jueves, 16 de agosto de 2012

Cocaína, droga, frula, falopa o merca




Hacía mucho que no encontraba artículos que escribieran sobre el consumo de drogas esgrimiendo motivos profundos y realistas, que no fueran simplemente pacatos, represores o miedosos, en oposición a los mediocres y cagones snob de los medios de comunicación vernácula y algunos acomodados del jet-set, que fomentan su uso de modo solapado, canchero, para creerse modernos o no sentirse solos en su miseria egoísta. Olvidan o ignoran que hay mucha gente sin opciones que sufre con el problema y otra que no vuelve más por haber caído en esta trampa del capitalismo. Fíjense que oponerse al uso de drogas pareciera cosa de viejos y tontos, ¿no? Pienso que estos traficantes de mentiras son unos malparidos que joden a los que no tienen defensas ni ayuda. Y a los mala leche que viven directamente del sucio negocio, debería castigarse dando sobredósis a sus hijos para que aprendan a partir de su propio dolor. Horanosaurus.

La cuestión no es despenalizar

Por José María Di Paola (Padre Pepe)  | Para LA NACION. 28/05/12.

Mientras estaba en las villas, hace un par de años, los periodistas me pedían mi opinión acerca de la despenalización del consumo de drogas. Les comentaba que me parecía que se trataba simplemente de la última página de un libro y que primero había que tratar de llenar las páginas anteriores con la búsqueda de una sociedad más equitativa, para que los jóvenes más pobres y marginales fueran accediendo al sistema y pudieran ejercer su supuesta libertad de elección.

En la actualidad, vemos que desde posturas científicas serias, que trabajan a partir de las evidencias, se afirma una posición favorable y otra contraria a la despenalización. La realidad es que no podemos mirar el ejemplo de Portugal -que despenalizó el consumo personal hace más de diez años- y su camino de reducción de la demanda y compararlo sin más con realidades tan comunes en la Argentina como las que se viven en las villas de emergencia, partidos del conurbano bonaerense como La Matanza o el monte santiagueño, por ejemplo. Sería un despropósito y no deja de ser un argumento falaz.

En charlas con peritos de diferentes países, he constatado que ni la guerra contra las drogas ni la legalización de ellas responden o dan una solución y, menos, a los sectores más empobrecidos. Aun países desarrollados están todavía en un tiempo de análisis y búsqueda.

Las posturas científicas, como también cualquier otro análisis, deben tener en cuenta a los más pobres: tanto en su opinión como en el impacto en ellos de las medidas diseñadas. Allí está el verdadero progresismo social.

En este debate en el que sólo participa una pequeña parte de la nación no puedo dejar de tener presente los ojos de los niños y jóvenes de las villas de emergencia, parte de esta Argentina profunda donde viví tantos años de mi vida.

En esas discusiones escucho hablar sobre "la libertad de elección del consumidor" y en ese preciso momento vienen a mi mente las historias de tantos jóvenes de la villa "excluidos" de la sociedad. Ellos, por supuesto, no conocen el "uso recreativo de las drogas", porque no tienen las posibilidades de una vida acomodada o de inclusión.

Más bien tendríamos que preguntarnos si en ese contexto de pobreza y marginalidad en el que viven los niños y jóvenes en villas y barriadas pobres se puede hablar de libertad de elección en el consumidor. Habría que preguntarse si no estamos agregando a la vida de estos hermanos más pobres un problema que después no vamos a ayudar a resolver.

En la Argentina, lo que quizás es recreativo para un joven de clase media o alta se torna fatal en los ambientes pobres y marginales. Es necesario comprender que la vulnerabilidad social aumenta cuando no hay oportunidades de inclusión real; y que, a mayor vulnerabilidad, la brecha entre el consumo recreativo y el consumo problemático se acorta dramáticamente. El joven pobre no tiene de dónde asirse, porque vive la fragilidad en lo escolar, en lo laboral y lo sanitario; en consecuencia, un simple consumo de porro tiende a arraigarse más rápido y con mayor fuerza.

Es necesario que antes de hablar de despenalizar se implemente un programa preventivo en las escuelas, que existan centros barriales -como el Hogar de Cristo, presente en las villas 21, 31 y 1-11-14 de Buenos Aires-, y proyectos de inclusión en salud, trabajo y vivienda.

Creo fervientemente que no se debe criminalizar al adicto. Junto a mis compañeros sacerdotes villeros tenemos una vida comprometida en esta causa que nos avala. Son miles los adolescentes y jóvenes que han pasado por nuestros programas de prevención y recuperación en la villa 21; cada uno con sus ilusiones, sus metas por alcanzar en la vida en un medio tan adverso. Hemos conocido a muchísimos chicos adictos que luchan por estar bien, por superar la adicción que les impide experimentar la paz y la felicidad. Hay quienes recaen y se vuelven a levantar por esa luz de esperanza que guardan en su corazón. También hemos acompañado a otros en el duro momento de la privación de la libertad porque cometieron algún delito bajo los efectos de la droga, y hemos despedido con tristeza, en el cementerio de Flores, los restos de muchos que murieron por la droga.

El Estado tiene una deuda social muy grande con estos chicos que padecen estado de abandono en la calle, tuberculosis y sida, desamparo escolar y, sin embargo, pueden acceder a las armas y a la droga con una facilidad extraordinaria.

Coincidimos con los que afirman que la adicción es una enfermedadEste planteo ayuda a ubicar al adicto en un lugar más justo y a no criminalizarlo. Esta mirada positiva tiene, sin embargo, un largo camino de ejecución para que los adictos más pobres puedan acceder al sistema sanitario, que, además, está colapsado y no se encuentra preparado para desintoxicarlos y asistirlos.

Si alcanzara con un tratamiento convencional, bastaría con que el Estado otorgara mayor cantidad de becas para internación. Pero el desafío que el paco nos presenta nos obliga a ser mucho más creativos y a entender que este proceso de inclusión llevará muchos años.

