miércoles, 16 de noviembre de 2016

Cruce Bariloche-Puerto Varas (yo te avise!)




Seguramente no conozco ni el 10% de los paisajes imprescindibles del mundo que deseo pero tuve el privilegio de maravillarme con estos parajes argentinos y chilenos, en sus distintos trechos, en momentos diferentes. Mi intuición me permite decir que este recorrido entre Bariloche y Puerto Varas debe estar entre los más sorprendentes de Sudamérica. No divulguen el secreto más que a los amigos porque se va a poner muy transitado y le quitará encanto. Por lo visto el recorrido completo lo hace una empresa privada pero desconozco si se puede hacer parcialmente de forma más independiente. Más allá del hospedaje, se trata de trayectos terrestres y lacustres en forma enganchada. Reproduzco aquí dos artículos dedicados a esta travesía imperdible, agregando fotos mías. 

Dos menciones especiales: una para nuestros Puerto Blest y laguna Frías, zona de la Argentina con la mayor precipitación del país. Reúne en pocos kilómetros cuadrados los paisajes más sorprendentes, con la laguna de los Cántaros vertiendo en cascada desde pocos metros arriba sobre el lago Nahuel Huapi. Y la recomendación de alargar el trayecto chileno hasta la maravillosa Chiloé, un planeta místico encerrado en una isla. ¡Yo les avisé! Horanosaurus.

PD: si leyeron algunas referencias anteriores al respecto en este blog, saben que tengo grandes reservas contra los chilenos de clase alta, por envidiosos, poco confiables y desagradecidos con sus vecinos argentinos. No teman: la gente de pueblo es muy amable, servicial y respetuosa.


La travesía une estas ciudades de Chile y Argentina en un recorrido en catamarán, entre bosques, montañas y volcanes. Un paseo con paisajes soñados. Por Cayetana Mercé-enviada especial. Clarín Viajes. 11/09/16.

Cruzar la Cordillera de los Andes a través de los lagos es como hacer un viaje dentro de otro viaje. Se pasa de Bariloche a Puerto Varas, y viceversa, navegando los lagos de ambos países con el marco imponente del paisaje de las montañas, los volcanes chilenos, los parques nacionales y la selva Valdiviana.El nombre oficial de esta travesía que une las ciudades del sur de Chile y Argentina es "Cruce Andino", y es un emprendimiento conjunto entre empresas de ambos países. El viaje se puede hacer en un día partiendo desde cualquiera de las dos ciudades, pero si la intención es regresar al punto de partida es necesario disponer por lo menos de dos, y dormir en la ciudad a la que se arriba.Navegar los lagos por adentro de la Cordillera es mucho más que disfrutar de la potente combinación de agua cristalina y montaña. Este Cruce Andino también representa una historia de hermandad entre países. Durante toda la travesía se transmite el interés de los guías (argentinos y chilenos) por fomentar el contacto humano y los enlaces culturales entre ambas regiones. La fraternidad es uno de los pilares que sustenta el orgullo (visible) de quienes todos los días trasladan a los turistas en este recorrido.

El cruce de la Cordillera por los lagos ya cumple 100 años. Sorprende saber que son más los extranjeros que los argentinos y chilenos, los que lo han realizado. Por esto es que la empresa Cruce Andino busca —a través promociones y tarifas tentadoras para ambos países— acercar la propuesta al turismo de la región. Es un viaje que se puede hacer todo el año, pero especialmente en primavera y verano cuando se puede disfrutar de la navegación al sol, de las caminatas, el trekking y también de las playitas que bordean los grandes espejos de agua.

La travesía de Cruce Andino une tres lagos, dos en territorio argentino, uno en chileno, con trayectos terrestres por la selva cordillerana. Si el punto de partida es Bariloche, hay que ir hasta Puerto Pañuelo, ahi cerquita de Hotel Llao-Llao, donde los catamaranes Victoria Andina o Victoria del Lago esperan a los pasajeros. El trayecto por el azulado y profundo Nahuel Huapi para llegar a Puerto Blest, la primera parada, es de 1 hora 15 minutos.Se pasa por delante de la isla Centinela, donde descansan los restos del Perito Moreno junto a su esposa e hijo. Diariamente el capitán del catamarán repite el ritual de hacer sonar tres veces la sirena en su homenaje Fue casi un héroe en la región: donó 3 leguas de tierra para la creación de este Parque Nacional y creó la conciencia de la necesidad preservar la flora, la fauna y la tradiciones culturales indígenas para las futuras generaciones.

