Newbery, de sombrero, a la izquierda: primer Maradona argentino y patriota antecesor del Gral. Mosconi.
Por Waldemar Iglesias (en Blog Quemero y Clarín Deportes-Planeta redondo). 05/03/14.Este mes se
cumplieron cien años de su trágica muerte. No fue sólo el padre de la aviación
y el mecenas fundacional de Huracán. Resultó también uno de los principales
impulsores del deporte en la Argentina.
Jorge Newbery está en todos lados. Dicen que
se fue hace cien años, pero acá, en este pedazo de Parque de los Patricios,
sigue latiendo. Su nombre y su apellido son palco preferencial en la platea
Alcorta del Palacio Ducó y denominación oficial de La Quemita. Su insignia, ese Globo al
que llevó por los aires del mundo, está en cada camiseta de cada hincha que no
lo conoció, pero que mucho sabe de él. También habita en el pecho de cada pibe
que aún cree que se trata apenas de una calle o de un parque. Huracán, su
Huracán, está por enfrentar a Ferro, por la fecha 26 de este Nacional en el que
anda de tropiezo en tropiezo. El homenaje inevitable por el centenario de su
muerte sucede justo antes del inicio. De fondo, se escucha una canción que lo
evoca. El empate sin goles en el lunes gris es el único detalle que no
acompaña.
No es azar que el
aeropuerto de la Ciudad de Buenos Aires lleve su nombre: Newbery es el Padre de la Aviación Argentina. Pero
aquel personaje clave de la vida nacional de principios del siglo pasado
resultó algo incluso más valioso: se convirtió en un espejo. Fue deportista
múltiple, destacado hombre de ciencias, investigador en el ámbito de la
electricidad y del subsuelo, funcionario impecable. También un inspirador para
aquellos pibes del Colegio Luppi, que tenían el deseo inquebrantable de formar
un club de fútbol. George -como
le decían los miembros de la alta sociedad porteña, a la que pertenecía- tenía
una particular afinidad con ese sur laburante, tanguero y licencioso. Aquel
territorio de guapos y de perros ladrándole a la luna, como escribía Homero
Manzi. Newbery se reconoció en los ojos y en la intensidad de los jóvenes
fundadores de lo que luego sería Huracán. Su pasión se parecía a la del Negro Laguna,
a la de José Balsamini, a la de Ernesto Dellisola, a la de Pedro Martínez y a
la de cada uno de los jóvenes estudiantes que recorrieron tantos caminos en
nombre de aquel nacimiento.
Tampoco es casualidad
que existan en el país más de 30 clubes que llevan su nombre. Incluso uno, con
sede en Junín, llegó a jugar en los viejos Nacionales, en Primera. Y en
Comodoro Rivadavia, el clásico de la ciudad parece rendirle exclusiva
pleitesía: juegan Jorge Newbery y Huracán, es decir el hombre y su globo, el
personaje sin olvido y sus búsquedas. El tango tampoco podía omitirlo. Sobre él
se refirieron Roberto Firpo, Eduardo Arolas, Aquiles Barbieri y José Arturo
Severino, entre otros. "Amainaron guapos junto a tus ochavas / cuando un
cajetilla los calzó de cross / y te dieron lustre las patotas bravas / allá por
el año novecientos dos", escribió Celedonio Flores, en la letra de
Corrientes y Esmeralda. El cajetilla, claro, era Newbery.
La condición social
no le impidió el compromiso social. Todo lo contrario: escribió leyes sobre
seguridad laboral para el socialista Alfredo Palacios, su amigo y compañero de
varios expediciones en globo. Lo expresó Néstor Vicente, ex candidato a
Presidente de la Nación por la Izquierda Unida y autor de varios libros
vinculados a la esencia del club de Parque de los Patricios: "La amistad
entre Newbery y Palacios fue muy singular. Una vez algunos navegantes y
aficionados a ese deporte de clase alta habían organizado una silbatina para
repudiar al dirigente socialista. Jorge, enterado, les dijo de manera tajante:
'Cuidado con lo que hacen. Silbar al doctor Palacios es lo mismo que silbarme a
mí y eso no lo permitiré'". Nadie silbó entonces. La palabra de Newbery
tenía el carácter de un mandamiento.
