Capítulo 1. Rock argentino.
Cap. 2. Folklore argentino, sudamericanos & world music.
Cap. 3. Pop, rock & progresiva-parte 1
Cap. 3. Pop, rock & progresiva-parte 2
* William Bolcom – “The Scott Joplin album” (2015)
*Ella Fitzgerald – “Ella sings Gershwin” (1950)
Gershwin no era intérprete. No cantaba. Grabó discos propios
pero sus creaciones triunfaron mediante interpretaciones de músicos y cantantes
de primer nivel, en su época y mucho después también. Interpretar los clásicos
de Gerswhin pasó a ser un examen. Rendir una prueba. “Rhapsody in blue”, “Porgy
and Bess”, “An american in Paris” tienen decenas de versiones, que nunca se
acaban.
Aprovechemos entonces para descubrir buena parte de su
obra en la voz de Ella Fitzgerald. Justamente, con este disco Ella se presentó
en sociedad: fue el álbum debut de la dama del jazz.
Gershwin, Jerome Kern, Irving Berlin, Johnny Mercer, luego Cole Porter, fueron músicos de jazz de origen blanco y judío, hijos de la inmigración europea, que popularizaron el formato de canción norteamericana en Estados Unidos y en el mundo. Fue una movida que abarcó varias décadas e incluyó los tiempos del ragtime y el swing. Empezaron siendo escritores de canciones por las que cobraban apenas unos dólares. Terminaron triunfando de la mano de los años dorados del cine, el teatro y los grandes musicales, que a la vez catapultaban sus creaciones, muchas de las que ahora llamamos standards. Fueron cantados por gente como Al Jolson, los hermanos Marx, Judy Garland, Bing Crosby, Fred Astaire y Ginger Rogers en sus películas, Frank Sinatra y Ella Fitzgerald, o difundidas por las bandas de Count Basie, Benny Goodman y Artie Shaw. Por eso, cuando escuchen covers de standards de la canción norteamericana van a leer siempre más o menos los mismos apellidos. Usualmente, en segundo término figuran los letristas. Así tienen George junto a Ira Gershwin, Rodgers y Hart, etc.
Estamos en la era del swing (1935-1950): mayoritariamente autores blancos adaptando música negra al gusto de los blancos.
A partir de este éxito, la ascendente Ella Fitzgerald repetiría la fórmula: producidos por Norman Ganz para el sello Verve, durante más de una década grabaría discos de su serie “Songbook” donde interpretó creaciones de esta gente: Cole Porter (1956); Rodgers & Hart (1956); Duke Ellington (1957); Irving Berlin (1958); los hermanos Gershwin (1959); Harold Arlen (1961); Jerome Kern (1963) y Johnny Mercer (1964). Con ellos la Fitzgerald se convirtió directamente en figura mundial.
*Ella Fitzgerald – “Sings the Cole Porter songbook” (1956)
Tampoco nos dedicaremos aquí a la bio de Ella Fitzgerald pero sigue sirviéndonos de comodín. Un total de ocho compositores y letristas popularísimos que aglutinaban el sentir musical norteamericano. Ocho producciones que pasaron a ser algo así como una biblia de su música.
La
Fitzgerald nos sirve nuevamente de excusa
para conocer los temas de Cole Porter, un extraordinario autor norteamericano
de los `50. No se si es mejor escribir sobre Cole Porter (Indiana-USA,
1891-1964) o recomendarles que consigan alguna de las biopics que se filmaron
acerca de su increíble vida.
Cole
Porter fue un niño mimado, único heredero de la fortuna familiar. A los seis ya
tocaba el piano y fue un bont-vivant desde sus tiempos de estudiante. Pero
cambió su destino familiar de abogado por la música y lo hizo con gran éxito,
viviendo siempre en ambientes refinados de Estados Unidos y Europa. Un
hedonista total, amigo de Picasso, Coco Chanel, Stravinsky y otras
personalidades. Quiso mucho y se casó con una muy bella y refinada millonaria
con la que hizo un pacto para ocultar su homosexualidad. Convivieron hasta el
final de sus vidas.
La
especialidad de Porter fueron las canciones que, también, supieron alimentar
las necesidades de musicales de Broadway y películas de Hollywood. “In the still of the night”, “Let’s missbehave”, “Let’s do it
(Let’s fall in love)”, “Just one of those things”, “So in love”, “Love for
sale”, “All of you”, “Easy love”, “What is this thing called love”.
Si
bien era un muy buen pianista, tampoco Porter era candidato a cantante y, como
en el caso de Gershwin, vió triunfar sus composiciones y convertirse en
clásicos en interpretaciones de otros. Es decir, el climax de sus creaciones no
lo encontraremos en discos propios. Y la enorme cantidad de producciones
discográficas de artistas basadas en los clásicos de Porter siguen saliendo
como chorizos año a año en todo el mundo y complica la búsqueda. Para cada
canción memorable de Porter hubo una interpretación memorable que quedó en la
historia. Por ejemplo, la Marilyn Monroe cantando
“My heart belongs to daddy” o Frank Sinatra en “I’ve got you under my skin”. ¿Quién no lo reconoce? Si bien Sinatra no grabó un
songbook de Porter tiene covers suyos en varios discos que permitieron la
compilación “Frank Sinatra sing the select Cole Porter” (1996).
Lo interesante y placentero del tratamiento de Ella Fitzgerald en “Sings the Cole Porter songbook” (1956) es que, con su voz única y arreglos homogéneos, ataca 35 temas de Porter y permite disfrutarlos sin sobresaltos.
Hasta Charlie Parker, genuino representante del bebop,
interpretó a Porter. El sello Verve hizo un compilado de grabaciones del
saxofonista entre 1950 y 1954, interpretando a Porter con distintas formaciones
orquestales. “The Cole Porter Songbook” (1980)
incluye a Max Roach, Roy Haynes y Buddy Rich, Ray Brown, Oscar Peterson,
Charles Mingus, Gil Evans y otros. También “Oscar Peterson plays The Cole Porter Songbook”
(1959) el pianista negro -con swing y sin vocalizaciones- trata las melodías
con su trío y permite apreciarlas de otra manera.
Busquen la sentida versión “Everytime we say goodbye”
cantada por Mick Hucknall en el disco “Men and women” (1987) de Simply Red o
las versiones de Porter de la cantante negra Shirley Horn, desperdigadas en su
discografía. El jazzófilo director de cine Woody Allen suele reclutar temas de
Porter para adornar sus películas.
En la compilación “The Cole Porter Songbook” de tres
volúmenes, pueden escuchar todos sus éxitos interpretados por cantantes de
lujo, como Billie Holliday, la Horn, Sarah Vaughan, Dinah Washington, Ella
Fitzgerald y la voz ronca de Louis
Armstrong, entre otros. Claro que los distintos tratamientos orquestales y
arreglos pueden castigar un poco la audición.
Sobran los homenajes a Porter. Por ejemplo, en el intento
titulado “Red, hot + Blue: tribute to Cole Porter” (1990) juntan a artistas y
grupos en boga en esos años que aggiornan los temas con su impronta: Neneh
Cherry, Sinead O’Connor, Annie Lennox,
K.D.Lang y Lisa Stansfield, Tom Waits, David Byrne, Fine Young Cannibals, U2 y
otros. Prima facie promete, pero el resultado es muy desparejo.
Volviendo sobre las biopic que inspiró Cole Porter, vean “De lovely” (USA, 2004) de Irving Winkler, interpretada por Kevin Kline y Ashley Judd y se enamorarán del personaje. Y escuchen su banda sonora, que también dispone de muchos intérpretes pero es respetablemente mejor que en el caso anterior. Porque más allá de su diversidad -al cernirse al desarrollo de una película de época-, tiene un tratamiento musical equilibrado. En este plantel están Natalie Cole, Diana Krall, Sherryl Crow, Alanis Morrisette, Robbie Williams, Elvis Costello y Mick Hucknall. La pareja central de actores Kline-Judd se anima al micrófono respetuosamente en algunos tracks. Y aparece la mismísima voz de Porter para finalizar con “You’re the top”. Recomiendo el disco separadamente en el Cap. 5 – Bandas de sonido originales de películas-B.S.O.
*Ella Fitzgerald – “Sings the Duke Ellington songbook” (1957)
Espere un poco más, distinguida Ella: ya llegará su turno. Tenemos que referirnos ahora a Edward Kennedy Ellington (Washington-USA, 1899-1974), gran pianista y reconocido legendario líder de big bands pero sobre todo prolífico compositor que superó las barreras del swing jazz. Algunos le endilgan la corona del mejor compositor de jazz de todos los tiempos. Su familia de clase media le brindó una infancia sin necesidades y su personalidad nada tuvo que ver con la sórdida imagen del jazzero drogón y bohemio. Su apodo “Duke” viene del porte aristocrático que exhibía.
Intentando triunfar desde joven en Nueva York, su fama
explotó como orquesta estable del legendario reducto Cotton Club del Harlem.
Propiedad del mafioso Owney Maden, el lugar era muy visitado por gente blanca “high
society” para escuchar jazz negro. Si encuentran “At the Cotton Club 1937-1938”
tendrán una idea como tocaba cada noche, restringido a temas de solo tres
minutos que permitían las grabaciones de entonces.
Las emisiones de radio le dieron a Ellington una
popularidad explosiva. Su big band tenía los mejores músicos del medio y
competía con la de Benny Goodman. Fue aclamado e hizo giras por todo el mundo.
Se especializó en la composición de suites, entre las cuales destacan a “Black,
brown and beige” (1943). Y entre sus actuaciones en vivo, coinciden en recomendar “Ellington at Newport” (1956).
Se convirtieron en standards sus composiciones “Take a ‘A’
train”, “Satin doll”, “The mooche”, “Caravan”, “Mood indigo”, “In a sentimental
mood” y “Stardust”.
En lo que seguramente será considerado un sacrilegio por
los tradicionalistas, mi ídolo Joe Jackson lo homenajeó con "The Duke" (2012), reuniendo una
veintena de músicos (Christian McBride, Steve Vai e Iggy Pop, entre otros) para
aggiornar una decena de temas originales de su amado Ellington. Una curiosa
aproximación.
“Sings the Duke Ellington songbook” (1957) pertenece -como
les decía antes- a la serie de ocho Songbooks de Ella Fitzgerald producidos por
Norman Granz para Verve Records entre 1956 y 1964. Ya hablamos de su
repercusión. La particularidad en este disco es que Ellington fue el único
compositor de la serie que participó como intérprete, aunque no todas las composiciones escogidas le pertenecen. En el equipo de grabación se destacan además Ben Webster, Oscar
Peterson, Dizzy Gillespie, Ray Brown, Herb Ellis y Billy Strayhorn, entre
otros.
Ella y Duke tenían una relación de amistad que venía de
sus actuaciones en el Harlem. Fitzgerald consideraba a Ellington como un
consejero paternal y compartieron escenarios muchas veces también en Europa.
Presentaron este disco en vivo en el Carnegie Hall de Nueva York en abril de
1958.
Como también mencionara, para algunos fueron los mejores cantante
y compositor de jazz de todos los tiempos. Cuando Duke falleció en mayo de 1974
y le pidieron a Ella que cantara en su funeral en la iglesia catedral de San
Juan el Divino de Nueva York, eligió entonar “Solitude” y “Just a closer walk
with Thee”.
Ahora
si. Supongo que ya la han escuchado suficientemente. Ella Fitzgerald
(Virginia-USA, 1917-1996), no pudo tener un comienzo más jazzero: a sus dulces
16 ganó el premio “Amateur night show” que aún hoy otorgan en el famoso teatro
Apollo del Harlem-NYC. Fue al toque y en plena era del swing contratada por
Chick Web, con quien se hizo famosa. Luego entraría a la banda de Louis
Armstrong y grabará con las orquestas de Count Basie y Duke Ellington pero se sube
al bebop con la banda de Dizzy Gillespie, adaptándose perfectamente a la
improvisación naciente con el dominio total del scat. La serie de discos
Songbook para el sello Verve la convirtieron en figura mundial. Se la conocería
durante décadas como “la primera dama de la canción” o “la reina del jazz”. Fundamentalmente
fue especialista insuperable en el arte del scat y virtuosa del swing. Pero el
mundo de la música le reconoció siempre su versatilidad para cantar formatos
musicales diferentes (balada, bebop, canción) al frente de formaciones muy
distintas (piano solo, tríos a big band). Hasta grabó música de los Beatles y
de Jobim. Grabó unos 200 discos, de los que vendió más de 40 millones, y ganó
13 Grammys y vendió unos cuarenta millones. Sigue siendo inspiración para
cualquier cantante de jazz que se jacte de tal. La Fitzgerald era para
Norteamérica lo que la Negra Sosa para Latinoamérica: lo que ella versionaba se
lo apropiaba, pasaba a ser el cover definitivo. Y me permitiría decir que junto
a Frank Sinatra han sido los dos más afamados cantantes del imperio. Los
críticos más intransigentes solo permiten compararla con Billie Holiday y Sarah
Vaughan. La Fitzgerald vino tres veces a Buenos Aires, en 1960, 1967 y 1970.
Ahora,
unas líneas sobre esas otras dos damas top. Esta “santísima trinidad” de
vocalistas femeninas del jazz, tuvieron un padecimiento común: el racismo que en
distintos grados tuvieron que soportar en el país imperialista durante sus
carreras, a pesar de su enorme popularidad.
“Billie Holiday” era en realidad Eleonora Holiday Fagan (Filadelfia-USA,1915-1959). Venía de una familia de esclavos del sur mestizada con sangre de su patrón, Charles Fagan, y fue hija de dos adolescentes. Prácticamente abandonada se fue a Nueva York, fue prostituta en el Harlem y encarcelada siendo una pibita. La persiguió la pobreza, y aunque respiró con su triunfo artístico el sino trágico la acompañó hasta su final de su vida. Llegó a estar en las más prestigiosas orquestas de la época: Benny Goodman y Artie Shaw. Fue la cantante negra en bandas de blancos, con los consabidos costos: por ser de color, no la aceptaban en hoteles ni restoranes ni en algunos boliches durante las giras. No por casualidad el tema “Strangre fruit” se terminó convirtiendo con los años en el melancólico himno antirracista que la representó y con el cual cerraba sus actuaciones. La Holiday también cantó con la orquesta de Count Basie pero fue el saxofonista Lester Young su gran apoyo artístico y quien la bautizó “Lady Day”. El pianista Teddy Wilson la dirigió después. La Holiday llegó a ser la estrella de la calle 52 de Nueva York, que entre los años treinta y cuarenta concentraba la mayor cantidad de boliches jazzeros negros de la ciudad. Sin suerte en el amor, con problemas de drogas duras y proxenetas, rehabilitaciones y condenas que le cerraron puertas. Una vida de novela negra que ella relata de forma suavizada en su autobiografía “Lady Sings the Blues” (1956). El sello Verve de Norman Granz le permitió revivir grabando con grandes músicos y tuvo un respingo artístico con ciertas críticas por el deterioro de su voz. Murió a los 44 bajo arresto domiciliario.
Creo
que hay que recurrir a compilaciones para descubrir su arte. “Lady Day. The best of Billie Holiday” (Columbia, 2001), “The
Decca singles vol. 1 y 2” (Decca Records, 2017) y “Work from home with Billie
Holiday” (Verve, 2020), en ese orden, cubren medianamente su carrera musical. Para
muchos Billie H. es la mejor cantante de jazz de todos los tiempos, por su
expresividad y sentimiento, por más que la Fitzgerald y Vaughan la superaran
técnicamente y dominaran el scat de taquito.
Sarah Vaughan (Newark-New Jersey-USA 1924-1990), la tercer cantante negra top de jazz la tuvo un poco más fácil. De padres laburantes y músicos aficionados, empezó a tocar el piano y cantar en la iglesia baptista de su localidad y en 1943 -para no ser menos- ganó el concurso anual de amateurs en el Apollo Teathre del Harlem: la Fitzgerald lo había logrado diez años antes y apoyó a la Vaughan, que llegó a ser su telonera. Luego grabarían juntas. Estuvo en la orquesta de Earl Hines, donde militaban Charlie Parker y Dizzy Gillespie, para cuyo quinteto de bebop también cantó. Estuvo en la orquesta del cantante Billy Eckstine. Luego se largó a hacer su carrera solista actuando en boliches jazzeros de la 52 Street de Nueva York, como Three Deuces, Famous Door, Downbeat y Onyx Club. Ahí se entreveraba con esos y otros capos del naciente bebop. De ahí en más, una carrera artística cuidada y ascendente. Le llegarían los apodos también: primero “Sassy” y tras la consagración, “The Divine”. Actuó unos cinco años con el apoyo del trío Roy Haynes en batería, Joe Benjamin en bajo y el piano de Jimmy Jones. Pero el listado de estrellas de la música que luego grabaron con ella, es interminable: Count Basie, Quincy Jones, los directores Michel Legrand, Michael Tilson Thomas y Rastropovich. Giras europeas con éxito total, actuaciones para presidentes y cambio de discográficas imponiendo condiciones: desde Columbia Records a Norman Granz-Verve. Poca suerte con el amor, problema recurrente cuando se dispone de mucho dinero. Igual que la Fitzgerald, cayó en la tentación de grabar dos o tres discos de jazz abrasilerado, temas de The Beatles y Songbooks de Gershwin, Irving Berlin y Duke Ellington.
* Varias – “The ultimate diva collection” (2003)
Podríamos seguir detallando heroínas norteamericanas de la canción y novelando sus ajetreadas vidas. Para acortar camino y hacer comparaciones odiosas, vayan a esta preciosa recopilación del sello Verve. Esta discográfica y alguna de sus empresas satélites tuvieron en sus filas a todas estas intérpretes y produjo este disco que permite empezar a compararlas. Además de la “santísima trinidad”, agregan a Carmen McRae (1920-1994), Dinah Washington (1924-1963), Anita O’Day (1919-2006), Nina Simone (1933-2003), Etta James (1938-2012), Helen Merril (1930- ) y otras. Un paseo por el jazz, el blues, swing y big band con timbres y sensibilidades vocales diferentes que, pese a lo heterogéneo, mantiene el interés hasta el final.
Escapa a la imaginación el esfuerzo melómano que
deberíamos hacer para sondear las discografías de estas mujeres. Tarea titánica
para investigadores realizar un repaso sistemático de sus obras artísticas. Más
simple para un aficionado como nosotros porque desechamos enseguida cuando no
nos mueve el sentimiento. No todas nos van a emocionar por más galardones que
luzcan y bien que hayan cantado.
Solo agregaré ahora las pocas que no mencioné todavía y
quedaron fuera de la foto. La madre espiritual de todas parece haber sido Bessie
Smith (1894-1937), pero todavía era blues y no jazz, porque en los años veinte
no había aparecido Louis Armstrong para pegar el volantazo. Sumen a Betty
Carter (1929-1998), Abbey Lincoln (1930-2010), Shirley Horn (1934-2005), Dee
Dee Bridgewater (1950- ), Sheila Jordan (1928- ) y Diane Schuur (1953- ). Más o menos
completan el top ten de todos los tiempos o integran un honroso banco de
suplentes. Dominan el cuadro mujeres de color.
Superados los más gruesos problemas de racismo que les tocó a gran parte en
suerte (el “american way of life” tiene sus contraindicaciones), lo que las
contemporáneas deben ahora enfrentar son las comparaciones odiosas con las
pioneras. Y las eternas críticas de los especialistas cuando sus carreras
explotan otros géneros (baladas románticas, canción popular, acompañamiento de
cuerdas, fusión, pop) y se alejan de la ortodoxia jazzera para afiatar su éxito
comercial. Eso siempre será igual.
Faltan mencionar Cassandra Wilson (1955- ), Rachelle Ferrell (1961- ) y Diana Krall (1964- ) pero las dejaré para más adelante. Tendrán sus párrafos propios porque sus
carreras están vivas e intentan cosas diferentes. Por distintas razones me
sedujeron particularmente y me movieron a comprarles discos.
Para los estudiosos, el origen del jazz fue Louis Armstrong con el swing. El siguiente volantazo vino con Charlie Parker y el bebop. Ineludible a la hora de “bopear”. Dijo el saxofonista argentino Luis Natch que Parker cambió la manera de entender, tocar y frasear el swing, por sus articulaciones, su técnica y la velocidad de sus ideas. Otros aseguran que no hubiera existido Parker sin Lester Young.
Los expertos suelen recomendar “Charlie Parker & Dizzy Gillespie: Diz’n Bird at Carnegie Hall” (1997), grabado en una actuación histórica en ese escenario neoyorkino en setiembre de 1947, en parte con una big band. Después está el que ambos artistas grabaron en 1950 en estudio en la misma ciudad: “Bird & Diz” (1952), con Thelonius Monk al piano (para completar la santísima trinidad del jazz moderno) y Max Roach a la batería para completar la banda.
Monk tocaba el piano como un maestro que
juega irreverente con sus alumnos en una clase práctica. Discontínuo, disonante,
irrespetuoso. Antitécnico, con silencios imprevisibles. No escucharán una cosa
igual en ningún otro pianista de jazz. En las fotos lo reconocerán como un
negro al piano, con barbita candado mefistofélica y distintos modelos de
gorros: el más visto era uno de esos de piel aptos para Siberia.
Thelonius Sphere Monk (1917-1982) hizo sus
primeras armas musicales durante los años cuarenta en el legendario boliche
Minton’s Playhouse del Harlem, cuna del bebop, compartiendo camino con Dizzy
Gillespie, Charlie Parker, Kenny Clarke y Bud Powell. Ellos modernizaron el
jazz y su invento todavía sigue funcionando. Si se me permite la comparación,
hicieron lo mismo que hizo Piazzolla con el tango: sacaron el género de las
pistas de baile para disfrutarlo de otra manera. ¿Otra similitud? Las músicas
y estilos de Monk y el genial marplatense, tampoco dejaron herederos artísticos.
Nadie los pudo hacer evolucionar: los interpretan o suenan como ellos.
Lejos de ser un músico de gran aceptación popular,
el estilo de Monk fue bastante criticado. El reconocimiento le llegó más o
menos a fines de los cincuenta. Unos cuantos años después reconoció que no
tenía mucho más para decir artísticamente y se mandó a guardar con su piano.
El disco “Monk’s dream” (1963) fue
producido por Teo Macero. No deslumbra por contener sus creaciones más
conocidas pero expone la esencia de su música, grabada con el piano y un trío
donde se destaca el saxo de Charlie Rouse. Para lograr escuchar sus temas más
representativos, se puede recurrir a “The very best of Thelonious Monk” (2012)
del sello Prestige/Riverside Records. Abundan recomendaciones de especialistas
sobre discos de Monk. De sus producciones oficiales destacan “Criss cross”
(1963) y “Underground” (1968). Agregaría “Straight, no chaser” (1967). Están “The Thelonious Monk Quartet featuring
John Coltrane. Live at The Five Spot” (1957) y si no te gustan los directos, el
grabado en estudios “Thelonious Monk with John Coltrane” (1961).
Acabo de mencionar el disco de estudio que grabaran los padres del invento: “Bird & Diz” (1952), precisamente con Thelonius Monk al piano (para completar la santísima trinidad del jazz moderno) y Max Roach a la batería. Vayan también a una excelente pieza, que le pone letra y sentimiento a la música de Monk: “Carmen sings Monk” (1994) de la prodigiosa cantante Carmen McRae (Harlem-NYC-USA 1922-1980), que -les digo- está muy cerca de la otra santísima trinidad: la de las mejores vocalistas negras de jazz (Holiday-Fitzgerald-Vaughan). Participa del disco el citado saxofonista Charlie Rouse.
*Art Blakey & The Jazz Messengers – “The
big beat” (1960)
La idea de los Messengers arrancó alrededor
de 1955 y al principio Blakey compartió o disputó el liderazgo con el pianista
Horace Silver. Blakey se quedó luego, digamos así, con la patente, tal es así
que su nombre pasó a anteceder el nombre del grupo y ser un gran seleccionador
de valores: fue una escuela de jazzeros. Blakey y su banda estuvieron en varias
discográficas, fueron y vinieron de Blue Note y editaron más de cien discos hasta
1989, a pesar que las modas del jazz fusion, el rock y el pop los borraron de
las carteleras. Si le sumamos los discos no oficiales, grabaciones en vivo y
recopilaciones posteriores, llegan casi a cuatrocientos.
El hardbop -bien representado por Blakey & The Messengers- rescató la herencia del bebop pero con bases rítmicas más
fuertes y melodías más fluidas. Reinó en el mundo del jazz durante gran parte
de los años 50 y 60 y de algún modo fue el antecedente del jazz modal de Miles
Davis.
Los formatos del grupo, lógicamente
acústicos, variaron entre el cuarteto y el octeto y hasta llegaron a ser big
band alguna vez. Deben haber pasado unos cien músicos por el combo de Blakey,
que mantuvo a sus prestigiosos Messengers durante décadas dando giras por el
mundo. Solo por nombrar a los más conocidos que pasaron soplando por sus filas,
en saxos estuvieron Lou Donaldson, Benny Golson, Wayne Shorter y Brandford
Marsalis, y en trompeta Donald Byrd, Lee Morgan, Freddie Hubbard, Chuck
Mangione, Woody Shaw, Randy Brecker, Wynton Marsalis y Terence Blanchard.
Respecto al propio Blakey, no simplemente
fue un buen patrón y DT: pasó a estar en la plana mayor de los bateristas
modernos del bebop, junto a Max Roach, Roy Haynes, Kenny Clarke y Philly Joe
Jones. Tiene también discos solistas por separado y colaboraciones con otros
artistas. No pude dar con un disco del que se habla mucho: “The Giant of Jazz”
(1971) una grabación en vivo en Londres del sello Atlantic, una actuación que
sumó a Art Blakey, Dizzy Gillespie y Thelonius Monk.
Es algo ridículo para un melómano
aficionado intentar recomendar un disco de The Messengers entre tantas decenas.
Muchos mencionan “Hard bop” (1957). “Moanin’” (1958) fue uno de sus discos más
exitosos. “The big beat” (1960) de la mano de Rudy Van Gelder de la Blue Note,
tiene a la dupla Lee Morgan-Wayne Shorter y suena estupendo.
*Horace Silver – “Song for my father”
(1965)
A Horace Ward Martin Tavares Silver, pianista y compositor norteamericano (1928-2014) ya lo venimos mencionando como uno de los “inventores” del hardbop junto al batero Art Blakey, The Jazz Messengers y el saxo Sonny Rollins.
Silver fundó ese combo con Blakey y al poco tiempo lo abandonó pero “Horace Silver and The Jazz Messengers” (1952), “Further explorations by The Horace Silver Quintet” (1958) y este “Song for my father” (1965) son citados como baluartes de ese subgénero. La particularidad del pianista fue aportarle sutiles toques latinos y funkies.
Silver grabó entre 1954 y 1980 para el mítico sello Blue Note, del cual encontrarán numerosas referencias en este capítulo, a las que me remito. Y este “Song for my father”, además, es junto a “The sidewinder” (1964) del trompetista Lee Morgan uno de los dos discos de esa discográfica que más vendieron en toda su historia. El nexo entre las dos obras es el saxofonista Joe Henderson (ver adelante), que formó parte de los combos de sus casi simultáneas grabaciones.
Todas las composiciones del disco son de Silver y cae de maduro que en cualquier votación ganarían como perlitas la homónima y “Lonely woman”, que fueron convertidas en inoxidables standards.
Miles Dewey Davis III (Alton, Illinois-USA, 1924-1991), genial músico y trompetista norteamericano. Tan capo que componía abriendo el juego hacia nuevos estilos jazzeros y cuando sus colegas encantados seguían la nueva moda, innovaba con otra cosa. Lo hizo con el cool jazz, con el hard bop y el jazz rock.
Empezó a estudiar trompeta y a los 19 escucha en Missouri a la banda de Billy Eckstine que incluía nada menos que a Charlie Parker y Dizzy Gillespie: le rompen los esquemas. Parte para la Gran Manzana a estudiar en una academia y no para hasta engancharse con esos ídolos en los boliches jazzeros que se concentraban en la calle 52 de Nueva York. Se termina haciendo partícipe necesario del imperio del bebop.
Va adquiriendo un estilo propio con la trompeta -despojado y sin alardes- Davis larga los estudios y se pone a hacer su música. Tiene sus primeros tropiezos con la heroína y lo demoran varias veces por no cumplir con la cuota alimentaria de su primera mujer Irene Birth e hijos. De sus escarceos por esa época está la interesante recopilación “Miles Davis vol. 1 y 2” para Blue Note, en sexteto hardbop con Art Blakey, Kenny Clarke, Horace Silver, Jimmy Heath y otros, remasterizados y relanzados en 2001.
Con solo 25 años reune un noneto de músicos en Nueva York y graba para Capitol distintas sesiones entre 1949 y 1950. Recién le publican el disco en 1954 como “Classics in jazz: Miles Davis”. Lo reeditan en 1957 como “The birth of the cool” con más tracks y recién ahí resulta el exitazo del nuevo estilo. Un jazz más relajado y aliviado de notas pero no exento de improvisación. Básicamente estaban Miles Davis en trompeta, Lee Konitz en saxo alto, Gerry Mulligan en saxo barítono, Max Roach o Kenny Clarke en batería, John Lewis en piano, más tuba, trombón, trompa, contrabajo y los arreglos de Gil Evans. Así que con esta producción fundaron el estilo que luego se afianzaría con el nombre de “west coast jazz” o “cool jazz”, de la mano de Dave Brubeck, Stan Getz, Mulligan, Chet Baker,etc. “La gran esperanza blanca” de la que hablamos en otro apartado.
**Miles Davis – “Bags groove” (1957)
Salteando algunos episodios biográficos, luego de girar por Europa -donde comprueba que no todos los blancos discriminan y se enamora de Juliette Greco- triunfa en el festival de Newport y firma con el sello Prestige. Casi siempre con su primer Miles Davis Quintet, que incluyó muchas veces a la jóven promesa del saxo John Coltrane, hace un montón de grabaciones para cumplir su contrato porque ya lo estaban tentando de Columbia Records. Prestige las edita en distintos momentos. Así, están la compilación “Walkin’ Miles Davis All Stars” (1957), “Bags groove’” (1957) y también “Cookin’ …” (1957), “Relaxin’…” (1958), “Workin’… (1959) y “Steamin’ …” (1961) todos estos subtitulados “… with The Miles Davis Quintet”. Son una continuidad y un espectáculo: cada quien elegirá el mejor.
A ese primer quinteto de Davis se lo considera una formación histórica. Dijimos John Coltrane (saxo tenor) más Paul Chambers (bajo), Philly Joe Jones (batería), Red Garland (piano) y el propio trompetista, claro. Funcionó entre 1955 y 1958: se dejan escuchar en esos discos. Luego por varias décadas, Davis grabará para Columbia.
Entre medio de esas grabaciones está “Bags groove” (1957), en realidad grabado en 1954. Es un disco de esa etapa “cool” y suena mucho más cool que “Birth of the cool”. Con Milt ‘Bags’ Jackson (vibráfono), Sonny Rollins (saxo tenor), Percy Heath (contrabajo), Kenny Clarke (batería), Thelonius Monk y Horace Silver (piano).
*Miles Davis – “Relaxin’ with The Miles David Quintet” (1958)
Grabado en 1956 por aquel quinteto de Miles Davis. Otro cualquiera podría escoger “Cookin’ …” (1957), depende del gusto por las composiciones. Por ej. por contener una de las varias versiones de Davis del clásico “My funny Valentine” (R. Rodgers). Miles D. viaja otra vez a Europa para unas presentaciones y le encargan la banda sonora de “Ascensor para el cadalso” (1958) de Louis Malle y Davis. Fiel a su estilo, innova otra vez: improvisa sobre unas partituras escritas en el hotel sobre imágenes compaginadas de la película y graba el sonido en una sola toma. Fueron ocho horas en un estudio de grabación con un grupo de músicos locales y su conocido baterista Kenny Clarke, con proyector incluído, mientras la mismísima Jeann Moreau les servía tragos. Para algunos, la mejor banda sonora jazzera hecha jamás. Lo dejo a su criterio.
**Miles Davis – “Kind of blue” (1959)
Como todavía tenía contrato con Prestige, graba medio de contrabando el primer disco para Columbia Records: “Round about midnight” (1957) con Chambers-Coltrane-Garland-Jones. También esta discográfica postergará la edición de los discos estratégicamente en el tiempo. De la mano de Columbia, Davis puede disponer otra vez del arreglador Gil Evans y con una big band saca el excelente “Miles ahead” (1957) y luego “Milestones” (1958) puro hardbop, previos a este “Kind of blue”. Gil Evans fue uno de los colaboradores preferidos de Davis y en sus participaciones puede notarse su influencia clásica y blanca (uno de los pocos blancos que pudieron entrar en el circulo íntimo del trompetista).
No obstante, cuando Columbia le pone en la tapa de “Miles ahead” a una chica rubia, Davis le arma gran quilombo: en el futuro, las portadas de sus LP saldrán con motivos de su raza o con el bello rostro moreno de su mujer, Frances. Otras intervenciones de Gil Evans fueron “Porgy and Bess” (1959) y “Sketches of Spain” (1960). Etapa brillante del trompetista.
“Kind of blue” (1959) ha sido leitmotiv de cientos y cientos de críticas elogiosas que lo tienen como el mejor disco de jazz de todos los tiempo y, aparentemente, el más vendido: más de diez millones de copias desde que salió a la actualidad, la mayoría vendidas durante el siglo XXI. Piedra basal del llamado “jazz modal”: Miles simplificó la sucesión de acordes del bop por escalas que funcionaran como trampolines para los solos instrumentales, algo que nos parece tan natural ahora. Acá juntó un sexteto con Julian “Cannonball” Adderly (saxo alto), John Coltrane (saxo tenor), Bill Evans (otro blanco muy respetado por Davis) y Wynton Kelly (piano), Paul Chambers (bajo) y James Cobb (batería). El productor es Teo Macero. Davis venía de hacer la banda del film francés ya mencionado, en la práctica de grabar sin ensayar mucho y librar el resultado a la espontaneidad de los músicos. Aquí también, solo les pasó las ideas de sus composiciones pergeñadas durante esa misma mañana en su cabeza -que continuaban la onda de "Milestones"-, y registraron los temas de un saque en dos sesiones de grabación. "So what" seguramente sea el más conocido de este LP best seller, pero "Blue in green" fue el más versionado por otros jazzeros.
El inquieto Miles Davis forma a los pocos meses su segundo gran quinteto. Todo jazzero en ascenso quería entrar en su seleccionado y Davis hace casting. Vamos los pibes: todos prometedores veinteañeros. Entran Herbie Hancock en piano, Wayne Shorter en saxo, Tony Williams en batería y Ron Carter en bajo. Funcionaron entre 1964 y 1969, zambulléndose en la improvisación y la experimentación: hard bop más pinceladas de free jazz = post bop. Grabaron 6 discos en estudio: “E.S.P.” (1965), “Miles Smiles” (1967), “Sorcerer” (1967), “Nefertiti” (1967), “Miles In The Sky” (1968) y “ Filles De Kilimanjaro" (1968).
En los dos últimos, de a poquito, empieza a cambiar de nuevo metiendo instrumentación eléctrica: Hancock empieza a usar el Fender Rhodes y casi a punta de pistola, Carter un bajo eléctrico en algunos temas; después se negará al cambio y dará el portazo. Desde el banco de suplentes ingresan unos minutos Dave Holland (bajo), Chick Corea (teclados) y George Benson (guitarra).
Es que Miles advierte el efervescente cambio generacional y el ascenso vertiginoso del rock y los recitales masivos, que le producen envidia. ¿Cómo pueden tener tanto éxito esos pibes sin saber nada de música? El free y tanta experimentación alejan a la gente de los boliches de jazz y se olvida de su máxima estrella. Teo Macero toma el comando en la producción y Davis archiva los adustos trajes y corbatas del género, se viste de funk con lentejuelas y deja crecer su melena. Abre sus orejas y admira a Jimi Hendrix, Sly & The Family Stones y Stevie Wonder.