Qué decir de los changuitos que en los pueblos del interior no cuentan con servicios médicos básicos, como psiquiatras y psicólogos, y deben trasladarse a la ciudad capital para ser atendidos aun cuando allí tampoco existen lugares a los que los profesionales puedan derivarlos.

Desde el año pasado he recorrido muchas ciudades de la provincia de Santiago del Estero, donde vivo actualmente. He sido invitado por intendencias, consejos deliberantes, escuelas y diferentes organismos no gubernamentales para dar charlas sobre mi experiencia en la villa de Barracas y he visto que padres, docentes y autoridades tienen la misma preocupación: qué hacer ante la dura realidad de que en sus pagos hay adolescentes que se drogan.

Miran la marihuana, o cualquier otra droga, como una novedosa propuesta negativa para la vida. Frente a esta "novedad" y buscando caminos de superación, quedan azorados cuando ven por los medios televisivos que en Buenos Aires se hacen marchas y se discute la despenalización del consumo de drogas.

Les parece un debate de otro país. Quizá querrían decir algo; pero este tema no se abrió para charlarlo en las escuelas ni se profundizó en el interior de nuestra patria. A veces los habitantes de las megaciudades creen representar a toda la Argentina en sus debates, pero debemos darnos cuenta de que, por su gran riqueza regional e histórico-cultural, nuestro país es mucho más grande que nuestras ideas.

¿Alguna vez nos animaremos a cotejar nuestras opiniones con todos los argentinos convencidos de que la opinión del otro puede aportar algo de verdad, y sin pensar que todo diálogo es un Boca-River?

En fin, lo más urgente es ocuparnos como sociedad de los primeros capítulos de ese libro imaginario, en los que todos podemos aportar algo positivo para disminuir la brecha social entre jóvenes que tienen al alcance de su mano lo suficiente para una vida digna y otros que están sumergidos en la más cruel marginalidad.

El dulce veneno de la cocaína

Por Miguel Espeche | Para LA NACION. 16/08/12.

Por increíble que parezca, cuando se habla del consumo de cocaína pocas veces se formula la pregunta esencial -¿por qué se consume tanto?- y son muy pobres y, sobre todo, escasas las respuestas que ayuden a entender las causas de tanta demanda. Esa pobreza para analizar el origen de la demanda se percibe mejor si se la compara con la enorme energía desplegada en combatir la oferta y el tráfico, así como la gran cantidad de recursos para curar a quienes, una vez instalada la adicción, se sumergen en el infierno de la blanca droga que, mal que nos pese, se ha transformado en un ícono de toda una cultura.

Es claro que la lucha contra el narcotráfico es deber de toda sociedad que sienta un mínimo interés por la salud de sus miembros. Lo mismo pasa, por ejemplo, con la lucha contra la trata de mujeres, el trabajo esclavo y tantas otras actividades oscuras que, sin embargo, cuentan con un mercado de consumidores que demandan el "producto", mercado que merece un análisis tan profundo como debiera ser el combate contra los que se enriquecen con industrias tan sórdidas.

La cocaína ayuda a seguir y nunca parar. Ayuda a que lo que duele no duela, a que lo que es temible no se sienta temible, propicia que lo que es frágil se disfrace de fuerte y apunta a una vivencia de omnipotencia que apoya, en términos emocionales, el ideario moderno de "ir para adelante" sin parar ni sentir, tal como canta Eric Clapton en la célebre "Cocaine" ("Cuando tu día se terminó, y quieras correr, cocaína").

A diferencia de la marihuana, que entontece y disuelve la conciencia en una dispersión incompatible con el trabajo o acciones que exijan eficacia funcional, la cocaína agudiza o aparenta agudizar ese tipo de eficacia, por lo que se percibe como una droga que "ayuda" en ciertas tareas, sobre todo, en las que generan una gran presión. No en vano la cocaína surge como bastón en lugares en los que la competencia sobreexigida es religión. La droga ofrece una lejanía emocional que habilita a soportar lo insoportable y, a la vez, abre las puertas al habitar ese universo "canchero" que es el de la diversión de los ganadores de ese mundo competitivo, los que no tienen fisuras, dolores, dudas ni preocupaciones. El mismo Cielo en la Tierra, según ese tipo de cultura.

El miedo, la angustia, la fragilidad o los vaivenes anímicos normales a la condición humana, todo queda de lado cuando la cocaína pone "duras" a las personas que la ingieren, blindándolos contra sus propios estados de ánimo y contra ese medio ambiente que considera a la emocionalidad como una convidada de piedra, un signo de fragilidad y fracaso en el mar de los duros, los apurados y los ganadores.

Quizá por eso se considera a la cocaína la droga del poder, obviamente tomando el vocablo "poder" como sustantivo que nombra al lugar desde el que se puede manipular y transformar el ambiente para volverlo una extensión del ego del individuo, y no como verbo que nomina la acción posibilitadora, en la que el "otro" tiene un valor de tal, y no sólo es visto como "cosa" a ser manejada.

Es que, justamente, el efecto anestésico de la cocaína, que blinda la emocionalidad y la capacidad empática, evita todos los "perjuicios" que ese "otro" significa en el diario vivir. Si hay algo que distingue a la cocaína es el egoísmo de su idiosincrasia y el de la cultura a la que representa. El consumidor de cocaína "hace la suya", como mucho, generando alianzas circunstanciales con sus laderos, pero sin capacidad de enraizarse emocionalmente en nada. De hecho, eso es lo que busca: no sentir, para poder seguir para adelante (independientemente de dónde quede "adelante"), impulsado por la vivencia omnipotente e indolora que propone la droga y la cultura que esa droga representa.

¿Qué es lo que duele tanto en nuestra cultura como para que haga falta tanta anestesia? No es precisamente la pobreza material, ya que la cocaína es una droga cara, consumida mayormente por quienes viven en las zonas más altas de la pirámide social. ¿Qué se ofrece que no sea un ideario de "consumir para ser feliz" o "ganar a toda costa" a la hora de nombrar alguna plenitud posible en esta vida que nos toca?

