jueves, 11 de septiembre de 2025

Habemus Papam argentinensis XIV

 

En esta sucesión de entradas que denominé "Habemus Papam argentinensis" fui juntando subjetivamente novedades sobre el pontificado de Jorge Bergoglio que fueron surgiendo desde su asunción en 2013. Lo hice claramente influido por el hecho de ser un argentino que fue centro de la atención mundial con sus decisiones. Básicamente fue un ejercicio para fijar mis  lecturas sobre el tema deslizando emociones y, de rebote, como resumen provechoso para algún lector del blog.  

Horanosaurus: ni politólogo ni (mucho menos) teólogo. Un argentino común y corriente que recibió educación católica hasta los años 70 y terminó poco después siendo un 'no practicante'. Un desilusionado más de su iglesia, ese organismo tan conservador como imbatible. 

Si se detienen a pensarlo, cuando intentamos comprender la realidad que nos rodea, opinamos con efervescencia pero sin cabal conocimiento de las intimidades del poder que la manipulan detrás. Recién cuando podemos adivinarlas mínimamente nos damos cuenta de nuestra insignificancia como ciudadanos. Por eso, hay que tomar conciencia de eso y asumirlo con humildad (soberbios sobran). Como dice el meme:  

Partiendo de esa base, nunca pude entender como, una vez en el papado, Francisco recibía sonriente a lo peor de la política kirchnerista del momento: Cristina con todos sus secuaces -viajando en primera clase al Vaticano- poniendo cara de creyentes piadosos. Esos que al principio lo puteaban en colores y lo acusaron de entregador cuando estaba en Buenos Aires. Los mismos  que se fueron del poder ricos pero dejaron a Argentina con un 45% de pobreza. Repetirían la hipocresía mutua Macri y Milei. Menos entendí cuando Bergoglio le dió un cargo en el Vaticano a Eugenio Zaffaroni, el indefendible ex-juez, un  inmoral a todas luces para el que una violación era tolerable si se cometía en la oscuridad. Tampoco porque respaldaba a pseudodirigentes de movimientos piqueteros y sindicalistas argentinos, vividores del dinero de los humildes, o recibía sonriente a empresarios y políticos bochornosos de otras partes. Bergoglio: nadie te pedía que echaras a los mercaderes del templo como hizo Jesús, pero tampoco almacenarlos ahí. 

Respondiendo durante 2024 a una carta al fiscal Dr. Luciani, que actuara en la causa Vialidad contra el kirchnerismo, Francisco admitió que no apoyaba el “lawfare” esgrimido por Cristina Kirchner y sus acólitos como excusa de su corrupción rampante. Pero había dejado pasar sin chistar que el kirchnerismo usara a su favor durante meses sus declaraciones -confusas y en contrario- sobre el tema hechas en C5N en marzo 2023. 

Bergoglio recibió sonriente al tarambana de Javier Milei, el aprendiz de autócrata que lo había tildado de "hijo de puta" y satánico. El mismo indolente que desprecia a los excluídos pero se agacha ante los poderosos. El Papa calló ante las barbaridades del dictador venezolano Maduro, con su tibieza aprobó la invasión rusa del autócrata Putin sobre Ucrania y ensalzó la herencia soviética, sangrienta si las hubo.

Muchos calificaron esos posicionamientos del Papa como políticos, es decir suponen fueron parte de una estrategia. El problema es que -en gran parte- no fueron compatibles con los dogmas que sostiene su iglesia, convirtiéndose en mensajes contradictorios para sus 1400 millones de fieles. 

Creo que quedan en su haber el esfuerzo para integrar a la feligresía a las minorías discriminadas y las claras intenciones ambientalistas de su encíclica Laudato Si. Se animó -con algún titubeo- a la lucha contra la pedofilia que pudría las entrañas de la iglesia, pero se animó. Aunque poco pudo cambiar en el mapa mundial de la pobreza, su empatía con los excluídos por la sociedad y los jóvenes fue innegable. Hizo un blasón con su sencillez y el desapego a los bienes materiales, descartando en todo lo que pudo la pompa exhuberante que le resulta normal al Vaticano. Bergoglio mostró valentía para repudiar la venganza sangrienta de Israel sobre la indefensa población civil palestina de Franja de Gaza, a quienes trató de ayudar material y espiritualmente.

Como corolario personal, dado el reciente fallecimiento del papa Francisco, pienso que Bergoglio dio demasiados mensajes equívocos y que sus aciertos no llegaron a hacerle cosquillas a los poderes que manejan el mundo, colaborando su iglesia con el statu quo universal. Eso de cambiar algo para que nada cambie. Vaya uno a saber cual fue su real voluntad y si se sentía satisfecho con su labor.

Me parece lo mejor, otra vez, recopilar aquí una selección de balances de críticos más eruditos. La mayoría han sido opiniones tibias y alcahuetas sobre el quehacer y la personalidad de Francisco pero estas son más picantes en general. Son de lectura larga y ardua pero, les aseguro, ofrecen una concepción más amplia del papado de Bergoglio. Horanosaurus.

 

"El Papa bendijo a este gobierno (kirchnerista), bendijo a los corruptos, recibió a sindicalistas mafiosos, hizo todo lo posible para que Alberto Fernández ganara y tiene a (Juan) Grabois como vocero. Francisco se sacó fotos con todos estos y habilitó el actual esquema de poder. Hoy tiene que parar la violencia. Digo todo lo que digo con conciencia cristiana. No me pidan que sea hipócrita". Lilita Carrió en "Usurpaciones: el duro mensaje de Carrió a Francisco". El País. 06/09/20. 


Clarín. 27/04/25. Por John Carlin. El papa Francisco fue considerado un hombre de la izquierda y un hombre de paz. En los doce años que estuvo al mando de la Iglesia católica, la extrema derecha ha ganado terreno como nunca desde la época nazi y la cantidad de conflictos armados en el mundo se ha multiplicado por dos.

Esto debería servir de consuelo a los que se preocupan por que el sucesor de Francisco sea de derechas. No quiero decir con esto que la llegada al trono papal de un simpatizante del Opus Dei vaya a presagiar el auge de la izquierda internacional o una feliz era de paz planetaria. Lo que quiero decir es que el impacto del Papa sobre lo que ocurre en el mundo terrenal es limitado. No necesariamente innocuo, no siempre, pero bastante más limitado de lo que muchos creen.

¿Para qué sirve un Papa? Para influir en los corazones de los fieles. ¿Cómo influyo Francisco? Quizá ablandando los sentimientos de aquellos que aborrecían a los gays, o que no prestaban mucha atención a las penurias de los pobres. Difícil de medir. Pero lo que su legado demuestra es que los que piensan que el Sumo Pontífice influye de manera decisiva en la política se equivocan.

