miércoles, 26 de mayo de 2021

Lecturas para veganos, vegetarianos y afines


05/05/11 - “Flexitarianos”: vegetarianos en retirada
10/04/14 - Basta de verso, vegetarianos!

En estas entradas previas junté una serie de artículos y conceptos sosteniendo que comer carnes es una cultura normal y beneficiosa que debe ser valorizada y no demonizada. Que las corrientes que fomentan el veganismo o sus variantes -aunque puedan ser divulgadas en libertad- utilizan en su favor muchos argumentos falsos y hasta ofensivos para los demás. A veces se convierten en tristes movidas snobs, o peor, intentan imponerse al resto de la gente en franca actitud facista. Suelen pertenecer a un sector poblacional que tiene la suerte de no sufrir necesidades y puede elegir alimentos a veces más caros y sofisticados. Porque es una verdad incontrastable que, en todo el mundo, quienes la reman y aspiran a elevar su calidad de vida procuran un mayor consumo de proteínas de origen animal. China y el sudeste asiático son un claro ejemplo. 

Las únicas objeciones al consumo de carnes dignas de ser discutidas pueden ser las referidas a la cría y faena de animales domésticos para proveer de alimentación de calidad a la vasta población humana, y son básicamente dos: la emisión de gases contaminantes/contribuyentes al calentamiento global provocados por la ganadería y la supuesta crueldad infringida al sacrificarlos en frigoríficos. Ambas son rebatidas contundentemente con bases científicas: el balance de carbono de la producción ganadera que generó dudas partió de fundamentos equivocados que luego debieron corregirse. Y los animales son criados con protocolos de bienestar aceptados mayoritariamente y sacrificados de modo indoloro. Aunque las conclusiones son claras para todo aquel que desee informarse bien, nada se puede argumentar contra la sensibilidad de las personas que se impactan al imaginar ciertas imágenes, porque son reacciones individuales lógicas. Solo me atrevería a responder que la falta de proteína animal provocaría hambrunas dolorosas de consecuencias peores y, del mismo modo y bajo ese pensar, debería prohibirse la pesca, la poda de frutales e incluso la cosecha de cereales y oleaginosas, todos seres vivos. Claro está, también impedir el tratamiento de plagas hogareñas (cucarachas, piojos, ratas) o agropecuarias (chinches, gusanos, gorgojos, langostas, aves, etc.)

Hay otras objeciones, ya no de orden ambiental o humanitario, que deben ser atendidas con seriedad. Son las derivaciones negativas del exagerado consumo de carnes, la necesidad de su inclusión equilibrada en la dieta y la acusación a los alimentos procesados en base a carne de ser agentes carcerígenos. Acá también hay mucho para informarse y sacar conclusiones válidas. Requieren precauciones y un comportamiento responsable de nuestra parte.

Nuevas lecturas que aclaran todas esas cuestiones me motivan a seguir removiendo el avispero, para ofrecerlas a quienes quieran ampliar su información. Para no repetir slogans, como hicieron hace poco los ignorantes legisladores de la ciudad de Buenos Aires con los "lunes sin carne". Como hacen los funcionarios vendehumo que prohíben otra vez la exportación de carnes argentinas para fracasar con lo mismo. Horanosaurus.  

PD: una alianza secreta entre la máquina de hacer pobres peronista y los vegetarianos, consiguió en 2021 que el consumo de carne vacuna de los argentinos haya tocado su mínimo histórico registrando 48 Kg./habitante al año (logro que rivaliza con la pobreza récord del 42% y la veda educativa más larga del mundo). Se estima que en pocos años más, los vegetarianos habrán vencido y la oligarquía ganadera deberá buscar asilo en países vecinos. No es una fake new de los medios hegemónicos comandados por Magnetto para desprestigiar al gobierno nacional y popular de Cristina, el príncipe Máximo y los camporitos. Es una triste realidad que no pueden explicar. 

¿Es el ser humano “naturalmente” vegano? Acá vas a encontrar la respuesta

Bichos de Campo. 21/04/21.

José Jáuregui, doctor Ciencias Agrarias por la Universidad Nacional de Mar del Plata, se define como un “investigador con los pies sobre la tierra”. Trabaja como técnico de desarrollo en una empresa de semillas forrajeras y tiene un emprendimiento propio dedicado a realizar análisis de interés agropecuario con uso de imágenes obtenidas a través de drones, además dar clases en la Universidad Nacional del Litoral. En el presente artículo presenta evidencia científica sobre una cuestión muy debatida en los últimos años.

En muchas ocasiones hemos escuchado hablar de cómo el veganismo puede salvar al planeta. Y por qué es importante que nos volquemos en forma drástica y urgente a esa práctica para poder sostener la vida en la tierra. En una nota anterior para Bichos de Campo he discutido por qué muchas afirmaciones de este movimiento son falsas. Pero hoy quiero detenerme en otro dilema interesante: ¿son los seres humanos “naturalmente” veganos? Es decir, ¿están fisiológicamente aptos para el veganismo en todas las etapas de su vida? 

Empecemos por el principio. El ser humano es, por definición, un animal omnívoro porque es capaz de digerir vegetales y carnes. De hecho, el consumo de carne parece haber sido central en el desarrollo de los primeros homínidos. Tal es el caso de Homo erectus, cuyo desarrollo evolutivo puede ser explicado por el cambio de dieta. 

Homo erectus se diferenciaba sustancialmente de otros homínidos debido a que presentaba un cerebro más grande, dientes y músculos masticatorios más pequeños, menor fuerza de mordida y un estómago más pequeño que el de sus antecesores.

El consumo de carne y el uso de herramientas parecen haber sido claves para lograr esos cambios. Esto se debe a que la carne presenta mayor concentración energética que los vegetales y requiere menos tiempo de masticación que éstos. Si la dieta de H. erectus incorporaba 1/3 de carne, esto significaba dos millones menos de ciclos de masticación (13%) al año y un 15% menos fuerza masticatoria comparados con una dieta de vegetales. Comer carne permitió entonces liberar energía para desarrollar el cerebro. El cerebro humano es una máquina complejísima que consume entre 350-450 kcal/día. Eso equivale al 20-25% del requerimiento de un adulto.

En los niños de 5 a 6 años de edad, el cerebro puede ser responsable del 60% del total de la energía requerida. Para que el ser humano primitivo haya tenido oportunidad de desarrollar su cerebro, fue necesario desviar una gran cantidad de energía. Esto se logró consumiendo carne, usando utensilios y, más tarde, cocinando los alimentos. Como consecuencia, nuestro aparato digestivo se achicó y nuestro cerebro se agrandó. Gracias a esos (y otros procesos), hoy somos Homo sapiens.

Ahora quiero invitarlos a pensar un poco en anatomía comparada. ¿En cuánto se parece un ser humano (omnívoro por naturaleza) y un rumiante (especialista en digerir celulosa, indigestible para el hombre)? Digamos que en poco. Una vaca tiene varios “estómagos”. Para el caso de una vaca lechera de 550 kilogramos, el retículo-rúmen tiene un peso de 12 kilogramos, el omaso de 6 kilos y el abomaso de otros 3 kilos. El peso total de esos “estómagos” (21 kilogramos) equivale al 4% del peso vivo total del animal. Gracias al tamaño gigantesco de su aparato digestivo, esa vaca es capaz de comer el equivalente al 10-15% de su peso vivo (50-75 kg) de alimento por día. La razón de semejante ingesta y de esos “estómagos” tiene que ver con que la celulosa (un componente mayoritario en la pared celular vegetal y la molécula biológica más abundante de la tierra) es una molécula de difícil digestión y de bajo valor nutricional. Y requiere, por eso, de intermediarios (bacterias) para ser degradada y aprovechada por el rumiante.