Vivía de vértigo en vértigo. Tanto que parecía protagonizar varias vidas
en una sola. Escribe Alejandro Guerrero en la biografía titulada Jorge Newbery:
"Parece, a primera vista, el personaje ideal para construir la biografía
simpática, amena, de un hombre que tuvo para eso todos los ingredientes:
deportista, aviador, dandy, persistente frecuentador de prostíbulos, del humo
de los puros y del champagne de Armenonville. Pero Newbery fue bastantes cosas
más...". El muchacho criado entre comodidades, en el barrio de Belgrano,
no era solamente el intrépido aventurero del aire. Y aunque no renegaba de su
origen acaudalado creía en la idea de un país inclusivo y próspero. Actuaba en
consecuencia: mientras sus hazañas comenzaban a ser conocidas, era mirado con
recelo por las multinacionales de hidrocarburos a consecuencia de un libro
publicado en colaboración con el químico Justino Thierry: El Petróleo, la primera obra nacional sobre la
explotación del subsuelo. Bastante antes que su amigo Enrique Mosconi, Newbery
ya recomendaba declarar reservas estatales a todas las regiones potencialmente
petrolíferas.
No era un hombre del
fútbol. Practicaba remo, natación, esgrima y fue uno de los
impulsores del boxeo en la Argentina, incluso
a pesar de las restricciones que en aquellos días imperaban. También fue
campeón de lucha grecorromana y participó exitosamente en diversas regatas.
Tenía tiempo para todo: se recibió de ingeniero electricista en la Universidad
de Cornell, Estados Unidos. Y Tomás Edison fue su profesor en el Drexel
Institute de Filadelfia. Ya en 1900 fue nombrado como Director General de
Alumbrado de Buenos Aires. Desde ese espacio desarrolló importantes estudios
sobre la utilización de la energía eléctrica. Consiguió que la Ciudad fuera
vanguardia en ese rubro. Las ocupaciones
profesionales, sin embargo, no impidieron su condición de mecenas fundacional
de Huracán. El acompañó de cerca a esos pibes
del sur que nada tenían para armar el club. Excepto esa pasión enorme que ya no
les cabía en sus cuerpos breves. Y la generosidad de ese amigo que vivía en un
caserón sobre la calle Moldes, en la otra punta de la Ciudad. Tan lejos y tan
cerca.
Lo saben todos,
incluso en este tiempo, ya después de un siglo de ausencia: sin Newbery,
Huracán no sería Huracán. Desde el principio de los días. Por eso, el homenaje
perpetuo no tardó en llegar: en mayo de 1911 Newbery fue designado Socio
Honorario. Simultáneamente, la institución naciente solicitó a la Municipalidad
el préstamo de un terreno en la calle Arenas (hoy Almafuerte) para construir la
cancha que le permitiera participar en las competiciones de la Asociación
Argentina. Otra vez Newbery se encargó de la gestión. Gracias a él, resultó
exitosa. Aquel vínculo era empatía pura. Y aunque era habitué del Jockey Club,
le simpatizaba el Barrio de las Ranas (esa
geografía que ahora se reparten Parque de los Patricios y Pompeya) y toda su
zona de influencia, de la que era habitante sentimental. Estaba encantado con
esa gente, sus ritmos, sus espacios, sus calles, su impronta.