Esos chicos que muestra la publicidad, poco más que adolescentes que, por oler bien gracias al perfume promocionado, con sólo chasquear los dedos reciben un millón de dólares y los favores de hermosas muchachas o son elegidos para entrar en lugares a los que otros quieren en vano ingresar, permiten entender qué significa decir que la cocaína es un tema cultural que se "aspira" en el aire, a través de una didáctica que propone la anestesia emocional como método para ser feliz.

Sin embargo, lo que en ciertos lugares es visto como fragilidad, desde otro punto de vista es percibido como fuerza. El individuo de la cultura cocaínica, omnipotente y anestesiado emocionalmente, se sostiene sólo a fuerza de consumo. En cambio, la persona abierta a su limitación individual y que no reniega de esa fragilidad, puede ver dicha condición como puerta hacia el vínculo con el otro. Ese vínculo genera red y esa red vincular con los semejantes es lo que, desde hace milenios, permite que las personas y las sociedades perduren, más allá de dolores, miserias y cataclismos.

El dolor parece signo de debilidad, pero, dado que es condición de nuestra existencia, aceptarlo sin tanta anestesia habilita a la intimidad con uno mismo, con los otros y con el mundo que nos constituye. Aceptar las grietas de nuestra condición, permite que la vida se sienta viva, y no sólo se la perciba como una película lejana, agobiante y vacía, tal como la sienten los adictos después de los 40 minutos de gloria posteriores al consumo. Aquí vemos entonces cuánto hay por hacer en relación a la cultura de consumo, exitismo y blindaje emocional que allana el camino a drogas como la cocaína, además de perseguir narcos y curar hombres y mujeres caídos en la pesadilla de la adicción. No hay mejor remedio que el entusiasmo y las ganas de vivir cuando de calidad de vida se trata. Más entusiasmo, menos droga. Más luz, menos oscuridad.

Las fuentes de ese entusiasmo pueden ser genuinas o mentirosas. En tal sentido, quizá no sea posible cambiar el mundo así como está planteado, con el GPS infiltrado por falsas coordenadas.

Lo que sí es y será posible, como siempre lo ha sido, es que ese mundo mentiroso que hoy representa la cocaína no cambie y quiebre a quienes, mal o bien, y con la fragilidad a cuestas, tejen el mundo con esa red que hace que, desde hace milenios, la humanidad siga su marcha hacia el mejor lugar posible.


ERAMOS POCOS Y PARIO MI ABUELA: DROGAS DE DISEÑO!
La cocaína ya fue, lo que viene es peor

El presidente estadounidense Barack Obama firmó una ley federal que prohíbe varios tipos de estas sustancias sintéticas, tras varios intentos infructuosos de decenas de gobiernos locales para vetarlas. En los últimos meses, los servicios de emergencia de ciudades estadounidenses se han visto sorprendidos con cada vez más ingresos de pacientes con extraños episodios de paranoia extrema, agitación, alucinaciones y fuerza fuera de lo común, pero los exámenes toxicológicos no muestran ningún consumo de sustancias no autorizadas

CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24) 14/07/12. Las drogas de diseño o de síntesis son sustancias ligeramente distintas en su estructura molecular a las drogas existentes de las que derivan, pero con los mismos efectos a nivel del Sistema Nervioso Central. Son consumidas cada vez con mayor frecuencia y en contra de la creencia popular de que son relativamente inocuas o poco dañinas, la evidencia científica muestra que son sustancias que producen daños cerebrales importantes y que el consumo continuado produce problemas tanto de tipo orgánico como de tipo psicológico. 

Este término de 'drogas de diseño' fue acuñado en los años '60 en relación a drogas de abuso obtenidas con fines recreativos y que podían diseñarse en laboratorios clandestinos para imitar los efectos de otras drogas cuyo tráfico era delito, y además se trataba de productos que por su novedad estructural no estaban registrados como sustancias ilegales, escapando así de la restricción legal. 

Como consecuencia directa de la prohibición de los alucinógenos y las llamadas "drogas duras", cientos de laboratorios clandestinos en USA comenzaron a sintetizar compuestos químicos similares en estructura y efecto a las drogas prohibidas. Ninguno de ellos es un alcaloide que se pueda aislar directamente de una planta, todos se obtienen a través de procesos químicos de mayor o menor complejidad. 

La intención de los traficantes de las drogas de diseño era hacer negocio y escapar a los controles. Originalmente las drogas de diseño se clasificaron en los siguientes tipos de sustancias:

> Análogos de la anfetamina y mescalina (comparten propiedades estimulantes, similares a las de la anfetamina y alucinógenas similares a las de la mescalina).
> Opioides sintéticos (análogos del fentanilo y meperidina). 
> Arilhexilaminas (fenciclidina). 
> Análogos y derivados de la metacualona. 

A medida que ha pasado el tiempo, se consideran drogas de diseño a los análogos de la anfetamina-mescalina. En ese grupo la más importante es la MDMA (metilendioximetanfetamina) conocida vulgarmente como Éxtasis.

Otro caso es la 2-CB (2,5-dimetoxi-4-bromo-feniletilamina), más conocida como Venus, Nexus o TUCIBI por sus siglas en inglés “2CB”.  Es una droga diseñada a partir de la mescalina y se comercializa en comprimidos de distintos colores y formas. Se consume en forma oral y sus efectos comienzan a los 20 minutos, prolongándose hasta 4 horas. Cuando la 2-CB llega al cerebro, se fija a los receptores de dopamina, adrenalina y noradrenalina. Produce relajación, distorsión sensorial, agitación y hasta alucinaciones, presentando una potencia superior a la mescalina. Como produce acostumbramiento, el efecto se retarda hasta 3 horas por lo que la sobredosis aparece con mayor frecuencia. En la medida en que el efecto deseado tarda en llegar, el usuario aumenta fácilmente la dosis.