La fermentación bacteriana ocurre mayormente en el retículo-rumen y el omaso. La comida que llega allí alimenta primero a billones de bacterias y protozoos capaces de degradar, entre otros compuestos, a la celulosa. La degradación de esos compuestos resulta en la liberación de ácidos grasos volátiles que servirán como fuente de energía para el rumiante.

El abomaso libera enzimas similares a las de otros animales monogástricos como el hombre. Por eso, la digestión en un rumiante es mayormente de tipo bacteriana: son las bacterias las que descomponen el alimento y liberan compuestos que luego son utilizados por el rumiante.

Ahora analicemos qué pasa con el ser humano. Homo sapiens tiene solo un estómago. Su peso promedio en un adulto es de 150 gramos. Considerando un peso adulto promedio de 75 kilogramos, el estómago es solo el 0,2% del peso vivo. ¡Esto es 20 veces menos que el de una vaca! Esto se asocia a su historia evolutiva. Homo sapiens desciende de los primates, que eran omnívoros. Comer animales, como ya mencionamos, les permitió destinar energía a satisfacer un cerebro hambriento y permitió el giro evolutivo que dio origen al hombre moderno. Asimismo, la digestión en el ser humano es mayormente enzimática (no hay bacterias que digieran alimento como en los rumiantes). De allí que ningún ser humano sea capaz de digerir celulosa.

Entonces, ¿es el ser humano naturalmente vegano? La evidencia científica indica que no. Somos omnívoros por naturaleza y nuestro sistema digestivo así lo indica. Asimismo, la dieta vegana debe ser supervisada por un profesional de la salud para evitar carencias que deriven en problemas serios de salud, particularmente en infantes. Y es una dieta no aconsejada para niños en activo crecimiento por la Sociedad Argentina de Pediatría y otras asociaciones similares de los principales países del  mundo. Además, en un país con 50% de niños por debajo de la línea de pobreza y con serias carencias nutricionales, resulta paradigmático que se proponga el veganismo como una alternativa “saludable”. Entonces, ¿por qué no abogar por una dieta equilibrada que responda a nuestra fisiología digestiva?

Referencias bibliográficas

-Zink, K.D. and D.E. Lieberman, Impact of meat and Lower Palaeolithic food processing techniques on chewing in humans. Nature, 2016. 531(7595): p. 500-503.
-Rolfe, D. and G.C. Brown, Cellular energy utilization and molecular origin of standard metabolic rate in mammals. Physiological reviews, 1997. 77(3): p. 731-758.
-Gibbons, A., Solving the brain’s energy crisis. Science, 1998. 280(5368): p. 1345-1347.
-Reynolds, C., et al., Visceral tissue mass and rumen volume in dairy cows during the transition from late gestation to early lactation. Journal of dairy science, 2004. 87(4): p. 961-971.
-Haddad, S., C. Restieri, and K. Krishnan, Characterization of age-related changes in body weight and organ weights from birth to adolescence in humans. Journal of Toxicology and Environmental Health Part A, 2001. 64(6): p. 453-464.
-Aguirre, J.A., et al., Compromiso neurológico grave por déficit de vitamina B12 en lactantes hijos de madres veganas y vegetarianas. Arch Argent Pediatr, 2019. 117(4): p. e420-4.
-Nutrición, C.N.d., Dietas vegetarianas en la infancia. Archivos Argentinos de Pediatría, 2020. 118(4): p. 11.
-Ferreiro, S.R., et al. Recomendaciones del Comité de Nutrición y Lactancia Materna de la Asociación Española de Pediatría sobre las dietas vegetarianas. in Anales de Pediatría. 2020. Elsevier.
-Pawlak, R., To vegan or not to vegan when pregnant, lactating or feeding young children. European journal of clinical nutrition, 2017. 71(11): p. 1259-1262.
-Richter, M., et al., For the German Nutrition Society (DGE).(2016). Vegan diet. Position of the German Nutrition Society (DGE). Ernahrungs Umschau, 2016. 63(04): p. 92-102.



El consumo de carne en forma moderada es clave para el desarrollo

Las proteínas, vitaminas y minerales que aporta son importantes para el mantenimiento de la masa muscular, las defensas y el desarrollo cerebral. Por Alberto Cormillot (*) InfoBAE 08/04/21.

La carne es una pertenencia al ser humano, es una tradición gastronómica y de identidad colectiva del hombre a lo largo de la historia. El asado no es argentino, el asado es la primera comida que comió el hombre, y la comió hace un millón de años o más. 

Cuando hablamos de carne, podemos referirnos a los factores filosóficos o los nutricionales, que es el aspecto en el que yo hablo. De las energías y las proteínas que da carne, vitaminas y minerales que brinda al organismo. Todo esto ayuda al mantenimiento de la masa muscular, producción de enzimas, de hormonas, energía, sistema nervioso central, las defensas, el hierro, el zinc, las vitaminas del grupo B, las proteínas, son importantes para las defensas. Ayudan a proteger la piel, previenen la anemia y fomentan el desarrollo de cerebral. 

Un bife de 100 gramos cubre el 30% de las proteínas, el 4% de las grasas, depende del tipo de carne que sea, ¿no? vitaminas del grupo B, en cantidad variable que puede ir del 20% al 60%, la B12 cubre el 85%, el 14% de hierro, y el 45% de zinc. Tiene selenio también, y bueno es como proteína es la proteína completa junto con la de la clara de huevo, son las proteínas más completas que hay, quiere decir que tienen todos los aminoácidos que son necesarios para para hacer una alimentación saludable.

Con respecto al hierro, se la destaca porque la anemia, a nivel mundial es un problema crítico y las personas que comen un poco de carne están haciendo prevención de la anemia. La carne tiene sus aspectos importantes en el niño, en el embarazo y en el adulto mayor. En la niñez, es indispensable, un chico que no tenga hierro es un chico que se distrae, un chico que rinde menos en el colegio.  

Cuando se la asocia al desarrollo de ciertas enfermedades, hay que recordar que esto se refiere a las carnes procesadas, como los embutidos. La carne procesada se refiere a la carne que ha sido transformada a través de la salazón, el curado, la fermentación, el ahumado, u otros procesos para mejorar su sabor o su conservación. La mayoría de las carnes procesadas contienen carne de cerdo o carne de res, pero también pueden contener otras carnes rojas, aves, menudencias o subproductos cárnicos tales como la sangre. 

La carne procesada fue clasificada como Grupo 1, cancerígeno para los seres humanos. Esta categoría se utiliza cuando hay suficiente evidencia de carcinogenicidad en humanos. En otras palabras, hay pruebas convincentes de que el agente causa cáncer. La evaluación se basa generalmente en estudios epidemiológicos que muestran el desarrollo de cáncer en humanos expuestos ya que provoca cáncer colorrectal. También se vio una asociación con el cáncer de estómago, pero la evidencia no es concluyente. El riesgo aumenta con la cantidad de carne consumida. Cada porción de 50 gramos de carne procesada consumida diariamente aumenta el riesgo de cáncer colorrectal en aproximadamente un 18%.  

*El doctor Alberto Cormillot es un reconocido médico argentino especialista en obesidad, educador para la salud, escritor y conferencista. Fundó y dirige la Clínica de Nutrición y Salud que lleva su nombre, Dieta Club, la Fundación ALCO (Anónimos Luchadores Contra la Obesidad) y el Instituto Argentino de Nutrición, desde donde asesora a industrias para la elaboración de productos dietéticos y saludables. Realización: Melanie Flood y Thomas Khazki / Edición de video: Patricio Staricco/ Producción: Macarena Sanchez. 

