sábado, 1 de diciembre de 2012

Nuestros paisanos los indios III


Veo que lo tengo incorporado, porque empiezo repitiendo lo de siempre: las explicaciones acerca de lo que observamos, vivimos o investigamos no necesariamente son lineales, directas ni proporcionales a las impresiones percibidas. Aunque existan pistas que parecen evidentes -y encima tantos slogans-, mejor es ser desconfiado y escarbar más. 

Sobre el tema del genocidio de los indígenas en la Argentina puse a mano una de las posturas que podemos encontrar en la vieja entrada Nuestros paisanos los indios I, básicamente la visión del investigador Osvaldo Bayer. En la siguiente entrada Nuestros paisanos los indios II, expuse algunas interpretaciones y dudas propias, tratando de embarrar la cancha con información que fortalecía la tésis de arriba más que dilucidar el problema. Vuelvo ahora para aportar algunas cosas más. 

No defiendo la figura de Julio Argentino Roca ni me parece simpática pero que veinte tipos pretendan derrumbar su estatua en el centro cívico de Bariloche da verguenza ajena. Fue un hecho real y ocurrió hace unas pocas semanas. ¿Esos chicos sabían lo que hacían realmente? Aunque la hayan colocado allí quienes representan  al poder, fue una patoteada poco inteligente. La cuestión merece ser dirimida con racionalidad: así lo propone un tipo tan valioso como Bayer, tanto para remover ese bronce como el de la Diagonal Sur en la ciudad de Buenos Aires. 

Claro que, mientras tanto, muchos "progres" ni reparan en la estatua ecuestre que mereció uno de los mayores traidores a la Patria, el general Alvear, en pleno barrio de Recoleta -Av. del Libertador casi Pueyrredón, Buenos Aires. Es de mayor impacto visual que la más importante del país dedicada a su hermanastro, el mismísimo libertador José San Martín, en Retiro. 

Aunque siga rechazando aceptar lo que dicen los que ganaron, ponerse por contraposición del lado perdedor no asegura apoyar la verdad, si es que la verdad absoluta existe. Se hará justicia poniendo blanco sobre negro las responsabilidades de esos ganadores y brindando oportunidades de integración a los herederos de aquellos indígenas despojados. Y no con demagogia barata ni más verso. Sabiendo que nuestra inmadura sociedad mantiene una verdadera y amplia "deuda interna" también con muchos otros sectores excluídos: villeros, desocupados, trabajadores formales e informales, etc. Y, a la vez, todos tenemos el derecho de defender nuestra opinión de las manipulaciones y proteger nuestro voto en sentido amplio -aunque tenga el peso de una miniatura- porque hace a nuestra libertad individual. Acá de nuevo links a anteriores entradas relacionadas de este blog, con más info: 

Nuestros paisanos los indios I

Nuestros paisanos los indios II


Y dos artículos publicados recientemente que se les animan a ciertos  mitos sobre el tema y aportan al análisis. Sumemos lo certero y desechemos "el verso". Horanosaurus.

Pensamientos Incorrectos
Día de la Raza

Por Rolando Hanglin | Para LA NACION. Martes 09/10/12.

Los argentinos tenemos un defecto que es, a la vez, nuestra virtud cardinal. Somos, en gran parte, nietos de gringos. Por lo tanto, lo ignoramos casi todo respecto de la historia de nuestro país. Formamos parte de la marea humana que bajó de los barcos entre 1880 y 1920, cuando aún no estaban bien tapados por la tierra piadosa los cadáveres de miles de víctimas. Indios y cristianos, rehenes y cautivas, caciques y milicos, todos ellos caídos en la gran guerra indio-cristiana, entre 1820 y 1890.

Siendo, pues, medio gringos, poco podíamos saber de los malones, los fortines, de Roca y Villegas, de Pincén y Calfucurá. ¡Para nosotros, los indios eran unos tipos con plumita que aparecían en las películas de cowboys! Siempre perdiendo la batalla.

Por eso nos sorprende que, hoy día, los supuestos descendientes de aquellos indios, hoy llamados "mapuches", reclamen propiedades de lugares como Bariloche, Aluminé, La Angostura e incluso Toay, La Pampa. Vamos por partes.

