Foto: Paul Hansen. World Press 2013.
Pesadilla en Gaza
Por Noam Chomsky: profesor emérito de lingüística y filosofía en el Instituto Tecnológico de Massachusetts en Cambridge, Mass, EU. Distributed by The New York Times Syndicate. 04/08/14 (reproducido en Perfil.com y otros medios).
Por Noam Chomsky: profesor emérito de lingüística y filosofía en el Instituto Tecnológico de Massachusetts en Cambridge, Mass, EU. Distributed by The New York Times Syndicate. 04/08/14 (reproducido en Perfil.com y otros medios).
04/08/14. Entre todos los horrores
desplegados en la más reciente ofensiva israelí en Gaza, el objetivo de Tel Aviv es simple: volver, a la chita callando, a
la norma. En Cisjordania, la norma es que
Israel continúe su construcción ilegal de colonias e infraestructura para
poder integrar a su territorio cualquier cosa que pueda ser de valor, mientras confina a los palestinos en
cantones inviables y los sujeta a represión y violencia.
En Gaza, la norma es una existencia miserable bajo un
sitio cruel y destructivo, que Israel administra para permitir apenas la
subsistencia, pero nada más.
La
más reciente escalada israelí fue disparada por el brutal asesinato de
tres muchachos de una comunidad de colonos en Cisjordania ocupada. Un mes
antes, dos chicos palestinos fueron muertos a tiros en la ciudad de Ramalá, en
esa misma zona. Ese hecho despertó poca atención, lo cual es entendible, puesto
que es rutina.
“El desdén institucionalizado por la vida de
los palestinos en Cisjordania explica no sólo por qué recurren a la
violencia –escribe Mouin Rabbani, analista de Medio Oriente–, sino también el
más reciente ataque israelí a la franja de Gaza.”
En una
entrevista, el defensor de derechos humanos Raji Sourani, que ha permanecido en Gaza durante los años de
brutalidad y terror israelí, señaló: “La frase que con más frecuencia escuchaba
cuando la gente empezaba a hablar de un cese el fuego era: ‘todos dicen que es mejor para nosotros morir y no regresar a la
situación que teníamos antes de esta guerra. No queremos eso de nuevo. No
tenemos dignidad ni orgullo; sólo somos blancos fáciles, y muy baratos. Si la
situación no mejora en verdad, es mejor morir’. Hablo de intelectuales, académicos,
personas comunes y corrientes. Todos lo dicen”.
En enero de 2006, los palestinos
cometieron un crimen grave: votaron por
quien no debían en una elección libre cuidadosamente vigilada, y entregaron
el control del parlamento a Hamas. Los
medios proclaman constantemente que Hamas está dedicado a la destrucción de
Israel. En realidad, los líderes de Hamas han dejado en claro en repetidas
ocasiones que aceptarían una solución de dos estados, de conformidad con el consenso internacional que ha sido
bloqueado por Estados Unidos e Israel durante 40 años. En contraste,
Israel, fuera de unas cuantas palabras vanas, está dedicado a la destrucción de
Palestina, y se aplica en ese cometido.
El crimen de
los palestinos en enero de 2006 fue castigado de inmediato. Estados Unidos e Israel, con la vergonzosa
adhesión de Europa, impusieron severas sanciones a la población errante e
Israel incrementó su violencia. Rápidamente, Estados Unidos e Israel empezaron planes para un golpe militar que
derrocara al gobierno electo. Cuando Hamas tuvo el descaro de revelar los
planes, los ataques israelíes y el sitio se volvieron mucho más severos.
No debería
haber necesidad de revisar el deplorable
historial de lo ocurrido desde entonces. El sitio implacable y los salvajes
ataques son acentuados por episodios de
cortar el césped, para tomar prestada la alegre expresión con que designa Israel sus periódicos ejercicios de tirotear a los peces en el estanque como parte de lo que llama
guerra de defensa. Una vez que cortan el césped y los desesperados pobladores buscan reconstruir algo después de la devastación y los asesinatos, se acuerda un cese del fuego. El más reciente se estableció después del asalto israelí de octubre de 2012, llamada operación Pilar de Defensa.