La amenaza del lobby contra la carne vacuna

Según estudios de la Universidad de Oxford, para producir 100 gr de proteínas, los bovinos demandan más tierras y agua que los granos, y generan mayor contaminación. Sobre esta base, grupos ecologistas y veganos de la UE proponen desacoplar la producción de carne del uso de recursos naturales. La estrategia para enfrentar esta visión que intentan imponer a nivel mundial, según el investigador Ernesto Viglizzo. Por Ing. Agr. Liliana Rosenstein, Editora de Valor Carne. 22 de junio, 2020.

“Lunes sin carne”: enojo en el agro por una adhesión de la Legislatura de CABA

El Instituto de Promoción de la Carne Vacuna (IPCVA) defendió el consumo de este producto ante la declaración de “interés ambiental” de esa campaña. LN 03/05/21.

Luego de que la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires aprobara un proyecto de declaración de interés ambiental para la campaña global “Lunes sin carne”, el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (Ipcva) remarcó que la ganadería local solo aporta el 0,15% de las emisiones globales. Además, señaló que su sistema de producción “mejora la fertilidad del suelo, evita la erosión y es beneficioso para la biodiversidad”. También destacó que la carne es un producto de calidad en términos de nutrición.

La legislatura porteña aprobó la semana pasada una iniciativa impulsada por Mercedes de Las Casas y Carolina Estebarena, ambas de Vamos Juntos. Según recuerdan las legisladoras en su proyecto, “Lunes sin carne” es una campaña internacional sin fines de lucro que “alienta a las personas a no comer ningún tipo de carne los días lunes”.

En 2003 el publicista Sid Lerner, junto con la escuela de Salud Pública Johns Hopkins Bloomberg, promovió la campaña para prevenir enfermedades por el excesivo consumo de carne. En tanto, desde 2009 Paul McCartney y sus hijas Mary y Stella han tomado la iniciativa y le dieron un impulso.

Tras conocerse lo resuelto en la Legislatura porteña, el IPCVA emitió un documento titulado “La ganadería vacuna no es parte del problema sino parte de la solución”

Allí precisó que “las afirmaciones que favorecen una ingesta baja de carne son cuestionadas científicamente”. Añadió: “La carne es un alimento de alta calidad bien conocido por los seres humanos rico en nutrientes esenciales, como los aminoácidos de alto valor nutritivo que nuestro cuerpo no puede sintetizar en las cantidades adecuadas, EPA (ácido eicosapentanoico), DHA (ácido docosahexaenoico) omega-3, hierro hem, vitaminas B12 y D3, creatina, carnosina, taurina, particularmente importante en el desarrollo cerebral de los bebés”. 

“Esto último es relevante ya que estudios llevados por equipos de profesionales del Hospital Garrahan de Buenos Aires han demostrado el riesgo, particularmente en lo que hace a deficiencia de vitamina B12, que corren las madres veganas que no incluyen carne en sus dietas antes de la concepción hasta el final de la lactancia materna”, indicó.

Según el organismo, “los sistemas de producción basados en el pastoreo contribuyen a mejorar la fertilidad del suelo, evitan la erosión, son beneficiosos para la biodiversidad y, en el caso particular de la agrosilvicultura, adicionalmente mejoran los ingresos de los productores derivados de la madera y el ganado que pastorea las forrajeras implantadas en el monte”. 

Secuestro de carbono. “En nuestro país, el aporte de la ganadería vacuna a las emisiones totales del planeta es de solo 0,15 %. Se destinan aproximadamente 65 millones de hectáreas a la ganadería, tierras que no son aptas para la producción de otro tipo de alimento para el hombre. El uso de un área de tierra tan significativa a través del pastoreo implica que el secuestro de carbono (CO2) atmosférico en el suelo es más relevante de lo que se pensaba anteriormente. La energía utilizada por el ganado para vivir deriva de la fijación de CO2 a través de la fotosíntesis por parte de las especies forrajeras que consumen. El CO2 permanece en la atmósfera por mucho más tiempo que el metano producido en la digestión de los alimentos por los vacunos. Por lo tanto, si bien el valor de emisión del metano es mayor, cuya magnitud es motivo atcualmente de revisión, al permanecer menos tiempo resulta en un efecto ambiental neto menor”, explicó. 

El IPCVA apunta contra “el lobby de los países más industriales y contaminantes del mundo” que, precisó, “ha impulsado con una fuerte política comunicacional que se le preste atención exclusivamente a las emisiones pero no al secuestro”.

“Ello pone en un pie de desigualdad a la producción de ganado vacuno, por ejemplo en nuestro país los factores por defecto provistos por el IPCC subestiman en un 32% la acumulación de carbono en la biomasa aérea de los renovales”, señaló. 



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sábado, 15 de mayo de 2021

Me voy a borrar (digitalmente)




A pesar de mis varias décadas, sigo siendo fundamentalmente un tipo curioso que se apasiona buscando información en distintas fuentes, deteniéndome en lecturas que puedan sorprenderme, asombrarme, alegrándome o fastidiándome. Los tópicos pueden ser políticos, culturales, científicos o deportivos (el que leyó algo en este blog sabe de mis intereses). Otra manía me incita a archivar cuidadosamente muchas de esas novedades -una vez leídas-, analógica o digitalmente, para cuando me resulte necesario refrescar mi memoria. Pero un tercer impulso me obliga a compartir a diario con mis seres más próximos el placer de esos pequeños grandes descubrimientos cotidianos. "Che, mira esto! ¿Lo leíste?" 

Para comunicarme y satisfacer esta necesidad, durante años usé el correo electrónico pero en los últimos tiempos -como casi todo el mundo- lo he reemplazado por el uso de la aplicación telefónica Whatsapp. Así envío mis inquietudes futbolísticas, políticas o melómanas, links o cortos comentarios o simplemente memes o chistes de esos explícitos que abundan en esa red a amigos afines.  A ellos, quiera o no, los tengo mentalmente clasificados. Es la triste verdad y trato de explicar aunque pueda adivinarse. No envío bromas  futboleras a ciertos  amigos "cuervos" (sanlorencistas) amargos porque pueden ofenderse, pero provoco a algunos con sentido del humor más amplio que se aguantan la cosa. Solo comparto mis convicciones políticas con gente que las entienda, intentando no herir susceptibilidades. Ya no cometo el error generalizado de pretender convencer de algo a quienes se cierran a opiniones ajenas para protegerse y sentirse seguros. Suelo ser más cuidadoso con eso todavía porque -como es sabido- el odio facho-kirchnerista ha dividido a las familias y por estos lares es usual la famosa "grieta" que nos separa. Luego, cosas de ganadería y carnes con gente del ambiente y así.

Desde hace relativamente poco uso la red tweeter para estar informado sobre temas muy específicos y Facebook para estar al tanto de un circulo pequeño de parientes lejanos. Ninguna me desborda. Trato de no ampliar demasiado su espectro para no verme inundado de fotos de gente con mascotas pegajosas y frases de esperanza en el futuro rodeadas de corazones con purpurina. Ni engancharme con los comentarios de soberbios que escapan para adelante. Escasea tanto la humildad en la Argentina! 

Pero quisiera volver sobre aquella idea: clasificar a las personas. Más allá de la sensibilidad y cariño, atención o indiferencia que ponemos en las personas que nos rodean, estoy convencido que jamás llegamos a conocernos profundamente. Ni siquiera con los más íntimos. No está bien ni está mal, no es crueldad ni cinismo: es ineludible. Es la separatidad con la que fuimos inventados. Somos burdos e impacientes pero fundamentalmente somos 'ombliguistas': todos nos ahogamos en nuestro propio vaso de agua, aunque podamos destacarnos y ser más o menos buenos en algún ámbito. La vulnerabilidad nos es común a todos pero en cada caso con debilidades diferentes, que ocultamos con distinto esfuerzo para parecer más fuertes. 

