lunes, 9 de mayo de 2011

Pobreza, recursos y planes sociales


Varias definiciones sobre el tema de la pobreza en la Argentina aparecidas en el suplemento Comunidad del diario La Nación del 05/01/13 y el 07/05/11, con las opiniones de  Héctor Toty Flores, Marta Bekerman y Eduardo Amadeo. Más abajo, el análisis de Mario Wainfeld en Pg12 (17/10/11) sobre la Asignación Universal por Hijo. Después, varios artículos más de La Nación: el enfoque de Jorge Kliksberg, el de Javier Auyero y al final, una investigación -también en La Nación- sobre la pobreza al promediar el segundo gobierno de Cristina Kirchner. Me parece que para hacer un análisis concienzudo sobre el tema no hacen falta más diagnósticos. Lo que se necesita son políticos sensibles con capacidad de gestión en el poder  y no los payasos del jet-set que nos tocan, solo preocupados por su buen pasar, porque no se produzcan olas. Gente que ayuda desde el anonimato (los únicos dignos) hay de sobra en nuestro país. Horanosaurus. 


Opinión
¿Cómo es el balance social de 2012?

Por Héctor "Toty" Flores para La Nación (el autor es diputado nacional y presidente del Movimiento Humanista de Resistencia). "Como balance tendríamos que decir con tristeza que estos años de crecimiento económico no se aprovecharon para resolver la pobreza estructural".

Marta Bekerman (profesora titular de la UBA y presidenta de Avanzar-www.avanzar.org.ar)

"Los avances de la década no deben hacer olvidar que la desigualdad de los ingresos de los hogares continúa siendo muy elevada". 

Opinión
¿Cómo salir de la trampa de la pobreza?

Por Héctor "Toty" Flores para La Nación (el autor es diputado nacional por la Coalición Cívica y fundador de la Cooperativa La Juanita).


"La posibilidad de salir de la pobreza radica en que ningún gobernante de turno se apropie y deforme los símbolos que hacen a la condición humana: dignidad, igualdad, respeto, integración social para vivir en comunidad. Por eso, la lucha por la dignidad de las personas es el corazón de la lucha para terminar para siempre con la pobreza. Una persona digna es aquella que tiene proyectos de mejora de su calidad de vida asociada con su comunidad. Es imposible pensar un país donde la supuesta justicia social se haga avasallando las instituciones de la República, única garantía de permanencia de los derechos logrados.


"Estoy convencido de que la Argentina es dos países separados por un muro infranqueable para 10 millones de personas; que el crecimiento no ha alcanzado para revertir esta situación, y que para eso es necesario un enorme y largo esfuerzo colectivo bajo la forma de un contrato social.


Cuando decidimos allá por los 90, en el Movimiento de Trabajadores Desocupados de La Matanza rechazar los planes asistenciales, no se entendía muy bien por qué lo hacíamos y tampoco por qué el odio de los punteros políticos hacia nosotros. En realidad estábamos cuestionando la matriz de dominación de los pobres que quedaban por fuera del sistema y eran una apetecible masa electoral para la construcción de poder en la Argentina. Darnos cuenta de esto fue la fortaleza más importante que tuvimos.


Sostener que era posible una vida digna, a partir del trabajo como valor, rompía de cuajo el discurso progresista de la asistencia del Estado a los pobres que no se habían adaptado a los cambios estructurales de la economía de la nación como única salida. Que en un país donde se producen diez veces más alimentos que la necesidad de consumo de sus habitantes haya niños desnutridos y con hambre es una inmoralidad. ¿Es responsabilidad de los empresarios o de los trabajadores que no producen bienes suficientes como para que millones de hermanos salgan de su situación de pobreza? ¿Es la desidia de los pobres que tienen oportunidades y no las aprovechan por vagos o indolentes? Por nuestra historia sin lugar a dudas que no, y menos después del crecimiento a tasas China que tuvo la economía en los últimos años.


