque puedan ser divulgadas en libertad- utilizan en su favor muchos argumentos falsos y hasta ofensivos para los demás. A veces se convierten en tristes movidas snobs, o peor, intentan imponerse al resto de la gente en franca actitud facista. Suelen pertenecer a un sector poblacional que tiene la suerte de no sufrir necesidades y puede elegir alimentos a veces más caros y sofisticados. Porque es una verdad incontrastable que, en todo el mundo, quienes la reman y aspiran a elevar su calidad de vida procuran un mayor consumo de proteínas de origen animal. China y el sudeste asiático son un claro ejemplo. 

Las únicas objeciones al consumo de carnes dignas de ser discutidas pueden ser las referidas a la cría y faena de animales domésticos para proveer de alimentación de calidad a la vasta población humana, y son básicamente dos: la emisión de gases contaminantes/contribuyentes al calentamiento global provocados por la ganadería y la supuesta crueldad infringida al sacrificarlos en frigoríficos. Ambas son rebatidas contundentemente con bases científicas: el balance de carbono de la producción ganadera que generó dudas partió de fundamentos equivocados que luego debieron corregirse. Y los animales son criados con protocolos de bienestar aceptados mayoritariamente y sacrificados de modo indoloro. Aunque las conclusiones son claras para todo aquel que desee informarse bien, nada se puede argumentar contra la sensibilidad de las personas que se impactan al imaginar ciertas imágenes, porque son reacciones individuales lógicas. Solo me atrevería a responder que la falta de proteína animal provocaría hambrunas dolorosas de consecuencias peores y, del mismo modo y bajo ese pensar, debería prohibirse la pesca, la poda de frutales e incluso la cosecha de cereales y oleaginosas, todos seres vivos. Claro está, también impedir el tratamiento de plagas hogareñas (cucarachas, piojos, ratas) o agropecuarias (chinches, gusanos, gorgojos, langostas, aves, etc.)

Hay otras objeciones, ya no de orden ambiental o humanitario, que deben ser atendidas con seriedad. Son las derivaciones negativas del exagerado consumo de carnes, la necesidad de su inclusión equilibrada en la dieta y la acusación a los alimentos procesados en base a carne de ser agentes carcerígenos. Acá también hay mucho para informarse y sacar conclusiones válidas. Requieren precauciones y un comportamiento responsable de nuestra parte.

Nuevas lecturas que aclaran todas esas cuestiones me motivan a seguir removiendo el avispero, para ofrecerlas a quienes quieran ampliar su información. Para no repetir slogans, como hicieron hace poco los ignorantes legisladores de la ciudad de Buenos Aires con los "lunes sin carne". Como hacen los funcionarios vendehumo que prohíben otra vez la exportación de carnes argentinas para fracasar con lo mismo. Horanosaurus.  

PD: una alianza secreta entre la máquina de hacer pobres peronista y los vegetarianos, consiguió en 2021 que el consumo de carne vacuna de los argentinos haya tocado su mínimo histórico registrando 48 Kg./habitante al año (logro que rivaliza con la pobreza récord del 42% y la veda educativa más larga del mundo). Se estima que en pocos años más, los vegetarianos habrán vencido y la oligarquía ganadera deberá buscar asilo en países vecinos. No es una fake new de los medios hegemónicos comandados por Magnetto para desprestigiar al gobierno nacional y popular de Cristina, el príncipe Máximo y los camporitos. Es una triste realidad que no pueden explicar. 

¿Es el ser humano “naturalmente” vegano? Acá vas a encontrar la respuesta

Bichos de Campo. 21/04/21.

José Jáuregui, doctor Ciencias Agrarias por la Universidad Nacional de Mar del Plata, se define como un “investigador con los pies sobre la tierra”. Trabaja como técnico de desarrollo en una empresa de semillas forrajeras y tiene un emprendimiento propio dedicado a realizar análisis de interés agropecuario con uso de imágenes obtenidas a través de drones, además dar clases en la Universidad Nacional del Litoral. En el presente artículo presenta evidencia científica sobre una cuestión muy debatida en los últimos años.

