viernes, 23 de julio de 2010

Estados Unidos Socialistas de América: ¡socializando pérdidas!




George W. Bush y sus amigos le prestaron 85.000 millones de U$S de su dinero fiscal solamente a una aseguradora en 2008 ("AIG"... la que graciosamente sponsoreaba la camiseta del Manchester United) con motivo de la crisis mundial que desataron los ricos, para que no desaparezca la empresa y "el sistema" siga funcionando. Fue sólo una pequeña parte del "salvataje" al capitalismo inescrupuloso que su sucesor Barack Obama todavía no termina de componer y cuyos coletazos se sufren aún en muchos lugares del mundo.

La FAO informó que durante aquel año 923 millones de personas sufrieron hambre en el mundo y que con solo 30.000 millones U$S se solucionaba el problema. ¿Cuántos de ellos soportaron la hambruna y cuántos murieron? Señores banqueros, empresarios y políticos del primer mundo: ¿con que limpiador se sacan las manchas de sangre del alma?


Sólo la ayuda inicial global del gobierno norteamericano para salvar al sistema fue de ¡U$S 700 mil millones! ¡Ey! Milton Friedman, Paul Samuelson, Anne Krueger, Volcker, Stiglitz... ¿Porqué no explican la incongruencia? ¿Contestarán también "estúpido, son los negocios" como dijo el ridículo sexópata Bill Clinton? Si seguimos hablando boludeces, ojalá les llegue su Bin Laden cuando estén cenando en un lugar lujoso, justo cuando abran un buen vino.


Los argentinos sabemos largo eso de socializar pérdidas: Domingo Felipe Cavallo fue aquí un precursor de esas "socializaciones al revés" (de los nadies a los ricos) en los `80s pero "sólamente" le robó al pueblo argentino unos 5.500 millones de dólares. Esa vez fue para beneficiar a nuestros inescrupulosos empresarios y unas cuantas multinacionales, estatizando sus deudas. El y su familia todavía caminan por las calles en libertad, lo cual es una muestra de nuestra falta de inteligencia colectiva.


Abajo hay una nota del fallecido periodista Oscar Raúl Cardoso, que inspiró el título de estas líneas, y otra de Silvia Naishtat, ambas abordando el tema de la crisis desde el diario Clarín. A propósito, aunque al parecer no haya afectado tan gravemente a Sudamérica, no canten victoria. Los mal-bichos del norte de algún modo buscarán recuperar el dinero en sus patios traseros.


No se trata de preveer las crisis, como hizo el luego reconocido economista Roubini ni de explicarlas con cálculos simples, como trató de hacer el matemático Dickman, porque los poderosos seguirán haciendo sus negocios inescrupulosamente y sacrificarán millones de inocentes en el futuro, como lo hicieron siempre. Los problemas que debemos solucionar quienes no somos sus cómplices es dejarnos de repetir sus boludos paradigmas como si fueran científicos, repudiar a quienes las dicen en vez de premiarlos y, fundamentalmente, doblarle el brazo al imperialismo para hacer un mundo más justo. Horanosaurus. 

OPINIÓN - CLARIN SABADO 20/09/08 - PANORAMA INTERNACIONAL

EE.UU.: "rescate amplio" y socialización de pérdidas

Hay precedentes para el curso que ahora se propone frente a la crisis financiera: que los fondos del Fisco sirvan para comprar las deudas incobrables y salvar a los banqueros. Por: Oscar Raúl Cardoso

¿En qué quedamos? El Estado ha sido, desde hace casi 30 años, en el lenguaje del poder, el gran impedimento (o el gran impedidor, lo mismo da) para que los habitantes del planeta alcancen prosperidad y felicidad. Más aún, supremo ejemplo de egoísmo en una creación del hombre, había sido responsable -se nos dijo- de casi toda guerra y tragedia ocurrida desde los Tratados de Westfalia en el siglo XVII, que dieron forma al estado moderno.

¿Qué mejor promesa entonces que anunciar que se lo haría cuasi desaparecer, liberando las energías de los ciudadanos? Esta argumentación fue común a dictaduras militares -como la Argentina 1976-83- o gobiernos de extracción legítima como los de los ocho años de Ronald Reagan en la Casa Blanca, a partir de 1981, a quien puede asignarse el liderazgo de la ideología "anti-estatal" en escala popular.