El centro de los males está en la política. De aquellos que en sus planes económicos avarientos priorizaron las ganancias de unos pocos por sobre la condición humana del resto. Pero también de aquellos que, en nombre de la justicia social, pisotean la dignidad de las personas con el único objetivo de apropiarse de los bienes de todos, sirviéndose del Estado prebendario. Medidas de gobierno importantes para la distribución de los ingresos, como la Asignación Universal por Hijo, quedan opacadas por la cultura clientelar. Este es el punto medular. Cada vez más, una sofisticada maquinaria clientelar transforma a los ciudadanos en clientes y a sujetos de derechos en beneficiarios, para que la dominación instalada a cuentagotas sea también la única salida de sobrevivencia para siempre, quitándole al pobre su condición de semejante.


Derrotar al perverso clientelismo político, neoliberal o progresista es la condición necesaria para pensar que en la Argentina la pobreza sea un recuerdo del pasado. ¿Es posible? Definitivamente sí. Para esto es necesaria una profunda transformación cultural donde los programas de desarrollo humano sean para la emancipación de los pobres y no para mantenerlos como fuerza de choque del gobierno de turno".


Por Eduardo Amadeo para La Nación (el autor es diputado nacional del Peronismo Federal y autor del libro "País rico, país pobre").


Durante 40 años, crisis tras crisis, la pobreza se ha ido concentrando en un mismo núcleo de argentinos que, agobiados por una educación degradada y el trabajo en negro, han perdido sus posibilidades de movilidad social y reproducen su exclusión entre generaciones. El resto de la sociedad no los mira -y aun los detesta-; el Estado no sabe y no puede cambiar esta situación, y el resultado es una degradación en la seguridad, la convivencia y la calidad de la democracia.


Puesto de esta manera parece una situación sin salida. Sin embargo, un país con los recursos económicos y humanos de la Argentina no puede condenarse a la inacción y, en especial, al escándalo ético de la resignación frente a tanta pobreza. Sobre todo porque hay otros países que han podido salir. Los europeos, por ejemplo, que después de la guerra implementaron los grandes acuerdos que durante 40 años sostuvieron el estado de bienestar, y lo hicieron usando a pleno las instituciones democráticas y el consenso del diálogo. También Brasil pudo incorporar al mercado 28 millones de personas en 15 años, y Chile logró resultados proporcionalmente similares.


El cambio no es imposible en la medida en que se cuente con el liderazgo, se utilicen las herramientas disponibles y se tomen las decisiones necesarias. La degradación del transporte urbano, el acceso inequitativo a la justicia o a los servicios básicos como el gas natural, y obviamente ocultar la inflación, son ejemplos de cómo se agrede a quienes no pueden defenderse.


Las herramientas son, ante todo, una economía estable y en crecimiento sostenido, sin crisis, de las que los más pobres son siempre los últimos en recuperarse. Luego, un programa sostenido de transferencias como la Asignación Universal por Hijo, que dé un umbral mínimo de alimentación, estimule la escolarización y sobre todo ayude a que las mamás no deban salir a trabajar y puedan quedarse con sus hijos. Una reforma educativa profunda, que no se quede sólo en más recursos, sino que entre en dos aspectos clave de la equidad: calidad y retención. Asegurar el acceso a recursos financieros para construir futuro, como la vivienda y el capital para que crezcan pequeñas empresas que den trabajo decente.


Pero a todas estas medidas macro hay que agregarles un factor menos evidente, casi artesanal, que es la decisión del pleno aprovechamiento de la energía social. Las heridas que ha producido la pobreza son demasiado profundas como para ser solucionadas sólo con decisiones de política. El deterioro masivo de los hogares pobres, el embarazo adolescente, las adicciones y la dramática dificultad que tienen los jóvenes pobres para imaginar y construir un proyecto de vida son procesos que se revierten en períodos largos, sólo en la medida en que a las condiciones económicas y sociales se les agregue el apoyo humano cotidiano. Apoyo que va a nacer sobre todo del refuerzo de las posibilidades comunitarias para contener y acompañar en momentos tan críticos como los que he mencionado. Desde la decisión de seguir en la escuela hasta la de embarazarse y tener el bebe, o la de no cejar en la posibilidad de conseguir un trabajo, son todos momentos de la vida que pueden superarse con el afecto y la presencia de la familia y la comunidad. Y la terrible debilidad de la familia aumenta el rol de la comunidad.


Es complejo, largo y difícil, pero no es imposible, en la medida en que estemos dispuestos a mirar hacia el otro país, a comprometernos y a usar la energía social de la comunidad".





