viernes, 20 de julio de 2012

El clásico de barrio más grande del mundo



San Lorenzo: ¡un baño de realismo!

Pensar que muchos hinchas de San Lorenzo no querían a Huracán de clásico futbolero, de tanto que le habían ganado. Presa fácil, pensaban. Se sintieron el Barcelona de Sudamérica sin ganar nada y quisieron tener su derby con Boca Jrs. porque también les iba más o menos bien con los "bosteros". Pero éstos -con tantas copas locales e internacionales de diferencia- los despreciaron. Al fin y al cabo, lo suyo fue siempre con River Plate. Ni siquiera los aceptó Vélez Sársfield, un club más chico en todo pero que visitó Japón por la copa intercontinental. Igual que los de Argentinos Juniors los cargan con la bandera nipona. ¿Porqué no cargan a otras hinchadas con la bandera de Japón y a San Lorenzo, sí? ¿Casualidad o todos pensamos lo mismo de ellos? 

Los "cuervos" tuvieron que aceptar la realidad: es que cuando caés bien abajo recordás tus orígenes.  Te lo dice cualquier buen tango. Está de moda en estos años hacerse pasar por víctima de dictaduras, aunque hayas estado debajo de una cama, haciendo negocios o boludeando en otra mientras la calle estaba brava. Buscarle la vuelta épica a la cosa,  digamos. Después de tantas mudanzas ahora se acordaron de volver a Boedo e inevitablemente también del Globo de Parque Patricios, que siempre estuvo ahí. Jamás viene mal   un baño de realismo. Este excelente artículo del periodista Waldemar Iglesias en Clarín, aunque pueda exagerar en algunos adjetivos, quizás les enseñe un poco de historia a los que no saben mucho. Horanosaurus.

PD: lo continúo diciendo, conozco varios "cuervos" que -muy lejos de ser soberbios- son  gente sensible y ubícua. Doy fe. Esta introducción está escrita para la mayoría cuerva soberbia porque creo que mis verdades les caben. Sinceramente, detestaría ofender a los otros y si alguno se topa con mi pensamiento, espero que me entiendan y les pido perdón. ¡Tampoco soy Sartre! 

El clásico de barrio más grande del mundo

San Lorenzo y Huracán es el más porteño de todos los partidos posibles. Nació en 1915 y se transformó en tradición del fútbol argentino. Ahora, desde categorías diferentes, volverán a enfrentarse. Clarín Martes 17 de julio de 2012. Por Waldemar Iglesias.

Es el mediodía de un jueves en Buenos Aires. En la esquina de Caseros y Trole, en la difusa frontera en la que Parque Patricios se hace Nueva Pompeya, hay un bar que también es restorán. Se llama San José, pero la mayoría de los clientes y/o visitantes ocasionales lo conocen con un nombre más afectuoso: Lo de Luisito. Allí se respetan los viejos ritos del aperitivo bien servido, de la soda en sifón, de la charla con el mozo, de la polémica con el de la mesa de al lado. Al entrar, se respira barrio. Al salir, la tradición porteña queda impregnada en la piel. También allí habita el fútbol más allá del campo de juego. En la mesa más cercana a la puerta, acontece una sucesión de lamentos: hablan del Huracán de estos días, que evitó el descenso a la tercera categoría en la penúltima fecha. En diagonal, contra la ventana, otras tres personas almuerzan masticando el recuerdo de la angustia que ya se fue, al menos por un rato: dicen que nunca los hizo padecer tanto el San Lorenzo de sus corazones; ni siquiera en aquel 1981 que prefieren olvidar. Los unos y los otros se miran, se escuchan de lejos, se saludan al partir. La impresión nace y permanece: es zona de clásico; y acá el clásico se juega todos los días. A pocas cuadras de esa esquina las paredes hablan. "San Lorenzo, si no existieras te inventaría", dice una pintada con dos aerosoles: uno rojo y otro azul. Pasando Chiclana, otra pared cuenta una resistencia: "Huracán, qué mal me hacés y sin embargo te quiero". También hay, lamentablemente, otros mensajes menos originales y muy hostiles, propios de estos tiempos violentos y empecinados en robar la mágica esencia de una rivalidad casi centenaria.

