domingo, 26 de julio de 2015

Habemus Papam argentinensis V



Los kirchneristas pasaron del espanto inicial por la designación papal de Bergoglio a intentar colonizarlo y sacarle provecho. Propio de gente mediocre y sin códigos, pasaron de taparse la nariz a taparlo con alabanzas caretas. A los históricos y decadentes peronistas históricos, esos que aplaudieron a Menem, Cavallo y a la Fundación Mediterránea y después a los Kirchner con Boudou, los gobernadores e intendentes feudales, Cristóbal López y Lázaro Báez incluídos, Francisco les encantó desde el principio: casi un compañero de Guardia de Hierro, pura conducción política, tan parecido a esos que siguen dando vueltas por ahí, "profesionales de la rosca". 

Sacando esas lacras del medio -que ojalá algún día los argentinos podamos dejar atrás- porque no profundizar la teoría del gran periodista Jorge Fernández Díaz -un 'peronista arrepentido' como yo- sobre la influencia de la formación personal del Papa en su accionar político y su aporte subliminal a nuestra pacificación. Hasta The Economist parece coincidir. Ya que estamos, agrego también las definiciones más fuertes de Francisco en su gira sudamericana de julio 2015 (las de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia)  y algunas de sus 'pifiadas' políticas, lógicas en alguien que se la está jugando mucho más que sus antecesores. Horanosaurus.


Por Jorge Fernández Díaz | LA NACION Domingo 12/07/15. 

"La policía y los jesuitas tienen la virtud de no abandonar jamás ni a sus enemigos ni a sus amigos." La estruendosa gira del papa Francisco por la región y su mano invisible para diseñar el próximo formato político que tendrá la Argentina confirman el célebre aforismo de Balzac. Francisco es propenso a abrazar los populismos latinoamericanos, y esta certeza empírica provoca alegrías en el oficialismo y alergias en la oposición: las dos miradas son parejamente superficiales. Mientras elogia el asistencialismo populista, Bergoglio es capaz también de reclamar bajo las narices de Correa y de Evo Morales que se terminen los personalismos y los liderazgos únicos, y recomendar la libertad para los medios de prensa, las ONG y los intelectuales. Propicia el deshielo con la Cuba de los Castro, pero le demuestra al presidente boliviano que la hoz y el martillo no le caen en gracia. Y eso lo hace el mismo día en que carga duramente contra el capitalismo internacional y la dictadura del dinero.

Cuesta entender todavía que no se trata de un zigzag demagógico, sino de una ideología que viene de fábrica. Bergoglio es preperonista: se formó con las encíclicas sociales de León XIII y con una serie de punzantes pensadores socialcristianos. Y luego creyó ver astillas de esos mismos ideales en el hipotético Perón del regreso, aquel león herbívoro que venía a abrazarse con Balbín y que sería estragado por sus propios monstruos de ultraizquierda y ultraderecha, y por los achaques mortales de la edad. La tercera posición, el centrismo popular, ni yanquis ni marxistas. Hoy, para Francisco, el populismo no es un objetivo, sino apenas un punto de partida. Un método de emergencia que han encontrado las sociedades ante situaciones límite, pero que debe ser vigilado para que después no se cristalice y derive en autocracias y dictaduras mal disimuladas y corruptas.

Tal vez quien mejor explique su concepción sea otro jesuita argentino, Rodrigo Zarazaga, cura trajinador de la pobreza y los conurbanos, con posgrados en Harvard y en Berkeley. Asevera Zarazaga que la Argentina necesita una síntesis entre dos variables: justicia social e institucionalismo. Insinúa que la primera sin la segunda es ineficiente y deforme. Y que la segunda sin la primera es una mera cáscara formal. Si la democracia se juega sin reglas, se malogra. Pero si a las instituciones "se las vacía de responsabilidades sociales, una gran parte de la sociedad -aquella conformada por los «perdedores»- permanecerá indiferente a su vulneración". Este modelo híbrido y dual, donde kirchneristas y republicanistas están obligados a acercar posiciones, no sólo explica entonces las andanzas verbales del Papa por América latina; también define la gran novedad de la política local y los silenciosos esfuerzos que la Iglesia viene realizando para que el proyecto de Bergoglio se realice con plenitud en la etapa histórica que se abre.