Con $23 mil millones se acaba la pobreza
Un informe dice que en el país no habría hogares pobres si se distribuyeran bien los recursos. Diario Uno-Mendoza. 27/03/09.

Alrededor de 2 millones de hogares son pobres en la Argentina y para sacarlos de esa situación serían necesarios distribuir unos 23 mil millones de pesos, una cifra similar a la que gastan la Nación, las Provincias y los municipios en planes asistenciales.

Así surge del último informe de la Escuela de Economía de la Universidad Católica Argentina (UCA), el cual concluyó en que "con mayor calidad del gasto asistencial, no debería haber hogares con ingresos por debajo de la línea de la pobreza".

"En definitiva, existen recursos adecuados para eliminar la pobreza, pero las deficiencias de gestión impiden cumplir con este importante y estratégico objetivo social", indica el documento.

En tal sentido, advierte que "debe ponerse énfasis en mejorar la calidad de la gestión de las políticas sociales, eliminando la duplicación de programas y las deficiencias administrativas que obstaculizan la llegada de los recursos a los pobres".

El estudio sostiene que a fines de 2008 la pobreza alcanzaba a alrededor del 30 por ciento de la población, según se indica en el último informe "Empleo y Desarrollo Social" realizado por la universidad.

Asimismo, el informe presenta una estimación de la brecha de pobreza, es decir, el monto de recursos asistenciales que seria necesario transferirle a los hogares pobres para que su ingresos se ubicaran por encima de la línea de la pobreza.

La conclusión del informe es que para sacar a la gente de la pobreza se necesitan unos 23.000 millones de pesos, lo que es equivalente a los recursos que actualmente gastan la Nación y los gobiernos provinciales y municipales en programas asistenciales.




"Ni el hambre ni el desempleo son fatalidades (...) en ninguna parte" - Paulo Freire.


Horanosaurus: me gustaría aclarar que me produce mucha bronca el discurso hipócrita de ciertos poderosos que últimamente se desgarran las vestiduras en los medios, reclamándole al actual gobierno el exterminio de la pobreza de la cuales son los verdaderos culpables por su rapiña. Por ejemplo, los exitosos señores de los agronegocios. Este gobierno, que yo también tanto critico, ha hecho avances importantes en la lucha contra esa desigualdad con los planes de ayuda que instrumentó. He escuchado declaraciones en ese aspecto incluso del solidario Juan Carr, que no creo sea oficialista. También de Bernardo Kliksberg, una voz autorizada.

No hay que temer ni hay que eludir analizar lo que ha hecho el gobierno Kirchner con la aplicación de la Asignación Universal por Hijo y otras subvenciones que ha motorizado, sea para elogiarlas y aplaudir o también para criticarlas y tratar que se mejoren. Pero sin estúpidos partidismos ni con esos enfoques de los liberales que asesinaron chicos por desnutrición durante décadas en nombre de la libertad de comercio y la seguridad jurídica.

En pocas palabras, aunque quienes conducen el destino de todos deberían "enseñar a pescar" a quienes no saben o no pueden para incorporarlos, no nos podemos dar el lujo que mueran cientos de miles de chicos o se destruyan nuevas generaciones mientras ese proceso se cumple. Y más loable aún es la acción silenciosa de miles de argentinos solidarios que trabajan para ONG que ayudan todos los días para paliar el problema. ¡Esos sí que tienen huevos! Abajo pego un viejo artículo referido al manejo de recursos para atacar la pobreza en nuestro país, que me parece completa el panorama

Me parecieron también muy interesantes las notas firmadas por Mario Wainfeld en Pg 12 del 17.10.11, basadas en un estudio universitario sobre el impacto de esta ayuda social. Y agrego otra interpretación más reciente, del oficialista Pg12, sobre la designación despectiva "Plan descansar" que algunos utilizan y que vale la pena analizar. Aquí van los link:

"Los cambios en la escuela, en la mesa y en el trabajo". Mario Wainfeld. Pg 12. 17/10/11.

"Lo que merecen, aunque haya quien lo discuta". Mario Wainfeld. Pg 12. 17/10/11.

"Si es para que vaya a la escuela, es mi plata". Mario Wainfeld. Pg 12. 17/10/11.

"Quiénes, cuántos". Mario Wainfeld. Pg 12. 17/10/11.