Aunque
Israel mantuvo el sitio, Hamas observó la tregua, como concede Tel Aviv. Las
cosas cambiaron en abril de este año, cuando Fatah y Hamas forjaron un acuerdo
de unidad que instauró un nuevo gobierno de tecnócratas, sin afiliación a
ninguno de los dos partidos. Naturalmente, Israel estaba furioso, y más aún
cuando hasta el gobierno de Obama se unió a Occidente en indicar aprobación. El
acuerdo de unidad no sólo socava la aseveración de Israel de que no puede
negociar con una Palestina dividida, sino también amenaza el objetivo de largo
plazo de separar Gaza de Cisjordania y proseguir sus políticas destructivas en
ambas regiones.
Algo tenía
que hacerse, y la ocasión se presentó el 12 de junio, cuando los tres jóvenes
israelíes fueron asesinados en Cisjordania. En un principio el gobierno de Netanyahu sabía que estaban muertos,
pero fingió que lo ignoraba, lo cual dio la oportunidad de lanzar una incursión
en Cisjordania, con Hamas por objetivo. El primer ministro Benjamin Netanyahu
afirmó tener cierto conocimiento de que Hamas era el culpable. También resultó
mentira. Una de las principales autoridades sobre Hamas, Shlomi Eldar, informó casi de inmediato que muy probablemente los
asesinos procedían de un clan disidente de Hebrón que desde hace mucho tiempo
ha sido una espina en el costado de Hamas. Eldar añadió:
Estoy seguro de que no recibieron luz verde de la dirigencia de Hamas; sólo les pareció que era momento de actuar.
Sin embargo,
la escalada de 18 días después del secuestro logró minar el temido gobierno de
unidad, e incrementó drásticamente la represión israelí. Israel también llevó a
cabo docenas de ataques en Gaza, y el 7 de julio dio muerte a cinco miembros de
Hamas. Al final Hamas reaccionó disparando sus primeros cohetes en 19 meses, lo
cual dio pretexto a Israel para lanzar su operación Borde
Protector el
8 de julio. Al 31 de julio se había dado
muerte a unos mil 400 palestinos, en su mayoría civiles, entre ellos cientos de mujeres y niños.
Y a tres civiles israelíes. Grandes áreas de Gaza habían quedado
reducidas a escombros. Cuatro hospitales habían sido atacados; cada ataque
fue un crimen de guerra más.
Funcionarios israelíes exaltan la humanidad
del que llaman
el ejército más ético del mundo, que informa a los habitantes de que sus hogares serán bombardeados, práctica que es
sadismodisfrazado santurronamente de piedad, en palabras de la periodista israelí Amira Hass:
Un mensaje grabado demanda a cientos de miles de personas que dejen sus hogares ya elegidos como blancos, por otro lugar igualmente peligroso ubicado a 10 kilómetros de distancia.
De hecho, no hay lugar en la prisión de Gaza
que esté a buen resguardo del sadismo israelí, que
puede incluso exceder los terribles crímenes de la operación Plomo Fundido de
2008-09. Las terribles revelaciones suscitaron la reacción acostumbrada del
presidente más moral del mundo, Barack
Obama: gran simpatía por los israelíes, acerba condena de Hamas y llamados
a la moderación a ambas partes.
Cuando los
ataques actuales se detengan, Israel
espera quedar libre para continuar sin interferencia sus políticas criminales
en los territorios ocupados, con el
apoyo estadunidense que ha disfrutado en el pasado. Y los pobladores de Gaza quedarán en libertad de regresar a la norma
en su prisión gobernada por Israel,
en tanto en Cisjordania los palestinos podrán observar en paz cómo Israel
desmantela lo que quede de sus posesiones.
Tal es el
desenlace probable si Estados Unidos mantiene su apoyo decisivo y virtualmente
unilateral a los crímenes israelíes y su rechazo al consenso internacional que
desde hace tanto tiempo existe en torno a un acuerdo diplomático.
Pero el futuro sería muy distinto si
Washington retirara ese apoyo. En ese caso sería posible avanzar hacia la
solución duraderaen Gaza a la que ha convocado el secretario de Estado John Kerry, la cual ha suscitado condena histérica en Israel porque la frase podría interpretarse como un llamado a poner fin al sitio y a los ataques constantes israelíes. Y –horror de horrores– la frase podría incluso interpretarse como un exhorto a aplicar el derecho internacional en el resto de los territorios ocupados.
