domingo, 17 de agosto de 2014

Israel: racismo en Gaza


Foto: Paul Hansen. World Press 2013. 

No hace falta resaltar la personalidad de un tipo crítico como Noam Chomsky, que dispara sus verdades sobre el genocidio palestino desde el mismo corazón del imperio. La mayoría de la gente no repara en la miserabilidad de ciertos cínicos líderes mundiales israelitas y sajones que -en oportunidad de la muerte de Mandela- tienen el cinismo de alabarlo mientras sus manos chorrean sangre. Para eso pego estos artículos reveladores. Vale la pena leer también el análisis de un judío sensible y amplio como Daniel Barenboim, prestigioso músico nacido en la Argentina que estimo todos conocen y debería ser premiado con un Nobel de la Paz por sus movidas. Aunque después de ver quienes lo recibieron (Roosevelt, Beguin, de Klerk, Peres, Obama y otros sospechosos) mejor que no le den nada.  Pero de eso se trata: despegarse  de etiquetas y ser humanos, no salvajes. Horanosaurus.

Pesadilla en Gaza

Por Noam Chomsky: profesor emérito de lingüística y filosofía en el Instituto Tecnológico de Massachusetts en Cambridge, Mass, EU. Distributed by The New York Times Syndicate. 04/08/14 (reproducido en Perfil.com y otros medios). 

04/08/14. Entre todos los horrores desplegados en la más reciente ofensiva israelí en Gaza, el objetivo de Tel Aviv es simple: volver, a la chita callando, a la norma. En Cisjordania, la norma es que Israel continúe su construcción ilegal de colonias e infraestructura para poder integrar a su territorio cualquier cosa que pueda ser de valor, mientras confina a los palestinos en cantones inviables y los sujeta a represión y violencia.

En Gaza, la norma es una existencia miserable bajo un sitio cruel y destructivo, que Israel administra para permitir apenas la subsistencia, pero nada más.

La más reciente escalada israelí fue disparada por el brutal asesinato de tres muchachos de una comunidad de colonos en Cisjordania ocupada. Un mes antes, dos chicos palestinos fueron muertos a tiros en la ciudad de Ramalá, en esa misma zona. Ese hecho despertó poca atención, lo cual es entendible, puesto que es rutina.

El desdén institucionalizado por la vida de los palestinos en Cisjordania explica no sólo por qué recurren a la violencia –escribe Mouin Rabbani, analista de Medio Oriente–, sino también el más reciente ataque israelí a la franja de Gaza.”

En una entrevista, el defensor de derechos humanos Raji Sourani, que ha permanecido en Gaza durante los años de brutalidad y terror israelí, señaló: “La frase que con más frecuencia escuchaba cuando la gente empezaba a hablar de un cese el fuego era: ‘todos dicen que es mejor para nosotros morir y no regresar a la situación que teníamos antes de esta guerra. No queremos eso de nuevo. No tenemos dignidad ni orgullo; sólo somos blancos fáciles, y muy baratos. Si la situación no mejora en verdad, es mejor morir’. Hablo de intelectuales, académicos, personas comunes y corrientes. Todos lo dicen”.

En enero de 2006, los palestinos cometieron un crimen grave: votaron por quien no debían en una elección libre cuidadosamente vigilada, y entregaron el control del parlamento a Hamas. Los medios proclaman constantemente que Hamas está dedicado a la destrucción de Israel. En realidad, los líderes de Hamas han dejado en claro en repetidas ocasiones que aceptarían una solución de dos estados, de conformidad con el consenso internacional que ha sido bloqueado por Estados Unidos e Israel durante 40 años. En contraste, Israel, fuera de unas cuantas palabras vanas, está dedicado a la destrucción de Palestina, y se aplica en ese cometido.

El crimen de los palestinos en enero de 2006 fue castigado de inmediato. Estados Unidos e Israel, con la vergonzosa adhesión de Europa, impusieron severas sanciones a la población errante e Israel incrementó su violencia. Rápidamente, Estados Unidos e Israel empezaron planes para un golpe militar que derrocara al gobierno electo. Cuando Hamas tuvo el descaro de revelar los planes, los ataques israelíes y el sitio se volvieron mucho más severos.