Los encuestadores, que tienen más predilección por sus investigaciones desprejuiciadas que por las teorías en juego, acuerdan, sin embargo, con que la ciudadanía se encamina hacia un centro consensual por ahora inespecífico, pero antagónico a la cultura rabiosa con barniz ideológico que imperó en la última década. El modelo anfibio que propone la Iglesia de Francisco para cerrar la grieta encaja como un guante en esos requerimientos del inconsciente colectivo. No abandonemos la preocupación social, pero tampoco borremos las normas de la República, y que el diálogo político acabe finalmente con el monólogo.

Quienes han visitado estas semanas el Vaticano, y conversado largamente con los principales alfiles del pastor de Santa Marta, traen a Buenos Aires una evaluación cabal sobre los dos líderes que cruzarán espadas en la final de finales: Macri y Scioli. Tanto el alcalde como el gobernador les parecen "potables", aunque los prelados emiten más afinidad por el estilo conservador y previsible del líder naranja. Es que el líder amarillo les parece más laico, sorpresivo y gozador. Ambos encarnan una posición centrista con matices y gradualismos, y con búsqueda de consensos: ni Scioli continuará con el revival del setentismo, ni Macri será el neoliberalismo noventista. Y para pescar votantes en el océano electoral del medio, ambos irán aproximando discursos mientras, paradójicamente, se agreden en público para diferenciarse. Bueno es recordar que, a pesar de tanto ruido y tanta épica, una abrumadora mayoría del pueblo argentino se sigue considerando de centro.

Dos temas les preocupan a los cuadros políticos de Bergoglio: la influencia anticlerical que ambos candidatos tendrán entre sus aliados y, por supuesto, la gobernabilidad que cada coalición podría garantizar. En los dos rubros, Scioli saca alguna ventaja. Piensan que el candidato por el Frente para la Victoria tiene más capacidad para domar a los sectores radicalizados, no sólo por su personalidad, sino por la mismísima dinámica interna del peronismo, que con la caja siempre consigue verticalidad y obediencia. El frente Cambiemos posee, por su parte, dirigentes más reformistas y cuestionadores, y el espíritu horizontal de Pro puede resultar más poroso a sus planteamientos y exigencias. Las alianzas, por otra parte, plantean distintos escenarios. Si Scioli perdiera, el peronismo clásico quedaría muy golpeado y el cristinismo lo convertiría en el mariscal de la derrota, le arrebataría el liderazgo y encabezaría, por oposición, un impiadoso proceso de hostigamiento al "gobierno del cambio". Si Macri perdiera, el peronismo fagocitaría en el poder las divergencias y domesticaría a sus adversarios cristinistas. Aunque tanto el peronismo tradicional como el macrismo y sus socios radicales e independientes podrían, curiosamente, coincidir en emprendimientos y apoyos mutuos, dado que ya no los separan abismos conceptuales. De hecho, las figuras que van consolidándose ante la percepción pública muestran un perfil bastante afín: Urtubey, Perotti, Lifschitz, Schiaretti, Cornejo y Rodríguez Larreta personifican, con sus distintas tonalidades y espacios, un mismo temperamento. Dejan todos ellos la sensación de que el sentido común puede derrotar a la megalomanía.

Tanto las aspiraciones papales como las tendencias del voto sugieren que marchamos hacia una nueva cultura política de convergencia y que podría diluirse por el momento la madre de todas las batallas culturales. Que se inició cuando Cristina Kirchner decretó el "vamos por todo" e intentó sustituir una democracia por otra. Hasta entonces, el kirchnerismo sólo pretendía nacionalizar el proyecto feudal santacruceño; luego cargó contra la democracia republicana fundada en 1983, acusándola implícitamente de ser la culpable de la decadencia nacional. Convenía, por lo tanto, reemplazarla por una democracia populista. Ya sabemos lo que eso significa: el Congreso como escribanía, las leyes a lo guapo, los controles en manos amigas, la colonización de los jueces, el copamiento de la burocracia, la apropiación indebida del Estado. Laclau y los profesores de Carta Abierta le dieron arquitectura intelectual a esta ofensiva inédita que algunos simplificaban como chavización. La batalla de las democracias, que sostendrá Cristina hasta el último día, parece, sin embargo, apagarse. Quienes la libramos vemos surgir ante nosotros algo nuevo, que exige la reconfiguración de la mirada. Francisco es el ideólogo secreto de esa era.