Más enfoques interesantes para el análisis:

"Los sectores populares viven peor que hace 15 o 20 años". Entrevista con el sociólogo Javier Auyero. La Nación Enfoques por Ricardo Cánepa. 30/10/11.

"¿Cómo enfrentar la pobreza y la desigualdad?" Especiales Página 12. Página 12. 02/10/11. Por Bernardo Kliksberg.


1) Los escándalos éticos de nuestro tiempo. 2) ¿Porqué la actual crisis económica mundial? 3) ¿Qué está pasando con los jóvenes en el mundo y en América Latina?


Las rejas de la pobreza

La Nación. Opinión. Sábado 05 de noviembre de 2011. Por Eduardo Amadeo.

El magnífico reportaje a Javier Auyero publicado en este diario el domingo pasado ahonda en un aspecto poco estudiado y menos expuesto de la situación de pobreza que asuela a no menos de un 20% de la población argentina: la degradación de las relaciones sociales básicas en los ámbitos en los que ella se mueve. Producto de 30 años de empobrecimiento y exclusión, la cronificación de la pobreza ha ido generando efectos que deben entenderse si se quiere remediar este drama. A saber:

1) La destrucción de los lazos familiares. En nuestros trabajos en territorio hemos detectado barrios en los que un 50% de los hogares tienen jefatura femenina; es decir, no hay un papá. Si a ello se suma la ausencia cotidiana de la madre por sus necesidades laborales, se entiende la dificultad que tienen los jóvenes para estructurar su vida valorativa, afectiva y social. Cuanto más observamos estas situaciones, más se refuerza el valor de la familia, que los mismos jóvenes necesitan con desesperación.
2) El impacto negativo del entorno en la formación de las expectativas de vida. La construcción del proyecto de vida resulta de muchas influencias, tales como el ejemplo familiar, las capacidades adquiridas en la escuela y los estímulos del medio. Un individuo inmerso en un ámbito urbano de desesperanza tendrá enormes dificultades para salir de esa trampa y construir un proyecto positivo de vida.
3) Los dramas vitales de la juventud. El alcohol, la violencia, el embarazo adolescente, las dificultades para el primer trabajo y la primera vivienda (los asentamientos nuevos están plagados de jóvenes parejas) son rejas de las que los chicos apenas pueden salir.
4) La instalación del crimen organizado como una realidad en los espacios de la exclusión. Esto se da con diversos niveles de complejidad y genera el encadenamiento de violencias que describe Auyero, y que agrega otro drama a las débiles barreras de contención que tienen las familias y comunidades pobres .

En síntesis, esta perspectiva más compleja y profunda de la pobreza que nos propone Auyero tiene enormes implicancias tanto para la cohesión social cuanto para las políticas destinadas a construir mejores condiciones de vida en los excluidos. Para la cohesión social, porque el problema de la pobreza no es en modo alguno una cuestión de voluntad o "cultura" de los pobres, como suele afirmarse, sino el resultado de múltiples cuestiones ambientales, incentivos negativos y carencias que generan trampas de las cuales no pueden salir siquiera por su propio esfuerzo, sobre todo los jóvenes. Mirarlos, escucharlos son los pasos iniciales para ponerse en el lugar del otro y, desde allí, comprometerse para ayudar a resolver los problemas.

Pero igualmente importante es lo que esta visión integral implica para las acciones sociales, que deben ser una combinación de intervenciones universales (la Asignación Universal por Hijo, por ejemplo), con tareas casi artesanales que entren hasta los núcleos básicos de la organización social. De allí la trascendencia de trabajar para sostener la familia, una palabra, un concepto, que no parece estar en el centro de la mirada oficial sobre el problema de la exclusión.


El progresismo suele considerar a la familia como una idea arcaica que ha sido superada por nuevas formas de unión. Pero lo que suena como un enfoque posmoderno no es sino síntoma de una mirada lejana e ideológica de lo que realmente sucede al interior de los espacios de la exclusión. Quien entra en esas realidades ve que los niños y jóvenes pobres tienen hambre de familia, de afecto, de proyecto, de proyección. Y ve también cuán importante es trabajar para que esa hambre de familia sea saciada con acciones públicas o comunitarias que ayuden a sostener las parejas, brinden contención y den herramientas (como las guarderías o los turnos extendidos en las escuelas) que alivien los problemas generados por la necesidad de trabajar de los padres. Las acciones sociales centradas en la importancia de la familia se deberían extender a las intervenciones de la Justicia, que muchas veces no pone a la familia en el centro de sus acciones.


