Como cualquiera tengo pilas de defectos, pero la certeza de poseer algunas virtudes escasas en nuestra sociedad: soy leal con la gente que me rodea y para nada "ventajero", lo cual en la jerga porteña es quien saca egoístamente provecho de las situaciones sin importarle los efectos secundarios sobre el prójimo. Por el contrario, siempre he intentado avanzar en conjunto, no cortándome solo ni vendiéndome tras bambalinas mangueando prebendas.
Durante toda mi vida hice reclamos laborales que me expusieron pero nunca fueron para beneficio personal, sino para que mi grupo de pertenencia pudiera progresar y sea más valorado. He tratado de proteger a mi entorno antes que a mis propios intereses. Pasado el tiempo y analizando en perspectiva, nadie puede convencerme que no fueron causas justas, aunque haya podido equivocar la modalidad, la intensidad o la oportunidad de los reclamos. Casi siempre, por el peligro que significaban, terminé quedándome solo y perjudicando mi situación personal.
¿Cómo se llama ser traicionado siendo uno sincero y directo mientras se acepta al bribón y al vago porque son simpáticos, al traidor porque todavía no te jodió, al coimero porque no te consta, al trepador o al "garca" porque es jefe o autoridad? ¿El mundo es así y listo? ¿Todo vale lo mismo?
Ellos me dieron la espalda, me dejaron solo en causas comunes y hasta me entregaron. No entendieron nunca mi lealtad, mi solidaridad ni mi transparencia. Quizás les produje rechazo, como el que produce la falta de belleza. Dicen los que saben que la empatía de la gente depende de la primera mirada: que aceptamos o rechazamos a quienes nos rodean por la primera impresión y que muy difícilmente se cambia esa decisión. Quizás fue su visión utilitaria de las cosas, ombliguismo, desinterés o ignorancia.
La siguiente es la descripción de ocho personas de mi entorno laboral que más de una vez me traicionaron de manera más o menos grave. Gente común como yo a la que me siento superior, algo inusual en mi, siendo que normalmente me subestimo. Una de las pocas certezas que tengo es que soy superior a la gente que no tiene dignidad. Porque no hay impedimentos para que una persona sea digna y honesta. Y es una elección. Jugarte por la tuya y saber decir que no aunque vengan degollando.
*F.A: un extraño complejo de inferioridad lo lleva a rendirse ante las autoridades formales, posean éstas condiciones morales y capacidad o no. Se pone a su disposición de forma acrítica. No parece interesarle si los cometidos a obedecer son lógicos o si coinciden o no con sus principios. Acepta las órdenes sin cuestionamientos y es usado por su gran capacidad técnica, sin ser nunca reconocido ni sacar rédito de su potencialidad. Su obediencia parece ser mayor si la autoridad es profesional y usa saco y corbata, aunque sea impresentable moralmente.
En ese complejo de inferioridad está relacionado con su capacidad de aprender. Tiene algún trauma relacionado con el estudio, porque se le advierten dificultades para compenetrarse en la lectura de cuestiones técnicas en las que tiene experiencia práctica y afinidad. También es notorio su déficit para trasladar a la escritura sus valiosos conocimientos técnicos. Es muy difícil verlo ojear un libro, nunca mencionó estar leyendo uno ni hizo referencia a una lectura -de cualquier orden- que lo conmoviera. No es afecto a los diarios en papel aunque navega por la web con interés.
Se esfuerza por agradarle a la gente pero incluye en su lista a personas que lo subestiman, ignoran o perjudican. Tiene el raro hábito de recordar la fecha de cumpleaños de las personas. Practica un humor irónico muy fuerte y sus comentarios filosos a veces producen equívocos. Afectuosamente atrevido y cariñoso (hasta cargoso) en su vida social.
*O.O: aunque sexagenario, muy atado psicológicamente a su etapa juvenil cuando debió luchar contra muchas adversidades económicas familiares: el resto de su vida tuvo como objetivo importante acumular dinero y lograr seguridad económica.
Su pasatiempo diario durante años fue analizar los avisos clasificados y leer cotizaciones para planear inversiones. En épocas de los diarios en papel, no los compraba nunca pero mangueaba a alguien esa sección que otros apartaban y tiraban. Defiende hasta el último centavo que pone en cualquier compra, así sean caramelos. Siempre busca las mejores ofertas y la mejor operación y normalmente las encuentra. Si por alguna casualidad no resulta ser la mejor comparativamente, intentará rebatirlo.