Veamos un par de países, Italia y España, donde la regla general es que los creyentes católicos votan a partidos de derecha. ¿Cambiaron de opinión sabiendo que Francisco no simpatizaría con ellos? No. Ahí esta la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni; ahí esta sumando votos con cada año que pasa el partido de ultraderecha español Vox.

¿Argentina? Bueno, Javier Milei insultó al Papa con mas rabia que Maradona a los ingleses, pero no le fue mal en las elecciones. Ahora Milei dice que fue un “honor” haberlo conocido, lo que podría indicar que Francisco obró un milagro. O que Milei calculó que mejor portarse bien con el tercer argentino mas conocido de la historia, después de Maradona y Messi.

En cualquier caso, Milei experimentó una conversión al cuerdismo. Reducir el papel del Estado sigue siendo lo mas cercano que tiene a una religión. Que Milei ahora habla bien del Papa en vez de maldecirlo no tendrá ningún impacto en las vidas materiales de los argentinos.

La pregunta sería si el Papa -cualquier papa- realmente lo quisiera, ¿podría incidir en la política o incluso en la economía? El precedente de Juan Pablo II, el polaco Wojtyla, indicaría hasta cierto punto que si. Su ferviente anticomunismo dio un impulso adicional al movimiento prodemocrático de su país y, en general, a la causa que acabo con el muro de Berlín. Guste o no, Wojtyla se la jugó.

Francisco no. Si no me sumo al coro de sus aduladores tiene que ver en primer lugar con lo que algunos podrían pensar que es una manía mía. No hay nada que haya impactado mas en mi conciencia que las atrocidades que cometió el régimen militar argentino entre 1976 y 1982. Viví ese siniestro ambiente durante tres de esos seis años y conocí íntimamente a los parientes de seis desaparecidos. Francisco nunca alzó la voz en contra de Videla, Galtieri y compañía. Casi nadie podía, es verdad. Para una persona normal las consecuencias de denunciar a los militares eran terroríficas. Pero Francisco no era una persona normal. Era el Padre Bergoglio, el provincial, o el jefe de los jesuitas en Argentina. Su cargo le daba una cuota de protección que los demás no tenían. Pero ni pío. Como el resto de la jerarquía de la iglesia argentina colaboró, en silencio, con la dictadura. En el mejor de los casos fue un cobarde.

Mi percepción de el, por poco que valga, se basa también en que, de las diez personas más valientes y admirables que he conocido en mi vida, cinco han sido curas, cuatro de ellos jesuitas. Estuve con ellos en El Salvador y en Guatemala durante las guerras centroamericanas de los años 80 y en Sudáfrica en los tiempos del apartheid. Con sus acciones y sus palabras se jugaban la vida todos los días.

Recuerdo a uno en Ciudad del Cabo que estuvo al frente de una marcha fúnebre para tres activistas asesinados por el régimen blanco. La policía empezó a disparar. Todos huyeron, dejando los ataúdes tirados en la calle, salvo el Padre Jerry. El no solo no se movió sino que, con el crucifijo en alto, les grito a los policías. “Fuck off! Fuck off! Fuck off!” El quinto de mis cinco curas magníficos fue cristiano pero no católico. El arzobispo Desmond Tutu actuó como el Padre Jerry infinidad de veces, denuncio el apartheid sin cesar y sobrevivió varios intentos de asesinato. “Si eres neutral en situaciones de injusticia has elegido el lado del opresor”, dijo una vez Tutu. Si el Papa Francisco conoció la cita, mucho caso no le hizo.

Pienso no solo en el oscuro pasado de Argentina sino en el oscuro presente ucraniano. Francisco dio la impresión de dar crédito a las mentiras del satánico Vladimir Putin y de aquel otro representante del maligno en la tierra, JD Vance, al que el Papa recibió y bendijo en su último día de vida, por el amor de Dios.

No llegó al extremo de decir, como Vance y su jefe, que Ucrania había iniciado la guerra pero si que “quizá había sido provocada” y que no era “un conflicto binario entre el bien y el mal”. Gracias, Santo Padre por la claridad moral. En otra ocasión se acercó aun más a la posición del invasor. Le dijo a los jóvenes rusos: “No olviden nunca su herencia.. ustedes son los herederos de la Gran Madre Rusia, sigan adelante”. El Kremlin, por supuesto, quedó encantado. El portavoz de Putin dijo: “Que el Papa hable al unísono con estos esfuerzos es muy gratificante”.

La interpretación más generosa de la actividad del Papa Francisco hacia el horror de la guerra de Ucrania es que se mantuvo neutral. Una vez más, a la hora de la verdad, fue un cobarde. Lo que no guita que haya sido también un hombre bueno. Si, si, claro que si. Pero un gran hombre, o un santo, como algunos ya claman, por favor, no.

“Estamos ante el cónclave más dramático de los últimos 50 años”

Marco Politi, periodista experto en cuestiones vaticanas, columnista de grandes medios italianos y cadenas norteamericanas. Autor del best seller mundial “Su santidad” (1996) sobre Juan Pablo II junto a Carl Bernstein, periodista del caso Watergate-Nixon. También de “Francisco entre lobos: el secreto de una revolución” (2014). Clarín 03/05/25. Por Sergio Rubin.

(…) -¿Cuál es el legado del Papa Francisco? -Francisco es, por cierto, una personalidad contradictoria, pero fue un gran innovador en la Iglesia Católica. Abrió puertas. Por ejemplo, eliminó la obsesión de la Iglesia Católica por las cuestiones relacionadas con el sexo. No se discute más sobre las relaciones sexuales antes del matrimonio, ni sobre la píldora anticonceptiva. Decidió dar la comunión a los divorciados que vuelven a casarse. Otorgó el derecho de ciudadanía a los homosexuales en la Iglesia Católica. Fue el primer Papa que recibió en el Vaticano a un transgénero con su cónyuge. Y autorizó las bendiciones a las parejas gay.

-Aunque no pudo avanzar el otras… -Es cierto que no pudo avanzar en el diaconado porque había una gran oposición, pero permitió su discusión. Además, nombró a mujeres en cargos relevantes en el Vaticano. Y por primera vez en 1.700 años concedió a las mujeres y a los laicos en general el derecho de votar en un sínodo mundial (…)

-¿Puede suceder que los conservadores logren imponer un papa que detenga un proceso de cambios? -No sé si habrá un Papa moderadamente reformador o que ralentice el proceso de cambio. Lo que no habrá es un Francisco II. Porque Francisco tomó muchas decisiones imprevistas que les resultaban insoportables a los conservadores. Por ejemplo, la designación de mujeres en cargos en el Vaticano o la bendición de las parejas gay. Por tanto, tan audaz o más audaz que Francisco es impensable (...)