Esta melodía sufre ahora una seria disonancia: George W. Bush, un presidente que se reivindica como discípulo de Reagan, acaba de admitir en Washington, que solo el Estado es capaz de extraer a su país de los resultados de la tormenta que atraviesa el sector financiero. Poco antes su secretario del Tesoro, Henry Paulson, había advertido que aunque el rescate iba a demandar "cientos de miles de millones de dólares", la alternativa al mismo -presumiblemente dejar que el incendio financiero se consume- "sería más cara".

Los comentaristas ironizan con que, socializando de este modo las pérdidas de los banqueros, aseguradores y otros, Bush -ahora con el Congreso- está a punto de transformar el país en los "Estados Unidos Socialistas de América". De a poco lo había venido haciendo desde hace más de un año la Reserva Federal con Ben Bernanke a la cabeza, pero la escala de la crisis se ha ido de toda proporción y se necesitan leyes para proceder al rescate. Bernanke es considerado uno de los expertos de la devastación económica y financiera de 1929, así que sabe mejor que nadie lo que hay en el horizonte.

¿En qué quedamos entonces? Realmente en nada nuevo, porque si uno se abstrae del discurso teológico sobre el mercado, encontrará amplio precedente para el curso que ahora propone Bush: que los fondos del fisco sirvan para comprar las deudas incobrables que están atosigando la economía estadounidense y, por extensión, la global. Otras crisis financieras anteriores han sido resueltas del mismo modo, por vía de la socialización de pérdidas.

En Estados Unidos, un antecedente directo del programa que ahora intentan transformar en ley en Washington, es el de la crisis de las llamadas Savings & Loan (Sociedades de Ahorro y Préstamo) que complicó los '80 y los '90 y que causó un crónico déficit presupuestario en la segunda de esas décadas. Más de 700 entidades fallidas fueron compradas entonces con dinero fiscal a través de una corporación pública conocida como RTC (siglas para Resolution Trust Corporation), en un conjunto de operaciones que les costó a los contribuyentes 124.000 millones de dólares. Aunque no hay una estimación cierta o confiable, las cifras que se asignan a este rescate están en el orden de los 600.000 millones de dólares, siempre y cuando el Estado pueda revender a precios razonables los préstamos devaluados que adquirirá en breve.

Esta solución del "rescate amplio" fue defendida recientemente en forma pública por dos popes económicos. El primero de ellos es Paul Volcker, ex titular de la Reserva Federal; el segundo es el antiguo secretario del Tesoro Paul Brady. A este último se lo puede recordar porque ayudó a socializar otra crisis, la de la deuda externa latinoamericana en los años 80 a través de la creación de los bonos que llevaban su nombre, con los que quitó a la región endeudada toda herramienta de confrontación. Aquel "rescate" no costó demasiado. Luego, en 1998 llegó el rescate del fondo de inversión LTCM (Long Term Capital Management) que tenía dos premios Nobel de economía entre sus directivos y acostumbraba a pagar dividendos de hasta 40 por ciento anuales a sus inversores. Y más tarde Enron, el colapso de la llamada "nueva economía". Uno puede encontrar la misma fórmula, el dinero estatal salvando a banqueros en Japón --años 90-- y aun en Suecia, a comienzos de esa misma década.

Ahora se predice que --cuando el vendaval presente se detenga-- vamos a ver amanecer sobre un mundo diferente en el que las relaciones de poder se ajustarán a la realidad post-Lehman, como la bautizaron algunos. Habrá más regulación del sistema, afirman, para evitar que la codicia siga enseñoreándose. Pero ¿será así?

Esto último requeriría un cambio cultural antes que nada que es muy difícil de prever. Un ejemplo: parte del paquete conocido ayer fue la suspensión de la llamada "venta corta" de 799 activos financieros. ¿Qué es esto? Se trata de los inversores que apuestan contra determinadas acciones y que las venden antes de poseerlas porque creen que su precio caerá y podrán comprarlas luego a un precio inferior que permita la ganancia. ¿Desparecerán estas prácticas codiciosas? ¿La alegría de los mercados financieros en todo el mundo ayer, ante el rescate estatal, lo permitirá? Nouriel Roubini, el académico economista de la Universidad de Nueva York al que se le reconoce haber anticipado esta crisis en el 2006, dice ahora: "Este puede ser el fin del imperio estadounidense".