En muchas ocasiones hemos escuchado hablar de cómo el veganismo puede salvar al planeta. Y por qué es importante que nos volquemos en forma drástica y urgente a esa práctica para poder sostener la vida en la tierra. En una nota anterior para Bichos de Campo he discutido por qué muchas afirmaciones de este movimiento son falsas. Pero hoy quiero detenerme en otro dilema interesante: ¿son los seres humanos “naturalmente” veganos? Es decir, ¿están fisiológicamente aptos para el veganismo en todas las etapas de su vida? 

Empecemos por el principio. El ser humano es, por definición, un animal omnívoro porque es capaz de digerir vegetales y carnes. De hecho, el consumo de carne parece haber sido central en el desarrollo de los primeros homínidos. Tal es el caso de Homo erectus, cuyo desarrollo evolutivo puede ser explicado por el cambio de dieta. 

Homo erectus se diferenciaba sustancialmente de otros homínidos debido a que presentaba un cerebro más grande, dientes y músculos masticatorios más pequeños, menor fuerza de mordida y un estómago más pequeño que el de sus antecesores.

El consumo de carne y el uso de herramientas parecen haber sido claves para lograr esos cambios. Esto se debe a que la carne presenta mayor concentración energética que los vegetales y requiere menos tiempo de masticación que éstos. Si la dieta de H. erectus incorporaba 1/3 de carne, esto significaba dos millones menos de ciclos de masticación (13%) al año y un 15% menos fuerza masticatoria comparados con una dieta de vegetales. Comer carne permitió entonces liberar energía para desarrollar el cerebro. El cerebro humano es una máquina complejísima que consume entre 350-450 kcal/día. Eso equivale al 20-25% del requerimiento de un adulto.

En los niños de 5 a 6 años de edad, el cerebro puede ser responsable del 60% del total de la energía requerida. Para que el ser humano primitivo haya tenido oportunidad de desarrollar su cerebro, fue necesario desviar una gran cantidad de energía. Esto se logró consumiendo carne, usando utensilios y, más tarde, cocinando los alimentos. Como consecuencia, nuestro aparato digestivo se achicó y nuestro cerebro se agrandó. Gracias a esos (y otros procesos), hoy somos Homo sapiens.

Ahora quiero invitarlos a pensar un poco en anatomía comparada. ¿En cuánto se parece un ser humano (omnívoro por naturaleza) y un rumiante (especialista en digerir celulosa, indigestible para el hombre)? Digamos que en poco. Una vaca tiene varios “estómagos”. Para el caso de una vaca lechera de 550 kilogramos, el retículo-rúmen tiene un peso de 12 kilogramos, el omaso de 6 kilos y el abomaso de otros 3 kilos. El peso total de esos “estómagos” (21 kilogramos) equivale al 4% del peso vivo total del animal. Gracias al tamaño gigantesco de su aparato digestivo, esa vaca es capaz de comer el equivalente al 10-15% de su peso vivo (50-75 kg) de alimento por día. La razón de semejante ingesta y de esos “estómagos” tiene que ver con que la celulosa (un componente mayoritario en la pared celular vegetal y la molécula biológica más abundante de la tierra) es una molécula de difícil digestión y de bajo valor nutricional. Y requiere, por eso, de intermediarios (bacterias) para ser degradada y aprovechada por el rumiante.

La fermentación bacteriana ocurre mayormente en el retículo-rumen y el omaso. La comida que llega allí alimenta primero a billones de bacterias y protozoos capaces de degradar, entre otros compuestos, a la celulosa. La degradación de esos compuestos resulta en la liberación de ácidos grasos volátiles que servirán como fuente de energía para el rumiante.

El abomaso libera enzimas similares a las de otros animales monogástricos como el hombre. Por eso, la digestión en un rumiante es mayormente de tipo bacteriana: son las bacterias las que descomponen el alimento y liberan compuestos que luego son utilizados por el rumiante.