Davis enchufa más su música y prepara el salto al jazz fusion con “In a silent way” (1969), un disco con solo dos tracks, uno para cada cara del vinilo, con largas improvisaciones sin destino sobre melodías mínimas produciendo climas hipnóticos e inasibles. Con Tony Williams, Wayne Shorter y tres tecladistas eléctricos a la vez (Herbie Hancock, Joe Zawinul y Chick Corea) e intervenciones de John McLaughlin en guitarra.
Todos concuerdan que el siguiente LP “Bitches brew” (1970) marca el nacimiento del jazz-rock. Es una continuación de “Silent way” -una sucesión de atmósferas machacantes- con la alternancia en batería de Jack Dejohnette, Lenny White y Don Alias, sin Hancock ni Williams. Davis nunca había vendido más de 60 mil copias de alguno de sus discos. Con éste superó las 500 mil copias, la mayor parte demandado por gente joven que nunca había gustado del jazz. Cuando escuchen “Bitches…”, piensen si hoy podría haber vendido tanto y en la influencia que sobre nosotros tienen las modas o el ambiente de época. Por el contrario, “Kind of blue” no fue un best seller instantáneo, se impuso con el paso del tiempo.
Algunos conceden a “Bitches Brew” el paternazgo de bandas como Return to Forever, Mahavishnu Orchestra, Weather Report y Lifetime, hijosdalgos de Chick Corea, John McLaughlin, Zawinul/Shorter y Tony Williams, respectivamente. Pero el disco que para mi catapulta al jazz rock más evidentemente es “Tribute to Jack Johnson” (1970) con Billy Cobham, Mike Henderson, McLaughlin, Herbie Hancock y Steve Grossman. Comparen.
Más o menos con ese equipo -y con Dejohnette o Al Foster (batería), Dave Holland, Chick Corea, Zawinul, Keith Jarrett, Airto Moreira, Benny Maupin (saxo/clarinete), entrando y saliendo- Miles Davis graba una serie de discos donde -intentando aggiornarse más con ritmos reinantes- pone una dósis de funk, psicodelia y distorsión, ya desde el arte de tapa: “Live evil” (1971), “On the corner” (1972), “Get up with it” (1972) y “Big fun” (1974), que de “fun tiene poco”. Según algunos, fue la última etiqueta que inventó Miles Davis: el jazz funk.
Entretanto, Miles Davis sufre una racha de intervenciones quirúrgicas y adicciones al alcohol y a la cocaína que lo separan de la música y lo llevan al divorcio de su segunda mujer, Frances Taylor. Después de tener varios autos deportivos en su garage y a la vez solventar grupos activistas negros, tiene que manguear guita a sus amigos.
Entre 1975 y 1980, no produce nada ni toca la trompeta. Queda arrumbado en Nueva York hasta que su viejo amigo el productor George Wein lo salva una vez más: le ofrece hacer dos recitales en el Avery Fisher Hall por U$S 70.000 y le adelanta el 50% al toque con un cheque. Con eso, Davis se compra una cupé Ferrari 308 GTSi amarilla con la que llega a la función. Sus dedos deben volver a entrenarse pero ese julio de 1981 sube al escenario rodeado por Mike Stern (guitarra), Marcus Miller (bajo eléctrico) y Al Foster (batería).
Completando ese combo con Minu Cinelu (percusión), Bill Evans (saxo), poca influencia de teclados y algo de resaca, vuelve a la actividad el jazz fusion que había dejado en hibernación. Siempre con Teo Macero en la producción. Va recuperando su mejor forma de a poco grabando “The man with the horn” (1981), “Star people” (1983) y “We want Miles” (1981). Este último, en vivo, contiene parte de los recitales en el Avery Fischer Hall, todo para Columbia Records. Va deslizándose a un jazz rock más funkoso y menos oscuro que permite mover las patitas, tal es así que empieza a sonar en las FM.
Van entrando al plantel John Scofield, Darryl Jones, Robert Irving III, Bob Berg, Kenny Garret. A fines de 1983 Davis graba “Decoy” (1984) bien en modo fusión, suma para la ocasión a un debutante Branford Marsalis. Después viene el funky “You’r under arrest” (1985) donde versiona los hits “Human nature” de Michael Jackson y “Time after time” de Cindy Lauper, que le dan popularidad.
En Dinamarca, Davis recibe un premio musical y le proponen ejecutar la obra conceptual “Aura” (1985) que escribe Palle Mikkelborg en su honor. Miles se lleva a Copenhague a McLaughlin y a su sobrino batero Vince Wilburn y los suma a una big band nórdica para interpretar una muy interesante suite vanguardista que rompe la monotonía musical del trompetista.
Hay una caja recopilación llamada “The Columbia years 1955-1985” (1988) que permite una visión super panorámica del derrotero musical de Davis. Como en ese lapso fue mutando tanto (del post-bop al modal y a la fusión), dividieron la selección por CD en 1. blues/standards, 2. standards/originales, 3. originales/moods y 4. eléctrico.
**Miles Davis – “Tutu” (1986)
Gustos son gustos. Hay jazzeros de ley que se desviven por el segundo quinteto de Davis y lo consideran el ensamble perfecto. A mi no me llegaron al corazón, a pesar de los músicos de primer nivel que militaron con el trompetista en ese combo. Aunque después haya seguido con interés la trayectoria individual de muchos de sus músicos que se desprendieron de sus filas. Los intentos eléctricos posteriores de Davis, a veces tan huérfanos de melodías, muchas veces me suenan elitistas y hasta me aburren. Si hasta le puso “Big fun” a uno de sus discos más aburridos. Pienso que pocas veces pudo encontrar la conexión justa entre un instrumento esencialmente jazzero como la trompeta y la música moderna o popular.
El disco “Tutu”, dedicado al
obispo africano Desmond Tutu, un luchador por los derechos negros de aquella
época en Sudáfrica, tampoco pertenece a la época clásica del trompetista pero
-inmerso en su capítulo eléctrico y modernista- al menos vuelve a formatos más
convencionales. Es el primero que graba luego de abandonar Columbia Records y
firmar para la Warner. Recibió un Grammy.
El alma máter del disco fue el
bajista Marcus Miller, que lo produjo, compuso la mayoría de los tracks (la
homónima y “Portia” se llevan todos los laureles) y tocó varios instrumentos,
salvo las intervenciones de Omar Hakim, Paulinho Da Costa, George Duke y, por
supuesto, la trompeta del propio Davis. Marcus no es Gershwin pero encarrilla
un poco el ímpetu de Davis, que se había enamorado del rap y el hip hop. El
disco suena potente y tiene buenas dósis de funk. Extraña inclusión de “Perfect
way” de los ingleses Scritti Politti. Es un poco molesto el recurso muy en boga
de la batería electrónica y la programación, pero convengamos que la obra
superó el paso del tiempo y fue de lo mejor de Davis en sus últimos años.
La segunda colaboración de
Miller para Davis fue para grabar la banda de sonido de un film “Siesta” (1987)
de Mary Lambert que pasó desapercibido. Para adaptarse al leit motiv, toda su
música tiene un remarcado toque hispánico, con la trompeta de Davis asordinada
y los efectos programados de Miller. Están John Scofield, Omar Hakim y Earl
Klugh en el plantel y suena muy interesante. Hagan el ejercicio comparativo
entre el sonido de las BSO de dos arregladores importantes de Miles Davis en
épocas muy distintas sobre motivos similares: Gil Evans en “Sketches of Spain”
(1960) y Marcus Miller en “Siesta” (1987).
Sigue la tercera y última
colaboración de Marcus Miller para Davis en la grabación de estudio “Amandla”
(1989). Aventaja a “Tutu” en el uso más delicado de los ritmos programados y
composiciones algo más refinadas en onda smooth jazz. El plantel es más o menos
el mismo de los últimos tiempos, con las novedades de Kenny Garret, en amables
saxo alto y soprano y Joey Di Francesco en algún teclado. La trompeta de Miles
Davis suena juvenil y liberada en “Mr. Pastorius”.
Miles Davis nunca actuó en Argentina.
Estaba prevista su actuación en el Luna Park el 06/09/88 pero por motivos de
salud fue suspendida, con todas las entradas vendidas. Posiblemente, lo
hubiéramos escuchado tocar gran parte de “Amandla”, el disco que lo tenía
ocupado por aquel entonces. Murió tres años después, el 29/09/91 en California.
“Doo bop” (1992) fue el primer disco póstumo con la música contemporánea/eléctrica de Davis que venía practicando, rescatado sobre pistas que no estaban terminadas. Suena a veces un poco más convencido de la fusión que intenta, jazz, funk, hip hop, acid jazz. Se puede decir que con estas hibrideces no llegó a patentar nada más: hubiera sido demasiado. Muchos años después, desempolvaron cintas de grabaciones de 1985 para la Warner desestimadas (optaron por sacar “Tutu”) y editaron “Rubberband” (2019). En muchos tracks la onda es parecida y en otros Davis parece un músico invitado en medio de un funk y soul poco novedoso. Para revitalizarlos, su sobrino Vince Wilbur Jr. al comando de las consolas, incluyó las voces de Lalah Hathaway, Ledisi y Randy Hall. Salteen el calipso “Paradise”, porque es deprimente. Davis solo intentaba manterse a flote en esos tiempos modernos.
Rápidos de reflejos a poco de fallecer Davis, los antiguos integrantes de
su segundo quinteto organizaron su reunión y grabaron el consabido “A tribute
to Miles Davis” (1994), ingresando como trompeta Wallace Roney. Obtuvieron el
consabido Grammy a la interpretación instrumental en jazz y ofrecieron una gira
mundial, que -esta vez sí- pasó por Buenos Aires.
La personalidad y biografía de Miles Davis tiene de todo. Discriminado y discriminador, genio extravagante y de pocas pulgas, compuesto de elementos contradictorios, como todos. Está a mano el documental “The birth of the cool” (2020) de Stanley Nelson. También hay una biopic sobre el trompetista, realizada con la anuencia de su familia, que dirigió y protagonizó Don Cheadle: “Miles ahead” (2015). Dicen que es tan pasional como irregular (deben haber captado la esencia de Davis, entonces). Como Hancock estaba muy ocupado, le encargaron la banda de sonido a nuestro conocido Robert Glasper (ver más adelante), que la resolvió como debía: no atándose a esquemas obvios.
*John Coltrane – “Blue train” (1957)Lo normal es que cuando lean algo sobre John William Coltrane (a) Trane (Carolina del Norte-USA,1926-1967) seguramente se toparán con el slogan “el mejor saxofonista que jamás existió” o “el mejor saxofonista de todos los tiempos”. Con el instrumento más característico del jazz, el que dicen mejor puede imitar la voz humana. Esa extraña mezcla de madera y metal que emite sonidos tan entrañables inventada en 1838 por el genio belga Adolphe Sax buscando algo que sonara más poderosamente en bandas militares y sinfónicas. El jazz era todavía una ilusión que debió esperar décadas.
La tendencia “cool jazz” fue una variante que institucionalizó -digamos- las innovaciones del bebop de un modo más distendido y agradable: por eso fue quizás que prendió mucho entre el público no entendido o no adicto al género. Sus figuras más famosas fueron los saxofonistas Gerry Mulligan, Stan Getz, Art Pepper y Paul Desmond (como veremos, figura de The Dave Brubeck Quartet), el trompetista Chet Baker y el pianista Dave Brubeck. Miles Davis -el monstruo de mil cabezas del que ya hablamos y sobre el que seguramente volveremos- dicen que dió el puntapié inicial de esta modalidad cuando grabó el LP "Classic in jazz" entre 1949 y 1950 para Capitol, recién bautizado "Birth of the cool" al reeditarse en 1957. ¿Entonces también lo inventó él? Toda esa gente estaba dando vuelta desde antes, pero la consagración del cool se dió a fines de la década de los 50 y comienzo de los sesenta en el oeste norteamericano centrando en California, por lo que también lo llamaron “West Coast Jazz” para diferenciarlo de las movidas “mainstream”.
Este es un compilado que permite interiorizarse y dar una vuelta por este subgénero para saber de que se trata. Es una producción discográfica maquinada en Francia y trae a Dave Brubeck (en “Pennies from heaven”), Gerry Mulligan (“My funny Valentine” y “Line for lyons”), Stan Getz (“The peacocks”), Sarah Vaughan (“It might as well be spring”) y Paul Desmond (“Skylark”). Chet Baker aparece haciendo “Little duet for Zoot and Chet” y también en ”Autumn leaves” acompañado por Paul Desmond en saxo, Bob James en teclados, Ron Carter en bajo y Steve Gadd en batería, sacándote el aliento.
“Times out” (1959) fue el primer disco de jazz en vender más de un millón de copias y todavía resulta indispensable para conocer el cool jazz. De su track principal -el hiperexitoso “Take five”- dicen que fue el tema instrumental jazzero más vendido de todos los tiempos. Era el único del vinilo no compuesto por su líder el pianista Dave Brubeck (1920-2012) sino por Paul Desmond, su saxofonista; fue usado como cortina musical por infinidad de programas de TV del mundo. El disco contiene otro inmortal: “Blue rondo a la Turk”, cuyos compases se le ocurrieron a Brubeck escuchando músicos tocando en una calle turca. “Times out” tuvo mucho éxito particularmente entre la juventud universitaria norteamericana y fue el último faro musical antes que las multitudes se volcaran al rock & roll. Para los entendidos del jazz, fue un disco demasiado comercial.
En las numerosas ediciones posteriores que tuvo el disco original le fueron agregando tomas alternativas y covers de diversos standards. En algunos, por ejemplo, puede escucharse el tratamiento cool a joyas como “St. Louis Blues” (W. C. Handy) y “ You go to my head” (J. Fred Coots-Haven Gillespie).
Sumando “The very best of Dave Brubeck Quartet” (2000) creo que bastará para tener un panorama mayor. Contiene otros dos standards de Brubeck: “In your own sweet way” y la gran elegancia de “The Duke”, dedicado a Duke Ellington.
*Joe Henderson – “So near, so far. Musings for Miles” (1992)
Un saxofonista tenor varias veces citado en este racconto, al que muchos expertos consideraron heredero dilecto de John Coltrane y Sonny Rollins. Hombre de color nacido en Ohio-USA (1937-2001). Fue artista Blue Note durante muchos años y entre los músicos con los que compartió estudios y escenarios estuvieron Kenny Dorham, Donald Byrd, Freddie Hubbard, McCoy Tyner, Herbie Hancock, etc. Sus colaboraciones en discos de otros artistas forman un listado interminable. Por ej. formó parte de dos de los discos más vendidos del catálogo Blue Note en toda su historia: “The sidewinder” (1964) de Lee Morgan y “Song for my father” (1965) de Horace Silver.
Entre su prolífica producción artística, básicamente hardbopiana, las recomendaciones suelen girar alrededor de “Page one” (1963) su debut solista apoyado en Kenny Dorham (trompeta) y McCoy Tyner (piano), que abre con el espectacular “Blue bossa”. También “The kicker” (1967), “The state of the tenor” (1985) un directo grabado en el boliche Village Vanguard neoyorkino y “Lush life: the music of Billy Strayhorn” (1991). Mención para su “Double rainbow. The music of Antonio Carlos Jobim” (1994), producido por Oscar Castro Neves y con Jack Dejohnette, Herbie Hancock y Eliane Elias, Christian McBride, etc. que empardó los viejos intentos de fusión de Stan Getz con Gilberto Gil de los sesenta.
De la etapa solista de Joe Henderson en el sello Blue Note, editaron un compilado en box con cuatro CD para la colección “The Blue Note Years” (2000). Mucha música para disfrutar, aunque dicen que la etapa de mayor aceptación del saxofonista fue a partir de los ochenta, con sus grabaciones para el sello Verve.
Este “So near, so far (Musings for Miles)” (1992) es un discazo de hardbop donde Henderson se apoya en Dave Holland (bajo), John Scofield (gtr) y Al Foster (batería) para hacer nueve interpretaciones de temas de Miles Davis y cerrar con el título homónimo de composición propia. Henderson solo compartió escenario con Miles unos fines de semana en 1967. El disco sacó un Grammy.
Dicen que el climax de su carrera está
registrado en dos discos en vivo grabados en Chicago: el primero fue “But not
for me” (1958) en el restaurante The Pershing Lounge, que incluye su tema “Poinciana”.
Fue el disco más vendido durante 108 semanas, terminó despachando más de un
millón de ejemplares y lo hizo famoso en todo el mundo. En ediciones
posteriores, un Vol. 2 y este de 2007 incorporaron otros tracks representativos
de Jamal (“Cherokee” y “Billy Boy”) interpretados en los mismos shows.
Con esa grabación Jamal la pegó doblemente: primero por lo novedoso de su trío acústico jazzero, cuyo formato hizo evolucionar. El bajo y batería tenían más presencia y protagonismo de lo habitual frente al piano y conversaban entre si. Además, inauguró la moda de los discos jazzeros registrados en directo como manera de no perder la frescura y espontaneidad de los músicos, que suelen diluirse en los estudios de grabación.
El segundo de sus discos ponderados fue “Ahmad
Jamal’s Alhambra” (1961), en el boliche del mismo nombre y en la misma ciudad,
del cual el pianista fue propietario gracias al suceso de “But not for me”.
En las décadas siguientes Jamal siguió en actividad, siempre fue un jazzero ilustre y giró por todo el mundo, pero quedó algo relegado de las modas. No repasé toda su discografía pero producciones suyas más actualizadas son dignas de escuchar. Ejemplos al azar, “Happy moods” (1960) o “The awakening” (1970).
*Oscar Peterson – “The sound of the trio” (1981)
El musicólogo argentino Gabriel Senanes puso a Oscar Peterson en el podio de los pianistas de jazz top ten de la historia junto a Jelly Roll Morton, James P. Johnson, Willie Smith, Fats Waller, Duke Ellington, Art Tatum, Thelonius Monk, Bud Powell y Bill Evans.
A puro swing viene este “The sound of the trio” (1981) con Ray Brown y Ed Thigpen, grabado en vivo en London House de Chicago en 1961 y que en sucesivas ediciones fue ampliado con más tracks originales. Con la misma formación puede interesarles “Night train” (1962).
Entre las compilaciones, el doble “The will to swing” (1991) combina vivos, estudio y formaciones distintas, contiene standards, por lo cual me parece muy recomendable. Otra opción es “Oscar Peterson’s Finest Hour” (2000) de la serie del sello Verve.
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Justamente, esta recopilación del 2000 es de Verve. Participan en distintos temas Phil Woods y Kenny Burrell. En “James and Wes” con el formidable guitarrista Wes Montgomery. Es casi icónico escuchar a Smith en la reconocible “The cat”, el tema de Lalo Schifrin, que en este track y en “Blues in the night” dirige la orquesta. Cierra con “Papa’s got a brand new bag” de James Brown, donde se lucen Roy Hargrove y Christian McBride.
Entre esa maroma discográfica, algunos críticos rescatan tres trabajos de Smith: “Back at the chicken shack” (1960), “Bashin’: the unpredictable Jimmy Smith” (1962) y “Jimmy & Wes: the dinamic duo” (1966), lógicamente con Wes Montgomery.
Hoy puede que escuchen su sonido sin saberlo cuando en la radio pasan algo de “acid jazz” y se nota su influencia en guitarristas como George Benson y B.B.King. Este CD póstumo recopila conocidos temas de hard bop y standards rejuntados de varias sesiones de grabación de 1958 previas a su consagración, cuando todavía se ganaba la vida como soldador para mantener a su familia numerosa. Integraron su banda dos de sus hermanos: Buddy, en vibráfono, y Monk, en bajo, más Freddie Hubbard en trompeta y Joe Bradley, en piano, entre otros.
En este racconto, antes y después, a medida que recorremos trayectorias artísticas, mencionamos cincuenta veces al sello Blue Note. Fundado en 1939 por dos berlineses judíos cultos que escapaban de las prohibiciones y razzias nazis en Alemania, lograron un milagro en Nueva York. Sin saber hablar bien el inglés todavía, empezaron a promocionar y editar el jazz negro al que el establishment cultural yanki desdeñaba, quizás por su espíritu racista.
A poco de crear la empresa, Alfred Lion (1908-1987) unió a su amigo de la primaria, el fotógrafo Francis Wolff (1907-1971), y en los años cuarenta empezaron a grabar algunas cosas del swing y el dixieland, que reinaban en ese momento. Después se animaron a reclutar músicos de jazz moderno contrariando las reglas del mercado. La grabadora difundió el bebop y su nave insignia fue el hardbop. Revalorizó y sacó del ostracismo a esa originalísima cultura negra, ninguneada por los propios norteamericanos. Lion y Wolff eran de esos tipos enamorados de la música que a veces salen en las películas rescatando y hasta metiendo en sus casas a los artistas descarriados hasta conducirlos al éxito.
Las ediciones de los discos estaban a cargo de los dueños. Al pasar de los años, las portadas incluyeron tipografia de molde San Serif característica y una estética tan particular que siguen siendo consideradas obras de arte en si mismas. Lo logró gracias a la tarea de diseñador Reid Miles, a quien curiosamente no le gustaba el jazz. Impusieron la rareza de mostrar los propios rostros negros de los artistas con las fotos B&N de Wolff en las portadas. El cazatalentos era el saxofonista local Ike Quebec y el espaldarazo técnico fue la incorporación temprana del ingeniero de sonido Rudy van Gelder. Los años sesenta fueron el climax del sello, tal que se hablaba del “sonido Blue Note”. El artista que más discos les vendió fue Jimmy Smith.
Lion y Wolff decidieron vender la discográfica al sello Liberty en 1965. Luego fue deglutida por la francesa Vivendi y Universal Records. Después EMI compró el catálogo y estuvo bajo el dominio de Capitol Records. Con altibajos, decidieron darle impulso otra vez con el espíritu innovador que habían impuesto sus creadores pero no viviendo del recuerdo sino ampliando el espectro de géneros musicales, con artistas que rompieran moldes. Por ejemplo, eligiendo a Cassandra Wilson y Norah Jones o reclutando a nuevos valores como Robert Glasper, Jason Moran y Jose James, no estrictamente jazzeros en muchos casos. Desde 2012 el afamado productor Don Was es el presidente y director artístico de Blue Note, por lo menos hasta ahora. De todos modos, la mayoría de los ingresos de la grabadora, actualmente, provienen de los royalties por uso de su catálogo tradicional en streaming (Apple Music, Spotify), más que de los nuevos artistas bajo contrato.
Escuchar este disco doble recopilatorio, que celebró los 60 años de nacimiento del sello, les permitirá conocer a los artistas más influyentes contratados por Blue Note a lo largo de su historia. A algunos los describo en este capítulo. Lo interesante es que no solamente disfrutarán con su escucha de más música de calidad superlativa, sino que abrirán el abanico de posibilidades a otras figuras que yo no he podido profundizar, como Art Blakey, Horace Silver, John Coltrane o Dexter Gordon, pecado que sabrán perdonar. El estruendo bop del primer disco es indiscutible pero hay algunos tracks del segundo que resultan caprichosos por lo poco representativos y forman lagunas indeseables.
En la Argentina, en 1998 se vendió a precios módicos en los kioscos “The Blue Note Collection”, una serie de 52 CD que integraban, a modo de ejemplo “Blue train” de John Coltrane, “The best of Chet Baker Sings”, “Blues & Ballads” de Miles Davis y joyas de Louis Armstrong, Duke Ellington, Benny Goodman, Count Basie, Billie Holiday, Charlie Parker, Dizzy Gillespie, Thelonius Monk, Sony Rollins, Lester Young, Bud Powell, Wes Montgomery, Bill Evans, Bobby McFerrin y otros. Seguramente se puedan encontrar en bateas de segunda mano de alguna disquería de la Av. Corrientes.
*Ron Carter – “Standard bearers” (1988)
Se llamaba Jean-Baptiste Isidor Thielemans pero todo el mundo de la música, además de admirarlo, lo conocía como Toots. Nació en Bruselas-Bélgica en 1922 y falleció en su país en 2016, casi como prócer. A los tres años ya tocaba el acordeón y fue aprendiendo de a poco otros instrumentos, siempre en modo autodidacta. Lo reclutaron para una gira europea de la banda de Benny Goodman. Se largó de jovencito a Estados Unidos como guitarrista y militó en las filas de Charlie Parker. Tocó para Ella Fitzgerald, Quincy Jones, Dizzy Gillespie y varios más. ¿Leyeron bien?
Cuando se mandó solo compuso la famosa “Bluesette” en 1962, esa hermosura de tema convertida en standard, que seguro escucharon alguna vez en su vida. Incorpora su silbido maridándolo con los punteos de la guitarra eléctrica jazzera: una marca de fábrica de Thielemans. En esa composición impuso el “whistling”, que pasó a ser durante añares su marca registrada. Ese tip se puso de moda en la música de época en todo el mundo. Era un toque de distinción en jingles de radios y TV, especialmente para productos sofisticados.
Cuando se decidió por la armónica le dijeron que tirara “ese juguete” y siguiera con un instrumento de verdad. Pero Toots se emperró y llegó a ser el armoniquista más fino y requerido del planeta. Su sonido melancólico marcó a más de una generación. Era admirado por Steve Wonder, uno de los pocos que pudo empardarlo con ese instrumento. Leyendo un poco me entero que fue inventado por los chinos miles años antes de Cristo y que solo en los últimos siglos fue perfeccionado y tomando la apariencia actual, con tres modalidades: diatónicas, cromáticas y especiales. Thielemans utilizaba la cromática y no sigo porque sería pegar cosas inentendibles sobre orificios, lenguetas y semitonos, sumando otros motivos a mi ridiculez campante.
Para descubrir la primera etapa de jazz más tradicional en Thielemans pueden recurrir a alguno de sus mútiples compilados. Es tarea difícil hallar una compilación que sea equilibrada y refleje bien la época triunfal del whistling con guitarra, más que su dedicación a la armónica. Hay varias recopilaciones tituladas “Bluesette” hechas por distintas discográficas, que complican esa búsqueda. La del año 1980 de la CBS tiene la imprescindible versión original de ese standard, más “Killer Joe” y “Days of wine and roses” de Henry Mancini. Está también el compilado de la colección "Jazz Masters ’59" de Verve (1996), que tiene material desde la temprana militancia de Thielemans en el Shearing Quintet, el “Bluesette” arreglado por Quincy Jones (no el original) y algunos incordios de sus incursiones brasileras que no pegan. No me termina de convencer tampoco “Hard to say goodbye. The best of…” (2000).
Thielemans fue un músico prolífico componiendo pero se destacó más como intérprete. Fue armónica cotizada de bandas de sonido de películas de renombre, spaghetti westerns y superproducciones en la época del primer James Bond. Destaco solo tres films distanciados en el tiempo y porque si: “Desayuno con diamantes” o “Desayuno en Tiffany’s” (1961), “Cowboy de medianoche” (1969) y “Bagdad Café” (1987). Escuchábamos su armónica incluso en “Plaza Sésamo”.
A la hora de recomendar discos específicos de Thielemans estamos nuevamente en problemas. Tiene infinitas participaciones como invitado en obras ajenas. Colaboró con decenas de músicos de renombre, de Joe Pass a Joe Lovano, Paul Simon a Billy Joel y de John Denver a Diane Krall. Mencionemos a la pasada sus asistencias en el “Word of mouth” (1981) de Jaco Pastorius, “Secret Story” (1992) de Pat Metheny o “Laurita” (1995) del acordeonista francés Richard Galliano.
Para los discos propios Thielemans también se asoció con figuras de renombre. En “Affinity” (1978) dos potencias se saludan. El legendario Bill Evans en piano acústico y Fender Rhodes, acompañado del bajista Marc Johnson, el batero Eliot Zigmund y el saxo de Larry Schneider maridaron con la armónica de Thielemans. Arremeten con una serie de standards y crean climas cálidos.
También de alto nivel es “Only trust your heart” (1988) que grabó el belga con el reconocido pianista Fred Hersch, Marc Johnson en bajo y Joey Baron en batería. Tienen un disco en vivo: “Do not leave me” (1986).
Recomiendo detenerse en “For my lady” (1991) con el Shirley Horn Trio, otro eslabón interesante de las asociaciones de Thielemans. Horn en piano y voz, Steve Williams en batería y Charles Aisles en bajo, haciendo música de Duke Ellington, Gershwin y otros grandes. El del título es una composición del propio Thielemans.
El belga editó discos con música del mundo, música temática. Luce su armónica en el reconocido “Chez Toots” (1998) haciendo chanson francaise, musette y vals de Edith Piaf, Jacques Brel, Eric Satie y otros. Apunta a Sudamérica con Elis Regina haciendo “Aquarela do Brasil” (1969) e “Illusions” (1986) y “Bossa nova stories” (2006) con Eliane Elias. En “The Brasil project” (1993) se junta con Caetano Veloso, Oscar Castro Neves, Edu Lobo, Eliane Elias, Chico Buarque, Gilberto Gil, Milton Nascimento, Bonfa, Dory Caymmi, Joao Bosco, Ivan Lins, Djavan. No faltaba nadie! Como si fuera poco, atrás pusieron a Lee Ritenour, Mark Isham, Dave Grusin y Marc Johnson. Otro seleccionado!
** Toots Thielemans – “One more for the road” (2005)
En junio de 2001, Toots brinda dos o tres shows en el Jazz Club Biblo de Kalmthout-Bélgica con el veterano pianista neoyorquino Kenny Werner. Registran un disco en vivo depurado de ruidos externos, cuyo título es simplemente el nombre de los dos intérpretes. Solo el piano acústico, algunos retoques sobregrabados de cuerdas sintetizadas y la armónica. Todo es intimidad y melancolía en la amplia variedad de composiciones escogidas. Hay medleys de Bill Evans, de Michel Legrand, de Sinatra y la música de Disney (impresionante, incluye “Someday my prince will come”). Suman standards, temas de Herbie Hancock, Chick Corea, la “Siciliene” de Johan Sebastian Bach y hasta “Smile” de Charles Chaplin.En los discos propios, Thielemans siempre intercaló temas de su autoría pero suelen ser minoría entre gran cantidad de standards y composiciones ajenas. A los 84 años encaró un CD dedicado a reinterpretar enteramente al gran compositor Harold Arlen, un desconocido total para las grandes mayorías pero autor de melodías muy reconocibles. Es este “One more for the road” (2006) y el belga lo hace asociado otra vez a Kenny Werner, una orquesta flexible y muchos vocalistas invitados (Jaime Cullum, Laura Fygi, Oleta Adams, Madeleine Peyroux y otras). Las hermosas composiciones de Arlen son homogeneizadas por la armónica de Thielemans, que -sin perder brillo- resulta fundamental aún dando un paso atrás en esa estructura musical. La diversidad de timbres vocales no logra desdibujar los resultados porque la idea está muy bien plantada. El disco abre con un guiño a Miles Davis en “Come rain or come shine”, continúa con un swing imparable y la voz de Lizz Wright que realmente la rompe (“Happy togheter”!) Curiosamente, donde depositaba más expectativas (la gran Oleta Adams interpretando “Stormy weather”) sufrí la peor decepción por sus espantosos arreglos. Se destacan en el disco dos instrumentales: “I’ll wind” en versión sesentosa y la romántica “Over the rainbow”, la famosa balada escrita para la película “El mago de Oz”, cuando la interpretó Judy Garland.
Hancock estuvo varias veces en Buenos Aires y cuando por fin me decidí a verlo, en noviembre 2018-Luna Park (con Vinnie Colaiuta y James Genus), las entradas más baratas salían el 10% de mi sueldo y decidí escuchar sus discos en casa con una bebida espirituosa en mano.
*V.S.O.P. - “The Quintet” (1977)
Armando Anthony Corea -más conocido como “Chick” Corea (1941-2020) y norteamericano de Chelsea-Massachusets, tenía sangre latina siciliana-calabresa en sus venas. “Mi genética es italiana pero mi corazón es español. Crecí con esa música”. Fue uno de los más personales pianistas de jazz de todos los tiempos. Quizás el exponente jazzero que mejor y con más versatilidad utilizó los teclados electrónicos para aggiornar el género, siendo puntal del jazz fusion y el latin jazz. Por su genialidad, su prolificidad y mi idolatría por su música, posiblemente sea uno de los intérpretes más citados en este racconto bloguero.
Los maestros de Corea fueron su padre trompetista con su colección de discos y el post-bop. A sus dedos en el piano se le filtraron las influencias de Bill Evans, McCoy Tinner y Ahmad Jamal. A los veinte ya estaba en Nueva York tocando con Herbie Mann, con el trompetista Blue Mitchell y haciendo latin jazz con Mongo Santamaría y Willie Bobo.
Hagamos un repaso de su discografía a vuelo de pájaro, porque este señor editó más de cien obras y sería imposible ser detallista. En 1966 sacó su primer LP como líder (“Tones for Joan´s bones”), producido por Herbie Mann y acompañado por Woody Shaw (trompeta), Joe Farrell (saxo y flauta), Steve Swallow (bajo) y Joe Chambers (batería). Lo reeditaron como “Inner space” (1973) alterando tomas y tracks respecto al original. Aunque hoy inconseguibles, pueden escucharse en Spotify. Me quedo con la primera versión, un discazo de post-bop y free. Después viene su también acústico “Now he sings, now he sobs” (1968) con Miroslav Vitous al bajo y Roy Haynes en batería, posiblemente el que le hizo parar la oreja a Miles Davis para convocarlo a sus filas y grabar entre 1968 y 1970 sus “Filles of Kilimanjaro”, “Bitches brew” y “In a silent way” (ver aparte), conectándolo a 220 V. Corea armó después el grupo Circle con Dave Holland y Barry Altschul y grabó varios discos de jazz vanguardista, casi free, para ECM. El más conocido es “A.R.C.” (1971).
Por esos meses sacó su inevitable primer piano solo (también para ECM): “Piano improvisations” (1971). Bajo esta modalidad tiene varios más grabados en su carrera. No los escuché todos pero me gusta su más tardío “Expressions” (1994). Otros son “Delphi 1” (1979), “Children’s songs” (1984), “Solo piano standards” y “Solo piano originals” (2000) y “Portraits” (2014).
Creo que es en aquella transición del piano acústico al Fender Rhodes -luego un Yamaha- en el Miles Davis Group y en la agrupación propia Return to Forever cuando Chick Corea empieza a consolidar esas mañas y tics tan reconocibles (como su famosa “ruedita” en el Mini Moog) que hacen a su música y su sonido, y lo identifican a un kilómetro de distancia.
En el medio de los años de Return to Forever (que comentaré en párrafos venideros), Corea realiza dos proyectos extra por las suyas. Graba “The leprechaun” (1976) donde sigue en onda electrónica pero con una obra medio conceptual en la que agrega sección de bronces y cuerdas, la inconfundible voz de su mujer Gayle Moran, dos monstruos del bajo (Anthony Jackson y Eddie Gómez), otro de la batería (Steve Gadd) y Joe Farrell como figura conocida entre los numerosos caños. Tiene altibajos pero vale la pena escucharlo no más por “Night sprite” y la pequeña suite “Leprechaun’s dream”, que la rompen.
El segundo de esos proyectos fue “My spanish heart” un doble LP histórico -grabado en California-USA- que como lo sugiere su nombre incorpora a su jazz de fusión influencias españolas, flamencas y latinas. Participan Gayle Moran, Stanley Clarke, Steve Gadd, Narada Michael Walden, Jean Luc Ponty, Don Alias y secciones de bronces y cuerdas. Termina siendo un puntal del latin-jazz, un buen ejemplo del eclecticismo de Corea, porque –sobre la misma temática- en las distintos tracks va cambiando de formaciones y de estilos. Inolvidables “Night streets” y “Armando´s rhumba” con Clarke y Ponty luciéndose. Nunca supe porque no incluyó en este disco la imbatible composición “Spain”, ese clásico que se convirtió en caballito de batalla de Chick Corea y standard del jazz. Es un tema del segundo LP de Return to Forever (“Light as a feather” de 1973) cuya introducción es un fragmento del Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo. Que belleza!