Por lo tanto, sin compartir físicamente grandes cosas a diario ni llegar a profundizar nuestra amistad, todos optamos por clasificarnos con lo que tenemos a mano. Es la vía rápida para relacionarnos y disminuir los daños colaterales. Así, con ese viejo amigo de secundaria que es de River y gran lector, puedo compartir alguna noticia cultural y quizás un chiste picante aunque no machista porque tiene un hijo homosexual y puedo herirlo. A esa compañera de trabajo que sabe tanto de temas agropecuarios pero que es algo acomodaticia, puede resultarle chocante criticarle algún jefe. Con aquel antiguo compañero del posgrado solo intercambiaremos algún artículo de ciencias o nos recomendaremos miniseries de Netflix. No se que otras cosas lo conmueven. ¿Sigue con la misma mujer de siempre?

Aún siendo las relaciones superficiales, de tanto en tanto se presentan asperezas con nuestros interlocutores digitales. Algunos suponen equivocadamente que cuando les envío el link a una noticia tienen la obligación de abrirla ipso facto o emitir opinión. No, estimado amigo! Si querés leéla cuando puedas y sino borrála. ¿Tan difícil es comprenderlo? Alguno se quejó por recibir algo mío en horario trasnoche. ¿Qué se yo cuando te vas a dormir o cuando tenés sexo o si no tener sexo te produce histeria? Apagá el sonido, salame! Un amigo, lamentablemente desocupado, me protestó haberle enviado un mensajito cuando estaba en una reunión de negocios (?). Un querido primo mío, quizás quien más festeja con emojis sonrientes los chistes que le envío, en un mal día me recriminó haberse levantado a trabajar muy temprano por no poder contestarme una consulta amigable. Le pedí disculpas igual, por cortesía. Obvié recordarle que cualquier niño podría administrar la lectura de los mensajes de su teléfono celular sin estresarse. Pero debo admitir que esas reacciones me lastiman, por imprevistas o injustas. Quizás hieran mi orgullo de leonino. 

Prima facie parece un problema de falta de amplitud mental de los demás. No obstante debo obligarme a suponer que el equivocado soy yo por tirar disparos digitales que supongo afines a quienes quiero y respeto por tenerlos presentes pero los importuno.  Lo remarco: no es una práctica indiscriminada. 

La cosa no es muy auspiciosa, disculpen el pesimismo. La gente en la Argentina suele ponderar nuestro supuesto culto de la amistad a fuerza de asados o rondas de mate o café. En eso nos pensamos diferentes y nos gusta creer que en otros lados las relaciones humanas son frías y desoladoras o, al menos, de menor calidad. Pero la realidad demuestra que no prestamos la menor atención a los sentimientos que asolan a nuestros seres más queridos: que pensamientos, diligencias, satisfacciones, goces, preocupaciones y apuros los tienen a maltraer o apasionan a diario. 

Alguna vez quise resumir puerilmente esas conclusiones con una frase que tiré en algún lado de este blog. No es muy brillante, perdonen. Quedó así: "Conservo amigos de la escuela. Un motivo de orgullo que la gente suele destacar. Carece de toda importancia pero todos vamos a llegar un mes tarde a nuestros velorios". ¿De que sirve la amistad si no se puede ayudar al otro en los momentos más jodidos o nos está vedado compartir alguna vez los felices? Justo la escucho a la Sarlo en la TV diciendo que con cada amigo que tiene comparte cosas diferentes. Me alegro por ella pero a mi no me sirve. 

Admito entonces utilizar una clasificación utilitaria y rústica que aplico a los demás, desconociendo circunstancias que jamás me cuentan o no atiendo porque tengo bastante con el nivel de agua en mi vaso (otro dato objetivo). Tengo constancias y pruebas que demuestran que los demás usan el mismo atajo conmigo. Por ejemplo, uno de mis mejores amigos no sabría decir de una como se llama la repartición en la que trabajo desde hace más de veinte años. Otro muy cercano no recuerda los nombres de mis hijos. Hay uno que suele comentar sus separaciones amorosas, en promedio, unos 6 a 8 meses después de pasado el conflicto sentimental. Una práctica generalizada, a esta altura de nuestras vidas, es ocultar nuestras dolencias físicas como si fueran secretos de estado o sacrilegios. En el último café que tomamos con mis amigos, estaban todos muy ansiosos: cada uno embelesado escuchando sus propios relatos y blindados al ajeno. Hice la prueba de mantenerme callado y solo atinaron -a los postres- a preguntarme como andaba. 

Alrededor del intercambio de mensajes y mails asoman cosas parecidas. No todos tienen que interesar al prójimo, claro está. Algunos se prestan al juego y responden cuando lo consideran. Otros nunca. Hay gente que no tiene facilidad para escribir y es otra verdad. Muchos más de lo que Uds. creen no tienen ningún manejo de la ironía. Todo es aceptable y está bien porque tenemos longitudes de onda diferentes. Pero aquí cierran para mi estas circunstancias: a veces me siento molestando y mendigando alguna reciprocidad a mis conocidos. Intento compartir sensaciones motivantes que nos conecten y, salvo honrosas excepciones, no obtengo respuestas o recibo algún misil. Puedo no resultar un tipo con atractivos pero, estoy seguro, no soy el menos pensante ni el más tonto de todos y mi mayor fuerte es ser humilde y leal. 

¿Los de mi trabajo? Un capítulo aparte. Uno no los elige, vienen en el paquete. Salvo uno o dos, les encanta compartir chusmeríos que arrojan sombras sobre los demás pero ocultan bajo siete llaves "los mandados" que les hacen a los jefes y no mencionan los beneficios que reciben por agachar la cabeza y no protestar por las inequidades (siempre es más negocio callar y no ser crítico). Esta gente es una máquina de producir pequeñas traiciones. Convengamos, en la vida cualquiera puede ser ignorante y nos puede tocar ser mediocres. Siendo humilde eso puede sobrellevarse: lo que es imperdonable y patético, es además ser soberbio. Para su bien, menos mal que pocas veces se dan cuenta. Mi trabajo es externo y, aunque exije pocas horas semanales de oficina, obliga a una convivencia intensa en los viajes. Algo así como esos campamentos juveniles: en pocos días sabías bien quien era quien con mayor certeza que durante un año entero de clases. Las situaciones dramáticas quiebran las lealtades con facilidad y exponen blanco sobre negro el verdadero rostro de las personas. 

De todo esto no tienen culpa las redes sociales pero el uso que le damos colabora para aumentar la superficialidad de la gente, haciéndonos suponer falsamente que combatimos la soledad, que estamos rodeados de amigos o que somos diferentes por escribir alguna frase exótica o grandilocuente. 

Pues bien, voy a aprovechar que el 15 de mayo los administradores de Whatsapp obligan a sus usuarios a aceptar nuevas condiciones de manipulación de nuestros perfiles para fines comerciales y voy a desinstalar su aplicación. Aunque ciertamente me expondré a una sensación de soledad mayor a la preexistente buscando compañía humana en mi teléfono celular, mi ausencia quizás provoque alguna extrañeza. Como si Horacio se hubiera muerto de golpe (por ahora virtual y voluntariamente). A lo mejor así, los demás se dan cuenta del pequeño mundo que estuvimos compartiendo y lo extrañen por default. 

Yo ya tengo a quien abrazar y amar profundamente y echaré leña a las ilusiones que mantengo para seguir soñando. Esto es solo una pequeña mueca de cansancio. El mundo no creo que cambie demasiado. Horanosaurus.


BONUS TRACK 1: una visión más contemporizadora, para seguir pensando la cosa. 

Los diferentes intercambios dentro de una tribu

Clarín Sociedad 08/04/23. Por Daniel Ulanovsky Sack. Sub-artículo de “La sensación de no pertenecer, de no haber sido invitado donde estoy me acompaña a lo largo de la vida”. Clarín Sociedad. Mundos íntimos. Por Lisandro Varela, creador del proyecto 40 argentinos dicen.

