domingo, 20 de octubre de 2013

¿Quién es el 'gorila'?





Hace unos meses, cada uno por su lado, distando unas semanas, los integrantes de una pareja de viejos amigos con quienes nos conocemos desde hace unos cuarenta años, me tildaron de "gorila" (*) Aunque fue en tono jocoso, ella lo hizo contestándome un mail con un chiste antikirchnerista, y su esposo en medio de una sobremesa entre conocidos donde se sentía en minoría hablando de política.

Para no pelearme y echar a perder esa relación longeva, esbocé en cada caso una protesta  no demasiado enérgica y me quedó el 'entripado'. Sigo enroscado con ese insulto, quizás por apasionado, seguramente por injusto.

Convengamos en algo como marco para este análisis: los ciudadanos comunes y honestos alejados del poder tenemos el deber de ser críticos con todo y participar al máximo de la política para lograr torcer su rumbo decadente. ¿Hay alguien en desacuerdo?  ¿Advirtieron que esta simple requisitoria excluye a mucha gente? Estoy discriminando a deshonestos y vividores de lo público. Quedan afuera de mi planteo, no quiero darles derecho a nada.

Terminados los sueños de los 70's y después de esos largos años de violencia, despojo y statu-quo en la Argentina, ya no es posible creer que la militancia -tenga el color que tenga- es herramienta de cambio de nada. Más bien se convertió en instrumento de poder de los más osados, que la utilizan en su provecho. Aunque haya alguna honrosa excepción, creo que son más beneficiosas para el bien común y el día a día de los desposeídos las ONG solidarias que cualquier organización política (**).

Aclaro esto porque no tiene sustento moral, ético o ideológico la defensa del gobierno kirchnerista. Podría ser para su 'militancia rentada' o los nuevos ricos cercanos al poder que viven de este bien llamado 'capitalismo de amigos'. El resto son despistados políticos que suponen haber encontrado un rumbo épico para su vida o ven cumplidos ciertos sueños libertarios de juventud seducidos por los juicios contra los genocidas del proceso militar y algunos anzuelos políticos kirchneristas. 

Volviendo al insulto de marras, me preguntaba porque yo debía invertir la carga de la prueba y demostrar que los equivocados eran quienes me agredieron con liviandad en un tema tan sensible para mi como la ideología política. Aquí, el problema era mío y ellos, inimputables. 

Una noche de sueño irregular me desperté y seguí dándole vueltas a la cosa. Imaginaba una situación en que las tres personas en cuestión nos encontrábamos a solas y les pedía informalmente la palabra. Como si fuera un discurso ideal y convincente al que no se animaban a interrumpir, les empezaba diciendo como se atrevían a llamar "gorila" a alguien a quien conocían bien, un trabajador honesto de toda la vida, a quien no le conocían 'agachadas' ni alardes. Un 'rabioso peronista de Perón' seducido por la 3ra. posición desde sus jóvenes quince dentro de una familia muy antiperonista, ex afiliado al partido, militante en épocas bravas y con media biblioteca dedicada al pensamiento de Perón.

El mismo peronista que empezó a dudar cuando vio el final de su líder mezclado con la Triple A y la sucesión de Isabelita y López Rega. El que le avisó a sus amigos que era una locura que la gente llamara otra vez a los cuarteles. El que pensaba que las formaciones guerrilleras eran grupos de idealistas comandados por soberbios que se consideraban vanguardia de la clase obrera, aún sin su apoyo ni convencimiento. Los que no creían en la democracia ni respetaron la voluntad de la gente en las urnas.

Un peronista en soledad que sufría las locuras de la dictadura genocida y leía lo que podía entre líneas para saber que pasaba, cuando pocos se animaban a hablar de política. Participante de la primera huelga que se le hizo a los militares, la de Luz y Fuerza, que tan mal terminara. El mismo anónimo que intentaba juntarse con otros para conservar la cordura y confirmarse la lucidez, escuchando a un entonces jugado Eduardo Aliverti, leyendo Línea o Humor o participando de algún mitín clandestino. El mismo peronista que fue tantas veces a la Plaza de Mayo, pero no a vivar a ningún borracho asesino en sus balcones.

No habrá cosas épicas en una vida común como la mía, pero me consuela tener humildad y coherencia en las ideas, virtudes poco habituales ahí afuera. Mi certeza es haber transitado todos estos años sin mirar para otro lado, sufriendo a diario el dolor de esa Argentina injusta, no escondido bajo una cama. No me escondí nunca para decir lo que pienso. Mucho menos currando en el mientras tanto, como algunos conocidos políticos desfalcadores a los que ciertos tontos "progre" se atreven a defender.