Como sabrán quienes siguieron sus producciones, Corea surfeó con altura por distintas fusiones del jazz -más o menos heterodoxas- que iremos repasando acá. Podríamos llamarlas maliciosamente vetas o “kioscos”. Por oxigenación, motivaciones genuinas o estrategia comercial de Corea y sus discográficas, las fue alternando a lo largo de su carrera. Pero cualquiera puede comprobar que jamás tiró por la borda sus preferencias latinas. Hasta en sus formaciones más netamente jazzeras, Corea siempre mechó giros latinos o directamente composiciones latinas emblema y les dió tratamientos diferentes. Es muy difícil hallar un disco de Corea sin ninguna referencia latina. También se animó a acercarse tibiamente al tango en esporádicas oportunidades (sus composiciones “Anna’s tango”, “Armando’s tango” e incluso con algún título de Piazzolla) pero resultó medio caricaturesco, no pescó la onda y se mantuvo al margen sabiamente. No tuvo suerte en ésta.
Para continuar atendiendo el auspicioso kiosco español-flamenco abierto con “My spanish heart”, mucho más adelante armó el irresistible combo Touchstone y lo largó a la plaza de toros. Ningún bobo, Chick convoca a Paco de Lucía y al bajista Carles Benavent. Suma a Gayle Moran, Steve Kujala, Al Vizzutti, Lee Konitz y algunos amigos RTF=Return to Forever (ver adelante). Para las cajas Alex Acuña (que para eso es peruano) y Laudir de Oliveira. ¿Cómo no iban a zafar? Con ellos sacará el disco que lleva el mismo nombre de la banda, en 1982. Aplastan los RTF en el track “Compadres”. Paco se acomoda como puede, Benavent la rompe. Corea volverá a esta onda pero con un tratamiento sinfónico al hacer “Spain for sextet & Orchestra” (1999) con la London Filarmonic Orchestra. Cuando más adelante vuelva a reunir a Touchstone solo estarán Gayle Moran y Benavent del combo original. Registrarán el vivo “Rhumba flamenco” (2005) durante una gira por Austria, Bélgica y Alemania.
La última producción discográfica que hizo explotando este modelo de jazz fusion fue “Antidote” (2019) con la Chick Corea Spanish Heart Band. En este grupo junta una multinacional amiga de otras formaciones que iremos viendo, con algunos músicos de Paco de Lucía (como el guitarrista Niño Josele y el flautista Jorge Pardo), le tira unos bolos a Gayle Moran e invita a Rubén Blades. ¿Quién puede acusar al disco de redundancia? ¿Porqué no calificarlo de síntesis latina de Corea? Grammy al mejor disco de jazz latino.
*Return to Forever – “Romantic
warrior” (1976)
Puede decirse que Corea empezó a hacerse masivo en 1972 cuando reclutó el grupo Return to Forever (RTF), banda pionera del jazz rock, aunque el boom no fue inmediato. Deambularon por ahí varios estilos, formatos e integrantes. Al principio estuvieron los brasileños Flora Purim (voz) y Airto Moreira (percusión) con Joe Farrell (flauta y saxo soprano) y Stanley Clarke en el bajo. Con esa formación inicial en los primerizos discos “Return to forever” (1972) y “Light as a feather” (1973) la cosa era una agradable anticipo de “Friends” (1978): muchas sutilezas bossa nova remarcadas por los susurros de la Purim y la flauta de Farrell.
El rótulo RTF será una etapa marcada a fuego en la carrea de Corea. No pude escuchar el tercero de sus discos (“Hymn of the 7th galaxy” de 1973). Con el cuarto “Where have I known you before” (1974) llega la formación más conocida con Corea: Lenny White en batería, Stanley Clarke al bajo y el jovencito Al Di Meola en guitarra. Aquí explota el groove, el potente jazz-rock y la pegan. Le seguirán “No mystery” (1975) y este “Romantic warrior” (1976), quizás el más exitoso, con su “Medieval Overture” y el imbatible “Sorceress”, que nos rompieron la cabeza a los jóvenes de aquel entonces.
Entre 1972 y 1977, en total se editaron ocho álbumes con esta franquicia (como está de moda decir ahora). Los últimos fueron “Musicmagic” (1977) y “Return to Forever live” (1978), donde vuelven Joe Farrell con Gayle Moran y cambia la onda de nuevo, se ponen medio sinfónicos, con bronces, sin guitarra eléctrica. De RTF solo la etiqueta. Para sintetizar y desasnarse de esos primeros años de RTF no está mal recurrir a “The best of Return to Forever” (1980). Una recopilación tempranera con cosas interesantes de esos dos mundos de RTF que les relaté.
No sería la última exprimida: en 2008, Corea-White-Clarke-Di Meola revivieron al grupo de puro nostálgicos, haciendo varias giras con los respectivos discos en vivo, entre ellos “Returns” (2009) en Montreux. Un poco después, sin Di Meola, entran desde el banco de los suplentes Jean Luc Ponty, Bill Connors o Frank Gambale para “The mothership returns” (2012). Están bien para los nostálgicos superfans de la banda. Corea ofrece así gratos recuerdos aggiornados 40 años después y mantiene a sus amigos superprofesionales en forma, alimentando a sus familias. Ellos ponen a jugar todo lo que saben y sus yeites también, haciendo las cosas correctas.
*Chick Corea – “The mad hatter” (1978)
Chick Corea se floreó por cuanto escenario existe en el mundo con los mejores músicos y produjo demasiados discos, muchas gemas y cosas finísimas, unos cuantos obviables pero ninguna guarangada. Al piano solo o con distintas formaciones, acústicas o eléctricas, girando entre el jazz clásico y la fusión. Siempre reservó un espacio para expresar esa herencia latina: metió algo de pachanga hasta con RTF. Imposible hacer un “The best of Chick Corea” coherente que resuma todas las facetas de su carrera.
Los discos de Corea no llegaban a la Argentina en forma contínua ni en orden cronológico. Siempre las novedades musicales interesantes llegaron a esta aldea con delay entre medio de cataratas de tonterías masticables. Quizás por ese motivo este “El sombrerero loco” llegó a mi tocadiscos antes que “My Spanish heart”. Cuando escuché en “La rapsodia del sombrerero loco” luego de la introducción en piano acústico el vendaval que se desata -con Herbie Hancock retándolo con el Fender Rhodes-, no pude abandonar jamás la música de Corea. Sumen “Humpty dumpty” y “Falling Alice”. Claro está, el disco es una obra de Corea inspirada en el cuento de Lewis Carroll “Alicia en el país de las maravillas”. La banda la conformaron sus fieles seguidores Gayle Moran, Steve Gadd, Eddie Gómez y Joe Farrell, más bronces y cuerdas.
**Chick Corea – “Friends” (1978)
Muy cercano en el tiempo le sigue “Secret agent” (1978), una miscelánea de menor calidad, con alguna reminiscencia RTF, toques funk alla George Duke, rematada con la latinada “Central Park”. Chick Corea incorpora al grupo a Al Vizzutti (flauta, flugelhorn y trompeta), Bunny Brunell (bajo fretless) y Tom Brechtlein (batería). Se canta algo Gayle Moran y colabora Al Jarreau.
*Chick Corea – “Tap step” (1980)
Un pequeño escalón más abajo (calificado de “olvidable” por la crítica) pero divertido y ecléctico, también todo con composiciones propias. Con Chick Corea, Stanley Clarke y Bunny Brunel, Tom Brechtlein, intervenciones de Joe Farrell, Hubert Laws, Al Vizzutti y Joe Henderson (saxo tenor), Flora Purim y Gayle Moran más los percusionistas más cotizados de entonces en el ambiente norteamericano: Don Alias, Airto Moreira y Laudir Oliveira. “Samba L.A.”, la maravillosa “The embrace” y la divertida “Grandpa blues”.
ECM promueve una nueva juntada de Corea con Miroslav Vitous y Roy Haynes para “Trio Music” (1982). Se disfrutan los standards, pero saben tanto que en ciertas composiciones se desatan y suenan demasiado intelectuales para mi. Para los curiosos, entre tantos DVD sobre la carrera de Chick Corea, se le dedica a este trio uno en el box “Rendezvous in New York” (ver adelante).
Entre 1982 y 1984 también se junta con los finados pianistas chipriota Nicolas Economu (“On two pianos” de 1983) y austríaco Friedrich Gulda (maestro de Martha Argerich, con “The meeting” y “Mozart double piano concerto, fantasy for 2 pianos”) para compartir inquietudes clásicas e improvisar. Además, antes de desatar la tormenta de su Elektric Band, nuestro inquieto Chick se mandó -también para ECM- con un disco fusión de música de cámara: “Septet” (1985). Piano, cuarteto de cuerdas, flauta (Steve Kujala) y corno francés. Solo apto para paladares selectos, con un Grammy a la mejor composición contemporánea bajo el brazo.
Para continuar con dúos de pianos, fue festejada su juntada acústica con Herbie Hancock para “Corea/Hancock” (1979) y “An evening with Chick Corea and Herbie Hancock. In Concert” (1978). Con la japonesa Hiromi Uehara volvemos después. Y falta “Orvieto” (2011) junto a Stefano Bollani.
Tendría que escribir otra página entera para sintetizar la cantidad de discos que encaró Chick Corea con figuras insignes del jazz contemporáneo y de otros géneros musicales. Gary Burton, Makoto Ozone, Pat Metheny, Bobby McFerrin, John McLaughlin, Bela Fleck.
*Chick Corea Elektric Band – Idem (1987)
Corea aggiorna el sonido Return to Forever formando la Elektric Band. A través de los años grabará siete discos con esta agrupación, con la que dejará cosas interesantes. También tendrá serios baches, cayendo a veces en la moda de época norteamericana del soft-jazz de la era post disco, esa del bajo estilo chicle, guitarra y saxo efectistas, sintetizadores chirriantes y batería electrónica estridente. Armandito se ha subido a algunas modas pero tiene un background musical gigante y de lo suyo siempre se podía esperar algo bueno.
Para el primero de aquella tanda, con título homónimo, reclutará la base monolítica identificatoria del grupo: John Patitucci en bajo y Dave Weckl en batería. Encarga las guitarras a Carlos Ríos y Scott Henderson. Hay temas implacables: “Cool weasel boogie”, “Got a match”, “Elektric city”, “King Cockrach”.
*Chick Corea Elektric Band – “Light years” (1987)
Este segundo CD de la banda está sustentado en cuatro gemas: “Light years”, “Prism”, “View from the outside” y “Hymn of the heart”. Aquí ya están los pirotécnicos Frank Gambale en guitarras (rey de la técnica “sweep-picking”) y Eric Marienthal (saxofonista al uso yanki), formando el combo más clásico y recordado de la Elektric Band. Sacaron un Grammy a la mejor perfomance R&B instrumental. ¿Rhythm & blues? Graban un “Live in Tokyo” (1987). Le siguen “Eye of the beholder” (1988), que dejó “Trance dance”, otro clásico de la banda. “Inside out” (1990) lejos fue el más flojito de todos y después “Beneath the mask” (1991). Seguirlos permite detectar como la propuesta se fue desinflando. Con los mejores tracks de aquellos dos primeros discos hubieran sacado el disco de la década pero Chick no se dignó a atenderme el teléfono y escuchar mi consejo.Corea graba luego “Paint the world” (1993) con la que llama Elektric Band II, donde solo conserva a Marienthal y son otra cosa. Suenan más sueltos aunque no para la posteridad. Lo mejor es escucharlo sin saber quienes son. Suman un nuevo vivo: “Live from Elario’s: The first gig” (1996).
Pasaron los años y Corea sigue con la debilidad artística-comercial de exprimir fórmulas. Reúne al combo clásico para el CD “To the stars” (2004) que, si bien cumple con los requisitos técnicos esperables de sus integrantes, no logra sorprender más que con “Johnny’s landing” y algún otro track. “To the stars” está inspirado en la novela homónima del escritor Ron Hubbard, creador de la controvertida iglesia de la Cienciología, a la que Corea adhería. Luego vendría el consabido vivo “Live at Mountreux” (2005).
Si se puede hallar una continuidad eléctrica en onda jazz-rock con los proyectos Return to Forever y la Elektric Band, Corea volvió a intentarlo con “The vigil” (2013) un disco y combo integrado por Tim Garland (saxos, clarinete y flauta), Charles Altura (guitarras), Hadrien Feraud o Carlitos del Puerto (bajo) y Marcus Gilmore (batería), con algún aporte extra de Ravi Coltrane, Gayle Moran y Stanley Clarke. La propuesta no será revolucionaria, gira alrededor de todo lo conocido de Chick Corea, pero suena aggiornada y los intérpretes son excelentes. No tiene pirotecnia ni distorsión y pueden rescatarse algunas cosas. Le dieron un Grammy como mejor disco de jazz latino pero solo contiene algunos vestigios de ese subgénero.
Hay que incluir en este mini racconto eléctrico la participación de Corea en la Five Peace Band. Munido de piano acústico y de los que se enchufan también, se juntó con su viejo conocido de los años juveniles de la banda de Miles Davis, Mr. John McLaughlin, y sumaron un plantel caro: Vinnie Colaiuta (batería), Christian McBride (doble bajo y bajo eléctrico) y Kenny Garrett (saxo alto), todos ya presentados en algún rincón de esta Guía. Giraron varios meses por tres continentes y registraron el “Five Peace Band Live” (2008), premiado con el consabido Grammy al mejor album de jazz instrumental. Un supergrupo que tuvo corta vida, donde claramente se impuso la impronta de la guitarra y la música peculiares de McLaughlin: por momentos parece su 4th Dimension (ver aparte JMcL) pero con Corea en teclados (el poderoso “Raju” proviene de uno de sus discos y otros temas son del CD “Industrial Zen” de McLaughlin). De a ratos se democratizan metiendo una que conocen todos (por ej. “In a silent way”) o algún standard para sonar postbop y demostrar que saben.
Para terminar con el repaso general de la veta eléctrica de Corea sobre el final de su carrera, deberíamos recordar el doble “Chinese butterfly” (2018) con la Steve Gadd Band, que además del veterano baterista sumaba a Lionel Loueke en guitarras, Carlos del Puerto en bajo y Steve Wilson en saxo y flauta. Con este grupo Corea hizo una de sus últimas giras mundiales. La música no llega a ser del todo RTF ni Elektric Band, a veces parece Weather Report y quizás recuerde “Friends”. El sonido es fusión ochentosa aggiornada con Fender Rhodes y moog como cuando estaba Farrell y de a ratos suena bien. Participa Philip Bailey, aquel fino vocalista de Earth, Wind & Fire.
Si revisan la discografía de Chick Corea -compuesta como dije por más de cien obras con 23 premios Grammys- descubrirán otro de sus yeites. Se inspiraba en cuentos o personajes novelescos para sus composiciones: el capitán Marvel, el sombrerero loco y Alicia, Leprechaun, el agente secreto, el caballero romántico, “To the stars” y “The ultimate adventure”.
*Chick Corea New Trio – “Past, present and futures” (2001)
Aparte de sus formaciones eléctricas y sacando sus solo pianos, Corea ha tenido otros formatos acústicos, donde se escuchan con más nitidez sus influencias del jazz tradicional en armonías y desarrollos lineales (Bill Evans, McCoy Tinner y Ahmad Jamal), desligándose de ciertos tics.
Además de los proyectos mencionados hasta aquí, tempranamente formó un cuarteto de jazz contemporáneo con Michael Brecker (saxo), Eddie Gomez (bajo) y Steve Gadd (batería) -integrantes en algún momento del grupo de fusión Step Ahead- para sacar el celebrado “Three Quartets” (1982). Hay un montón para rescatar ahí pero quisiera destacar al dúo Brecker-Gadd en el bonus track “Confirmation” de Charlie Parker: es para contener la respiración.
En la línea de tiempo, luego vino la recordada Chick Corea Akoustic Band con sus fieles laderos John Patitucci y Dave Weckl. Sacaron el disco doble homónimo en 1989 -otro de sus Grammy- y un “Alive” (1991).
En 1998 formó Origin, donde Corea también toca exclusivamente piano acústico pero en un sexteto hardbopiano con vientos. Ahí reunió al sobresaliente bajista israelita Avishai Cohen, los saxos/clarinete/flautas Steve Wilson y Bob Sheppard, el baterista Jeff Ballard (o Adam Cruz) y el trombonista Steve Davis. Como discos de estudio sacaron el muy buen “Change” (1999) y “Corea Concerto” (1999) con la London Philarmonic Orchestra. Y dos perlitas en vivo para indagar: “Live at The Blue Note” (1998) y el box set “A week at The Blue Note” (1998). En estos tienen para entretenerse con standards, improvisaciones a piacere y nuevos arreglos sobre algunos viejos temas de Corea, siempre con toques latinos.
Con el denominado New Trio, junto a Avishai Cohen y Jeff Ballard, más adelante Corea grabará “Past, present & futures” (2001), otro que recomendaría en esta especialidad acústica. Está también el “Super Trio” (2006) con Christian McBride y Steve Gadd.
“Five trios” (2007) es un experimento que hace Corea. Es una caja de 5 discos -algunos en vivo-, cada uno en sesiones y bases diferentes: con John Patitucci y Antonio Sanchez se llama “Dr. Joe”, en homenaje a Joe Henderson; “From Miles” es con Eddie Gomez y Jack Dejohnette; “Chillin’ in Chelan” con Christian McBride y Jeff Ballard; “The Boston Three Party” con Eddie Gomez y Airto Moreira y por último “Brooklyn, Paris to Clearwater” con Hadrien Feraud y Riche Barshay.
Llamó otra vez a sus compinches Stanley Clarke y Lenny White -ex RTF- para grabar “Forever” (2011) en plan acústico. Se juntó con Eddie Gomez y Paul Motian (ex acompañantes de Bill Evans), para actuar varios días en el Blue Note de Nueva York en febrero de 2010. Hicieron un homenaje a ese pianista versionando muchos temas suyos y grabaron en directo el doble “Further explorations” (2012).
Llamará fuerte la atención en otro trio con Christian Mc Bride al bajo más Brian Blade en batería. Publicaron siempre discos en vivo en base a actuaciones en Estados Unidos, Europa y también Japón. Primero el triple “Trilogy” (2013) y después el doble “Trilogy 2” (2019) que debe ser lo último que debe haber sacado mientras Corea vivía. No se aferra mucho a temas propios y están llenos de standards. Con los correspondientes Grammys en el bolsillo, son discos que los jazzeros más tradicionalistas disfrutarán más.
Como habrán adivinado, es muy difícil hacer un racconto de un músico tan inquieto con semejante producción discográfica realizada en forma solitaria, en duetos, en trios o cuartetos o con las formaciones más diversas. Gracias al cielo fue un artista genial y vale la pena seguir escuchándolo como sea. Para hacer un barrido que sintetice -digamos- un tercio de sus expresiones, pueden buscar el ya mencionado “Rendezvous in Nueva York” (2003), inicialmente de 2 CD, luego ampliado a 9 DVD con Bobby McFerrin, Gary Burton o Gonzalo Rubalcaba, Brecker-Eddie Gómez-Gadd, la Akoustic Band y Origin, Terence Blanchard, el trío con Vitous-Haynes, el New Trio o la Three Quartets Band. Fueron grabados en varias funciones que brindó Corea para festejar sus sesenta años en el Blue Note de Nueva York con esos partenaires. Tomó la costumbre de celebrar su cumpleaños en lustros sucesivos programando actuaciones en ese boliche, editando los consabidos discos en vivo.
Un pantallazo posterior -en la misma tónica- es el box “The musician” (2016), que ofrece 3 CD con material grabado en vivo de 2011 (para el cumple 70) en el Blue Note NYC y un DVD con el documental homónimo. Acá invitó otra vez a Bobby McFerrin y Gary Burton, agregando a Herbie Hancock, Wynton Marsalis y Wallace Roney y juntó de nuevo a Return to Forever en modo semi Unplugged con Gambale, a la Elektric Band, a Five Peace Band con McLaughlin y una Flamenco Band: 27 músicos de primera subidos a la tarima jugando en 10 agrupaciones distintas durante 48 shows.
Cuando se quedaba quieto, Chick Corea vivía en el balneario Clearwater, en Florida-USA, donde tenía su Mad Hatter East Studio y un templo cercano de Cienciología que le ofrecía cursos y vaya a saber que otros servicios. El bueno de Chick y su sonrisa eterna nos abandonaron por un cáncer a principios de 2021, a sus 79.
Chick Corea vino más de diez veces a Buenos Aires, con casi todas las formaciones que tuvo en su haber. Pude oir a Chick Corea presentando básicamente “Friends” con cosas de “Tap step” en un muy buen show en el Luna Park, en setiembre/80, en grupo con Steve Kujala, Bunny Brunel y Tom Brechtlein, Gayle Moran y Al Vizzutti. Que lujo! Y en el mismo estadio pero mucho tiempo después -en 2002, en el gratuito Festival Massalin- su New Trio con Avishai Cohen y Jeff Ballard, en una jornada increíble en la que actuaron además Roberta Flack y una inolvidable selección de trompetistas (la Trumpet Summit Band) con Jon Faddis, Randy Brecker, Lew Soloff (ex Blood, Sweat & Tears) y Terell Stafford. Para despedirme de Chick Corea, en octubre de 2016, con mis amigos del alma vimos a su Elektric Band original en el mítico boliche Blue Note de Nueva York. Corea seguía dando guerra y festejaba sus 75 años con una serie de recitales allí durante cinco semanas, llevando antiguas formaciones. Nosotros celebrábamos nuestros sesentas con un viaje al imperio. Me quedó repiqueteando en la cabeza “Got a match”. Quedé sobreexitado varios días.
*Tony Williams – “Wilderness” (1996)
Estamos con otro artista del “selecto club ECM Records”, es decir los músicos de excelencia contratados alguna vez desde 1969 en adelante por su mentor, el alemán Manfred Eicher. ECM viene de “Edition of Contemporary Music” y llegó a tener en su catálogo a gente como Pat Metheny, Jack Dejohnette, Keith Jarrett, Charlie Haden, Carla Bley, Enrico Rava, Kenny Wheeler, Egberto Gismonti, Dave Liebman, Avishai Cohen y muchos otros. También estuvo el reconocido bandoneonista salteño Dino Saluzzi. Sus producciones se destacaron siempre por la calidad de grabación, la sobriedad de sus presentaciones y el prestigio mundial que se fue ganando ‘de boca en boca’. Su slogan es “el sonido más hermoso, después del silencio”. Todas sus grabaciones empiezan con cinco minutos de silencio. Por su importancia, es el Blue Note Records del viejo continente.
Esto es pie para sumergirnos en el socio Eberhard Weber (Stuttgart, 1940), un bajista clásico, de cámara, que luego utilizó contrabajos eléctricos. Estos intrumentos, que eliminan la conocida caja de resonancia y lógicamente la influencia de sus maderas pero los imitan muy bien, le otorga mayor brillantez al sonido y ofrece posibilidades mayores, equiparables al bajo eléctrico sin trastes. Pueden llevar cinco en vez de las cuatro cuerdas habituales y, como si fuera poco, son más fáciles de transportar. A la par, Weber fue ampliando sus horizontes musicales.
Como dijimos, “Selecting recordings” es una colección de recopilaciones. Esta, en particular, contiene tracks de discos propios y de otros de Ralph Towner, Gary Burton y Jan Garbarek, donde Weber tocó el bajo. En algunos participan además Bill Frisell y Lyle Mays. Weber participó del “Watercolors” (1977) de Pat Metheny, junto a Danny Gottlieb y Lyle Mays. El tema “Oasis” de esta recopilación proviene de allí.
Pianista de jazz norteamericano (Allentown-Pensylvania-USA, 1945), uno de los más grandes de la actualidad. Perfeccionista y de mal genio. Es un mestizo de padres europeos que de niño fue un prodigio tocando música clásica, ayudado por su oído aguzado. Tempranamente se prendió con el jazz (oir a Brubeck fue el nexo, pura lógica). La carrera musical de Jarrett es tan prolífica como reservada a un público especializado, nunca para grandes masas. Porque su música es intelectual. Despojada, pero intelectual.
De previsibles paso por el Berklee College of Music de Boston y salto a
Nueva York, fue reclutado en el Jazz Messengers de Art Blakey y luego en el
cuarteto de Charles Lloyd. Luego tocó un tiempo en grupo con Charlie Haden,
Paul Motian y Dewey Redman. Alrededor de 1970, Miles Davis (otro pescador de
talentos) lo incorpora a su banda en teclados, alternando con Chick Corea en
piano acústico y eléctrico, y aparece en dos o tres discos en vivo del
trompetista, no en los de estudio. Luego de firmar en discográficas importantes,
Jarrett se bajó del tren y se asoció al ya mencionado y prestigioso sello
alemán ECM, pequeño pero especializado en valorar más el arte que en hacer
bambolla marketinera.
Jarrett es un músico tan prestigioso como excéntrico, que suele regañar al
público en los conciertos si no guardan el debido silencio, aunque cuando toca
el piano se contorsiona y emite murmullos, como si cantara. Prefiere que sus
discos salgan de actuaciones en vivo, más que grabarlos en estudios. A contramano
de la manada, no gusta de invitar músicos amigos para potenciar sus ventas.
Además, aprovechando su formación y sus preferencias, Jarrett también tiene
grabadas obras de autores clásicos de mayor o menor difusión, incluso con
órgano, clavecín o clavicordio.
Ya en ECM, saca su disco de piano solo “Facing you” en 1971. Seguiría a lo
largo de su carrera intermitentemente con esta faceta solitaria, grabando
discos solistas en directo, por eso suelen llevar el nombre de la ciudad o el
teatro donde se captaron. Siempre para el sello alemán, se junta con Jan
Garbarek en saxo, Palle Danielsson en bajo y Jon Christensen en batería y con
ellos saca “My song” (1974), uno de sus discos más vendidos y celebrados.
A partir de 1983 arma su formación más exitosa y afiatada, el trío
acústico clásico que se supone perfecto y tiene varias décadas bajo el lomo,
completado por otros dos renombrados instrumentistas: Jack Dejohnette (batería)
y Gary Peacock (bajo), a quienes conocía de anteriores trabajos. La invención
de esa formación acústica se atribuye a Bill Evans con Scott La Faro y Paul
Motian-ver arriba). Algunos consideran todavía mejor y definitivo a este trio
de Jarrett.
Al hombre le preguntaron y respondió: “¿Por qué toco en trío y no con más músicos? Si se va a añadir otra persona, entonces una de ellas tiene siempre que parar (por ej. un saxofón). En un trío podemos continuar si lo queremos.. es la mejor formación. Nadie tiene que dejar de tocar y esperar un poco, o hacerlo en el próximo tema. Es todo una continuación. Como una conversación entre nosotros”.
La discografía de Jarrett-Dejohnette-Peacock, siempre en ECM Records, es inabarcable. Yo me juego por “Whisper not” (2000), disco doble en vivo grabado en el Palais des Congres-Paris, en julio de 1999. Está lleno de standards como “Round midnight”, “Bouncing with Bud”, “Poinciana”, “Sandu” o “What’s this thing called love?”. Es una enciclopedia del jazz. El combo tiene en su haber también los discos “Standards vol. 1 y vol. 2” (1983), con los cuales pueden profundizar esta veta, claro que su forma de abordarlos no es la convencional. La alusión a las melodías es mínima. También originales cuando se suben a los escenarios para dar un concierto: no saben que van a tocar después de ser recibidos por los aplausos del público. Pueden arrancar improvisando o mirarse y disparar alguna melodía. Depende de su humor, de lo que comieron, de los ruidos de la sala “… o de las palpitaciones del corazón”, dice Jarrett. El pianista apenas da entrevistas porque descree hablar de música, dice que no deberían existir los críticos musicales y critica al tradicionalista y estudioso Winton Marsalis porque su visión del jazz es muy restringida. Un personaje.
De todos modos, el disco universalmente más elogiado de Jarrett seguirá
siendo el solo piano “The Koln concert” (1978), el más vendido de toda la
historia del jazz, aún siendo originalmente un vinilo doble. Dicen que pocas
veces una ciudad -en este caso Colonia, Alemania- ha quedado tan identificada
con un disco. Dicen que es la Biblia del pianista moderno y de la improvisación.
Alguno sospechó arriesgadamente de algún pacto mefistofélico del músico. En la
gira por tres países y once ciudades que incluía esta actuación, el propio
Alfred Eicher -el dueño del sello ECM- trasladaba al pianista entre escalas en
su Renault 4. Jarrett llegó hecho pelota de la espalda, mal comido y casi sin
dormir al Opera House para la función de ese 24 de enero de 1975, tenía una
predisposición espantosa y encima el piano montado en el escenario era un
cachivache desafinado y con alguna tecla rota. Quiso suspender el concierto
pero lo convencieron de cumplir: las 1400 entradas a (solo) 4 marcos estaban
agotadas. Sin adivinarlo, el tipo ejecutó su obra cumbre, se convirtió en un
clásico y vendió más de cuatro millones de copias a través de los años, aunque haya
menospreciado siempre su propia actuación. A mi me gusta, pero no me conmueve
especialmente.
A fin de los noventa, Jarret sufrió del síndrome de fatiga crónica. Continuó
con su costumbre de no escuchar música, ni siquiera estando inactivo. Volvió con
los años a los escenarios pero luego tuvo dos derrames cerebrales. Se retiró de
la actividad en 2018.
*Jack DeJohnette – “Parallel realities” (1990)
El ya citado trío de Keith Jarrett, que el baterista integró junto al bajista Gary Peacock durante añares, es un clásico que servirá siempre de modelo para este tipo de formación jazzera acústica. Tocaron juntos casi 40 años. Ya les dije, hay un muestrario interminable de discos de estudio y en vivo para exprimir de ellos. Con solo esta medalla en su trayectoria, DeJohnette pasó a la historia del jazz moderno.
Pero también durante unos años DeJohnette fue el niño mimado del sello alemán ECM y sostuvo las producciones discográficas de muchos de sus artistas (Pat Metheny, el saxofonista Jan Garbarek, el bajista Miroslav Vitous y otros). Integró Gateway con el bajista inglés Dave Holland y el guitarrista norteamericano John Abercrombie (1944-2017) y con ellos siguió coincidiendo muchas veces más. Por esos años también formó New Directions, con Abercrombie, Eddie Gómez y el trompetista Lester Bowie. Es más fácil ennumerar a los grandes del jazz con quienes no colaboró o nunca tocó.
Como se sugiere, recorrer la discografía solista de DeJohnette nos acerca a una enciclopedia que ilustra las modas que expusieron las vanguaridas jazzeras con el correr de las últimas décadas. Más que permitirnos descubrir un estilo propio que se diferencie de sus compañeros de ruta, varios monstruos del jazz le devuelven favores al baterista y exhiben algunas piezas de valor. Resulta como si Van Gogh hubiera pintado surrealismo, impresionismo y realismo con la misma naturalidad y uno pudiera aprovecharse y disfrutarlo, aunque alguna cosa no le salga bien.
Eso son los discos propios de DeJohnette: una oportunidad de escuchar su propio gusto entre las modas vanguardistas que pasaron por su batería prodigiosa a través de los años. Así, lo vemos coquetear con el jazz rock, el latino y el experimental, con ritmos africanos percusivos, el funk, la new age, etc.
En las mismas colecciones de ECM que mencionamos para Eberhard Weber, Egberto Gismonti y otros artistas suyos, pueden recurrir al “Works” (1985) y “Selected recordings” (2004) dedicados a DeJohnette, como pantallazo resumen de etapas anteriores de sus grabaciones para este sello. El primero suena medio sombrío y desactualizado. El segundo se abre estilísticamente, mayoritariamente con marcos acústicos. Pero los dos enseñan historia.
DeJohnette ha girado y grabado con mis héroes jazzeros, claro. Mil veces se ha cruzado con Herbie Hancock y Chick Corea y con el trío sagrado de los guitarristas Frisell-Metheny-Scofield. Aunque no sea para nada un racconto exhaustivo de esas colaboraciones, paré la oreja y me sigue encantando “Parallel realities” (1990), donde Pat Metheny mete la mitad de las composiciones y pone su impronta, al lado de Herbie Hancock. Dave Holland no figura en los títulos de la grabación pero integró la gira. Matan en “John McKee”. Me detuve también en el etno-rockero “Music for the 5th World” (1993), con Will Calhoun y Vernon Reid de Living Colour, John Scofield, Lonnie Plaxico, Michael Cain y voces. Tan ecléctico como obviable. Solo se salva el track “Miles”. Está también “The elephants sleeps but still remember” (2006), grabado en vivo en 2001 con solo Bill Frisell en guitarra y banjo y Ben Surman en complementos, como es de esperar, con toques intimistas y experimentales: no lo compraría pero tiene cosas interesantes. El baterista formó con John Scofield y Larry Goldings (en Hammond B3) el trío Beyond para hacer “Saudades” (2006) grabado en vivo dos años antes en Londres, una producción premiada con un Grammy como instrumental de jazz del año. Tiene música de Lifetime homenajeando a Tony Williams. Pero no pude conseguirlo!
Anduve revolviendo otros discos DeJohnette. Interesante el reciente “Skyline” (2021) que grabó con Gonzalo Rubalcaba y Ron Carter. Está “Lágrimas negras” a puro latin-jazz. Ya había hecho otras latinadas, como la música de Jobim en “Double rainbow” (1995) de Joe Henderson y varias cosas con Eliane Elias. Lo que se dice un baterista muy versátil, además de excelente.
*Gary Burton – “Reunion” (1989)
El norteamericano Gary Burton (Indiana-USA, 1943) es uno de los mejores vibrafonistas del mundo. Fue un innovador por el uso de cuatro baquetas, esas mazas que sirven para percutir el vibráfono, a dos por mano, para ampliar el efecto armónico. Empezó a estudiar música de chico y en 1960 entró a la famosa Escuela de Berklee (Boston-USA), la universidad privada de música más grande del mundo, donde a los años se convirtió en profesor y llegó a decano. Fue prácticamente el padrino musical de los guitarristas Larry Coryell, Pat Metheny, John Scofield y Kurt Rosenwinkel. Acompañó a Stan Getz y con él visitó la Argentina allá por 1965 (vendría luego una docena de veces). Formó su primer cuarteto con Coryell, el baterista Roy Haynes y el bajista Steve Swallow, combo que fue modificando con el tiempo. A Metheny lo incorporó a su quinteto en 1974. Son innumerables las colaboraciones (mutuas) con músicos de primer nivel: Chick Corea, Eberhard Weber, Carla Bley, Gato Barbieri, Stéphane Grappelli y muchos otros. La discografía de Burton supera los 60 discos: la mayoría clasifica para las bateas de jazz fusion o jazz contemporáneo. Inabordable.
A mano alzada y solo por nombrar curiosidades en el arranque de su discografía, standards y clásicos en “A new vibe man in town” (1961) y “Who’s Gary Burton” (1962). Un salto en el tiempo para el agradable “Gary Burton & Keith Jarret” (1971).
Confieso que abordé los primeros discos de Burton a partir de la participación en ellos de mis héroes musicales Pat Metheny o Chick Corea (lo que vemos muchas veces anunciado como “featuring”) y quizás de modo no sistemático. Entre todos esos casos, destaco aparte “Like minds” (1999) grabado con el acompañamiento del supergrupo Metheny-Corea-Haynes-Holland, por el cual recibió un Grammy.
Con Chick Corea hicieron “Crystal silence” (1973), “Duet” (1979), “In concert Zurich” (1979), “Lyric suit for sextet” (1983), “Native sense” (1997) y “The New Crystal silence” (2008).
Con la intervención de Pat Metheny en el Gary Burton quinteto, hay al menos cuatro CD. Están “Ring” (1975), “Dreams so real-Music of Carla Bley” (1976) y “Reunion” (1989). Grosso modo intervienen en ellos Bob Moses o Peter Erskine en batería, Eberhard Weber, Steve Swallow o Will Lee en bajo, más Burton y Metheny. Los dos primeros me parecen soporíferos pero el tercero tiene más equilibrio. Aunque sea una afirmación gastada por los músicos, Burton también sostuvo que “Reunion” era el disco más satisfactorio de su vasta carrera, al menos hasta entonces. En 2009 salió “Quartet live”, con Burton, Metheny, Swallow y Antonio Sánchez.
* Gary Burton - “Libertango: The music of Astor Piazzolla” (2000)
Burton fue uno los tantos músicos internacionales de élite que cayó subyugado por la música de nuestro Astor Piazzolla (Mar del Plata-Argentina, 1921-1992). Ya brindé data y acercamientos a la música del bandoneonista en el Cap. 2 – Folklore argentino, sudamericanos & world music”.