Perderse en el paraíso 

Desconectados. Así lo anuncian los guías del Cruce Andino. En Puerto Blest no hay wi-fi y es difícil encontrar señal para el celular. Solo paisaje, lago, río y silencio. El lugar se encuentra al final del brazo Blest del Lago Nahuel Huapí, y puede ser solamente un paso para continuar hacia el Lago Frías o, si se decide pasar la noche en Blest está la opción de hospedarse en el Hotel Puerto Blest, recientemente reinaugurado y reciclado. Esta construcción es de 1940, y la historia cuenta que en ese lugar estuvo alojado en Che Guevara cuando atravesó el Nahuel Huapí en el catamarán de madera Modesta Victoria, llevando su motoneta a bordo. La experiencia en este hotel invita a relajarse y a disfrutar de las comidas regionales que ofrece su restaurant, además de un spa con vistas al paisaje. En Puerto Blest se pueden hacer caminatas, trekking, recorridos en bicicleta, playa y visitar la Cáscada de los Cántaros.

Verde petróleo

Llega el momento de partir hacia el Lago Frías, el segundo lago argentino. Son 3 kilómetros en ómnibus, bordeando el río Frías y a través de la densa vegetación que va anunciando la entrada a la Selva Valdiviana, otro atractivo del Cruce. Se llega a Puerto Alegre, el pintoresco muelle donde se toma la lancha para atravesar durante 20 minutos el Lago Frias, que algunos consideran el más lindo del viaje por su agua espesa color verde petróleo producto de la leche glaciaria, y por el paisaje rocoso y montañoso que lo circunda. Ya se distingue el Cerro Tronador por donde pasa el límite fronterizo entre Argentina y Chile. Sus 7 glaciares (cuatro del lado chileno y tres del argentino), le dan el nombre por el estruendoso ruido que hacen cuando se desprenden. Chile está cada vez más cerca.Del otro lado del lago está Puerto Frías, allí se hace migraciones argentinas y la comitiva queda en manos del guía chileno. Nuevamente hay que tomar un bus para sumergirse por la espesura de selva tropical Valdiviana, un ecosistema con 4000 especies, entre ellas los alerces, arrayanes y colihues. Esta es una de las tres selvas de su tipo que existen en el mundo, las otras dos se encuentran en Australia y Nueva Zelanda.

Estamos rodeados

Llegando a este punto del viaje, solo hay naturaleza. Para donde se mire están las montañas y un camino bordeando el río Peulla, que lleva a la aldea ecológica del mismo nombre donde viven 200 personas, y donde puede visitarse u hospedarse (si se quiere pasar el día) el hotel Natura Patagonia. Allí mismo, a unos metros, en el paso Vicente Pérez Rosales se hace migraciones para entrar a la comuna de Puerto Varas. El guía explica que ésta es zona de volcanes. Pronto asomarán el Calbuco, el Osorno y el Puntiagudo, referencias en el paisaje y en la vida de los chilenos. Solo le primero está en actividad, cuyo último registro fue en 2015.Otra vez a esperar en el muelle, porque es el momento de volver a subir al catamarán para una travesía de una hora y media, similar a la primera del Nahuel Huapí, pero la versión chilena que es el lago de Todos Los Santos. Esta vez, los volcanes modifican el paisaje: se avista el Puntiagudo, que es el más empinado del sur de Chile, su cumbre parece una aguja que "pincha" el cielo; el Osorno, en majestuoso, anuncia la cercanía a Puerto Varas. La luz y la bruma caen sobre el lago.