La intoxicación crónica puede dar lugar a vasculitis, cardiomiopatía, hipertensión pulmonar y está en investigación el daño permanente que se puede causar a las neuronas dopaminérgicas y serotonérgicas. Pero ahora hay otras sustancias más. Se les conoce como 'incienso' y 'sales de baño'. Sin embargo, no contienen ninguno de esos productos. Se cree que se producen principalmente en China e India y se mezclan en USA, y no dejan rastro en los usuarios.

"Es un paquete que venden en las estaciones de servicio como incienso y es completamente legal. Se fuma y causa unas reacciones erráticas en el comportamiento de los pacientes", explicó a BBC Mundo, Patricia Junquera, profesora asistente de psiquiatría de UM.

Este supuesto incienso (conocido como Spice o K2) contiene químicos que, en la mayoría de los casos, intenta reproducir el ingrediente activo de la marihuana (THC). Los estudios de laboratorio demuestran que pueden ser de 100 a 800 veces más potente. También se han encontrado en ellos productos como fertilizantes. Mientras que las sales de baño están hechas principalmente con químicos parecidos a la anfetamina, como metilendioxipirovalerona (MDPV), mefedrona, y provalerona. Se venden como 'sustitutos de cocaína' o 'LSD sintético' en forma de polvo que es inhalado, tragado o inyectado en la vena. Sin embargo, resulta casi imposible saber cuáles de estos compuestos están contenidos en esos discretos paquetes de colores, que advierten en su empaque que ninguno de los químicos utilizados en su manufactura están aprobados para el consumo humano.

Debido a la facilidad para adquirirlas, también resulta sencillo suponer que el efecto será 'inofensivo' o parecido al de la marihuana tradicional, que no es considerada una droga dura. Además de los efectos secundarios como boca seca, nauseas y ojos rojos, estas drogas generan ataques de ansiedad, episodios de psicosis severa y reacciones erráticas en el comportamiento de los pacientes. Clínicamente no se puede diferenciar el consumo de ambas sustancias.

Los médicos reportan aumento de la temperatura del cuerpo y esquizofrenia. "Los que las toman sufren alucinaciones, oyen voces y ven cosas que no están ahí. Se encuentran en un estado de delirio", explicó a BBC Mundo, Paul Adams del servicio de emergencias del hospital Jackson Memorial. "Pierden la conciencia de su fuerza, que se ve aumentada. Tiene una fuerza sobrenatural que no pueden controlar", dijo a BBC Mundo, Patricia Junquera, profesora asistente de psiquiatría de UM.

La rápida adicción que generan en el consumidor ha ocasionado que se le empiece a considerar como 'una epidemia'.

Una de los grandes riesgos de estas drogas 'de moda' es la dificultad de identificar a sus usuarios. Según reportes de hospitales y centros de atención, los 'nuevos' consumidores no levantan ninguna sospecha, ni están consientes del peligro al que se exponen.

Generalmente se trata de adolescentes y adultos jóvenes que se sienten atraídos por la facilidad de no lidiar con un distribuidor o dealery que pueden obtener la sustancia fácilmente en una tienda o por internet sin necesidad de esconderla. Además, tienen la percepción de que no están cometiendo ningún acto ilegal y pueden escabullirse de las pruebas antidrogas que se aplican en trabajos y escuelas. Con costos que van de los US$ 25 a US$ 50, los consumidores suponen que no están involucrados en una actividad criminal.

En octubre de 2011, la agencia antidrogas estadounidense (DEA) utilizó sus poderes administrativos para establecer una prohibición de emergencia con duración de un año a los componentes químicos más comúnmente utilizados en las sales de baño. Otras leyes estatales intentaron impedir su consumo, posesión o distribución. Sin embargo, se veían superadas ya que sus nombres y compuestos varían a una velocidad inusitada.

Ahora, el presidente Barack Obama firmó una Ley para la Prevención del Uso de Drogas Sintéticas de 2012, que implica no sólo la prohibición de los componentes si no también de otros similares que puedan producirse en el futuro o que sean distintos pero generen los mismos efectos. La ley enumera 31 compuestos explicitamente prohibidos (20 de la marihuana sintética y 10 de las sales de baño). También prevé penas criminales para quien venda el producto en establecimientos o por internet. "Esta ley cerrará los atajos que habían permitido a los productores darle la vuelta a las prohibiciones locales y estatales y asegurarse de que no se pueda simplemente cruzar la frontera entre los estados para encontrar las mortales sales de baño", dijo uno de los promotores de la ley, el senador Charles Schumer mediante un comunicado.

Algunos esperan que si el problema no puede resolverse por completo, por lo menos, podrá castigarse. "Esta legislación dará las herramientas que se requieren para tomar medidas enérgicas contra las drogas sintéticas", dijo el senador Amy Klobuchar. Sin embargo, aún existe el temor que la velocidad de la ley pudiera no alcanzar la de los productores de estas nuevas drogas, cada vez más peligrosas.

No hay que ser frívolo con el consumo de drogas
Eduardo Amadeo para LA NACION (Diputado nacional del Peronismo Federal). La Nación-Opinión. Sábado 15 de enero de 2011.

La relación del progresismo argentino (¿progresismo?) con el tema de las drogas es, cuanto menos, fluctuante. Tal vez, por su simpatía con algunas variaciones del pensamiento avant- garde, o por su intento de incorporar jóvenes a sus filas, o por considerar a la guerra antidrogas un patrimonio de una ideología de derecha con sabor yanqui, lo cierto es que es difícil encontrar un eje estratégico en los gobiernos del matrimonio Kirchner que tome al consumo y el tráfico de drogas como el dramático problema social y político que es hoy en la Argentina y en la región.

Hay que hurgar mucho en los discursos presidenciales para encontrar referencias explícitas al problema. Néstor Kirchner sólo condenó a las FARC (que lo llamaron "latinoamericano ilustre") al final de su vida, para sostener su puesto en la Unasur, pero su gobierno no actuó con la severidad debida ante los coqueteos de Hebe Bonafini con esa banda narcotraficante.

No hay iniciativas diplomáticas argentinas de apoyo explícito a la acción del gobierno colombiano, muchas veces sometido a la soledad. El fiasco con el tema del lavado de dinero indica la pobre prioridad otorgada a esta cuestión crítica para el narcotráfico.