En realidad, el término "mapuche" fue inventado por el etnólogo norteamericano Edmond E. Smith en 1850, y luego difundido en distintos países de América. El significado es claro: mapu:tierra; che:gente. Del mismo modo, yo mismo, aficionado a la lengua de la Patagonia (mapu-dungún) he bautizado a mi quinta de fin de semana "Epu-Trehua" (los dos perros) y a un chalecito que tengo en Chapadmalal, "Antu-Catán" (casa del sol) sin por ello reivindicar ninguna raíz histórica.

Leyendo las obras de Lucio V. Mansilla, Estanislao Zeballos, Manuel Prado y otros autores del tiempo de los fortines, no encontramos nunca la palabra "mapuche". Jamás se habló de semejante tribu o nación. La literatura de 1820-1880 habla, sí, de los pampas, los serranos, los araucanos o chilenos, los vorogas, los tehuelches, los tubichaminís. Pero la palabra mapuche no aparece jamás. La historia y la antropología coinciden en que el territorio argentino, de San Luis hacia el sur, estaba ocupado por los tehuelches septentrionales (pampas, aoniken) los tehuelches meridionales (pampas, guenaken) y los tehuelches que habían pasado a la isla, conocidos como onas. Estos paisanos integraban una comunidad de cazadores-recolectores. No cultivaban la tierra ni mantenían el concepto de propiedad privada o límites nacionales. Apenas el de "espacio vital", que mudaban de asentamiento en aquellas inmensas extensiones, buscando siempre caza abundante de guanacos, venados, piches, avestruces. Ocupaban, pues, sin ocuparlo, un país inmenso. Se cree que estos tehuelches (o sus antepasados) estamparon las paredes rocosas de la Cueva de las Manos hace 8000 años. Afirma Casamiquela que, cuando se fundó Carmen de Patagones, los tehuelches se arrimaron a traficar plumas de ñandú y cueros de guanaco. Lo mismo hacían en Punta Arenas, en 1850, y en 1865 con la colonia galesa, en el valle del Chubut. Era una actividad de significación económica muy superior a lo que hoy puede parecer. Todos los testimonios concuerdan en que la gente tehuelche era pacífica y dispersa.

Por eso es raro que hoy, en 2012, surjan comunas o movimientos o sindicatos de identidad "mapuche" que reclaman campos o tierras en Chubut, Río Negro, Neuquén y Santa Cruz. ¿De dónde vienen? ¿Son pueblos originarios de nuestro país, a los que la República les debe algo porque les ha jugado sucio, ocupando sus espacios y estrangulando sus medios de vida?

El mapuche es chileno y entra al ámbito de las pampas argentinas en 1820, expulsado por las guerras intestinas de Chile. Vamos a dejar la respuesta a don Rodolfo Casamiquela, etnólogo y antropólogo fallecido en el año 2008, pero no sin escribir 24 libros y 200 monografías sobre el tema. Casamiquela, nacido en Jacobacci, se consideraba el último hombre capaz de pronunciar correctamente el idioma tehuelche del norte (o sea, "pampa") y su veredicto fue contundente: "Los mapuches son chilenos". Otros conceptos: "Hoy sólo se habla del mapuche. Los tehuelches se auto-suprimieron u olvidaron su propia historia, a pesar de que hoy existen muchos descendientes, como los Chagallo, Yanquetruz, Sayhueque, Foyel, Catriel, Chiquichano, Chelqueta, Chingolé, Chalao, Chacamata, Cual. Estas familias son los tehuelches que quedan, es decir los llamados pampas. Fueron un linaje de enorme poder potencial, que se fue araucanizando o mapuchizando a partir de la lengua. El mapuche es chileno y entra al ámbito de las pampas argentinas en 1820, expulsado por las guerras intestinas de Chile. Muchos jefes indios chilenos tomaron partido por el Rey de España y, en el contexto de una guerra a muerte, cruzaron la cordillera para salvar la vida. Aquí fueron recibidos por algunos parientes y, poco a poco, autorizados por el brigadier Juan Manuel de Rosas a instalarse en las provincias del Río de la Plata.

Uno se pregunta si los tehuelches, pueblo originario de Pampa y Patagonia, fueron exterminados por los araucanos chilenos, o por las fuerzas militares argentinas, o por alguien.

Casamiquela: "El tema es la lengua. Para negociar con el español, se celebraban los llamados parlamentos, o sea, asambleas de oratoria y diplomacia donde cada jefe (ulmén) con sus capitanejos o caciquillos, y los representantes del blanco o huinca (derivado de los incas, que también intentaron someter a los araucanos con poca suerte) rivalizaban en alocuciones y figuras retóricas para "ajustar las paces". En este terreno diplomático, el idioma mapuche era muy superior al tehuelche. Preciso, claro, bello, simple, rudo, el mapudungun es una lengua muy valiosa. Con ella penetra la religión, predominando entonces lo mapuche sobre lo tehuelche".