Claro que hubo mentiras que soportar durante  los años de Alfonsín. Pero aunque odié  al séquito soberbio que lo rodeaba y sus manejos de cúpula, al menos no mancillaban las instituciones democráticas. También critiqué el menemato ladrón de pizza y champagne y esbocé una teoría con bronca, sorna y dolor: mientras la mayoría aplaudía las privatizaciones, en unos años algún político enarbolaría la re-estatizacion de las empresas que el endemoniado riojano regaló en nombre del mismísimo peronismo, con el beneplácito ultraliberal. ¿A quién le interesaba entonces? Tampoco hice uso de su "deme dos" gozando de los placeres del 1 a 1 en playas de arenas blancas.

Como tanto argentino bienintencionado me desilusioné con la Alianza de De la Rúa y Chacho Alvarez, haciendo política antiobrera con una Banelco y rendida a los economistas ultraliberales de FIEL y UCEMA.

Y como si fuera un soplido, se pasaron también diez años de gobierno kirchnerista, de Néstor y de Cristina, populistas feudales de poca monta. La auto-denominada "década ganada" que deja al país sin progreso ni educación. Y mis viejos amigos -cuya conducta personal apruebo a libro cerrado pero se aferran a una mentira- me enchastran con eso de "gorila".

¿Cómo pueden llamarme así quienes defienden un gobierno cuyo extinto presidente multimillonario -increíblemente objeto de bustos y estatuas- preguntaba a su gente cuanto valían los dirigentes díscolos para comprarlos? ¿De que se trata esto si el vicepresidente es un ucedeísta liberal que aprendió a hacer la 'V de la victoria progre' y cantar la marchita peronista pero es apuntado con información abundante por hacer negociados vergonzosos?  El que tiene un amiguito también heredero de los Alsogaray, chorro y zorro puesto al cuidado del gallinero, que hizo cerrar un organismo para que no se descubrieran sus desfalcos. Que cuenta en su staff con un parricida reconvertido que desapareció millones de pesos destinados a viviendas populares. Con gente que usó los DDHH para hacer negocios. Ese gobierno que necesita cada vez mas jueces amigos para zafar del escarnio.

Sobre todo, ¿qué derecho tienen a usar siquiera el mote de "gorila" o autonominarse nacionales y populares los representados por esos que viven en lujosas residencias de Puerto Madero y son responsables de aumentar la cantidad de desposeídos en el país para vivir del voto cautivo de sus limosnas? Los que les roban su dignidad a los pobres. Los que no cambiaron casi nada.

Queridos amigos, este problema siempre fue suyo: los engañaron como a chicos con el relato de una historia que sonó seductora pero nunca fue. Horanosaurus.

(*) Si alguno no conoce la acepción del término entrecomillado, evítenme el trabajo y recurra a cualquier libro de análisis de la vida política argentina. O busque en Google, como cualquier mortal. De lo contrario, traducirlo directamente como "derechista".

(**) Al poco tiempo serían moneda corriente las discutibles organizaciones piqueteras, que medran políticamente dirigiendo las necesidades de los excluídos. 

PD: salgo disparado a un archivo de Jorge Fernández Díaz donde guardo sus mejores artículos, porque recuerdo que ahí podrán encontrar una descripción mucho más profesional de estos mismos sentimientos. Aquí la pueden leer, creo que no tiene desperdicio:




La Nación Opinión Sábado 3 de abril de 2010. Es imposible no hablar de política, pero puede ser peligroso para los afectos. Por Jorge Fernández Díaz.


Elegimos un bar de la calle Tacuarí que frecuentábamos en nuestros viejos tiempos. También elegimos un determinado domingo porque esa tarde no nos extrañarían en ningún lado. No teníamos ánimos de vencernos, sino de ver cómo se desarrollaba la partida, pero ninguno de los dos estaba dispuesto a dejarse ganar. Ni siquiera para mantener una amistad de tres décadas. Empezamos por un café y pasamos por alto las preguntas sobre los chicos y el trabajo, como si quisiéramos dejarlos afuera. Noté que el Flaco estaba un poco incómodo porque se rascaba el canto de una mano con el borde de la mesa. Le llevo un año, pero siempre consideré con orgullo que el Flaco era más inteligente que yo. Habíamos, sin embargo, amasado en estos últimos años ciertas broncas sutiles, nos habíamos cruzado verbalmente en dos o tres reuniones, y me había sacudido fiero un par de veces por correo electrónico. Esas cartas digitales, que yo guardaba, eran extremadamente ofensivas y respondían a los argumentos de un artículo mío que hablaba del "fin del falso progresismo"