La revista británica analizó las connotaciones políticas del paso del Sumo Pontífice por América Latina. InfoBAE 12/07/15.




Los viajes del papa Francisco son siempre analizados políticamente. Sus encuentros con jefes de Estado -entre ellos Cristina Kirchner-, su influencia para la reapertura de embajadas entre Cuba y Estados Unidos, cada uno de sus discursos y ahora su visita a tres países deAmérica Latina revelan mucho sobre su papado. La revista británica The Economist publicó un artículo haciendo referencia a esta faceta de Francisco, al cual bautizó como "El Papa peronista".

"Si uno pudiese aplicar el término a un prelado de 78 años de edad, que convirtió la falta de ostentación en un arte, entonces el Papa Francisco es una estrella de rock. O al menos es la forma en la que fue recibido esta semana en América latina", comienza el artículo. Pero aclara: "La gira de ocho días -la más larga de su papado y la primera a un país de habla española- puede hacer más que resaltar su popularidad en su región natal. Puede añadir definición política a su papado".

The Economist hace hincapié en las características que tienen Ecuador, Bolivia y Paraguay, los países donde estuvo Francisco. Primero explica que la mayoría de su población es católica y que uno de los objetivos del Sumo Pontífice es mantener esa realidad: "En Guayaquil, con una masa que celebraba a la familia, habló de su preocupación por aquellos que son excluidos, en clara referencia a la batalla silenciosa que lleva adelante para que haya más tolerancia hacia las parejas homosexuales y divorciados", detalla la revista. Y agrega: "Los tres países son pequeños y pobres, con gran población amerindia. Fueron escogidos cuidadosamente. Francisco, quien solía ser un sacerdote jesuita en Argentina, valora el trabajo pastoral con los marginados, respeta la humildad popular y promete una 'iglesia pobre para los pobres'".

Luego el artículo profundiza sobre la carga ideológica de las acciones del Papa: "Sus palabras entusiasmaron a los defensores de la Teoría de la Liberación, un conjunto de ideas de izquierda que influenciaron a América Latina en las décadas de 1970 y 1980". "Pero el padre Bergoglio siempre rechazó al marxismo y la revolución violenta, que algunos sacerdotes de izquierda apoyaron. En lugar de adoptar la Teoría de la Liberación, está reinterpretándola para una era post-marxista. Las críticas del Papa al libre mercado capitalista chocan tanto con la tradicional doctrina social católica como con el peronismo, el movimiento nacional-populista de Argentina, del cual fue muy cercano", detalla.

La revista tampoco deja de lado la actualidad política en la Argentina y vincula las elecciones con las cinco reuniones entre el ex arzobispo de Buenos Aires y Cristina Kirchner: "Con las elecciones presidenciales de octubre, esos encuentros provocaron quejas desde la oposición. Su meta entreteniendo a Kirchner es fomentar un traspaso de mando democrático y en paz, evitando la violencia y el caos que han marcado las transiciones políticas argentinas en el pasado".

Sin embargo, la publicación británica alerta acerca de que algunos especialistas piensan que Francisco está jugando de más con su mano política: "Su plan de ir a Cuba por cuatro días en septiembre, antes de ir a los Estados Unidos, podría enojar a los republicanos y poner en riesgo la mitad del viaje".

El artículo concluye manifestando que "la mayor prueba de habilidad política de Francisco será si podrá ayudar a lograr una transición pacífica y democrática en Venezuela, donde el gobierno impopular de Nicolás Maduro se enfrenta a una probable derrota en las elecciones parlamentarias de este año".

