domingo, 30 de marzo de 2014

Fotos: obras del Arq. Salamone 3


En la antigua entrada "Las inquietantes obras del Arq. Salamone", recomiendo el informe introductorio necesario para aportar sentido a estas fotos. Repito aquí que por mi trabajo recorriendo frigoríficos del país descubrí accidentalmente la obra de este hacedor de los años '30, que potenció mi curiosidad por sus andanzas. Al visitar distintas localidades y, en la medida de mis posibilidades, busco sus construcciones y saco fotos, no demasiado pendiente de su calidad, que sabrán disculpar. Horanosaurus.
























 


 



 







 


 



FOTOS:

* Villa María, Provincia de Córdoba, R.A.: mobiliario de la plaza principal (fotos de diciembre 2010) y ex matadero municipal (fotos de 2016-gracias cumpa Marcelo Aguirre por su aporte). Nota: en ningún lado hallé la confirmación que la construcción del matadero se deba al Arq. Salamone, no obstante, dado la trayectoria suya en esta ciudad y las características particulares de la obra, no me quedan dudas. Fue el primer frigorífico de su autoría que visité (2004), el que hizo estallar mi curiosidad por las obras del italiano.
* Azul, Pcia. de Buenos Aires, R.A.: cementerio y centro de interpretación municipal Arq. Salamone (habría sido construído respetando un proyecto suyo); portal del parque municipal Sarmiento, vivienda en Colón y Belgrano -muy cerquita del centro- y mobiliario de la plaza principal (marzo 2014).  

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sábado, 29 de marzo de 2014

Mercedes, te extrañamos!




EL OLVIDAU  (Duende Guernica)

De tu palo soy
hijo de tu cuero,
soy el olvidau
en la alcancía del tiempo
el que se quedó
de pie poniéndote el pecho

Flor obrera soy
silvestre de espuma
cuando el tren se va
miro en las vías la luna
pensando tal vez,
mi pueblo encuentre fortuna

Mi bofe se hinchó
cuando repartieron
de mí no se acuerdan
dicen que nunca me vieron
que no soy de aquí
que ya no tengo remedio

Soy el olvidau
el mismo que un día
se puso de pie
tragando tierra y saliva
camino hacia el sol,
para curar las heridas

Una herida soy
buscando el salario
maestros de pie
cuidando pichones blancos
que madurarán
iluminando este pago

Soy el que quedó
en medio ‘e los ranchos
guacho del fiao
a un mate y guiso inventado
hambre y rebelión
fueron creciendo en mis manos

No quiero de más
quiero lo que es mío
al maso trampeao
quiero torcerle un destino
levántate cagón
que aquí canta un argentino

Soy el olvidau
el mismo que un día
se puso de pie
tragando tierra y saliva
camino hacia el sol,
para curar las heridas 



Mercedes Sosa se extraña, no? Recientemente nos la recordaba la mismísima Joan Baez en su tercera visita porteña. Comentaba que cuando compartieron una gira por Alemania, en 1988, y cantaban juntas "Gracias a la vida", el público en su conjunto estaba magnetizado con la Negra y que a ella -en cambio- la miraba una sola persona.. un bizco! La norteamericana le dibujó la tapa e interiores de su disco "Corazón libre".



También recordaba, quizás exagerando un poco,  en una entrevista ("Mercedes Sosa me salvó la vida", La Nación 23/02/14) cuando en su primer llegada a Buenos Aires, setiembre de 1974, la Negra subió al escenario del Luna Park a defenderla de los abucheos de un sector del público: "En el show había estudiantes del ala radicalizada de un grupo de izquierda a los que no les gustó que yo hablara de no violencia y detuvieron el concierto con sus gritos. Mercedes subió al escenario y los encaró y les dijo que se callaran. Les habló sobre mí y luego cantamos juntas y nadie más se movió", cuenta de la noche en que conoció a la cantante tucumana. "Fue una relación de respeto mutuo (...) ella era poderosa, nos sentábamos a charlar y reír, y decía que las únicas dos cosas que atraviesan las barreras culturales son la música y la comida. Nunca había pensado en la comida pero cobró sentido cuando Mercedes lo dijo". 