Llegamos a la conclusión de que los mapuches chilenos no exterminaron a los tehuelches argentinos, sino que se agruparon en distintas federaciones, en las cuales predominó siempre la jefatura militar mapuche. Según atestiguan con todo detalle viajeros históricos como el inglés Musters, los tehuelches eran tenidos por "gitanos, vagabundos, bohemios, indisciplinados".

Dice el Profesor Casamiquela: "El mapuche no tiene profundidad histórica en Argentina. Lleva 100 años aquí". En este sentido, es como los italianos, los irlandeses o los croatas. Sigue diciendo Casamiquela: "Cuando vino a nuestro país el Profesor Erice, autor del máximo diccionario mapuche, no encontró ningún hablante de esa lengua en Viedma. Aquí en Jacobacci quedaban los Linares, descendientes de un cautivo de ese apellido que se casó con la hija de un cacique, radicado en la laguna del Juncal, pero eran tehuelches. También son tehuelches los criollos de apellido Entraiga o Castelo. En resumen: los derechos que reclaman hoy los mapuches sobre la tierra... no existen. Esto es historia, no teoría. Actualmente las cosas se mueven políticamente. Entonces, los mapuches chilenos dicen que son argentinos y empiezan a reivindicar toda una vida en nuestro país. Al historiador, eso no le interesa. Lo que pueda decir un político, un abogado... eso es otra cosa".

Históricamente, el nombre de Patagonia evoca a un territorio habitado por hombres de pies enormes, y muy altos. Dice Casamiquela: "Lo que pasa es que los españoles eran bajitos, y además miraban desde abajo a los tehuelches, que estaban subidos a la loma de un médano. De cualquier modo, en 1896, un francés llamado Delavaux, que recorría el trazado de la ruta 40, en el sur de Chubut, excavó una tumba tehuelche y midió el esqueleto del hombre allí enterrado. Le dio 1,99m. Otra excavación, en Península Valdez, permitió verificar los dos metros. Son la etnia más alta del mundo". Grandotes pero muy dados al vicio, demasiado libres en sus costumbres, mansos y bondadosos, los tehuelches hicieron buenas migas con los galeses de Chubut y, en general, no molestaron a nadie. Se dejaron colonizar por los araucanos chilenos, primero, y por la República Argentina, después.

Uno de los últimos héroes del linaje tehuelche o pampa fue, sin duda, el cacique Pincén. Se lo recuerda como Vicente, Juan o Francisco Pincén. Según la paisanada, el apellido se pronuncia correctamente Pisen, o Piseñ o Pincel, pero siempre con acento en la "i". Existen cuatro fotos de Pincén. Lo vemos con su chiripá, sus botas de potro, su lanza corta, sus bolas enroscadas al cuello, el torso desnudo, la melena larga sujetada por una vincha, y lo apreciamos idéntico a ¡Alberto Olmedo! También podría parecerse a don Alberto Rodríguez Saá, aunque este último, más corpulento, conserva la altura y el carisma de sus antepasados ranquelinos.




Algunos rechazan el Día de la Raza porque parece clasificarnos a nosotros, los seres humanos, tan espirituales, como perros de raza "golden retriever" o vacas, de raza Heresford. La verdad es que todos los hombres pertenecemos a la misma raza, pero con grandes variaciones étnicas: no es lo mismo un sueco que un senegalés. 



Los altos y melancólicos tehuelches han sido colonizados y, sin duda, estafados por los blancos argentinos y los araucanos chilenos, que entraron a nuestras pampas -básicamente- a robar ganado y capturar mujeres rubias. En el camino, resultaba inevitable lancear o degollar a unos cuantos argentinos. ¿Qué se le iba a hacer? ¡Eran huincas! 



Pero esa es otra historia. Por el momento cerramos este modesto apunte con el saludo que se utiliza aún hoy en la Patagonia, al cruzarse los caminos de los viajeros: "Mari-marí". Esto significa textualmente "diez-diez". Que te vaya bien, que te vaya "de diez". Y a veces, para que esa salutación al paso resulte más cálida, se la enuncia más completa. "Mari-marí peñí". O sea: Adiós, hermano.