(…) La institución, especialmente en el hemisferio norte, está sufriendo una gran crisis en lo que respecta, por ejemplo, a la baja participación en la misa y en la confesión, y en la disminución de las vocaciones sacerdotales. Y los últimos tres papas, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco no detuvieron esa crisis. Pero no debemos olvidar que hay una diferencia entre los papas y la Iglesia (…) hay papas que son grandes comunicadores como Juan Pablo II o Francisco, que tienen una personalidad carismática y poseen una gran voz moral sobre temas importantes de la sociedad global. El tema de las migraciones, de la justicia social, de un capitalismo salvaje y de la paz. Hemos visto que en estos últimos tres años desde que comenzó la invasión de Rusia que Francisco clamaba por la paz en Ucrania (pero) ni Moscú ni Washington querían hacer negociaciones, llevar adelante un diálogo de paz, pero el sur global estaba con la línea de Francisco. Querían la paz y no estar ni con la bandera rusa ni con la bandera de la Alianza del Atlántico Norte.

Un control remoto desde el Vaticano para la pacificación
Clarín IEco. 27/04/25. Por Ignacio Zuleta.

¿Hacía falta que lo aclarase? La última expresión del papa Bergoglio sobre sus convicciones la escuchó Martín Guzmán. Fue una semana antes de la internación en febrero pasado. El Papa escuchó del exministro un adelanto del informe -que presentará el 16 de mayo próximo ya con un nuevo Papa- la "Comisión del Jubileo de la Deuda" que le encargó a Guzmán y al economista Joseph Stiglitz. "Quiero que quede claro que no soy comunista", dijo Francisco con el tono irónico de las definiciones sobre sí mismo que solía hacer sobre su condición de peronista.

Gilberto Carvalho, que fuera jefe de gabinete de Dilma Rousseff contó hace años que en la primera reunión que mantuvieron en marzo de 2013, a poco de ser elegido, Francisco se presentó con gracia "Soy el primer papa latinoamericano, soy el primer papa jesuita, el primer papa argentino, y también soy el primer papa peronista".

No importa ya, pasados los funerales del hombre, cuánto peronismo había en Francisco, debate que ha sido tendencia en estos días. Para quienes las anécdotas tienen sentido, el último aliento de Francisco fue ir el domingo a la plaza y saludar desde el balcón. Una evocación del último gesto de Perón el 12 de junio de 1974, cuando se despidió desde la plaza de su militancia, para morir un par de semanas después. Ni yanqui ni marxista, pe-ro-nis-ta.

Homenaje en el FMI. Guzmán reveló esa definición de Francisco el miércoles pasado ante el grupo de expertos sobre la deuda de los países de ingresos bajos y medio bajos en la Fundación de la ONU en Washington. Debió estar Roberto Carlés, exembajador en Italia y uno de los argentinos más cercanos de Bergoglio. Cuando estaba por subir al avión para ir a Washington, recibió la noticia de la muerte del Papa. La reunión fue una actividad paralela a la conferencia de primavera del FMI y el Banco Mundial.

La muerte del pontífice no ha implicado la suspensión de la presentación de mayo en el Vaticano del informe elaborado por Joseph Stiglitz (que preside la comisión), Martín Guzmán, Jeffrey Sachs y Stefano Zamagni, asesores del Vaticano desde los tiempos de Juan Pablo II. Un alarde de continuidad en la corte vaticana, que conserva aun rutinas monárquicas. Por ejemplo que, desde el momento de morir el Papa, cesan en sus funciones los titulares de los Dicasterios -equivalen a los ministerios- que quedan restringidos para ingresar a sus despachos hasta que se les renueve en el cargo o aparezca un suplente.

¿La organización vence al tiempo? Pensando en que sus iniciativas superen la fiera venganza del tiempo, Francisco dejó instrucciones con su letra diminuta -que fue disminuyendo con el paso de las últimas horas hasta perder la movilidad de las manos, señal del final inminente advertido por quienes lo acompañaron- para que el cambio de Papa no signifique el cambio de ciertos rumbos que él inició.

Uno es sacar la creación más reciente de la Universidad del Sentido de la dependencia de algún dicasterio, para hacerla depender del gobierno de la Santa Sede, a salvo de cambios en los dicasterios. Esa universidad internacional surgió de Scholas Ocurrentes, que nació al calor de la crisis argentina y propone desarrollar en los jóvenes las “habilidades blandas” desde una perspectiva antropológica, que reúna armónicamente el lenguaje de la cabeza con el del corazón y las manos. Esta rara pedagogía, que el tiempo pondrá más en claro por lo novedoso, es un producto con denominación de origen. Scholas está dirigido por los argentinos José María del Corral y Enrique Palmeyro. La universidad tuvo como organizador al argentino Hugo Juri, exrector de la universidad de Córdoba, y ex ministro de Educación de Fernando de la Rúa.

También Francisco dejó blindada una nueva singladura a la fundación Laudato Si, que organizó Carlés desde Roma pero que el Papa quiso que ahora se instale en Manila. Es una señal del interés de la Iglesia por atender la evangelización en Asia. De allí viene uno de los papables más mencionados, el ex primado de Manila Luis Antonio Tagle, que Bergoglio llevó a un alto cargo en el Dicasterio para la Evangelización. Su madre es china y le dicen, por supuesto, "El chino". Otra creación que tiene asegurada la sobrevivencia es el Instituto Universitario del Agua y el Saneamiento, que dirige el argentino Luis Liberman. Fue uno de los amigos más estrechos del Papa y viajó inmediatamente a Roma, donde acompañará el sepelio.

Bergoglio garantizó una Argentina en paz. El país ganó con Bergoglio una impagable década de paz interior que convierte a la Argentina en una isla de tranquilidad, una excepción en la región y en el mundo. La tarea de Bergoglio desde el poder y el liderazgo que tuvo sobre una amplia demografía visible e invisible fue arbitrar entre los factores de la confrontación para evitar que brotasen hechos de violencia como ocurrió en todos los países de la región con la excepción del Uruguay. La obsesión de Francisco era mantener la paz en un país que vivió hace 50 años un baño de sangre del cual le cuesta aún hoy recuperarse. Su obsesión se tradujo en una consigna que transmitió a las organizaciones sociales que se referencian en él, que ocuparon la calle desde finales del gobierno de Cristina de Kirchner en adelante. Desplazaron a las organizaciones de izquierda y a los sindicatos en la administración de la protesta.