El secretario de la Sedronar sólo pudo sobrevivir con un menguado presupuesto, por su amistad personal con Néstor Kirchner. Las iniciativas sobre despenalización, impulsadas por Aníbal Fernández, se dieron con un aroma de frivolidad pavorosa, y con un discurso más dirigido a complacer las demandas de jóvenes consumidores de marihuana que a asumir la responsabilidad de un gobernante. Para Fernández ha sido más importante recibir un aplauso en un recital que sostener la dura tarea de gobernar sin demagogia en este tema.

La complejidad del problema de las drogas ha hecho que se propongan atajos mágicos para tratar de resolverlo rápidamente: desde la legalización (¿quién aceptaría que se vendiese cocaína en la puerta del colegio de sus hijos?) hasta la despenalización, pasando por una suerte de resignación pasiva, llamada "reducción de daños", que cuenta con adherentes importantes en este gobierno.

La despenalización que defiende el progresismo vernáculo supone que quien consume es algo así como un intelectual que usa la marihuana como una herramienta de creatividad, pero que puede abandonar ese consumo no adictivo cuando quiere, y por ello no se lo debe penar. Y -peor aún- que no hay relación entre la marihuana y otras problemáticas que, en realidad, sí tienen una vinculación innegable con el uso de esa droga.

La realidad nos demuestra que esta política es errada: desde que el Gobierno emitió ese mensaje frívolo, aumentó el número de jóvenes que consumen marihuana y -más grave aún- el de quienes no ven en la marihuana ningún peligro para su salud o su comportamiento. O sea, las barreras de la tolerancia social (componente clave de la estrategia preventiva) se han levantado aún más. Grave error: los consumidores son básicamente jóvenes que necesitan que los ayuden, no que los aplaudan.

El mensaje sobre el paco entre los más pobres es otra herramienta cultural perversa, ya que confina el problema de la droga al "otro país", el de los excluidos, mientras que los jóvenes con mejores recursos económicos utilizan el porro (o la merca ) sin problema en los recitales o en el baño de la escuela, protegidos por esta "no política preventiva progresista", que sólo se limitará, si es que lo hace, a tratarlos cuando pasen a la siguiente etapa de su proceso adictivo.

El problema de la droga no es tampoco causado sólo por la oferta de drogas, cuestión que tampoco tiene la prioridad que se merece. Se trata de una combinación de múltiples variables: tolerancia social al consumo, oferta del producto y vulnerabilidad personal, que exigen un enfoque igualmente complejo, constante y con recursos, pero, por encima de todo, del convencimiento absoluto de los líderes políticos sobre la importancia que eso debe tener dentro de su acción de gobierno.

Cambiar "voto joven" por inacción o silencio cómplice es de una irresponsabilidad sin límites. Los chicos que fallecen en la calle tras una noche de alcohol y droga son también el resultado de esta política.


Buenos Aires, 1 de Septiembre de 2014

“En nuestras obras nuestro pueblo sabe que comprendemos su dolor.” (San Alberto Hurtado)

Sra. Presidenta de la Nación
Dra. Cristina Fernández de Kirchner.

Tenemos el gusto de dirigirnos a Usted mediante esta carta, para agradecerle en primer lugar la ayuda, que de distintos modos presta el Gobierno Nacional a nuestro trabajo pastoral en los barrios en que vivimos. En particular le agradecemos hoy la firma a través de CARITAS Argentina de este convenio con la SEDRONAR. El mismo potenciará el trabajo que venimos haciendo en los centros barriales y comunitarios de nuestras Parroquias.

Aprovechamos la oportunidad que nos brinda esta audiencia, para acercarle nuestra mirada acerca de la despenalización de la tenencia para el uso personal de drogas. Para nosotros no es solo un problema de droga. Este flagelo pone de manifiesto el núcleo duro de la pobreza y la exclusión en nuestro querido país. Seguir haciéndole frente a la exclusión es el cauce principal del cual no hay que apartarse, se trata entonces de ajustar y de crear nuevas estrategias de intervención. En ese cauce se inscribe nuestro trabajo y de él son deudoras estas reflexiones que le compartimos. En un espíritu constructivo y de aportar al bien común de la Nación se las acercamos.

Que la Virgen de Luján, la Madre del Pueblo, la cuide y la acompañe siempre.

Lorenzo de Vedia, Carlos Olivero y Juan Isasmendi de la Villa 2124 y N.H.T. Zabaleta.
Guillermo Torre, Martín Carrozza y Eduardo Drabble de la Villa 31.
Gustavo Carrara, Hernán Morelli y Nicolás Angellotti de la Villa 11114.
Pedro Baya Casal y Gastón Colombres de la Villa 3 y el Barrio Carrillo.
Franco Punturo y Sebastián Risso de la Villa 20.
Sebastián Sury y Damián Reynoso de la Villa 15.
José María Di Paola de las Villas Carcova, 13 de Julio, Independencia y Curita.
Basilicio Brites de las Villas Palito, Puerta de Hierro, 17 de Marzo y San Petersburgo.
Jorge García Cuerva de la Villa la Cava.
Juan Manuel Ortiz de Rozas del Barrio el Talar.

El desafío de la exclusión y el consumo de drogas…

1. Estas reflexiones sobre la despenalización no pretenden ocupar el lugar que tiene la palabra de la Conferencia Episcopal Argentina sobre este tema. Ahora bien, como compartimos la vida en las Villas de la Ciudad y en algunas del Gran Buenos Aires, tenemos un recorrido hecho en el trabajo de prevención de adicciones, y del mismo modo acompañamos diariamente a personas en situación de sufrimiento social a causa de las drogas, y ante reiteradas consultas, nos parece conveniente hacer un aporte a la discusión del tema. Lo hacemos con espíritu de aportar al diálogo, ofreciendo el propio pensamiento y buscando integrar el pensamiento diferente.