No debería haber necesidad de revisar el deplorable historial de lo ocurrido desde entonces. El sitio implacable y los salvajes ataques son acentuados por episodios de cortar el césped, para tomar prestada la alegre expresión con que designa Israel sus periódicos ejercicios de tirotear a los peces en el estanque como parte de lo que llama guerra de defensa. Una vez que cortan el césped y los desesperados pobladores buscan reconstruir algo después de la devastación y los asesinatos, se acuerda un cese del fuego. El más reciente se estableció después del asalto israelí de octubre de 2012, llamada operación Pilar de Defensa.

Aunque Israel mantuvo el sitio, Hamas observó la tregua, como concede Tel Aviv. Las cosas cambiaron en abril de este año, cuando Fatah y Hamas forjaron un acuerdo de unidad que instauró un nuevo gobierno de tecnócratas, sin afiliación a ninguno de los dos partidos. Naturalmente, Israel estaba furioso, y más aún cuando hasta el gobierno de Obama se unió a Occidente en indicar aprobación. El acuerdo de unidad no sólo socava la aseveración de Israel de que no puede negociar con una Palestina dividida, sino también amenaza el objetivo de largo plazo de separar Gaza de Cisjordania y proseguir sus políticas destructivas en ambas regiones.

Algo tenía que hacerse, y la ocasión se presentó el 12 de junio, cuando los tres jóvenes israelíes fueron asesinados en Cisjordania. En un principio el gobierno de Netanyahu sabía que estaban muertos, pero fingió que lo ignoraba, lo cual dio la oportunidad de lanzar una incursión en Cisjordania, con Hamas por objetivo. El primer ministro Benjamin Netanyahu afirmó tener cierto conocimiento de que Hamas era el culpable. También resultó mentira. Una de las principales autoridades sobre Hamas, Shlomi Eldar, informó casi de inmediato que muy probablemente los asesinos procedían de un clan disidente de Hebrón que desde hace mucho tiempo ha sido una espina en el costado de Hamas. Eldar añadió: Estoy seguro de que no recibieron luz verde de la dirigencia de Hamas; sólo les pareció que era momento de actuar.

Sin embargo, la escalada de 18 días después del secuestro logró minar el temido gobierno de unidad, e incrementó drásticamente la represión israelí. Israel también llevó a cabo docenas de ataques en Gaza, y el 7 de julio dio muerte a cinco miembros de Hamas. Al final Hamas reaccionó disparando sus primeros cohetes en 19 meses, lo cual dio pretexto a Israel para lanzar su operación Borde Protector el 8 de julio. Al 31 de julio se había dado muerte a unos mil 400 palestinos, en su mayoría civiles, entre ellos cientos de mujeres y niños. Y a tres civiles israelíes. Grandes áreas de Gaza habían quedado reducidas a escombros. Cuatro hospitales habían sido atacados; cada ataque fue un crimen de guerra más.

Funcionarios israelíes exaltan la humanidad del que llaman el ejército más ético del mundo, que informa a los habitantes de que sus hogares serán bombardeados, práctica que es sadismo disfrazado santurronamente de piedad, en palabras de la periodista israelí Amira Hass: Un mensaje grabado demanda a cientos de miles de personas que dejen sus hogares ya elegidos como blancos, por otro lugar igualmente peligroso ubicado a 10 kilómetros de distancia.

De hecho, no hay lugar en la prisión de Gaza que esté a buen resguardo del sadismo israelí, que puede incluso exceder los terribles crímenes de la operación Plomo Fundido de 2008-09. Las terribles revelaciones suscitaron la reacción acostumbrada del presidente más moral del mundo, Barack Obama: gran simpatía por los israelíes, acerba condena de Hamas y llamados a la moderación a ambas partes.

Cuando los ataques actuales se detengan, Israel espera quedar libre para continuar sin interferencia sus políticas criminales en los territorios ocupados, con el apoyo estadunidense que ha disfrutado en el pasado. Y los pobladores de Gaza quedarán en libertad de regresar a la norma en su prisión gobernada por Israel, en tanto en Cisjordania los palestinos podrán observar en paz cómo Israel desmantela lo que quede de sus posesiones.

Tal es el desenlace probable si Estados Unidos mantiene su apoyo decisivo y virtualmente unilateral a los crímenes israelíes y su rechazo al consenso internacional que desde hace tanto tiempo existe en torno a un acuerdo diplomático.

Pero el futuro sería muy distinto si Washington retirara ese apoyo. En ese caso sería posible avanzar hacia la solución duradera en Gaza a la que ha convocado el secretario de Estado John Kerry, la cual ha suscitado condena histérica en Israel porque la frase podría interpretarse como un llamado a poner fin al sitio y a los ataques constantes israelíes. Y –horror de horrores– la frase podría incluso interpretarse como un exhorto a aplicar el derecho internacional en el resto de los territorios ocupados.