El control remoto desde el Vaticano. Parte de esa pacificación fue la negociación con el gobierno de Cambiemos para la creación del salario complementario para los pobres a partir de la única emergencia que el gobierno de Macri dejó en pie al asumir (Ley de Emergencia Social, Economía Popular y Salario Social Complementario, diciembre de 2016) y otros acuerdos, como la creación del censo de barrios populares y la sanción de la revolucionaria Ley de villas. Fueron el instrumento político para que el país sea, hasta el día de hoy, una isla de solidez institucional que asegura alternancia de gobiernos de distinto signo sin persecuciones, exilios, prisión de presidentes en serie (Perú), destituciones (Brasil), desmoronamientos institucionales (Chile, Estados Unidos), estados de guerra interna (Colombia, Ecuador, Venezuela), dictaduras policiales (El Salvador), unicatos (México), amenaza de desmembramientos territoriales (Canadá, Panamá). La Argentina, aun perforada por la crisis de los indicadores de la economía formal, se ha salvado de todo eso. ¿Fue por el papado de Bergoglio? Es indemostrable lo contrario. El proceso de solidez institucional es anterior a Bergoglio, pero pudo no terminar así sin el control remoto desde el Vaticano.

Lo reclamaban más de donde había problemas. Hay quienes siguen preguntándose sobre las razones por las cuales nunca vino a la Argentina siendo Papa. Una razón estructural es que la Iglesia en la Argentina no tiene ninguno de los problemas gravísimos que tiene en el resto del mundo. La persecución de cristianos en regiones de Medio Oriente, Asia y África, con mártires de la fe cristiana, lo reclamaron en otras comarcas. Lo mismo que ese cáncer que ha sido la revelación de los abusos de religiosos sobre personas confiadas a su formación. En la Argentina hubo casos que han sido investigados y sancionados. Pero no en la dimensión y la gravedad de los que ocurrieron en Irlanda, Alemania Chile o Estados Unidos.

“No soy De Gaulle”. Pero hay una razón ligada a la intención de blindar a la Argentina de un retorno a la violencia de los años '70, evocada por los representantes de los dos demonios que siguen reivindicando aquella etapa como una gesta altruista. Fue un Papa peronista, como se lo confesó a muchos, además de a Dilma Rousseff, pero se enfrentó con todos los gobiernos peronistas, de Menem hasta Alberto Fernández.

Las mejores relaciones las tuvo con el gobierno de Cambiemos, con el cual negoció leyes fundamentales que pacificaron los ánimos de una oposición mayoritaria ante un gobierno de minoría como el de Mauricio Macri.

Pudo temer que venir a la Argentina pudiera convertirlo en prenda de conflicto y deshacer los esfuerzos de conciliación. Si venía bajo la presidencia de Cristina, la creciente oposición que la llevó a la pérdida del poder entre 2013 y 2015, lo hubiera convertido en un símbolo de agitación. Lo mismo pudo temer cuando gobernaba Macri. "No soy De Gaulle", les decía a quienes le preguntaban por su venida. Recordaba que, en octubre de 1964, la visita de De Gaulle a la Argentina había servido para una campaña del peronismo contra el gobierno de Arturo Illia. Las calles cantaban "De Gaulle es Perón", “De Gaulle y Perón, tercera posición” y “Perón y De Gaulle, un solo corazón”. Lo mismo pudo ocurrir si venía bajo el gobierno de Alberto, perforado por la peste Covid y los resbalones de la economía, que ya el voto había castigado en 2021.

No venir fue parte de un proyecto exitoso. Quizás el mejor momento fuera el actual gobierno, una administración más bien neutra e indiferente hacia el Vaticano pero que ha respetado los proyectos de Bergoglio. Sebastián Pareja, puntero premium del mileísmo, se hizo cargo del área que administra la Ley de villas y declaró que había sido una de las gestiones más prolijas del anterior gobierno. Los programas se han desfinanciado, como todos, pero se han mantenido después de ser prorrogados por todas las administraciones que siguieron a su sanción.

Desde ese ángulo, no venir al país tiene una explicación solvente que, hay que admitir, fue una de las grandes contribuciones al proyecto argentino de su papado. Quizás fue la mejor decisión para evitar un conflicto confesional que el país nunca había vivido antes.

El gobierno, a reglamento. Francisco se ocupó antes de morir de que sus proyectos tengan continuidad en el tiempo, que marcan mucho su opción por recetas que se apartan del liberalismo extremo que hoy sustentan los populismos de derecha. Es la razón, seguramente, de la reticencia del gobierno a acompañar con el brillo que suele darles a otros escenarios internacionales, el sepelio de Francisco de este domingo. Ese ánimo del gobierno de Milei se parece al que mostró Cristina de Kirchner el día cuando Francisco fue elegido. Solo después, algunos de sus funcionarios como Eduardo Valdés y Guillermo Moreno la hicieron recapacitar sobre la oportunidad histórica que significaba para el país esa exaltación de Bergoglio al Vaticano.

Que dice la comisión del Jubileo de la deuda. El documento sobre la deuda se conocerá en detalle en mayo. El diagnóstico describe la situación de por lo menos 50 países en "default del desarrollo": son países endeudados que no entran en default financiero porque dedican el dinero de nuevos préstamos a pagar deudas y lo desvían del destino productivo por el cual lo recibieron. En los cuatro capítulos propone reformas al régimen de jurisdicción de los nuevos préstamos, que están radicados en plazas como Nueva York. Allí los deudores pagan una tasa mientras discuten en los tribunales, que es tan alta que incentiva a los acreedores a demorar lo más posible los juicios. Esa tasa supera el 8% anual y fue calculada según la inflación americana de hace 40 años, cercana al 9%. Entre las reformas que propone figura una prohibición a los países de desviar el destino de nuevos créditos para pagar deuda. También propone formas de proteger a los países de los fondos que compran deuda defaulteada para medrar con los juicios, como ha ocurrido con la Argentina, país que no figura en la lista de los 50 analizados por la comisión del jubileo.

                      


Clarín 27/04/25. Por Ricardo Roa.

(…) El plato fuerte será en Provincia, donde se define toda la discusión del peronismo, que se queda sin la ayuda del Papa. Bergoglio era un refugio y un punto de referencia, sobre todo frente a Milei. Fallecido, se ha convertido en el Papa de todos. De Trump a Biden, de Lula a Milei, de antiabortistas a travestis. Aunque esta unanimidad irá decantando en valoraciones con matices.