Ahora analicemos qué pasa con el ser humano. Homo sapiens tiene solo un estómago. Su peso promedio en un adulto es de 150 gramos. Considerando un peso adulto promedio de 75 kilogramos, el estómago es solo el 0,2% del peso vivo. ¡Esto es 20 veces menos que el de una vaca! Esto se asocia a su historia evolutiva. Homo sapiens desciende de los primates, que eran omnívoros. Comer animales, como ya mencionamos, les permitió destinar energía a satisfacer un cerebro hambriento y permitió el giro evolutivo que dio origen al hombre moderno. Asimismo, la digestión en el ser humano es mayormente enzimática (no hay bacterias que digieran alimento como en los rumiantes). De allí que ningún ser humano sea capaz de digerir celulosa.

Entonces, ¿es el ser humano naturalmente vegano? La evidencia científica indica que no. Somos omnívoros por naturaleza y nuestro sistema digestivo así lo indica. Asimismo, la dieta vegana debe ser supervisada por un profesional de la salud para evitar carencias que deriven en problemas serios de salud, particularmente en infantes. Y es una dieta no aconsejada para niños en activo crecimiento por la Sociedad Argentina de Pediatría y otras asociaciones similares de los principales países del  mundo. Además, en un país con 50% de niños por debajo de la línea de pobreza y con serias carencias nutricionales, resulta paradigmático que se proponga el veganismo como una alternativa “saludable”. Entonces, ¿por qué no abogar por una dieta equilibrada que responda a nuestra fisiología digestiva?

Referencias bibliográficas

-Zink, K.D. and D.E. Lieberman, Impact of meat and Lower Palaeolithic food processing techniques on chewing in humans. Nature, 2016. 531(7595): p. 500-503.
-Rolfe, D. and G.C. Brown, Cellular energy utilization and molecular origin of standard metabolic rate in mammals. Physiological reviews, 1997. 77(3): p. 731-758.
-Gibbons, A., Solving the brain’s energy crisis. Science, 1998. 280(5368): p. 1345-1347.
-Reynolds, C., et al., Visceral tissue mass and rumen volume in dairy cows during the transition from late gestation to early lactation. Journal of dairy science, 2004. 87(4): p. 961-971.
-Haddad, S., C. Restieri, and K. Krishnan, Characterization of age-related changes in body weight and organ weights from birth to adolescence in humans. Journal of Toxicology and Environmental Health Part A, 2001. 64(6): p. 453-464.
-Aguirre, J.A., et al., Compromiso neurológico grave por déficit de vitamina B12 en lactantes hijos de madres veganas y vegetarianas. Arch Argent Pediatr, 2019. 117(4): p. e420-4.
-Nutrición, C.N.d., Dietas vegetarianas en la infancia. Archivos Argentinos de Pediatría, 2020. 118(4): p. 11.
-Ferreiro, S.R., et al. Recomendaciones del Comité de Nutrición y Lactancia Materna de la Asociación Española de Pediatría sobre las dietas vegetarianas. in Anales de Pediatría. 2020. Elsevier.
-Pawlak, R., To vegan or not to vegan when pregnant, lactating or feeding young children. European journal of clinical nutrition, 2017. 71(11): p. 1259-1262.
-Richter, M., et al., For the German Nutrition Society (DGE).(2016). Vegan diet. Position of the German Nutrition Society (DGE). Ernahrungs Umschau, 2016. 63(04): p. 92-102.



El consumo de carne en forma moderada es clave para el desarrollo

Las proteínas, vitaminas y minerales que aporta son importantes para el mantenimiento de la masa muscular, las defensas y el desarrollo cerebral. Por Alberto Cormillot (*) InfoBAE 08/04/21.

La carne es una pertenencia al ser humano, es una tradición gastronómica y de identidad colectiva del hombre a lo largo de la historia. El asado no es argentino, el asado es la primera comida que comió el hombre, y la comió hace un millón de años o más. 