En otra entrevista, la Baez dice: "Pensando en mi tour por Sudamérica, se me ocurrió revisar algunas cosas de Mercedes, para ver que canciones podía incluir en mis presentaciones. Tuve que demorar cinco minutos el llamado porque me puse a escuchar la versión de Mercedes 'Gracias a la vida' y me largué a llorar. Me emocionó mucho volver a escucharla" (en "No me interesa la nostalgia de los 60", Clarín 04/03/12). 

En las dos primeras fotos pegadas arriba hay links a Youtube para escuchar la fuerza de la chacarera "El olvidau" (que grabara en estudio justamente en 'Corazón libre'), en dos emocionantes presentaciones. La letra por si misma y las interpretaciones de Mercedes Sosa me hacen piantar alguna lágrima cada vez que la escucho, irremediablemente. Algo pasa, porque a ella misma le sorprendía la reacción de la gente cuando la cantaba. Algo distinto pasaba y ella lo advertía. Quizás ese tono reivindicativo ante los avatares de la vida, al modo de "La cigarra" de M. E. Walsh. 

Particularmente, me quedo con todas las interpretaciones de Mercedes que tengan que ver con el folklore nuestro o el sudamericano; no me atrapan tanto sus versiones de temas populares, los de Gieco, Heredia o Charly García, por ejemplo. También me costaba digerir sus poco coherentes simpatías políticas, pero es harina de otro costal. Me animaría a decir que ella se apropiaba -por sobre el mismísimo autor o cualquier otro intérprete- de los temas que versionaba. El mejor ejemplo es haber superado a la inmensa Violeta Parra interpretando sus propias creaciones. Escuchen sino el viejo disco "Homenaje a Violeta Parra" y después me cuentan. O la inoxidable zamba "Balderrama", etc. etc. La mayor voz femenina argentina de todos los tiempos, en el podio junto a Carlos Gardel.     

Revolviendo videos de Youtube di con este antiguo recital de 2001 en Santa Catalina-Jujuy, un poblado de unos 200 habitantes a 3800 metros sobre el nivel del mar, pegado a Bolivia. Filmado para canal 7 por el director Miguel Pereira, el de "La deuda interna", podrán ver como los artistas y la misma Mercedes reciben oxígeno para poder seguir actuando. Abajo, un artículo de la época en Página 12, donde un cronista describe el maravilloso momento del recital. ¡Vale la pena! Horanosaurus.


MERCEDES SOSA CANTO EN EL PUEBLO DE SANTA CATALINA, EN JUJUY

En el final del ciclo “Argentina en vivo 2”, la cantante tucumana actuó en el pueblo ubicado más al norte de la República Argentina, pegado al territorio boliviano. Fue una ceremonia emocionante, cargada de significaciones. Y un hito en la historia del lugar. Por Carlos Polimeni. Desde Santa Catalina, Jujuy. 05/03/2001.

1 No puede dejar de llorar, con su rostro macizo intentando hundirse en el pecho. Mercedes Sosa acaba de llegar a Santa Catalina, después de un largo periplo por la provincia de Jujuy y la recepción la ha dejado sin palabras. “Mercedes acá parece Mick Jagger en Buenos Aires”, susurra un observador. Santa Catalina es uno de los centenares de pueblos argentinos que casi no figuran en los mapas, un puñado de casas coloniales en mitad de una puna en donde el diablo perdió el poncho. Mercedes representa para esa gente, casi todos del universo colla, una estrella surgida de su propio mundo, una Negra universal. Mercedes no puede dejar de llorar, pero no quiere que la vean así, quebrada por la conjunción de la belleza de la gente con la belleza del paisaje. Entonces la abrazan, la guían, la llevan a una habitación en donde podrá reponerse. Ya es la hora fijada para la actuación que cerrará el ciclo de conciertos gratuitos “Argentina en vivo 2”, pero nadie parece tener apuro, ahora que en la plaza del poblado se superponen las mujeres cantando chayas con sus cajas y los pequeños grupos de músicos aficionados, que quieren saludar cantando a la gran cantante.