La colaboración
ofreció consecuencias agradables muy pronto: a cinco años de su fundación,
Huracán ya estaba en la máxima categoría del fútbol argentino. En aquella
ocasión, la Comisión Directiva le envió a Newbery un telegrama a modo de
tributo: "Hemos cumplido. El Club Atlético Huracán sin interrupción
conquistó tres categorías, ascendiendo a Primera División, como su globo que
cruzó tres Repúblicas". Era el perfecto desenlace para el sueño
compartido. Pero Newbery no pudo ver a su Huracán en Primera. Falleció
28 días antes del estreno: el 1° de marzo de 1914, en Los Tamarindos, Mendoza,
la muerte lo encontró en el aire. Estaba piloteando un avión que se transformó
en tragedia. Fue un dolor para todos: a su entierro, en la Sociedad Sportiva de
Palermo, concurrieron unas 50.000 personas. Se trató de una de las mayores
expresiones populares de ese tiempo. Su carisma había excedido las fronteras de
las cuestiones de clase.
El 29 de marzo de ese
año, Huracán debutó en Primera: como local derrotó 4-2 a Ferro, el mismo rival
-quiso el destino- que el del lunes gris y de homenaje. Newbery no estaba en
las tribunas, pero sí en el espíritu de los fundadores. Y luego, ya cuando el
club de todos ellos se convirtió en el más campeón de los años 20 (junto a
Boca), el encantador hombre que había llevado por los aires al globo Huracán
quedó para siempre estampado en las camisetas. Como correspondía, al lado del
corazón.
BONUS TRACK
Bibliografía seleccionda por Daniel Balmaceda en los capítulos dedicados a Jorge Newbery en su obra "Historias insólitas de la historia argentina" (Sudamericana, 2012): “Pampero, alto en el cielo”, “El último vuelo” y "El San Martín de los Andes".
Avellaneda, Julio: Se fueron. Emecé-1991.
Biedma R. y Antonio M.: Crónica histórica de la Aeronáutica Argentina. Dirección de Rubricaciones de la Fuerza Aérea. Bs. As. 1969.
Caras y Caretas N° 737 : "Newbery: la conquista del espacio". Bs. As. 16/11/1912.
Caras y Caretas N° 740 : "Newbery, el sportman". Bs. As. 07/12/1912.
Carreño, Virginia: Estancias y estancieros. Bs. As. Goncourt-1968.
Casella de Calderón, Elisa: "Pequeña historia aeronáutica de Belgrano". Buenos Aires nos cuenta N° 11. 1986.
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Castelli, Roberto Carlos y Bonvissuto, Vicente: "Jorge Newbery y el legado de su genio luminoso". Bs. As. Círculo de Suboficiales de las Fuerzas Armadas-1988.
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Fernández Lalanne, Pedro: Los Alvear. Bs. As. Emecé-1980.
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García Rozada, Norberto: Tortugas. Bs. As. Talleres Gráficos Mundial-1996.
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Instituto Argentino de Historia Aeronáutica, 1980. Jorge Newbery (1815-1914)
Iñigo Carrera, Héctor: Belgrano: pueblo, ciudad, capital y barrio.
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Luqui Lagleyze, Julio A.: "La aviación heroica". Todo es Historia N° 122. 1977.
----------, "El Pampero, sin noticias", Bs. As. 19 de octubre de 1908.
----------,"¿El Pampero en el Río Negro?". Bs. As. 22 de octubre de 1908.
----------,"Sencilla historia de Buenos Aires". Bs. As. Librerías Turísticas-1998.
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Penchansky, Malele: "El nombre de la riqueza". Noticias. Bs. As. 2 de enero de 1994.
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Quien es quien en la Argentina. Bs. As. Kraft-1950.
Rodríguez, Roberto Francisco: "Las dos muertes de Zanni". Bs. As. El Quijote-2000.
Vicente, Néstor: "El sexto grande". Bs. As. Haciendo Punta-2001.
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Zuloaga, Ángel María: "La victoria de las alas". Bs. As. Círculo de Aeronáutica-1958.
El entierro de Newbery dio lugar a la primera
gran demostración de dolor popular. Con
Newbery, aprendimos temprano a llorar anuestros ídolos. Hasta en eso fue
pionero aquel cajetilla que nos calzó de cross.