Desde sus días fundacionales, aquella primera década del Siglo XX, el clásico entre San Lorenzo y Huracán era una fiesta de personajes irrepetibles, de cracks repartidos, con el tango como inevitable música de fondo. Era también el más porteño de todos los partidos posibles, una suerte de campeonato aparte entre esas dos barriadas que se dividían el sur de un Buenos Aires que se asomaba al crecimiento. Desde el primer encuentro, en 1915, se trató de una cita armónica en tiempos en los que la cuestión de pertenencia geográfica delimitaba también pasiones. El Santo y El Globo. Los de Boedo y los de Parque de los Patricios. Nacieron vecinos, allá en 1908. Barrios bravos, de laburantes, de empedrados nacientes, de construcciones módicas, de almacenes que todavía fiaban, de bares que cobijaban desencantos. Se criaron y crecieron como tales, bien cerca, con historias entrecruzadas, con el encanto de la rivalidad sin enemigos. La Avenida La Plata fue territorio de estadios emblemáticos de ambos. La distancia no excedía el puñado de cuadras, las fronteras se recorrían caminando sin miedos y sin desprecios. Se miraron siempre de reojo, pero sin rencores ni amenazas. Como primos, casi como hermanos en disputa sana. La maldita violencia llegó mucho más tarde, ya en los noventa, con el folclore en terapia intensiva y con el crecimiento del fenómeno de los barrabravas como escenario dominante.

Lo escribió Fabián Casas -poeta, narrador, periodista y azulgrana visceral- en un entrañable intercambio de cartas con Viggo Mortensen, a través del sitio oficial de San Lorenzo: "Te confieso algo: cuando vi cómo Huracán se estaba yendo a la B por culpa de la suculenta goleada que le estaba aplicando Independiente, cuando vi las escenas en las que el Turco Mohamed se agarraba la cabeza en el banco, se me llenaron los ojos de lágrimas. Yo tengo un gran respeto por el adversario. Yo quería que el Huracán de Cappa saliera campeón y nunca, bajo ningún punto de vista, que el Globo descienda a la B ¿Para qué? Me parece que en nuestro país no hay un culto positivo del Adversario, cosa que hasta la Iglesia Católica tiene con el diablo. Sin el Adversario no somos nada. La misma adversidad es la que nos potencia". Viggo -la misma estrella de Hollywood, el Aragorn del Señor de los Anillos, que adoptó para siempre las calles de Boedo como su lugar en el mundo- también ofreció gentilezas en la respuesta: "Creo que el equipo de Huracán que dirigió Cappa en 2009 fue el argentino que más se pareció al Barcelona de Guardiola en los últimos años. Jugaba un fútbol hermoso y debió ser el campeón del Torneo Clausura ese año. Vélez fue favorecido en el encuentro decisivo contra Huracán por un arbitraje infame. Los jugadores de Vélez no tienen la culpa de eso, por supuesto, pero el mejor equipo no ganó el partido y el torneo ese día. Así son las cosas a veces en la vida. No siempre gana la excelencia creativa. Como escribió Heidegger, 'Queda como tarea ver el enigma'. Puede sonar extraño que, siendo Cuervos, hablemos tanto y en términos tan positivos de Huracán.Como decís, hay que respetar al adversario. Cuando juega bien, merece que se reconozca".

No es ni tan casual ni tan infrecuente esa suerte de afinidad. Se percibe en cada emprendimiento solidario compartido entre la Subcomisión del Hincha de San Lorenzo y la Fundación Corazón Quemero. Néstor Vicente -ex candidato a presidente de la Nación y ex titular de Huracán- es el más prolífico de los autores sobre temáticas vinculadas al club de Parque de los Patricios. Cuando estaba por escribir su libro "Del Globo y de La Quema" pensó: "¿Cómo no voy a incluir un capítulo que se refiera a San Lorenzo en un libro de Huracán?" Y lo incluyó, claro. Lo hizo bajo un título que ofrecía también sensaciones: "Cómo olvidarte en esta queja...". O como se preguntó el poeta Horario Ferrer -creador de la Academia Nacional del Tango e hincha de Huracán- en la Feria del Libro de 2010: "¿Por qué no vamos a querer a San Lorenzo?". En su sonrisa breve estaba implícito el inquebrantable reconocimiento al rival de siempre.