Mercedes sale de vuelta a encontrarse con ese cariño sin gritos ni cholulismo y se topa con una sorpresa. En su presencia, inauguran un Patio de artesanías al que han bautizado Mercedes Sosa. Mercedes está abombada, un poco por el apunamiento –la acción transcurre a 3800 metros sobre el nivel del mar– y otro poco por un torbellino de imágenes que parecen pasarle por los ojos como si se tratara de una película. Entonces, entra en el Patio, elige un sombrero, que paga Olga, su asistente, y habla para los pocos que han logrado traspasar la seguridad, casi todos periodistas. “Quisiera decir exactamente lo que siento, pero no me salen las palabras”, dice con la voz quebrada. “Siento que he venido hasta aquí para reencontrarme con mi raza, para cantar acollaradita con mi raza. Espero que en un rato, cuando cante, las cosas estén más claras para mí. El momento más importante de mi vida es cuando canto. Cantar para ustedes será un de los momentos más importantes de mi vida”. Y otra vez se la llevan, sus ojos llenos de lágrimas dulces, de alguien que siente que todo es demasiado.

2 Santa Catalina queda, para decirlo en las poéticas palabras de Caetano Veloso, en el culo del mundo. Está a una larga hora en auto, por ruta de tierra, de La Quiaca, que habitualmente es la referencia que se usa en la Argentina para hablar de la ciudad más al norte de su territorio. La Quiaca, a su vez, se yergue a 295 kilómetros al norte de la capital de la provincia, San Salvador de Jujuy, y a 1995 kilómetros de la Capital Federal donde, se sabe, Dios atiende sus asuntos. Mercedes llegó a San Salvador en avión y marcó por tierra rumbo a Tilcara, la perla turística de la provincia. De allí en adelante, el músico Tucuta Gordillo –que tiene una empresa de “Turismo aventura”– fue su cicerone por los caminos de la puna. Mercedes incluso cruzó hacia Bolivia, a la ciudad de Villazón, que está justo enfrente de La Quiaca, a 5 minutos en auto, yendo muy despacio. A La Quiaca ya no llegan trenes y su aeropuerto, inaugurado hace un lustro, es apenas una pista, un poco más visible que las del narcotráfico que salpican la geografía en derredor, pero que casi todos hacen como que no ven. En ese aeropuerto sólo pueden operar aviones chicos, con un máximo de diez pasajeros a la hora de elevar vuelo. Uno de los grandes orgullos de La Quiaca es el Centro Deportivo de Alto Rendimiento, construido en 1997 para que el seleccionado argentino de fútbol, que conducía por entonces Daniel Passarella, se adaptase para los partidos en la altura, durante las eliminatorias para el Mundial. Argentina perdió los dos partidos en la altura, contra Bolivia y contra Ecuador. Tal vez, porque la pelota no doblaba. Para Santa Catalina, el recital de Mercedes Sosa, transmitido a todo el país por Canal 7, fue uno de los acontecimientos más importante del último de sus cuatro siglos de vida. En el poblado, en medio del desierto, viven apenas unas 200 personas y a la hora del espectáculo había en el anfiteatro natural 2000. Las condiciones de vida en la zona son tremendas: de los 3 mil habitantes del departamento del que el poblado es cabecera, el 46 por ciento vive por debajo del límite técnico de pobreza, según las estadísticas oficiales. Casi todos son pastores. El 93 por ciento de las viviendas carece de baños con agua corriente. No hay jóvenes en el pueblo: se van a buscar un futuro a otra parte. No hay sala de primeros auxilios, ni sombra, ni teléfonos, ni televisores, ni diarios, ni bar, ni taxis. El cambio de un ministro de Economía no le cambia nada a la gente. Es más: la gente ni siquiera sabe que existen ministros de Economía. “Imagínese lo que para nosotros ha significado esto”, dice el comisionado municipal, Normando Luis Navarro, con la sonrisa más grande del Noroeste pintada en la cara, mientras señala su pueblo invadido de turistas. Los organizadores eligieron a Santa Catalina mirando en la Capital Federal un enorme mapa de la Argentina, picados de curiosidad sobre cómo sería vivir del otro lado de todo. Si “Argentina en vivo 1” había terminado con un show de León Gieco en la Antártida, parecía lógico que la segunda edición concluyese con uno de Mercedes Sosa en el punto más al norte de eso que llaman patria. En la Biblioteca Popular de Santa Catalina, a la izquierda de la puerta de ingreso, está pegado como un trofeo un recorte de un diario, con un cable de Télam contando la programación completa de “Argentina en vivo 2”, con Santa Catalina como cierre. “Muy pocas veces el nombre de este pueblo ha salido en los diarios”, explica un joven estudiante que ha vuelto desde Córdoba, donde estudia, a Jujuy, que extraña, aprovechando el fin de semana. El nombre del pueblo aparecerá en los cines, aunque en el pueblo no hay cine: será en un corto de 7 minutos que el realizador Miguel Pereira (La deuda interna) filmó para la película que registra los 13 eventos de “Argentina en vivo 2”, que se estrenará en agosto. Pereira contará la historia de cómo el pueblo se preparó para Mercedes y de cómo Mercedes llegó a un lugar que le hizo pensar en un reencuentro con su raza. “Lo que pasó hoy aquí será imposible de olvidar”, dice Pereira mientras cena con su equipo en el Hotel de Turismo de La Quiaca, cuando todo ha terminado.