Aniversario
Voy en avión
La hazaña. Se
cumplieron 100 años del primer cruce del Río de la Plata de un aviador
argentino: la historia de cómo el pillo de Jorge Newbery primereó al promisorio conscripto
Teodoro Fels. Por Diego M. Lascano. Clarín Revista 02/12/12.
El
25 de diciembre de 1907, Aarón Anchorena
y Jorge Newbery aterrizaron con su globo
Pampero en territorio uruguayo, cerca de Colonia del Sacramento. De este
modo, sin planificarlo y a merced de los vientos, fueron los primeros hombres
en realizar el cruce aéreo del Río de la Plata, colocando la piedra
fundamental de la Aeronáutica en la región. Tres años después, el 16 de
diciembre de 1910, el intrépido "volador" italiano Bartolomeo Cattaneo
repitió la hazaña, pero al comando de un aeroplano.
Pasó
el tiempo y, a fines de 1912, el estuario no había sido cruzado aún por un
aviador argentino. Por ello, el afamado piloto francés Roland Garros, que estaba en Buenos Aires, renunció a su intento
de superar el vuelo de Cattaneo y cedió el lugar al joven conscripto Teodoro Fels, a quien consideraba una
promesa para la aviación local. Newbery, personaje inefable y paradigmático de
la sociedad porteña, que no dejaba de asombrar también con sus records aéreos,
estaba al tanto del proyecto que, apenas pudiera, estaba por encarar Fels.
En
noviembre de ese año, Anchorena organizó en su estancia Barra de San Juan (hoy Estancia Presidencial de la
República Oriental del Uruguay) una fiesta campestre con motivo de la inauguración
del casco principal. A este banquete estaban invitados Newbery y un grupo de
amigos prominentes. El notable sportsman no se trasladó en ninguno de los yates
que llevaron a los convidados: su llegada y su partida serían por vía aérea.
Newbery sabía que Fels estaría bajo bandera durante varios meses, ya que era
conscripto del Ejército Argentino, y no podía dejar pasar esta oportunidad para
ganarle de mano.
El centenario
En
la madrugada del 24 de noviembre,
Newbery preparó el aeroplano Blériot bautizado Centenario y, además de colocarse un chaleco salvavidas del Aero
Club Argentino, introdujo un tubo inflado de tela impermeabilizada en el
fuselaje, a manera de flotador. A las 6.30, se elevó desde El Palomar con rumbo
norte y cuando alcanzó los 1.000 metros de altura, se internó en el río.
Durante el vuelo, Newbery dejó a su izquierda la isla Martín García, para
realizar un largo viraje a la derecha y enfilar su máquina directamente hacia
Colonia. Más tarde, luego de dos pasadas sobre el terreno elegido, el aviador
descendió en la estancia de Anchorena, 37 minutos después de despegar y de
recorrer 70 km, con un parcial de 26 minutos de vuelo sobre los 52 km del
estuario.
Llegada triunfal
El
aviador fue recibido con gran entusiasmo y sorpresa por los excursionistas,
con quienes compartió un paseo por la lujosa estancia después del asado del
mediodía. A las 17.10, Newbery decoló
con su Blériot y, antes de internarse en el río, realizó algunos virajes sobre
el establecimiento para ganar altura y tomar rumbo hacia Buenos Aires. Ya sobre
el Plata, el aeroplano sufrió los embates del viento, lo que obligó al piloto a
explorar diversas capas de aire para lograr mayor estabilidad. De todos modos,
el viento siguió azotándolo de frente, disminuyendo su promedio de velocidad.
Después
de atravesar el estuario, entró a Buenos Aires a la altura de Belgrano y
descendió en El Palomar pasadas las 18.00, entre las aclamaciones del numeroso
público que lo esperaba con verdadera ansiedad.
El
recorrido total del doble cruce aéreo del Río de la Plata fue de 150 km, con
una velocidad que varió de 90 a 100 km por hora. Con este vuelo de ida y
vuelta, Newbery se adjudicó el récord argentino de distancia y duración sobre
el agua, superando la marca que había establecido el italiano Cattaneo en 1910.
