domingo, 12 de diciembre de 2010

¿Xenofobia o estupidez política?

Evitando caer en la trampa que nos suelen tender los poderosos (la lucha de pobres contra pobres) y sin desear agredir ni denigrar a nadie, me pregunto que pasaría si un grupo de argentinos pone carpas y se instala en una plaza de Bolivia, de Paraguay o de España, para pedirle solución de vivienda a sus autoridades, como ha ocurrido recientemente en la ciudad de Buenos Aires. Sinceramente me irrita escuchar a los hermanos inmigrantes pedir ante los micrófonos soluciones que no recibieron en sus propios países, las mismas por las cuales millones de argentinos comunes hacemos cola desde hace décadas, ya sin esperanza alguna, insistiendo estúpidamente en el razonamiento que trabajar honestamente nos permitirá tener una vida mejor sin necesidad de ser un corrupto. Quizás sea una expresión mía producto de un sentimiento nacionalista fuera de época... pero es lo que me provoca y no creo que invalide el planteo.

Me pregunto porque nunca nadie en la Argentina -sin caer en las barreras xenófobas humillantes tan comunes en todos lados- hizo nada para planificar la inmigración: no veo que ningun país otorgue nuestras facilidades (el artículo de La Nación de abajo es rotundo: ni siquiera se les pide antecedentes policiales).

El mismo razonamiento de extorsionar para obtener beneficios que se desprende de los hechos que conocemos por supuesto es aplicable para los intrusos argentinos y los miserables que condujeron políticamente las acciones tras bambalinas ¿Porqué ha de tener más chances de ayuda el que delinque? Hay dos cosas que son muy claras: que es un conflicto con causas muy difíciles de descifrar para quienes solo nos informamos con los medios de comunicación comunes y que no se justifican las agresiones entre los bandos pobres en disputa (los intrusos y los vecinos de la zona afectados). Resulta interesante leer la visión sobre el conflicto de Margarita Barrientos, la fundadora del comedor comunitario Los Piletones, de Villa Soldati justamente (buscar en Perfil.com), que se atrevió a decir su verdad y fue amenazada por punteros políticos.

También me pregunto porque hay semejante deficit habitacional, si estamos en una epoca de bonanza económica gracias al "yuyo maldito" y otras constelaciones que se nos presentan favorables y en nuestro Banco Central hay 50.000 millones de dólares. Con un 20% podría haberse dado trabajo a muchos y techo a todos en estos largos años de un gobierno del mismo signo, donde hasta un pavimento de tres cuadras en un lejano pueblo jujeño lleva la firma del Gran Ministro de Planificación, excelentísimo patriota Julio De Viddo (y su comisión o diezmo), exhibiendo grandes carteles de la Presidencia de la Nación, como si los gobernadores e intendentes no tuvieran funciones que cumplir.

¿Qué tipo de solución le dieron los sucesivos gobiernos a los habitantes argentinos al respecto? ¿Qué es más fácil en la Argentina hoy: obtener una vivienda usurpando un terreno y chantajeando a las autoridades o conseguir un crédito accesible? ¿Porqué al menos no se pueden conseguir créditos blandos para la gente si se la pasan repartiendo tramposos subsidios millonarios sin control a inescrupulosos empresarios de los transportes, a los gerenciadores de los horribles servicios públicos, a los sindicalistas truchos de las obras sociales, etc. etc. etc.?

Me pregunto también porque no podemos tener un día algún tipo de policía o fuerza de seguridad que en vez de reprimir sin razón, esconderse sin actuar cuando se los necesita o matar al mínimo contacto con civiles, esté capacitada simplemente para poner orden y cuidar vidas y propiedades. Me pregunto en que decadencia hemos caído que la violencia, la prepotencia y la falta de respeto para el que tenemos al lado se ha convertido en moneda corriente.

Por último me pregunto porque nuestros gobernantes se la pasan peleándose estúpidamente entre ellos y no resuelven nunca nada. Lo bueno es que para este punto tengo una respuesta: luchan incansablemente para que vuelva el recordado "que se vayan todos!" Horanosaurus.

PD: me gustó también el artículo de La Nación de Carlos Manfroni ("Nosotros, los estúpidos") porque es valiente al incursionar en temas que ni siquiera pueden hablarse a riesgo de ser rotulados por la intelligentzia de "políticamente incorrectos". ¡No seamos hipócritas! ¡Las cosas por su nombre!


Tensión en Villa Soldati / Irregularidades en trámites de radicación

Un informe oficial detectó falta de controles en la inmigración

La Auditoría General de la Nación comprobó que no se exigen certificados de antecedentes.
Sábado 11 de diciembre de 2010. Daniel Gallo para LA NACION.

Las quejas del gobierno porteño sobre la permisividad de las políticas migratorias coinciden con un reciente análisis de la Auditoría General de la Nación (AGN). El organismo de control auditó el programa de admisión de extranjeros y determinó que la Dirección Nacional de Migraciones no cuenta con los antecedentes penales de extranjeros que piden radicarse en nuestro país.