Lo sorprendió su música cuando vino al país en 1964 con Stan Getz y Steve Swallow a actuar en el boliche Jamaica (luego “La Cueva”, cuna del rock argentino) de la Avenida Pueyrredón porteña. Escuchó ahí mismo sonar al Quinteto de Piazzolla. Lo saludó, pasó por una disquería y se llevó una docena de sus discos. Se volvieron a ver en Europa años después y quedaron en hacer algo juntos. Piazzolla escribió arreglos para vibráfono, con espacios librados a la improvisación, y en 1985 lo incorporó a su quinteto. Salieron de gira seis meses y su actuación en el Festival de Jazz de Montreux quedó grabada en el disco “New tango” (1987).
Tras el fallecimiento del marplatense en 1992, Burton no abandonó su amor por el tango de Piazzolla y realizó varias obras respetuosas de sus partituras acudiendo a los viejos músicos de Astor. Producidos por Marcelo Morano en Buenos Aires, con Héctor Console, Pablo Ziegler, Horacio Malvicino, Fernando Suárez Paz y Héctor Console, junto a Daniel Binelli y Marcelo Nisinman en el difícil papel de reemplazar el bandoneón de Piazzolla y agregando al pianista japonés Makoto Ozone, grabaron “Astor Piazzolla Reunion: A tango excursion” (1996). El último registro del disco es “Mi refugio” (tema de Cobián), en el cual rescataron una grabación del bandoneón de Piazzolla y permitieron que Burton lo acompañe a dúo con su vibráfono.
Con esos integrantes actuó en el país y salió de gira mundial. Por la calidad del disco, hubo grandes expectativas que ganara un premio Grammy pero -a pesar que tienen 95 categorías diferentes para clasificar las producciones musicales de todo el mundo- no lo quisieron incluir ni como “jazz crossover” ni como “classic crossover”. En esta última categoría triunfaría sin discusiones el chelista Yo Yo Ma con su “Soul of tango.. plays Piazzolla”, en 1997. Hasta entonces no existía la categoría ‘tango’.
Burton & amigos se metieron de nuevo en estudios y sacaron “Libertango: The music of Astor Piazzolla” (2000). Además de la homónima y “Fuga y misterio”, en versiones avasallantes, está “Laura’s dream” compuesta por Piazzolla para Burton.
Burton ha afirmado que ha escuchó mucho tango tradicional pero que no podría tocar sobre sus bases. En cambio, el tango de Piazzolla, por aproximarse mucho al jazz -principalmente por su dramatismo-, le permitió sentirlo, adaptarse y lograr el reto de ejecutarlo, cosa que no logran muchos jazzeros que lo admiran. Por ej. Chick Corea.
Como si fuera poco, juntándose con otro de mis héroes musicales, Gary Burton aparece junto a Richard Galliano en su “L’Hymne a l’amour” (2009), aludiendo al tema de la Piaf. No lo pude escuchar todavía pero tiene cinco composiciones de Piazzolla y una versión de “Il Postino”, el premiado tango light de Luis Bacalov de la película homónima.
Ya dije que Burton vino más de diez veces a la Argentina a dar conciertos. La mayoría fueron para difundir sus discos de tango, con Ziegler, Suárez Paz, Console, Nisinman, Malvicino o Ricardo Lew, etc. Ahora que los escucho me reprocho no haberlos visto en vivo en Buenos Aires. Por su gratuidad, la mejor oportunidad fue un concierto en la Biblioteca Nacional, allá por el noventa y nueve, creo. Gracias al cielo, como en otras oportunidades, quedan recuerdos del Gran Rex porteño de mayo/09 colgados en Youtube. Las crónicas dicen que las mayores ovaciones se las llevaban los músicos originales de Piazzolla, quizás con un aire de revancha de los viejos seguidores de Astor, al principio incomprendidos por los tradicionalistas, por la revolución tanguera que causaron. Quienes no conocen nuestra cultura no pueden imaginarse las discusiones públicas que se suscitaban durante los '60 y '70s entre los dos bandos, acerca de lo que era o no era “tango”.
**Charlie Watts – “A tribute to Charlie Parker with strings” (1992)
Si, es el baterista serio de los Rolling
Stones que todos conocimos (Londres, 1941-2021). A la par de sus andanzas con
Jagger, Richard & Cia. fue un apasionado del jazz y en sus ratos libres, en
vez de intentar hacer discos rockeros solistas insulsos y repetir fórmulas,
recreó el gran género norteamericano con categoría. El hombre produjo e
intervino con ese objetivo una decena de discos, muchos de ellos grabados en
directo.
Para los interesados en el bop y
específicamente en el gran saxofonista negro Charlie “Birdy” Parker, en el
disco citado arriba lo homenajea en un formidable CD doble. Una parte sería “From
one Charlie” grabada en vivo por Watts con su quinteto en el boliche The New
Ronnie Scott’s de Birmingham, en 1992. La actuación fue presentada e hilvanada
en el escenario por Bernard Fowler, el cantante neoyorkino negro que desde 1989
integró el coro de los Rolling Stones. De todos modos, en la lista de tracks,
“Bluebird” y “Relaxing at Camarillo” son las únicas composiciones originales de
Charlie Parker utilizadas. La otra parte, orquestada con cuerdas en estudio,
sería específicamente “A tribute to Charlie Parker with strings”. Todo es
instrumental, salvo “Lover man” donde Fowler canta estupendamente. En su
momento, esas partes fueron vendidas por separado con distintas tapas o en un
boxset con distintos títulos. Uds. asegúrense que sean dieciséis temas en total
y disfruten.
Para completar la idea, la cosa es así: en
1964, Charlie Watts -como diseñador gráfico que fue- creó un libro para niños llamado “Ode
to a flying high bird”, inspirado en su
ídolo Charlie Parker. En 1991 lo reimprimieron y lo adjuntaron a un box
titulado “From one Charlie” con un CD de 7 temas ejecutados por el Charlie
Watts Quintet. En el difícil papel de saxofonista está Peter King, que no es de
achicarse el hombre, porque se mandó además con la autoría de la mayor parte de
los temas de esta obra-homenaje. Después lo grabaron en vivo en el Ronnie
Scott’s y le agregaron la parte en estudio orquestada como segunda parte.
Richard Rodgers y Lorenz Hart fueron un compositor y letrista de los años
30 y 40 en USA, fabricantes de canciones memorables que brillaron en las voces
de muchos cantantes famosos (Ella Fitzgerald, Sinatra, Lena Horne, etc.) creadas
originariamente para obras del Broadway neoyorkino y filmes norteamericanos siendo
revisitadas innumerables veces y convertidas en standards. En el disco que nos ocupa están “Bewitched, bothered and bewildered” y “It
never entered my mind”. Otras canciones
notables del dúo fueron “Blue moon”, “My funny Valentine” y “The lady is a
tramp”. Esa gente competía con George e
Ira Gershwin y Cole Porter, nada menos. Su música marcó culturalmente más de
una década en EE.UU. y se internacionalizó. Y sus historias de vida merecieron
decenas de biografías. En “Warm & Tender” están los covers gershwinianos de
“My ship”, “Love walked in” y “Someone to watch over me”. Otro disco
de Charlie Watts en esta línea fue “Long
ago & far away” (1996), otra vez con su quinteto, que algunos consideran la
secuela de “Warm & tender” y todavía mejor.
En otro orden musical, Watts se unió para el año 2000 con
el histórico baterista inglés Jim Keltner para una grabación experimental a
modo de homenaje -que incluye samplers- centrada en los estilos de grandes percusionistas. Alrededor del 2010 armó la
banda The A,B,C&D of Boogie Woogie (2 discos) donde ataca estos ritmos,
también entre sus preferidos.
Uno de los primeros intentos de Charlie Watts en el rubro jazzero había sido reunir una enorme big band grabando “Live at Fulham Town Hall. The Charlie Watts Orchestra” (1986), que lamentablemente no pude escuchar todavía: según las crónicas eran tres bateristas, siete trompetistas, dos bajistas, dos vibrafonistas, diez saxofonistas, cuatro trombonistas, un pianista, un clarinetista y un cellista. Volvió a intentarlo en 2001 cuando juntó una banda de diez músicos y grabó en vivo “Watts at Scott’s (Live) accompanied by The Charlie Watts Tentet” (2004)
En 2010 Watts vuelve a las andadas orquestales: se juntó
con la Danish Radio Big Band grabando la actuación “Charlie Watts meets Danish
Radio Big Band-Live at Danish Radio Concert Hall, Copenhagen/2010” transmitida
en su momento en directo por la radio pero editada como disco recién en 2017. Reinterpretaron
dos o tres temas de los Rolling Stones como gancho y hay una suite dedicada a
Elvin Jones.
Todo, absolutamente todo lo que intentó Watts con sus
producciones jazzeras tuvo gran nivel y buen gusto. Con
ellas, Watts trascendió largamente a los Rolling Stones.
Guitarrista inglés de órdago con cara de feliz bonachón cuya habilidad no se reduce a la increíble digitación: tiene musicalidad y arriesga siempre. Otra vez nos enfrentamos al problema de escoger solo algunas cosas dentro de una carrera musical muy versátil y cambiante. McLaughlin tiene discos enteramente solistas y acústicos, en trío o con bandas super eléctricas, acompañándose de músicos tan grandiosos como Paco de Lucía, Santana, Chick Corea y un largo etcétera. El bueno de Juancito ya supera los setenta años y continúa mostrando signos de alta vitalidad artística.
*John McLaughlin – “After the rain” (1994)
Aprovechando el ruido que hizo con “Spectrum”, Cobham y su grabadora empezaron a sacar discos como chorizos. Para eso estuvo básicamente rodeado con los famosos hermanos Michael y Randy Brecker (saxo y trompeta, respectivamente) y la guitarra de John Abercrombie o a veces John Scofield e, intermitentemente, George Duke en teclados. Los resultados fueron desparejos y más que todo dependientes de las composiciones, que siguieron en la tesitura jazz-rock, como puede suponerse con más arreglos de bronces, que a veces suenan increíbles dada la talla de los Brecker. “Crosswinds” (1974), “A funky thide of sings” (1975) y “Life & times” (1976) pasan al olvido (hay cosas que no dan la talla ni para música de aeropuertos) pero puede rescatarse este “Total eclipse” (1974), que superó el paso del tiempo. Escuchen el aporte de Randy Brecker en “Moon ain´t made of green cheese”, una belleza de 59 segundos.
Cobham -como durante toda su carrera- no dejará de explotar con versiones aggiornadas y con combos de los más diversos los temas históricos de “Spectrum”, ya sea el gastado “Stratus”, “Le lis” o “Red Baron”, con distinta suerte. Creo que solo le faltó hacerlos con el coro polifónico de La Plata. Les aviso: se los toparan a cada rato si repasan la discografía del panameño. Pero para que vean que este batero es realmente polifacético -no siempre espamentoso ni espectacular- se mandó acá con dos próceres para hacer jazz-jazz “serio”. Ron Carter en bajo y Kenny Barron en piano, con standards como “Round midnight”, “Some day my prince will come” y “Stella by starlight” (esa melodía tan leve). Grabado en vivo en Japón.
*Billy Cobham – “Drum’n voice” (2001/16)
Representativos de los últimos años de andanzas del baterista, sacó cuatro volúmenes con el título “Drum´n voice” en 2001, 2006, 2010 y 2016, creo que todos -o la mayoría- producidos por la agrupación italiana Novecento y grabados en su estudio de Milán, Italia. Por lo que puede suponerse van en la misma dirección rítmica (fusión, jazz, funk, soul) y son muy interesantes, aunque presentan altibajos compositivos, culpa de sus múltiples aportes.
En agosto/14 saqué entradas para ver al grupo HBC (Scott Henderson, Jeff Berlin y Dennis Chambers) -del que hablaré después- en el teatro ND Ateneo. Venían en gira para presentar el poderoso disco jazz-rockero del mismo nombre. Unos días antes avisaron que no venía Chambers por problemas de salud y lo reemplazaría Billy Cobham. A falta de un genio de la batería vi a otro, en gran estado y con gran presencia pese a sus 71 años. Un lujo.
**Jean Luc Ponty – “Aurora” (1975)
*Bob James & Earl Klugh - “One on one” (1979)
En este encuentro, el dúo hace fusión con gran nivel: guitarra acústica acompañada por un fino Fender Rhodes, nada de voces, y una base amena de batería, bajo acústico (Ron Carter!) o eléctrico y flauta (Hubert Laws!). La categoría del Grammy que recibieron (“mejor interpretación pop instrumental”) resulta elocuente y engañosa a la vez. Lo cierto es que hay mucha armonía, belleza y romanticismo para disfrutar un momento de rélax en tu sofá preferido, si es que lo dispones. La cobertura del disco, esa fotografía de los fósforos “carterita”, fue su identificación inmediata en cualquier batea, cuando los vinilos eran lo común. Fue el primer golazo del disco, que además fue oro por su éxito en ventas (más de un millón de copias vendidas). El dúo siguió explotando la veta con “Two of a kind” (1982) y “Cool” (1992).
* Vic Juris & Etheridge – “Bohemia” (1988)
Vic Juris, norteamericano de New Jersey (1953-2019) buceó en una mixtura influída por Jim Hall y Pat Martino pero abierta a la influencia beatle. Tocó con Larry Corryel, Biréli Lagréne, Lee Konitz y David Liebman, Gary Peacock, etc. John Etheridge es un guitarrista de jazz inglés ya mayorcito, que empezó haciendo rock psicodélico con la banda Soft Machine y derivó hacia una fusión jazzera ecléctica. Compartió estudios con Stephanie Grappelli, Biréli Lagréne y Andy Summers. Ninguno de los dos intérpretes alcanzó popularidades descollantes pero nos dejaron este hermoso disco grabado a dúo con guitarras acústicas, para el cual reclutaron al prestigioso bajista Miroslav Vitous. Seguramente nunca podrá empardar el boom que tuvo en su momento el supertrio De Lucía-McLaughlin-Di Meola con “Friday night in San Francisco” (1980) ni sus secuelas, pero ofrece momentos superadores. Empieza con unos cuantos standards, como “There is not a greater love”, “Con alma” y “You’ve changed”. El resto son composiciones de los guitarristas en cuestión.Ellos
continuaron los devaneos de Miles, jugando con la improvisación y algún regodeo
con el free jazz. De a poco fueron insuflando ritmo y melodía, liberándose las
sonoridades afro y mundanas típicas de Zawinul desde su arsenal de
teclados (piano acústico Yamaha, tack piano, Fender Rhodes, sintetizador ARP 2600
y ARP Quadra bass, sintetizador Oberheim polyphonic, sintetizador Prophet 5, Mu-Tron
bifase y wha effects, órgano, melodica, Korg vocoder). En “Mysterious traveller” (1974) y “Tale Spinnin” (1975)
empiezan a mostrar verdaderamente sus uñas.
Pero el ingreso fundamental
del legendario Jaco Pastorius con su bajo Fender fretless, su original manejo
del instrumento y su groove incentivó la potencia del conjunto. Pastorius vivía
y daba clases en la Universidad de Miami en 1974. Su big band fue telonera de
la actuación de Weather Report, que ofrecía “Mysterious traveller” en el Gusman
Teathre de esa localidad. A la salida de un show, Pastorius ofreció sus
servicios a Zawinul diciéndole: “Soy el mejor bajista del mundo” y el austríaco
lo sacó volando pero una periodista del Miami Herald le dio un codazo y le
avisó: “Está loco, pero es un genio del bajo”. Le terminó pidiendo una cinta
demostración que llamó su atención pero en el grupo ya estaba Alphonse Johnson.
Quedaron en contacto. Lo siguiente fue envío del demo de su primer disco “Jaco
Pastorius” (1976), que incluía “Donna Lee” (de Charlie Parker) y “Continuum”.
Cuando Johnson decidió irse con Billy Cobham y George Duke, se dió la
oportunidad.
En el disco “Black market”
(1976), Zawinul dijo haber inventado la world music. No se si eso es verdad
también, pero es un discazo que anticipó el boom de Weather Report con un nuevo
perfil. Pastorius graba aquí por primera vez para el grupo pero solo participa en
dos tracks. El examen final de ingreso del bajista fue justamente su
interpretación en el tema “Cannonball”, homenaje de Zawinul al saxofonista
Julian Adderley, recientemente fallecido. Reto mediante para que bajara un
cambio, aprobó. Ese mismo año, el bajista que marcaría su época -y bastante
más- editaba también aquel disco solista (ver aparte).
“Heavy weather” (1977) ha de
ser el 7mo. u 8vo. disco de la banda. Además de Zawinul-Shorter, estaban el
peruano Alejandro “Alex” Acuña en batería y Manolo Badrena en percusión. Y
Pastorius cobró un papel protagónico como productor junto a Zawinul, porque Shorter
gustaba delegar las tareas en los estudios de grabación. Fue un éxito de ventas
que sobrepasó las categorías musicales porque lo escuchaban atónitos hasta los
rockeros. El hit del disco fue el tema “Birdland” pero también están “Teen town” y “A remark
you made” para terminar de nockearte. Mi preferida “Palladium”, de Shorter: una
locomotora. Puede ser que “Heavy Weather”
sea el más accesible disco de Weather Report pero es una joya que invita
a deleitarse. Este grupo de músicos alejados del mainstream -pero con
suficiente bagaje- no solo coparon la escena del jazz captando a gran parte de
la generación rockera: hasta se dieron el lujo de meter temas en los charts de
música pop.
WR sigue
con “Mr. Gone” (1978) sentando en la batería a Tony Williams, Steve Gadd y
Peter Erskine en sus distintos tracks. Se destacan “The pursuit of the woman with the feathered
hat”, “Punk jazz” y “And then”.
**Weather Report – “8:30” (1979)
Básicamente
con el mismo combo (más Robert Thomas Jr. en percusión), y completamente
afiatados, graban el buen “Night passage” (1980) en directo durante cuatro
shows en Complex de Los Angeles-USA, con público reducido. También otro “Weather Report” (1982): otra vez
el mismo título que en 1971 pero con algunas fórmulas repetidas. Será lo último
que grabó Pastorius para Weather Report: estaba ingobernable por su tendencia
maníaco-depresiva, su descontrol con la cocaína y el alcohol y su megalomanía.
*Weather Report – “This is this” (1986)
Weather
Report siguió editando discos con la dupla fundadora hasta 1986. “Domino Theory” (1984), “Sportin life” (1985) y la
despedida con “This is this” (1986), que es el último-último, reclutando a
Zawinul, Shorter, Erskine, Omar Hakim, Minu Cinelu, Bailey y nada menos que Carlos
Santana como invitado, metiendo su guitarra latina de la mejor manera. El jazz rock es Weather Report!
Joe
Zawinul continuó la senda de WR con Weather Update, Zawinul Syndicate y sus
discos solistas, con suerte dispar (ver adelante).
Cuando Weather Report pasó por
Buenos Aires en agosto de 1980 -en el climax de su carrera- estuve en el
estadio Luna Park: sencillamente, fue el mejor recital que vi en mi vida.
Básicamente hicieron un recorrido-mezcla de “8:30” con “Night Passage”. Un
clima extraordinario. No olvidaré jamás la atmósfera que creó Jaco Pastorius
interpretando “Slang”, igualito que en este disco, con alusiones a “Third stone
from the sun” de Jimi Hendrix y “La novicia rebelde”. Un recuerdo imborrable.
Impresionante.
**Jaco Pastorius – “Jaco Pastorius”
(1976)
Pastorius primero participó de
grupos locales. Conoció a Pat Metheny en la Universidad de Miami (donde
enseñaba bajo y tenía una big band). Lo primero serio que grabaron fue un disco
experimental de 1974 del pianista canadiense Paul Bley titulado primero Pastorius-Metheny-Bruce
Ditmas-Paul Bley. Tiene composiciones de éste y de Carla Bley. Al tiempo lo
reeditaron como “Jaco” aprovechando la repentina popularidad del bajista. Pastorius
también integraría el plantel que grabó el primero de Metheny, “Bright size
life” (1976).
A los 22 años Pastorius ya
tenía dos pibes que mantener y en 1975 lo salvó Bobby Colomby, baterista
fundador de la famosa banda Blood, Sweat & Tears. Se lo llevó a Nueva York
y le produjo su primer solista “Jaco Pastorius” (1976). Fíjense la talla de los
invitados que dispuso la discográfica Epic para ese debut: Herbie Hancock, los
hermanos Brecker, el impresionante flautista Hubert Laws, David Sandborn, el
mismo Wayne Shorter, Lenny White, Narada Michael Walden, Don Alias, etc. más una
orquesta de cuerdas. El disco se paga solo con los tracks donde Jaco juega en
soledad con su bajo: escuchen su originalidad y sentimiento en “Portrait of
Tracy” (dedicado a su primera mujer) y “Donna Lee” (himno bebop de Charlie
Parker alla Miles Davis-Zawinul dixit). Pero Pastorius fue también innovador
por su música. Aunque autodidacta y sin
ser gran melómano, adoraba y sabía mucho de jazz, admiraba el soul y la música
negra y fue capaz de meter -con gracia- toques rockeros, funk y latinos a sus
producciones. Muchos críticos consideran aún hoy que este disco es el mejor de
todos los tiempos grabado por un bajista.
Lo dicho hasta aquí significa
que cuando por fin Zawinul lo llama para integrar Weather Report, Pastorius ya
tenía grabado prácticamente su álbum debut y gozaba de los primeros reconocimientos
en el ambiente del jazz. Muchos lo querían en sus bandas. Entre medio de sus
años en Weather Report, Pastorius dejó su sello en varios discos y giras de Joni
Mitchell: “Hejira” (1976), “Don Juan's Reckless Daughter” (1977), “Mingus” (1979) y el registro
en vivo “Shadows and lights” (1980) junto a Pat Metheny, Lyle Mays, Michael
Brecker y Don Alias. Ya los comentamos en otra sección. La blonda canadiense lo
tenía casi raptado.
Pastorius también hizo fusión con
el power Trio of Doom en el festival de La Habana en 1979, con John McLaughlin
y Tony Williams. Le agregaron unas tomas en estudios de Nueva York para grabar
el disco homónimo.
**Jaco Pastorius – “Word of mouth” (1981)
A punto de abandonar Weather Report, en su segundo solista logra cumplir el sueño de juntar una big band, identificada con el mismo nombre del disco. De lujo, por el aporte de Herbie Hancock, Jack Dejohnette, Michael Brecker, Wayne Shorter, Hubert Laws, Don Alias y el gran armonicista Toots Thielemans, entre otros (se dice que participaron 73 músicos en este disco). Pastorius se destaca otra vez en la faceta de compositor y arreglador. Inmensos “3 views of my secret” (ya grabado con Weather Report) y “Liberty city”. La operita “John y Mary” dedicada a sus lejanos hijos. Usaba una paleta de colores muy amplia: jazz aggiornado con funk, R&B y música afro-cubana, metiendo bronces, cuerdas o coros grandes, según necesitaran sus objetivos. Ah! Falta mencionar la puerta al jazz que le abrió al steel drum o steelpan, ese instrumento que caseramente comenzaron a construir con tanques de 200 litros en Trinidad y Tobago, con algunas caras abolladas convenientemente para obtener más notas. En la mayor parte de sus discos y giras pueden escuchar su sonido incomparable, normalmente en manos del experto Othello Molineaux.Pastorius logró con su bajo eléctrico un sonido ultra-personal al que le puso chapa patente. Todos los aprendices de ese instrumento en el mundo estudian sus modismos. No es el objeto de este racconto repetir como loro aspectos musicales teóricos, pero los interesados podrían indagar sobre la "técnica del falso armónico" que revitalizó Pastorius: básicamente ampliar las notas posibles ejecutando a la vez sobre la misma cuerda con el pulgar a una altura y, por detrás, con el dedo índice o el medio. Parece que no cualquiera "lo saca".
*Jaco Pastorius – “Invitation” (1983)
Otro disco en vivo muy similar
es el grabado el 12 de enero de 1981 en el boliche Mr. Pip’s de Fort
Lauderdale, Florida-USA, como “Birthday concert” (1995). Dicen que fue para la
celebración del cumpleaño 30 del bajista (bueno, uno de sus tracks es
justamente una versión orquestada de “Happy birthday”). La formación tuvo una
sección de caños más o menos profusa como la anterior (la orquesta de su viejo
conocido Peter Graves) con 17 integrantes, entre ellos también Bob Mintzer más Michael
Brecker, dos baterías, percusión, steel drums y el bajo de Jaco, también sin
teclados ni guitarra (y esta vez no estaba Thielemans de invitado). Su música no solo suena increíblemente ajustada
sino también muy efectiva. La selección de temas es muy parecida al anterior y
representativa también de la producción de Pastorius. Difícil optar por uno de
los dos pero escuchar ambos alargará su placer.
Como se sabe, Pastorius tuvo
una larga declinación personal por el abuso de drogas y alcohol. Fue internado y
diagnosticado de bipolaridad con crisis maníaco depresivas y hasta delirios
místicos. La Warner le bajó su contrato en 1983, por ingobernable. No se dejaba
ayudar. Muchas veces boicoteaba sus propios shows. Gustaba juntarse con vagabundos
o andaba semidesnudo por Nueva York, donde le cerraron todas las puertas
debiéndose volver al sur. En sus salidas nocturnas irrumpía totalmente ido en
los escenarios de los boliches para sumarse a alguna actuación y llamar la
atención de la gente. Normalmente lo bajaban los de seguridad. Una madrugada
apareció tendido en la vereda, vapuleado por el pato vica del Midnight Bottle
Club. Falleció dos días después en un hospital de Fort Lauderdale, en setiembre
de 1987, a sus 35 años.
*Joe Zawinul & The Zawinul Syndicate “World tour”
(1998)
En solitario, arrancó con
“Zawinul” (1971) para la Atlantic, rodeado por Herbie Hancock, Miroslav Vitous,
Jack Dejohnette, Hubert Laws, Woody Shaw, Wayne Shorter, Joe Chambers y otros,
aprovechando el hit de la poco melodiosa “In a silent way” cuya versión incluye.
Como vimos, luego arma con Wayne Shorter el mejor grupo de jazz fusion de la historia: Weather Report, que produce maravillas entre 1970 y 1985. En algún momento Zawinul declaró: “Yo he inventado la world music, hace muchos años. Escucha “Black Market”, grabado en los años `70: ésa era world music..."
Insistiendo en ese camino, Zawinul produjo después una buena cantidad de discos con formaciones cambiantes bajo el nombre The Zawinul Syndicate, aggiornando el sonido WR. Fue sumándole toques ambient y agregando voces con el uso de vocoder (un sintetizador-codificador de voz que permite regular sus registros) recreando un dialecto inventado. Ritmos afro con predominio percusivo, sobre las que danzan improvisaciones. Definitivamente, con esas aventuras, los jazzeros clásicos borraron a Zawinul de sus agendas.
Solo
por nombrar algunas de esas producciones, están “The inmigrants” (1988) o “Black water” (1989) con el ‘agremiado’
Gerald Veasley en bajo y a veces Scott Henderson en guitarra y Alex Acuña en
batería. Todas muy similares y generalmente con autoría del austríaco. Se
destaca un poco el CD “Lost tribe”
(1992). El solista “My people” (1996), aunque nominado al Grammy para mejor disco de world music, es flojo pero
no por falta de plantel: Alex Acuña, Matthew Garrison, Bobby Malach,
Salif Keita, Osmane Kouyake, Trilok Gurtu y otros.
En este doble en vivo “World
tour” (1998) se destaca el
camerunés Richard Bona. Una figura recomendada por su producción en el capítulo
2. “Folklore argentino, sudamericanos & world music” de
esta saga. Zawinul fue su mentor y promotor:
lo cobijó en Norteamérica. En algunos tracks el bajo es de Victor Bailey. El
disco posee algunas composiciones solistas antiguas de Zawinul. Suena como
siempre multiétnico, fusión volcada a lo world music con riffs percusivos y las
vocalizaciones afro de Badrena y Bona, que se oyen como efectos tribales. Zawinul
queda en offside a veces con su Prophecy Korg, redunda y remarca de más ese
sonido. Pero es un muy buen muestrario de la música que apasionó durante sus
últimos años a este músico. Zawinul amaba este disco en vivo -decantación de
una gira mundial con 170 actuaciones- y dijo que era lo mejor que había hecho
hasta entonces.
El doble en vivo “Brown
street” (2007), grabado en el Birdland de Viena, es prácticamente un grandes
éxitos tardío de Weather Report (casi) sin Weather Report: tiene a Zawinul (volviendo
a casa a los 75 pirulos) con Alex Acuña, Victor Bailey, Nathaniel Townsley y la
big band alemana WDR con el arreglista Vince Mendoza. No está tan mal para
nostálgicos. La
recopilación “The essential Joe Zawinul-The Columbia years” (2014) compuesta
también por 2 CD, dedica el primero a Weather Report y el segundo a Zawinul
Syndicate, con mejor tino.
Zawinul vino tempranamente a la Argentina: en 1973 tocó en el teatro Colón nada menos que con el pianista austríaco Friedrich Gulda. Decía Zawinul que con Wayne Shorter llegaron tarde a la función porque ningún taxista porteño les paraba (afuera del hotel Alvear) en medio de un diluvio. Cuando uno los subió, los paseó mal y los dejó lejos. Vino luego con Weather Report al Luna Park con sold-out (ahí estuve yo!) y después más de una vez con su Zawinul Syndicate a La Trastienda: en una de ellas, en mayo de 1998, en medio de ese “World Tour” y con algunas cosas de “My people”, reclutando a Victor Bailey, Manolo Badrena, Paco Sery y Gary Poulson. Otra vuelta por ahí fue en 2000 con Bailey, Badrena, Nathaniel Townsley y Chatterjee Amitava.
No puedo ser equilibrado: Patrick Bruce Metheny (Lee’s Summit, Missouri-USA, 1954) inventó la música que habita mi alma hace unos 50 años y me conmueve cada vez que la escucho. Casi como la banda de sonido de mi vida. Encuentro en ella toda la frescura y la profundidad que necesito.
Metheny (PM) es además un
guitarrista excepcional y versátil, ejecutante de más de una docena de
instrumentos distintos a los que arranca sonidos diferentes (desde su Gibson
ES-175 juvenil, una eléctrica de 12 cuerdas, una guitarra clásica fretless-sin
trastes, la guitarra-arpa Pikasso, un monstruito de 42 cuerdas en tres mástiles
cruzados más un cuarto extra a modo de arpa, la guitarra sintetizador, la
guitarra sitar acústica y sitar eléctrica y el timple, un pariente del cuatro
venezolano, muchas ideadas entre la luthier canadiense Linda Manzer y el mismo
Metheny). Pero esa parafernalia no serviría de mucho si PM no tuviera la
creatividad y el enorme gusto musical que ostenta. Puede simplificar o
complejizar las cosas todo lo que se le ocurra pero siempre será a favor de la
belleza.
Si se enganchan con este genio, verán que hay discos que
editó bajo la etiqueta “Pat Metheny Group”
(PMG) y otros que figuran como obras solistas o en dúos, tríos o
cuartetos, tocando formatos más o menos jazzeros, cercanos o alejados del ‘mainstream’. Por las distintas búsquedas
artísticas que encaró a través de los años resulta muy difícil clasificar
estrictamente los casi cincuenta discos de Metheny. Los españoles de la web
Tomajazz intentaron una sistematización y los dividieron en “jazzman”, como “PMG”
por su producción con sus grupos estables, “inclasificable”, “imagen y sonido”
y “colaboraciones”. En casi todas sus facetas ganó algún premio Grammy (al día
de hoy tiene 37 nominaciones y veinte ganados), sea en la categoría mejor
perfomance jazz fusión, mejores composiciones o mejor grupo de jazz
contemporáneo. Para este racconto seguiré un criterio cronológico, resaltando
lo que me interesa.
Metheny es para muchos el mejor guitarrista contemporáneo
y el sonido más reconocible. Objetivamente es el músico de jazz vivo que más
discos vende en todo el planeta, lo que aquí no resulta solo un dato de
márketing, como si fuera Shakira, Maluma, Ricky Martin o Madonna: acá significa
que Metheny expandió los límites de ese género musical y acercando a un público
diferente. Dos logros que juegan en contra para los puristas del jazz, que
suelen preferir artistas cerrados y elitistas. Si resultan trágicos y decadentes,
mejor.
PM empezó su carrera por
Kansas City y recibió una beca para estudiar en la Universidad de Miami, donde
al poco tiempo pasó a ser profesor. Después recaló en la prestigiosa Berklee
College of Music, donde dió clases a Mike Stern y Al Dimeola. Allí lo convocó
enseguida el vibrafonista Gary Burton. En Miami se había hecho amigo del
extraordinario bajista Jaco Pastorius y participaron de un disco experimental del pianista Paul Bley que terminaron denominando “Jaco” (1974). Reclutado por el exclusivo sello alemán ECM, le
toca el turno a PM y saca su debut, el más que interesante “Bright size life”
(1976) otra vez con su admirado bajista sumándose Bob Moses en batería. ¿Cómo podés perderte semejante reunión? Escuchen el
cierre de las cuerdas en “Missouri uncompromised”. Dos genios se saludan. Ah!
Metheny y Pastorius casi púberes fueron reclutados por Joni Mitchell para girar
con ella y grabar el muy buen doble en vivo “Shadows and lights” (1980). El
bajista fue partenaire en varios discos de la vieja dama digna y fundamental
para su extraordinario “Hejira” (1976). Ya los recomendé antes.
En 1977 Metheny graba en Oslo
para el sello ECM el disco “Watercolors”
y empieza a acompañarse con el genio musical del tecladista Lyle Mays,
germinando la idea del PMG aunque las composiciones todavía siguen siendo de solo
de Metheny. PM empieza a mostrar sus futuras facetas: el tema “Oasis” (con
guitarra de 12 cuerdas) o “Sea song” ilustran su costado más ambient y “Lakes”
o “Riverquay”, el lado acid jazz. Eberhard Weber al bajo y Dan Gottlieb en
batería.
Aparecerán las primeras
composiciones conjuntas Metheny-Mays en el disco “Blue asphalt” (1991), uno de
los primeros registros oficiales como PMG en vivo, en el Great American Music
Hall de San Francisco, agosto 1977, con Mark Egan al bajo. En estudio son
plasmadas en “Pat
Metheny Group” (1978), primer documento fehaciente de la banda como tal, con
una tapa emulando el ‘disco blanco’ de los Beatles. Igual formación. La novedad
es que Lyle Mays incorpora definitivamente su ejército de teclados eléctricos
al sonido de la banda. Agarran las rutas norteamericanas en combi para difundir
su novedosa fusión. “Phase dance”, con sus primeras estribaciones latinas, es
la brújula. Piedras basales del dúo Metheny-Mays,
que ha sido al jazz contemporáneo lo que Lennon & McCartney al pop y la
música moderna. Así de fácil.
A los 25 añitos, Metheny viaja
otra vez a Oslo y se manda el solista “New Chautauqua” (1979), con
composiciones propias que remiten al western americano, grabando todos los
instrumentos, sin usar batería. Oníricos e intimistas “Country poem” y “Sueño con México”.
“Daybreak”, ideal para cortina de FM chill-out.
Llega
entonces “American garage” (1979). Persiste el
sonido ambient ineludiblemente americano ahora en formato PMG -que mantiene con
sus mismos integrantes- pero suena más contundente y a
veces hasta rockero. Gottlieb cobra mayor protagonismo. Y ‘ese amigo del alma’,
Lyle Mays… los entendidos seguramente no le darán a Lyle Mays el galardón de mejor
tecladista de jazz del mundo pero para mi ha sido el más expresivo y sensible
armónicamente.
Sigue PM con otro solista: el
“80/81” (1980) un disco doble de jazz bastante experimental -que en algún
momento roza el free y el postbop- grabado en Oslo otra vez, acompañado por un
seleccionado jazzero: Jack Dejohnette en batería, Dewey Redman y Michael
Brecker en saxos y Charlie Haden en bajo, sin presencia de teclados. No se de
quien fue la idea de reunir semejante equipo pero a la lejanía suena a un
examen de estos jazzeros top: ‘a ver que hacés al lado nuestro, pibe’. En
realidad, todos eran bastante jóvenes y no gozaban aún de su cotización de
adultos. En cuanto a la música, destacaría “Turnaround” de Ornette Coleman,
“Every day (I thank you)” con un Brecker magistral y “Goin’ ahead”, un clásico
de Metheny que irá tomando forma con el tiempo.