Antes del regreso

Una vez en Puerto Varas, lo ideal es pasar la noche y tomarse uno o más días para recorrerla, antes de emprender la vuelta a Bariloche. La ciudad es prolija, bella, fruto del trabajo conjunto entre chilenos y alemanes inmigrantes. Fue fundada en 1854 por Vicente Pérez Rosales. Al bajar del catamarán se recorre la  costa del Lago Llanquihué hasta llegar a la ciudad. Una costa iluminada, con edificios elegantes, parques, casas típicas revestidas en tejuelas de madera de alerce.

Desde Varas se puede visitar Puerto Montt (ideal para hacer compras) y la pintoresca Frutillar con su Teatro del Lago, destino cultural internacional, donde en el verano se realizan conciertos y actividades al borde del lago. Los Saltos del Petrohue -lugar de brumas, dice su nombre- es otra de las visitas obligadas, así también como la subida al Osorno donde el centro de sky espera a la comitiva con un chocolate caliente.Las opciones que ofrece Cruce Andino son quedarse (por cuenta propia) y a seguir recorriendo el sur de Chile para emprender la vuelta unos días más tarde, o regresar al otro día cruzando la Cordillera, por el mismo camino por el que se llegó. Todas son igual de tentadoras, habrá decidir cuál elegir, porque la vuelta es otro nuevo viaje y una segunda oportunidad para disfrutar de estas bellezas naturales que ambos países comparten (...)

Miniguía (...)

Dónde informarseBariloche Turismo / Puerto Varas. org





Fotos (de arriba hacia abajo):

1. Llao Llao-R.A.
2. Puerto Varas-Lago Llanquihue y volcán Osorno-Chile.
3. Saltos de Petrohué y Volcán Osorno-Chile.
4. Lago de Todos los Santos-Chile.


Desde Bariloche hasta Puerto Varas, en Chile, una travesía que hilvana tres lagos, descubre grandes volcanes y se interna en la selva valdiviana. La Nación Turismo 03/07/16.Las gaviotas se arremolinan sobre la cubierta del Victoria Andina. Todos los días a la misma hora se repite el ritual. Comienzan a seguir el catamarán, la gente sube a la cubierta superior, estira el brazo con un trozo de comida entre los dedos y el blanco pájaro, en vuelo, con magistral destreza se lo arrebata de la mano. El espectáculo entusiasma a grandes y chicos por igual y es el primer contacto de muchos turistas con la naturaleza en estado puro. Hace pocos minutos que zarpamos de Puerto Pañuelo, en Bariloche. Estamos navegando por el imponente Nahuel Huapi, rumbo a Puerto Blest. Es la primera etapa del cruce andino, una travesía turística a Chile que se hace enlazando lagos y caminos y termina prácticamente en el océano Pacífico. En el catamarán se respira relax. Hace frío por lo que las salidas a cubierta son breves, excepto para alimentar a las gaviotas.

Adentro, por los grandes ventanales, se disfruta la Patagonia: el bosque encaramado en cerros y montes, la nieve todavía escasa que corona las montañas más altas y un lago que se intuye profundo y misterioso. Cada tanto, un guía interrumpe la charla con datos e historia del lugar y al pasar por la isla Centinela, 20 minutos después de salir de Puerto Pañuelo, el capitán hace sonar tres veces la sirena del barco. Es el cotidiano homenaje al perito Moreno, el hombre que caminó la región en épocas en que ningún blanco se animaba. Moreno exploró Río Negro, Chubut y Neuquén, le dio nombre al lago Argentino en lo que hoy es Santa Cruz y donó las tierras a partir de las cuales se formó el primer parque nacional. Junto a su esposa e hijo, está sepultado en esa isla y desde allí se convirtió en eterno vigía y custodio de este lugar que tanto amaba.A pesar de ser media mañana la bruma es persistente en partes del Nahuel Huapi y emerge creando verdaderas alucinaciones para la cámara. El agua es de un azul profundo como no se ve en otros lagos y el bosque, tupido, de árboles perennes, no deja espacio sin cubrir en las laderas de los montes cercanos. Hacia el oeste, algunas nubes bajas, suspendidas como trozos de algodón, le dan el toque efímero a un paisaje en apariencia inmutable. Y es la luz la que hace que ese paisaje único se reproduzca en múltiples variantes según sea el día soleado o nublado o la lluvia esté descargando su agua bienhechora. La magia se da cuando el tiempo patagónico muestra todo el abanico en un mismo día: sol, nubes, lluvia y otra vez el sol. Este bosque nativo late por la lluvia, es ella la que genera esos verdes profundos que tapizan los cerros. Y la belleza de los cielos azules compite con la magia de un melancólico paisaje grisáceo cuando las nubes bajas y la llovizna desdibujan el perfil de montañas y cerros.

