martes, 8 de octubre de 2013

Corrupción o justicia social




No todos tienen la suerte de caer en este mundo en medio de una familia que los abrigue,  proteja y brinde educación. ¿Qué opciones tienen quienes están fuera del sistema? ¿Qué se les puede exigir? Más bien, tienen que ser ayudados. Los privilegiados que caímos dentro podríamos definirnos como "ciudadanos": podemos gozar de algunos derechos y reclamar por los restantes a quienes son más privilegiados aún y detentan el poder.

Normalmente aspiramos a una vida esperanzada y pensamos transitarla superando nuestras metas, trabajando y progresando en algo que no joda al prójimo. Las mentes más lúcidas se volcarán a la solidaridad. Y para una buena franja vendrá la ambición desmedida y justificaciones para todo (se sabe, la mente humana es insondable).

Para los egoístas, el poder en la sociedad -en sentido amplio- suele ser objeto de deseo. Hasta un simple portero puede detentarlo y se abusa de los demás. Un colectivero, un traficante, un diputado, un juez federal. Es habitual escuchar de la gente que nos rodea que si estuvieran "arriba" aprovecharían la situación. Y aunque dejen la frase con puntos suspensivos, se entiende que sería para hacerse del dinero de todos para asegurarse su futuro.  No terminan la oración pero el mensaje es claro. Ni la menor dignidad.

Personalmente, me rebelo cuando veo respuestas livianas al tema de la corrupción. No se porque extraño motivo divido la cosa en blanco y negro: o la aceptás y sos cómplice o la rechazás y la combatís todo cuanto puedas. Suelo subestimarme en muchas cosas pero me siento enorme frente a un corrupto: le gano moral y éticamente. Hay diferencias entre los humanos y esta es una notoria. Es una de las pocas certezas que tengo en la vida.

Corrupción: una forma de traición

El corrupto es un traidor, es un vecino que engaña. Miente en su provecho y más allá de lo que roba, se burla de la gente más desfavorecida e, indirectamente, aumenta su sufrimiento. Impide el funcionamiento de las instituciones, en un sentido amplio. Cuando alguien coimea o encarece una licitación o inventa un gasto inútil no solo roba dinero de todos: evita se imponga lo racional, lo perdurable, lo justo.

Mientras le daba vuelta a este tema apareció un artículo de opinión de Beatriz Sarlo en La Nación (1), donde dispara que "el problema desborda la corrupción moral, en si misma suficientemente inaceptable, para dar forma a un Estado manejado de modo clandestino por un gobierno y sus cómplices en la sociedad. Del límite moral, no robarás, se pasa así al espacio político: no harás del Estado un instrumento monstruoso y dañino. La corrupción no sólo mancha a los individuos, sino que también carcome las bases mismas de las instituciones".

Algunos de estos egoístas -de puro ignorantes- ni se darán cuenta de su daño. Otros, se autojustificarán. Creo que el hombre es capaz de justificar el asesinato de sus seres más íntimos. Aunque todos merecen una condena social, debería ser peor para quienes se aprovechan de la función pública o del gremialismo, porque su traición cuenta doble, porque existen para el bien común. Claro que a la interminable lista deberían agregarse empresarios, punteros, comerciantes, leguleyos y tantos otros cómplices de estas miserias. 

Pero, ¿llega alguna vez la condena social profunda? Una conclusión muy posible y triste es la que sostienen Eduardo Fidanza, Cavarozzi y otros en los artículos relacionados cuyos link expongo abajo: a los argentinos solo parece  preocuparles la corrupción cuando la situación económica se pone mala y los sofoca. Ahí parecen darse cuenta de golpe que los funcionarios coimeros y sus cómplices los afectan directamente. Un hecho reciente que pareció validar la idea fue la tragedia del tren en la estación Once (ver "Tragedia de Once: la corrupción mata") que puso blanco sobre negro las cosas.