"En todos los casos analizados, se ha observado que pese a solicitarse informes de antecedentes a Interpol de ciudadanos extranjeros que solicitan una radicación, el trámite de admisión se aprueba sin contar con la respuesta de la entidad policial", se afirmó en el documento de la AGN, aprobado el 9 de noviembre pasado.

Los informes de migraciones señalan que, entre 2006 y 2010, 556.331 ciudadanos de países del Mercosur iniciaron su proceso de radicación en la Argentina. El 84 por ciento eligió instalarse en la región metropolitana, la mayoría en el conurbano bonaerense, pero una proporción importante optó por la Capital.
Entre las fallas detectadas por la AGN, figuran la ausencia de un sistema unificado de control de trámites, la carencia de puestos informatizados en 192 de los 234 cruces de frontera en los que trabaja Migraciones y, fundamentalmente, la aprobación de radicaciones que no cumplen con los requisitos exigidos por ley.

La AGN, bajo mandato de Leandro Despouy, informó en su auditoría sobre un caso testigo de la desidia en los controles: la delegación La Plata de Migraciones rechazó la solicitud de radicación de un ciudadano brasileño por carecer del certificado de antecedentes, pero la misma persona obtuvo la radicación sin esa constancia al iniciar el trámite en Salta. También se detectaron radicaciones vencidas sin solicitud de renovación y sin que haya constancia de que esa persona hubiera salido del país en el plazo previsto. Para la AGN, no se controla las situaciones irregulares de extranjeros, situación que queda en evidencia al no existir expulsiones.

"La expulsión de extranjeros que residen en forma irregular está encuadrada en un procedimiento que presenta límites imprecisos. Al solicitarse la averiguación del paradero, se carece de un plazo para considerar agotada esa instancia y proceder al impulso de las actuaciones judiciales", indicó la investigación del organismo de control del Estado.

El trabajo de campo de la auditoría se realizó, en su mayor parte, en 2008, pero el expediente concluyó el mes pasado, luego del intercambio de observaciones entre la AGN y Migraciones. Se auditaron 86.985 expedientes. En especial, los correspondientes al plan Patria Grande. A partir de ese programa, se facilitó la radicación de los ciudadanos de países del Mercosur que demostraran haber llegado a la Argentina antes de abril de 2006. Más allá de favorecer a aquellos que vivían en nuestro país, a partir de ese momento fueron menos exigentes los requisitos para radicarse en territorio argentino. "Del análisis de expedientes, surge que los trámites de extranjeros provenientes del Mercosur revisten menor importancia relativa, desde el punto de vista del riesgo del control, porque la normativa prevé su autorización en casi todos los casos", se aseveró en el informe de la AGN.

Presencia en las villas

Para el gobierno porteño, esa permisividad de controles derivó en un aumento de extranjeros en las villas de la ciudad. Un censo realizado en las emblemáticas villas de Retiro consignó que el 51 por ciento de sus habitantes es extranjero. Y la mayoría llegó en los últimos cinco años. Proporciones similares se encuentran en otros asentamientos precarios.

Ese crecimiento impactó en los planes de asistencia. El Ministerio de Desarrollo Social porteño afirmó que es extranjero el 70 por ciento de los beneficiarios de los tickets sociales, con un aporte individual de 150 pesos; también es importante el número de extranjeros (46 por ciento) en el plan Ciudadanía, por el que cada familia recibe entre 200 y 1000 pesos.

En 2009, por ejemplo, pidieron su radicación en la Argentina 50.059 ciudadanos paraguayos, 40.192 bolivianos y 22.958 peruanos.

Nosotros, los estúpidos

Por Carlos A. Manfroni para LA NACION-Información general
Sábado 11 de diciembre de 2010

Ibamos a comenzar esta nota tratando de explicar -con amarga ironía- que cuando nuestra Constitución habla de "todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino" no está llamando a apoderarse gratuitamente del suelo argentino. Ahora deberíamos intentar decirlo seriamente; primero, porque los hechos de Villa Soldati son en sí mismos una tragedia; segundo, porque al comentarlos no han faltado quienes dieron a nuestra Carta Magna aquella disparatada interpretación.

La inteligencia argentina, de la que tanto nos hemos vanagloriado, retrocedió hasta extraviar el más elemental sentido común. ¿Por qué? Justamente, a causa de la vanagloria; es decir, de la gloria vana. Si hemos creído en nuestras propias fábulas, ello ocurrió en la medida en la que olvidamos las clásicas, como esa de Samaniego sobre el zorro y el cuervo. Mientras este pajarraco comía un pedazo de queso sobre la rama de un árbol, el zorro comenzó a elogiar primero su belleza y después su gorjeo, hasta que lo incitó a cantar. Cuando el cuervo abrió el pico dejó caer su comida para beneficio del zorro, que se alejó diciéndole: "Señor bobo, sin otro alimento, quedáis con alabanzas tan hinchado y repleto, digerid las lisonjas mientras yo como el queso."