Al castellano le falta una palabra (y si cometo un error, agradezco me lo hagan saber). Existe el término “amigo”, que destila hondura y significados. Y existe “conocido” o “allegado” para indicar una relación de cierta lejanía: sé quién es, qué hace, pero no más. ¿Cómo definimos, entonces, los vínculos amistosos? Los muchachos del club, los compañeros del trabajo, el grupo de padres de la escuela, la gente que nos cae bien y alguna vez invitamos a nuestro cumpleaños pero con quienes no sostenemos una charla confesional. Hablamos genéricamente de amigos, pero no lo son tanto, no los llamamos a las dos de la mañana el día que nos pasó algo fulero.

Si esa palabra existiera, quizás el tema de hoy sería algo diferente. Tendríamos conciencia de que hay espacios sociales en los que rara vez se debate algo en profundidad. Un ambiente liviano. Definámoslo como un intercambio dentro de una tribu. Hablás con los que te caen mejor y con los que no tanto. Quizás si hay onda con alguien se impone un encuentro más íntimo para un café o una cena que de lugar a más. ¿Esto le quita densidad a esas reuniones en las que veinte personas conversan algo apretadas en un living mientras se cruzan unas con otras?

No lo diría: creo en la necesidad de hacer nuevos amigos a cualquier edad. Quizás sea más difícil de adulto pero el tiempo nos cambia y buscamos “interlocutores” nuevos. Los amigos de la infancia -los que no han quedado en el camino- tienen una potencia extraordinaria, pero no son excluyentes. Y la forma de ampliar el núcleo íntimo es conocer personas en circulos más amplios.

Cierto que en el entretiempo a veces nos podemos sentir como sapo de otro pozo: gente con la que no tenemos nada en contra (en ese caso, sería más fácil) pero con la que tampoco nos surge abirnos. Sin embargo, si uno no sociabiliza y se queda en la cueva, nunca aparecerán otros mundos. Y eso, a largo plazo, esteriliza: necesitamos de los que ya nos conocen y de los que empezamos a conocer. Los caminos a veces tienen sus dimes y diretes -coincido- pero más asfixiante es la sensación de quedarse varado en la banquina.

BONUS TRACK 2: Aristóteles ya la tenía clara.

Extracto del Caso 4-Amor en "#Piénsalo. 10 casos para la Filosofía" de Tomás Balmaceda (Edic. Lea, 2019)

"Hay algunos que se jactan de tener menos buenos amigos que los dedos de las manos y hay quienes desean tener un millón de amigos (¿alguien puede resistir la tentación de citar a Roberto Carlos cuando se habla de estos temas?). Es el turno ahora del filósofo griego Aristóteles, uno de los nombres más importantes dentro del pensamiento occidental ya que el impacto de sus ideas es tan profundo que es difícil de medir, porque reflexionó y escribió sobre muchísimas temáticas. Tenemos la suerte de que se pudieron conservar muchas de sus obras, que siguen siendo leídas, visitadas y repensadas todavía hoy. Quizás, a diferencia de su maestro Platón, no cuenta con una prosa tan entretenida ni dialogada, pero sus escritos son un ejemplo de rigurosidad, análisis y exposición de argumentos. Aristóteles fue uno de los primeros filósofos en señalar que debemos examinar el mundo y conocerlo mediante la experiencia y el sentido común, además de destacar el valor de la virtud y una conducta ética en nuestra vida cotidiana, incluyendo la manera en que abordamos nuestros vínculos personales. En el libro que hoy conocemos como Etica a Nicómano, decidió dedicar varias páginas a la amistad, porque él entendió que “en la pobreza y en otras desgracias, solemos pensar que los amigos son el único refugio”. Es impactante pensar que una frase así no proviene de un posteo de Facebook que se volvió viral, sino que fue escrita en el siglo IV aC. Para él hay tres tipos de amistades, formas de este amor que todos alguna vez hemos sentido.

El primero es la amistad de utilidad, en la cual dos personas son amigas porque reciben algún beneficio, ya sea mutuo o unilateral, por lo que rápidamente se agota cuando ya no existe este interés. Es ese amigo que nos hacemos en unas vacaciones porque compartimos habitación en un hostel y queremos sentirnos acompañados y seguros, o ese que se nos acerca cuando sabe que podemos hacerlo entrar a una discoteca o a un boliche sin hacer fila. Pero, una vez que se termina el viaje o cuando ya lo hicimos pasar al boliche, dejamos de verlo y tal vez recordemos su existencia porque alguna red social nos avisa que es su cumpleaños. Incluso, si nos preguntan en un momento específico digamos que es nuestro amigo, pero poco tiempo después lo recordaremos como “un conocido” o directamente lo olvidemos. Podemos encontrar ese tipo de amistad entre compañeros de colegio con los que no nos vemos fuera del aula o con colegas en un trabajo. Cuando egresamos, o cambiamos de trabajo, simplemente no tenemos más vínculo.

El segundo tipo de amistad se basa en el placer y es la que predomina en la juventud, cuando nos juntamos con aquellas personas con las que disfrutamos jugar algún deporte, ver un recital o ir a una fiesta y bailar hasta que llegue la madrugada. Es una amistad que termina cuando las personas comienzan a cambiar con el tiempo y dejan de frecuentar este tipo de actividades, vinculadas con la sensualidad, y se vuelven personas mayores y más aburridas (no siempre pasa! Pero todos conocemos al que en el colegio secundario era el más terrible de todos y hoy se pasa día y noche de saco y corbata como gerente del banco. O al que armaba los partidos de Fútbol 5 tres veces por semana, pero que tres años después solo arma la salida al supermercado). Una vez que el placer que nos unió se acaba, también se diluye esa amistad.

Sin embargo, para Aristóteles el tercer tipo de amistad es el que realmente debemos buscar: la amistad “de lo bueno”, en la que dos personas comparten la misma apreciación de lo que es virtuoso, sin que haya mayor provecho que disfrutar de la compañía y las ideas del otro. Se basa en la bondad y el amor al otro: es un vínculo distinto del que mantenemos con nuestra pareja y que es incluso más profundo, porque podemos tener muchos amigos, pero pocas amistades de este tipo. Son los amigos que están con nosotros en todo momento, más allá de toda utilidad o placer.

La base del amor que desarrollamos en esta amistad es la mutua apreciación de las virtudes del otro. Son relaciones profundas e íntimas, que no necesitan un contacto diario, que no se reprochan ni sienten rencor, y que se sostienen por las genuinas ganas de verse y compartir momentos. Es una relación en la que no falta el placer de compartir un recital o una película ni de, por supuesto, ir a tomar una cerveza juntos. Esa amistad es la mejor y la más preciada, pero también la más difícil de alcanzar. Muchas veces se dice que las amistades se cultivan y esto parecer ser lo que está pensando Aristóteles en este caso. La verdadera amistad necesita de tiempo para crecer y consolidarse pero eso no es suficiente: también requiere a dos personas con la suficiente empatía e interés como para superar el mero placer o la conveniencia. Es un crecimiento mutuo, que seguramente tenga espacios de mayores encuentros y diferencias, pero una vez que se alcanza, asegura Aristóteles, es el tipo de vínculo que más satisfacciones da, ya que termina incluyendo lo mejor de los otros dos tipos. Un verdadero amigo, en este sentido profundo, genera el beneficio de saber que contamos con él toda vez que lo necesitemos y también, por supuesto, nos da placer, porque es una compañía que apreciamos mucho y con la que nos sentimos felices.