Cuando hablamos de carne, podemos referirnos a los factores filosóficos o los nutricionales, que es el aspecto en el que yo hablo. De las energías y las proteínas que da carne, vitaminas y minerales que brinda al organismo. Todo esto ayuda al mantenimiento de la masa muscular, producción de enzimas, de hormonas, energía, sistema nervioso central, las defensas, el hierro, el zinc, las vitaminas del grupo B, las proteínas, son importantes para las defensas. Ayudan a proteger la piel, previenen la anemia y fomentan el desarrollo de cerebral. 

Un bife de 100 gramos cubre el 30% de las proteínas, el 4% de las grasas, depende del tipo de carne que sea, ¿no? vitaminas del grupo B, en cantidad variable que puede ir del 20% al 60%, la B12 cubre el 85%, el 14% de hierro, y el 45% de zinc. Tiene selenio también, y bueno es como proteína es la proteína completa junto con la de la clara de huevo, son las proteínas más completas que hay, quiere decir que tienen todos los aminoácidos que son necesarios para para hacer una alimentación saludable.

Con respecto al hierro, se la destaca porque la anemia, a nivel mundial es un problema crítico y las personas que comen un poco de carne están haciendo prevención de la anemia. La carne tiene sus aspectos importantes en el niño, en el embarazo y en el adulto mayor. En la niñez, es indispensable, un chico que no tenga hierro es un chico que se distrae, un chico que rinde menos en el colegio.  

Cuando se la asocia al desarrollo de ciertas enfermedades, hay que recordar que esto se refiere a las carnes procesadas, como los embutidos. La carne procesada se refiere a la carne que ha sido transformada a través de la salazón, el curado, la fermentación, el ahumado, u otros procesos para mejorar su sabor o su conservación. La mayoría de las carnes procesadas contienen carne de cerdo o carne de res, pero también pueden contener otras carnes rojas, aves, menudencias o subproductos cárnicos tales como la sangre. 

La carne procesada fue clasificada como Grupo 1, cancerígeno para los seres humanos. Esta categoría se utiliza cuando hay suficiente evidencia de carcinogenicidad en humanos. En otras palabras, hay pruebas convincentes de que el agente causa cáncer. La evaluación se basa generalmente en estudios epidemiológicos que muestran el desarrollo de cáncer en humanos expuestos ya que provoca cáncer colorrectal. También se vio una asociación con el cáncer de estómago, pero la evidencia no es concluyente. El riesgo aumenta con la cantidad de carne consumida. Cada porción de 50 gramos de carne procesada consumida diariamente aumenta el riesgo de cáncer colorrectal en aproximadamente un 18%.  

*El doctor Alberto Cormillot es un reconocido médico argentino especialista en obesidad, educador para la salud, escritor y conferencista. Fundó y dirige la Clínica de Nutrición y Salud que lleva su nombre, Dieta Club, la Fundación ALCO (Anónimos Luchadores Contra la Obesidad) y el Instituto Argentino de Nutrición, desde donde asesora a industrias para la elaboración de productos dietéticos y saludables. Realización: Melanie Flood y Thomas Khazki / Edición de video: Patricio Staricco/ Producción: Macarena Sanchez. 

La amenaza del lobby contra la carne vacuna

Según estudios de la Universidad de Oxford, para producir 100 gr de proteínas, los bovinos demandan más tierras y agua que los granos, y generan mayor contaminación. Sobre esta base, grupos ecologistas y veganos de la UE proponen desacoplar la producción de carne del uso de recursos naturales. La estrategia para enfrentar esta visión que intentan imponer a nivel mundial, según el investigador Ernesto Viglizzo. Por Ing. Agr. Liliana Rosenstein, Editora de Valor Carne. 22 de junio, 2020.

“Lunes sin carne”: enojo en el agro por una adhesión de la Legislatura de CABA

El Instituto de Promoción de la Carne Vacuna (IPCVA) defendió el consumo de este producto ante la declaración de “interés ambiental” de esa campaña. LN 03/05/21.