2. Dialogar es buscar espacios de encuentro. Dialogar es comprender la búsqueda del otro. Por eso comenzamos preguntándonos que mueve a los que postulan la despenalización de la tenencia para el consumo personal: “si dicen lo que dicen, ¿por qué llegan a esa afirmación? ¿Cuál es el motivo existencial que desencadena ese pedido?” Es en este “porqué” en donde puede darse el encuentro. Aunque la conclusión a la que se ha llegado pueda ser verdadera o errónea, este “porqué” creemos que es auténtico. Entendemos entonces, que se busca no criminalizar al adicto, derivando el tema al ámbito de la salud.

3. A nosotros como sacerdotes, el Evangelio de Jesús nos invita a dirigirnos a las periferias geográficas y existenciales, y a permanecer allí, con una presencia que ayude a cuidar la fragilidad. Se nos invita a entrar en comunión con los más pobres, y desde los pobres llegar a todos. Es así que en las Villas, nos toca en este tiempo acompañar especialmente a chicas y chicos consumidores de paco y otras sustancias. Éstos, obviamente, la mayoría de las veces, no pueden hacer oír su voz. Desde este lugar hacemos nuestro aporte. Por otra parte este camino que va desde los pobres a todos, nos parece un programa más que valido a la hora de trazar políticas de Estado, a la hora de legislar y a la hora de juzgar.

4. Como expresábamos en alguna oportunidad, para nosotros este no es sólo un tema de drogas, el paco ha hecho explotar la marginalidad, y nos la enrostra, dejando ver un tejido social que se ha roto. Nos encontramos con chicos y chicas con derechos básicos vulnerados. Muchos NN, sin estudios primarios, con problemas serios de salud –tuberculosis, VIH, etc., sin posibilidad de trabajo, viviendo en la calle. Pero si miramos más en profundidad descubrimos una situación de orfandad de amor, de ruptura o inexistencia de vínculos. Esta es una forma de pobreza que no se puede registrar en términos de ingreso mínimo por persona. Pero existe, es real.

5. A veces alguno puede pensar que son pocos los jóvenes con consumos realmente problemáticos, que les hipotecan la vida. Dudamos realmente que sea un grupo pequeño, es más, creemos más bien que se trata de chicos pobres de las villas y barriadas de la Ciudad y del Gran Buenos Aires. ¡La exclusión favorece la adicción y causa estragos! Creemos que desestimar los porcentajes de adictos, por ejemplo al paco, es temerario, ya que la marginalidad es el mejor caldo de cultivo para los consumos problemáticos. Por otro lado nunca hay que olvidar que detrás de las estadísticas hay rostros concretos e historias muy dolorosas. Duelen hoy, no simplemente cuanto los números los registran y aumentan.

6. La población de las Villas es joven. El eje central de la prevención tiene que pasar por la inclusión social y para ello se requiere una presencia inteligente del Estado. Al mismo Estado le cuesta hacer pie en nuestros barrios. Es que muchas veces se choca con el problema de la no tenencia de las tierras y la consiguiente no propiedad de las viviendas, por parte de los vecinos y vecinas. Siempre está latente el prejuicio: “no es su tierra, no pagan todos los impuestos, ni todos los servicios, por eso no son ciudadanos”. Pareciera que esto hace que se caigan de hecho, otros derechos humanos. Y obviamente todo esto es muy funcional al narcotráfico organizado.

7. Por otro lado nos preguntamos: ¿cómo decodifican los chicos de nuestros barrios la afirmación de que es legal la tenencia y el consumo personal? Nos parece que al no haber una política de educación y prevención de adicciones intensa, reiterativa y operativa se aumenta la posibilidad de inducir al consumo de sustancias que dañan a las personas. El sistema educativo tiene muchas debilidades. Vemos una importante cantidad de chicos que dejan la escuela primaria, mucho más la secundaria. ¿No estamos dejando su educación en manos de los grupos que cantan su apología a la droga y al delito? La experiencia de acompañar a jóvenes en el camino de recuperación y reinserción social nos ha permitido escuchar el testimonio de muchos que han empezado consumiendo un pequeña cantidad de sustancias para uso ‘recreativo’ y de pronto se encontraron consumiendo drogas más dañinas aun. Por eso desde nuestra mirada las drogas no dan libertad sino que esclavizan. La despenalización a nuestro parecer influiría hoy en el imaginario social instalando la idea de que las drogas no hacen tanto daño.

8. A veces se da una distancia grande entre algunas leyes que buscan garantizar derechos y la realidad que intentan legislar. Entendemos que de ningún modo se puede criminalizar al usuario de drogas. Sin embargo, pensamos que mientras se busca proteger los derechos de algunos, en la práctica se desprotegen más los derechos de otros. Conocemos infinidad de casos de gente que no lleva drogas ilegales en el bolsillo por temor a ser demorados por la policía. ¿Esta habilitación para llevar drogas, no colabora con la naturalización del consumo? ¿No acerca la realidad del resto de la sociedad a la de nuestras villas donde la despenalización de la tenencia esta dada de hecho? Antes de plantear una ley así: ¿no sería mejor que para ese momento hayamos concientizado a la sociedad que no está bueno, ni es saludable consumir drogas? ¿que hayamos tejido una red asistencial? ¿No es una renuncia y un descompromiso la despenalización así de este modo, sin mirar la totalidad del problema? Creemos que antes de discutir la posible sanción de esta ley es mejor trabajar las representaciones sociales del problema a fin de generar cambios en la sociedad, y poblar el territorio con los dispositivos adecuados. Por ejemplo a nivel de todo el territorio nacional ¿no habría que esperar a que los CePLAs –Centros Preventivos Locales de las Adiciones y los CETs –Casas Educativas Terapéuticas, funcionen adecuadamente? ¿y si funcionan, alcanza con 150 CePLAs y 60 CETs? ¿no habría que hacer 1500 CePLAs y 500 CETs antes de plantear una ley sobre despenalización? Para nosotros poblar más el territorio de dispositivos adecuados sería un modo concreto de dar más libertad a nuestros niños/as, adolescentes y jóvenes, de darles más capacidad para elegir lo bueno para su vida.