Al respecto, menciona que podría ayudar la "aplicación de la presión papal" a los aliados de Maduro, los presidentes Rafael Correa de Ecuador y Evo Morales de Bolivia.

http://www.economist.com/news/americas/21657401-franciss-balancing-act-latin-america-peronist-pope?fsrc=scn/tw/te/pe/ed/ThePeronistPope




Durante el II Encuentro de Movimientos Populares organizado por el Vaticano y el gobierno de Evo Morales, el Sumo Pontífice fue duro con la Iglesia y alentó a los pueblos a "cambiar el mundo". La Nación 09/07/15.

Santa Cruz, Bolivia.- Agencias EFE y AP. En su segundo día de visita a Bolivia y ante los movimientos sociales en Santa Cruz, el papa Francisco pidió "perdón" en nombre de la Iglesia por "los crímenes cometidos contra los pueblos originarios de América" durante la conquista. 

"Quiero decirles, quiero ser muy claro, como lo fue San Juan Pablo II: pido humildemente perdón, no sólo por las ofensas de la propia Iglesia sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América", clamó el Papa durante el II Encuentro de Movimientos Populares organizado por el Vaticano y el gobierno de Evo Morales.

En el discurso más largo que ha pronunciado en su gira sudamericana, Francisco exhortó a los movimientos a no pelearse entre ellos porque parece que "el tiempo se está acabando". Incluso bromeó sobre la larga alocución al decir: "el cura habla largo" y pidió agua.

El Papa exhortó a cada "cartonero, catadora, pepenador, recicladora" y a todos los movimientos populares a movilizarse porque "pueden hacer mucho" para cambiar el mundo. "Ustedes, los más humildes, los explotados, los pobres y excluidos pueden y hacen mucho. Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus manos".

Aunque dijo no tener recetas, Francisco hizo recomendaciones para ese cambio: el primero fue el de "poner la economía al servicio de los pueblos" y oponerse a "una economía de exclusión e inequidad". También abogó por "devolverles a los pobres y a los pueblos lo que les pertenece" y consideró que "la propiedad, muy en especial cuando afecta los recursos naturales, debe estar siempre en función de las necesidades de los pueblos".

A su vez, Franciscó afirmó "que ha llegado el momento de un cambio" ante un "sistema que ya no se aguanta". Y sentenció: "Queremos un cambio, un cambio real, un cambio de estructuras. Este sistema ya no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan las comunidades, no lo aguantan los Pueblos. Y tampoco lo aguanta la Tierra, la hermana Madre Tierra como decía San Francisco".

"¿Reconocemos que las cosas no andan bien en un mundo donde hay tantos campesinos sin tierra, tantas familias sin techo, tantos trabajadores sin derechos, tantas personas heridas en su dignidad?", se interrogó el papa. Entonces, clamó: "íDigámoslo sin miedo: necesitamos y queremos un cambio!".

Además, afirmó que "ningún poder fáctico o constituido tiene derecho a privar a los países pobres del pleno ejercicio de su soberanía" y lamentó que esto de vida a "nuevas formas de colonialismo que afectan seriamente las posibilidades de paz y de justicia". Advirtió del peligro de este "nuevo colonialismo" que llega de la mano de "algunos tratados denominados de libres comercio y la imposición de medidas de austeridad que siempre ajustan el cinturón de los trabajadores y de los pobres".

El escenario

Por Martín Rodríguez Yebra | LA NACION 11/07/15. MADRID.- Jorge Bergoglio suele decir que imagina el suyo como un papado breve, pero intenso. Se mueve con la lógica de quien corre contrarreloj. Asume riesgos con sus palabras y actos. Ese rasgo intrépido define el "efecto Francisco" que cimentó su popularidad desde el primer día, pero también lo expuso a pasos en falso, polémicas mundiales y jugadas diplomáticas de resultado frustrante.

En pocas misiones involucró tanto su figura Francisco como en las negociaciones por la paz en Medio Oriente. En contra de lo que le aconsejaban expertos en relaciones internacionales, decidió visitar Israel y los territorios palestinos en mayo del año pasado para rezar por la paz. Eran horas de máxima tensión después del fracaso de un proceso de negociación promovido por Estados Unidos.

Su imagen rezando frente al muro de separación en Belén se recuerda entre las más impactantes de su pontificado. El gesto conmovió al mundo, pero irritó al gobierno de Benjamin Netanyahu, que lo recibió con cierta frialdad al día siguiente.