Vino luego “As fall Wichita so
falls Wichita falls” (1981), extrañamente firmado solo por Metheny y Lyle Mays -ni
PM ni PMG- más Nana Vasconcellos en percusión y quizás algún aporte de Steve
Swallow en bajo. Me imagino las críticas acumuladas del jazz mainstream
norteamericano: la música de Metheny tiene jazz pero no es nada ortodoxa, es incalificable,
no encaja. Igual sacó dos Grammys y otros premios. Después de un arranque
sinfónico y algo pretencioso con el tema homónimo, que ocupaba un lado entero
del disco, la delicadeza aparece en el lado B con “September 15th.” (dedicado a
Bill Evans) y en “It’s for you”. Vasconcellos por primera vez en la discografía
de Metheny introducirá una voz “cantada”, un acompañamiento vocal que acompaña
las melodías pero con ausencia de letras, arreglo que se convertirá en un toque
de distinción de la música del Pat Metheny Group durante décadas. El guitarrista
alistará intérpretes muy superiores para su combo. Ampliaremos!
**Pat Metheny Group – “Offramp”
(1982)
*Pat Metheny Group – “Travels” (1983)
Cronológicamente hablando, en
las postrimerías de su contrato con ECM, Metheny arma un trío de jazz con dos
músicos de prestigio, Charlie Haden y Billy Higgins, y graba “Rejoicing”
(1983). La historia la cuento más adelante porque viene con saga.
**Pat Metheny Group – “First circle” (1984)
El mejor disco de jazz contemporáneo o el mejor disco del siglo XX. Como quieran. Imbatible. Si en la música existen las texturas y se puede transmitir alegría y drama, en estas creaciones del Pat Metheny Group lo podrán comprobar. Es conocida la anécdota del casette entregado en Brasil por Pedro Aznar -con adelantos de su primer CD solista- a su admirado PM en gira y el posterior llamado a integrar las filas del PMG. En “First circle” el argentino empieza a hacer maravillas con su inigualable voz al frente, ya lanzado el PMG a bucear apasionadamente en las entrañas latinoamericanas usando el susurro humano como instrumento cálido y profundo. El disco presenta la mejor formación histórica del PMG: Metheny, Lyle Mays, Paul Wertico, Steve Robdy y Pedro Aznar. Todavía estaban en el sello alemán ECM.
Fusión en el exacto sentido
del término. Empieza con la extraordinaria e irónica “Forward march” y no se
detiene hasta el último surco. El tema homónimo es impresionante, conmueve
hasta el tuétano, y “Praise” podría ser himno nacional en la República de la
Utopía.
La tríada “First circle”
(1984), “Still life (talking)” (1987) y “Letter from home” (1989) posiblemente
sea lo más alto de la música popular contemporánea en el siglo pasado. Faltaría
agregarle el maravilloso “Secret story” (1992) y listo. Todos ellos con premios
Grammy-Best jazz fusion perfomance, vocal o instrumental y cosas por el estilo.
Metheny colaboró o compuso algo de música para películas. En 1983 metió su guitarra para la BSO de Jerry Goldsmith en la muy interesante “Bajo fuego” de Roger Spottiswoode. Metheny y Mays compusieron para la más conocida banda de sonido de “The falcon and the snowman” de John Schlesinger (1985), ejecutada y firmada por el PMG. Participó Pedro Aznar en los tracks “Daulton Lee” y “The falcon” y nada menos que David Bowie en el tema de difusión “This is not America”.
En
1986, PM se junta en estudios con otro de sus músicos admirados, el saxofonista
Ornette Coleman, máximo improvisador y baluarte del free jazz (Texas-USA,
1930-2015) y en dos días graban “Song X” (1986), el primero para el sello
norteamericano Geffen Records, para nada especializado en jazz. PM ya había
reversionado varios temas de ese músico en discos propios. “Song X” tiene la
base rítmica al cuidado de Charlie Haden y Jack Dejohnette. Para muchos
críticos de élite, un disco que se las trae. Yo no puedo recomendarlo porque
odio al free jazz. Las palabras clave son densidad y estridencia. Si se animan, a por él.
**Pat Metheny Group – “Still life (talking)” (1987)
Otro disco expresivo y conmovedor. David Blamires y Mark Ledford reemplazan a Pedro Aznar e ingresa también Armando Marcal: logran tapar el agujero de Aznar con altura. Las composiciones siguen siendo extraordinarias. Es otro viaje sensible por las Américas, algo más sinfónico que “First circle” pero no menos pasional: los climas de “Minuano 6:8”, de “Third wind” o “(It’s just) talk” me siguen poniendo la “piel de gallina” cada vez que las oigo.“In her family”, una cajita de música, aunque seguramente “Last train home” será la más popular en todos lados. Grabado en Geffen Records.
**Pat Metheny Group – “Letter from home” (1989)
Con “First circle” y “Still life (talking)” este disco cierra una especie de tríptico del PMG que, para mi, encierra la más maravillosa música moderna del mundo (sonando parecido a lo que decía “el General”). También de la mano de Geffen. Otra vez con el toque distintivo e inigualable de Pedro Aznar (se nota la diferencia): aporta su introspectiva “Vidala” y la rompe en “Dream of the return” y “5-5-7” (donde el trabajo de Robdy y los arreglos son increíbles-en vivo emocionan aún más). Bien arriba “Better days ahead”, una bossa optimista para ganarle a la vida, “45/8” un joropo venezolano, el eufórico “Beat 70” y la bella cajita musical de “Letter from home” (gracias, Lyle Mays!) Nuevamente, músicos fantásticos dejando todo en función de grupo. Al PMG lo esperaría una gira mundial que duraría casi tres años, con este best seller bajo el brazo.
**Pat Metheny – “Question &
answer” (1990)
**Pat Metheny Group – “The road to you” (1993)
Producto de la larga gira antes mencionada, con la formación básica del PMG, Armando Marcal y otra vez con Pedro Aznar, que hace notar otra vez la diferencia. Por algo al tipo le abrieron un club de fans en Japón que continúa siguiéndolo. En 1991 compilaron tomas seleccionadas de temas infaltables en vivo en Italia y Francia -donde Metheny & Cía. juegan de locales-. El disco salió en 1993. El anteúltimo track del disco es “Third wind” que enfervoriza a los italianos presentes tanto como a cualquier oyente sensible tantos años después. Y cierra con el solo con guitarra acústica de “More travels” que es un guiño y enganche al hermoso DVD “More travels”, que editó casi al mismo tiempo el sello Geffen. Está grabado con los mismos integrantes en vivo pero sin público también en Europa, en cuidadas escenografías de interiores. De visión obligatoria para cualquier hedonista que se precie de tal. Luego de esto, Metheny se abocó a su proyecto solista “Secret story” y Lyle Mays a su cuarteto.
**Pat Metheny – “Secret story” (1992)
A pesar que el disco fue un producto en solitario ejecutado por músicos dispersos e incluso apoyo sinfónico, Metheny convocó a sus amigos del PMG (Ledford-Blamires-Marcal-Robdy-Wertico pero sin Mays) más algún refuerzo (Jim Beard, Torsen De Winkle, Gil Goldstein) y sacó la obra en gira mundial. Existe un DVD grabado en directo en New Brunswick, New Jersey-USA en octubre de 1993 con esos registros. En el intermezzo del recital, Pat Metheny toca “How sensitive”, el “Insensatez” de Tom Jobim.
Entre tanto, PM se junta con el otro monstruo de la guitarra moderna, John Scofield, para grabar “I can see your house from here” (1994) y sacarse chispas, un infaltable al que ya aludiré entre los recomendados de Scofield.
**Pat Metheny Group – “We live here” (1995)
comercial para ser number one con el acid jazz en boga. Claro, se mandó el mejor disco de acid jazz de la historia, PM no anda con chiquitas. Chau influencias latinas, hola groove y ritmos programados, sin perder nivel jamás, aunque decepcione a algún fan conservador. Ya sin Pedro Aznar pero apostando a la eficaz dupla Blamires-Ledford y metiendo cambio: Luis Conte por Armando Marcal. Otro Grammy-Best contemporary jazz perfomance. La etiqueta no significa mucho: nuestra dupla Metheny-Mays nunca dejó de componer canciones épicas high level como “To the end of the world” y también “Here to stay”, la hermosa “Red sky” o “And then I Knew”, que nos ponen bien arriba. “Something to remind you”, es un homenaje a Earth, Wind & Fire, uno de los viejos grupos preferidos por PM: en los coros del tema está la evidente clave. Podrían cantarlos Philip Bailey y Maurice White y moquearíamos a raudales.
Para
que no hablen pavadas los ortodoxos, saca “Quartet” (1996) el octavo disco
firmado como PMG pero reducido a PM-Mays-Robdy-Wertico y último trabajo para
Geffen Records. Composiciones con muchos menos arreglos y colchones sonoros que
los habituales (solo el suave piano de
Mays y el monolítico bajo de Robdy) y más lugar a las improvisaciones de los
integrantes, recostados en un sonido más acústico. De hecho, fue apenas
practicado con anticipación a la grabación. La idea fue sumar espontaneidad. Buena
parte de los tracks son ejercicios casi sin melodía, como “Dismantling Utopia”,
“Double blind”, “Second tought” y el neocandombe “Montevideo”. Todo parece un
precalentamiento para pelar toda su sabiduría en “Language of time”,
especialmente Metheny, que realiza el más inspirado solo de guitarra
(sintetizada) que le haya escuchado en toda su discografía. Tiene un suspense, un
dramatismo in crescendo que te desarma. Ya en el piso, el PMG te remata con la
balada “Sometimes I see”. Junto a “When we were free”, esos tres temas solos
pagan el disco.
*Charlie Haden & Pat Metheny – “Beyond the Missouri
sky (short stories) (1997)
Hablaba unos párrafos arriba de “Rejoicing” (1983). En aquel entonces, con el PMG creciendo más y más y todavía bajo contrato en ECM, Metheny se juntó con el bajista Charlie Haden (Iowa-USA, 1937-2014) y el baterista Billy Higgins (Los Angeles-USA, 1936-2001), antigua base del trío vanguardista del ya mencionado saxofonista Ornette Coleman. Detallar aquí el currículum musical de estos dos señores llevaría varias páginas nombrando artistas y discos famosos y resultaría aburrido. Solo digamos que fueron dos de los músicos de jazz más solicitados y prolíficos durante décadas. Haden se hizo musicalmente en el ambiente familiar folk y country y evolucionó hacia el jazz y la world music. Higgins fue el típico músico negro de humeantes boliches jazzeros de película que llegaba a los tumbos al escenario, está en la contratapa de cien discos de músicos amigos y no tanto, porque también fue baterista soporte del sello Blue Note Records.
“Rejoicing” es un disco
jazzero en el que, justamente, arremeten con tres temas de Coleman. Es muy
interesante comparar como suenan transcribiéndose interpretaciones virtuosas
con un instrumento líder diferente. “Lonely woman” es una perla. Es uno de los
pocos discos nombrados en esta secuela que no recibió Grammy, lo cual revela la
futilidad de ese y otros galardones.
Ahora hagamos un salto
cronológico de catorce años y caigamos en 1997. Haden y Metheny se conocían
desde el disco “80/81”. Ambos nacieron y crecieron en el
estado de Missouri, el medio oeste norteamericano, con dos décadas de
diferencia que no impidieron su mutua admiración. Se hicieron tan amigos que
Pat fue padrino de las segundas bodas de Charlie. Entraron de nuevo a un
estudio de grabación a registrar este intimista “Beyond the Missoury sky (short
stories)” (1997) para el sello Verve, con el que obtuvieron el Grammy ‘the best
jazz instrumental artist perfomance’. Prácticamente acústico, sin batería y
apenas con algún colchón de teclados mínimo de vez en cuando. Es un disco donde
afloran añoranzas de las vivencias provincianas del dúo, dejando traslucir su
amor por el country a cada rato. Pero ilustra también la sensibilidad que
tienen para saltar y disfrutar de la música universal. El título del disco es
elocuente. No soy rápido mentalmente y me di cuenta de su concepto a través de
las sensaciones al escucharlo. Y no está mal que haya sido así. Abordan
melodías tradicionales que habrán
escuchado de chicos o interpretan las cinematográficas y hermosas “Two for the
road” de Henry Mancini o “Love theme” y “Main theme” de “Cinema Paradiso”
(aunque sea tarea imposible interpretar con más pasión en guitarra los temas de
Andrea y Ennio Morricone, no alcanza las alturas de las versiones originales
orquestadas) pero también hay composiciones propias. Es algo muy distinto a “Rejoicing”,
es algo muy diferente y no pueden compararse, pero escucharlos les aportará
climas excepcionales. Justo que pasa por mi calle un auto con su audio en volumen
alto escuchando reggaeton. También es otro clima, no?
La siguiente parada del PMG es “Imaginary day” (1997), primer disco para su nuevo contrato con la Warner Brothers. Se supone que es una obra conceptual, en la que vuelven electrificados y cuenta con el regreso del dueto Blamires-Ledford más Minu Cinellu, Don Alias y algún otro como invitados para los chirimbolos percusivos. Pero ciertos pasajes suenan pretenciosos con sonidos trillados de world music, que me hicieron arrepentir de comprarlo. Siempre se rescata algo sublime (“Follow me”, “A story within the story”). Rompe la monotonía la electrónica y casi industrial “The roots of coincidence”, que fue premiada con un Grammy a la mejor perfomance instrumental. Otra curiosidad es “Into the dream”, donde pueden recurrir para escuchar como suena en todo su esplendor la mencionada guitarra Pikasso de 42 cuerdas.
Metheny pone en la heladera unos años al PMG coincidiendo con la retirada del barco del histórico Paul Wertico. Mientras busca reemplazante, el guitarrista encara varios proyectos, tan diferentes como interesantes.
En diciembre de 1997 Gary Burton recluta por mail a su viejo alumno PM, a Chick Corea y a Roy Haynes y Dave Holland para jugar un rato al jazz con músicos cotizados. Es decir, tenemos “Question & answer” de 1990 con dos refuerzos caros e importantes. Técnicamente “Like minds” (1999) es un disco de Burton, quien también lo produce. Abre justamente con aquel tema de Metheny e incluye temas viejos y nuevos de Burton, Corea y Metheny. Más allá de escucharse solos instrumentales brillantes, todos juegan para el grupo, especialmente Chick Corea, que la rompe en piano acústico. Un disco de jazz moderno excelente, obligado premio Grammy para que la industria no quede en off-side y ningún entendido proteste.
PM aprovecha unos conciertos conjuntos en Pittsburgh-USA en el verano del 98 con su admirado Jim Hall, a quien bautizó alguna vez como “padre de la guitarra moderna” de jazz. En dúo de guitarras y sin más acompañamiento, abordan standards (“All the things you are”, “Summertime”, etc.) y reversionan antiguos temas propios. Lo complementan con tracks obtenidos en estudios y sacan el disco llamado simplemente “Jim Hall & Pat Metheny” (1999). Un disco introspectivo, con una modalidad que no es para el gusto de cualquier oyente. Les puedo asegurar que tiene momentos muy buenos que disfrutar.
Y como el tipo es muy inquieto, saca otra banda de sonido para películas. Lo último que había hecho fue “Passagio per il paradiso” (Geffen, 1996). En febrero de 1999 graba “A map of the world” (1999). Como es una película con ambiente rural, interpreta básicamente todas sus composiciones de sonido vagamente country con la acústica soprano, con pinceladas de cuerdas y bronces dirigidas por Gil Goldstein. Steve Robdy en el bajo y toquecitos de piano del mismo Pat. Un disco casi ambient -como toda BSO que se precie de tal- y melancólico por donde se lo mire, con los tips habituales de la música de Metheny.
Medio aburrido de estar en casa convoca a mediados del 99 al bajista Larry Grenadier y al sutil baterista Bill Stewart para firmar como Pat Metheny Trio su “99->00” (2000) básicamente jazzero. Matan el blues “Soul cowboy” y la versión rápida de su antigua “Lone Jack”. Arremete con algunos standards (“Giant steps” y “A lot of livin’ to do”) y para disfrutar las típicas baladas intimistas de PM tienen “Just like the day”, “We had a sister” y una nueva coloratura para “Travels”.
*Pat Metheny Group – “Speaking of now” (2002)
Cuando vuelve a recomponer el PMG, apenas pasado el Y2K (¿alguien lo recuerda?), siguen los de fierro Mays-Robdy pero PM ya no dispone de Wertico, que se baja del barco. Encuentra al músico de estudio mexicano Antonio Sánchez, que tocó en la banda de las Naciones Unidas con D’Rivera, acompañó a Danilo Pérez, John Patitucci, Michael Brecker, Avishai Cohen y muchos otros, y tiene discos propios. No solo dio la talla en batería, también dará que hablar con su originalísima banda de sonido del film “Birdman” (2014), ganadora del Oscar (o casi ganadora). El que aparece en la película de su amigo González Iñárritu con la Yamaha no es Sánchez -que no pudo estar- sino Nate Smith, otro recomendado de esta columna del subdesarrollo, pero el sonido es de Sánchez. Sigue acompañando a PM hasta ahora en cualquier grabación que intenta el guitarrista.
Yendo a “Speaking of now”, no exhibe una calidad pareja. Como anécdota, Mays es casi todo piano acústico y Metheny apenas usa la guitarra sintetizada. Si bien las composiciones del dúo estilísticamente mantienen la identidad del PMG, en ciertos casos suenan recargadas, sin fluidez. Lo mismo ocurre con algunos arreglos vocales cantados por el vietnamita Cuong Vu (trompeta) o por el percusionista/bajista camerunés Richard Bona, la revelación del jazz en ese momento (al que me referí en otro sector de esta saga). Escuchen “Another life” o “You” y se darán cuenta lo que intento expresar. El comienzo “As it is” es muy esperanzador (los arreglos para las bases son increíbles) y se salvan “The gatering sky” y “On her way” pero hay muchos baches. Igual le dieron otro Grammy.
En 2003, Metheny se embarca en un disco solista encarado con su guitarra acústica barítono. Con solo una guitarrita tomada por un solo micrófono y un bajo que no figura en los registros pero existe y no se sabe quien ejecuta, no podía sino sonar relajado e intimista su “One quiet night”. Y de a ratos se torna aburrido. Con el cover de “Don’t know why” de Norah Jones como gancho y un Grammy como disco “new-age” bajo el brazo. ¿Que tul?
Como la Warner Brothers decide cerrar su catálogo jazzero, firma contrato con una filial suya, Nonesuch, y el PMG graba “The Way Up” (2004). El grupo mantiene más o menos a sus mismos integrantes. Es un disco conceptual con tantos arreglos, cambios de tiempo, texturas y policromías que necesitaron semanas de ensayos para poder tocarlo en vivo (el resultado está en el DVD “The Way up live” de 2006, grabado en una actuación en Corea). Se nota que no podría haber sido compuesto por unos Metheny-Mays treintañeros y que es producto de su maduración musical. Y que es inclasificable. Recibió las mejoras críticas pero, como siempre ocurre, depende a que nivel de la epidermis te llega.
Después vienen los dos discos que Metheny grabó en diciembre de 2005 con el renombrado pianista Brad Mehldau. “Metheny Mehldau” (2006) y “Metheny Mehldau Quartet” (2007), apoyados por Jeff Ballard en batería y Larry Grenadier al bajo. Para los críticos algo así como la conjunción de astros de la década, uno de esos eclipses que te anuncian como irrepetibles pero al tiempo te das cuenta te mintieron. Tal es así que suele decirse que nuestro amado guitarrista es el sucesor de Jim Hall y que el pianista hereda de Bill Evans y que esos ancestros ya sacaron el recordado “Undercurrent” en 1962. El primero de los dos discos Metheny-Mehldau es básicamente a dúo pero 2 de los 10 temas son interpretados como cuarteto. Los tracks pasan de largo y no conmueven. Técnicamente perfectos pero no conmueven. En “Metheny Mehldau Quartet” (2007) revierten la tendencia: son 11 temas y 4 como dueto y suenan más cosas rescatables dentro de la monotonía reinante.
En 2005 también tuvo tiempo para juntar un trío y salir de gira unos cuantos meses con Christian McBride y Antonio Sánchez. Es decir, una especie de remake de “Rejoicing” (1983), de “Question & Answer” (1990) o el “99>00” (2000). Entraron a un estudio de Nueva York el 19 octubre y de un saque grabaron el bien jazzero “Day trip”, que Nonesuch recién editó en 2008. Todos temas nuevos de PM excepto los viejos “When we were free” y “The red one”.
“Orchestrion” (2010) merece un párrafo aparte. Como solo puede ocurrírsele a un músico de élite obsesivo, Metheny se interesó en las posibilidades de un aparato de fines del siglo XIX que busca copiar el funcionamiento de una orquesta sin músicos utilizando los principios de un piano mecánico. Esos que tocaban automáticamente mediante un rollo de papel perforado que los comandaban. Una pianola sofisticada con modernas tecnologías que le llevó meses de dedicación con un equipo de luthiers electrónicos. Sincronizar la intervención de cada instrumento musical mediante impulsos electromagéticos oportunos. Piensen ligeramente en Pat Metheny tocando su guitarra y oprimiendo algún botón para desencadenar detrás un soporte musical minuciosamente preparado de antemano. Batería y tambores, bajo, piano, vibráfono, marimba, campanitas y otros chirimbolos, a un toque. La idea no es tan lineal como la cuento: no son simplemente instrumentos pregrabados. Pueden adaptarse a improvisaciones. Un crítico calificó la música de “Orchestrion” como “sinuosa” y está en lo cierto. Personalmente, de los cinco tracks solo “Soul search” me transmite cosas y es el menos conceptualmente “Orchestrion” de todos. Para amortizar el chiche, Metheny grabó también para Nonesuch una actuación en vivo pero sin público en CD y DVD, el doble “The Orchestrion Project” (2013) reforzando el mismo repertorio del anterior con viejos clásicos suyos como “Antonia”, “Sueño con México”, “Tell her you saw me” o “80/81-Blues for Broadway” y dos improvisaciones. Este gancho y la mayor experimentación general me permitieron disfrutarlo mucho más que el original.
En 2011 llega “What’s it all about”: Grammy mejor disco New Age. ¿New age? Grabado solamente con su guitarra barítono y la de 42 cuerdas, sin más acompañamiento. PM en solitario arremete con covers de los autores más diversos que se te ocurran. De Burt Bacharach a Paul Simon y de Lennon-McCartney a Henry Mancini, pasando por la versión más deprimente que haya escuchado de “Garota de Ipanema” de Tom Jobim. Ya se que criticar es fácil hasta para el más ignorante, pero me pregunto para que se necesita un disco con el mejor guitarrista del mundo haciendo ‘una que sepan todos’.
En 2013 el músico vanguardista John Zorn convocó a Pat Metheny y otros músicos al proyecto “Book of angels”, para que cada uno grabe composiciones de inspiración judía que caracterizan a ese saxofonista norteamericano. Otros fueron Uri Caine, Marc Ribot, Medeski, Martin & Wood, Cyro Baptista y otros de menor difusión masiva pero quizás tan exquisitos, o más. A PM le tocó el volumen 20 “Pat Metheny/Tap”, editado en forma conjunta por los sellos discográficos Tzadik y Nonesuch. Se encargó de todos los instrumentos necesarios: metió guitarras y teclados varios, bajo, fliscorno, marimba, orchestrionic y hasta un bandoneón. La batería se la dejó con buen tino a Antonio Sánchez y está la voz de su hijo Willow (Metheny) en un tema. Lanzar a PM al reto de interpretar música tan especial y alejarlo de la composición, hacen de este disco un jalón importante en su evolución. Un discazo para tener en cuenta por distintos factores.Ahora, de un saque, repasemos todo lo que grabó PM con su cuarteto Unity Band y modificatorias (algo así como el sustituto del Pat Metheny Group): Ben Williams en bajo doble, su baterista preferido Antonio Sánchez y el cotizado saxofonista Chris Potter. Este es el primer saxo que PM incorpora a su grupo o con el que PM graba su música en 26 años, cuando registrara “Song X” con Ornette Coleman. Potter tocó mucho con Paul Motian, Dave Holland y Dave Douglas, tiene como quince discos propios y es una especie de heredero de Michael Brecker con un alma solidaria: deja a un lado su ego y se juega siempre en favor del grupo, lo cual lo engrandece. El primer disco del cuarteto es “Pat Metheny Unity Band” (2012), que ofrece nueve tracks all PM originals. Sobresale la balada “This belong to you” y “Leaving town”. ¿Estilo? Neobop ‘alla’ Metheny. Luego de girar con ese material haciendo cien presentaciones, graban “Kin (<>)” (2014) firmado como Pat Metheny Unity Group porque ya es un quinteto sumando a Giulio Carmassi en teclados e instrumentos de viento varios y usando eventualmente su orchestrionic, lo que le otorga un toque más sinfónico y colorido, de a ratos emparentado con “We live here”. El gancho melódico que arrasa es “We go on”. Por último, “The Unity Sessions” (2016), un disco doble en vivo nuevamente sin público, con composiciones incluídas en los anteriores más algún agregado. Todo de la autoría de PM excepto cuando la comparte con Ornette Coleman en “Police people” o en “Cherokee”, clásico de Ray Noble (escuchen el contrapunto Metheny-Potter en esta versión y después opinen).
Lo menciono recién ahora pero viene de mucho antes y podrían insertarlo entre cualquier párrafo de estos, de 1990 en adelante: cada vez que Pat Metheny sacó un disco, con el formato que sea, del mismo modo que es firme candidato a obtener un nuevo Grammy, recibió la crítica virulenta de uno de cada dos críticos del pelaje que prefieran, calificando el intento de curro comercial y de ideas agotadas y repetidas -eso si- del mejor jazz contemporáneo, por lejos.
Me faltarían mencionar decenas de colaboraciones oficiales o bootlegs de PM en actuaciones o en discos solistas de músicos que militaron en sus filas o con otros de distintos estilos y nacionalidades, imposibles de ennumerar. Milton Nascimento, Toninho Horta, Gary Burton, Michael Brecker, Steve Reich, Marc Johnson, el Esbjorn Svensson Trio, el Perico Sambeat Trio, sus dúos con el guitarrista sueco Ulf Wakenius, colaboraciones con Pino Daniele, los saxofonistas Sonny Rollins, Joshua Redman o Kenny Garrett, las cantantes Cassandra Wilson, la israelita Noa o la polaca Anna Maria Jopek (ver mención aparte). Una de las últimas participaciones de PM fue “Cuong Vu Trio meets Pat Metheny” (2016), disco del trompetista vietnamita. Un jazz sofisticado y cerrado que pasa lejos de mis sentimientos.
Y por último, luego de seis años de ostracismo en la producción, Metheny grabó en 2020 el doble “From this place”. Lo firma en solitario pero en realidad implica un cuarteto donde mantiene al becario Antonio Sánchez, incorpora al virtuoso pianista galés Gwilym Simcock y cambia de bajista, ingresando la no menos brillante malayo/australiana Linda May Han Oh. Con la colaboración de lujo en distintos tracks de Meshell Ndegeocello y conocidos de otros discos, como Gregoire Maret en armónica y Luis Conte en percusión. Está la participación de la Hollywood Studio Symphony dirigida por Joel McNeely, indicada como la primera incorporación de cuerdas en un disco de Metheny. No se si es así ni importa mucho, pero los hermosos arreglos orquestales son de Gil Goldstein y Alan Broadbent. El disco suena como si volviéramos a escuchar el alma de Metheny de nuevo, después de un largo descanso. “From this place” me remite a “Secret story” y no se si es mejor o peor, pero es escuchar a Pat Metheny capitalizando toda su sabiduría. Interesa lo bien que suena en la balada “Love may take a while” pero me vuelve a emocionar en muchos pasajes. Quizás no sorprenda tanto pero ¿quien puede aburrirse de Mozart u osar criticarlo?
Con una sola excepción, siempre que vino Pat Metheny a Buenos Aires lo fui
a ver. La ocasión que más recuerdo fue la inicial porque era aquella mi
formación favorita -con Pedro Aznar cantando- y presentando un disco
fundamental (“First circle”) en el estadio Obras, agosto de 1985. Sólo “se me
escapó” Metheny con su Special Quartet (Ernie Watts, Charlie Haden y Harvey
Mason) en el viejo pub Shams de la Av. Lacroze, año 1986. Del PMG “Still life
(talking)” en el Luna Park en diciembre/87 no tengo un grato recuerdo por aquel
espantoso sonido que hacía incomprensibles los temas. “Secret story”, con formación
especial Lyle Mays incluído, en el teatro Opera en setiembre/93. De nuevo con
el PMG, en mayo/96 con su “We live here” en el Gran Rex, fui con un montón de
mujeres que se aburrieron bastante a pesar del accesible repertorio acid jazz. Y por
último, con una entrada fechada abril 2020 -otra vez en el Gran Rex- guardada
en la billetera a modo de talismán, para verlo en cuarteto junto a Carlos
Sánchez, Han Oh y Glenn Simcock, luego de tanto tiempo. Claro, se nos vino
encima la pandemia de coronavirus, suspendieron funciones y recién aparecieron
en octubre/22 para pagar la deuda. Faltó el color de Aznar, Lyle Mays-qepd y otros
secuaces memorables pero convenció a pura nostalgia -a sus 68- recorriendo en
gran forma sus mejores creaciones durante casi tres horas.
**Lyle Mays – “Lyle Mays” (1986)
Seguramente los críticos profesionales encontrarán una larga lista de tecladistas técnicamente superiores al norteamericano Lyle Mays pero él está entre mis preferidos por su sensibilidad y versatilidad. Este es su primer disco solista, catalogado como jazz fusion, con una música ambiental e intimista que trasmite sensaciones celestiales, casi hipnóticas.
La música ofrecida en esta obra está emparentada con la música del Pat Metheny Group (PMG) de esa época, de la cual Mays era baluarte. Claro que con la personalidad de Mays copando la parada y diciendo “mirá lo que puedo hacer por mi mismo”. Casi por lógica dominan sus teclados y la guitarra pasa a segundo plano pero atendida nada menos que por Bill Frisell. Los músicos invitados que sostienen semejante cruzada son nada menos que Marc Johnson, Alejandro Acuña, Nana Vasconcellos y Billy Drewes (saxo).
Un disco que enciende mi alma cada vez que lo escojo. Una y otra vez. Un disco que derrota con altura y excelencia el paso del tiempo. Empieza con “Highland aire” mezclando aires escoceses y latinos, “Teiko”… escúchenlo ya!
**Lyle Mays – “Sueños callejeros” (1988)
Segundo solista, igualmente recomendable y lleno de sorpresas. Acá se acompaña otra vez de Bill Frisell y Marc Johnson más Steve Jordan, Peter Erskine, Steve Gadd y Vicki Randle (percusión); Bob Malach y Bob Mintzer en flauta. Si bien hay temas como “August” y “Before you” que continúan en la senda intimista y profunda del álbum debut de Mays, abre el abanico temático y sigue produciendo belleza. “Feet first” y “Possible straight” tienen una sección de bronces memorable: temazos. “Chorinho” es tan brasilero como Egberto Gismonti y realmente conmueve. La suite “Street dreams” cierra el disco: es un PMG impresionista sin guitarras que no aporta grandes novedades.Luego hizo “Fictionary” (1993) en trío acústico con Jack Dejohnette (batería) y Marc Johnson (bajo) con composiciones propias, por ej. “Bill Evans” y “Fictionary”, dedicada a Chick Corea: me gusta parcialmente. Después, “Solo improvisations for expanded piano” (2000): ejercicios de un genio que me deprime escuchar.
Lyle Mays falleció el 10/02/20 en Los Angeles, a sus 66 años. Muchísimo antes, allá por 1990, un enamorado de sus sutilezas -nuestro Lito Vitale- le dedicó al norteamericano su hermoso tema “Ese amigo del alma”. Y unos meses después de su partida, Pedro Aznar decía en un video homenaje: “Hace algunas semanas nos dejó un talento inconmensurable, el músico más sensible que conocí en mi vida, con quién me tocó compartir música durante diez años en el grupo de Pat Metheny. Escucharlo tocar cada noche, grabar o hacer arreglos fue una escuela superlativa. Un tipo de una brillantez, no solamente en lo musical, un genio en varios aspectos, una inteligencia asombrosa y, como decía antes, una sensibilidad exquisita”.
A Lyle Mays –además de verlo en todas las visitas a Buenos Aires con el Pat Metheny Group a las que pude concurrir- lo escuché como telonero de Robben Ford en el teatro Opera, setiembre/92. Una función que a la vez abrió con un muy buen show solista el Mono Fontana, sampleando en las alturas. Mays vino a hacer “Fictionary”, el tercer CD solista que grabara en trio con Jack Dejohnette y Marc Johnson. Lástima que vino con Jerome Hochberg y Mark Walker, no porque fueran malos, sino porque hubiera preferido escuchar a esos otros dos próceres musicales. Mays invitó al escenario a Pedro Aznar, su ex compañero del PMG, para cantar el tema “Sienna”, al que le puso letra. Hay un disco pirata de esta actuación, dando vueltas. No se si realmente todos los tracks pertenecerán a esta función pero son de una deliciosa factura, conmovedores. La tapa el disco presenta un curioso dibujo de nuestra Plaza de Mayo.
*John Scofield – “Blue matter” (1987)
John Scofield (Dayton,
Ohio-USA, 1951) es uno de los más originales guitarristas de jazz del planeta,
no sólo por la manera de abordar su instrumento sino también por los riesgos
que asume y supera, al cambiar constantemente los rumbos en su música. Se pasea
por el jazz-fusión, el rock, el rhytm & blues y el gospel y le mete
pinceladas de funk o se refugia en el jazz clásico y el swing.
Scofield aprendió con Gary
Burton en la prestigiosa Berklee School of Music de Boston. En sus comienzos,
trabajó con el propio Burton, con George Duke y Billy Cobham, entre otros. Ya
había sacado sus primeros discos solistas cuando en 1982 lo convoca Miles Davis
para su banda durante tres años, alternando guitarras con Mike Stern.
Scofield es fiel paradigma de
la máxima “viejos, los trapos”: no se estanca nunca siempre está en la
vanguardia, proponiéndoselo o no. Rompe
siempre con lo que hizo antes. Lo dijo nuestro gran guitarrista ranquel Lito
Epumer: “Scofield es el único guitarrista que tiene siempre algo nuevo para
decir”. Por si fuera poco, más allá de los formatos musicales que use en sus
distintas producciones, tiene un sonido único, original e irrepetible que lo
identifica a cien kilómetros de distancia, surgido de la distorsión y
disonancia que le mete a cada una de las notas que saca de su Ibanez.
De los primeros escarceos
solistas de Scofield, vale mucho la pena buscar las grabaciones con el trío integrado
con el prodigioso bajista Steve Swallow y el baterista Alan Nussbaum. Son “Bar
Talk” (1980), “Shinola” (1981) y “Out of a light” (1982), los dos últimos
estupendos vivos en el Club Vielharmonie de Munich, Alemania. En 1984 firma
para Gramavision: deja de experimentar, se aggiorna y gira al smooth jazz con dósis
elevadas de funk y pop. Epocas en que Lee Ritenour y su soft-fusion -con gran
difusión en las FM- cotizaba en bolsa. A pesar del retroceso, “Still warm”
(1986) con Don Grolnick (teclados), Darryl Jones (bajo) y Omar Hakim (batería),
se deja escuchar.
Pero “Blue matter” (1986)
despunta como lo mejorcito y más emblemático de los inicios de Scofield. Algunos
pasajes suenan demodeé, es cierto, pero el grueso supera el paso del tiempo. Lo
acompañan Dennis Chambers en batería y el percusionista ícono Don Alias, entre
otros. El tema con más punch es “Make me”. Le sigue el CD “Loud jazz” (1987)
con George Duke y Chambers, en la misma tónica.