3 Mercedes devuelve el cariño, explícito y tácito, que ha recibido con un recital notable, en que no se da respiro, como si en lugar de 65 años tuviese 25. El escenario es de película: una isla, entre dos brazos de un riacho, con el público desparramado en la ladera de un cerro, mientras cae la tarde, y sol y luna se enfrentan en el cielo, que a la vez se empecina en amenazar con lluvia. Hace frío, por momentos demasiado: el guitarrista Colacho Brizuela tiene los dedos entumecidos y la corista Beatriz Muñoz tiembla como una hoja cada vez que baja del escenario. La altura hace su faena silenciosa sobre los músicos: uno a uno van bajando, a escondidas del público, para que un médico les ponga una máscara de oxígeno que les devuelva el aliento. Todos menos Mercedes, que allá adelante es un tractor, yendo y viniendo por un repertorio ecléctico, en que conviven temas de Los Hermanos Abalos y Charly García, de Manuel J. Castilla y Fito Páez, de Violeta Parra y León Gieco, de Teresa Parodi y el Cuchi Leguizamón. Su voz cargada en “Gracias a la vida” es conmovedora. La gente agita pañuelos en las zambas. Arriba de los cerros circundantes, pastoras de cabras que raramente bajan al poblado parecen vigilar la ceremonia. Liliana Herrero y Mercedes cantan entonces “Doña Ubenza”, la historia de la pastora que no cree en Dios, pero se persigna por si acaso, no vaya a ser que después le toque el infierno. Después, hacen “Bajo el sauce solo”, una perla. La entrerriana tiene los ojos húmedos y un temblor la recorre y no la deja en paz cuando pasa su momento de gloria. Llueve, pero Mercedes no para. Apenas mira el cielo, con su gesto de Pachamama, y dice: “Si tantas veces que llovió paró...¿por qué no para ahora?”. Sus sobrinos Claudio y Coqui Sosa, y Tucuta, se han alternado como invitados, todos con caras de cumpleaños.