Lo dicho no significa que sea estrictamente un tacaño en el sentido de no gastar: le gusta vivir bien y no tiene sobresaltos ni necesidades materiales que cubrir. Al tener pocas preocupaciones existenciales (no le interesa cultivarse intelectualmente o viajar) y entrar en edad de jubilarse -acercándose como cualquiera a la muerte- aquella gimnasia de producir dinero se vuelve ridícula pues, que se sepa, no se pueden llevar bienes materiales al más allá. Una gimnasia que continúa desarrollando sin fundamento, por pura costumbre.
Es una de las personas más egoístas que he conocido. Incapaz de bregar mediante una acción colectiva donde sus intereses personales corran riesgos. Su modalidad es golpear puertas con disimulo y obtener ventajas individuales utilizando su simpatía o mediando alguna concesión. Nunca desagradar, parece ser su lema. Jamás lo vi leyendo un libro. Nunca me mencionó estar leyendo uno ni me hizo referencia a algún escrito que lo conmoviera. Muy buen trabajador pero incapaz de proponer innovaciones.
Su líbido lo desborda. Algún motivo psicológico lo empuja a flirtear aún cargando cierta decadencia física. Se esmera en conservar una buena figura y tiene una personalidad amena que lo hacen siempre fuente de atracción, aunque recibe críticas veladas por su actitud "pendex", algo desubicada. No duda en señalar la silueta de una nena de trece años en desarrollo que pasa por la calle, proyectando en voz alta alguna fantasía sexual. Pero no lo escuché nunca vanagloriarse de alguna aventura amorosa que tuviera. Esa personalidad le complicó algún tiempo su vida conyugal. Los recovecos de la mente humana son infinitos, como nuestra capacidad de adaptación.
Trata con suficiencia y distancia a aquellos que no ostentan su creencia. Dudo en llamarlo o no desprecio. Quizá peor a quienes le discuten sus creencias, aunque se le demuestre respeto.
Cuenta en su haber dos separaciones conyugales: la primera con una mujer extraña a su ideología; la segunda, adherente. Otro especimen con líbido sin control que necesita reafirmar su virilidad en voz alta. Muy buen trabajador pero sin iniciativas. Gran capacidad intelectual maniatada por la ideología en la que revista.
No le gusta el trabajo que le tocó en suerte pero lo cumple bien, aunque casi mecánicamente. Puede tener actitudes rebeldes en el ámbito laboral, siempre que no pongan en peligro mucho su statu quo.
Los límites de su moralidad son difusos, aunque su religiosidad supondría vallas más robustas. Podría aceptar una coima si el grupo no lo reprime. Es de buscar ventajas, en secreto, callado. Gusta de obtener favores, invitaciones o souvenires. Siempre demostró más afinidad humana con personalidades rimbombantes, más chabacanas o engañosas.
*O.Z: padre de familia férreo, sin doble moral. Dedica mucho esfuerzo personal a apuntalar a su familia, socorriendo a sus eslabones más débiles. Algún complejo psicológico alimentado por la falta conocimientos formales y cierta tosudez lo impulsan a desear el reconocimiento superior de cualquier modo. Ser jefe para él es indispensable, por lo cual desconfía de todo profesional cercano que lo pueda desplazar de ese objetivo. No lidera por consenso ni respeto, sino mediante cohersión. De sus superiores acepta presiones y transas -aún con cierto grado de rebeldía- pero no dialoga con sus dirigidos: impone, presiona, ordena. Presto a reprimir con todo al incumplidor, incapaz de estimular al bueno, muy amigo de favorecer a sus amigos. Un gaucho lo bautizaría como "prensa matambre": solo aprieta hacia abajo. Tacaño importante. Nunca lo he visto leyendo un libro ni un diario pero muy capacitado para el desarrollo práctico de sus tareas laborales.
Necesita fervientemente ser reconocido y ser tenido en cuenta. Cuando no puede ganar discusiones aplicando la lógica y conocimientos, levanta la voz o intenta amedrentar a su interlocutor para imponerse. Su instrucción formal es mínima pero trata de soslayarla restándole valor. Pretende ocultarla hasta donde puede, cayendo en actitudes soberbias.
Posiblemente pueda también tentarse con un soborno si no vigila nadie. Es normal en él incitar "cancheramente" a quienes debe controlar para obtener invitaciones o souvenires. Otro de los que prefieren conseguir ventajas individuales mediante favores de pasillo.
Es frecuente que debido a esa personalidad reciba críticas por lo bajo de todos lados. Pero aunque todos lo consideren un trepador (frustrado), con los pocos recursos que dispone organizacionalmente, se mueve y soluciona como puede algunas exigencias de sus dirigidos. Ata con alambre, como dice el refrán criollo. El objetivo es que la rueda siga girando, conformando a todos. Como la falta de preparación del submarino ARA San Juan, pero en pequeño: salir al mar como sea.