**John Scofield – “Hand jive” (1994)
En una senda menos
experimental, con más R&B y funky, Scofield pega el volantazo para el
redondo y parejo “Hand jive” (1994) reclutando otra vez a Bill Stewart pero con
Larry Goldings para órgano Hammond y piano, Don Alias en percusión, Irwin al
bajo y Eddie Harris en saxo. Asoman “Golden daze”, “Dark blue”, “7th. floor” y
“Don’t shoot the messenger”. El disco es un preaviso de “Groove elation!” (1995)
y sus producciones con el trío Medeski, Martin & Wood.
**John Scofield & Pat Metheny –
“I can see your house from here” (1994)
**John Scofield – “Groove elation!” (1995)
Acá retoma la senda del
funk-jazz estilo Scofield y el groove, claro, asegurado por Larry Goldings, ahora
innovando con delicados toques de bronces (Randy Brecker, Billy Drewes, etc.)
**John Scofield con Medesky, Martin & Wood – “A go go” (1998)
** The John Scofield Band - “Uberjam”
(2002)
La agrupación Uberjam original
estaba formada por Scofield más Avi Bortnik en guitarra rítmica y samplers,
John Medeski en teclados, Jesse Murphy en bajo y Adam Deitch en batería. En las
giras estuvieron también Andy Hess en bajo y Terence Higgins o Louis Cato en
batería. En la actuación en vivo mencionada arriba, la batería estuvo a cargo
de un jovencísimo Louis Cato, multiinstrumentista lisboeta que se luce y roba
la escena de manera increíble en el tema “Jungle fiction”. Lejos, el pico del
espectáculo, que el público agradece ovacionándolo de pie. Lo mejor que he
visto en muchísimos años. No se la pierdan en Youtube. Impagable.
Con casi la misma banda grabó
“The John Scofield Band: Up all night” (2003) sin teclados. Y a casi una década
del primero sacó “Uberjam deux” (2013) otra vez con Medeski. Todas variantes de
la idea original. El “viejito” Scofield siguió sacando conejos de la galera y
hace del jazz una cosa seria y divertida a la vez.
No se porqué me aburrió “That’s
what I say-Plays the music of Ray Charles” (2005), con temas de ese baluarte
soulero, con Aaron Neville como vocalista en algunos temas. Altamente
recomendable me resulta en cambio “Piety
Street” (2009). Acá juntó a otros
músicos y grabó en New Orleans este disco con R&B, gospel y soul. ¿Saben
qué? Sin proponérselo quizás, Scofield se pone a competir con la grandeza de
B.B.King. No escucharás música inaudita (hay reminiscencias a Robert Cray): lo
inaudito es el nivel de calidad que tiene. La mayoría de los temas con la excelente
voz de John Boutté al frente. Una búsqueda similar pero dirigida a la música
campera norteamericana es el posterior “Country old man” (2016), con el
acompañamiento de uno de los tríos clásicos de Scofield: Steve Swallow, Bill
Stewart y Larry Goldings. A modo de ejemplo ofrece el tradicional “Red river
valley” (solo falta algún cowboy carapálida ) mechado entre temas jazzeros más
clásicos.
En realidad es un video que se
publicó en DVD. No solo muestra a este músico en una madurez increíble e
hipervital sino que también ofrece una muy buena selección de temas que lo
representa cabalmente. Con Bill Stewart en batería, Ben Street en bajo y Michael
Eckroth en teclados. Hace covers, standards y renueva viejos temas suyos.
*John Scofield – “A moment’s peace”
(2011)
¿Voy a dejar
de mencionar “Combo 66” (2018) esa síntesis pacífica de buen jazz y R&B con
toda la sabiduría acumulada de Scofield? “Can’t dance” y “Willa jean” son los
puntos más altos de este disco grabado junto a Vicente Archer, Gerald Clayton y
el fiel ladero Bill Stewart.
No se como
expresan la idea en el imperio pero, como dije antes, este enorme
guitarrista es el máximo baluarte del viejo dicho
criollo “viejos, los trapos” para la música contemporánea.
He visto a Scofield dos veces
en el Gran Rex de Buenos Aires: en 2007 haciendo “This meet that”, un proyecto
no demasiado representativo de su música. Me encantaron Bill Stewart (el
baterista más sutil que escuché en mi vida), Steve Swallow y la pequeña y
delicada sección de vientos. En 2011, con el Lito Epumer Cuarteto de telonero y
nuevamente con Bill Stewart en sus filas, hizo básicamente el concierto
envasado en el DVD “New Morning-The Paris Concert”. Uno de esos recitales que
no querés que terminen nunca. Por último lo escuché en el teatro Coliseo, junio
2019, cuando vino para presentar “Combo 66” con Bill Stewart, Vicente Archer y
Gerald Clayton. Scofield siempre cumple.
Su algo desconocido primer disco
fue “Neesh” (1983). Lo produjo Hiram Bullock y participó Dave Sandborn. Después
vinieron “Upside-downside”
(1986) y “Time in place” (1988), ya para el sello Atlantic. Me quedo con
“Jigsaw” (1989), el más redondo. ¿Qué música hace Stern? Jazz de fusión, con pinceladas
de rock y funk.
En esos
discos, Stern se acompañó alternadamente de un verdadero seleccionado de
músicos: Bob Berg o Michael Brecker (saxo), Jaco Pastorius y Jeff Andrews
(bajo), Dave Weckl o Peter Erskine (batería), Jim Beard (teclados) y Don Alias o
Manolo Badrena (percusión), etc. Todos con temas propios de Stern.
Le
sigue “Odds or evens” (1991), con invitados nuevos como Ben Perowsky y Dennis
Chambers en batería y Lincoln Goines y Anthony Jackson en bajo. Muy buenos los
temas lentos “If you say so” y “Sandbox”.
**Mike Stern – “Standards & other songs” (1992)
Con Al Foster y Ben Perowsky (batería), Jay Anderson y Larry Grenadier (bajo), Bob Berg (saxo), Randy Brecker (trompeta) y Gil Goldstein (teclados). Más que standards son éxitos del bop y postbop: composiciones de John Coltrane, Thelonius Monk, Horace Silver y Miles Davis, entre otros. En 1993 la revista Guitar Player eligió a Stern como el mejor guitarrista de jazz del año.
*Mike Stern – “Is what it is” (1994)
Después viene “Between the lines” (1966), difícil de diferenciar de “Give and take” (1997). Stern más o menos mantiene el plantel de amigotes músicos de primer nivel y va metiendo alguna incorporación estelar novedosa. En este último, precisamente, entran John Patitucci y Jack Dejohnette para las bases. Y otra diferencia es que mete cuatro cover, de Hendrix, Sonny Rollins, John Coltrane y Cole Porter. La producción de sus discos la suele encomendar a Jim Beard o Gil Goldstein.
**Mike Stern – “Play” (1999)
Hasta este punto de su
discografía, Stern recurre a todos sus tips y sus composiciones no salen de su
molde mental. No está mal, solo puede llegar a aburrirlos. Pero en los siguientes discos Stern
mete un volantazo: incorpora a Richard Bona en bajo eléctrico y voces en su
grupo de apoyo. Lo verán
participar en distintas dósis en “Voices” (2001), “These times” (2004), “Who
let the cats out?” (2006), “Big neighborhood” (2009), “All over the place”
(2012) y “Trip” (2017). Como sabrán, el camerunés no canta letras de modo
convencional: o scatea o canta en su dialecto natal. Seguramente ha resultado
un refresco para Stern (fue uno de los promotores artísticos de Bona junto a
Zawinul), que gustoso le cede protagonismo acercándose a la world music, a la
antigua manera de Metheny y Al Di Meola, tantos años después. Esas producciones
tienen calidad, solo que algunos parecen discos de fusión del africano con
Stern de invitado. En general, en los tracks en los cuales se despega de Bona,
Stern vuelve a su normalidad algo aggiornada: jazzea y funkea más. Ese es más o
menos el esquema.
Para reforzar esas fórmulas,
en cada disco nuevo Stern continúa acompañándose de músicos consagrados (Vinnie
Colaiuta, Terri Lyne Carrington, Bela Fleck, Kenny Garrett, Chris Potter,
Victor Wooten, Victor Bailey, Dave Holland y Anthony Jackson, John Medeski) y
cuanta figura jazzera asome a los primeros planos: Roy Hargrove, Chris Minh
Doky, Meshell Ndegeocello, Esperanza Spalding e incluso los rockeros Eric Johnson
y Steve Vai. En los
once tracks de “All over the place” (2012), lo mejorcito de esa secuela de
discos, usa 8 bajistas, 4 saxofonistas y cuatro bateristas diferentes.
Entremedio
están el DVD “Mike Stern Live. New Morning. The Paris Concert” (2004) que grabó
en ese boliche con el combo Chambers-Bona-Franceschini. Con temas clásicos del repertorio
de Stern, dependerá de tu gusto con lo que hace Bona. Hay otro de 2009 en el
mismo lugar pero con Dave Weckl-Tom Kennedy-Franceschini y tracks diferentes.
Buenas chances para conocerlo.
Me
encanta Stern pero con frecuencia no logra conseguir lo que pudieron Metheny,
Frisell y Scofield: agregar a sus impresionantes capacidades técnicas una permanente
renovación musical que minimice y oculte sus clichés. A veces parece preso de
su propio sonido.
Estuve en el Auditorium del hotel Bauen de Buenos Aires en mayo de 1996. Stern vino en trío -en un pico alto de su carrera- con Jeff Andrews en bajo y Dave Weckl en batería. Excelente recital, un lujo por donde se lo haya mirado (o escuchado). Encontré colgado en Youtube unos años después un recital de la misma gira del trío grabado en Nancy-Francia: tiene temas icónicos y una polenta bárbara sostenida por la pared Andrews (1960-2019 ex Blood, Sweat & Tears, Bob Minzter, Gil Evans, Step Ahead, Vital Information, etc.) Mike Stern vino varias veces más a mi ciudad, una de ellas a La Trastienda-2006.
*Charlie Hunter – “Bing, bing, bing” (1995)
En los noventa Hunter participó de la interesante banda experimental T.J.Kirk, compuesta de un batería (Scott Amendola) y tres guitarristas, que interpretaba temas de Thelonious Monk, James Brown y Roland Kirk, claro que en versiones deformadas. Sus tres discos merecen ser escuchados. La ausencia de bajo fácilmente advertible era suplida con alguna de las guitarras especiales que usa Hunter, munidas de ocho o siete cuerdas (cinco o cuatro de guitarra y tres de bajo) con las que, a la vez y con rara técnica, hace los bajos el mismo con las cuerdas inferiores y acordes y melodías con los dedos que le sobran. Incluso, en ocasiones suenan como un órgano que colabora con el groove.
La carrera individual de Hunter continuará con ese yeite: nada de bajistas. Es muy interesante seguir su intrincada técnica en un video. Pero no es cuestión de hacer malabares, sino de hacer buena música. El intríngulis es la música que ofrece en sus producciones, no los inventos de un luthier. Metheny tiene una guitarra-arpa y un orchestrionic y no es por eso que quedó en la historia musical de fines del siglo XX como el jazzero más innovador.
Entremedio de T.J.Kirk, Hunter ya había sacado su primer disco: “Charlie Hunter Trio” (1993). Ese mismo sonido lo continúa con este “Bing, bing, bing” (1995): jazz contemporáneo con toques de funk. El tercero es “Natty dread” (1997) con su Quartet, jazzeando temas de Marley: es de calidad pareja pero no me entusiasma mucho.
Una buena parte de las producciones iniciales de Hunter fueron bajo contrato en Blue Note Records. Básicamente son instrumentales en trío de guitarra, saxo y batería (generalmente Scott Amendola) más algún instrumento extra que ingresa ocasionalmente. También con su Quartet, saca “Ready.. set.. Shangó!” (1996). En “The return of the Candyman” (1998) con el dominante vibráfono de Stefon Harris, suena muy acid jazz.
Más para acá, en “Mistico” (2007) se pone rockero alla Medeski, Martin & Wood. No importa que Hunter abandone sus comienzos, lo bueno es que se anima a experimentar de nuevo y le sale un discazo. Lo hizo reclutando a Erik Deutsch en Fender Rhodes y Casiotone y Simon Lott en batería. Con ellos intentó también “Baboon strength” (2008) pero con otra suerte: en este hacen pop y R&B, a veces indolentemente. Hunter retoma la cordura con “Let the bells ring on” (2015), donde entran Curtis Fowlkes con trombón y Bobby Previte en batería.
Hunter también ha grabado varios discos a dúo. Por ej. haciendo más blues y R&B con su amigo el reconocido batero Scott Amendola o con el también percusionista Leon Parker. Y es muy solicitado como sesionista para colaborar en discos de otras figuras, como Dionne Farris y Pat Martino. Hay mucho para escarbar si te gusta la técnica de Charlie Hunter. A medida que pasó el tiempo se embarcó en proyectos variopintos que a veces incluyen música latina, abandonando la veta experimental de sus comienzos. En alguno cantan Kurt Elling y Norah Jones. Ultimamente se ha puesto más modosito, digamos.
En otros sectores de este racconto mencionamos algo de Joe Pass y Jim Hall, esos dos norteamericanos insignes nacidos en los años treinta, maestros de la guitarra jazzera de toda una generación. Faltaba mencionar al recién aludido Pat Martino. Es otro veterano guitarrista del género (n. Pat Azzara-1944, Filadelfia-USA), un hardbopiano autodidacta que, embebido en la senda de Wes Montgomery, tocó con Jimmy Smith y otros. Un disco representativo suyo puede ser su debut solista “El hombre” (1967). Creador de un método de ejecución llamado “Conversion to minor”, tuvo una historia de vida cargada de sobresaltos, afectado de epilepsia, bipolaridad y depresión maníaca. Tras una operación cerebral, no reconocía a su familia y había olvidado sus habilidades. Pasó a ser otra persona. Emprendió una lucha que lo obligó a reaprender todo (con un trozo de seso menos) y recuperarse y vivir solo el presente. Volvió a la música, sacando nuevos discos que dicen suenan diferentes. Su bio está relatada en el documental “Martino unstrung: a brain mystery” (2008), que pueden ver en YouTube.
*Michel Petrucciani – “The complete
Dreyfus Jazz Recordings” (2008)
Para quien no conoce su obra o su bio, Petrucciani fue un pianista francés reconocido universalmente, que provenía de una familia de músicos. Su primer instrumento fue un piano de juguete navideño que enseguida hizo añicos frustrado por sus limitaciones. “Creía que el teclado era una dentadura y se estaba riendo de mi”. Por padecer osteogénesis imperfecta (“huesos de cristal”) apenas alcanzaba el metro de altura y no llegaba a los pedales del instrumento de los adultos: necesitaba un dispositivo especial para alcanzarlos. Esa adversidad lo convirtió en niño prodigio. Empezó estudiando música clásica hasta que lo sorprendió Duke Ellington, su ídolo de toda la vida aunque su escuela fue la de Bill Evans. Nunca pudo convencerse de utilizar teclados electrónicos y, a pesar de su disciplina, era enemigo de ensayar y prefería liberar toda su creatividad directamente en las improvisaciones. Grabó con la gente más afamada del mundo del jazz.
Esta recopilación permite
resumir varios discos que Petrucciani registró para el sello francés Dreyfus.
Un muestrario impresionante donde entran los LP “Marvellous” (1994) acompañado
por Dave Holland, Tony Williams y grupo de cuerdas; el vivo “Conference de
presse” (1994), a dúo con su compatriota el organista Eddie Louis; el elogiadísimo
piano solo de “Au theatre des Champs Elysées” (1994), para algunos el mejor en
solitario de su discografía. Comprende también “Flamingo” (1996) con el
violinista Stephanie Grappelli. Se trata de un box set de 10 CD y 2 DVD. Bueno,
pídanlo prestado a algún alma sensible!
**Michel Petrucciani – “The Blue Note
years” (1994)
Este otro, como su nombre insinúa, recopila gemas de las grabaciones de Petrucciani para el prestigioso sello de jazz americano Blue Note. Básicamente de los LP “Pianism” (1985), “Michel plays Petrucciani” (1988), “Music” (1989) y “Playground” (1991). Lo acompañan en sus formaciones Roy Haynes, Al Foster, Omar Hakim o Lenny White en batería y Eddie Gómez, Gary Peacock o Anthony Jackson en bajo. Seleccionan solo “Bimini” del celebrado disco en vivo en Mountreux-Suiza “Power of three” (1986), acompañado nada menos que por Jim Hall en guitarra y Wayne Shorter en saxo.
En los discos de Petrucciani
importan menos los temas que el swing, los climas y su impresionante digitación
al servicio del fluir musical. Este diminuto artista -que además fue un ser
humano excepcional- se convirtió en un músico gigante, alma del jazz francés.
**Michel Petrucciani – “Live” (1991)
Grabado en Metz, Francia, noviembre de 1991, con piano y cuarteto acústicos, apelando a una excelente selección de temas de su autoría, más “Estate” de Joao Gilberto.
Petrucciani se dio el gusto de
grabar un disco con sus hermanos músicos Philippe en guitarra y Louis en bajo: “Darn
that dream” (1985). Integró
el efímero supergrupo Manhattan Project (1990) con Wayne Shorter, Stanley
Clarke, Lenny White, Gil Goldstein y Pete Levin. A Ellington le dedicó “Promenade with Duke” (1993), un disco
de solo piano.
Falleció en 1999 a sus 36 años
en Nueva York y sus restos descansan en un cementerio parisino, cerquita de los
de Chopin. Un clásico. Siempre, siempre Petrucciani fue sinónimo de buen gusto.
Motivado por la curiosidad a
partir de una entrevista con el periodista y musicólogo argentino Armando
Rapallo, Petrucciani instó a su promotora Mary Ann Topper que le consiguiera
actuar en Buenos Aires. Vino por primera vez en noviembre de 1992 con Michel
Bowie en contrabajo y Willy Fletcher en batería y actuaron en el Auditorium
Belgrano. Fue amado aquí como lo fue en todo el mundo. Volvió en 1994 al teatro
Coliseo-Club del Vino para un recital solo piano que fue apoteótico: tocó una
hora y cuarto en forma ininterrumpida un poutpourri conformado de algunos
standards, temas propios y de Duke Ellington. Antes que se cayera el teatro
por los aplausos, hizo un bis de quince minutos alrededor de “La chica de
Ipanema” en homenaje a Tom Jobim, que acababa de fallecer.
*Vital Information – “Come on in” (2004)
Esta fue una banda de jazz fusion formada en los ochenta que mezcló distintas dósis de funk y smooth jazz en sus diferentes etapas. Integrada por el tecladista Tom Coster (ex Carlos Santana), Steve Smith en batería (Vital Tech Tones), Frank Gambale (Chick Corea Elektric Band) en guitarra y los bajistas Jeff Andrews, Alphonso Johnson o Baron Browne, entre otros, un cuarteto sin sección de bronces. Típica fusión norteamericana. Se sabe que no todo ahí reluce como Herbie Hancock o Chick Corea, pero suena profesional.
De lo que les escuché, este
disco es el más interesante. Conviene también tener a mano el CD de estudio “Where
we come from” (1998) que brinda un panorama representativo para acercarse a la
propuesta del grupo. Contiene temas exitosos de la banda como “First thing this
morning” y “Take eight”. El
vivo “Where we come from: live around the world” (1998) posee un listado parecido.
Como nuestras percepciones
navegan en nebulosas y las etiquetas musicales son laxas, según la etapa Vital Information guarda
algunos puntos de contacto con la línea musical de la Chick Corea Elektric Band
y a veces suenan a Tower of Power o Liquid Soul, dos grupos incluídos entre las
recomendaciones del capítulo 3 – Rock, pop & progresiva.
El pergamino más lustroso de
Tom Coster (Detroit-USA, 1941) es haber militado en las huestes de Carlos
Santana, con quien grabó seis de sus discos, desde 1972 a 1977 y realizó varias
giras. Pero su formación musical (Hammond-B3, Fender Rhodes, acordeón y
composición) sobrepasaba el latin-rock y durante décadas fue el motor musical
de Vital Information. No escuché toda la discografía de Coster pero su “Forbidden
zone” (1994) solista, donde recluta a un seleccionado del rubro fusión (Scott
Henderson-guitarra, Jeff Andrews y Alphonso Johnson, Bob Berg-saxo, Dennis
Chambers-batería), etc. suena bien.
Vi a Coster dos veces sobre el escenario -con pocos días de diferencia- en la formación de Santana que visitó Buenos Aires en 1973, junto a mis amigos de la escuela secundaria: en el viejo “gasómetro” de madera cuervo de Av. La Plata (hoy hipermercado “Carrefour San Lorenzo”) y en el Luna Park. Fue la primera visita a nuestro país de un grupo de rock internacional, en la cumbre de su éxito. Más detalles en el Cap. 3 – Rock, pop & progresiva. Entonces hubiéramos preferido ver la formación de Santana en Woodstock -luego de haber visto la película cien veces- con Gregg Rolie en órgano y voz. Pero el impacto que nos causaron fue lo suficientemente fuerte con Santana, Chepito Areas, Armando Peraza, Mike Shrieve y los reemplazos del caso.
*Yellowjackets - “Timelines” (2015)
Y ya que estamos en la onda jazz fusion y por Norteamérica, una mención para Yellowjackets, grupo de Los Angeles-USA con más de treinta discos y casi cuarenta años de recorrido. Deben su nombre artístico a las chaquetas amarillas que usaban los deportistas del Instituto Tecnológico de Atlanta, Georgia-USA y al color de una avispa común inglesa que les sirve de mascota.
La convocatoria del grupo la
hizo el ya mencionado guitarrista Robben Ford (ex Joni Mitchell, George
Harrison, Miles Davis, etc.) a fines de los años setenta. Grabó un disco
solista suyo con esos músicos y siguieron juntos durante los primeros de Yellowjackets pero Ford
se apartó enseguida del proyecto buscando su destino en el ryhthm & blues.
Marc Russo (saxo), Jimmy Haslip (bajo) y Russell Ferrante (teclados acústico o
eléctrico) y luego Bob Mintzer (saxo) fueron adoptando el sonido definitivo que
caracterizó a la banda, con el saxo o algún instrumento de viento al frente -incluído el EWI- y
buceando en el smooth jazz, tan vilipendiado por muchos puristas. Por la
batería pasaron Peter Erskine y Terri Lyne Carrington y, al bajo, Felix
Pastorius, el hijo de Jaco. En el disco número 20 de la banda (“Lifecycle”
2008) se asociaron al guitarrista Mike Stern, incorporando luego de añares ese
instrumento al combo.
Con “The best of Yellowjackets”
(1999) pueden acercarse al sonido de la banda ahorrando camino y disfrutarán de
la impresionante “Summer song” con la voz del gran Bobby McFerrin (track del
disco “Dreamland” de 1995, que no está mal). Contiene también una digna versión
de “Il Postino” del argentino Enrique Bacalov, del film homónimo. “Top secret”
todavía suena bien pero “Claire´s song”, que en su momento fue aclamada y ganó
premios, hoy parece una reliquia sin valor. Con esto quiero destacar que se
perderían la evolución de la banda hasta nuestros días, ya que después de esta
compilación estos músicos editaron una decena de discos más.
Por ejemplo, este “Timeline” (2015)
con el sensibilísimo tema homónimo de cadencias latinas. No pueden perderse,
busquen la excelsa versión del tema susurrada por la brasileña Luciana Souza
que integra “Raicing our voice” (2018).
Como desde 2016 Mintzer dirige la big band
alemana WDR (Westdeutscher Rundfunk o Westdeutscher Rundfunk Koln, por Colonia-ver
adelante), una de las mejores de Europa, era clavado que alguna vez intentaran
asociarse con los Yellowjackets. Así nació el disco “Jackets XL” (2020), que
bien vale una escucha. Sobresale el track “Even song”.
En la línea musical de Yellowjackets, pero un
peldaño más abajo según mi parecer, los Steps Ahead, que arrancaron en 1979
y todavía están dando vueltas. Básicamente
han sido el líder Mike Mainieri (vibráfono), Michael Brecker (ya finado, con su
cotizado saxo y metiendo su EWI), Eddie Gómez (bajo), Steve Gadd (batería) y
Don Grolnick (teclados). Por sus filas pasaron Peter Erskine, Victor Bailey,
Marc Johnson, Darryl Jones, Richard Bona, Tony Levin, Mike Stern, Kazumi
Watanabe, Bob Berg, Bob Mintzer, Dennis Chambers, Eliane Elías, Kenny Kirkland
y siguen las firmas… gran club de amigos! Pasen y vean! Suenan bien en “Smokin´in the pit” (1999), un disco
suyo muy festejado.
Decididamente esta especie de
supergrupos suenan muy parecidos entre si. Sumando altibajos agregamos a The
Rippingtones, comandados por el guitarrista Russ Freeman, que tuvo en sus filas
a Kenny G. y Eric Marienthal, de esos cotizados saxofonistas norteamericanos
que cotizan en bolsa derramando malabarismos y clichés (a ellos les encantan).
Una joyita perdida en su colección es “Till
you come back to me” de Steve Wonder, cantada por Chante Moore, del
album “Wildcard” (2005).
Ya casi al nivel del mar,
cayendo al smooth jazz más soft, los neoyorkinos Spyro Gyra de Jack Beckenstein
y Tom Schuman, con más caños y esporádicos toques latinos: músicos excelentes
al servicio de música apática. Podría sumarse a este grupo la del conocido guitarrista
californiano Lee Ritenour. Cosas agradables con falta de picante y rebeldía.
*Michael Brecker – “Time is of the essence” (1999)
En “Michael Brecker” (1987) su
primer disco solista, le devolvieron gentilezas sus amigotes Jack Dejohnette,
Charlie Haden, Kenny Kirkland y Pat Metheny, supongo que gratis o por el
almuerzo. Escuchen el saxo de Brecker delirar en “Syzygy”, su EWI en “Original
rays”… y bueno en “My one and only love” (Wood-Mellin) ya te hace moquear y
encima Pat Methe(ny) un solo de órdago.
En “Tales from the Hudson”
(1996) convoca a Joey Calderazzo en piano, Don Alias en percusión, Dave Holland
en bajo y otra vez Jack Dejohnette en batería y
Metheny en guitarra. El temazo del disco es “Midnight voyage” de
Calderazzo, con un estribillo digno de un thriller. De yapa, hay una muy buena
versión de “Song for Bilbao” -aquel hermoso tema de “Travels” de PMG- en donde
su autor Metheny mete su maravillosa guitarra sintetizada y se sienta al piano
Mc Coy Tyner.
En
este “Time is of the essence” (1999) recluta a Larry Goldings en los teclados y
otra vez a Metheny en guitarras. La batería se la reparten Elvin Jones, Jeff
Watts y Bill Stewart. Para mi resalta en su discografía porque es donde más se
dedica a jazzear: tiene un recorrido más frenético y no abusa de baladas. Para baladas, el siguiente.
*Michael Brecker – “Nearness of you: the ballad book”
(2001)
La música que hizo Michael Brecker no es la que más me gusta o me emociona pero escuchar su saxo perfecto cuando lo sumerge en melodías interesantes asegura el placer. Por eso al recorrer gran parte de su discografía solista, que suma una decena de obras, recalo en este “… the ballad book”.
Acá nuevamente recurre a Pat
Metheny, que siempre retribuye con alguna creación para su amigo: acá incluyen dos temas conocidos suyos de los
11 que componen el disco. Hay igual cantidad propios de Brecker, de Hancock
(“Chang’s song”), “Midnight mood” de Zawinul y hay standards como “My ship” de
Ira Gershwin. También aparece el gran James Taylor cantando en dos tracks: uno
de ellos es para plasmar de nuevo su hermosa “Don’t let me be lonely tonight”
-esa de 1972 que permitió chapar a una generación entera- con el histórico solo
de saxo de Brecker.
El saxofonista después sacó
“Wide angles” (2003), que ganó un Grammy al mejor ensamble jazzero, y su último
CD fue “Pilgrimage” (2006).
Si le preguntás al autodidacta
profesor Google cuales fueron los saxofonistas más prestigiosos de la historia,
te responderá que fueron Lester Young, Coleman Hawkins, Dexter Gordon, John
Coltrane y Charlie Parker. El buen racconto en last.fm permite ampliar la lista y ser más ecuánimes. Cuando
inquirís a aquel docente sin rostro sobre los que todavía soplan esos cuernos
de metal, se pone peliagudo. Sugiero seguir el camino artístico de otros
multipremiados, como Chris Potter, Joe Lovano, Joshua Redman y Kenny Garrett,
de los más prestigiosos en el cambio de siglo. Como me abruma el protagonismo
de ese instrumento retorcido en todos los tracks de un disco -por bueno que
sea-, dejo la curiosidad de sus derroteros en sus manos y orejas.
**Marc Johnson – “The sound of summer running” (1987)
Johnson se liberó de ella -artísticamente
al menos- colaborando con muchísimos músicos de calidad como Joe Lovano, los
finados Woody Herman, John Abercrombie y Lyle Mays, etc. y componiendo música
para películas. Respecto a la discografía propia, es difícil
compartimentalizarla. Básicamente, están los discos de MJ que pueden llamarse
solistas en los que va cambiando de acompañantes (siempre de lujo), y por otro
lado sus numerosos encuentros con el pianista Enrico Pieranunzi y el baterista
Joey Baron. En todos los casos uno escucha siempre el empeño de Johnson por
mostrar sus conceptos musicales y exponer su maestría en las cuerdas pero sin
alardes (solo alguno de vez en cuando), sirviendo al conjunto. Johnson presta
el salón, deja que las figuras del baile sean sus invitados.
El primer solista de Johnson
salió como “Bass desires” (1985) en el sello alemán ECM, que lo acompañó de un
seleccionado: nada menos que Bill Frisell y John Scofield en guitarras más
Peter Erskine en batería. El siguiente fue “Bass desires - Second sight”
(1987), con igual acompañamiento. Suenan intimistas y oscuros pero tienen cosas
interesantes, por ej. los contrapuntos. Entre los tracks inspirados en country,
blues, rock and roll y jazz aportados por los músicos y el dueño de casa,
destacaría “Sweet soul”, “Samurai Hee-Haw” y “Hymn for her”. No mucho más para
mi gusto.
“The sound of summer running” es un
título inspirado en un cuento de Ray Bradbury. En este solista de 1987 de Marc
Johnson está otra vez Frisell en guitarra y por Scofield entra Pat Metheny más Joey
Baron en la batería. Música instrumental con sonido bien norteamericano: jazzy
con reminiscencias country. Acá los temas (mayoría de Johnson) son más simples y
algunos, irresistibles. Frisell y Metheny se hallan a sus anchas con este tipo
de música, la hacen relajados, de taquito. El swing de “Union Pacific” te hace
mover los huesitos.
Siguiendo con los solistas, saltemos
al posterior “Shade of Jade” (2005), que suma a Scofield, Joey Baron, Joe Lovano,
Eliane Elias y el organista Alain Mallet. El enfoque es completamente distinto.
Es un disco tranquilo donde predominan las baladas jazzeras, las expresiones
del saxo y el colorido piano acústico de la brasileña. Aunque “Raise” no marque
para nada el tono promedio del disco, sobresale y se lleva los premios.
Con su mujer Elias firmó a dúo
directamente el disco “Swept away” (2012) manteniendo el clima intimista y el
combo sin Scofield ni Mallet.
Puede que me esté salteando
algún solista de Johnson. Lo último es “Overpass” (2021) donde se le ocurrió
grabar ocho temas clásicos de jazz en forma solitaria con su bajo acústico. Si
quieren hacer la prueba, adelante. Yo lo abandoné en el segundo track.
*Enrico Pieranunzi, Marc Johnson y Joey Baron – “Play Morricone” (2002)
Como dije antes, Marc Johnson tiene una pila de discos editados en forma de dúo o trío, con Joey Baron y John Taylor, con el finado John Abercrombie y Peter Erskine, con Joey Niemann, etc. El polifacético Johnson participó también en la grabación del intimista “Cité de la musiqué” (1997) del bandoneonista argentino Dino Saluzzi, para la ECM. Tarea para el hogar si desean profundizarlos. Otra de sus sociedades es el trío acústico con Joey Baron y el pianista romano Enrico Pieranunzi. Me detuve en esta producción donde, como supondrán, interpretan composiciones del gran Ennio Morricone -la mayoría conocidas por su uso cinematográfico- trasladadas a ese formato y a su modo, tal que muchas veces las melodías son irreconocibles. En 2014, lo que en principio fueron dos CD, fueron remasterizados y relanzados en un paquete con el título “The complete recordings”. Está interesante indagar en los restantes discos que grabaron juntos, donde recurren a numerosos standards. Por ejemplo, “Ballads” (2006). Siempre mucha sobriedad.
*Uzeb – “World tour 90-Live” (1990)
Aunque para la época eran bastante jugados,
sus primeros discos suenan quizás hoy algo soft. Por eso estimo que conviene
escuchar primero este “World Tour 90” que los presenta bien maduritos y con sus
éxitos más contundentes en la galera. Empiecen con sus popurris “Mr. Bill/Wake
up call/Funkaleon” o “Riff 55/Mr. Moe” o con
“60 Rue des Lombards” y “Uzeb Club” y si les gustan, métanle para
adelante. Buena versión de “Blue in green” de Miles Davis.
El disco “Live in Europe” (1988) está muy
bueno también y su sonido es un poco diferente. Con menos hits y más baladas,
alguna de las cuales me traen reminiscencias a la música incidental de “Jesus
de Montreal” (de Jean-Marie Benoit), la vieja película canadiense del gran
Denys Arcand.
**Scott Henderson & Gary Willis - “Tribal Tech” (1991)
Inoxidables. La aplanadora del jazz de fusion hi-tech creativo y aggiornado. Aunque haya gastado sus discos, como Weather Report o Living Colour, siempre me emocionan.
La historia de Tribal Tech
germinó con Scott Henderson, un guitarrista originalísimo (Palm
Beach-Florida-USA, 1954) con influencias de Hendrix y bluseros varios. Se le
sumó el virtuoso del bajo Gary Willis
(Texas-USA, 1957), la otra pata fundamental: fretless Ibanez de cinco cuerdas,
digno sucesor de Jaco Pastorius, con menos cartel que el marketinero Marcus
Miller pero mejor. Analizaremos sus carreras solistas un poquito más adelante.
Tribal Tech fue una banda
baluarte del jazz rock. Muy jugada. Climas y ritmos complejos, solos
instrumentales y efectos arriesgados. Empezaron con los nada descartables CD “Spears”
(1985), “Dr. Hee” (1987) y “Nomad” (1990), cocinando la salsa, puliendo la
faceta compositiva, buscando su personalidad. Con el track “Bo Fat” -del último
mencionado- ya pueden echar los fideos. Aparte de la pareja mentora, en esas producciones reclutaron a Pat Coil
(teclados), Steve Houghton (batería) y algunos otros, metiendo algo de saxo y
percusión a cargo de Bob Sheppard y Brad Dutz, respectivamente. Llegamos a este
disco homónimo de 1991, con Henderson-Willis-Dutz, David Goldblatt en teclados
y Joey Heredia en batería: una avalancha. Logran melodías y escalas menos
crípticas, más lúcidas. “Subaqua” es el clima TT. “Peru”, “Elvis at the hop” o la sutil
“The necessary blonde”, te terminan de volar la peluca.
Pero la formación más sólida,
estable y efectiva de Tribal Tech aparecería unos años después y sería cuando a
Henderson y Willis se suman Scott Kinsey en teclados y Kirk Covington en batería.
Lo hacen con “Illicit” (1992) una joyita menor con “The big wave”, “Stoopid” y
“Black cherry”. Sigan disfrutando.
Pasen por “Face first” (1993)
para sentir en la cara un uppercut placentero con el funky esquizofrénico
homónimo que abre el disco. Y si después de escucharlo les quedan dudas de la
pericia de “la pared” Gary Willis, en el track “Canine” regala un solo
memorable. En orden cronológico sigue “Primal tracks” (1994) una recopilación rara que -por algún motivo
que desconozco- comete el pecado mayúsculo de no incluir bandas de “Face first”.
**Tribal Tech – “Reality check”
(1995)
No es muy arriesgado decir –musicalmente hablando- que “muerto el rey (Weather Report), viva el rey (Tribal Tech)”. TT es una máquina de jazz rock solamente comparable a las huestes de Pastorius & Zawinul, que abdicaran años atrás.