Hace 40 años Israel tomó la fatídica decisión de elegir la expansión sobre la seguridad, rechazando un tratado total de paz ofrecido por Egipto a cambio de la evacuación del Sinaí egipcio ocupado, donde Israel emprendía proyectos intensivos de colonización y desarrollo. Desde entonces Tel Aviv se ha adherido a esa política.

Si Estados Unidos decidiera unirse al mundo, el impacto sería grande. Una y otra vez Israel ha abandonado planes anhelados si Washington se lo demanda. Así son las relaciones de poder entre los dos gobiernos. ¿Podría cambiar la política estadunidense? No es imposible. La opinión pública ha tenido un giro considerable en años recientes, en particular entre los jóvenes, y no puede ignorarse por completo. Durante algunos años ha habido buen fundamento para las demandas públicas de que Washington observe sus propias leyes y reduzca la ayuda militar a Israel. La ley estadunidense estipula que no se puede brindar asistencia en seguridad a ningún país cuyo gobierno siga una pauta consistente de graves violaciones de los derechos humanos reconocidos internacionalmente.

Israel, sin duda, es culpable de esa pauta consistente, y lo ha sido por muchos años. El senador Patrick Leahy, de Vermont, autor de esa disposición legal, ha mencionado su aplicabilidad potencial a Israel en casos específicos, y con un bien dirigido esfuerzo educativo, de organización y de activismo, es posible impulsar con éxito tales iniciativas. Eso podría tener un impacto muy significativo por sí mismo, y a la vez daría una plataforma para acciones ulteriores con el fin de obligar a Washington a volverse parte de la comunidad internacional y observar las normas del derecho internacional. Nada podría ser más significativo para las trágicas víctimas de tantos años de violencia y represión en Palestina.



Netanyahu y Peres elogian a Mandela mientras defienden políticas de discriminación racial contra los palestinos. El actual presidente de Israel, Simon Peres, ofreció armamento nuclear a la Sudáfrica del apartheid. Palestina Libre.org 11/12/13. Olga Rodríguez,Eldiario.es

“Sabemos muy bien que nuestra libertad será incompleta sin la libertad de los palestinos”  Nelson Mandela

Todos pretenden hacer de Mandela algo suyo, y eso de por sí simboliza el triunfo del activista sudafricano. Consiguió la legitimación de su lucha y de su nombre y por eso estos días estamos presenciando, entre divertidos e indignados, cómo mandatarios de todo el mundo se suman al coro de loas y alabanzas a Mandela.

Nadie ha querido quedarse fuera. Aquí en España, por ejemplo, el mismo gobierno que limita el derecho de los inmigrantes a la atención sanitaria y que defiende vallas con concertinas ha elogiado ‘las ansias enormes de libertad’ de Mandela. En los Centros de Internamiento para Extranjeros de España hay arrestadas personas con ‘ansias de libertad’ que huyen de su país por razones políticas y cuya única falta es no tener papeles. En las bocas de metro hay policías que interrogan e identifican tan solo a las personas en función de sus rasgos raciales. Pero viva Mandela y blablabla.

En algunos medios nacionales y extranjeros se ha dicho que Mandela “ponía la otra mejilla”, que fue un pacifista como Ghandi, y otras muchas incorrecciones propias del revisionismo que se está aplicando sobre la figura del Premio Nobel de la Paz sudafricano.

Mandela, el mismo que estuvo en la lista de terroristas de Estados Unidos hasta 2008, el que apostó por la violencia “no como fin sino como estrategia”, “porque la vía pacífica no daba resultados”, el que recibió entrenamiento militar en Argelia o Etiopía, el que en 1985 rechazó renunciar a la violencia a cambio de la libertad, se convierte ahora en una figura distorsionada por algunos.

El Premio Nobel de la Paz sudafricano defendió la reconciliación, y eso fue parte de su enorme inteligencia. Lo hizo cuando sus enemigos ya estaban aislados y derrotados gracias, entre otras cosas, a la lucha de Mandela y su gente y al boicot internacional.

Solo entonces, con el sistema de segregación dando sus últimos coletazos, y desde una situación de ventaja moral reconocida prácticamente en todo el mundo, Mandela optó por la reconciliación. Lo hizo sin voluntad de venganza, pero con una Comisión de la Verdad que ofreció reparación y memoria, algo que ha faltado en la transición española.