Hace 40 años Israel tomó la fatídica decisión
de elegir la expansión sobre la seguridad, rechazando un tratado total de paz
ofrecido por Egipto a cambio de la evacuación del Sinaí egipcio ocupado, donde
Israel emprendía proyectos intensivos de colonización y desarrollo. Desde
entonces Tel Aviv se ha adherido a esa política.
Si Estados Unidos decidiera unirse al mundo,
el impacto sería grande. Una y otra vez Israel ha abandonado planes
anhelados si Washington se lo demanda. Así son las relaciones de poder entre
los dos gobiernos. ¿Podría cambiar la política estadunidense? No es imposible. La opinión pública ha tenido un giro
considerable en años recientes, en particular entre los jóvenes, y no puede
ignorarse por completo. Durante algunos años ha habido buen fundamento para las
demandas públicas de que Washington
observe sus propias leyes y reduzca la ayuda militar a Israel. La ley
estadunidense estipula que
no se puede brindar asistencia en seguridad a ningún país cuyo gobierno siga una pauta consistente de graves violaciones de los derechos humanos reconocidos internacionalmente.
Israel, sin
duda, es culpable de esa pauta consistente, y lo ha sido por muchos años. El
senador Patrick Leahy, de Vermont, autor de esa disposición legal, ha
mencionado su aplicabilidad potencial a Israel en casos específicos, y con un
bien dirigido esfuerzo educativo, de organización y de activismo, es posible
impulsar con éxito tales iniciativas. Eso podría tener un impacto muy
significativo por sí mismo, y a la vez daría una plataforma para acciones ulteriores
con el fin de obligar a Washington a
volverse parte de la
comunidad internacionaly observar las normas del derecho internacional. Nada podría ser más significativo para las trágicas víctimas de tantos años de violencia y represión en Palestina.
Netanyahu y Peres elogian a
Mandela mientras defienden políticas de discriminación racial contra los
palestinos. El actual presidente de Israel, Simon Peres, ofreció armamento
nuclear a la Sudáfrica del apartheid. Palestina Libre.org 11/12/13. Olga
Rodríguez,Eldiario.es
“Sabemos muy bien que nuestra libertad será incompleta sin la
libertad de los palestinos” Nelson Mandela
Todos pretenden hacer de
Mandela algo suyo, y eso de por sí simboliza el triunfo del activista
sudafricano. Consiguió la legitimación de su lucha y de su nombre y por eso
estos días estamos presenciando, entre divertidos e indignados, cómo
mandatarios de todo el mundo se suman al coro de loas y alabanzas a Mandela.
Nadie ha querido quedarse
fuera. Aquí en España, por ejemplo, el mismo gobierno que limita el derecho de
los inmigrantes a la atención sanitaria y que defiende vallas con concertinas
ha elogiado ‘las ansias enormes de libertad’ de Mandela. En los Centros de
Internamiento para Extranjeros de España hay arrestadas personas con ‘ansias de
libertad’ que huyen de su país por razones políticas y cuya única falta es no
tener papeles. En las bocas de metro hay policías que interrogan e identifican
tan solo a las personas en función de sus rasgos raciales. Pero viva Mandela y
blablabla.
En algunos medios nacionales y
extranjeros se ha dicho que Mandela “ponía la otra mejilla”, que fue un
pacifista como Ghandi, y otras muchas incorrecciones propias del revisionismo
que se está aplicando sobre la figura del Premio Nobel de la Paz sudafricano.
Mandela, el mismo que estuvo
en la lista de terroristas de Estados Unidos hasta 2008, el que apostó por la
violencia “no como fin sino como estrategia”, “porque la vía pacífica no daba
resultados”, el que recibió entrenamiento militar en Argelia o Etiopía, el que
en 1985 rechazó renunciar a la violencia a cambio de la libertad, se convierte
ahora en una figura distorsionada por algunos.