“Reality check” es quizás el
mejor CD de la banda, un discazo total, otro para mis diez inolvidables.
Empiezan con el standard “Stella by starlight” (Young-Washington),
convenientemene deformado, pero no se relajen mucho porque sigue con “Stella by
infra-red high particle neutron beam”, que los despabilará. Otra vez “the wall” Willis. Más
preferidos: “Nite club”,“Speak”, “Foreign affairs”.
Las últimas producciones de TT
fueron muy experimentales. Como si Willis contara hasta tres, lo siguiera
Kinsey y los demás se largaran a improvisar efectos sonoros embriagantes. Menos
melodías y arreglos. Tracks parecidos entre si que disminuyeron mi interés y
disfrute. “Thick”
(1999) y “Rocket science” (2000). Rescato
“What has he had” y “Space camel”. El último
es “X” (2012) y transita el mismo camino.
Gracias al cielo pude ver a
Tribal Tech en el Auditorium Bauen en 1999 cuando presentaron el CD “Thick”.
Fue impresionante escuchar la capacidad musical de todos pero lo del parsimonioso
y distante tecladista Scott Kinsey fue abrumador. Scott Henderson tiene mil
recursos. El único fastidio de la noche fue el altísimo volumen en un recinto
tan pequeño. A pesar de eso, fue uno de los recitales que más disfruté en mi
vida. No pude compartirlo: ningún amigo conocía esta maravillosa música.
Quevaser.
--- Gary
Willis> este notable bajista norteamericano pelado con pinta de
maniático con gorrita de beisbol tiene varios discos solistas y fue docente de
música publicando varios libros sobre el tema. Apartado de la música unos años,
dicen que trabajó de detective en Nuevo México. Además de su trayectoria con
Tribal Tech, sus colaboraciones con otros artistas son numerosas, destacándose
su participación en el histórico “Metal fatigue” de Allan Holdsworth. Tiene
cuatro discos con música propia y algunos singles. En los CD “No sweat” (1996)
y en “Bent” (1998) tiene la viveza de reclutar al fundamental Scott Kinsey y a
Dennis Chambers y no incluye guitarras pero mete el saxo de Steve Tavaglione; o
sea, aunque no logre las mismas alturas, mantiene la primera división sin Henderson
ni Tribal Tech. Mecha en algunos tracks con Covington y Bob Berg. “Actual fiction” (2007) y “Retro” (2013) no los pude encontrar.
Pero no dejen de escuchar “Shaman”
(2008) del trío Triphasic liderado por el español Lilibert Fortuny,
básicamente saxofonista pero armado de EWI, secuenciadores y pedales, más el
batería David Gómez y Willis al bajo: experimentalmente muy buenos e
innovadores.
--- Scott
Kinsey> el regordete tecladista oriundo de Michigan-USA y graduado de la
Berklee School of Music -como corresponde- también es muy prolífico. Además de
su paso por Tribal Tech mientras duró, hizo música para películas (“Ocean’s
eleven”, “Confessions of dangerous mind”, etc.), pero en los cuatro o cinco
discos que tiene a su nombre, jamás alcanza el groove y la contundencia que aportó
en Tribal Tech. En la mayoría prácticamente copia -no exagero con el término-
el sonido world music de Zawinul, hasta a veces repetir el yeite de las voces
tribales y otros ruiditos de ese palo. Su devoción es tal que su última
producción fue “We speak Luniwaz”
(2019), que almacena covers del austríaco.
--- Scott
Henderson> la veta solista hard blues de Henderson ya fue descripta en el
Cap. 3-parte 2 Rock & Pop de esta saga. Blues poco ortodoxo, deforme y
distorsionado. Les recomendé ahí su “Tore down house” (1996), el segundo disco
en esa senda. El cuarto y quinto a su nombre (“Vibe station” de 2015 y “People
mover” de 2019) casi abandonan el blues e incorporan más fusión con dos
formaciones distintas en power trio y, aunque tampoco llega a las alturas de
Tribal Tech, terminan siendo un mix entre sus dos exitosos amores.
Henderson dijo que su técnica
la obtuvo transcribiendo a su instrumento partituras para saxo de Cannonball
Adderley, Wayne Shorter, Joe Henderson y después de gastar discos de Albert
King, Hendrix y Jeff Beck. Colaboró durante su carrera con otros grandes nenes
de la música: estuvo un tiempo en la Chick Corea Elektric Band en lugar de
Frank Gambale, grabó con Jean Luc Ponty, Tom Coster y The Zawinul Syndicate.
Además de aquella faceta
solista blusera y sus colaboraciones para famosos, el inquieto Scott Henderson
se embarcó -a fines de los noventa- junto a Steve Smith (ex Vital
Information-batería) y Victor Wooten (ex Bela Fleck & The Fleckstones-bajo)
en el grupo Vital Tech Tones: es una onda progresiva que derrocha
virtuosismo pero no encanta. Lo mejor lejos es su primer disco, el homónimo “Vital
Tech Tones” (1998). Ahora, una mención aparte para la hendersoniana agrupación
HBC.
**HBC – “HBC” (2012)
El proyecto “HBC” en power trío jazz-rockero forma esta sigla por Scott Henderson (guitarra), Jeff Berlin (bajo) y Dennis Chambers (batería), toda gente de experiencia y enorme curriculum en el rubro. Casi todo este disco es un paquete de covers de Herbie Hancock (“Actual proof”), Wayne Shorter (“Mysterious traveller”, “Footprints” y “Sightseeing”) y Joe Zawinul (“D Flat Waltz” y “The orphan”), grandes preferidos de Henderson. Pero el gancho es la versión del tema “Stratus” de “Spectrum” (1973) de Billy Cobham, convenientemente aggiornado. Una muy buena oportunidad para seguir disfrutando de la versatilidad sonora de este enorme guitarrista.
Contaba en otra parte de esta saga que en agosto/14 saqué
entradas para ver a HBC en el teatro ND Ateneo, en la gira presentación de este
poderoso disco. Ya dije, me encanta la búsqueda de Henderson y su enorme
creatividad. Unos días antes avisaron públicamente que no venía Dennis Chambers
por problemas de salud y lo reemplazaría Billy Cobham: a falta de un genio de
la batería vi a otro, en gran estado y con gran presencia pese a sus 71 años.
Ninguno de los tres estuvo mal pero me sorprendió gratamente el bajo y el histrionismo
de Jeff Berlin. Incluían en el recital una versión de “Come togheter” de The Beatles (tema de Lennon que dicen
plagiado a “You can´t cacht me” de Chuck Berry).
Este trío eximio de batería, bajo y teclados ganó difusión mayoritariamente en su formato con órgano Hammond B-3, ese sonido “a go go” que ya explicaré. En realidad ofrecen muchas variantes. Medeski afirma que lo de ellos es funk, definición que no me convence porque son muy elásticos. Hacen un jazz moderno made in Nueva York, con mucho groove.
En su
buen álbum debut “Notes from the underground” (1991) ya despuntan como
vanguardistas. Solo usan piano acústico. Se destaca una excelente versión de
“Caravan”. Siguen en ascenso en el segundo, “It’s a jungle in here” (1993)
participa Marc Ribot en guitarra y sorprenden con algunos bronces. John Medeski (digno sucesor de Jimmy Smith) incorpora aquí
el Hammond B-3, que ocupará su lugar en el grupo definitivamente, usando además
clavinet, Wurlitzer electric piano, Pianet T, toy piano y Yamaha CS01 II. Juegan
con ritmos diversos, por ejemplo al hacer el curioso cover-medley de “Beemsha
swing-Lively up” o el nigeriano “Moti mo”. Le sigue “Friday afternoon in the
Universe” (1995).
En
“Shack man” (1996) suenan limpitos los tres instrumentos. Para mi es el mejor
exponente, junto al de 1991. Se pasan al sello Blue Note y sacan “Combustication”
(1998) y luego el vivo “Tonic” (2000). Con “The drooper” (2000) y
“Unindivisible” (2002) levantan la puntería. Sigan Uds. A mi su sonido me cansó
un poco.
**John Scofield con Medesky, Martin
& Wood – “A go go” (1998)
Esto fue otra cosa. Un choque de planetas. No me voy a explayar sobre las cualidades del guitarrista John Scofield, originalísimo e innovador constante. Le dedico más tiempo en un apartado de este mismo capítulo. A este buen hombre se le ocurrió convocar al trío Medeski, Martin & Wood para este proyecto conjunto. Aunque en la música los pergaminos no garantizan resultados y existen los imponderables, era una apuesta artística redonda: uno de los más creativos guitarristas de jazz del mundo y la base de este trío diplomado.
Resultó el impresionante “A go
go” (1998), uno de los mejores discos que escuché en esos años. Es un disco de
Scofield, con mucho groove, donde estos músicos explayan su buen gusto. El
Hammond y Scofield encajan perfecto y se potencian. El disco transmite el
espíritu que su título evoca (un moda pasajera de danza y música de los sesenta
relacionada con el twist) y de punta a punta produce felicidad instantánea, aunque
te guste la cumbia villera. Sobresalen “Boozer”, “Jeep-on 35”, “Green tea” y
“Chicken dog”.
Se juntaron otra vez para “Out
louder” de 2006, pero como Medeski,
Scofield, Martin & Wood, vaya a saber porque enrrosque artístico o
comercial: debería escucharlo nuevamente pero recuerdo que no superaba al
primero. Un tercer intento fue “Juice” (2014), que posee composiciones de
autoría más repartida que los otros y varios covers (Clapton, Bob Dylan, The
Doors, Tom Jobim), que abren a estilos musicales más variados. Medeski agarra
más el piano y hasta hay pinceladas latinas. No es que estén mal. Sobra calidad
pero no sorprenden tanto.
Me enteré tarde de la
existencia de MM&W y me los perdí en Buenos Aires: estuvieron en La Trastienda y en el teatro Coliseo. A Scofield lo he seguido bastante (ver aparte).
*Soulive – “Doin’ something” (2001)
Grupo de funk-jazz del este norteamericano que empezó a dar vueltas a principios de siglo y ya tiene una decena de discos. Básicamente es el trío Eric Krasno (guitarra) y los hermanos Alan Evans (drums) y Neal Evans (Hammond B3 y clavinet) que suele trabajar con secciones de viento invitadas y ha incorporado a veces algún cantante (Corey Glover, Chaka Khan), coqueteando con el pop. Compartieron grabaciones y escenarios con Dave Mathews y John Scofield. Militaron al principio un tiempo en las filas de Blue Note Records. El tono de sus composiciones es más optimista y amplio que sus similares Medeski, Martin & Wood, con quienes a primera vista podríamos asimilar por el formato parecido.
*Gato Barbieri – “Fénix” (1971)
En 1962, Barbieri se fue a Europa para
pelearla. Durante su carrera compartió música con el trompetista Don Cherry, Gary Burton, Pharoah Sanders, Carla
Bley, Charlie Haden y la Liberation Music Orchestra. También con el director argentino Luis Bacalov (ganador de un premio Oscar, igual que Schifrin).
Tuvo una primera etapa avant-gard jugado al
free jazz. Después explotó jazz fusion con ritmos latinoamericanos con tintes
politizados alla época -pomposamente llamada “tercermundista”. Pero ¿no habrá
sido el Gato Barbieri y no Joe Zawinul quien realmente inventó la world music? Quien
lo sabe! Su tercera y última etapa fue más comercial y livianita, volcada a un smooth jazz casi pop.
El joven Gato fue un gran admirador de John
Coltrane. En el sesenta y pico, el rosarino mandó a hacer un estuche de cuero
en verde revestido en seda azul con la inscripción “Trane” en letras de oro. Se
lo envió a Coltrane anónimamente con la inscripción “De parte de un amigo de
Buenos Aires”. Pasados los años se cruzaron en un camarín de Roma, se develó el
misterio, Coltrane le agradeció y le terminó mangueando otro igual para su saxo soprano.
Claro está, la enorme popularidad mundial
del Gato Barbieri explotó a partir del éxito de la película “El último tango en
París” (1972) de Bernardo Bertolucci, muy controvertida en su momento (más por
el sexo que por su temática existencialista). El rosarino compuso el tema
principal y la banda sonora del film -igualmente exitosa- por la que obtuvo un
Grammy. Llegó a ser el saxofonista más cotizado del planeta. El suceso le
valió un contrato con A&M Records, donde Herb Alpert le produjo cinco
discos que llegaron a vender 1.500.000 unidades
“Fénix” (1971) es un disco interesante que
permite escuchar a uno de los saxofonistas latinos que más difusión
internacional alcanzó. Además del reconocible sonido propio que le arrancó a su
tenor, el otro sello de Barbieri fue imponer un estilo, adaptando temas
tradicionales latinoamericanos al jazz (chacareras, carnavalitos, tangos,
zambas y sambas, habaneras, etc.) ¿Antes o después que Stan Getz se embarcara
con Joao Gilberto y Tom Jobim? Con seguridad fue antes que Gerry Mulligan se
animara al tango con Piazzolla. También seguro: el Gato adaptó “El arriero” (Yupanqui)
muchísimo antes que Divididos.
No pude encontrar “The legend of Gato
Barbieri” (1973) una compilación de tres discos de Flying Duchtman-BMG: “Third
world” (1970), “Fénix” (1971) y “El pampero” (1972), este último un disco en
vivo rescatado del festival de jazz de Mountreux-Suiza. Fueron los intentos
iniciáticos de Barbieri por mostrar sus ideas. También los siguientes:
“Bolivia” (1973) y la seguidilla
“Chapter one: Latinoamérica” (1973), “Chapter two: hasta siempre”
(1974), “Chapter three: Viva Emiliano Zapata” (1974) y “Chapter four: live in
NYC” (1975), con el sello Impulse!
Más adelante, sus cover de “Europa” (Carlos
Santana) y “I want you” (Marvin Gaye) incluídos en el LP “Caliente” (1976)
fueron otro impulso a su popularidad mundial: más o menos a partir de esto es
que afloja con la innovación parece aferrarse a las ventas.
“Apasionado” (1985) no está nada mal. Contiene
un poupurri grabado en vivo con el título “Viva Emiliano” o “Finale” con versiones
jazzeadas de “El arriero”, “Carnavalito”
y “Brasil”, aunque algunas ediciones difieren y no las incluyen (se
pueden escuchar igual en la tríada de los 70 antes mencionada). Tiene también otra
versión del inoxidable “Last tango in Paris” de la película, de la que Barbieri
-para bien o para mal- no pudo despegarse nunca. En “Terre me siente” y “Tempo
buono” participa Pino Daniele y es una buena oportunidad para descubrir a este
guitarrista y cantante italiano.
Su discografía tiene muchos recopilatorios.
Pueden mencionarse “The best of early years” (1999) de la BMG y el de Verve de
la colección “The finest hour” (2000). Por los discos de Barbieri desfilaron
Randy Brecker, Don Grolnick, Stanley Clarke y Ron Carter, Lenny White, Minu Cinelu, Airto Moreira y Nana
Vasconcelos, Tom Coster y Carlos Santana. Algunos fueron producidos por el
legendario Teo Macero. Pero la música grabada del Gato Barbieri fue decayendo y
empezó a sonar funky de boliche setentoso con sonido de bajo “chicloso” y algunas orquestaciones empalagosas. Algunas
veces suena viejo hasta para ambient de supermercado. Registros que opacaron
una carrera que incluyó la composición de 15 bandas originales de sonido, además
de aquella que lo llevó a la cima del mundo.
El Gato Barbieri, una leyenda con su
sombrero de ala ancha y enormes lentes, casi una marca registrada. Personaje
controvertido y algo exótico, que musicalmente dejó gratos recuerdos a una
generación y un departamento con vista al Central Park neoyorkino a sus
herederos. Amigo de Bill Clinton, entre otros famosos. Pueden verlo y
escucharlo, junto otros insignes intérpretes de jazz latino, en el gratificante
documental “Calle 54” (2000) de Carlos Trueba.
Después de haber partido al paraíso nuestro dios Luis Alberto Spinetta, puede decirse que los multiinstrumentistas Javier Malosetti y Pedro Aznar son los músicos argentinos contemporáneos más relevantes. Malosetti se destaca como bajista y canta con autoridad, en castellano y en inglés. Tocó durante ocho años en la banda de Spinetta y participó en diez de sus discos. Colaboró con otros colegas en distintas etapas, por ej. armó The Halibour Fiberglass Sereneiders con Lito Epumer, Mono Fontana, Mex Urtizberea y otros para que Alfredo Casero funkeara y rapeara un rato, allá por 1994 y apoyara su programa de TV “Cha Cha Cha”. También fue ladero de Rubén Rada, con quien reinterpretó viejos éxitos del uruguayo en “Varsovia” (2007).
Malosetti tiene unos trece
discos solistas en su haber, acompañado de distintas formaciones, con joyitas
distribuídas en todos. Están dedicados mayormente al jazz fusion con fuerte
impronta funk. Su música se contagia del groove que obtiene de su bajo, siempre
al frente, apoyado en el uso del pedal Whammy que adoptó, que le permite afinar
su instrumento octavas hacia arriba o abajo. En la mayoría de sus obras prescinde
de acompañarse de guitarristas para otorgar mayor libertad a su bajo, con el
cual suele reemplazar sus solos pero, según la necesidad, también toca la
guitarra. Aunque multipremiado, quizás por su repertorio selecto y refinado
Malosetti no goza de las mieles del éxito de otros músicos del ámbito rockero
de mucha menor calidad.
Arrancó grabando en trío su “Javier Malosetti” (1993), con Guillermo Romero en teclados y Sebastián Peyceré en batería más Alex Acuña y Mono Fontana de invitados. Nada mal. Su segundo trabajo, “Spaghetti booggie” (2000) en particular representa bien el sonido que le gusta y tiene covers excelentes (como “The party” de Henry Mancini) pero la rompen con “Wild west” y “Fried garlic”. Aquí la base la completa Fernando Martínez en batería más Guillermo Romero en teclados, Ricardo Cavalli en saxo y Américo Belloto en trompeta en algunos tracks. Muchos invitados, como Walter Malosetti, su padre y legendario guitarrista del jazz autóctono (1931-2013), Spinetta, Alejandro Franov, Graciela Cosceri, Nico Cota, etc.
Para los siguientes trabajos siguió con Andrés Beeuwsaert en teclados y Pepi Taveira en batería y sacó “Villa” (2002) y “Onix” (2004). Con el grupo Electrohope sacó el disco homónimo en 2009, el siguiente “Ten” (2010) y “Envés” (2014). Son Nicolás Rafetta (teclados), Hernán Segret (guitarra y bajo) y Tomás Sanz (batería). Digamos que estos discos son los más importantes de la carrera de Malosetti. Yo me los compraría todos. Merecen una visita. Sus últimos años los transita también en trío con “La Colonia” (Tomás Sanz en batería y Milton Amadeo en teclados).
Y ya que hablamos de un
miembro selecto del club de colaboradores del inmenso Luis Alberto Spinetta, o
sea aquellos músicos de elite argentinos que fueron convocados para grabaciones
de obras del genio local, detengámonos en otros destacados. Empecemos por el Mono (Juan Carlos) Fontana, fantástico tecladista porteño que integrara Madre
Atómica, grupo pionero de jazz rock arjo con el guitarrista Lito Epumer y Pedro
Aznar al bajo. Lo reclutó Nito Mestre para el grupo de apoyo Los Desconocidos
de Siempre, en su etapa solista más exitosa en 1977 (ya recomendé su disco “En vivo” de
1982, grabado en Uruguay). Pasó a las ligas mayores con Spinetta, con quien
grabó seis de sus memorables discos durante una pila de años, despidiéndose del
maestro en 1991. Vuelve fugazmente para una memorable actuación en el vivo “Estrelicia”
grabado para el programa MTV Unplugged, en 1997, dándole brillo a Los Socios
del Desierto spinetteanos. También lo seleccioné en el capítulo 1, Rock
argentino. Las producciones en solitario del Mono Fontana son escasas:
“Ciruelo” (1998) es una obra impresionista llena de efectos sampler donde la
melodía pierde por goleada: 100% ambient chorreando por los parlantes. No pude
acceder a su “Cribas” (2006). Mono Fontana, un talento mayúsculo al servicio
otros.
El descendiente ranquel Lito
Epumer fue también miembro de la cofradía spinettiana y tiene una producción
discográfica más prolífica, orientada casi enteramente al jazz rock y la fusión
con ritmos sudamericanos: chacareras, coplas, candombe. Arrancó con “Pasaje La
Blanqueada” (1995), luego “Nehuén” (2002), “Dos zorros” (2004) dedicado a su
hermana María Gabriela Epumer, la del combo de Charly García, y por último
“Sinfín” (2005). Específicamente con el power trio Epumer-Machi-Judurcha tiene
dos discos: justamente “Power trio” (2010) y “Enigma” (2014). Machi Rufino es
el legendario bajista del Invisible spinetteano y Christian Judurcha, batero
amigo de estas huestes.
Guillermo Vadalá es otro de la
generación de estos argentinos dedicado a la fusión en sus ratos libres. Se
destacó como bajista de la banda de Fito Páez y en decenas de discos de
artistas locales. En sus dos trabajos solistas se refugia en el jazz-funk y en
el smooth-jazz con su instrumento más al frente todavía que su colega
Malosetti, martillando alguna vez al estilo Marcus Miller. Resulta interesante
“Bajopiel” (2004) y también “Alumbramiento” (2009), que supera al primero
compositivamente. No todos pueden escapar a “la trampa de los bajistas estrella”,
como hicieron Pedro Aznar o Pastorius.
Para rememorar donde y cuando vi a estos chicos no tan
chicos del jazz fusion argentinos debo recurrir a la ayuda de la web y alguna
caja de recuerdos. A Malosetti en formato quinteto lo escuché una noche
inolvidable en el Telecom Jazz Festival como telonero de Jacques Morelenbaum y
los hermanos Jobim brasileiros, en el anfiteatro de la Costanera Sur ahí al
lado de Lola Mora y sus Nereidas, el 18 de febrero de 2001. Recién había salido
su ”Spaguetti boogie” y lo estaba presentando con Ricardo Cavalli y Américo
Belloto en vientos, Guillermo Moreno y creo que Norberto Minichillo en la
batería, esa tarde-noche.
Al Mono Fontana solo rodeado por sus teclados y samplers,
como telonero de los trios de Lyle Mays y Robben Ford en el teatro Opera del
miércoles 23 de setiembre de 1992. Y unos añitos después en el Parque
Centenario, también como telonero pero de Ricardo Nohle Trio, la tarde
veraniega de sábado 24/02/01.
A Lito Epumer, lo fui a ver primero en ese anfiteatro del
Parque Centenario como quinteto con el Mono Fontana sentado con los teclados, Christian
Judurcha en batería y no recuerdo quien al bajo, por esa misma época. Después,
cuando precedió al monstruo de John Scofield en el Gran Rex, el miércoles
28/05/08; Epumer subió también en formato quinteto, con Paul Dourge, Mario
Gusso, Christian Judurcha y Gustavo Liamgot. Otra vez como quinteto en el
teatro municipal de Rio Cuarto, Córdoba, el 06/11/14 con Andrés Pellican,
Víctor Carrión, Christian Judurcha y el deslumbrante Julián Gancberg en
teclados. Me alegraron una gira de trabajo. Y en la Usina del Arte porteña,
festejando los 25 años del trio Epumer-Machi-Judurcha con los invitados de lujo
Rodolfo Mederos, Javier Malosetti y Pedro Aznar, el domingo 04/08/19.
Ah! No puedo omitir otra juntada gloriosa. En las
barrancas de Belgrano estuvo Spinetta Jade
haciendo “Madre en años luz”, cuando el prócer reclutaba un verdadero
supergrupo: el Mono Fontana, Lito Epumer, César Franov, Pomo… más Pedro Aznar
como invitado. Fuimos, gozamos y deliramos veinte mil personas esa noche calurosa
del 19/01/85.
*Eliane Elias – “Paulistana” (1993)
Elias, con 25 añitos, se largó a las arenas
internacionales con un disco firmado en conjunto con su esposo de entonces, el
trompetista Randy Brecker, “Amanda” (1985). Algo de jazz-funk de esos años mezclado
con las primeras creaciones de la pianista con la indeleble impronta de Ivan
Lins, aunque no figure particularmente en los títulos. No será la única
colaboración del anteojudo en la discografía de la paulista. Le ponen un seleccionado
al lado de la Elias en su primer solista neto “Illusions” (1986): para ver si
pasa la prueba, en muchos tracks le toman lecciones de jazz moderno sin
intoxicaciones tropicales. Y así pasan sus discos y ella va puliendo y
adquiriendo su propio estilo, archivando de a poco los teclados eléctricos.
Eludo por ahora la tentación de ennumerar
la lista de invitados especiales de este y posteriores discos de Elias: siempre
reclutan a lo mejor del jazz norteamericano de época. Están todos! Y surgen coincidencias:
apostaría que Pat Metheny escuchó los primeros discos de la Elias y recibió
alguna influencia para crear sus multiétnicos “Still life (talking)” (1987) y “Letter
from home” (1989). ¿Quién lo hizo primero?
Para el año 90 sale de sus producciones y
de su vida Randy Brecker y entra Marc Johnson. Boludamente hablando, cambia
trompeta por contrabajo. En “A long story” (1991) es un salto cualitativo con algunos
de los tracks estrella que alimentarán el “Best of..” (2001) que viene
recomendado: “Back in time”, “Just kidding” y “Life goes on”. La curiosidad es el remate con un bolero de
Chico Novarro titulado en inglés “Let me go”.
En “Paulistana” (1993) participa otro
seleccionado carísimo. Esta vez mencionémoslo: Eddie Gomez, Marc Johnson, Jack
Dejohnette, Peter Erskine, Jim Beard, Nana Vasconcelos e Ivan Lins. Esta obra contiene
temas clásicos brasileros (“Black Orpheus” de Luis Bonfa, “Brasil” de Ary
Barroso) y alguno propio. Si quieren ahondar la vertiente más localista de su
jazz también tienen “Plays Jobim” (1989) donde homenajea sin ortodoxia a este
gran músico con Jack Dejohnette y Eddie Gómez; con ellos y con Marc Johnson y
Peter Erskine sigue con Jobim y otros compositores brasileros en “Fantasía”
(1992), “The Brazil project” (1992) con Toots Thielemans, está “Sings Jobim”
(1998), luego “Brazilian classics” (2003) ampliando el abanico a otros autores
locales, “Bossa nova stories” (2008) y “Made in Brazil” (2015).
Menciono en algún rincón la memorable
participación de la Elias en el “Double rainbow. The music of Antonio Carlos
Jobim” (1994) del saxofonista Joe Henderson, producido por Oscar Castro Neves,
con Jack Dejohnette, Herbie Hancock, Christian McBride, etc. que empardó los
viejos intentos de fusión del jazz con la bossa de Stan Getz con Gilberto Gil
de los años sesenta. Inicialmente iba a participar el mismísimo Jobim pero
estaba enfermo y recomendó a la pianista paulista en su lugar.
Eliane Elias canta o tararea en algunos
pasajes de sus discos: es parte del atractivo de su obra. Está casada con Marc
Johnson (que tiene recomendaciones aparte en este capítulo), último
contrabajista de Bill Evans. Quizás por imposición matrimonial su esposo colabora en casi todos los discos de la Elias desde hace añares. ¿Será gratis?
Si de etiquetar se trata, la Elias entraría
en las bateas de jazz latino, básicamente porque incorpora al jazz moderno
sonidos de bossa nova y el samba. Por algo es la única mujer incluída en la película
“Calle 54” (2000) de Fernando Trueba, famosa panorámica sobre ese subgénero. A
principios de 2021 estaba grabando temas icónicos latinos a dos pianos con
Chick Corea para el disco “Mirror mirror” y justo fallece el norteamericano en
febrero de ese año; por eso convocaron a Chucho Valdés para completar la tarea
y redondear las grabaciones y darles un final lúcido.
Como cotizada pianista se impuso tocar
clásica para grabar el solo piano “On the classical side” (1993), tocando obras
de Heitor Villalobos, Ravel, Bach y Chopin. Todo artista top tiene merodeando ese tipo de vanidades, pienso.
El estilo de la Elias en el piano no escapa
a las influencias de los jazzeros clásicos (cuando parece que ya está todo
inventado). Si alguien quiere garantías
de ortodoxia jazzera, la paulista enseñó piano en el Lincoln Center de Nueva
York y sacó el consabido disco-homenaje a Bill Evans. Ya dijimos que compartió
cartel con el carísimo Herbie Hancock en “Solos & Duets” (1994). Otra
aventura musical de la Elias es esa especie de compilado con arreglos de big
band con The Danish Radio Jazz Orchestra
llamado “Impulsive!” (1997). Otro excelente disco suyo, “Everything I love”
(2000), tiene más standards que mixturas.
**Eliane Elías – “The best of Eliane Elías”
(2001)
Escuchar las producciones normales de la
paulista ya en este siglo XXI quizás sea redundante. A veces
rozando el lounge (como compitiendo con Bebel Gilberto) pero sin sorpresas
monumentales, claro que hablando siempre de una vara alta. “Everything I love” (2000), “Kissed by nature” (2002), “Dreamer”
(2004), “Around the city” (2006), “Light my fire” (2011), “Dance of time”
(2017), “Love stories” (2019).
*Ronny Jordan – “The antidote” (1992)
Arrancando de su instrumento un sonido influenciado
por Wes Montgomery y George Benson, Jordan era músico de sesión. Metió este su
disco debut en 1992, con ventas y repercusión monstruosas, básicamente a través
del single “After hours” y del único cover del disco, el clásico “So what” de
Miles Davis.
Seguramente volarán sobre Horanosaurus
lejanos improperios anónimos de entendidos del jazz. ¿Cómo puede este sujeto
recomendar un disco de Ronny Jordan, olvidándose de Jim Hall o Joe Pass?
Señores! Hay ratos y climas necesarios muy diferentes de sobra en esta vida y
la música optimista sin dobleces de Jordan es refrescante y cumple su función y
a veces un triste standard tocado por un artista inalcanzable te pasa de largo.
Descansa en paz, Ronny!
*Rachelle Ferrell – “First instrument”
(1990)
Rachelle Stephanie Ferrell (Filadelfia,
1961) fue música prodigio y estudió arreglo y composición en el Berklee College
of Music de Boston. En los ochenta cantó en las bandas de Dizzy Gillespie,
Quincy Jones y George Benson.
“First instrument” (1990) fue su trabajo
debut editado en Japón y en 1995 lo relanzó el sello Blue Note. Está integrado
por estándards y en el elenco están Gil Goldstein, Terence Blanchard y los
integrantes del por entonces Manhattan Project para quienes había cantado:
Michel Petrucciani, Wayne Shorter, Stanley Clarke y Lenny White.
Si sus cualidades vocales para el jazz no
les convencieron, vayan a “Live at Montreux 1991-1997” (2002) y díganme si alguna vez escucharon esos
agudos. Bueno, justamente dicen que supera las seis octavas y eso sería casi un
récord Guinness porque puede imitar un silbato, dato que poco importaría si
esta mujer no tuviera el feeling que tiene.
La Ferrell tiene pocos discos más en su
haber (algunas veces producida por George Duke y metiendo muchas composiciones
propias) y bastante espaciados. Están más orientados al rhythm and blues, el
funk, el soul, el pop y el smooth jazz. “Individuality (Can I be me?)” (2000) no
está mal: a la Ferrell no le hacen falta trucos para cantar bien.
**Cassandra Wilson – “New moon daughter” (1995)
A la Wilson no parece interesarle anotarse
en alguna competencia de esas. Menos jazzera tradicional que Diana Krall (ver
aparte) y más abierta a las innovaciones, arriesga con covers actualizados y
seguramente por eso suena contemporánea. Es profusa compositora. Su voz es
agradable, cálida y sensual. Construyó un estilo con nombre y apellido, sin agudos
imposibles ni estridencias.
Rindió varias veces examen con standards. Empecemos
ennumerando algunas producciones suyas conteniéndolos. Podríamos mencionar su
disco “Blue skies” (1988), el compilado “Songbook” (1995) y “Rendezvous” (1997),
un trabajo a dúo con el pianista Jacky Terrasson. Hay un “Cassandra Wilson
sings standards” (2002), con clásicos recopilados entre sus primeros cuatro
discos “Point of view” (1987), “Blue skies” (1988), “She who weeps” (1991) y
“After the beginning again” (1991), editados por su primerizo sello JMT y
grabados con distintas formaciones. En cuanto a su contenido, las versiones y
arreglos son bastante jugados. Como siempre, todo dependerá de tus gustos. Más
allá de lo artístico, el producto fue una hábil jugada comercial de esa empresa
grabadora para sacarle jugo a su inversión, luego del pase de la Wilson al prestigioso
Blue Note: aquí ella hará un vuelco musical al blues, el folk e incluso el pop.
Siguiendo con las recopilaciones de
Cassandra Wilson, la otra cara de la moneda es “Closer to you. The pop side”
(2009), un título explícito, con temas y covers relajados (“Love is blindness”
de U2, “Fragile” de Sting, “Harvest moon” de Neil Young, “Last train to
Clarksville” de Boyce-Hart), con más gancho comercial y menos tratamiento
jazzero. Es muy entrador y seguramente capturó más fans. Evidencia de la gran amplitud
estilística de la Wilson.
Respecto a la columna principal de su
discografía, de atrás para adelante, me llamaron la atención el ya mencionado “Blue
skies” (1988), tercer trabajo de la Wilson, encarado con un trío acústico
integrado por el excelente pianista norteamericano Mulgrew Miller (1955-2013),
la morocha Terry Lyne Carrington en batería y Lonnie Plaxico en bajo. Todos los
tracks son standards, con tratamientos sobrios. La Wilson mata en “Shall we
dance?” (Rodgers & Hammerstein) y “My one and only love” (Mellin &
Wood).
El siguiente, “Jumpworld” (1989), es uno de
los discos más experimentales que encaró: rol protagónico para Kevin Harris y
Lonnie Plaxico en bajo, David Gilmore en guitarra y Steve Coleman en saxo,
entre otros. Ese hilo es continuado en “After the beginning again” (1991). En “Blue
light ´till down” (1993), el primero del fichaje para el sello Blue Note, se va
abriendo con covers de blues y de rock, hay folk, a veces gospel y afro donde
toma la delantera la percusión en manos del moreno Jeff Haynes. Para algunos
críticos es el summum de la Wilson, aunque para este sudaca tanto meandro
estilístico desmerece el producto. Muy rescatables “Come on in my kitchen”
(Robert Johnson), “Tupelo honey” (Van Morrison) y “Children of the night”
(Bell-Creed).
“Dance to the drums again” (1992), el
séptimo trabajo en estudios, más experimental y de lo más modernoso de la
Wilson, donde más scatea y funkea. Casi todas composiciones son suyas excepto el
tradicional “Amazin grace”. Grabado con un combo que la acompañó varias veces:
Jean Paul Bourelly en guitarra, Mark Johnson en batería, Kevin Harris en bajo,
James Weidman y Rod Williams en teclados y Jeff Haynes en percusión, entre
otros.
Así llegamos a este “New moon daughter” (1995), una colección de temas suaves -algo alejados de una onda jazzera promedio- con delicado acompañamiento acústico, algún violín y suave percusión a cargo de Jeff Haynes y Cyro Baptista. Los críticos lo eligen casi por unanimidad como el mejor disco de Cassandra Wilson. Tiene un clima intimista muy especial.
**Cassandra Wilson – “Belly of the sun” (2002)
Después saca “Traveling Miles” (1999), obviamente un tributo a Miles Davis, con un conjunto de temas que rodearon el mundo del famoso trompetista (cover de “Time after time” de Cindy Lauper) o de inspiración milestoniana con letras agregadas por la misma Cassandra. También composiciones propias para redondear el intento. Colaboraron Dave Holland, Steve Coleman, Pat Metheny, Minu Cinelu, Marvin Sewell, Plaxico y Haynes, etc.