NOTA: Las fuentes de este artículo son el sitio de internet "Los Matuastos- Periodismo" (09/09/12) y "Pincén, vida y leyenda" de Juan José Estévez, publicado en 2011--Fotos de caciques Pincén y de Calfucurá.

La estatua de Roca, junto a la mujer india

Por Ricardo De Titto (historiador y docente. Director de "Claves del Bicentenario" y autor de "Yo, Sarmiento"). Opinión. Clarín 17/11/12.

Se cumplen este mes exactamente 235 años –era noviembre de 1777– desde que el virrey Cevallos, tildado siempre como “progresista”, estableció un plazo de tres meses para realizar “con éxito seguro” una campaña punitiva contra los aborígenes.

El plan de ataque fue muy similar al empleado por Rosas 50 años después y por Roca en la definitiva toma del “Desierto”. Se puede sostener la hipótesis de que la “Confederación de las Salinas Grandes”, dirigida por Calfucurá constituyó un Estado que reunió a varias naciones; y que el “País de las Manzanas”, orientado por al cacique Sayhueque, como su nombre lo indica tenía rasgos similares.

Los de la Pampa eran comerciantes, guerreros y vivían en constante relación con el poder “huinca”, con Rosas como con Urquiza, con Mitre como con Avellaneda y Roca. Los del Neuquén, agricultores, sedentarios y pacíficos estaban más lejos y llevaron un vida casi autárquica. Pero ambos Estados, el de la pampa y el cordillerano, tenían diplomacia exterior, formas de gobierno asamblearias –de hecho un “parlamento”–, “presidencias” hereditarias, un código de leyes no escritas y valores comunes... y un ejército regular con sus oficiales (los capitanejos) de miles de “lanzas” muy bien armadas para defender su frontera y “poner orden” en su interior. Un estado peculiar, sin propiedad privada, pero un Estado al fin: durante más de 25 años nada se podía hacer al sur de Mendoza y Río Cuarto y al oeste de Tandil (o sea, casi la mitad de la actual Argentina) sin acordarlo con los líderes de la Confederación. La construcción del actual Estado nacional, tuvo, en paralelo, a otro Estado que terminó por absorber.

Si todo se reduce a “bajar” a Roca de su pedestal en una avenida porteña o en el Centro Cívico de Bariloche (y grabarlo a fuego en la lista de los “malos”), quienes sostienen esa postura deberían empezar por confeccionar una inmensa lista de calles, avenidas, parques, lagos, ciudades, pueblos, montañas, ríos y un largo etcétera para rebautizar poco menos que todo el país, empezando por nuestro engañoso nombre nacional de Tierra (¡y Río!) de Plata, metal que se hallaba en Charcas. Y al recordar a la mujer “originaria” no olvidar la inmensa diversidad de toda especie que hubo entre las diversas culturas, incluyendo a los guaraníes, los kollas, y los araucanos más propios “originariamente” de las actuales Paraguay, Bolivia y Chile. Un camino hacia la verdad que se pretende es problematizar la historia, estudiarla desde su complejidad; el otro es encontrar soluciones fáciles y, en el fondo, retóricas.

El tema de los “Estados” aborígenes, sin embargo, puede abonar –y firmemente– la teoría del genocidio, aunque no sea esa nuestra intención prefijada. El monumento en recuerdo de la mujer india y el mayor conocimiento de todo nuestro pasado, desde ya, bienvenidos.

BONUS TRACK


Por Rolando Hanglin. La Nación. 27/05/14. "Nada hay más incorrecto, hoy día, que exaltar la figura de Roca. Al parecer, es el villano actual de la historia argentina. Digamos: se le ha dado un descanso a don Juan Manuel de Rosas, que también protagonizó una expedición a los desiertos pampas en 1833, y ahora está de turno Julio Roca, el exterminador de indios, el aliado del imperio británico" (...)


Por Rolando Hanglin.  La Nación. 10/06/14. "Muchos creen que los mapuches fueron el pueblo originario de nuestro país, y que la civilización blanca, empezando por los virreyes españoles y terminando con el General Roca, los exterminó en un largo genocidio. Si aceptamos esta historia, cargaremos a nuestros descendientes con una culpa criminal, completamente imaginaria. Este artículo pretende despertar la curiosidad del lector hacia la historia argentina: hay muchísimos libros, ensayos y estudios publicados sobre estas cuestiones. El que decida leerlos descubrirá que la historia no es así, que nunca lo fue, que no puede dividirse en buenos y malos. Por eso consignamos algunas pistas..."


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