Otro eje de la solución es el valor de la energía social que existe en todas las comunidades, una herramienta valiosísima para dar contención a quienes carecen de todo afecto. El Estado no alcanza a llegar capilarmente al interior de los grupos humanos que necesitan su apoyo, y por eso resulta tan importante confiar en -y potenciar- la energía social comunitaria. En los últimos tiempos asistimos, en cambio, a una politización de la relación Estado-comunidad que envilece esa energía social, condicionándola a la adhesión partidaria como único criterio de funcionamiento.


Finalmente, esta mirada sistémica de los problemas de la exclusión exige cada vez más poner en el centro la cuestión de la droga, que ha dejado de ser un tema lejano para convertirse -como bien lo muestra Auyero- en un aspecto esencial del drama cotidiano de la pobreza. No hablo sólo de la lucha policial contra la oferta, sino también de las cuestiones culturales que aumentan la tolerancia social al consumo. Resulta perverso que un Gobierno que declara a la batalla contra la pobreza como un eje de su acción permita que funcionarios del más alto nivel emitan mensajes equívocos sobre la legalidad del consumo de drogas. Una preocupación de pocos "pequeños burgueses urbanos" llega a los sectores más pobres como la aceptación del Gobierno al consumo de sustancias adictivas, agrediendo así el esfuerzo de los padres y las organizaciones de base que trabajan en soledad en los barrios para sacar a los jóvenes que han caído o que están por caer en esa trampa de la que quizá nunca saldrán.


Si no se logra desarrollar esta perspectiva integral de los problemas de la pobreza más profunda, no podremos extrañarnos de que no se logre reducir sus efectos más perversos (en especial, la violencia hacia dentro y hacia fuera de sus ámbitos), ni evitar su reproducción intergeneracional, que se consolida a pesar del crecimiento económico del que ha disfrutado el país de los "no pobres".

El autor es diputado nacional por el Peronismo Federal. Escribió "País rico, país pobre".


Pobreza que persiste: por qué es tan difícil de erradicar

Contra lo que dice el Indec y pese al crecimiento a "tasas chinas" de los últimos años, casi el 22% de la población, según el Observatorio de la Deuda Social Argentina, vive aun bajo la línea de pobreza, con un "núcleo duro" de indigencia del 5,4%. La opinión de los expertos, el rol de la educación y la necesidad de consensuar políticas de largo plazo. La Nación Sección Enfoques. Domingo 22/07/12. Por Fernanda Sandez.

A fines de abril, el aparato de medios afines al Gobierno multiplicó los titulares en los que se leía una noticia digna de ese país de ensueño llamado Argentina Año Verde. "La pobreza se redujo al nivel más bajo en los últimos treinta años", titulaba Tiempo Argentino, citando cifras del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec). Hace menos días, esta misma semana, el Observatorio de la Deuda Social (un centro de estudios e investigación dependiente de la Universidad Católica Argentina), aportaba su granito de arena al debate con la presentación de su nuevo informe sobre la realidad social nacional.

Un grano bastante más oscuro, por cierto. Pero no ya sólo porque cada cifra allí consignada multiplica varias veces la cantidad de personas y hogares en situación de pobreza, sino también porque pone el foco en un dato que todos los gobiernos (éste, ése y aquél de más allá también) se han encargado de escamotear: la persistencia de un núcleo irreductible de pobreza, aquí donde el mito cuenta que todo se da solo y a granel. Aquí donde las vacas y las mieses (corrección: los porotos de soja) abundan y podrían dar de comer a 320 millones de personas, no sólo hay quienes comen poco y salteado; hay también otros que -superada la instancia de la mera supervivencia- enfrentan males igual de letales. Se "enferman" de otras cosas: de falta de expectativas, de abandono, de hospitales sin medicamentos, de ausencia de sueños que vayan más allá de pasado mañana. Son los "excedentes", esos que el sistema no sabe -nunca ha sabido- bien dónde acomodar. Los pobres crónicos, estructurales, esos que (más allá del nombre que se les dé) permanecen.