Los números de la historia cuentan que San Lorenzo es el amplio dueño del clásico. El partido inicial se disputó el 24 de octubre de 1915, en la cancha de Ferro, lo ganó el equipo de Boedo 3-1 y marcó el recorrido desde entonces. Contando desde esa cita, por encuentros de Primera División jugaron 162 veces y la ventaja es azulgrana: 78 victorias contra 41. Además, también se enfrentaron en 10 ocasiones por Copas oficiales de la AFA: cuatro triunfos contra tres es la diferencia en favor de los Santos. La única mínima ventaja para los de Patricios sucedió en amistosos (siete éxitos contra cinco en 18 partidos). Más allá de ese rasgo dominante, este duelo que en breve cumplirá 97 años tiene varias particularidades y rarezas: en los años 20 (la década en la que Huracán fue el más campeón junto a Boca, también su clásico rival de entonces), los de Parque Patricios no pudieron ganarles a los de Boedo ni con el notable equipo de 1928; sin embargo, en el peor momento de Huracán (los últimos 35 años) la diferencia es de sólo dos duelos en favor del CuervoEntre 1957 y 1961 San Lorenzo estableció el récord de nueve victorias sucesivasen 1976, el Globo le devolvió un golpe histórico: le ganó los cinco clásicos de la temporada, un caso único en el fútbol argentino. San Lorenzo tiene más títulos (13 a 5 en la máxima categoría del fútbol argentino); pero llegó a Primera un año después (en 1915) y perdió la categoría cinco años antes (en 1981). Los de Boedo, además, se jactan de otra verdad: según datos oficiales de la AFA, están terceros en la tabla histórica de venta de entradas en el profesionalismo; y Huracán, sexto.

Martín Tenca es abogado, riguroso conocedor de la historia de San Lorenzo y uno de los socios del club que ya aportó para el fideicomiso por la Vuelta a Boedo. También fue uno de los 100 mil cuervos que estuvo en Plaza de Mayo para reclamar lo que les pertenece: la restitución de su estadio, el Gasómetro robado en los días duros de la última dictadura. Cuenta sobre este clásico que sigue de cerca: "Es como jugar contra tu primo. Le querés ganar de todas las maneras. Y después lo querés cargar toda la semana o hasta el próximo clásico. Pero nunca lo dejás de estimar como lo que es: ese primo al que le ganás tan seguido. Y aunque se trate de la mayor diferencia entre rivales tradicionales, el clásico seguirá siendo siempre el mismo". Su abuelo Juan Santiago, recuerda, tenía el carnet de los dos clubes. Era azulgrana desde el nacimiento, pero le agradaba que los Quemeros ganaran. Excepto en la cita barrial, claro.

Roberto Guidotti, co-autor del libro oficial del centenario de Huracán, brinda su mirada: "Es el más porteño de todos los partidos que el fútbol argentino pueda ofrecer. Porque más allá de que hay tantos Huracanes y San Lorenzos en el país, la referencia barrial es ineludible. Y también el respeto, siempre presente más allá de la despreciable violencia de barras".

El periodista Eduardo Bejuk, quien conoce esta historia por haberla vivido desde la profesión pero sobre todo desde adentro, lo retrató alguna vez con el trazo impecable de sus palabras, en 2007, el año del último regreso de Huracán a la A: "Se viene el clásico de barrio más grande del mundo. Los violentos casi lo matan. Desde el folclore, vamos a  resistir. No vamos a dejar de chicanearnos, porque el clásico es eso. Y no vamos a rendirnos, Cuervos y Quemeros, los de verdad, los del café, el billar, el boliche. No: a este clásico no lo encontrás en paquetes turísticos. Es de una multitudinaria intimidad, bastión anti-globalización, porteño, reo, misterioso como un tango homerístico, compadrito como un cuento borgeano, mío, tuyo, nuestro, eterno..."