Siempre vuelvo a “Belly of the sun” (2002). Si me obligan a elegir uno en la carrera de la Wilson, me llevo éste. Me emociona y divierte. En parte mantiene la onda intimista de “New moon daughter” pero la selección, más blusera que jazzera, mete ritmos variados en dósis moderadas, siempre sin estridencias. Escoge temas de Robbie Robertson (The Band) y de Bob Dylan, está el clásico “Whichita lineman” (Jimmy Webb) y “Show me a love” (Robinson) lo saca como un calipso redondo. Pavota ella, elige y se manda con “Aguas de marzo” de Jobim (en la versión japonesa también está “Corcovado”) y sigue en onda bossa con “Only a dream in Rio” de James Taylor. En otra edición agregan nada menos que “Leaozinho” de Caetano Veloso… y se me caen las medias. Lo más fuerte me resulta de escuchar los blusazos “Darkness on the delta”, “You gotta move” y “Drunk as cooter brown”: Cassandra mata!
“Glamoured” (2003) me resulta algo monótono. Comienza con el cover de “Fragile” de Sting pero sobresalen largamente la extraordinaria versión de “Lay lady lay” de Bob Dylan y “Throw it away” de Abbey Lincoln, con grandes labores de los bajistas Calvin Jones y Reginald Veal, respectivamente. En “Thunderbird” (2006) hay un banquinazo fuerte porque en buena parte juega a cantante pop -hasta con máquinas, loops y samplers- y produce el disco más desbalanceado que le escuché, aunque reclute a los guitarristas Marc Ribot y Colin Linden para explotar los track más bluseros y sustanciosos.
*Cassandra Wilson – “Loverly” (2008)
¡Eso es lo que pasa con la Wilson! Todo depende de la selección de canciones que haga para expresar su personalidad. Alguien la puso sobreaviso del resbalón porque acá armó un combo más sobrio y recobró la senda de baladas jazzeras y blues para estabilizarse. Se destacan “Gone with the wind”, “Caravan” de Duke Ellington y “The very thought of you”. Hermosa versión de “A day in the life of a fool” que es en realidad el samba “Manha do carnaval” de Luiz Bonfá, que musicalizó la obra “Orfeo negro”. Aunque se extraña Mulgrew Miller este “Loverly” le trajo a la Wilson un Grammy bajo el brazo.Después vino “Silver pony” (2010) una mezcla de vivo y estudio, “Another country” (2012) y por último, “Coming forth by day” (2015), un homenaje a Billie Holiday. Todos sin mayores sobresaltos.
Cassandra Wilson estuvo solo una vez en Buenos Aires. Fue en mayo de 2009, en el Gran Rex, haciendo básicamente su exitoso disco “Loverly” con un quinteto que alistó a Reginald Veal en contrabajo y Marvin Sewell en guitarra y dirección musical.
*Chaka Khan – “ClassiKhan” (2004)
Mencioné a Chaka Khan (Yvette Marie Stevens, Illinois-USA, 1953) en el capítulo 3 (Rock, pop & progresiva) con su etiqueta de “reina del funk” lograda a partir de su trayectoria con el grupo Rufus. Destaco este disco compuesto por standards jazzeros, de rhythm & blues y de films como “Stormy weather” (Arlen-Koehler), “Round midnight” (Monk), “Teach me tonight” (De Paul-Cahn) o “Goldfinger” (John Barry) y grabado con la London Symphony Orchestra: es una perlita dispersa en su catálogo personal, mucho más terrenal. Permite disfrutar su excelente voz con obras de más alta jerarquía que las habituales en ella.
**Diana Krall – “Stepping out” (1993)
Pianista y cantante canadiense de Nanaimo-British Columbia-Vancouver (1964). A los cuatro años ya la sentaron frente al teclado pero hizo toda su carrera en Estados Unidos a partir de una beca para estudiar en la Berklee School of Music de Boston, quizás la universidad privada de música moderna más famosa del mundo. Fanática del jazz (Nat King Cole, Billie Holliday, Sarah Vaughan, Aretha Franklin y otros) en gran proporción versiona música que escuchaba en su casa de chiquita. Ganó varios Grammys en el rubro y fue la artista de jazz que más discos vendió durante las décadas del 90 y 2000: más de veinte millones. Algunos críticos la tildan de fría diciendo que hace “jazz polar”. No importa: canta como pocas -casi susurrando- y toca excelentemente bien. Aunque ya está madura es muy bonita pero explota moderadamente su belleza. Una rubia “no tarada”.
Diana Krall empezó a ganar
fama con este su debut “Stepping out” (1993), donde luce muy suelta con el
formato de trío acústico y tiene un swing que mata. Ganó más prensa con “All of you: a
dedication for The Nat King Cole Trio” (1996). Uno de sus Grammys, “When I look in your eyes” (1995) me
parece livianito y algo empalagante. Y entre lo último, tiene un disco en dueto
con Tony Bennett en 2018 (“Love is here to stay”).
Abruma su discografía, que
acumula casi unas 20 obras. Inevitablemente
a la Krall se la debe disfrutar eligiendo desordenadamente hasta que algo los
atrape. Como buen animal de costumbre, cuando quiero escucharla empiezo por “The
very best” (2007), que se disfruta mucho aunque contenga algún standard cuyo
abordaje no me atraiga. Matan
“The look of love” de Bacharach, “Let´s face the music and dance” de Irving
Berlin en ritmo bossa y la terrible versión en vivo de “Fly me to the moon”.
*Diana Krall – “The girl in the other room” (2004)
Después disfruto “Stepping out” y sigo siempre con este imbatible “The girl in the other room”, su octavo trabajo, grabado en Verve y muy aplaudido por la crítica. Se aleja bastante del camino previsible que les mencionara arriba para, dentro de la senda jazzera, exhibir creaciones propias y explotar canciones de origen más moderno. Se destacan el tema del título, “Love me like a man” y las excelentes versiones de “Black crow” de Joni Mitchell y “Temptation” de Tom Waits. Hay standards y muy buenos blues. En el equipo que acompaña a la Krall está el guitarrista Anthony Wilson -un habitué de muchos de sus discos- que suena clásico, económico y original a la vez; más los conocidos Christian McBride en bajo y el batería Peter Erskine (ex Weather Report), entre otros. Muchas letras y algunas baladas y temas del disco (como “Almost blue”) son de Declan McManus, más conocido como “Elvis Costello”, a estas alturas esposo de la dama y madre de sus hijos gemelos (que supongo tienen su destino profesional genéticamente marcado como músicos). De Costello ya escribí suficientes elogios en el Cap. 3-Rock, pop progresiva.
*Esperanza Spalding – “Esperanza” (2008)
Las big band tuvieron su época de oro entre los años 30 y 50 del siglo pasado en Estados Unidos, de la mano del swing bailable y de líderes como Benny Goodman, Glenn Miller, Tommy y Jimmy Dorsey, Count Basie, Stan Kenton, Woody Herman, Artie Shaw y Duke Ellington. Todo una tarea es profundizarlos.
A partir de esos orígenes y a través del tiempo, las big band se han constituído en una manera de estudiar y practicar música a partir del jazz pero adaptándose a las modalidades en las que el mainstream se diversificaba: bebop, hardbop, hasta cool jazz y latin jazz. De la mano de esos subgéneros se multiplicó la inserción de improvisaciones de las figuras solistas en esas bandas. Las big band incursionaron también en géneros tan distantes como el rock, el reggae y otros ritmos de la world music.
Por otra parte, las big band han sido una expresión musical a la que recurrieron en distintas épocas muchos artistas talentosos para realizar obras especiales y expandir sus rangos y sus posibilidades. Ya mencioné en algún momento los casos de Dave Brubeck, Jaco Pastorius, B.B.King, Ron Carter, Charlie Watts… y desde los Deep Purple sajones a los Vox Dei vernáculos. La lista de discos de consagrados con respaldo de big band sería larguísima.
Hay unas cuantas big band europeas muy vigentes, en general originadas hace añares en radios locales, sobre las que volveré adelante: la NDR Bigband (Norddeutscher Rundfunk Big Band) y la WDR alemanas o la dinamarquesa Danish Radio Big Band.
En Estados Unidos, se ha hecho algo así como una costumbre de alcurnia de algunos boliches jazzeros de prestigio fomentar sus propias big band para sostener espectáculos permanentes. No podría mencionarlas todas pero está la Mingus Big Band, que a la par de especializarse en las creaciones de Charles Mingus, es habitué de Jazz Standard de Nueva York. También en el boliche homónimo de esta ciudad, suele presentarse todos los jueves The Birdland Big Band.
Es bastante considerada The Brian Setzer Orchestra, liderada por el antiguo líder del singular grupo de rockabilly Stray Cats. Con esa formación ampliada, ese neoyorkino explota en forma amplificada ese ritmo, con dósis de swing. La Postmodern Jukebox Big Band es otra en la lista de famosas a nivel internacional.
El nivel general de estas orquestas es excelente porque, más allá de sus ambiciones comerciales, funcionan como escuelas de perfeccionamiento de músicos. La información acerca del derrotero de estas bandas, sus directores y principales solistas pueden ser de utilidad a críticos o a melómanos especializados pero creo que aquí son superfluos. La variedad de las producciones big band es interminable y todo dependerá de las particulares sensibilidades del oyente y de su curiosidad. Encontrarán cosas entrañables o soporíferas en distintas grabaciones, según sus gustos previos. Me centraré aquí en mis hallazgos personales.
Comencemos por The Birdland Big Band, entonces. El baterista Tommy Igoe fue el que dio el puntapié inicial de este combo, allá por 2006. Aunque ahora la conduce el saxofonista David DeJesus, tocan regularmente los jueves en el legendario boliche neoyorkino del mismo nombre. En “Tommy Igoe and The Birdland Big Band - Eleven” (2011) suenan como los dioses y eligieron un repertorio contemporáneo o al menos post-swing: “Got a match?” y “Armando’s rhumba” de Chick Corea y “Moanin” de Art Blakey & The Messengers. Buena parte del disco tiene sonido latino. En “The Birdland Big Band Live” (2018), otro de los pocos discos que la banda tiene editados, hay mayor variedad de ritmos pero abunda más el sonido tradicional del swing e incluye a la vocalista Veronica Swift. Los dos discos compiten codo a codo para la recomendación.
En noviembre 2019 tuve la oportunidad de ver esta Birdland Big Band en el legendario boliche neoyorkino, cuyo nombre como sabrán alude a Charlie “Bird” Parker. El original fue abierto en 1949 y estaba en un sótano de la 52 St. y Broadway Av. En 1965 al aumentarles mucho el alquiler, y quiebra mediante, se mudaron al Upper West Side cercano al Central Park y en 1996 recalaron en el domicilio actual de 315 W 44th. St. Un jazzero fana seguro sabrá mencionar a los próceres del rubro que pasaron y grabaron discos en sus escenarios. Yo solo les mencionaré que estuvieron desde Charlie Parker a Thelonious Monk y de Coltrane a Miles Davis, pasando por Frank Sinatra. El lugar está montado a la usanza neoyorkina: mesitas con veladores de luz tenue, con mozas y mozos yendo y viniendo con bandejas y la gente comiendo y bebiendo desde temprano. No me gusta la modalidad pero el espectáculo de la big band fue brillante. Me llamó la atención la adhesión y complicidad del público, mayoritariamente local. La vocalista fue la convincente Nicole Zuraitis, el pianista Kenny Ascher y el trompetista Glenn Drewes.
* NDR Big Band - “Ellingtonia” (1999)
Esta banda alemana arrancó en 1945 en Radio Hamburg (por eso también se la conoce como The Hamburg Radio Jazz Orchestra), incluía cuerdas y decenas de integrantes. Pasado el tiempo se estandarizó en 17 músicos: 4 trompetas, 5 saxofones, 4 trombones, piano, bajo, guitarra, percusión más un baterista no permanente.Este es un disco homenaje al famoso Eduard Kennedy “Duke” Ellington, a quien dejamos algo olvidado en este racconto musical pero ha sido elegido por los que saben como uno de los mayores exponentes de la música norteamericana de todos los tiempos. Matamos dos pájaros de un tiro y a la par conocemos temas suyos o de su histórico colaborador Billy Strayhorn que los hicieron tan exitosos durante décadas.
Siguiendo aquella premisa que bosquejé antes (la subjetividad), me parecen patéticos ciertos intentos de la NDR: por ejemplo ejecutando éxitos de rock o pop como ese “The Rolling Stones Shymphony” (1992), aunque a muchos les sirva de ambient. No terminaron de atraparme tampoco “Flamenco meets jazz” (2002) ni “Latin jazz latino” (2005). “Lounge exotica” (2021), otro tropiezo importante. Pero tienen una colaboración con el conocido percusionista hindú Trilok Gurtu, viejo colaborador de John McLaughlin, y el baterista Simon Phillips, también mencionado en este racconto musical. Es el vivo “21 Spices” (2011), más vanguardista y orientado al jazz rock, que no está nada mal. No desentona para nada el jazz aggiornado de “Childrens of the sun” (2014) con el pianista Joe Sample, ex Crusaders. Tienen “Django Deluxe-Driving” (2015) dedicado a la música de Django Reinhardt, donde abordan con calidad un repertorio lógico relacionado al sonido del legendario guitarrista francés. Después se juntaron con el reconocido trompetista Randy Brecker para “Rocks” (2019), con David Sandborn invitado en saxo: trataron composiciones antiguas del primero pero el recorrido general no es muy sustentable.
La Hamburg Radio Orchestra tiene más colaboraciones con artistas de vanguardia donde se zambuyen en terrenos experimentales que pueden resultar interesantes de profundizar: Frank Delle Trio, ToyToy, Kinan Azmeh, etc. Trabajo para el hogar.
* Paquito D’Rivera, Christopher Dell & WDR Big Band - “Benny Goodman revisited” (2016)
Esta otra banda alemana es la Westdeutscher Rundfunk o Westdeutscher Rundfunk Koln, o sea de Colonia. Con varios premios Grammy en su haber y colaboraciones de más renombre, tiene más cartel que la de Hamburgo. Las asemeja haber nacido a la par en la posguerra y haber incorporado alguna integrante mujer recién durante este siglo. Desde 2016 el director es el saxofonista norteamericano Bob Mintzer, ex Yellowjackets, y su compositor de cabecera es Vince Mendoza, un profesional exitoso en la industria del cine y productor de músicos famosos.De la gente más renombrada, la orquesta grabó discos de distinta temática con Carmen McRae y Pati Austin, hicieron trabajos varios con Lalo Schifrin, con el guitarrista Hiram Bullock y el pianista Fred Hersch. Con Billy Cobham arremetieron con la música de Hendrix. Ya enfocados a ritmos latinos grabaron “Tango y post-tango” (con nuestros bandoneonista Néstor Marconi y compositor Gerardo Gandini), con Arturo Sandoval “Mambo nights” (2016) y con el pianista Chano Domínguez hicieron el vivo “Soleando” (2015). Hay un disco con Peter Erskine y “Brown street” (2006) con Joe Zawinul. Tienen “Soul classics” (2012) con Mazeo Parker. Está el sobrio trabajo que lideró Ron Carter (2016) -destacado antes en esta guía- cuando la orquesta aún era dirigida por Rich DeRosa: deténganse al menos a escucharlos en el “Blues for D.P.”
Era de cajón que la WDR grabaría un disco con la banda norteamericana Yellowjackets de la que proviene el director: “Jackets XL” (2020). Sobresale el track “Even song”. Y otro es con su conocida Luciana Souza, la brasileña a quienes nombramos muchas veces en este relato. El disco es “Storytellers” (2020).
En el destacado “Benny Goodman revisited”(2016) están Paquito D’Rivera en clarinete y el vibrafonista Christopher Dell con la topadora WDR dirigida por Michael Abene y reinterpretan -en toda la acepción del término- al norteamericano del título. En el mismo nivel está para prestarle atención a “Birth of a Bird-Celebrating the music of Charlie Parker” (2020).
* The Danish Radio Big Band – “A good time was had by all” (2014)
Esta es otra de las grandes bandas de su tipo en Europa (algunos críticos la consideran la mejor). Dinamarquesa de Copenhague, arrancó en 1964 y últimamente es dirigida por el noruego Birger Carlsen (durante unos años lo hizo el mismísimo Count Basie).Si recorren la discografía de la Danish se toparán con más experimentación en la diversidad y arreglos más jugados que en las big band anteriores. No se queda atrás comparativamente con sus competidoras: en la lista de colaboraciones a lo largo del tiempo figuran estrellas del ambiente musical internacional como Dizzy Gillespie, Miles Davis, Maynard Ferguson, Stan Getz o Charlie Watts, Phil Woods, Michel Camilo o el vocalista Curtis Stigers.
No me atrapó mucho la asociación de la Danish Radio Big Band con Charlie Watts, el difunto batero de los Rolling Stones, tan apasionado del jazz (ya hemos recomendado sus producciones jazzeras más arriba), bautizada como “Charlie Watts meets The Danish Radio Big Band (Live at Danish Radio Concert Hall, Copenhagen/2010”. Lógicamente transmitida en su momento en directo por la radio, salió como disco recién en 2017. Allí reinterpretaron dos o tres temas del legendario grupo de rock inglés como gancho pero hay una suite dedicada a Elvin Jones, entre otras cosas. Uno de los primeros intentos de Charlie Watts en el rubro jazzístico -de los que ya hemos dado cuenta antes- fue reunir una enorme big band grabando “Live at Fulham Town Hall. The Charlie Watts Orchestra” (1986), que no pude escuchar todavía: según las crónicas juntó tres bateristas, siete trompetistas, dos bajistas, dos vibrafonistas, diez saxofonistas, cuatro trombonistas, un pianista, un clarinetista y un cellista. Volvió a intentarlo en 2001 cuando reunió una banda de diez músicos y grabó en vivo “Watts at Scott’s (Live) accompanied by The Charlie Watts Tentet” (2004).
Este “A good time was had by all” de la Danish Radio es una retrospectiva muy interesante, una cronografía envasada en caja de 6 CD, que recorre varias etapas de esta big band en las que han intervinieron distintos artistas de renombre como Stan Kenton, Art Farmer, Ben Webster, Thad Jones y Eliane Elias, entre otros. Incluyen una buena cantidad de standards.
Insoslayable también recurrir a “We’ve Just Begun” (2020) una brillante asociación entre la Danish Big Band y la más famosa cantante danesa de jazz, Sinne Egg, una voz prodigiosa.
* Anna Maria Jopek & Pat Metheny – “Upojenie” (2002)
* Anna Maria Jopek – “Secret” (2004)
Cuando canta en su idioma nativo me suena más áspero pero es cosa mía. Este disco lo grabó en inglés y fue una selección de su repertorio para entrar en el mercado europeo. Tiene un clima uniforme que acaricia los oídos, canciones jazzeras con una aura de bossa nova casi permanente. En su discografía también tiene coqueteos con otras músicas latinas: se mete con la música portuguesa en “Sobremesa” (2011) y se abolera con Gonzalo Rubalcaba en “Minione” (2017). No contenta por juntarse con grandes, grabó con Makoto Ozone “Haiku” (2011) y sacó “Ulotne” (2018) con Branford Marsalis. Pero en general la Jopek todo lo filtra a su manera y personaliza. Escúchenla.
*Simon Phillips & Jeff Babko – “Vantage point” (2010)
Phillips es un músico londinense sesentón que entre sus lauros cuenta haberse sentado diez años a la batería del grupo norteamericano Toto -sucediendo al legendario Jeff Porcaro- pero básicamente es un sesionista destacado. Tocó en discos solistas de varios Rolling Stones, de Mick Oldfield, Jon Anderson, Jack Bruce, Jeff Beck, David Gilmour y Gary Moore y estuvo con The Who, Camel, Asia, Judas Priest, etc. Su currículum vitae debe ocupar varias páginas.Phillips tiene cinco discos editados entre 1989 y 2022 en tren solista bajo el título “Protocol” I a V, casi siempre con la misma terrible banda de apoyo: Ernest Tibbs en bajo, Andy Timmons o Greg Howe (no confundir con el Steve Howe inglés de Yes) en guitarra y Steve Wingart en teclados. La música es una especie de jazz rock potente; al principio con arreglos anticuados, suena como la de Jan Hammer para la serie Miami Vice. El punto más alto es el “Protocol III” de 2015, que araña las alturas de mis preferidos Tribal Tech. Compositivamente, Protocol sorprende pocas veces y a menudo se pierde en preciosismos solistas para la tribuna. Sobre el final, suenan parecidos a la Elektric Band de Chick Corea y otras veces a Billy Cobham, pero unos cuantos años después. En una onda similar a la de Protocol pero con otros músicos, Phillips había sacado “Symbiosis”(1995): de acuerdo a tus gustos, algunas cosas podrás rescatar. “Out of blue”(1999) es un vivo a su nombre grabado en una gira europea, donde recopila éxitos con un sonido impecable.
El baterista en cuestión tiene producciones distintas en su carrera, por ej. con el hindú Trilok Gurtu y la NDR Big Band en el inclasificable y muy interesante “21 Species” (2011): lo que debe haber estado en esa presentación en vivo! Y este “Vantage point” (2010) es otra rareza: Phillips se junta con el sesionista-tecladista Jeff Babko y en formación acústica arremeten una especie de hardbop moderno -algo sombrío- que bien vale la pena una escucha. Babko ya lo había acompañado en “Out of blue”. El californiano Babko aportó a grupos de giras de varios artistas de renombre, colaboró en muchas bandas de sonido, está en ‘Band of other brothers’ y tiene varios discos propios dando vueltas.
Redondeando sobre Phillips, también formó parte de The Trio Project, el emprendimiento jazzero vanguardista liderado por la llamativa pianista japonesa Hiromi Uehara que se completa con otro músico increíble: el bajista Anthony Jackson. Con Hiromi, la seguimos en otro wing.
*Nicholas Payton – “Payton’s place” (1998)
Arrancó su discografía con “From this moment” (1995) apuntalado por Mulgrew Miller en piano y Mark Whitfield en guitarra, entre otros. Le siguió “Gumbo nouveau” (1996). En “Doc Cheatham & Payton”(1997) encara clásicos del dixieland y el swing, a dúo de trompetas con su admirado maestro Cheatham y una afiatada banda: dependerá de tu gusto. Si le sumamos “Payton’s place” (1998), el conjunto permite retratar su excelente etapa inicial. No pude escuchar “Fingerpainting: the music of Herbie Hancock” (1997) junto a McBride y Mark Whitfield, que recibió buenas críticas. Puede ser en “In to the blues” (2008) donde Payton empieza a modernizar su sonido, larga el trasto de la clasicidad con buen gusto, incorporando a su música el Rhodes. Habrá otro quiebre en su evolución, un punto donde curiosamente Payton parece sumar menos la trompeta que lo identificó y sobrepone teclados, tanto el acústico como el mencionado Fender Rhodes, ahora abordado por él. Me llamó la atención su “Numbers” (2014), un disco agradable que parece un ensayo con sonido ambient sobre melodías mínimas; en un derroche imaginativo, identifica con números cada track. Después el muy bueno “Letters” (2015) con pasajes muy delicados donde, en otro retorcijón de cerebro, cada tema lleva una letra del abecedario por identificación; también suena a aggiornamiento sin casi tocar la trompeta, en trío con el gran Bill Stewart en batería y Vicente Archer en bajo (dos preferidos de Scofield). Payton se ideologizó, declaró que el jazz murió en 1959, que es solo una etiqueta de marketing blanco, un producto para consumo casual que otorga un cierto prestigio intelectual a los sectores pudientes, que ahora todo es #BAM black american music y se fue poniendo más ecléctico. Para “Bitches” (2011) invita a Esperanza Spalding, Cassandra Wilson y otras voces femeninas, para hacer un disco jazzy/new soul, donde Payton toca todos los instrumentos que tiene a mano y canta a piacere. En “Textures” (2016) se va a la banquina con sonidos electrónicos innecesarios: un espantosa obra que no parece propia de Payton. Con paciencia se puede encontrar más cordura y cosas interesantes en discos posteriores, por ej. en el doble en vivo “Relaxin’ with Nick” (2019), grabado en el boliche Smoke de Nueva York, donde Payton demuestra todo lo que sabe repasando varios temas viejos. En cambio en el EP “Maestro Rhythm King” (2020) parece un George Duke recauchutado, soul and funky que no agrega mucho. La pandemia hizo estragos: más máquinas y ruiditos en “Quarantined with Nick” (2020). Es un ejercicio: hay que gambetearle estos resbalones y disfrutar a Payton lo que nos permita.
Compositor y saxofonista vanguardista de jazz norteamericano (Queens-NYC-USA, 1953). Prolífico, cambiante e inabordable. Ha editado tantos discos en los más variados proyectos que es imposible seguirle el tren. Además, a partir de 1995 creó la cooperativa discográfica Tzadik, sin fines de lucro, con el que promociona figuras nuevas de vanguardia o afianza otras de su colectividad y ya superó las quinientas ediciones.
Trataré de ser escueto. Después de largarse con sus primeros discos solistas en Nueva York, se juntó nada menos que con Bill Frisell (guitarra), Wayne Horvitz (teclados), Joey Baron (batería) y Fred Frith (bajo) y forman Naked City. Un grupo que, entre 1988 y 1993, se dedica a reversionar música de películas con los recursos más variados (desde la clásica al jazz y del hardcore al trash metal), de manera extraordinaria y provocativa. En los sucesivos discos el repertorio se fue ampliando pero aplicando la misma óptica. Escucharlos no los va a dejar indiferentes. Parecen músicos muy discretos con total dominio de la situación a los que de repente se les salta la chaveta. Zorn utiliza el corte abrupto de la música con gritos desaforados que exhala el japonés Yamatzuka ‘Eye’ Tetsuró, levantándote de la silla.
Hay discos de Zorn que son una colección de
ruidos que pocos definirían como música. “Yankees” (1983) es insufrible. En su
agrupación “Cobra” debuta con el disco homónimo (1987) que es, directamente,
una completa experimentación ruidosa que -por piedad- podría clasificarse como
free. Es previsible evocar a Ornette Coleman cuando Zorn desata los demonios de
su saxo alto. Pero debido a su fuerte adhesión a lo judío, la mayoría de de los
proyectos de Zorn tienen que ver con la música klezmer fusionada con espasmos
de free jazz.
El mayor lauro de Zorn quizás haya sido la
agrupación Masada, integrada por Greg Cohen en bajo, Dave Douglas en trompeta, otra
vez Joey Baron en batería y el propio saxofonista en composición y arreglos.
Con el correr de los años se fue reformando en sus versiones String Trio (Mark
Feldman en violín, Erik Friedlander en cello y Greg Cohen en contrabajo),
Sextet y Electric, editando una docena de discos aproximadamente.
“Live in Sevilla” (2010) es representativo
de la plenitud de cuarteto Masada original. Para conocer la variante Electric
Masada (Zorn, Joey Baron, Trevor Dunn, Marc Ribot, Jamie Saft, Ikue Mori, Kenny
Wollensen y Cyro Baptista) no dejen pasar “At the mountain of madness” (2005) y
el video “Live at Marciac” (2010) que puede tratarse de esa formación o de una
variante posterior llamada The Dreamers. Diría un pibe: “Son una masa”.
Otras bandas que formó Zorn fueron Bar Kokhba,
una versión camarística de Masada, con Joey Baron, Greg Cohen, Mark Feldman,
Erik Friedlander y el brasileño Cyro Baptista en percusión. En algunos
proyectos Zorn, como éste, no se sube como instrumentista, lo hace solo como director
y compositor. Muchos de los discos y composiciones que genera este músico,
suelen ser titulados con una sola palabra que evoca alguna tradición o
iconografía hebrea, una referencia mística o histórica sefardí. No solo de
música vive este buen hombre. Tiene un gran backup mental.
El grupo Hemophiliac estuvo formado por Zorn,
Ikue Mori en batería y electrónicos y el vocalista Mike Patton, ex frontman del
grupo rock-pop de culto Faith No More. Painkiller fue un trío con Zorn, Mike
Harris -de Napalm Death– en batería y Bill Laswell en bajo. Algunos los
clasificaron como noise rock o grindcore y otros como death metal: insufribles,
esquizofrénicos. A veces colabora Yamatzuka Eye para los gritos. Moonchild, de
perfil hardcore -digamos así- compuesto por Zorn, Joey Baron, Trevor Dunn en
bajo y otra vez Mike Patton vocalista, a veces con John Medeski en Hammond B3,
con perfil hardcore.
Otro de los proyectos con la firma de Zorn
son sus “Filmworks”. Cerca de una treintena de volúmenes donde expone música
que ha hecho para cortos, dibujos animados, spots comerciales y documentales,
incluso para películas inexistentes. Un caleidoscopio de estilos hechos a la
perfección, especial para musicólogos y curiosos de buen oído. Para darles un
pantallazo tienen primero la recopilación “Filmworks 1986-1990” (1991) y,
posteriormente, la más abarcativa “Filmworks Anthology: 20 years of soundtrack
music” (2005).
Aparte de los ya mencionados, otros músicos
conocidos que acompañaron a Zorn en sus aventuras sonoras han sido Arto Lindsay
(¿cómo excluirlo con sus locuras disonantes?), el trombonista George Lewis, la
arpista Carol Emanuel, el pianista Uri Caine, el baterista Ben Perowsky, el
saxofonista Joe Lovano, etc.
*John Zorn’s Book of Angels vol. 20. Pat Metheny – “Tap” (2013)
A fines de 2004, el inquieto Zorn se puso a componer y acumuló 300 temas con reminiscencias al folklore hebreo para orquesta, sexteto, cuarteto, dueto de piano y violín, power trío y combinaciones varias. Se le ocurrió hacer una continuación de Masada pero convocando a músicos del palo para su interpretación y liberándolos a su prisma creativo. Se los encargó a Marc Ribot, Bar Kokhba, Medesky, Martin & Wood, Cyro Baptista, Uri Caine, Zion80 y otros. Con Tzadik editó esas grabaciones en unos treinta volúmenes de la serie que llamó “Book of Angels”, cada uno titulado con el nombre de algún angelito obtenido de leyendas y tradiciones o del Talmud.
En otro rincón ya había mencionado el
excelente volumen 20 “Tap”, interpretado por Pat Metheny, uno que integra esta
selección. Puede sonar remanida mi predilección dada mi debilidad por el
guitarrista. Tiene mucho de música electrónica, hay distorsión y baladas
acústicas. En el disco, Metheny ejecuta todos los instrumentos -incluyendo su
orchestrionic- menos la batería, a cargo de Antonio Sánchez. Fue editado en
forma conjunta por los sellos Tzadik y Nonesuch.
Consejo de amigo: no se queden con eso
solo. Escuché algunos de la colección -que al día de hoy suman 32 capítulos- y
varios se las traen. En general, suenan más accesibles que otras cosas de Zorn,
aún con una destacable variedad estilística. Pueden encontrar música de cámara,
punk, trash metal o dub.
Además de todo lo relatado, Zorn también editó
discos asociado con gente como Laurie Anderson, Lou Reed y Bobby Previte. A
veces solo participa como director y deja su saxo en un rincón. Cuando se le
ocurrió tener cantantes en una veta más “normal”, creó “The song project”
(2014) reversionando composiciones suyas con la interpretación vocal de Mike
Patton, Sofia Rei y Jesse Harris y el sostén musical de sus devotos Baron y
Baptista, Dunn, Ribot, Medeski y Wollensen.
Como si esto fuera poco, Zorn es el
director artístico del boliche The Stone en el 55 W. de la 13rd. St. cerca de
la 6ta. Avenue, en el downtown neoyorquino.
Alguno lo definió como inclasificable, ecléctico
e iconoclasta, otros como avant-garde y nerd de la música. Es tan vasta y
variada la producción musical de John Zorn que me inhibe elegir una sola que lo
represente. Aunque se diera haber hallado y escuchado toda su discografía
estaría vendiendo humo. Una inutilidad. Pura subjetividad. Pero, aunque tiren
diez discos de Zorn por la borda antes que lo convenza que es un bocho, no
pueden privarse de la aventura de bucear sus invenciones.
*Hiromi Uehara – “Place to be” (2009)
Nacida en 1979 en Shizuoka-Japón, fue una
niña prodigio de típica enseñanza clásica en piano, empezó su carrera haciendo
jingles publicitarios en su país y terminó siendo sensación jazzera de
repercusión internacional siendo una piba. Dueña de un virtuosismo poco
frecuente y un histrionismo avasallante que conmueve a las piedras.
Obtuvo pasaporte diplomático en el género
luego de sentarse al lado de Chick Corea en un encuentro artístico en su país
natal y de la mano de un buen manejo marketinero. Además, Uehara estudió en
Berklee College con Ahmad Jamal y Oscar Peterson. ¿Qué música hace? Dijo un
crítico que Hiromi toca piano en un grupo de jazz, arriba hace clásica, rock y
funk y sale algo ecléctico.
Tratemos de resumir sus producciones
discográficas. Están sus álbumes de
estudio. Por ahora tiene los tres iniciales en plan de trío piano acústico-bajo
eléctrico-batería. El más elogiado fue el primero, “Another mind” (2003). Como
solo-piano tiene dos: “Place to be” (2009) y el más reciente “Spectrum” (2019),
ambos con composiciones de Hiromi, salvo alguna cosita en este último.
En un momento, sumó a su trío un poco de
electricidad y nada menos que al inclasificable guitarrista norteamericano
David Fiuczynski para formar el Hiromi Sonicbloom, editando “Time control”
(2007) y “Beyond standard” (2008). No encontró con eso ninguna veta original.
Fiuczynski me siguió sorprendiendo, pero esta vez para mal.
Hiromi también participó de dos discos y de
giras con la banda del bajista Stanley Clarke. “Jazz in the garden” (2009) bien
vale la pena.
Entre los varios CD/DVD en vivo que le
editaron a la japonesa están “Duet” (2009) con Chick Corea en el Blue Note de
Japón, “Live in concert” (2009) con Sonicbloom, un solopiano en Blue Note de
Nueva York (2011) y el “Live in
Montreal” (2017) con el arpista colombiano Edmar Castaneda.
Como ya comentara antes, armó The Trio
Project con los impresionantes Simon Phillips y Anthony Jackson, en batería y
bajo. Ya mencioné a estos dos monstruos en otros recovecos de este racconto
pero es un buen momento para recordar que Simon Phillips grabó discos con las
bandas de David Gilmour, Jack Bruce, Jeff Beck, Jon Anderson y Mike Oldfield,
etc. o integró Toto, Judas Priest y The Who. Y que Anthony Jackson militó con
Al Di Meola y Mike Stern, Chick Corea, Michel Petrucciani, Steely Dan y Paul
Simon, entre otros. Escuchar la polenta The Trio Project está bueno, verlos actuar
compenetrados y embelezados con la música, contagia. Los califican como jazz
rock o jazz progresivo. Tienen cuatro discos editados: “Voice” (2011), “Move” (2012), “Alive” (2014) y “Spark" (2016). Con ellos, Hiromi se mandó la deliciosa
versión de “Beethoven’s piano sonata Nº 8 Pathetique”.
La artillería habitual de Hirome es un
piano de cola Yamaha y un eléctrico mini Korg. No más. Cuando agarra el Korg
suele embarrarla y suena como sus coterráneos,
los anticuados Yellow Magic Orchestra, históricos por criar bien a
Ryuichi Sakamoto.
Y bien, después de escuchar gran parte de la
discografía de Hiromi, basada mayormente en composiciones propias, pienso que
la impresionante enjundia y virtuosismo que exhibe al comando de los teclados, no
siempre encuentra el canal adecuado para comunicar sentimiento. De a ratos
logra transmitir emociones con su trío, de a ratos con The Trio Project y muchas
veces sola al piano. Tiene perlitas por todos lados pero queda la sensación de estar desperdiciando talento.
Las cosas que más me llegaron vinieron de su solo-piano “Place to be” (2009) y de “Jazz in the garden” (2009) con Stanley Clarke y Lenny White, que contiene algunos standards. Abandonando sus videos y sus cataratas de mohines, a mi me suena mejor.
Hiromi vino a Buenos Aires al menos una vez, en agosto/14-teatro Coliseo, con el Trio Project.
**Robert Glasper – “In my element” (2006)
Glasper tiene
en paralelo una formación Robert Glasper Experiment, un cuarteto electrónico,
con la que sacó varios discos, por ej. aquel “Black radio”. A algunos puede atraparlos más,
a otros menos. Yo me quedo con su glamour e inventiva en tríos acústicos.
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