El Papa ha tenido más de una vida. Ha sido Jorge, hincha de San Lorenzo, el padre Bergoglio, jesuita y de Guardia de Hierro, el arzobispo de Buenos Aires al que los Kirchner acusaban de reaccionario y de haber entregado a dos curas jesuitas a los militares. Y el jefe de una institución compleja y líder de una religión muy extendida. Para el mundo era Francisco. Para la Argentina era Bergoglio, y Bergoglio transparentemente peronista.

Francisco mostró sensibilidad por los pobres, los migrantes, los excluidos. Devolvió el pensamiento social a la Iglesia. A diferencia de Benedicto, intelectual refinado y conservador, entendió que la adaptación del catolicismo al siglo XXI no pasaba por un regreso al latín o, por el contrario, a la adopción de tecnologías digitales y se focalizó en los condenados de la tierra. Habló alto a los poderosos y logró reformas importantes, aunque falta una enormidad para dejar atrás la discriminación de las mujeres, y el castigo y prevención de abusos sexuales y de actos de corrupción.

En sus 12 años de papado, nunca quiso volver. ¿Por qué? Cuesta encontrar una razón. Seguramente no quiso ser atrapado por la grieta a la que paradójicamente no ayudó a superar. Fuera de aquí, Bergoglio trabajó para cerrar grietas. En la Argentina se pegó a uno de los bandos: el bando del kirchnerismo.

Ahora, en el duelo, aparece la oportunidad de reflexionar y pensar cómo se superan grietas y confrontaciones. Que sea “el argentino más importante de la historia” lo dirá el porvenir. En nuestro presente es una figura de extraordinaria gravitación. Quizás otros argentinos, como Borges desde la literatura, o César Milstein desde la ciencia, sean igualmente relevantes, y lo seguirán siendo por la genialidad de sus aportes. Los tres han fallecido fuera del país. Sería extraordinario que aprendamos a cuidar y cultivar la herencia de nuestras figuras inspiradoras. Que todo siga igual es igual a ir para atrás.

El adiós al Papa
Clarín. 27/04/25. Por Nicolás Wiñazki.

Cuando Cristina Kirchner visitó por primera vez al Papa Francisco en el Vaticano, un acontecimiento político de impacto nacional, le llevó como regalo unos zapatos usados. Eran del propio Bergoglio. Una familia amiga del dirigente Julio Alak, que también tenía una amistad con Bergoglio, le avisó al Gobierno que el nuevo Pontífice había olvidado ese calzado en su casa. Ella se los llevó a Roma como si fueran una novedad. Un obsequio extraño que Francisco agradeció con diplomacia clerical en la intimidad. Ese encuentro duró dos horas y media. Cristina lloró, el Papa le habló de la necesidad de "unir a la Patria Grande", del conflicto por las Islas Malvinas y de su marido fallecido, Néstor Kirchner. Fue una reconciliación. Los K habían designado a Bergoglio, en sus épocas de cardenal de Buenos Aires, como el "jefe de la oposición". El prelado enloquecía a la Casa Rosada dejando trascender que recibía en la catedral a la dirigencia de todos los partidos. Además, en un Tedeum del 25 de mayo del 2004, le había dedicado al matrimonio K una homilía crítica de la corrupción.

Más: Bergoglio les "ganó" una elección que fue crucial para el proyecto de los Kirchner. Fue él quien convenció al obispo emérito de Puerto Iguazú, Joaquín Piña, para que liderara una coalición de dirigentes opositores al gobernador de Misiones, Carlos Rovira, aliado de la Casa Rosada, que buscó reformar la Constitución para obtener la reelección indefinida. El mandatario peronista perdió con la lista de unidad ideada por Bergoglio y se terminaron así los diversos planes de "re-re" de otros gobernadores del PJ. Las relaciones con los Kirchner se habían roto, también, cuando el entonces vicario castrense, monseñor Baseotto, amenazó al ministro de Salud, Ginés González García, con "tirarlo al mar" por sus programas de prevención de enfermedades sexuales. La Casa Rosada emitió un decreto para removerlo del cargo. Bergoglio resistió.

Cuando fue elegido Papa, Cristina enfureció. Pero con el paso del tiempo prefirió capitular sin explicitarlo. Se rindió ante alguien mucho más poderoso que ella. Francisco aceptó la tregua. El detalle de los zapatos gastados es una historia mínima que describe el gran acontecimiento político que supuso para el entonces oficialismo que su "enemigo" llegara a la cúspide se la Santa Sede. El Papa, ya en su cargo máximo, victorioso, perdonó a los K y tejió alianzas con ellos para ampliar su poder en el país. Era un animal político, según lo describieron amigos siendo respetuosos de su liderazgo de Fe. Se definía como un "hombre de gobierno".

Con el ex presidente Mauricio Macri la relación también fue tormentosa. Siendo Arzobispo de Buenos Aires nunca le perdonó del todo que la Jefatura Porteña no impidiera, con una acción jurídica, que se realizara, justo en su ciudad, la primera unión civil entre dos hombres. Macri nunca se entendió del todo con Bergoglio, ni viceversa, más allá de la cordialidad de su vínculo institucional y de la amistad que monseñor tenía con varios dirigentes del PRO. Macri sintió el frío y la información fina que manejaba Francisco varias veces. En medio de una reunión entre ambos, el Papa fue directo: "Hay dos ministros de su Gabinete que no me gustan". Macri había viajado en compañía de su principal asesor, Marcos Peña. La charla había tratado una agenda vinculada a otros temas. Pero al ex presidente aquella crítica le quedó astillada en su cabeza. Tanto es así, que en una escala en el viaje de vuelta a Buenos Aires no aguantó la intriga y llamó desde un aeropuerto al Sumo Pontífice: "Francisco, acá estoy, con Marcos, volviendo al país. La verdad, nos quedamos pensando en aquello que dijo de los ministros que no le gustaban...". Francisco respondió con una frase lapidaria: "¡Ah! Noto que ya ha descubierto a uno de los dos", soltó, en obvia referencia a Peña. El ex presidente se sorprendió. El otro funcionario de Macri que Bergoglio no toleraba era el consultor y catedrático de la comunicación, Jaime Durán Barba, que en los hechos no tenía cargo, pero que era clave para la gestión. El mandatario argentino padeció más intrigas en la Santa Sede. Bergoglio, desde sus épocas de obispo, mantuvo relaciones de mucha confianza con notorios dirigentes del PRO como el ex senador Esteban Bullrich, o con la ex vice Gabriela Michetti. Pero el vínculo con el propio Macri era innegablemente menos cálido.