En la intimidad, reconoce las diferencias de capacidad y empeño de sus dirigidos pero en la práctica no separa buenos de malos: no recompensa ni castiga. Puede escuchar reclamos pero, al no disponer nunca de soluciones de fondo, solo atina a calmar las aguas con alguna gestión burocrática o prebenda que consiga para los molestos.
Su método de conducción consiste en exigir a cada dirigido según la capacidad que disponga y hasta donde el temperamento del conducido lo permita. Aunque la práctica humana no es matemáticas, podría decirse que bajo su jefatura informal trabajan menos los haraganes y gozan de mayores beneficios los menos protestones.
Este personaje avanza sobre quienes no se le animan. Se detiene cuando le muestran resistencia pero eso puede tener costos. Una de sus armas favoritas es el secreto en el tratamiento con su gente: nadie sabe de los arreglos o prebendas que dispone para unos y otros.
No obstante esas limitaciones, en el ámbito laboral es el que presenta mayor capacidad intelectual y organizativa. Es un gran emprendedor en aspectos domésticos y tiene una gran capacidad de trabajo, en todos los órdenes de su vida. A pesar de gozar de una economía familiar holgada, son visibles en él características del síndrome de Diógenes. Disfruta mucho de obtener favores, invitaciones o souvenires y de todo trato privilegiado que puedan brindarle sus superiores.
(*) Mi ambiente laboral: no voy a abundar mucho sobre las características del trabajo que habitan estos personajes. Es suficiente aclarar que se trata de tareas externas de auditorías y controles de calidad a cubrir en un tipo muy particular de industria que se extiende por todo el territorio nacional. Requiere muchos conocimientos técnicos y reglamentarios y cobra gran importancia la experiencia. Por sus características, trae aparejados riesgos mayores que los trabajos habituales y requiere elementos de protección y seguridad personales. También implica el traslado en grupos con vehículos por las rutas, para cubrir los objetivos seleccionados en distintas provincias que, por tratarse de auditorías, deben mantenerse en secreto. Muchas horas de traslado anticipado y de tres a doce horas de control específico cada día. Más kilómetros y hoteles hasta completar la semana. Autocontrol, disciplina y manejo de situaciones impredecibles, que incluyen tratar con representantes de empresas y con autoridades municipales, provinciales y de seguridad. Vuelta a casa y presentación de las actuaciones en las oficinas de la casa central, una vez a la semana, para recibir un nuevo cronograma de trabajo.
Foto de arriba: Gunther Gerzso "Retrato del Sr. Jacques Gelman". Mexico, 1957.
En ese ambiente laboral han cambiado pocas cosas. Algunos
de los compañeros de andanzas descritos se jubilaron, dos fallecieron antes de cumplir sus 60 y otros continuamos. El equipo de trabajo se fue renovando con gente más
joven equipada con distinta preparación formal, diferente bagaje
de conocimientos. En pleno aprendizaje de un
oficio particular que requiere experiencia -que se hace andando- y dedicación. Los protagonistas
se han renovado y el tiempo me ha convertido en una especie de maestro para la
formación de esos chicos. Les ofrecen muy pocas motivaciones, es cierto, pero son muy poco rigurosos y poco profesionales, en sentido amplio.
Más que detenerme en nuevos personajes para intentar describirlos
individualmente, como hice antes, me resulta más interesante analizar con trazos gruesos al conjunto.
Empiezo observando que persiste en la gente la vieja costumbre del “sálvese
quien pueda”. A casi nadie se le ocurre luchar por las condiciones de trabajo o
los ingresos comunes. A la mayoría le resulta más lógico y menos riesgoso buscar
prebendas individuales y para ello necesitan ser complacientes. Muchos protestan de las injusticias por lo bajo, pocos alzan la voz y casi todos transan a las
presiones de arriba agachando la cabeza. A la vuelta de la esquina llegarán la
deslealtad al compañero, las pequeñas traiciones. Gente sin dignidad. Moral en
oferta. ¿El miedo todo lo justifica? Por lo menos aquí, latitud Buenos Aires, las
nuevas generaciones parecen no agregar nada superador.
Suelo repetir que uno de los peores defectos humanos es la soberbia del ignorante. Creerse más de lo que uno es (o sabe) e intentar tener ascendencia en el grupo a como sea. Hablando en criollo: si no sabés hacer una “O” con un vaso, ¿cómo pretendés ser jefe? Este veneno sigue difundiéndose entre nosotros con mucho éxito y sin antídoto. Tan cierto en el mundo laboral como que, si no te sabés vender bien o no sos agresivo, posiblemente vivas postergado. Cada uno elige si se aferra a su dignidad o la tira por la ventana. Horanosaurus.
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