El Indec decidió que en junio de 2012 una familia de cuatro miembros comió, se vistió, se educó y hasta paseó por 1507 pesos para quedar del lado de arriba de la línea de la pobreza. De este lado de la realidad, en cambio, organismos no oficiales sostienen que se necesita casi el doble de ese dinero para hacer esas mismas cosas. Pero -y tal vez sea ésta la cuestión central- diseñar un ingenioso mecanismo contable para que los pobres sumen cero no es terminar con la pobreza. Es borrar la evidencia, no a las personas. Y la gente, dicho sea de paso, es bastante: 4.000.000 de personas según datos del Barómetro de la Deuda Social Argentina.

¿Por qué entonces -más allá de la reactivación del sistema productivo, del alegado crecimiento a "tasas chinas" durante varios años, más allá de los planes de transferencia de recursos y hasta de un insistente discurso a favor de "la equidad"- la marea de desplazados sociales persiste? Cuatro décadas atrás, el mexicano Oscar Lewis hablaba de una "cultura de la pobreza". Hoy, demasiados compatriotas se ven forzados a sobrevivir en ella. ¿Por qué nada de todo lo hecho ha logrado repatriarlos del infierno en donde están?

Si lo que se mide es el ingreso de las familias y se constata que éste aumenta (aún cuando la inflación termine licuando ese incremento), hasta el concepto de pobreza se vuelve raquítico. Adelgaza, a tal punto de hacer de la pobreza la mera carencia económica que -si bien no es un dato menor- no da verdadera cuenta de un fenómeno multidimensional como éste. Comer todos los días no implica no ser pobre; es, como mucho, ser un sobreviviente. Y tal vez lo más alarmante del caso sea que -al ritmo que según la estadística oficial caen las tasas de pobreza e indigencia- dentro de poco asistiremos al surgimiento de un fenómeno asombroso: los pobres sin pobreza.

Gente que, de generación en generación, ha logrado subsistir con lo mínimo, sin haber accedido nunca a las herramientas necesarias para desarrollar una vida plena. Desaparecerán de la estadística pero seguirán allá afuera, haciendo -sin hacerla- la madre de todas las preguntas: ¿por qué, mientras el aparato productivo funciona y el consumo se recupera, la mejora no es para todos? En esa persistencia de la pobreza estructural hay quienes -como Eduardo Amadeo, ex ministro de Desarrollo Social de la Nación y actual titular del Observatorio Social- ven "un desafío, especialmente si consideramos que han pasado cinco años de fuerte crecimiento económico". El mensaje que parece desprenderse de esta situación, dice, "es que es necesaria una definición más compleja de de las razones de esa pobreza, con el consecuente impacto sobre las maneras como se ha de trabajar el problema".

En el mismo sentido, Agustín Salvia (coordinador de la Encuesta sobre la Deuda Social Argentina) apunta que "la pobreza estructural no cede y esa persistencia tiene que ver, en parte, con el mercado de trabajo en tanto el modelo económico no ha logrado generar un proceso de inclusión del sector informal de la economía". Pero agrega, además, que "para una parte importante de esta población ya hay una cultura de la marginalidad y de la pobreza, instalada desde hace años y que hace muy difícil su incorporación a los formatos de empleo tradicionales: la economía argentina no ha sido capaz, hasta ahora, de general nuevos empleos o formas de empleo alternativas para que los sectores informales se puedan incorporar a una actividad regular y productiva".

Algo parecido es lo que sucede con el déficit habitacional: los pobres crónicos están muy lejos de acceder a una casa digna, con todo lo que ello implica. En el capítulo del estudio especialmente dedicado al tema, Dan Adazsko explica que "la problemática de la vivienda digna y el acceso a ella no ha encontrado una solución [?]. Por más que se hayan construido cientos de miles de viviendas sociales, la oferta no llega a compensar nunca la demanda". Y ahí está el crecimiento de los asentamientos irregulares para demostralo: los "invisibles" se vuelven visibles con sólo mirar las villas. Así, según un estudio coordinado por el sociólogo Eduardo Lépore, "la participación de la población en villas sobre la población total de la ciudad se triplicó entre 1991 y 2010". En la emblemática villa 31, el crecimiento poblacional no cesa. Las construcciones ganaron en altura y surgió, en su ampliación hacia el otro lado de la autopista Illia, un segundo sector: la 31 bis. En la zona sur de la ciudad, en tanto, uno de cada cuatro habitantes vive en un asentamiento precario.