La inteligencia se perdió en la Argentina porque nadie quiere decir lo que es políticamente incorrecto. Y como lo políticamente correcto está aquí cada vez más alejado del sentido común, la oligofrenia llega a límites insospechados y amenaza con avanzar hasta que no queden ni rastros de nuestra personalidad.

¿En qué país, que no conociera la realidad argentina, podríamos contar que, mientras estábamos -y estamos- tratando de salir de una de las peores crisis económicas de nuestra historia, nos proclamamos obligados a ser proveedores gratuitos de tierra, viviendas, servicios de salud, educación y seguros de desempleo de todos los extranjeros que lo deseen, sin límite alguno? ¿Y si a eso agregáramos que, cuando los beneficiarios no están satisfechos de lo que les regalamos gracias a nuestro esfuerzo laboral, nos hacen la vida difícil cortándonos calles y rutas, de modo de que se alargue nuestra jornada? ¿Podríamos acaso revelar, sin avergonzarnos, que permitimos que quienes ocupan tierras clandestinamente arrojen piedras y palos para repeler a los vecinos legítimos? ¿Y si además dijéramos que las autoridades anuncian a quienes quieran escucharlas que nada harán -y eso sí que lo cumplen- contra quienes ocupen el espacio público, aunque perjudiquen a quienes trabajan y pagan? ¿Y si finalmente ofreciéramos una idea del azote que los trabajadores sufren diariamente a manos de la delincuencia?

Cuando se encienden las cámaras y se abren los micrófonos, el cuervo abre su boca para decir siempre lo que se espera de él o lo que él cree que se espera; únicamente aquello que le muestra como un ave progresista. Nadie le cree, pero poco importa, porque nadie abrirá la boca para criticarle por eso. En todo caso, alguien le criticará por no ser suficientemente progresista y así la frontera de la oligofrenia se correrá un metro más.

Los límites del lenguaje permitido se estrechan día a día. En una sociedad cada vez más gramsciana, la batalla se da en el lenguaje, antes que en el territorio.

El Código Penal emplea el verbo "reprimir" 210 veces, incluyendo un artículo que penaliza al funcionario público que se niegue a reprimir el delito. Pero el vocabulario de lo políticamente correcto no distingue entre represión legal e ilegal. Todas son malas, aunque las mande una ley. La represión se identifica deliberadamente con la muerte; no hay término medio ni conviene que lo haya. Apoyados en la palanca de la represión ilegal, los argentinos hemos proclamado al mundo que renunciamos a reprimir el delito.

Hace falta tener la boca abierta -o el pico- para no advertir dónde se irán alojando las bandas del narcotráfico, en la medida en que sean corridas hacia el sur por Colombia, Brasil y, tal vez, Ecuador. Ahora, ya podemos adivinar dónde está el zorro.

Sin política inmigratoria

Por Jesús María Sylveira (licenciado en administraciónde empresas y escritor). La Nación. 15/12/10

Es increíble que hablar en nuestro país de la necesidad de una política inmigratoria genere reacciones calificando de "xenófobo", "fascista" y hasta de "nazi" al que se atreva a tocar el tema. Pero lo cierto es que todos los países del mundo tienen una política al respecto, más o menos flexible, a fin de protegerse a sí mismos contra distintos males como el narcotráfico, la trata de mujeres, el esclavismo y la guerrilla, o de ejercer una autoridad responsable para no agravar los problemas existentes en el país, como la pobreza, la falta de salud, vivienda y educación públicas.

Por lo tanto, se impone, por un lado, establecer algún control mínimo, como saber quién es el que desea residir en la Argentina, cuáles son sus antecedentes, qué se propone realizar en el país y con qué medios y, por el otro, definir si el país está en condiciones de impartir educación y salud gratis a un mayor número de personas y solucionar los problemas de vivienda y pobreza si quienes deseen venir a residir son indigentes.

Nuestra patria se hizo con los inmigrantes, muchos de ellos de países limítrofes. Pero el inmigrante siempre ha sido agradecido con el país que le abrió las puertas. El inmigrante jamás vino a exigir, sino que se adaptó a las "reglas de juego". A nadie se le ocurriría ir a residir a cualquier país serio del mundo y tomar un parque, exigiendo la entrega de viviendas. No se le ocurriría, en primer lugar, por una cuestión de respeto; en segundo lugar, porque no querría infringir la ley; en tercer lugar, porque las autoridades harían cumplir la ley y lo desalojarían, y, por último, porque el sistema político en su conjunto no avalaría tal comportamiento. Nada de esto se cumple en la Argentina de hoy.



Usurpadores que eran dueños de casas
La Nación. 12/03/11

Editorial I. La Nación. 12/03/11Sin política inmigratoria

Editorial I. La Nación. 12/03/11

1 comentario:

  1. Bueno el comentario. Pero habla más bajo que el gran hermano NK nos escucha a todos.

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