Compartieron superhéroes desde los primeros días. Luis Monti tiene un historial enorme en el fútbol: entre otras cosas, fue subcampeón del mundo con Argentina (en 1930) y campeón con Italia (en 1934). Antes de eso, junto a su hermano Enrique, participó del primer título de Huracán, en 1921. Al año siguiente, "Doble Ancho" -como le decían por ese tamaño que justificaba su condición de patrón del mediocampo- se fue a San Lorenzo y resultó tricampeón (1923, 1924 y 1927) y símbolo de ese tiempo. Era un caudillo, un líder corajudo, un centrojás de los que imponían respeto. Se formó en Parque de los Patricios y Boedo lo trasladó al mundo: tras el Mundial de Uruguay fue transferido a la Juventus, donde también se consagró. El de Alfredo Carricaberry es otro caso emblemático. Jugaba de wing, como los de ese tiempo menos tacticista: pegado a la raya, encarador, proclive a la gambeta. Un crack inobjetable de aquellos días. Como Monti, dio las tres vueltas olímpicas para el club que había fundado Lorenzo Massa en 1908. Luego, ya en el profesionalismo, aceptó un ofrecimiento de Huracán. Y a principios de los años 30 lució sin inhibiciones el Globo de Jorge Newbery en el pecho. Nadie lo observó como una traición o una herejía. Era un testimonio de ese clásico y de ese tiempo, que el periodista Mariano Reverdito reseña en su libro "Del potrero a las canchas de Football".

Las historias cruzadas continuaronmientras Héctor Veira era mago y emblema de San Lorenzo, compartía un departamento frente al Zoológico con el más representativo de los hinchas de Huracán, el inolvidable Ringo Bonavena. No sólo eso: iba a jugar al billar a la sede de la Avenida Caseros. Y hasta por una temporada se puso la camiseta blanca junto a su amigo Narciso Doval, El Loco, otro ídolo bajo el cielo del Gasómetro. El Toscano Rendo -figura con las dos camisetas- puede ir al Ducó o al Nuevo Gasómetro y en ambos lugares recibe esos abrazos que cuentan la misma gratitud. Leandro Romagnoli se crió en un ambiente decididamente quemero, en Pompeya, pero se hizo hincha e ídolo de San Lorenzo. Hay otro caso encantador fuera del campo de juego: Homero Manzi -simpatizante de Huracán- le pone su nombre a una de las esquinas más significativas para los Gauchos, San Juan y Boedo. Y también, en 1948, le puso poesía de tango a esa geografía de Cuervos y de Quemeros, en "Sur": "San Juan y Boedo antiguo, y todo el cielo, / Pompeya y más allá la inundación. / Tu melena de novia en el recuerdo / y tu nombre flotando en el adiós... /  La esquina del herrero, barro y pampa, / tu casa, tu vereda y el zanjón, / y un perfume de yuyos y de alfalfa / que me llena de nuevo el corazón. / Sur, paredón y después.../ Sur, una luz de almacén...."

Ahora, por primera vez en la historia, el clásico se disputará a pesar de que están en diferentes categorías. Ni cuando San Lorenzo jugó su única temporada en la B (en 1982) ni en ninguna de las diez temporadas de Huracán en la B Nacional (en cuatro ciclos distintos), se vieron las caras. Esta vez, en el ida y vuelta que propone la Copa de los Clásicos, el viejo duelo demostrará que también es resistente a las averías de cualquiera de sus participantes. Porque vive, porque late, porque se percibe en cada rincón de esa geografía que le pertenece, la de los barrios de ese sur porteño que los vio nacer.





Venganza de los dioses: la esquina clásica de Boedo lleva el nombre de un quemero.


2 comentarios:

  1. Nada más lindo que el folklore de este clásico sin los estúpidos violentos. No me jodan con Velez......que hablen con Ferro o Chicago.

    ResponderEliminar
  2. a ver quemero primero trata de salvarte de no irte a la primera B
    segundo: cuando vuelvas a la primera,si es que volves, ahi si cargame
    tercero: SOS UN EQUIPITO DE LA B ESE ES TU LUGAR DAS VERGUENZA DE QUE TE APODES GRANDE,ESA PALABRA NO ES PARA VOS
    cuarto : no me importa los trapos que nos robaste lo unico que me importa que SOS HIJO NUESTRO AHORA Y SIEMPRE
    COMO DIRIA PACHANO A LLORAR AL CAMPITO, MEJOR DICHO A LLORAR A TU CANCHITA QUE ENCIMA TENES LA CARADUREZ DE LLAMAR PALACIO

    ResponderEliminar