Tres lagos en un día

El trayecto en catamarán a Puerto Blest dura una hora quince minutos. A pesar de ser casi el mediodía, hace frío. Pero eso no desalienta a los viajeros que vinieron a pasar el día. En minutos desaparecen del muelle y se dispersan por los senderos de trekking en busca de la cascada de los Cántaros y sus mentados 700 escalones.Al regreso, los espera una bebida caliente en el emblemático hotel Blest. El establecimiento cuenta con restaurante y cafetería, donde el paisaje que se ve desde las ventanas es tan protagonista como los platos patagónicos del menú. El renovado edificio, que estuvo dos años en remodelación, ofrece una propuesta de alto nivel que incluye un spa vidriado, con vista al lago y a los cerros.Desde Puerto Blest, un bus traslada a los viajeros para un breve trayecto de tres kilómetros hasta el siguiente lago, el Frías. Allí espera un barco más pequeño y un contraste fascinante. El Frías no es imponente en tamaño como el Nahuel Huapi y parece encajonado entre los cerros, pero el color esmeralda de sus aguas atrapa desde el primer instante. No sólo es el color, sino la textura: el agua parece espesa, sobre todo cuando le da de lleno el sol de la tarde: proviene del deshielo del cerro Tronador y ese aspecto se debe a su origen glacial. En las laderas escarpadas que enmarcan el lago anidan cóndores y con un poco de suerte, se los verá sobrevolando en altura o enseñando a sus pichones a planear. Quince minutos de navegación surcando las aguas de este lago color esmeralda y se llega al puesto fronterizo argentino para hacer migraciones.

Inmersión en la selva

Desde que salimos de Puerto Pañuelo lentamente nos hemos ido metiendo en plena naturaleza, en esa espesa selva valdiviana de verdes profundos y sin ocres, y aquí, en Puerto Frías, como una muestra más, cerca del muelle se pasea un zorro colorado. Apura un poco el paso cuando ve al contingente, pero tampoco tanto. Está acostumbrado a la escena y a que nada tiene que temer de esa presencia humana. Las araucarias también se roban algunas fotos, con sus ramas cilíndricas y combadas, con esa especie de hoja gruesa y puntiaguda tan distintiva y distinta de las demás especies de este bosque nativo.Como el grupo es pequeño, el trámite por migraciones se hace rápido. Un nuevo bus hará el cruce fronterizo y nos introducirá en el Parque Pérez Rosales, ya en territorio chileno. El camino zigzagueante por la selva es irregular y profundiza la inmersión en la naturaleza. Alerces, coihues, araucarias, ñires, cañas, helechos y hasta lianas son parte de la riqueza de este ecosistema cordillerano, todo a la vista y al alcance de la mano. Es una tarde de sol, pero apenas se filtran sus rayos a través de las tupidas copas. Los árboles son muy altos así que la tibieza del sol no llega al suelo, y la sensación al bajar del bus es de un frío húmedo intenso.El guía nos propone el desafío de imaginar este cruce cubierto de nieve. ¡Difícil pensarlo así de verde como está! Y las fotos que nos muestra de unos meses atrás nos sorprenden. Revelan un mundo blanco, transformado, con 20 centímetros de nieve en el camino y la base de los árboles, y éstos con sus ramas dobladas por la carga blanca. Todo un desafío para los choferes que, para cubrir este trayecto, ponen cadenas en los buses. Se recorren 29 kilómetros por la selva valdiviana hasta llegar al tercer lago. Pero a poco de andar nos topamos con el río Peulla que corta la espesura y deja ver, hacia el este, el cerro Tronador. Imponente y macizo, este volcán dormido hace alarde de sus más de 3500 metros, con sus cumbres y laderas nevadas, que refulgen bajo el sol por su blancura. Un cartel explica que el nombre se debe a las tronaduras que provoca el desprendimiento periódico de los hielos de sus glaciares. Del Tronador cuelgan siete glaciares, tres de los cuales se ven desde Chile y cuatro desde la Argentina. Estamos en zona de volcanes. En efecto, a partir del Tronador se puede trazar en el mapa un semicírculo casi perfecto hacia el oeste, en el que se ubicarán el Puntiagudo, el Osorno y el díscolo Calbuco, que se puso quisquilloso el año pasado. Un poco más adelante, en la villa ecológica de Peulla, hacemos migraciones para entrar en Chile y seguimos camino hacia nuestra última navegación del día: el lago Todos los Santos.Los volcanesSon alrededor de las cuatro y media de la tarde y, en estas latitudes, en esta época del año, el sol baja temprano. Las nubes empiezan a espesarse y el paisaje verde vibrante de horas atrás se ha convertido en un mundo azulado, donde los tonos marcan luces y sobre todo, sombras.