El Papa contaba con el guiño del presidente israelí, Shimon Peres, cuyo mandato estaba a punto de terminar. Peres y el líder palestino Mahmoud Abbas fueron invitados luego a una jornada de paz en el Vaticano. Pero Netanyahu nunca compartió la virtual mediación papal.

Un mes más tarde, la guerra estalló otra vez en la Franja de Gaza y el conflicto se cobró otras 2000 vidas. El gobierno israelí -ahora con Netanyahu fortalecido- recela del Papa y expresó sus críticas por la decisión del Vaticano de reconocer el Estado de Palestina. "Lo que nos enseñó el Papa es que no debemos esperar frutos inmediatos. Su gesto en Tierra Santa puede producir efectos en el momento indicado", señaló el arzobispo Michael Fitzgerald, experto en el mundo árabe.

Otras voces, más críticas, creen que se precipitó. Y que esa experiencia lo llevó a moverse con más prudencia en adelante. Tal vez su mayor éxito diplomático fue la mediación en el deshielo entre los Estados Unidos y Cuba, en la que se movió durante meses fuera de los radares.

La violencia en Medio Oriente también lo expuso al Papa a triunfos agridulces. En septiembre de 2013, consiguió con una sentida carta enviada a los líderes del G-20 que se parara la intervención militar en Siria propuesta por los Estados Unidos y Francia contra el régimen de Bashar al-Assad. Con el tiempo, en las cancillerías occidentales se preguntan si no habrá sido un error estratégico abstenerse de actuar en el polvorín sirio del que surgió poco después el terror de Estado Islámico (EI).

La frescura en el discurso ha sido una de las herramientas de Francisco para conquistar a medio mundo y levantar la imagen de la Iglesia. De sus célebres intercambios con la prensa en los viajes surgió la frase de mayor repercusión de su papado: aquella del "quién soy yo para juzgar" a los gays.

Pero no escapó a controversias de alcance global. Tal vez ninguna como cuando en enero pasado comentó la masacre terrorista en Charlie Hebdo y pareció mostrarse tolerante con los que reaccionan ante las ofensas religiosas: "Si alguien dice una mala palabra en contra de mi mamá, puede esperarse un puñetazo". Le llovieron críticas. "El Papa no es Charlie", tituló Le Monde, en un editorial punzante. Al Vaticano le costó días de aclaraciones. Igual que cuando recomendó "darles un chirlo en la cola" a los chicos que se portan mal. Hubo organizaciones y gobiernos que saltaron a corregirlo.

Otro conflicto desatado por sus palabras estalló este año cuando le escribió al legislador porteño Gustavo Vera una carta sobre la necesidad de combatir el narcotráfico en Buenos Aires y de "evitar la mexicanización" de la Argentina. En México, el país con más católicos de la región, la expresión despertó quejas. "El Papa no quiso herir a ese país, sino destacar la gravedad del fenómeno del narcotráfico que aflige a México y a otros países de América latina", aclaró el vocero vaticano, Federico Lombardi.

Los lazos con la Argentina siempre exponen al Papa a la polémica. Santa Marta se convirtió desde su entronización en un lugar de peregrinaje para funcionarios, candidatos, sindicalistas, empresarios, artistas. Posar con Francisco suma puntos. El Papa confesó que se había sentido "usado" por la política de su país. Quienes lo conocen recuerdan que nunca se molestó tanto como cuando se enteró de que el kirchnerismo estaba usando como afiche de campaña en 2013 una foto de él dándole la mano a Martín Insaurralde, entonces candidato a diputado por Buenos Aires. Se lo había presentado Cristina Kirchner durante la visita papal a Río de Janeiro. Él no sabía ni quién era.

Sin embargo, siempre se cuidó de "mimar" a la Presidenta. La recibió cuatro veces en Roma. En septiembre pasado, ella acudió con una comitiva de militantes de La Cámpora que llenaron de estandartes políticos los salones vaticanos. Pese a las quejas por lo bajo de los opositores, volvió a concederle audiencia el mes pasado. Lo hizo a pesar de que había advertido en diciembre durante una entrevista con LA NACION que no atendería a dirigentes políticos en la campaña.

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