Palestina

Estos días he recordado a Yasser, un palestino al que los israelíes le arrebataron sus tierras y a algunos de sus amigos más queridos, asesinados extrajudicialmente. Hace unos cuantos años, en Cisjordania, Yasser clavó sus ojos en mí y me dijo, sin acritud, con cierta frustración:
“Llevo años pensando sobre ello, y la conclusión a la que he llegado, a mi pesar, es que lo que te quitan por la fuerza solo lo puedes recuperar por la fuerza”. Yasser fue expulsado poco después de su propia tierra y ahora vive condenado al exilio. ¿Se dirá algún día de Yasser que luchó por recuperar su casa, sus tierras, sus derechos básicos? ¿Se hablará de Yasser como ese alguien admirable que luchó por la libertad, y blablabla?

El armamento nuclear

Israel es ese país donde se sigue ocupando tierras palestinas, donde el Plan Prawer prevé expulsar a miles de árabes de sus territorios aplicando una clara discriminación racial, donde se aplican dos sistemas legales, uno civil para la población israelí y otro militar, para los palestinos.

Allí, en uno de los últimos vestigios del colonialismo, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu ha dicho que Mandela es “un luchador por la libertad que repudió la violencia”. Ante ello, el periodista israelí Gideon Levy ha escrito: “Allí estaba él, [Netanyahu en TV] elogiando al “líder moral” y de fondo se veía una ciudad ocupada, Jerusalén, cuyos residentes palestinos son oprimidos y desposeídos, una ciudad donde prevalece el régimen de separación, un ejemplo del apartheid israelí, aunque no el peor”.

¿Y qué me dicen de Simon Peres, el presidente de Israel, que ha dicho que Mandela era “un gran dirigente que cambió el curso de la historia”? Peres es el mismo que en los años 70 formaba parte del gobierno israelí aliado de Sudáfrica y de hecho fue él, como ministro de Defensa, el que ofreció armamento nuclear al régimen del apartheid sudafricano, contra el que Mandela luchaba. Sudáfrica fue en aquella época el mayor cliente de la industria militar israelí, en un momento de estrechas relaciones entre ambos países. Por aquél entonces también Ronald Reagan o Margaret Thatcher estaban al lado de la Sudáfrica segregacionista.

Curiosamente, tanto Netanyahu como Peres optaron por no acudir al funeral de Mandela en el último momento. El primero alegó que el viaje era muy caro; el segundo, que tenía gripe. Sus ausencias también responden a la actitud de Sudáfrica, que recientemente anunció la limitación de sus relaciones con Israel y donde diversas instituciones -sindicatos, universidades- apoyan la campaña de boicot contra los productos de las colonias israelíes. Una pitada pública contra Netanyahu o Peres no sería la imagen ideal para Tel Aviv.

El apartheid en Israel

“El apartheid existe en todo el país. Este es un territorio donde viven dos pueblos gobernados por un solo gobierno que es elegido por un solo pueblo, pero que determina el futuro de todos”, ha escrito esta semana la periodista israelí Amira Hass.

Las leyes israelíes facilitan la discriminación y segregación de los palestinos. Contemplan el arresto de palestinos sin cargos ni juicio por un tiempo que puede superar los dos años. Limitan la libertad de movimientos de los palestinos, recluidos en pequeños bantustanes sin unión territorial, aislados y rodeados de muros, checkpoints militares y vallas.

Son las leyes las que permiten que, como ha ocurrido esta semana, militares israelíes disparen contra civiles y menores palestinos, o que los ataquen cuando protestan con fotografías de Mandela en la mano, como han hecho estos días.

Son las leyes las que sostienen la existencia de dos infraestructuras separadas -electricidad, agua, transporte, carreteras- una para los israelíes, otra -evidentemente la precaria- para los palestinos. Es el Estado israelí el que beneficia con un sistema de incentivos económicos y becas a los colonos que ocupan territorio en Cisjordania, a los que protege con su propio ejército.

Es la Ley del Retorno la que permite a cualquier judío del mundo - o a cualquier que decida hacerse judío- vivir en Israel pero niega el derecho de los palestinos a estar en su propia tierra, que ha sido suya durante cientos o miles de años. Son las leyes las que han permitido que los israelíes se quedaran con tierras y casas de palestinos y las que siguen legitimando la ocupación, que continúa practicándose cada día.