Luego de que la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires aprobara un proyecto de declaración de interés ambiental para la campaña global “Lunes sin carne”, el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (Ipcva) remarcó que la ganadería local solo aporta el 0,15% de las emisiones globales. Además, señaló que su sistema de producción “mejora la fertilidad del suelo, evita la erosión y es beneficioso para la biodiversidad”. También destacó que la carne es un producto de calidad en términos de nutrición.

La legislatura porteña aprobó la semana pasada una iniciativa impulsada por Mercedes de Las Casas y Carolina Estebarena, ambas de Vamos Juntos. Según recuerdan las legisladoras en su proyecto, “Lunes sin carne” es una campaña internacional sin fines de lucro que “alienta a las personas a no comer ningún tipo de carne los días lunes”.

En 2003 el publicista Sid Lerner, junto con la escuela de Salud Pública Johns Hopkins Bloomberg, promovió la campaña para prevenir enfermedades por el excesivo consumo de carne. En tanto, desde 2009 Paul McCartney y sus hijas Mary y Stella han tomado la iniciativa y le dieron un impulso.

Tras conocerse lo resuelto en la Legislatura porteña, el IPCVA emitió un documento titulado “La ganadería vacuna no es parte del problema sino parte de la solución”

Allí precisó que “las afirmaciones que favorecen una ingesta baja de carne son cuestionadas científicamente”. Añadió: “La carne es un alimento de alta calidad bien conocido por los seres humanos rico en nutrientes esenciales, como los aminoácidos de alto valor nutritivo que nuestro cuerpo no puede sintetizar en las cantidades adecuadas, EPA (ácido eicosapentanoico), DHA (ácido docosahexaenoico) omega-3, hierro hem, vitaminas B12 y D3, creatina, carnosina, taurina, particularmente importante en el desarrollo cerebral de los bebés”. 

“Esto último es relevante ya que estudios llevados por equipos de profesionales del Hospital Garrahan de Buenos Aires han demostrado el riesgo, particularmente en lo que hace a deficiencia de vitamina B12, que corren las madres veganas que no incluyen carne en sus dietas antes de la concepción hasta el final de la lactancia materna”, indicó.

Según el organismo, “los sistemas de producción basados en el pastoreo contribuyen a mejorar la fertilidad del suelo, evitan la erosión, son beneficiosos para la biodiversidad y, en el caso particular de la agrosilvicultura, adicionalmente mejoran los ingresos de los productores derivados de la madera y el ganado que pastorea las forrajeras implantadas en el monte”. 

Secuestro de carbono. “En nuestro país, el aporte de la ganadería vacuna a las emisiones totales del planeta es de solo 0,15 %. Se destinan aproximadamente 65 millones de hectáreas a la ganadería, tierras que no son aptas para la producción de otro tipo de alimento para el hombre. El uso de un área de tierra tan significativa a través del pastoreo implica que el secuestro de carbono (CO2) atmosférico en el suelo es más relevante de lo que se pensaba anteriormente. La energía utilizada por el ganado para vivir deriva de la fijación de CO2 a través de la fotosíntesis por parte de las especies forrajeras que consumen. El CO2 permanece en la atmósfera por mucho más tiempo que el metano producido en la digestión de los alimentos por los vacunos. Por lo tanto, si bien el valor de emisión del metano es mayor, cuya magnitud es motivo atcualmente de revisión, al permanecer menos tiempo resulta en un efecto ambiental neto menor”, explicó. 

El IPCVA apunta contra “el lobby de los países más industriales y contaminantes del mundo” que, precisó, “ha impulsado con una fuerte política comunicacional que se le preste atención exclusivamente a las emisiones pero no al secuestro”.

“Ello pone en un pie de desigualdad a la producción de ganado vacuno, por ejemplo en nuestro país los factores por defecto provistos por el IPCC subestiman en un 32% la acumulación de carbono en la biomasa aérea de los renovales”, señaló. 



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