El Premio Nobel de la Paz
sudafricano defendió la reconciliación, y eso fue parte de su enorme
inteligencia. Lo hizo cuando sus enemigos ya estaban aislados y derrotados gracias,
entre otras cosas, a la lucha de Mandela y su gente y al boicot internacional.
Solo entonces, con el sistema
de segregación dando sus últimos coletazos, y desde una situación de ventaja
moral reconocida prácticamente en todo el mundo, Mandela optó por la
reconciliación. Lo hizo sin voluntad de venganza, pero con una Comisión de la
Verdad que ofreció reparación y memoria, algo que ha faltado en la transición
española.
Palestina
Estos días he recordado a
Yasser, un palestino al que los israelíes le arrebataron sus tierras y a
algunos de sus amigos más queridos, asesinados extrajudicialmente. Hace unos
cuantos años, en Cisjordania, Yasser clavó sus ojos en mí y me dijo, sin
acritud, con cierta frustración:
“Llevo años pensando sobre
ello, y la conclusión a la que he llegado, a mi pesar, es que lo que te quitan
por la fuerza solo lo puedes recuperar por la fuerza”. Yasser fue expulsado
poco después de su propia tierra y ahora vive condenado al exilio. ¿Se dirá
algún día de Yasser que luchó por recuperar su casa, sus tierras, sus derechos
básicos? ¿Se hablará de Yasser como ese alguien admirable que luchó por la
libertad, y blablabla?
El armamento nuclear
Israel es ese país donde se
sigue ocupando tierras palestinas, donde el Plan Prawer prevé expulsar a miles
de árabes de sus territorios aplicando una clara discriminación racial, donde
se aplican dos sistemas legales, uno civil para la población israelí y otro
militar, para los palestinos.
Allí, en uno de los últimos
vestigios del colonialismo, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu ha
dicho que Mandela es “un luchador por la libertad que repudió la violencia”.
Ante ello, el periodista israelí Gideon Levy ha escrito: “Allí estaba él,
[Netanyahu en TV] elogiando al “líder moral” y de fondo se veía una ciudad
ocupada, Jerusalén, cuyos residentes palestinos son oprimidos y desposeídos,
una ciudad donde prevalece el régimen de separación, un ejemplo del apartheid
israelí, aunque no el peor”.
¿Y qué me dicen de Simon Peres,
el presidente de Israel, que ha dicho que Mandela era “un gran dirigente que
cambió el curso de la historia”? Peres es el mismo que en los años 70 formaba
parte del gobierno israelí aliado de Sudáfrica y de hecho fue él, como ministro
de Defensa, el que ofreció armamento nuclear al régimen del apartheid
sudafricano, contra el que Mandela luchaba. Sudáfrica fue en aquella época el
mayor cliente de la industria militar israelí, en un momento de estrechas
relaciones entre ambos países. Por aquél entonces también Ronald Reagan o
Margaret Thatcher estaban al lado de la Sudáfrica segregacionista.
Curiosamente, tanto Netanyahu
como Peres optaron por no acudir al funeral de Mandela en el último momento. El
primero alegó que el viaje era muy caro; el segundo, que tenía gripe. Sus
ausencias también responden a la actitud de Sudáfrica, que recientemente
anunció la limitación de sus relaciones con Israel y donde diversas
instituciones -sindicatos, universidades- apoyan la campaña de boicot contra
los productos de las colonias israelíes. Una pitada pública contra Netanyahu o
Peres no sería la imagen ideal para Tel Aviv.
El apartheid en Israel
“El apartheid existe en todo
el país. Este es un territorio donde viven dos pueblos gobernados por un solo
gobierno que es elegido por un solo pueblo, pero que determina el futuro de
todos”, ha escrito esta semana la periodista israelí Amira Hass.
Las leyes israelíes facilitan
la discriminación y segregación de los palestinos. Contemplan el arresto de
palestinos sin cargos ni juicio por un tiempo que puede superar los dos años.
Limitan la libertad de movimientos de los palestinos, recluidos en pequeños
bantustanes sin unión territorial, aislados y rodeados de muros, checkpoints
militares y vallas.
Son las leyes las que permiten
que, como ha ocurrido esta semana, militares israelíes disparen contra civiles
y menores palestinos, o que los ataquen cuando protestan con fotografías de
Mandela en la mano, como han hecho estos días.