Recuerdo que, para el Flaco, no era el fin ni era falso, y que yo les estaba haciendo el juego a "los golpistas". El Flaco se había quedado en una difusa socialdemocracia nacional y popular que practicábamos cuando éramos jóvenes, pero había visto con simpatía el escepticismo militante de mis años de periodista. Ese temperamento se quebró de pronto cuando el kirchnerismo se hizo cargo del Gobierno y trabajó sobre la invisible herida psicológica de toda una generación: entonces el Flaco, para no ser menos, se enamoró perdidamente. Las hostilidades, entre dos hermanos de la vida, se habían iniciado por esas fechas. Y precisamente de toda esa prehistoria de enojos contenidos veníamos cuando nos sirvieron un café y una lágrima. 

-Estoy dispuesto a reconocerles varias cosas -le dije, para romper el hielo sin romper la tortilla. -La renovación de la Corte Suprema -dijo con fastidio, como si me esperara. 
-Que ahora demonizan porque no se somete y les vota en contra. 
-Es un hito que estudiarán nuestros nietos en los libros de historia. Pero seguí, seguí. 
-También le reconozco la habilidad para reconstruir el poder político en un país que venía de la ingobernabilidad y el caos- concedí-. Lástima que después se acostumbró a gobernar con dureza, sin respetar reglas y haciendo abuso de la fuerza de la plata. Y empezó a pensar en perpetuarse por los siglos de los siglos, amén. 
-¿Vos pensás en serio que se puede hacer política sin plata? -juntó de pronto los dedos de la mano y me miró fijo-. Hablemos en serio, negro. Se usa la plata para llevar adelante un proyecto, y eso es más viejo que el hambre. Si tenés la caja, te respetan; si no la tenés, te voltea hasta un concejal de un municipio de cuarta. 
-Te aclaro que me gustó que al principio hayan sido cuidadosos con el déficit y con las reservas -quise pararlo. No pude. 
-¿Vos te creés que podés cambiar las cosas y enfrentarte a los intereses creados sin tener la guita y sin aplicar premios y castigos? ¿Y que además este país da para manitos de seda, con la cantidad de hijos de puta que hay? ¡Bastante democráticos resultaron! 
-Son tan democráticos como un setentista puede serlo -tomé un sorbo amargo del café azucarado-. Los setentistas no son democráticos ni republicanos, sino movimientistas y revolucionarios. Nunca creyeron verdaderamente en la democracia ni en los partidos políticos. La democracia burguesa y la partidocracia, les decían con asco, ¿te acordás? Cómo no vas a acordarte, si a vos los setentistas te colonizaron... 
-¡A mí no me colonizó nadie! -protestó. 
-Claro, desde esa perspectiva revolucionaria, la democracia es una concesión y las acusaciones de dureza, una ingenuidad o un argumento creado de mala fe por la derecha. ¿En cuál de las dos intenciones encajo? 
-Te aseguro que si no pensara que vos caés en el casillero "ingenuidad política" no estaría acá sentado -dijo, relajándose un poco. Sacó un cigarrillo. No sabía que había vuelto a fumar-. Este gobierno tiene la virtud de ser democrático en un sentido y revolucionario en otro. 
-Y a ver, explicame, ¿qué revolucionó? 
-Toda la política argentina -dijo como en un relámpago, y prendió el cigarrillo con un Cricket traslúcido-. Tomó el peronismo y lo puso detrás de una causa progresista. Reinventó la burguesía nacional, domó al establishment, que siempre es acomodaticio y egoísta, tuvo el coraje de romper monopolios, desarrolló una política impresionante de derechos humanos y se enfrentó con los organismos de crédito internacional. ¿Te parece poco? Estaba todo colorado y en las mesas vecinas varios clientes se habían dado vuelta para verle la cara. 
-Vamos por partes -propuse, con la boca súbitamente seca. 
-Yo veo la gran película, vos te quedás en la letra chica, con el miserable diario de cada día -siguió, como si no me hubiera oído-. Hay corrupción. ¿Y qué? Hay corrupción en todos los gobiernos. Usan el tema de la corrupción para esmerilar a un gobierno que los jode, y están esperando que caiga de una vez por todas. Que caiga y que parezca un accidente. 
-El asunto del peronismo está pegado con saliva -le dije con crudeza-. Con billetes y nada más. El peronismo no es ni será jamás un partido de centroizquierda. Ponen la cara para la foto y acompañan en los actos porque el Gobierno los tiene agarrados con los fondos. 
-No te equivoques, pibe. Es el pueblo peronista el que acompaña este proceso. 
-Ajá, el pueblo peronista... 
-¡Nunca en toda la historia moderna hubo tanta obra pública! -me escupió-. Y eso benefició a los pobres. 
-Para los pobres, el Gobierno tiene la inflación, que los come vivos. O en todo caso las planes Jefas y Jefes, que son las armas con los que gerencian la miseria. Eso a Perón le hubiera parecido una aberración. Y lo mismo pensarían en cualquier proceso serio de socialismo. 