El 27 de febrero del 2016, Macri fue retratado por un fotógrafo oficial del Vaticano junto al Papa. Parecían dos personas en espejo contrarios de gestos. El Presidente sonreía. Bergoglio no ocultaba su fastidio. Macri nunca le encontró una explicación a lo que había pasado. Clarín, en base a fuentes inobjetables, supo que el ex presidente respondía “no sé”, cuando le preguntaban qué había pasado aquel día, y agregaba: "La reunión que tuvimos había sido muy buena. Y después él salió y tenía ese gesto complicado".

Francisco, a la vez, dijo frente a testigos que hablaron con Clarín: "Mauricio es un hombre de pocas palabras. En la reunión yo le hablé de varios temas y él respondía cortito y se callaba. Y así fue hasta que le dije: '¿Tenés algo más?' Me dijo que no y listo, terminamos. Todo habrá durado veinte minutos".

Él solía ser ambiguo cuando le preguntaban si era peronista. En una entrevista con Jorge Fontevecchia, en Perfil, Bergoglio contó que provenía de una familia "gorila", pero que después se "me licuó ese antiperonismo". Como sacerdote, fue confesor de una hermana de Eva Perón. Y siempre remarcaba que a la Iglesia lo atrajo del líder del PJ su doctrina social de la Iglesia. Para él, el peronismo era un "movimiento popular" y sumaba que lo más interesante fueron sus políticas de justicia social. En San Pedro, antes de salir a saludar a sus fieles, le susurraba pícaro a alguno de sus ayudantes. “Voy a salir a ‘peronchear”, aludiendo sin dudas a Perón en tono de broma.

Bergoglio se autodescribía como "hombre de gobierno". Desde que fue arzobispo de Buenos Aires, y después en el Vaticano, mantuvo muy buena relación con la dirigencia de la CGT. Solía convocar a secretarios generales de los gremios a reuniones en la Santa Sede. Hiperinformado, en un almuerzo con jefes del gremialismo argentino sorprendió al ex secretario general de los peones de taxis, Omar Viviani. En medio de un almuerzo con ese grupo sindical. de golpe hizo silenció, miró a Viviani y preguntó: "Omar, ¿gastaste mucho dinero, no?". Su interlocutor no entendió la pregunta. Lo hizo cuando Bergoglio, con sarcasmo, detalló: "Claro, gastaste plata en la campaña para que Sandri (Leonardo, ex hombre fuerte del Vaticano) sea elegido Papa. Pero gané yo". Hubo risas. No muchas.

El Papa tuvo un gran amigo que aún hoy es un dirigente de mucho poder en el PJ. Se trata de Juan Manuel Olmos, Auditor General de la Nación, y operador del partido en diversos ámbitos, muy influyente en la Justicia. Había casado a los padres de Olmos, lo había bautizado siendo bebé a él, con el paso de los años también lo casó con su pareja y bautizó más adelante a sus hijos. Olmos era un interlocutor privilegiado del Papa. Y era de los pocos que se animaba a hacerle bromas: durante la primera visita de Cristina Kirchner a Roma, Olmos y el ex secretario de Culto de las tres gestiones K, Guillermo Oliveri, también de su total confianza, fueron invitados a otro encuentro, en el que estaban presentes alrededor de unos cincuenta obispos. Oliveri le entregó en ese momento una remera de San Lorenzo que le había enviado Marcelo Tinelli. El salón donde todo había ocurrido estaba lleno cuando Olmos "chicaneó" a su viejo amigo: "¿Cantamos la marchita, Francisco?". Y el Papa sonrió: "Nooo, acá no".

Para Francisco, los gremios cumplían un rol esencial en la sociedad. Pero a la vez creía que los "descartados", como llamaba él a quienes habían perdido el trabajo, debían ser contenidos y organizados por los movimientos sociales. Fue por eso que le dio tanto apoyo a Juan Grabois o a los jefes del Movimiento Evita, como Emilio Pérsico y Fernando Navarro.

Ya en la Santa Sede, el Papa recibía también a miembros del Poder Judicial. Era amigo de Eugenio Zaffaroni y le dio espacio a un grupo de funcionarios judiciales de la agrupación K Justicia Legítima para que expongan en disertaciones en Roma. Al mismo tiempo, tenía vínculos con jueces más "ortodoxos".

El Papa, eso sí, nunca les perdonó a los Kirchner que intentaran vincularlo con la dictadura militar: "Me quisieron cortar la cabeza", les contó en 2023 a obispos de Hungría. Era amigo del fallecido Claudio Bonadio. El magistrado solía visitarlo en el Vaticano. Pero nunca lo contaba para que trascendiera en los medios.

Con Javier Milei la historia es más conocida y corta. El Presidente había destratado al Papa durante la campaña. Pero esta semana él mismo admitió que le había pedido perdón, a lo que Francisco le respondió: "Son errores de juventud". Hábil declarante.

El Papa decía que no le prestaba atención a la prensa argentina. No fue así. Leía todos los diarios nacionales. Era un rito que iniciaba a las 4:30 de la madrugada. Y terminaba cuando leía todos los diarios.

En un mundo dominado por la ostentación y el juicio, el Pontífice ofreció una lección de compasión y cercanía. The Washington Post. 23/04/25.

WASHINGTON.- No hace falta ser católico, cristiano o ni siquiera remotamente religioso para captar la profundidad de la humildad y la bondad simbolizada en el lavado de pies de otra persona. Es un gesto de extraordinaria intimidad entre un adulto y otro, y un gesto que obliga a una postura corporal que si no es de subordinación, al menos es de empatía y generosidad. Tanto en lo real como en lo metafórico, para hacer ese gesto los que están más arriba deben ser los que más se inclinan. Así que las imágenes del canoso papa Francisco arrodillado frente a una hilera de presos y migrantes para lavarles y besarles amorosamente los pies será una de las imágenes del pontífice que perdure.

En tiempos en que los líderes del mundo tienden a jactarse del tremendo poder que tienen mientras buscan la forma de acumular aún más, el fallecido líder de la Iglesia Católica, con sus 1400 millones de fieles en todo el mundo, desechó la idea de que de alguna manera era mejor, más sabio o más merecedor que cualquiera de sus prójimos. Su disposición a arrodillarse ante el menos merecedor de nosotros es una lección de lo que verdaderamente implica ser grande. Francisco les brindó a esos individuos un respeto sin calificativos, que no se ganaron por sus palabras o sus acciones, sino simplemente por ser seres humanos: con eso alcanzaba.