9. Al visitar los penales nos damos cuenta que quienes asocian la droga con el delito, fácilmente discriminan y estigmatizan a los usuarios de drogas, cerrándoles las puertas y haciéndoles mucho más difícil el camino de la inclusión social. No obstante, sabemos que los penales están llenos de personas que tienen problemas con la droga. ¿No habría que pensar este tema antes de despenalizar la tenencia? No les damos oportunidades, naturalizamos el consumo, pero si el consumo se les volvió problemático y los llevó por el camino del delito les caemos con todo el peso de la ley. ¿No es poner toda la responsabilidad en la persona que no tiene oportunidades: hospital, trabajo, educación, etc.sin hacerse cargo desde el Estado? Hay tantos chicos y chicas que casi no tuvieron oportunidades, y a quienes el consumo se les hizo demasiado problemático. ¿Descriminalizar a los usuarios, no es también darles oportunidades a tiempo? ¿No habría que hacer eso antes de despenalizar la tenencia? ¿No habría también que revisar el código penal y las prácticas judiciales antes?

10. Recordando una imagen que ya utilizamos, podríamos decir que la discusión sobre la despenalización corresponde a los últimos capítulos del libro y no a los primeros. Nos dicen que ahora hay que despenalizar, y nosotros nos preguntamos quién arma la agenda de prioridades.

Porque si uno pregunta en los barrios, lo urgente es la creación de dispositivos preventivos y asistenciales. Las preocupaciones de la mayoría de la gente de nuestros barrios son: “¿qué hago con mi hijo que se me está yendo de las manos?”, “¿cómo hago, porque se puso rebelde y ya no quiere ir al colegio?”, “¿Quien le puede hablar, está todo el día en la esquina con mala junta y tengo miedo que me lo traigan en un cajón?”, “¿como hacemos con la bandita de la esquina, que le roban a la gente que se está yendo a trabajar?”, “¿cómo hago con mi marido que no puede parar de tomar, y encima se pone violento?”, “mi mujer se va al bingo y se pasa todo el día, estoy preocupado” y tantas otras. La agenda política debe responder a las necesidades de la gente.

11. Frente a este tipo de situaciones tenemos que responder cada uno desde el lugar que nos toca, con una presencia que acompañe, con una historia de bien que se una a toda historia de sufrimiento para abrir en ella un resquicio de luz. Ahora bien, en una sociedad donde muchas veces los excluidos no son ‘explotados’, sino desechos ‘sobrantes’, nosotros tenemos la experiencia bíblica de que: “La piedra que los constructores rechazaron ahora ha llegado a ser la piedra angular.” (Mt. 21, 42). Con alegría podemos decir que muchos de los chicos y chicas que acompañamos, se han puesto de pie y hoy son los verdaderos protagonistas del camino de inclusión, que empiezan a transitar otros chicos y chicas, que están en la situación que ellos estaban. Son ellos los que ahora tienden la mano, siendo portadores de esperanza.

12. Mirando a los niños y jóvenes de nuestros barrios apostamos a la esperanza, y nos comprometemos a seguir trabajando por la inclusión social, de lo contrario se pierde mucho. Se pierden, ante todo, a las personas que no pueden con su vida. Se pierden hombres y mujeres, que por falta de igualdad de posibilidades se quedan a mitad de camino; y así se desvanecen sueños, proyectos, talentos, valores, dones, ideales y horizontes, tan necesarios para construir una sociedad más justa, solidaria y verdadera. Se pierden insospechables riquezas personales, como intelectos lúcidos, manos hábiles y virtuosas para el trabajo, el arte y la ciencia, para hacer más promisorio y posible el futuro en la Argentina. Perdemos corazones buenos y nobles, que aportarían dando seriedad a las cosas, respeto al semejante y pasión para construir una patria de hermanos. En fin, con los jóvenes que se quedan atrapados por las redes de las drogas, perdemos todos, porque “la humanidad es una”, decía Bartolomé De Las Casas. Pedimos a la Virgen de Luján, Madre del Pueblo, que cuide y proteja a sus hijos que padecen el flagelo de la droga, de fuerzas a sus familias y luz a nuestra sociedad para generar vínculos de projimidad y solidaridad.


Clarín Sábado 04/10/14. Tribuna. Por Felipe Solá (diputado nacional Frente Renovador). En el país el consumo de drogas se ha vuelto una epidemia abonada por la vulnerabilidad de una parte creciente de la población y la tolerancia, aceptación o resignación de otra parte también creciente de la misma. La despenalización, presentada como “no criminalización”, encandila a algunos sectores medios urbanos, aunquemás del 80% de los argentinos no entiende su conveniencia o directamente rechaza la medida.

No queremos que ninguna de nuestras instituciones crucifique a un joven por fumar marihuana. El consumo de drogas es un problema sociosanitario complejo, y se debe atender al que se droga pero, además, defender a quien no lo hace.

Las drogas son nocivas. Dañan el cerebro y otras partes del cuerpo; son adictivas cuando su consumo genera dependencia y compulsividad a repetir dicho consumo; y son psicoactivas, es decir que actúan sobre el sistema nervioso central modificando el comportamiento de quien las consume. Los que reparan sólo en que son nocivas piensan que “cada uno puede hacer con su salud lo que se le dé la gana”, desestimando que una droga tiene el potencial de causar efectos profundos en quienes las consumen.

El consumo de drogas está en todo el mundo regulado, más por la defensa del que no se droga que por los efectos tóxicos. La legislación que se quiere desmantelar (y debemos recordar el fallo “Arriola” de la Corte Suprema, 2009, que abre las puertas a la despenalización) no protege un derecho individual: protege un derecho colectivo. Diferenciemos las propiedades psicoactivas (cambio de comportamiento) de la toxicidad (deterioro de la salud individual). La mayor carga de morbimortalidad asociada al consumo de drogas en la Argentina es resultado de esas propiedades.

Está presente en el 48% de los hechos de violencia, el 21% de los accidentes de tránsito; el 37% de los accidentes de trabajo, en los embarazos no deseados, y en el 60% de los casos de violencia doméstica y abuso de menores.