-Vos estuviste en la villa 21 y sabés lo que significa para la mayoría que labura el resurgir de la obra pública. Sabés que esos albañiles están mejor hoy que nunca. 
-En estos siete años creció la brecha entre ricos y pobres. 
-¡Venimos del fracaso de los noventa y del precipicio de 2001, negro! -gritó-. ¿Qué estamos pidiendo? 
-No te creas que el truco es muy diferente -lo pinché-. Al principio tenían una convertibilidad del 3 a 1, que funcionó para hacer más competitivas las pequeñas industrias. Pero después todo empezó a distorsionarse de vuelta. Seamos honestos: los cuatro primeros años de la década del 90 la cosa también funcionó. El problema es que Menem quería la reelección. Entonces, en lugar de reducir el déficit, se dedicó a pedir prestado a los organismos. Se endeudó, te recuerdo, en 60.000 millones de dólares para vivir por encima de sus posibilidades. A éstos les pasa algo parecido, sólo que se quedaron sin crédito internacional. Entonces les meten mano al campo, a las jubilaciones privadas, a las reservas. Es igual. Igual. Como si no hubiéramos aprendido nada. 
-Entonces volvemos con el ajuste y la economía de guerra, ¿qué te parece? 
Me quedé en silencio. El se acabó la lágrima de un trago. 
-En cuanto a plantarse con los organismos internacionales, da risa -arranqué sin mirarlo-. Le pagaron todo al FMI y festejaron como si fuera un evento guevarista. Y están metidos en una lucha denodada para sacarle miles de millones de dólares al Banco Central y en lugar de aplicarlos a los hambrientos se los entregan a los acreedores de Wall Street. ¡Menos mal que ustedes son de izquierda, flaco! 
-¿Y entonces por qué la derecha no acompaña todo esto, si es tan reaccionario como vos decís? 
-Porque la lógica amigo-enemigo triunfó. Y porque también triunfó la deshonestidad intelectual. 
-¿De qué carajo hablás? 
-Hablo de que si criticás a la oposición estás comprado por el Gobierno, y si criticás al Gobierno, sos de derecha. Cuando investigábamos la corrupción de Menem éramos héroes. Ahora que investigamos la corrupción oficial, somos destituyentes. 
-Es chiquito -movía una y otra vez la cabeza-. Te quedás con lo chiquito. Cómo me duele eso. 
-El Gobierno se pelea sólo con quien no puede aliarse. Esos dos millonarios que se llenan la boca hablando contra los ricos no se manejan como principistas. La única ideología verdadera que tienen es el poder. Los que eran socios hasta hace poco y se dieron vuelta ahora son una lacra nacional. Kirchner era el candidato del establishment en la primera fase de su Gobierno. Y los enemigos abominables de hoy eran sus comensales diarios en Olivos hasta no hace mucho. Y después nos toman por tarados, flaco. Nos dicen que el fútbol es gratis en la Argentina. Es gracioso, ¿no? ¡Gratis! 
-Te volviste un gorila
-Y lo más gracioso es que vos te volviste un peronista -me reí-. Ofenden nuestra inteligencia. 
-Ahora me vas a hablar de las carteras Louis Vuitton. 
-Son canallas de doble discurso y me hablan con el dedo levantado. Me hablan con superioridad moral. Eso me enfurece. 
-Te enfurece y te ciega; seguimos hablando de menudencias -dijo, exhalando una enorme bocanada de humo. Tenía los ojos rojos-. Y te voy a dar una mala noticia: también van a quedar en la historia por haber impulsado los juicios contra los asesinos y los torturadores, algo que en España y en Francia les reconoce cualquiera. 
-Por mí que los asesinos y los torturadores se pudran para siempre en la cárcel. Lo que me molesta es que estos muchachos de la Casa Rosada se disfracen de abnegados defensores de los derechos humanos de la primera hora, cuando en el Proceso estaban haciendo plata y después, mientras gobernaron Santa Cruz, no movieron un dedo por las Madres ni por las Abuelas de Plaza de Mayo, ni por nada que se les parezca. 
-Lo importante no es eso -rechistó-. Lo importante es que cambiaron e hicieron algo trascendental. ¿Qué importa lo que eran antes? 
-Es gracioso que preguntes eso. Este gobierno hace política de prontuario con todo el mundo, menos con sus propios líderes. Además, usar a las Madres y las Abuelas para legalizar acciones de gobierno es repugnante. 
-Qué estómago tan delicado -dijo con sorna-. No estamos en Europa: estamos en la Argentina, pibe. En este país bestial que viene del abismo. Y este es un gobierno exitoso que hizo crecer la economía de manera sostenida y espectacular. Y que, salvo una clase media desagradecida, no tiene políticamente a nadie enfrente. 
-Ah, bueno, eso último te lo concedo. -Vi que encendía otro cigarrillo-. Mirá, yo tengo dos pesadillas. Una es que tus amigos no se vayan nunca más. Y otra es que cuando vengan los otros terminemos extrañando a los que se fueron. 
-A veces deseo que se vayan rápido, ¿sabés? -Ahora tenía un cierto dolor en la mirada. Volvió a rascar el borde la mesa con el canto de su mano-. Así vos y yo podemos volver a hablar de libros y de minas, como antes. ¿Te acordás? 