Dejemos de lado las sencillas vestiduras clericales de Francisco, las Sagradas Escrituras, la complejidad de la historia, y lo que queda es una forma de cuidado y de ternura poco común, pero que no tiene por qué serlo.

Ahora los recuerdos y los elogios empiezan a fluir, y la gente destaca su humildad, su facilidad para la comunicación, su sonrisa fácil, su capacidad para bromear con niños y estadistas por igual. En otras palabras, la gente admiraba que Francisco se negara a que su posición privilegiada lo aislara del bien común. La gente se maravillaba de su capacidad para tratar a todos con imparcialidad, en vez de petulancia o falta de paciencia. Les gustaba que no estuviera visiblemente enamorado de los tesoros y botines del Vaticano. Francisco parecía entender que por muchas capas de oro que blindaran a la Iglesia Católica, ninguna de ellas podía tapar sus fracasos. Solo un líder dispuesto a salir y hacer su trabajo —con torpeza, imperfección y franqueza— podía impulsar el cambio.

Estos no son los rasgos típicos de los políticos, líderes industriales ni hombres y mujeres que se han hecho a sí mismos. A la mayoría no se los conoce precisamente por reconocer sus errores: evitan disculparse por sus debilidades y malas acciones, y manejan, desvían y racionalizan creencias falsas, y gran parte del mundo los admira por ser duros, decididos o simplemente ricos. Y Francisco quedó prácticamente solo en el centro de la atención mundial por su extraordinaria hazaña de seguir siendo compasivo y humilde, contra viento y marea.

Francisco no transformó la doctrina de la Iglesia. Su apertura mental se evidenció sobre todo en su disposición a escuchar y participar. Que esto fuera bueno o malo para el catolicismo depende de cómo quieran que sea la religión que es un principio rector de sus vidas. ¿Es un conjunto de reglas que uno sigue o rompe, y por lo tanto es bueno o malo, pecador o no? ¿O la religión es una comprensión fundamental de que cada persona tiene un valor intrínseco y que la clave de esta vida es maximizar ese valor al máximo?

Francisco dejó bien claro que era un hombre y no un dios. Era imperfecto, y sus defectos y su disposición a admitirlos eran su fortaleza. ¿Quién era él para juzgar? Se preguntó al reflexionar sobre la relación entre la Iglesia y quienes se identificaban como parte de la comunidad LGBTQ+.

“Si aceptan al Señor y tienen buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgar?”, dijo en 2013. “No deberían ser marginados”. Pronunció estas palabras ante un grupo de periodistas casi encogiéndose de hombros, como si fuera algo obvio. Y ahora, en 2025, cuando quienes se diferencian de alguna norma predeterminada —pero especialmente quienes son transgénero— son insultados o violentados, aquel comentario despreocupado de Francisco resuena como una compasión vigorizante. Usó su púlpito para tenderle una mano al prójimo, y la mayoría de los poderosos no aprendieron de su ejemplo. Hoy, en 2025, muchos de ellos, que son escuchados y reproducidos en todo el mundo, parecen incapaces de resistirse a usar su poder para juzgar, para culpar, para señalar con el dedo y a expulsar a los otros. En su mensaje de Pascua, su última declaración pública, Francisco señaló: “No puede haber paz sin libertad religiosa, sin libertad de pensamiento y de expresión, y sin respeto por las opiniones ajenas”.

En los últimos días, su fragilidad era evidente, completamente humana a pesar de toda la seguridad y el ceremonial que lo rodeaban. Era un hombre mayor, que había estado a punto de morir durante una larga internación por problemas respiratorios, que convalecía en su casa y lo daba todo no solo por mantenerse con vida, sino por estar presente. A principios de abril, apareció vestido de civil, saludando a los visitantes en la Basílica de San Pedro: un anciano en silla de ruedas arropado en una manta rayada, y una cánula de oxígeno para ayudarse a respirar.

Sus médicos le habían recomendado reposo. Pero él estaba en el mundo, un lugar donde miles de millones de personas escuchaban lo que tenía que decir y observaban su forma de vivir y de luchar. Muchas de esas personas eran fieles católicos, solemnes creyentes que acudían a él en busca de consuelo, de guía, o de algo que está casi más allá de las palabras. Pero muchos otros lo veían simplemente como un hombre cuyo respeto por la vida no se basaba en la presunción de inocencia, sino en la fe en la redención. En un mundo violento, con tantas armas de metal, de plástico, de productos químicos, Francisco se esforzó con todas sus fuerzas por evitar que la religión moderna se usara como una lanza, especialmente cuando era apuntada contra los débiles.

“Los cristianos saben muy bien que solo afirmando la infinita dignidad de todos alcanzamos la madurez de nuestra propia identidad como personas y como comunidades. El amor cristiano no es una expansión concéntrica de intereses que poco a poco se extienden a otras personas y grupos”, escribió Francisco en su carta de febrero a los obispos de Estados Unidos. “El verdadero ordo amoris que debe promoverse es el que descubrimos meditando constantemente la parábola del ‘Buen Samaritano’... es decir, meditando en el amor que construye una fraternidad abierta a todos, sin excepción”.

“Pero dejar al margen esas consideraciones y preocuparse por la identidad personal, comunitaria o de nacionalidad de las personas, introduce fácilmente un criterio ideológico que distorsiona la vida social e impone la voluntad del más fuerte como criterio de verdad”.

Incluso desde en la cima de la jerarquía eclesiástica, Francisco rechazó la idea de que quienes están en la cúspide merezcan ir por ahí haciéndose los fanfarrones. Por el contrario, para Francisco son precisamente ellos quienes deberían consolar a los que tienen los pies cansados y apenas logran sostenerse.


Jorge Bergoglio se la envió al fiscal Luciani, autor del alegato en la causa por la que fue condenada la ex presidente. Fue luego de que éste le enviara otra en la que le decía que así se desprendía de declaraciones suyas. Luego lo recibió en el Vaticano. Clarín 09/06/25. Por Sergio Rubin.

Entre las críticas que se le hicieron al Papa Francisco por su condescendencia con Cristina Kirchner se cuenta el haber considerado que la ex presidenta es víctima del lawfare, es decir, de un armado judicial para perjudicarla políticamente. Unas declaraciones que Jorge Bergoglio realizó en marzo de 2023, durante una entrevista que le concedió al periodista Gustavo Sylvestre para el canal de noticias C5N con motivo del décimo aniversario de su pontificado, parecieron confirmarlo.