Si se quiere despenalizar, sólo podría hacerse con la marihuana, reglamentando a los que la fuman en una medida todavía mayor que lo que se ha hecho con los fumadores de tabaco. Por ejemplo, limitando su consumo a las casas particulares.

Puesto a votar una ley contra las Madres del Paco, contra el trabajo silencioso de miles de personas que luchan por recuperar a otros o por recuperarse, contra los que juegan su vida entre transas todos los días y no se entregan, y a favor de un derecho individual discutible de quienes pueden elegir qué hacer y qué fumar, qué vida tener, qué estudiar, cómo trabajar, cómo relacionarse con su familia (porque suelen tener una familia que reacciona cuando hace falta), prefiero no caer en la hipocresía.

Votar una ley que “facilite todo consumo” sería una cobardíafrente a los jóvenes que van a empeorar sus condiciones de vida y frente a aquellos que viviendo entre la droga verán disminuida su capacidad de pelea y su resistencia a venderse a los nuevos poderosos.

El mensaje es claro. “No podemos controlar, así que hagan lo que quieran. Y si quieren, háganlo en público. Háganlo en la puerta de una escuela que expulsa, o al salir de un hospital de cama caliente. Como la policía es corrupta y abusadora, los despenalicemos para no tener culpa.” Les resta algo que no harán: “pedir perdón por tanta debilidad”.

BONUS TRACK



Increíble campaña provincial kirchnerista "Consumo cuidado" publicada el 21/01/22 y consejos del gobierno de Kiciloff, Berni & Cía. para que los ciudadanos no consuman "merca" de mala calidad. Idiotas irrecuperables. Repito la idea: deberían suministrarle drogas a sus propios hijos.

Clarín Lectores. 03/07/22. Por Lidia Beatriz Fontela (Psicóloga social y operadora en adicciones). 

Siempre estuve de acuerdo con el padre Pepe con respecto a la marihuana y a su no legalización, pero me gustaría que no mezclara política con adicciones. Éstas se incrementaron en pandemia y en este momento siguen descontroladas y son vistas casi como algo natural para la sociedad.

Es real que “la marihuana hace mal”, como dice el padre Pepe, pero más destructivo es el paco que literalmente quema las neuronas del cerebro de chicos que la consumen desde los 4 o 5 años y también jóvenes que no tienen medios para conseguir otro tipo de estupefacientes (cualquier droga es mala), incluidos algunos psicofármacos.

El Padre Pepe, alegó que “la clase media no tiene que hacer leyes para ellos, en función de sus necesidades”. Este flagelo no sólo lo tiene la “clase media”; para la adicción no existen las “clases”. También dijo que: “…la pobreza creció. Del año en que yo estaba en la Villa 21 -en 1996- a hoy, tenés a lo mejor dos generaciones más (de pobres)”. Y aquí, él mismo reconoce que las adicciones no son patrimonio del “pseudo progresismo”, como dijo en un reportaje.

El 10 de diciembre de 2004 fue fundada la Asociación Civil Madres del Dolor con el objetivo de concientizar sobre esa lucha despareja que mantienen muchas familias con respecto al paco, y el padre Pepe no debe desconocer la labor que hace esta entidad.

El aumento de barrios carenciados se viene dando desde el 2012 y no para de crecer hasta hoy. En este caso, podríamos alegar que en período en que Macri era gobierno también fue responsable, pero el kirchnerismo no hizo más que aumentar la masa de pobres en nuestro país.

Si hablamos de adicciones, los que más tienen que estar atentos son los familiares directos y amigos supuestamente “sanos” (léase como individuos que no han tenido relación con ningún tipo de consumo), y prestar atención a los cambios en lo cotidiano. Se vuelven agresivos y a veces es difícil distinguir entre el mal humor o la angustia normales de un adolescente con los signos del consumo de drogas.

Algunos de los posibles indicios son los siguientes: ausencias frecuentes a clases o al trabajo, falta de energía y de motivación, adelgazamiento o aumento de peso u ojos rojos, falta de interés en la ropa, el aseo personal o la apariencia, cambios de conducta, no dejan a los familiares entrar en su habitación no decir a dónde va con sus amigos, pedidos repentinos de dinero sin explicación, sensación de euforia o mareos, pupilas dilatadas, ansiedad extrema o nerviosismo y mentir, entre otros.

Se vuelven esclavos de la droga, pierden totalmente su autocontrol y ya no es capaz de mantener relaciones estables, razón por la que en general, sus únicos amigos son también consumidores. Muchas veces roban o engañan para conseguir droga, lo que deteriora aún más sus relaciones.

Por eso la familia es el eje principal en la vida del enfermo y es la que tendría que dar el paso inicial para su mejora en esta “guerra” y no recurrir a la negación.

Debemos dejar para siempre el “a mí no me va a pasar”, nadie está libre de esto que ataca a niños y jóvenes de todo el arco social, donde en los escalones más altos se ubican los enfermos que pueden “rescatarse” hasta la próxima ingesta, (un baño de inmersión, por ejemplo, para bajar el nivel de excitación). Los pibes de las villas no disponen de bañaderas a tal efecto, o calefones, ni siquiera a veces una cocina.

Con respecto a la despenalización del consumo, las personas que consumen no necesitan el permiso de una ley para seguir haciéndolo y los que todavía no han comenzado a recorrer este camino de muerte, tampoco se apoyarán en un juez para empezar.

Por esto es tan importante la prevención como estrategia fundamental, sobre todo desde la familia, eje principal del desarrollo del sujeto y también desde la educación, la escuela y la salud pública.

Según nuevas mediciones a nivel mundial, Argentina registró el mayor crecimiento de Sudamérica en el uso de cocaína. El dato surge del Informe Mundial sobre Drogas de 2022, publicado por la Oficina de las Naciones Unidas para la Droga y el Delito (ONUDD).

Y esta es la realidad cada vez más presente en el aquí y ahora de nuestro país.

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