Pequeña hipótesis incomprobable

Arribando a mis sesenta y definiéndome de un trazo como un "peronista arrepentido", he llegado a pensar que son más importantes -para la evolución social- la moral y la ética de la gente y el republicanismo y la democracia antes que las ideologías en si mismas, por más rimbombantes y seductoras que parezcan. No se trata de una aproximación a Fukuyama: está claro para cualquiera que en nuestras democracias modernas -donde el poder real nos permite mover dentro de límites estrechos-  ya solo sirven para manipular voluntades y engañar incautos.

Aunque la idea suene conservadora o poco "progresista", no creo que lo sea en absoluto: mi prueba son los últimos 40 años de vida argentina. Si la repasan verán desfilar a cientos de personajes públicos de distintos pelajes políticos que accedieron al poder y pensaron que venderse 'un poquito' no jodía a nadie (2). Sin ir más lejos, Néstor Kirchner prometía instaurar una "nueva política" mientras le preguntaba a sus auxiliares 'cuanto costaba' alinear a los díscolos (3). Y la tristísima "militancia rentada", aunque no fue inventada por el kirchnerismo, alcanzó su máximo esplendor en esta época.

Una mayoría bienpensante podría coincidir en la justicia social como meta primordial para los pueblos. ¿Cuántos podrían estar en desacuerdo? Hasta los conservadores más rancios saben de su necesidad y lógica. Juan Domingo Perón, innovador innegable de ese principio en la Argentina, lo incorporaba como una de las tres banderas inmutables de su Justicialismo. 

"El General" tiró muchas ideas trascendentes y también erró en otras, como aquella de "las revoluciones se hacen con tiempo o con sangre". Millones de fieles católico-cristianos plagados de buenas intenciones nunca lograron cambiar el estado de las cosas durante siglos de prender velas, rezar y romperse el lomo ayudando a los demás. Su piedad parece ser pasto para alimentar a las fieras capitalistas que van por todo sin prejuicios. Un camino más corto habría resultado de un ejército de gente autoconvencida a la manera del "hombre nuevo" del Che Guevara; su idea combativa no sumó multitudes, los propios campesinos bolivianos no lo entendieron y lo delataron al ejército de la dictadura. De haber triunfado, hubiera instaurado una oligarquía iluminada en el poder. Ejemplos tan disímiles como el catolicismo, la revolución cubana y otros casos de nobles ideales contienen una coincidencia: la conducción se la reservaron grupos tan poco democráticos como elitistas, entre luchas palaciegas. El tiempo sigue pasando y no cambia nada

Pasados los sueños idealistas de los 70 sin llegar a ninguna revolución justiciera, tanta sangre derramada en vano, hoy todo tan licuado y devaluado, el trabajo ya no dignifica y triunfan los peores del "cambalache" de Discépolo. Cuando la mayoría lucha por la supervivencia, otra parte por aumentar sus privilegios y unos cuantos por mantener la mente lúcida en medio de tanto lavado de cerebro, nos queda pelear por defender la democracia e ir puliendo sus imperfectas instituciones en pos de esa justicia social negada. Nada más, pero nada menos. 

En esa lucha, el gran enemigo ya no es el "imperialismo apátrida" o la "sinarquía internacional", como denunciaban algunos de modo grandilocuente. Aunque no suene tan épico, el gran enemigo es la corrupción. La pequeña que traiciona al vecino para sacar ventajas y la grande, la que sirve como en un circulo vicioso para financiar la vida traidora de los políticos y de la política mal entendida. Corrupción o justicia social. Horanosaurus.


 
 
(1) "Sólo gasta quien puede". Por Beatriz Sarlo. La Nación 24/09/13.
(2) "Hace dos décadas, muchos pensábamos que las cuestiones de moral pública eran un suburbio que había que atender con los jueces y la policía, pero que no definían la gran política". Lo dijo una pensadora como Beatriz Sarlo en el referido "Sólo gasta quien puede". Este 'don nadie' que suscribe, se jacta de haberlo pensado sin tanto bagaje intelectual a cuestas.
(3) En "El flaco" (2011) de José Pablo Feinmann. Conversaciones de este autor con Néstor Kirchner. 