Una carta a Mandela desde Palestina

“Desde la celda de mi prisión nuestra libertad parece posible porque ustedes alcanzaron la suya”, ha escrito, en memoria de Mandela, el activista palestino Marwan Barghouti, encarcelado por Israel en 2002 y considerado por algunos como una de los potenciales líderes del pueblo palestino.
“Su país se ha convertido en un faro y nosotros, como palestinos, estamos desplegando las velas para llegar a sus costas”, ha añadido.
¿Habrá en el lado israelí alguien capaz de asumir el rol que desempeñó el presidente sudafricano de Klerk, que reconoció haber experimentado “un proceso de introspección, de arrepentimiento, de reconocimiento de políticas fallidas y de la injusticia que trajeron consigo”?
¿Qué papel estarían dispuestos a desempeñar Europa o Estados Unidos, que al igual que en su día apoyaron a la  Sudáfrica del apartheid, hasta ahora no han dado la espalda a Israel?

Darle la vuelta a lo hegemónico

Mandela pasó de terrorista a héroe. Eso fue parte de su triunfo. Logró darle la vuelta al discurso hegemónico. Lo que en los años 70 era políticamente incorrecto -simpatizar públicamente con la lucha contra el apartheid- fue transformado en pensamiento dominante. Mandela puso al mundo de su lado, cuando lo había tenido en contra.

¿Qué demuestra todo esto? Que la historia la escriben los vencedores. Que de vez en cuando ganan los buenos, aunque solo sea muy de vez en cuando. Que lamentablemente demasiado a menudo una lucha justa solo obtiene legitimación pública cuando triunfa.

Que debemos preguntarnos cuántos Mandelas se quedaron en el camino, olvidados por no haber ganado, enterrados en las páginas no escritas de nuestra historia.

Y que mientras hablamos de lo terrible que era el régimen del apartheid de Sudáfrica, atreviéndonos a criticarlo porque hacerlo forma parte ya del discurso hegemónico, hay otras discriminaciones sistematizadas, otras segregaciones, y todo un pueblo, el palestino, sufriendo un claro apartheid ahora mismo, en estos instantes, en tiempo real. 


Por Daniel Barenboim. Opinión. Clarín 26/07/14.

Escribo estas palabras como Mensajero de la Paz para las Naciones Unidas, y como alguien portador de dos pasaportes: uno israelí y otro palestino. Escribo estas palabras con pesar en el corazón, ya que los acontecimientos durante las últimas semanas han confirmado mi convicción de larga data, de que no hay solución militar para el conflicto israelí-palestino. Este conflicto no es un conflicto político, sino humano, entre dos pueblos que comparten la convicción profunda y aparentemente irreconciliable de que tienen derecho al mismo pedazo de tierra pequeño, y eso excluyendo al otro.

Es a causa de que este hecho fue dejado de lado, que todas las negociaciones, todos los intentos por mediar para llegar a una solución del conflicto, que tuvieron lugar hasta el momento, han fracasado. En lugar de reconocer esta verdadera naturaleza del conflicto y tratar de resolverlo, las partes han ido buscando soluciones más sencillas y rápidas. Lamentablemente, como pasa con todos los temas importantes, no hay atajos cuando se trata de solucionar este conflicto. Un atajo sólo funciona cuando conocemos el territorio por donde tomamos el atajo, y en este caso, nadie posee ese conocimiento, por lo cual, la esencia del conflicto permanece desconocida e inexplorada.

Siento una profunda empatía por el temor con el que viven mis compatriotas israelíes hoy: los sonidos constantes de misiles que se disparan, de saber que uno o alguien cercano a uno podría ser herido. Aunque tengo una profunda compasión por la desgracia de mis compatriotas palestinos en Gaza, que viven en el terror y el duelo de pérdidas tan trágicas a diario. Después de décadas de devastación y pérdida de ambas partes, el conflicto hoy alcanzó un nivel de espanto y desesperación inimaginable hace tiempo atrás. Por lo tanto, me atrevo a proponer que este puede ser el momento de buscar una solución real y verdadera al problema. Un cese del fuego es obviamente indispensable, pero no es, por lejos, suficiente. La única manera de salir de esta tragedia, la única manera de evitar más tragedia y horror es, precisamente, aprovechar la desesperanza de la situación y forzar a todos a conversar entre sí. No tiene sentido que Israel se niegue a negociar con Hamas, ni a reconocer un gobierno de unidad; no, Israel debe escuchar a aquellos palestinos que están en posición de hablar en una sola lengua.