Hacia el final, Mercedes cuela en el repertorio, como en una inspiración, “Cuando tenga la tierra”, una de los temas más combativos del folklore de los 70. Explica brevemente que tardó mucho tiempo en volver a cantarlo después de su exilio durante los años de plomo, pero que cada vez que lo hace se siente otra vez conmovida, posesionada. Es posible que en las ciudades el tema suene hoy excesivo. En Santa Catalina, donde todos son campesinos,y la tierra es todo lo que se tiene, y es árida, y ajena; su sentido está claro. El crescendo del final envalentona a seis pibes del público que, bandera en manos, se meten al río y se acercan al escenario. Uno, con una camiseta de Charly García y aspecto de haber estado ayer en Woodstock, se envalentona, corre hacia adelante, trepa y llega al escenario. Mercedes se deja besar y astutamente camina hacia la otra punta, a la espera de que la seguridad lo retire. Pero no hay seguridad. El pibe se saca la remera, baja, corre, pasa por el río otra vez y se va a besar a su chica, con los ojos colorados. Un segundo después, un puñado de tristes uniformados se paran en cordón frente al río. Mercedes termina su set, baja del escenario y se desploma en un silla, detrás del escenario. Le dan oxígeno, ahora sí. Ya no parece una mujer imponente manejando los hilos de todo. Se la llevan como a Antoñito El Camborio, entre cuatro, rumbo a una camioneta. Un periodista de TN le hace unas preguntas apuradas. Mercedes contesta como sonámbula. Dice otra vez que está tan emocionada que no puede razonar.

Mientras la gente pide por otra, y la lluvia ha parado, la camioneta azul que se lleva a Mercedes ya va rumbo a La Quiaca. Hace años que la tucumana más famosa aprendió a irse a mil cuando todavía el público le reclama un tema más, si se trata de espectáculos en vivo. La pequeña multitud, en que había docenas de turistas porteños, se desparrama con pereza, como demorando el final. En el centro del pueblo, los últimos ritos del Carnaval de los pobres se desarrollan como hace siglos. El Perro Santillán, uno más entre la multitud, su cara llena de harina, baila frente al Patio de Artesanías, abrazado, en una ronda, con seis pobladores. Varios profesionales de la política –entre ellos el senador nacional Alberto Tell, en el centro de sospechas en varios frentes– parecen rondar a las cámaras de televisión, imantadas por la gente común. Otros, los más vinculados a la Alianza, directamente piden a los periodistas de Canal 7 que los reporteen.

En su próximo disco, Mercedes grabará una versión de “Himno a mi corazón”, del inolvidable Miguel Abuelo, que, vaya curiosidad, también estará en el próximo del joven Abel Pintos. El sábado por la noche, en este pedazo de Argentina que alguna vez fue parte del Imperio Inca, su corazón estaba ancho y sereno. Ya no lloraba a escondidas, pero por momentos tenía ganas.




Fotos de Santa Catalina, bajadas de la web: espero alguna vez poder visitarla. Lo más cerca que estuve fue estar en las bellezas de Abra Pampa, Rinconada y por Cienaguillas rumbo a La Quiaca. 

BONUS TRACK

Por Gabriel Plaza  | LA NACION Espectáculos. 14/03/15.

Hace catorce años, Mercedes Sosa cantaba "Cuando tenga la tierra" de Daniel Toro y Ariel Petrocelli en las alturas de Santa Catalina y parecía que toda su historia, todo su dolor, todo su exilio, todo su testimonio y toda su voz, cobraba un nuevo significado en esa puna semidesértica. "Campesino, campesino, campesino", levantaba la voz y el puño Mercedes, a pesar del viento helado, de los 3900 metros de altura y de la emoción y el nudo en la garganta. Por primera vez, La Negra Sosa se sentía bien cerca de sus orígenes amerindios, de los pastores, de los habitantes olvidados del país. "Siento que he venido hasta aquí para reencontrarme con mi raza", decía entonces. Era el cierre del ciclo Argentina Vivo 2, y Mercedes Sosa cantó en el poblado jujeño de Santa Catalina para unas dos mil personas que llegaron de toda la Quebrada, para escucharla cantar allí, en ese punto fronterizo con Bolivia. En condiciones imposibles para un cantante normal, con falta de oxígeno, en un horario inapropiado cuando ya empezaba a caer la tarde y con un viento y una llovizna helada, Mercedes Sosa hizo el concierto de su vida. Ella lagrimeaba. El público también tenía lágrimas y la piel erizada con cada canción.