La corrupción, un flagelo vigente

Clarín 22 de octubre de 2005 – Editorial. A pesar de que se han dado pasos positivos, la corrupción sigue afectando severamente a nuestra sociedad. En distintas escalas, a través de diferentes modalidades, los abusos de poder y las irregularidades siguen siendo percibidas como muy generalizadas (...) La organización no gubernamental Transparencia Internacional ha hecho público su último relevamiento, por el cual la Argentina se mantiene en el grupo de naciones con más alto nivel de corrupción. Junto a Argelia, Madagascar, Malawi y Mozambique, nuestro país ocupa el lugar 97 entre 159 naciones, muy por debajo de los restantes países de América latina y a enorme distancia de los Estados menos afectados por este flagelo: Islandia, Finlandia y Nueva Zelanda.

La Nación Política Sábado 12 de mayo de 2007. Los intelectuales y el país de hoy.  Lo dice el politicólogo Marcelo Cavarozzi. Por Laura Di Marco.

Investigaciones mal hechas, chicanas de abogados y pericias sin rumbo: por primera vez, un análisis de varios juicios al que accedió Clarín muestra por qué las coimas y los fraudes siguen impunes. Por Claudio Savoia. Clarín Zona. Domingo 29/11/09.

Según un informe publicado por la ONG Poder Ciudadano, entre 1980 y 2007 la Argentina perdió, debido a la corrupción de sus funcionarios, una suma equivalente a "la construcción anual de 12 establecimientos de educación media, 104 jardines de infantes o la compra de 400 toneladas de leche para recién nacidos de bajo peso”. Urgente 24-09/12/2009.

Es baja la preocupación de la sociedad por los casos de corrupción. Lo afirma un estudio elaborado por cinco de los máximos especialistas en el tema. Clarín Zona 17/07/11. Es un trabajo titulado “Acciones colectivas para reducir la corrupción en Argentina”, donde los consultores y profesores Sergio Berenzstein, Martín Böhmer, Guillermo Jorge, Alberto Föhrig y Ezequiel Nino analizaron el financiamiento de la actividad política y las compras públicas en el mercado de medicamentos y equipamiento médico, dos ámbitos donde interactúan la corrupción pública y la privada. 

Entrevista con Leandro Despouy. El titular de la Auditoría General de La Nación cuestiona la negligencia del Gobierno en materia de control de su propia administración y desconfía de las intenciones oficiales en materia de rendición de cuentas y transparencia: "Este es un gobierno con vocación por la oscuridad", dice. LA NACION Enfoques. Domingo 14 de agosto de 2011. Por Ricardo Carpena.

La Nación 12/11/11- Ciencia & Salud. La deshonestidad como inclinación. Psicólogos y economistas revelan los factores que la estimulan o que la desalientan.

Entrevistas con Daniel Rafecas. Este magistrado con fama de honesto, que fue designado en la justicia federal en 2004, habla de su nuevo libro sobre el Holocausto, asegura que si los jueces no avanzan más sobre los funcionarios corruptos es por culpa de las trabas procesales y advierte que no se siente presionado "por ninguna corporación". Por Ricardo Carpena  | LA NACION Enfoques Domingo 19 de febrero de 2012

Incentivos para denunciantes, Justicia y controles independientes, recuperación de activos: nuevas estrategias parecen necesarias en la Argentina, donde investigar el fraude en el Estado resulta casi imposible. Por Laura Di Marco. LA NACION Enfoques 09/09/12. Hay algunas cifras que lo dicen casi todo: entre 1983 y 2007 (último dato disponible) en el país se abrieron 750 causas por presuntos hechos de corrupción en la administración pública. Pero de ese total, sólo siete terminaron en sentencias, con apenas 10 condenados. Y hay más: las estimaciones de pérdidas para el Estado entre esos mismos años por causa de la corrupción ascienden a unos 13.000 millones de dólares, fondos que podrían haber sido utilizados en mejorar el sistema de salud, la educación o el transporte público. La corrupción, podría concluirse entonces, prácticamente no se castiga en el país, y representa un costo enorme para la sociedad. 