Esta
actitud de Newbery, de arrebatarle a Teodoro Fels la gloria de ser el primer
aviador nacional en atravesar el estuario, traería aparejadas consecuencias
espectaculares solamente una semana más tarde.
Un intrépido
Perfil.
Newbery fuemucho más que el pionero de la aviación: un visionario que pudo
haber cambiado la historia del país. Por Alberto Amato. Clarín Revista
02/12/12.
Fue
un visionario, un aventurero, un soñador, un iluminado, un bohemio, aviador,
remero, boxeador, esgrimista, automovilista, ingeniero de la Armada,
funcionario público, hombre de ciencia, bon vivant y seductor, un dandy capaz
de trenzarse a trompadas con el más pintado: un tipo que pudo cambiar para
siempre la cara del país, de no haber muerto a los 38 años.
Un
tango de otro genio, Celedonio Flores,
Corrientes y Esmeralda, lo inmortalizó en pocas palabras, como suele
hacer el tango con las cosas queridas: "Amainaron guapos junto a tus
ochavas / cuando un cajetilla los calzó de cross". El cajetilla, que suele
cambiarse por "compadrito", era Jorge Newbery. Sabemos quién fue
Jorge Newbery, pero su muerte nos deja sin saber quién pudo haber sido. Y
nosotros con él.
Debió
nacer ayer, en los albores del siglo XXI, cuando la tecnología lo cambia todo
en minutos. Hubiera estado en su gloria de innovador permanente, de ambicioso progresista
que soñó un país que todavíano se hizo. Debió
nacer ayer y no el 28 de mayo de 1875, en medio de aquella Argentina
desolada, apunto de abrirle los brazos a la Generación del '80, que plantó a
sable y bala los cimientos de una Nación y los de una corrupción que se iba a
tornar endémica.
Su
vida entera fue una aventura y empezó como tal. A los ocho años, su padre, el
dentista norteamericano Ralph Newbery y
María Dolores "Lola" Malagarie, lo mandaron, solo, a Estados
Unidos. El chico volvió para estudiar en la escuela escocesa San Andrés, de Olivos, donde se recibió
de bachiller a los quince. Volvió a Estados Unidos para estudiar ingeniería en
la Universidad de Cornell y, en
1893, en el Drexel Institute de
Filadelfia, tuvo de maestro a Tomas Alva Edison. A los 20 años, era
ingeniero electricista. Buscaba la luz.
De
regreso fue jefe en la Compañía de Luz y
Tracción del Río de la Plata. Ingresó a la Armada cono ingeniero electricista y,
de paso, profesor de natación.
Tenía
una concepción particular del cuerpo como custodio del alma, que hoy es moda
pero en aquellos años era rareza. Tenía también una irresistible atracción por
el riesgo y, más que la luz y la fuerza, Newbery quería volar. Como Julio
Verne, sabía que el aire es sólido y se dispuso a domarlo. El nacimiento del
siglo XX lo encuentra como Director General de Instalaciones Eléctricas,
Mecánicas y Alumbrado de la Municipalidad, cargo que tuvo hasta su muerte.
Defendió e impulsó el alumbrado público de la ciudad en manos de la Municipalidad
y contra los designios que buscaban cederlo a empresas privadas, hace ya un
siglo y una década de eso.
Finalmente
dominó el aire, como quería. En globo aerostático. Y en los preludios del siglo
XX. El 25 de diciembre de 1907 se
trepó a la barquilla del Pampero
junto a Aarón Anchorena, que había traído el globo de Francia, y aterrizaron
del otro lado del Río de la Plata, en Conchillas, Uruguay. Fue una hazaña. Días
después, el 13 de enero de 1908,
funda con Anchorena el Aero Club
Argentino en la quinta Villa Ombúes, cerca de las Barrancas de Belgrano.
Nueve meses después en ese mismo Pampero, su
hermano menor, Eduardo, se pierde para siempre sobre el río junto al
sargento primero Eduardo Romero.