Sin embargo, acaba de trascender una carta que Francisco le envió al poco tiempo al fiscal Diego Luciani -protagonista del encendido alegato en la causa Vialidad por la que fue condenada la ex presidenta-, en la que niega tener esa posición. No obstante, admite que en la entrevista “aparece clara la insistencia reiterativa del locutor relacionando el lawfare con la situación judicial de la señora y al cerrar de ese modo el capítulo da la impresión de que yo estuviera de acuerdo”.

Lo central de la carta -que fue en respuesta a una de Luciani en la que defendía la tramitación de la causa tras haber escuchado la entrevista- y las circunstancias que la rodearon fueron reveladas por el periodista Nelson Castro en su programa en Radio Rivadavia. Clarín accedió a la misiva en la que Francisco le dice al fiscal: “Le confieso que me asusté porque no tenía conciencia de haber aplicado el calificativo ‘lawfare’ a la situación de la señora vicepresidenta”.

“Recuerdo que lo hice respecto de la situación judicial del presidente Lula da Silva, debido a que había recibido por dos veces a la comisión de abogados que se ocupaba de su liberación presidida por el ex canciller (brasileño Celso) Amorín”, señala el Papa. Y añade: “Esa comisión me explicó las irregularidades procesales que constituirían un verdadero lawfare, pero no recordaba haber dicho algo similar en el caso de la señora Fernández de Kirchner”. Por lo tanto, Francisco le dice que “ante la duda volví a ver el registro del programa” y le señala que “allí aparece clara la insistencia reiterativa del locutor relacionando el lawfare con la situación judicial de la señora y al cerrar de eso modo el capítulo da la impresión de que yo estuviera de acuerdo”. Al final, le agradece la carta que le posibilita hacer la aclaración: “Le agradezco nuevamente su cercanía que me permite evitar un error. ¡Gracias!”.

En la entrevista, el periodista le manifiesta que hay casos de lawfare que -dice- tienen como víctimas a “Lula, Correa, Evo y la actual vicepresidenta en Argentina”, y Francisco coincide en cuando a su existencia como operación política, judicial y mediática para que una persona no llegue a un cargo mediante la descalificación y sembrando la sospecha de que cometió un delito, pero menciona sólo un caso: “Así fue condenado Lula y lo metieron en la cárcel”.

El antecedente en plena campaña. No obstante, la propia Cristina no dejó pasar la oportunidad de vincular cada mención que durante su pontificado hizo Francisco del lawfare con su situación judicial. Por caso, mucho antes de la entrevista del Papa con el periodista de C5N, en medio de la campaña electoral del 2019 la ex vicepresidenta había difundido un video de Francisco en el que expresa su preocupación por la intervención judicial en la política. A través de un posteo en sus redes sociales, la ex presidenta y entonces candidata a vice de Alberto Fernández publicó un fragmento del discurso del Sumo Pontífice: "Imprescindible documento de Francisco sobre democracia nominal y el rol del Poder Judicial". A continuación, Cristina difundió un video: "Imperdibles 59 segundos de Francisco hablando de la manipulación del Poder Judicial con fines de persecución política a opositores".

El video en cuestión mostraba la participación del Papa en la jornada de cierre del congreso de dos días sobre "Derechos Sociales y doctrina franciscana" organizado por la Academia de Ciencias del Vaticano, del que participaron más de 20 jueces argentinos. Allí Francisco había asegurado que "no hay democracia con hambre, ni desarrollo con pobreza", y se mostró "preocupado" por el denominado "lawfare".

La carta del fiscal Luciani. En la carta que le envió al sumo pontífice y que generó la respuesta de Francisco, Luciani le exponía sus antecedes académicos y su carrera judicial y le señalaba que había tenido la gran oportunidad de ser invitado por la Academia Pontificia de Ciencias a participar como disertante en la cumbre de jueces y fiscales contra la trata de personas, que se realizó en el Vaticano en 2016. Y que “el escuchar su discurso me llenó de emoción (…) y me marcó para asumir mi vocación con valentía”.

“Quedan aún resonando las palabras ‘arriesgar el pellejo’, provocar ‘una buena onda que abrace a toda la sociedad de arriba a abajo’, ‘no dejarse atrapar por las telarañas de la corrupción”, le manifestaba y le contaba: “En mi despacho tengo enmarcado el documento que se elaboró en la cumbre y lo leo cada mañana al empezar mi jornada laboral”, tras lo cual defendió enfáticamente la sustanciación de la causa Vialidad.

“Junto a mi equipo de trabajo -indicó- hicimos un análisis exhaustivo de toda la documentación y la prueba recolectada, y durante el juicio oral y público, que duró más de tres años, pudimos comprobar, con suma tristeza, pero sin vacilar, que se había cometido el acto más grave de corrupción de la historia argentina: el desvío de recursos millonarios genuinos en beneficio de un particular: Lázaro Báez”.

En ese sentido, dijo que “en ese momento su mensaje motivador cobró un sentido especial y me ayudó para hacer frente al poder y para lograr que se condenara a los responsables de acciones tan viles. De hecho -puntualiza- cité varios pasajes de sus discursos en materia de corrupción a lo largo de mi alegato. Por ejemplo, me refería a ‘los peces gordos’ que quedan fuera de la ‘red’ de la justicia”.

Por otra parte, Luciani le cuenta que “el mismo periodista que lo entrevistó mancilló injustamente mi buen nombre y honor, y el de mi familia, para intentar desestabilizarme en la época de los alegatos. Nunca -destacó- tuvo el decoro de contactarse conmigo para informarse correctamente, como lo hace cualquier periodista serio”.

“Por eso, cuando lo escuché hablar de lawfare, sentí impotencia y desánimo, y la imperiosa necesidad de compartir con usted mi experiencia personal por simplemente hacer mi trabajo y cumplir con mi deber”, afirma. Y subraya: “En especial, quiero transmitirle la tranquilidad de que el lawfare no existió ni remotamente en esta causa.

Finalmente, el 19 de octubre de 2024 Francisco recibió a Luciani en una audiencia personal en el Palacio Apostólico en la que el fiscal le reiteró el impulso que fue para su tarea la cumbre de 2016 en el curso de una charla que describió como “muy amena y muy cálida” en la que “nos hizo chistes y nos regaló unos Rosarios”.

“Como muestra de mi agradecimiento le regalé un ejemplar de mi libro titulado ‘Corrupción: un atentado contra la democracia y los derechos humanos', ocasión en la que abrió grande los ojos y me dijo: ‘Yo estudio mucho el tema de la corrupción. Está en todo. Siga adelante con fuerza y valentía”.

Luciani le dijo a este cronista: “Fue un recuerdo que guardé en mi corazón, por eso no lo hice público hasta ahora”.

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