La crisis, bajo el ojo de un matemático
Por: Silvia Naishtat / Clarín (noviembre 2008)

Discípulo en la Universidad de Buenos Aires del genial Gregorio Klimovsky, el matemático Max Dickmann vive desde hace varias décadas en Francia, donde es investigador del CNRS. Enseña en la Universidad París VII. Y si cada crisis tiene quien la haya anticipado, en Francia consideran que Dickmann vio venir esta catástrofe de las finanzas mundiales. Pero él dice que no era necesario tener la bola de cristal para darse cuenta.

Puesto a analizar la sucesión de acontecimientos, recurre a la teoría de los sistemas dinámicos, como la atmósfera, que son estables y caóticos a la vez. Según su razonamiento, los problemas comenzaron cuando las cifras de circulación financiera crecieron hasta superar en 10 veces el PBI mundial y luego treparon a la desproporción actual de 50 veces. "El aparato financiero está hecho para facilitar la producción de bienes o servicios, de allí que una circulación financiera del mismo orden del PBI mundial sea suficiente. Pero se multiplicó loca y descontroladamente. Si se mide la masa del sistema en unidades monetarias, la circulación de 50 veces respecto al PBI global quiere decir que el 98% del sistema es bicicleta financiera global", añade.

Planteadas así las cosas, desde el punto de vista de la estabilidad lo grave es que ese 98% de bicicleta financiera circula a una velocidad infinita como la de la luz. La producción de bienes y servicios, el 2% restante, lo hace en cambio a paso de tortuga, pese a los saltos tecnológicos. "La oferta de bienes y servicios no puede dar respuesta y si solo un 20% de los papeles se destinara a adquirir productos, el efecto inflacionario sería brutal", asegura Dickmann.

Si se buscan casos similares hay numerosos antecedentes históricos, desde la crisis de los Tulipanes en el siglo XVIII en Holanda a la de 1930. "Hoy los mecanismos de intervención son más potentes, claro que la magnitud del problema es inmensamente mayor", observa Dickmann. Hacia adelante, se marcha a una notable concentración de los actores económicos y ante esa nueva realidad, el poder político asoma débil. Dickmann apunta: "Por sus características, esta crisis supera la capacidad de intervención de los Estados".


Llegó el socialismo para los ricos


Según el autor de esta nota, la coyuntura actual expuso a los pobres a las fuerzas del mercado y a la desprotección social mientras que los de mayores ingresos reciben más ayuda del Estado y mejores condiciones para sobrevivir. Revista Ñ. 09/04/13. Por Ha-Joon Chang. The Guardian.

Gore Vidal dijo una vez con agudeza que el sistema económico estadounidense es “la libre empresa para los pobres y el socialismo para los ricos”. 

Desde que estalló la crisis mundial en 2008, EE.UU. no sólo ha sido fiel a la caricatura de Vidal sino que además todo el mundo capitalista rico se ha vuelto “estadounidense”. Los pobres están cada vez más expuestos a las fuerzas del mercado, con condiciones más duras para la protección estatal cada vez más pequeña que reciben, mientras los ricos tienen niveles de protección estatal sin precedentes, prácticamente sin ningún tipo de condicionamiento. A los pobres se les dice que el Estado está quebrado porque los gobiernos anteriores gastaron demasiado en bienestar social para ellos.

Se los sermonea –en especial si pertenecen a los países “holgazanes” de la periferia europea– sobre la necesidad de que paguen por los “buenos tiempos” que pasaron con “el dinero de otros” trabajando más con menor salario y aceptando niveles más bajos de servicios sociales con condiciones más severas.

Naturalmente, este discurso es engañoso. Los déficits de presupuesto actuales principalmente son resultado de la caída de los ingresos fiscales debido a la crisis financiera más que al excesivo gasto social. De hecho, antes de la crisis, países como España e Irlanda tenían excedentes de presupuesto (durante una década, en el caso de Irlanda), mientras que los niveles de déficit en otros países, salvo Grecia, se ubicaban en niveles manejables.