La
tragedia del Pampero cae mal. Volar es un peligro. Newbery responde con más
vuelos. Arma un nuevo globo, El Patriota,
para que quede claro qué quiere decir, y relanza el Aero Club con el apoyo de Alfredo Palacios.
Newbery
se casó en 1908 con Sara Escalante.
Tuvieron un hijo, Jorge Wenceslao, que nació el 26 de noviembre de 1909 y
murió a los nueve años, al caer de un caballo, cinco años después de la muerte
de su padre. La pareja de Jorge y Sara se deshizo en 1912: nunca congeniaron
sus estilos de vida.
De
nuevo en globo, esta vez el Huracán,
Newbery bate el 28 de diciembre de 1909 el récord sudamericano de duración y
distancia: 550 kilómetros en trece horas,
para unir Argentina, Uruguay y Brasil. De ese globo nace el Club Atlético Huracán, El Globito. Mientras hacía todo eso,
Newbery boxeaba y enseñaba boxeo, al que impuso como deporte popular; jugaba al
fútbol en Gimnasia y Esgrima, rompía récords en remo, era campeón sudamericano
de florete y era campeón en las regatas del Tigre. El tipo no tenía paz. Y lo
que quería ahora era volar aviones.
Entendió
rápido que el futuro estaba allí, en esos armatostes con un solo motor.
Obsesionado como estaba por el desarrollo industrial y energético del país,
viajó varias veces a Europa, que se alistaba para la primera gran guerra de ese
siglo. Visitó allí a Laura Magnum Ericcson, al ingeniero Jules Saulnier, a
Werner von Siemens, a Gustave Eiffel y a Roland Garros, entre otros. A partir de 1912, dice adiós a los globos y se
dedica a la aviación. Ofrece gratis al Ministerio de Guerra el parque del Aero Club y el 10 de agosto de
1912 el presidente Roque Sáenz Peña crea allí la Escuela de Aviación Militar. Pero no hay plata para
aviones. Newbery organiza entonces una colecta de la que nace la primera flotilla aérea del país: cuatro monoplanos que desfilan orgullosos el 25 de mayo de 1913.
aviones. Newbery organiza entonces una colecta de la que nace la primera flotilla aérea del país: cuatro monoplanos que desfilan orgullosos el 25 de mayo de 1913.
¿Qué
hace Newbery? Romper récords. Había sido el primero en cruzar el Río de la
Plata en noviembre de 1912, mucho antes del desfile inaugural de esas cascaras
de nuez con alas que tanto le atraían. El
10 de febrero de 1914 en un monoplano Morane-Saulnier supera el record de altura: 6.225 metros... y nada
de presurización.
No
podía saberlo, pero le quedaban entonces
19 días de vida. Newbery viaja a Mendoza
en febrero de 1914: quiere cruzar
la cordillera en avión, y estudia cómo. La leyenda, bastante comprobable, dice
que una muchacha le hace un pedido: quiere verlo volar. Newbery no era de dejar
sin complacer el pedido de una mujer, pero no tiene su avión. Pide el de Teodoro Fels, un joven militar tan
intrépido como Newbery. Fels le advierte: el Moran Saulnier de él tiene
problemas: "Tira del ala izquierda". A Newbery le da igual: maneja
esos aparatos a voluntad. Se instala detrás de los mandos e invita a Tito Jiménez Lastra a acompañarlo.
Trepan, son las 18.40; Newbery nota que el avión "cabrea", salta hacia
la izquierda. Igual intentará un looping, una maniobra que aprendió en Francia
y que incluye una caída con pérdida de velocidad. Minutos después, el avión se
estrella sobre una acequia de la estancia
mendocina "Los Tamarindos". Los pilotos mueren destrozados.
"Newbery, pionero de la aeronáutica e inspirador del distintivo de Huracán" (un video corto con palabras de Néstor Vicente):
https://www.youtube.com/watch?v=_tNlboF3kZo
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