Ex fiscal jefe de la Corte Penal Internacional, afirma que hoy los líderes políticos "ya no pueden cometer genocidios para conservar el poder", pero faltan herramientas para condenar a los corruptos. Por Astrid Pikielny.  LA NACION Enfoques 18/11/12.

La Nación 02/12/12. Por Orlando J. Ferreres. La corrupción de los funcionarios públicos dentro de nuestro Estado viene desde muy lejos. El funcionario, comúnmente, declara un fin superior, pero después en la realidad casi todos hacen otra cosa (…) Es difícil cambiar esta tendencia a la corrupción pues está muy arraigada en nuestro "ser nacional" y esta tendencia se inicia aún antes de que fuéramos Nación, en la época de la Colonia. En aquellos tiempos ya se vendían los puestos públicos porque, de alguna manera, estando en el cargo se podía lucrar con ellos. Hoy es más sutil el procedimiento, pero el resultado buscado es el mismo.

Por Silvia Vázquez ex diputada nacional. Clarín Sábado 01/06/13. Existen muchas presiones sobre todo el sistema institucional y están más expuestas que nunca las miserias del poder en todas sus expresiones.

Tolerancia ética. Si creemos que la deshonestidad es necesaria para llegar al poder y mantenerlo, ¿cómo podríamos darnos un líder honesto, que a la vez sea capaz y no un contraejemplo cultural? Por Laura Di Marco. LA NACION Opinión Jueves 29/08/13.

Por Eduardo Fidanza  | Para LA NACION. Sábado 07/09/13. Al estudiar la percepción del fenómeno a través de los sondeos, se llega a conclusiones reveladoras. La primera es que, comparada con otras preocupaciones públicas, la corrupción se mantiene relativamente estable en los últimos años sin alcanzar la importancia de otras cuestiones.


La Nación Economía. Opinión. 23/09/17. Por Alicia Caballero (decana de la Facultad de Ciencias Económicas de la UCA)

Llamó mucho la atención días pasados una nota en la que se afirmaba que la gente está mucho más preocupada por la economía, particularmente por la pobreza, que por la corrupción. Y muchos políticos en campaña y economistas profesionales afirman que es necesario combatir la pobreza, atraer inversiones y reducir la inflación, y no mencionan nada acerca de dar pasos firmes en pos de un sistema más transparente y menos corrupto. Y si bien es cierto y humano que quien tiene hambre sólo puede estar obsesionado en cómo saciarla, una gran cantidad de gente, particularmente quienes ocupan minutos de programas de televisión, no luce famélica.

Pareciera que la corrupción fuera un tema institucional o penal y la pobreza, un tema económico. Y que no hubiese vasos comunicantes entre ellos. Es verdad que en tiempos de Internet, la información está a un clic de distancia. Pero sólo el método científico nos permite, a partir del análisis de los datos obtenidos, llegar a conclusiones válidas y correctas. La escala de valores es algo personal, pero la estrecha relación existente entre los flagelos de la pobreza y la corrupción fue tan fuertemente probada que nadie que exprese que está preocupado por los pobres o solidarizado con los indigentes puede ser indiferente, indulgente y mucho menos cómplice de actos de corrupción. Los datos puros y duros son contundentes: la corrupción no sólo mata, sino que también pauperiza, enferma e impide el desarrollo económico y humano.

Así como la institucionalidad no es algo etéreo e intangible, sino que afecta directamente el flujo de inversiones, la corrupción no sólo es moralmente inaceptable, sino que también explica las diferentes manifestaciones de la pobreza y las desigualdades en la distribución del ingreso y limita el desarrollo económico.

El índice de desarrollo humano (IDH) es un indicador implementado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) del estado de situación en tres dimensiones fundamentales: la salud, la educación e ingresos que permitan un nivel de vida digno. Es una medida interesante porque incluye no sólo la dimensión de ingresos, sino también dos variables que hacen a la posibilidad de erradicar paulatina pero estructuralmente la pobreza, como lo son la salud y la educación. La pobreza estructural no se explica sólo por ingresos percibidos, sino también por carencias alimentarias, sanitarias y educativas que condenan al individuo a la marginalidad.