Cada “día del amigo” una de las frases más repetidas en tarjetas, posteos de Instagram y posters motivacionales es justamente una que escribió Aristóteles: “la amistad es un alma que habita dos cuerpos, un corazón que habita en dos almas”. Según su visión, si dos personas son amigas en este sentido profundo que acabamos de analizar, si una muere una parte de ella sobrevivirá en su amigo (…)"

BONUS TRACK 3


Clarín. Sociedad. 04/05/24. Por Daniel Ulanovsky Sack. 

Soy un fracaso. Si de redes sociales se trata no he logrado nada. Peor aun, hice poco esfuerzo y ni siquiera puedo proclamar “lo intenté”. Confieso: uso bastante las redes para temas puntuales, buscar un dato, conocer una opinión. Algo (mas que) minoritario. ¿Livin’ la vida loca virtual? Nunca.

Mi derrotero empezó con Facebook. Jamás lo entendí bien, no se si eso habla de mi cociente intelectual (IQ) pero siempre confundía quien respondía a quien y si los mensajes eran privados o públicos. Y al igual que tantos otros, también me quede en el 45. ¿Para que avisar al mundo que había apagado las velitas en una torta de chocolate con merengue? Pero eso no seria lo peor si no la decena de comentarios -algunos de personas que me seguían porque eran conocidos del primo de la abuela- con frases como “Te mereces un día perfecto”, “Hermoso año”, “Te queremos mucho”. Yo intentaba esconderme.

Con Instagram me equivoqué de pe a pa. ¿Una red social solo para fotos? ¿Y donde dicen las cosas? Ah, se muestran simplemente... eso no va a andar. Y así triunfó. En Twitter me parecía ingenioso tener que reducir la idea a su mínima expresión pero me agoto la competencia: había que ironizar, hablar entre líneas, ser mas pícaro que el de al lado, mostrar sabiduría sin que se notara mi supuesta vasta cultura. ¿Y eso varias veces por día tanto para hablar de la levedad del ser como del sándwich de salame y queso? Too much.

Muchos dirán que soy naif pero si alguien se acuerda de mi cumpleaños prefiero -aunque sean tres o cuatro- que lo haga porque nuestra relación tiene cierta hondura. ¿Cuál es el valor de tener un asistente que te impulse a enviar un saludo de cortesía? ¿Somos acaso mas felices o, al revés, nos quedamos un poco mas vacíos de tanta palabra sin contenido? Ya se, atraso muchos años pero -amigos- creo que es mejor atrasar que sonreír con reflejos de neón. Porque esos seducen a la vez que encandilan y al final te impiden intuir el desnudo mundo. Mirás, si, pero ya no ves.

jueves, 6 de mayo de 2021

80 años tocando el bombo...

"(En la Argentina) la cuestión no es entre izquierdas y derechas, sino entre populismos y republicanos. El gran peligro es la autocracia. Hace falta una épica republicana. Y esta batalla cultural vale la pena". Jorge Fernández Díaz. 

Para quien no sepa bien de que se trata este raro país del sur, manifestar en muchedumbre cantando consignas al ritmo de bombos es una costumbre que debe llevar unos 80 años. No puedo garantizarlo, tampoco reviste importancia, pero esa antiguedad coincidiría medianamente con el surgimiento del peronismo. Principios de los años cuarenta. Desde entonces, los reclamos de la gente marchando hacia sitios representativos del poder de decisión siempre son acompañados por un grupo de militantes que sin respiro agita bombos y redoblantes para poner ritmo y drama, metiendo presión. 

Con el paso del tiempo, el bombo se institucionalizó y se difundió desde el peronismo y las lides sindicales afines a organizaciones de izquierda y de defensa de derechos civiles de distinto orden. Todos protestamos con el bombo: "los feos, los malos y los sucios" para "ganar la calle" y llamar la atención pública. Hasta para pedir la liberación de los delincuentes Amado Boudou, Milagro Sala o D'Elia o proteger a otros que nos roban. Cambalache.

Es verdad que manifestar en la calle es una de las pocas maneras que tiene el ciudadano común para reclamar por sus derechos en nuestras democracias imperfectas. No debe haber situación más insoportable para los burócratas que escuchar por la ventana  de sus despachos ese batifondo durante horas. De tanto en tanto, la movida logra perforar la impermeabilidad de nuestros políticos, indiferentes a las necesidades de la gente y solo atentos a los juegos del poder y sus propios intereses. 

Con mínimo razonamiento republicano se debe aceptar que el reclamo sin violencia tiene que ser respetado. Por deformación, impotencia o prepotencia, los cortes de la vía pública, los famosos piquetes, son un recurso que se agregó al menú. Junto a los escraches, son modos peliagudos y reñidos para llamar la atención sobre inequidades sin solución institucional. Porque invaden los derechos de otros. 

Pero, cuando ya los bombistos son cuasi profesionales y se alquilan o se piden prestados (*), basta de cultura del aguante y de saltar como monos para que todo siga igual. Todo tiene un final,  muchachos. Dejemos de ser buenudos. Apostemos a la inteligencia para ganarle a los poderosos. Pasamos 80 años tocando el bombo para terminar en esta sociedad sumida en la decadencia moral y económica, con 42% de pobres. Algo ha fallado y no solo la clase política. ¿Vale la pena seguir intentando lo mismo? 

Entonces, qué? El peronismo fue una formidable palanca que permitió el ascenso social y la incorporación de millones de argentinos a la vida económica y al bienestar. Un salto cualitativo que otros países sudamericanos debieron esperar durante décadas. Aunque Ud. no lo crea, también existió una ideología peronista que escribió miles de páginas. Un socialcristianismo tercermundista. Dejemos para otra discusión sus modismos antirrepublicanos y observemos su actual realidad, que convirtió al país en una fábrica de pobres que vive de limosnas a cambio del voto que mantiene a su casta política. 

En los 60 los jóvenes asaltábamos las calles para lograr la justicia social. Ahora, los chicos luchan por los derechos de las focas y por la incorporación de los transgénero en empleos públicos mientras en sus ratos libres intentan imponer el lenguaje "inclusivo". 

La militancia es actualmente una trampa para domesticar voluntades y obtener favores. La gente honesta no tiene medios para evitar atropellos y canalizar una visión crítica y razonable. Solo se nos permite votar cada dos años una lista sábana, tapándonos la nariz y cruzando los dedos. Los cambios nos están vedados. Políticos pseudoperonistas cleptómanos, sindicalismo traidor, gobernadores feudales y prebendarios, mafias varias enquistadas y  miles de abogados a sus servicios, impiden toda evolución social en la Argentina. 

La única salida es caminar 'paso a paso' hacia la República, a la división estricta de los poderes y el respeto absoluto de la ley. Basta de "vamos por todo": ley para todos, dando el ejemplo de arriba hacia abajo. Con el destierro de los ladri-operadores oficiales que convencen a ciertos jueces con valijas de dólares nuestros que afanan de fondos reservados. Con el auxilio de los partidos políticos reconvertidos, que repongan los principios que alguna vez le dieron vida para que con democracia interna produzcan dirigentes que los respeten a rajatabla. Ahora solo  sirven para llenar listas electorales a dedo e integrar la casta. El PJ tuvo de presidente a Scioli y ahora a Alberto Fernández, menos peronistas que el Almirante Rojas. Un melón que no terminó la secundaria no laburó jamás quiere ser presidente en su nombre. Los radicales todavía no echaron al monje negro Coti Nosiglia. Chistes de mal gusto de los que hay cientos. Pero si se impusieran seguir sus ideas fundacionales, los límites serían netos y constituirían un filtro beneficioso para la democracia, no aptos para mesiánicos. Aislar a los inmorales y vividores.

No sería suficiente. Vean el ejemplo de Estados Unidos: un republicanismo basado en la alternancia entre burócratas demócratas y republicanos sobre una sociedad rabiosamente materialista. Sin respeto por el prójimo y las leyes no hay evolución social. Es sintomático: las encuestas que eligen a los países más felices del mundo muestran a los nórdicos en punta: Finlandia, Islandia, Dinamarca, Noruega, luego Suecia, Alemania, Nueva Zelanda. Austeros y responsables. ¿Cuestión de educación? Por aquí todos exigimos educación para nuestros hijos pero nadie cambia su rumbo decadente. 