Son las leyes las que
sostienen la existencia de dos infraestructuras separadas -electricidad, agua,
transporte, carreteras- una para los israelíes, otra -evidentemente la
precaria- para los palestinos. Es el Estado israelí el que beneficia con un
sistema de incentivos económicos y becas a los colonos que ocupan territorio en
Cisjordania, a los que protege con su propio ejército.
Es la Ley del Retorno la que
permite a cualquier judío del mundo - o a cualquier que decida hacerse judío-
vivir en Israel pero niega el derecho de los palestinos a estar en su propia
tierra, que ha sido suya durante cientos o miles de años. Son las leyes las que
han permitido que los israelíes se quedaran con tierras y casas de palestinos y
las que siguen legitimando la ocupación, que continúa practicándose cada día.
Una carta a Mandela desde
Palestina
“Desde la celda de mi prisión nuestra libertad parece posible
porque ustedes alcanzaron la suya”, ha escrito, en memoria de Mandela, el
activista palestino Marwan Barghouti,
encarcelado por Israel en 2002 y considerado por algunos como una de los
potenciales líderes del pueblo palestino.
“Su país se ha convertido en un faro y nosotros, como palestinos,
estamos desplegando las velas para llegar a sus costas”, ha añadido.
¿Habrá en el lado israelí alguien capaz de asumir el rol que
desempeñó el presidente sudafricano de Klerk, que reconoció haber experimentado
“un proceso de introspección, de arrepentimiento, de reconocimiento de
políticas fallidas y de la injusticia que trajeron consigo”?
¿Qué papel estarían dispuestos a desempeñar Europa o Estados
Unidos, que al igual que en su día apoyaron a la Sudáfrica del apartheid,
hasta ahora no han dado la espalda a Israel?
Darle la vuelta a lo hegemónico
Mandela pasó de terrorista a
héroe. Eso fue parte de su triunfo. Logró darle la vuelta al discurso
hegemónico. Lo que en los años 70 era políticamente incorrecto -simpatizar
públicamente con la lucha contra el apartheid- fue transformado en pensamiento
dominante. Mandela puso al mundo de su lado, cuando lo había tenido en contra.
¿Qué demuestra todo esto? Que
la historia la escriben los vencedores. Que de vez en cuando ganan los buenos,
aunque solo sea muy de vez en cuando. Que lamentablemente demasiado a menudo
una lucha justa solo obtiene legitimación pública cuando triunfa.
Que debemos preguntarnos
cuántos Mandelas se quedaron en el camino, olvidados por no haber ganado,
enterrados en las páginas no escritas de nuestra historia.
Y que mientras hablamos de lo
terrible que era el régimen del apartheid de Sudáfrica, atreviéndonos a criticarlo
porque hacerlo forma parte ya del discurso hegemónico, hay otras
discriminaciones sistematizadas, otras segregaciones, y todo un pueblo, el
palestino, sufriendo un claro apartheid ahora mismo, en estos instantes, en
tiempo real.
Por Daniel Barenboim. Opinión. Clarín 26/07/14.
Escribo estas palabras como
Mensajero de la Paz para las Naciones Unidas, y como alguien portador de dos
pasaportes: uno israelí y otro palestino. Escribo estas palabras con pesar en el corazón, ya que los
acontecimientos durante las últimas semanas han confirmado mi convicción de
larga data, de que no hay solución
militar para el conflicto israelí-palestino. Este conflicto no es un conflicto político, sino humano,
entre dos pueblos que comparten la convicción profunda y aparentemente
irreconciliable de que tienen derecho al mismo pedazo de tierra pequeño, y eso
excluyendo al otro.
20/11/12 Israel: basta de terrorismo de Estado! Carta abierta del Nobel de la Paz argentino Adolfo Pérez Esquivel y
citas del imprescindible “El conflicto palestino-israelí. 100 preguntas y
respuestas” de Pedro Brieger. Claves
para todos-Capital Intelectual.
04/08/14 Dos premios Nobel latinoamericanos piden un embargo
militar a Israel - Israel y Palestina y el derecho de los pueblos a su autodeterminación y soberanía (carta abierta de Adolfo Pérez Esquivel)
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