El índice de percepción de corrupción (CPI) es un indicador elaborado a partir de 1996 por Transparency International para medir los niveles percibidos de corrupción, definida como el abuso del poder público en beneficio privado. Un reciente trabajo de Sajal Sharma, un ingeniero experto en tecnologías de la información, demuestra en forma contundente que los países que tienen una "buena nota" por tener bajos niveles de corrupción son aquellos en los que su población disfruta de un elevado índice de desarrollo. A menor corrupción, menor pobreza.

Así, los países que encabezan los rankings en materia de desarrollo humano, como Noruega, Suiza, Holanda o Canadá, son también los que son percibidos como más transparentes y menos corruptos. A mayor corrupción, mayor pobreza y menor desarrollo humano.

Recientes investigaciones revelaron que un incremento en la corrupción de un punto en una escala de 10 (altamente honesto) a 0 (altamente corrupto) baja la productividad en un 4% del PBI y hace disminuir los flujos netos anuales de capital en un 0,5% del PBI. Una mejoría respecto de la corrupción en 6 puntos del índice de percepción de la corrupción incrementa el PBI en más de un 20% y aumenta los flujos netos de capital a alrededor del 3% del PBI.
En múltiples análisis del Banco Mundial queda demostrado que en países con niveles altos de corrupción, la inversión promedio (medida en relación con el PBI) es casi 9 puntos inferior a la de los países más transparentes. Esta brecha se traduce en bajo crecimiento y elevadas tasas de desempleo.

Distribución inequitativa. En cuanto a la distribución del ingreso, los datos muestran en forma contundente que un elevado índice de corrupción se relaciona con un índice de Gini cercano a 1, o sea, con una distribución del ingreso muy inequitativa. En general, los sistemas corruptos no promueven la educación, que es el verdadero motor para salir de la pobreza. Los abultados montos para obras de infraestructura orientados a mejorar las condiciones de vida de los numerosos pobres (y tender a una mejor distribución del ingreso) son un botín que se distribuye entre pocos.

La corrupción tiene múltiples facetas: el desvío de fondos públicos a cuentas privadas, la práctica del soborno para el logro de resultados, los sobreprecios, la falta de racionalidad en la inversión pública, etc.

El narcotráfico también pauperiza, porque su desembarco en las villas determinó que millones de adolescentes, destruidos por el paco, ya no pudieran educarse ni trabajar y cayeran en el delito y la miseria.

Un tema no menor es el nombramiento en cargos públicos de gente no idónea, que en lugar de ser seleccionada sobre la base del mérito moral y profesional lo es por su pertenencia a un grupo selecto de parientes, amigos y amantes. El nepotismo es un rasgo característico de muchas provincias, donde algunas dinastías familiares se perpetúan en el poder. Esto genera naturalmente una "confusión" entre el patrimonio familiar y los recursos públicos.

Así como la pobreza es multidimensional, la reducción de ésta también lo es. Lo que ocurre con las variables económicas es crucial. Pero la progresiva eliminación de la corrupción y la instalación de sistemas que permitan detectarla, así como la formación en valores de los funcionarios, son claves para que los recursos lleguen a donde corresponde. Por último, y no menos importante, el rol de la Justicia es crucial. La impunidad consolida la corrupción. Que las causas por corrupción prescriban y que a los ladrones les vaya tan bien durante tanto tiempo es un pésimo mensaje. Así como no podemos permitir que los ciudadanos que obran correctamente, pagando sus impuestos y cumpliendo con sus obligaciones, se sientan imbéciles cuando reciben avisos de deudas generadas retroactivamente que nadie puede explicar.


Cuando se combate la corrupción y se condena a los corruptos, tanto a los que pecan por la paga como a los que pagan por pecar, se está librando una lucha fundamental contra la pobreza estructural.

Ilustraciones de arriba hacia abajo: Cardó ("Mapa económico de las Américas"), Berni ("Manifestación") y dibujo de autor que desconozco ("Poder").

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