La solución es un camino largo que requiere cambiar la cabeza, luchar a diario desde tu lugar, pensando en los que vienen, no en tu futuro económico a costa de los demás. Basta de ocultar la ignorancia con la manta de la viveza criolla. No te hagas el 'cancherito', el que tiene calle: estás jodiendo a tu vecino, a tu hermano. Cortar la corrupción de cuajo. La corrupción mata y distorsiona todo. Jueces con los pantalones puestos que piensen en sus hijos más que en sus cajas fuertes y arremetan contra las mafias.  Marcándole todos la cancha a los políticos, castigando a los truchos. Construyendo espacios éticos. Lograr un gobierno de científicos, pero no como estos disfrazados de ahora. 

Y mientras navegamos en ese limbo, la redención descansa como siempre en la solidaridad.  Esos voluntarios anónimos que se movilizan día a día para acercar un plato de comida, abrigo y compañía a los desahuciados, proponiendo ideas para que salgan del pozo. Solo tapan agujeros, pero salvan y se salvan. Horanosaurus.

PD: en nuestro país llamamos irónicamente "progres con OSDE" a una molesta tribu argentina de centennials y millennials que, montados sobre un egocentrismo galopante, osa disparar lecciones de corrección política propugnando justicia social, pero defendiendo a los mismos burácratas corruptos que impiden conseguirla. Una etiqueta tan contradictoria como explícita: "progre" viene de progresista, "OSDE": una obra social exclusiva de gente de dinero. El brillante periodista John Carlin pinta de cuerpo entero en "Morir de pie" a una subespecie humana emparentada: los antisistema. Otros buenos para nada que -como los progres y nuestros kirchneristas- odian al capitalismo pero utilizan con mucho disfrute sus mejores servicios. Hay una serie de consejos mínimos de Carlin, que les daría un poco de dignidad a sus vidas. Un cachetazo a los hipócritas contemporáneos.

Después, un análisis de nuestra decadencia en el artículo "La Argentina, un desierto de ideas" de Andrés Hatum. El país que cambia como en una montaña rusa cada tres meses pero después de diez años sigue siendo el mismo. Eso si, hasta yo podría rebatir con éxito la excelencia que le asigna a la generación del 80. Lo cierto es que quedamos a mitad de camino por falta de estadistas, democracia y república.

Por último, link al reportaje al escritor y analista político Jorge Fernández Díaz con motivo de la presentación de su libro "Una historia Argentina en tiempo real" (Edit. Planeta), donde explica con cientos de luces mejores, los peligros de seguir abrazando populismos decadentes. La frase que encabeza esta entrada proviene de allí. Que lucidez, por favor! 

Ilustración superior: Cerrato Elda-relevamientos para el sueño de la casita propia 1975.

(*) Uds. recordarán seguramente a "el bombo Tula", un increíble personaje que vivió de batir ese parche durante décadas, alquilándose para los actos de los políticos más insufribles del panorama vernáculo y cobijado por jerarcas sindicales varios. Le hacían reportajes y notas de color y hasta le dedicaron un libro.

"Van a acabarse para siempre la nostalgia, el recuerdo de un pasado sórdido, la lástima por nosotros mismos. No podemos pasarnos otros cuarenta años hablando de los cuarenta años. Tal y como vivimos estamos fracasando. Vamos a intentar algo nuevo y mejor. Vamos a cambiar la vida y vamos a empezar por nosotros". José (Sacristán) en su monólogo radial del film español "Solos en la madrugada".

07/03/21. Por John Carlin. Clarín-La Vanguardia. Ilustración: Oriol Malet. 

Antes me meto un alfiler en el ojo que ver esta noche el evento mediático del año, la entrevista que les va a hacer la reina de Estados Unidos, Oprah Winfrey, a la duquesa y el duque de Sussex, popularmente conocidos como Meghan Markle y el príncipe Harry. Va a durar dos horas y, según se ha adelantado, confirmará que la bella y rica pareja se ha lanzado a la corriente política de moda en el mundo occidental, el movimiento antisistema.

Aunque no veré la entrevista, sé que como asiduo lector de la prensa no tendré más remedio que enterarme mañana de que él sigue en guerra con su abuela, la reina de Inglaterra; que los dos se niegan a arrodillarse ante el trono, a someterse al sistema monárquico del que han huido en búsqueda, como declararon en su momento, de privacidad.

Es admirablemente democrático el movimiento antisistema. Tan democrático como el coronavirus. Se admiten princesas y plebeyos, ricos y pobres, la derecha y la izquierda, antifascistas y anticomunistas: cualquiera que se sienta frustrado o resentido o indignado por cualquier cosa. Sea uno fiel al multimi­llonario Donald Trump o a un pobre rapero, la cuestión es expresar rabia y, cuando surja la oportunidad, destrozar cosas: cajeros automáticos o escaparates o el Capitolio de Estados Unidos.

Ser antisistema es apuntarse a una terapia abierta a todos, un desahogo gratis, sin necesidad de pagar a un psicólogo o por un manual de autoayuda. No se suelen lograr resultados concretos, no se generan cambios que influyan en el día a día de las personas, pero sí sirve para hacer una limpieza interior, para eliminar bilis.

Como periodista entiendo el atractivo. Lo mío se ha definido como “poder sin ­responsabilidad”. La frase sirve igual de bien para los antisistema. Uno critica, hace ruido, destroza, irrumpe en el mundo a su ­manera, pero no tiene que pagar los platos rotos y no se le exige (por favor, no) la di­fícil tarea de hacer cosas o de resolver ­problemas.

El tema se complica cuando los antisis­tema tienen tanto éxito, cuando tanta gente se identifica con su rabia, que un día se ­encuentran en el poder. De repente los antisistema deben administrar el sistema y, por definición, no tienen ni idea de qué hacer. Por un lado, se les acaba la juerga y, por otro, se les genera un dilema insoluble. ­Vean el caso del primer ministro británico, Boris Johnson (un experiodista, por el amor de Dios), y el lío en el que ha metido a su país con su lúdico antieuropeísmo, expresado en el Brexit. Vean el caso de Trump, un jefe de Estado antiestado que se pasó cuatro años en la Casa Blanca sembrando el caos. Vean a los chavistas en ­Venezuela. Vean al partido antisistema por excelencia, Podemos, que está en el Gobierno pero se retuerce entre el impulso de apoyar y la obligación de condenar a gente que ataca a los guardianes del sistema, la policía. Vean a los antisistema aquí en ­Catalunya, los de la cepa indepe: logran su sueño de obtener mayoría para formar gobierno cuando lo último que saben es cómo gobernar.

Si de una cosa podemos estar seguros en la era postideológica en la que vivimos es que el fenómeno antisistema va a seguir en ebullición. Por más variopintos que sean los individuos que se identifican con él, habría que definir, creo, algunas reglas de juego. El principio no negociable debe ser la coherencia. La regla mínima, aplicable a todos los antisistema independientemente de su punto de partida, sería la siguiente: no aprovecharse de ninguno de los beneficios o libertades que ofrecen los sistemas a los que uno se opone.

Daré algunos ejemplos de lo que quiero decir, empezando con uno fácil. Si Meghan y Harry están en contra de la monarquía inglesa, deben renunciar ya a sus títulos de duque y duquesa.