Gris de ausencia


Gimena es profesora de educación media y cuenta la última escena del último día como docente en un colegio de Lomas de Zamora, antes de pedir el pase. "Cuando entré, había dos chicos sentados en la ventana, que no tenía vidrios. Uno le depilaba las cejas al otro. Había una parejita besándose abajo de una campera. Los demás miraban por la ventana. Me di cuenta, en ese instante, que yo no tenía nada más que hacer ahí. No se puede enseñar así", dice. Pero la postal que pinta no sólo no es original, ni novedosa: los chicos pobres van a escuelas pobres, donde se les enseña pobremente. Según Ianina Tuñón, responsable del estudio Barómetro de la Deuda Social de la Infancia, "hoy ya no hay igualdad en términos de qué logra un chico con una credencial de secundario completo cuando es pobre o cuando es de clase media. Unos cuentan con bibliotecas y computadoras en su casa, y hasta con padres que los pueden ayudar con sus tareas. Los otros, no. Los chicos pobres quizá están más educados que sus padres, pero no logran un empleo que no sea precario. Y eso siempre y cuando terminen, porque 35% de los adolescentes de entre 18 y 25 años no lo hacen".


Aquello que alguna vez fue certeza, el trabajo, la casa, la salud, el progreso a fuerza de esfuerzo y de estudio, hoy es incierto. De la educación, que fue pasaporte a un buen trabajo, Juan Llach, ex ministro del área, resume el fin de la quimera al decir que "la educación es un factor determinante en la superación de la pobreza y como mínimo en los sectores más vulnerables debería haber escuelas de la misma calidad que en los sectores más pudientes. Pero la realidad es muy distinta, porque lo que tenemos en la Argentina es una situación se segregación educativa aún dentro de las escuelas de gestión estatal. Lo que faltó fue voluntad política, porque recursos han habido", dice.

Los chicos que conviven con sus mamás en prisión suelen dibujar lunas enrejadas, porque la cárcel se les vuelve catalejo. Con la pobreza sucede igual: cuando persiste, modifica brutalmente la mirada de quienes la viven. Los empobrece enteros. "Hay un autor que habla de las «ventanas de expectativas» y dice que si yo miro a mi alrededor y veo que todo es pobreza, mi expectativa será más pobreza", señala Amadeo. "Tomemos el embarazo adolescente, que hoy es una pandemia. En el conurbano hay zonas donde 30% de los partos son de chicas menores de 18 años, y está probado que el hijo va a reproducir o a empeorar las condiciones de la mamá". Gris sobre gris, ayer y ahora.


Plan B

B, de Brasil. B, la primera letra de una sigla, BRIC, que es como se denomina al bloque de creciente poder económico, político y cultural integrado además por Rusia, India y China. Brasil, el país que logró sacar de la pobreza nada menos que a 28 millones de personas. El caso es inspirador pero, ¿cómo lo lograron? Digamos, para comenzar, que no fue cuestión de programas sino de políticas. De políticas públicas, de decisiones consensuadas, sostenidas y complejizadas a lo largo de algo bastante parecido a " o período mais largo do mundo ": 25 años. Tres presidentes, cinco mandatos y una estrategia múltiple para atacar a la vez y desde múltiples ángulos un problema que, como la pobreza, va mucho más allá de cuánto se gana por mes. Así, por ejemplo, "mientras aquí se piensa sólo en términos de subsistencia, allí se dotó a los hogares pobres de capacidad de consumo", explica Salvia. "Junto con la política de transferencia de ingresos hubo además un fuerte componente de articulación intersectorial. Se avanzó con mejoras en el hábitat urbano, en las condiciones de acceso a la vivienda, a la salud y a la educación. Fue una política integral de desarrollo social, porque la erradicación de la pobreza en Brasil es política de Estado. Nosotros, en cambio, somos erráticos, y se llevan adelante programas en función de cada coyuntura. De integral, nada".