El argumento de la “holgazanería” tampoco es válido ya que la mayoría de los pobres trabaja mucho más que los ricos en cualquier país, mientras que los griegos, los españoles y los portugueses trabajan más tiempo (cientos de horas más por año) que los alemanes o los holandeses. En contraposición, los ricos gozan de niveles sin precedentes de protección de las fuerzas del mercado.

Muchas compañías financieras e industriales han sido rescatadas con fondos públicos pero muy pocos de los que dirigían esas compañías fueron castigados por sus fracasos.

Sí, los máximos directivos de esas compañías perdieron su cargo –pero con una generosa pensión y en general con una interesante indemnización por despido. Ninguno de ellos ha sido castigado por negligencia grave o incompetencia, aun cuando habían negado rotundamente que sus empresas tuvieran problemas.

El caso más resonante es el de Joe Cassano, director de finanzas de la compañía de seguros estadounidense AIG, que fue calificado de “Paciente Cero de la crisis económica global” por el periodista Matt Taibbi, que se refirió a Goldman Sachs como el “calamar vampiro”. Apenas seis meses antes del rescate de su compañía, Cassano había dicho: “Nos resulta difícil, sin ser petulantes, siquiera imaginar una situación hipotética de cualquier campo de la razón en la que perdiéramos un dólar en alguna de las transacciones (de permutas de riesgo crediticio).”

Hubo ocasiones, por cierto, en que los gobiernos castigaron a las compañías por acciones indebidas flagrantes. Sin embargo, esos castigos fueron demasiado leves para tener algún efecto correctivo sobre sus comportamientos posteriores, lo que contrasta con las duras sanciones aplicadas por fraude en la obtención de beneficios.

En 2010, por ejemplo, el gobierno de EE.UU. aplicó a Goldman Sachs una multa de 550 millones de dólares por engañar a los clientes en la venta de derivados financieros pero ese monto equivalía sólo a las ganancias de un par de semanas para la compañía en ese año.

Los financistas que permanecieron en sus puestos no sólo no fueron castigados por sus fracasos sino que también recibieron importantes salarios y bonificaciones pese al hecho de que vivían a costa de la protección estatal: garantías para los rescates, en el caso de los bancos de depósitos y otras instituciones financieras aliadas a ellos; y política monetaria de laxitud histórica, que les ha permitido operar con un suculento margen de ganancia aun dentro de una economía en general deprimida. Y algunos de ellos lo han hecho pese a que a sus empresas les iba muy mal, contrariando el principio básico del mercado de ligar la remuneración al desempeño.

Es más, aun cuando inyectaron fondos públicos en las compañías en quiebra, los gobiernos se aseguraron de no aplicar la disciplina de mercado. Cuando rescató a General Motors, el gobierno de EE.UU. deliberadamente aceptó acciones que no tienen derecho a voto (aunque sí prioridad en el pago de dividendos) de modo de no tener intervención en la gestión de la empresa. El gobierno británico tomó el control (con acciones con derecho a voto) de dos de los bancos más grandes del mundo –RBS y HBOS– pero se niega a exigirles que sigan sus órdenes, como haría cualquier capitalista que se precie con una compañía de la que se ha hecho cargo.

Mientras el gobierno los protege para que ganen dinero, los ricos también reciben autorizaciones especiales para conservar la mayor cantidad posible de esos ingresos. Y, aunque gastan importantes recursos persiguiendo y castigando a los que defraudan al sistema de beneficios sociales, los gobiernos de los países ricos no hacen nada para cerrar los paraísos fiscales, que han permitido a muchas grandes compañías y particulares súper ricos pagar menos impuestos que los que les corresponden.

La difusión del sistema “estadounidense” de Vidal afortunadamente podría encontrar resistencia. La noticia reciente de que el gobierno francés inyectó fondos públicos en la atribulada automotriz Peugeot-Citroën a cambio de condiciones más estrictas para la distribución de dividendos y la reinversión, es un claro ejemplo de ello.

El hecho mismo de que la propuesta del gobierno francés sea considerada inusual habla elocuentemente de lo absurdo de la actual situación, en la que los ricos reciben cada vez más protección del gobierno con menos condiciones, mientras que los pobres reciben cada vez menos protección con condiciones cada vez más exigentes. Es hora de rectificar ese desequilibrio.

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