Si uno es trumpista, es decir, antigobierno y anticomunista, convencido de que Joseph Biden es un presidente ilegítimo, no debe aceptar su parte de las enormes cantidades de dinero estatal que Biden está ofreciendo a aquellos que han sufrido los daños económicos de la pandemia. Uno esperaría que aquel célebre señor vestido con cuernos y pieles de búfalo que irrumpió en el Capitolio el 6 de enero tenga la dignidad de decirle a su madre, con la que vivía antes de entrar en prisión, que en el caso de que Biden le quiera regalar 1.400 dólares se niegue a aceptarlos.

Si uno es anticapitalista, no debe utilizar los bancos. Los ahorros, debajo de la cama; las tarjetas de crédito, verboten. Tampoco debe uno participar en un gobierno que sustenta el capitalismo, no debe recibir un sueldo de dicho sistema, ni comprarse una casa con hipoteca bancaria, ni aceptar viajar con chófer en vehículos oficiales fabricados por empresas neoliberales.

Si uno es antifascista, es decir, si uno realmente está convencido de que el sistema que rige en su tierra es fascista, no debe salir a la calle a manifestarse por precaución personal básica ya que, si lo que hay en el poder es un Mussolini o un Hitler, mejor quedarse calladito en casa. Si resulta que te atreves a salir a protestar y, como demasiadas veces ocurre, la policía para el tráfico para que puedas caminar por el medio de una avenida sin que te atropellen, tienes un problema adicional. Te quedas sin causa. Se te rompe tu argumento fundacional. El gobierno no es fascista. No solo permite tu libertad de expresión sino que la protege.

A mí me gusta pensar que si fuera un antisistema de verdad, no solo de la boca para fuera como vil periodista que soy, tendría la pureza moral de rechazar todo lo que el sistema me ofrece. Tras hacer un examen de conciencia propongo una lista de tres mandamientos para un antisistema como Dios manda:

Nunca pedir ayuda a la policía. Ni si un ladrón armado te quiere robar, ni si un terrorista te quiere acuchillar, ni si un grupo de hooligans ingleses está a punto de darte una paliza porque has caído en la incoherencia de identificarte con una institución prosistema como el Madrid o el Barça.

No aceptar de ninguna manera dinero del Estado, sea este fascista o comunista, español o estadounidense. Si estás sin ­trabajo, no sucumbas a la tentación de pedir que te paguen el paro, aunque te mueras de hambre.

No acudas jamás a la salud pública. Si te rompes un brazo o sospechas que tienes cáncer o covid, no vayas al hospital a que te atiendan gratis. Si tienes ahorros, paga. Si no, aguanta.

Ya está. Tres mandamientos, nada más. Y si tienes dudas, si te aparece alguna tentación inesperada y no tienes muy claro cómo responder, piensa en el valiente ejemplo de Meghan y Harry ante la tiranía de la corona, recuerda siempre la eterna consigna de todo buen antisistema comprometido: antes morir de pie que vivir de rodillas.

La Argentina, un desierto de ideas

La Nación 07/04/21. Por Andrés Hatum.

“Hay cuatro clases de países: desarrollados, en vías de desarrollo, Japón, y la Argentina». Esta frase es de Simon Kuznets, Premio Nobel de Economía en 1971. Nuestro país era tan particular que tenía una categoría propia en la clasificación de este economista. ¿Por qué? Porque la Argentina era, tal vez, el único caso de un país que fue, en apariencia, desarrollado, en la década de 1920 y a partir de allí, se “subdesarrolló”.

¿Cuál es el mal de nuestro fracaso? ¿Qué nos ha sucedido que hoy vemos al país alejado del concierto internacional? ¿Cómo llegamos a ser un país marginal? La Argentina pasó de ser un país desarrollado a uno emergente para convertirse en un submarino. Una triste realidad con la que muchos coinciden.

La Argentina democrática y republicana se quedó a mitad de camino. Es democrática porque hay elecciones libres, pero es una democracia juguetona donde todo vale para llegar al poder, inclusive corruptelas propias del sistema de boletas interminables. Pero sin lugar a dudas donde fallamos es en la estabilidad y prestigio de nuestras instituciones republicanas. Los tres poderes que la integran, ejecutivo, legislativo y judicial, están entre los peores considerados en cualquier encuesta que se haga al ciudadano común. Un Poder Ejecutivo que muchas veces considera al Estado como parte del partido, gobiernos ineficientes, jueces apretados, legisladores que no legislan, que solo pregonan consignas partidarias. Y la lista sigue.

¿Cómo llegó el país a ser faro de Sudamérica a fines del siglo XIX e inicios del XX? Para la historiadora Luciana Sabina, autora de “Héroes y Villanos”, la batalla final por la historia argentina (Sudamericana, 2016) cree que la transformación del país comienza con la llegada al poder de Bartolomé Mitre. “La Argentina llegó a ser un gran país porque estuvo bajo el gobierno de estadistas, hombres con una educación sobresaliente y conocimientos; políticos con una enorme preparación y una visión a futuro. Es difícil que algo salga mal con guías preparados que trabajan políticas de Estado”.

Falta de líderes con grandes ideas, ideas que guíen a la nación a un futuro deseado, es algo que el país perdió hace tiempo. Vivimos en un cortoplacismo que nos estresa, nos frustra y nos hace sentir fracasados. Hace años que nos gobiernan las dicotomías: federales o salvajes unitarios; Braden o Perón; dictadura o democracia; radicales o peronistas; liberales o nacionalistas; populismo o ajuste salvaje y neoliberal; kirchneristas o el resto del mundo. Estas grietas no nos sacan del pozo: nos hunden más.

Recientemente, Eduardo Levy Yeyati, uno de los economistas más lúcidos del país y profesor de la Universidad Torcuato Di Tella, publicó “Dinosaurios & Marmotas” (Capital Intelectual, 2021) un libro que nos deja pensando en lo que somos, o en lo que no pudimos ser. En el análisis de Yeyati, si se mira cada tres meses, la Argentina cambia constantemente: la economía y la política son una montaña rusa vertiginosa y líquida. En cambio, si se la mira cada diez años, el país es el mismo: el dinosaurio del subdesarrollo sigue intacto y los problemas –la polarización, la falta de dólares, la inflación– se repiten cíclicamente como en “El día de la marmota”, la célebre comedia en la que un perplejo Bill Murray era condenado a vivir el mismo día una y otra vez.

Cuando los liderazgos fallan, la sociedad se empobrece, no solo económicamente sino en ideas, y se entra en un círculo vicioso de desencanto generalizado. Cuando nos preguntan quién fue el mejor presidente del país, la mayoría se remonta a un pasado de gloria, de barcos, de inmigración, de historia.

En el Diccionario Enciclopédico Ilustrado bajo la dirección de José Alemany de la Academia Española del año 1919, se sostenía en la entrada correspondiente al país: “Todo hace creer que la República Argentina está llamada a rivalizar en su día con los Estados Unidos de la América del Norte, tanto por la riqueza y extensión de su suelo como por la actividad de sus habitantes y el desarrollo e importancia de su industria y comercio, cuyo progreso no puede ser más visible”.

Pareciera que hablan de otro país, el que se quedó atrás, a mitad de camino entre una potencia y lo que somos hoy, una nación que tiene más fracasos que éxitos para contar. Ojalá algún día volvamos a la senda de crecimiento donde la educación sea una política primordial para todos más allá de su color partidario, donde haya políticas de Estado y donde la pelea entre los políticos se de en el campo de las ideas y las estrategias para sacar a este país adelante.

Jorge Fernández Díaz: “La colonización populista es el gran relato institucionalizado por el kirchnerismo”

El periodista y escritor habla de su libro “Una historia Argentina en tiempo real” (Planeta). Desfilan por sus páginas su giro del peronismo a su pensamiento actual, los amigos que perdió, la inmigración de su familia y la de Cristina y las charlas donde Alberto Fernández “le daba la razón a mis críticas” Por Hugo Martin. InfoBAE 02/05/21.

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