En el corazón mismo del acercamiento muy necesario, está la necesidad de un sentimiento mutuo de empatía, o compasión. En mi opinión, la compasión no es un simple sentimiento que proviene de un entendimiento psicológico de la necesidad de una persona, sino que es una obligación moral. Únicamente tratando de entender la desgracia del otro lado, podremos dar un paso unos hacia los otros. Tal como lo dijo Schopenhauer: “nada nos traerá de regreso al sendero de la justicia tan fácilmente, como la imagen mental del problema, la pena y el lamento del perdedor.” En este conflicto, somos todos perdedores. Solamente podemos superar este estado de tristeza, si finalmente comenzamos a aceptar el sufrimiento de la otra parte y sus derechos. Solamente a partir de este entendimiento, podemos construir un futuro juntos.

BONUS TRACK: nada cambia, Mercedes!

Tribuna

Clarín 28/04/19. Por Daniel Muchnik (periodista y escritor). La sociedad israelí ingresó en un proceso de considerable ultraderechización desde hace un tiempo. No escapa esta movida a una realidad mundial donde la xenofobia, el ultra nacionalismo y el desprecio - o el miedo- al “diferente” se consolidan. Esta postura siempre va acompañada de violencia e injusticia en una zona del mundo donde no hay contemplaciones. Culpables de este proceso pueden ser la falta de líderes y propuestas desde la izquierda fundacional de Israel. Otro motivo: el acoso constante de grupos terroristas en su territorio.

Aunque el Likud, un partido de derecha fundado en 1973 por Menajem Begin y sus principales rivales que son ex-altos mandos del Ejército, de centroderecha, obtuvieron casi la misma cantidad de bancas que en la última elección, Benjamín Netanhayu maneja sus propias cartas. Ya en su quinto mandato, sin duda alguna trazará alianzas con nacionalistas acérrimos, conservadores y religiosos en extremo.

Los padres fundadores de Israel concedieron prebendas especiales a los ultrarreligiosos, eximidos desde 1948 del pago de impuestos y de hacer el servicio militar. Se dedican al “estudio” de los antiguos textos. Pero, paralelamente son los que determinan a nivel mundial quién es o deja de ser judío, y son ellos los que laudan las diferencias en la vida marital de los creyentes.

Esta antigüedad en la vida cotidiana se contradice con los logros del país. Porque Israel se ha transformado en potencia tecnológica en todos los campos del conocimiento. Es importante considerar que el país es habitado por una amplia población laica y por una minoría árabe que se considera una parte integrante del mismo Estado.

Los religiosos del norte del Africa y del Este Europeo junto con la inmigración rusa (un millón y medio de personas) son la base electoral del Likud (“Consolidación” en hebreo). Interlocutor válido de Putin, del autoritario húngaro Orbán, de la dirigencia polaca y, especialmente, del presidente Donald Trump, Netanyahu viaja por el mundo.

Con una sonrisa demagógica siempre presente, no está “limpio” y aguarda los procesos previos a una citación ante la Justicia por corrupción.

Lleva al asombro el acelerado ritmo de transformación de Israel. Antes de la Segunda Guerra Mundial varios Kibutz mantenían en alto los principios socialistas. Luego el país hizo frente a dos guerras importantes (la de los Seis Días y la del Día del Perdón). Y debió sufrir un asesinato clave, el del primer ministro y ex-general Yitzak Rabin, un pacifista, quien buscaba la creación de dos Estados - el israelí y el palestino- compartiendo como capital a Jerusalem.

El magnicidio contra Rabin se hizo realidad por grandes complicidades y porque eran varios los grupos que no deseaban un acuerdo de paz. Se atribuyó el atentado a un ultrarreligioso, quien se dejó llevar por el mandato de unos confabuladores que lo apañaban. Por esa paz que deseaba Rabin, los religiosos ortodoxos lo consideraban un “traidor”. Por ende, un “traidor”, según los viejos textos del pasado, merecía la muerte. Esos son algunos de los religiosos autorizados por Netanyahu que han venido ocupando ilegalmente tierras palestinas en Cisjordania.

Otras entradas de este blog relacionadas con el tema:

20/11/12 Israel:  basta de terrorismo de Estado! Carta abierta del Nobel de la Paz argentino Adolfo Pérez Esquivel  y citas del imprescindible “El conflicto palestino-israelí. 100 preguntas y respuestas” de  Pedro Brieger. Claves para todos-Capital Intelectual.

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