El punto es, otra vez, el mismo: la mirada. El alcance es eso que, o se mira a los ojos, o bien se oculta bajo la alfombra estadística. La superación eficaz de pobreza implica ideas, diálogo, decisión política y pensamiento estratégico. Implica, además, algo que también brilla por su ausencia: la medición de impacto. Ver cómo un determinado programa actuó sobre la vida de las personas y, llegado el caso, corregir el rumbo. Por lo demás, la acción real contra la pobreza no corta cintas ni recibe aplausos. El día (si es que algún día) en que el último pobre argentino deje de serlo, no habrá fotógrafos ni aplaudidores. Pero para eso aún falta. ¿Cuánto? El tiempo que tome animarse a mirar la realidad a la cara, y admitir que no se parece en nada a su retrato de campaña.

LAS CONCLUSIONES

21,9 % de argentinos pobres - En el último año. El total de indigentes asciende al 5,4%.
12 % de viviendas precarias - La deficiencia habitacional afecta especialmente a las familias con niños.
25 % de hogares sin asistencia - El dato se refiere al total de familias con problemas severos para afrontar los gastos básicos de alimentación.

“Plan descansar”

Por Andres Asiain y Lorena Putero. Pg12. Suplemento Cash. 02/12/12. 

Los grandes movimientos populares del siglo XX tuvieron un fuerte componente clasista. Eva Perón hacía referencia a que para el peronismo existía “una sola clase de hombres, los que trabajan”. Esa doctrina justificaba las políticas sociales y redistributivas que ampliaban los derechos del pueblo y reducían los privilegios de una oligarquía considerada parasitaria.

El neoliberalismo también apela a dividir la sociedad entre quienes trabajan y quienes viven del trabajo ajeno. El primer grupo comprende a los que reciben ingresos a través del mercado, y los vividores son quienes apelan a la ayuda estatal. Esta visión, que justifica la división de la sociedad entre incluidos y excluidos, considera a los 2,5 millones de jubilados con aportes incompletos, los 3,5 millones de hijos de trabajadores informales que perciben asignaciones y cientos de miles de trabajadores de distintos planes sociales, como vagos mantenidos gracias a los impuestos que pagan quienes trabajan en el sector privado.
Vale aclarar que el sector privado no está compuesto sólo por trabajadores. Están los dueños de la tierra, que perciben mensualmente sus rentas. Existen también los propietarios de comercios y viviendas que cobran mensualmente un alquiler y diversos titulares de bonos, acciones, plazos fijos que hacen “trabajar al dinero”. De esta manera, cuando un jubilado con aportes incompletos compra un kilo de pan, no sólo financia al Estado a través del Impuesto al Valor Agregado, sino que también aporta para mantener al propietario del local comercial, el financista que dio crédito para el sostenimiento de la actividad y el propietario del campo donde se sembró, entre otros que viven del trabajo ajeno en la cadena del trigo-pan.

Por el contrario, muchos de los que reciben aportes del Estado son trabajadores. Las cooperativas del Argentina Trabaja realizan obras de saneamiento cloacal, construcción de viviendas, mejoras edilicias en clubes barriales y centros de salud, pavimentación, limpieza de plazas, de ríos y arroyos, entre otras tantas labores que tienen como remuneración menos que un salario mínimo. Incluso quienes perciben un ingreso de la seguridad social sin trabajar lejos están de ser una carga para los demás. Los casi 4 puntos del Producto destinados al pago a jubilados con aportes incompletos y a beneficiarios de la asignación universal son gastados en alimento y ropa en los comercios de los barrios y pueblos más humildes del país. Sin ese gasto, bajarían las ventas comerciales, disminuirían los fletes que trasladan la mercadería y se reduciría la producción en las fábricas. De esa manera, aumentaría el desempleo hasta alcanzar a muchos de quienes hoy se quejan de la ampliación de las jubilaciones y asignaciones.

Las políticas sociales son un complemento a la creación de empleo en el sector formal. Es que a causa del avance tecnológico y las condiciones de competencia internacional que dificultan repartir las horas de trabajo, el fuerte crecimiento económico de los últimos años no fue suficiente para incluir a todos los argentinos por la vía del mercado. Ante esta situación, el Estado asume la tarea de garantizarle un ingreso mínimo a quienes de otra manera quedarían excluidos. Eso dificulta contratar mano de obra en negro y a bajo precio para el servicio doméstico, la producción textil, la construcción o el trabajo golondrina en el campo. Por eso les molesta y hablan del “plan descansar”



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