Estuvimos hablando de libros y de minas un rato, como si permaneciéramos en el limbo. Después salimos a la calle. Sentí que la última brisa del domingo me barría la cara. Nos despedimos como si fuéramos a vernos otra vez. Lo conozco bien. Hoy no estamos seguros. No estamos seguros de nada.




Bonus Track 2015: el sentir del gran ensayista Daniel Muchnik.  

Los amigos que he perdido
Martes 8 de diciembre, 2015. InfoBAE. Por Daniel Muchnik.

Vengo perdiendo desde hace 12 años amigos con los cuales compartí las luchas universitarias o la vida social o la hermandad de pensamiento o las vacaciones con nuestros hijos o sin ellos; amigos con los que saboreábamos una buena película o una buena obra de teatro, cenábamos, celebrábamos acontecimientos familiares e intercambiábamos ideas, compartíamos libros…

He dejado de ver a parientes cercanos o lejanos. No soportaban mis críticas a un sistema represivo, intolerante y autoritario. No querían escuchar las mentiras, los ocultamientos, el derroche y la eterna corrupción.

Uno de mis antiguos amigos llegó a decirme que no permitiría que yo entrara en su casa. Otro inventó una historia terrible y mentirosa tipo servicio de inteligencia sobre mi pasado, con tal de denigrarme. Todo porque pensaba distinto a mí con respecto al gobierno kirchnerista-cristinista.

Se aferraron al “modelo” y a un gobierno impresentable desde la obsesión, e incluso justificando lo que pensaban en los años 70: tomar el poder, fusilar y transformar al país. Aquellos que en los 70 y los 80 se burlaban de la democracia ahora adoraron a Néstor y Cristina.

Ya no hay posibilidad de reconciliación con aquellos que quise. Las circunstancias nos han llevado a vivir en distintos planetas y no reconocernos y borrar toda la memoria donde la felicidad nos unía. No los necesito, no los quiero. Ni siquiera lo veo como una falta de respeto a los recuerdos de mi parte o a los que compartimos hace tiempo. Con ellos tuve la experiencia que hubiera tenido un ruso de pensamiento libre con un stalinista en la URSS. O un chino respecto de los maoístas enloquecidos en años de luchas por el poder. O un liberal frente a un fascista italiano.

La responsabilidad de la grieta es de los Kirchner. Sólo de ellos, que fingieron y mistificaron lo imposible. Espero que esos tiempos jamás se repitan porque son el paradigma de la alienación, el mal gusto, la violencia, la falta de respeto por las instituciones dignas.

Bonus Track 2020: el periodista Novaresio, también se cansó de esta cantinela de los tontos.



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