El lago Todos los Santos, bautizado así por misioneros jesuitas a mediados del 1600, se cree que era parte de otro gran espejo de agua, el Llanquihue, situado a 14 kilómetros. Por fuerza de algún cataclismo se dividieron.

La tercera navegación dura un poco más de una hora y media y es diferente de las dos anteriores. Dos volcanes dominan la mayor parte del trayecto: el Puntiagudo y el Osorno. Su presencia inspira un respeto casi paralizante. El Puntiagudo es 1000 metros más bajo que el Tronador, pero su silueta inconfundible marca presencia y se destaca nevada sobre los cerros más bajos.El barco se desplaza en esa inmensidad sobrecogedora y de pronto aparece, majestuoso, el Osorno, la belleza patagónica que parece la versión latinoamericana del monte Fuji en Japón. Tiene unos metros más que el Puntiagudo pero las líneas suaves de sus laderas, que se elevan grácilmente hasta formar un cono casi perfecto, transforman la percepción de potencial amenaza y le otorgan una belleza sutil.Así, el último tramo de navegación del cruce andino transcurre plácido como los anteriores. Pero la imagen que queda es un tanto más melancólica, tal vez por la luz menos intensa del ocaso del día.El viaje está llegando a su fin. En verano, con el sol todavía alto, se visitan los saltos de Petrohué, pero en este caso desembarcamos en el puerto homónimo y seguimos camino hacia Puerto Varas.El viaje nunca se vuelve monótono y uno sigue pegado a la ventanilla, esperando una nueva sorpresa del paisaje. Al lago Llanquihue lo custodia el volcán Osorno, pero en algunos puntos de la ruta también se asoma el Calbuco. Esta mole activa asustó con una erupción en abril del año pasado y las cenizas todavía se las ve a la orilla de la ruta.Ya es de noche cuando llegamos a Puerto Varas. La costanera toda iluminada y el aire fresco, pero menos frío que del lado argentino, invitan a una caminata y a descubrir la coqueta ciudad. Pero tal vez sea mejor un buen descanso para estar listos temprano al día siguiente y salir a explorar los lagos, volcanes y bosques que nos ofrece Chile en esta latitud.

Datos útiles

El cruce. Cruce Andino es la única empresa que organiza esta excursión, que parte de Bariloche, enlaza lagos y caminos de la Cordillera y termina en Puerto Varas, Chile. También se puede hacer a la inversa. Se realiza todos los días y en verano, dos veces por día. El tour requiere un día para llegar a Chile y otro para regresar a Bariloche. El viajero puede quedarse más días en Chile. Tarifa: US$ 180 para residentes argentinos y chilenos en temporada baja y de US$ 220 , en alta, con el regreso sin cargo. Niños hasta 12 años pagan la mitad. www.cruceandino.com (...) Clima. La lluvia es lo que mantiene viva a la selva valdiviana, así que a no ponerse de mal humor si en algún momento de la excursión empieza a llover. Lo mejor es estar equipado con ropa y calzado adecuados para seguir disfrutando del paseo.

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