Ahora, 14 años después de ese episodio memorable, un grupo de artistas recordará la actuación en el mismo lugar, ese lecho del río que marcó un hito en la historia de Mercedes. Allí donde nadie va, ella fue y cantó. Ahora sus herederos, los músicos de la nueva generación, recordarán en Santa Catalina ese concierto bajo el lema "Traigo un pueblo en la voz". Y los pobladores volverán a recordar ese show y el retumbo de su voz, como un grito de sus ancestros. Seguramente.

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lunes, 24 de marzo de 2014

Jorge Newbery, el Hombre Globo



Newbery, de sombrero, a la izquierda: primer Maradona argentino y patriota antecesor del Gral. Mosconi.


Por Waldemar Iglesias (en Blog Quemero y Clarín Deportes-Planeta redondo). 05/03/14.Este mes se cumplieron cien años de su trágica muerte. No fue sólo el padre de la aviación y el mecenas fundacional de Huracán. Resultó también uno de los principales impulsores del deporte en la Argentina. 

Jorge Newbery está en todos lados. Dicen que se fue hace cien años, pero acá, en este pedazo de Parque de los Patricios, sigue latiendo. Su nombre y su apellido son palco preferencial en la platea Alcorta del Palacio Ducó y denominación oficial de La Quemita. Su insignia, ese Globo al que llevó por los aires del mundo, está en cada camiseta de cada hincha que no lo conoció, pero que mucho sabe de él. También habita en el pecho de cada pibe que aún cree que se trata apenas de una calle o de un parque. Huracán, su Huracán, está por enfrentar a Ferro, por la fecha 26 de este Nacional en el que anda de tropiezo en tropiezo. El homenaje inevitable por el centenario de su muerte sucede justo antes del inicio. De fondo, se escucha una canción que lo evoca. El empate sin goles en el lunes gris es el único detalle que no acompaña.

No es azar que el aeropuerto de la Ciudad de Buenos Aires lleve su nombre: Newbery es el Padre de la Aviación Argentina. Pero aquel personaje clave de la vida nacional de principios del siglo pasado resultó algo incluso más valioso: se convirtió en un espejo. Fue deportista múltiple, destacado hombre de ciencias, investigador en el ámbito de la electricidad y del subsuelo, funcionario impecable. También un inspirador para aquellos pibes del Colegio Luppi, que tenían el deseo inquebrantable de formar un club de fútbol. George -como le decían los miembros de la alta sociedad porteña, a la que pertenecía- tenía una particular afinidad con ese sur laburante, tanguero y licencioso. Aquel territorio de guapos y de perros ladrándole a la luna, como escribía Homero Manzi. Newbery se reconoció en los ojos y en la intensidad de los jóvenes fundadores de lo que luego sería Huracán. Su pasión se parecía a la del Negro Laguna, a la de José Balsamini, a la de Ernesto Dellisola, a la de Pedro Martínez y a la de cada uno de los jóvenes estudiantes que recorrieron tantos caminos en nombre de aquel nacimiento.

Tampoco es casualidad que existan en el país más de 30 clubes que llevan su nombre. Incluso uno, con sede en Junín, llegó a jugar en los viejos Nacionales, en Primera. Y en Comodoro Rivadavia, el clásico de la ciudad parece rendirle exclusiva pleitesía: juegan Jorge Newbery y Huracán, es decir el hombre y su globo, el personaje sin olvido y sus búsquedas. El tango tampoco podía omitirlo. Sobre él se refirieron Roberto Firpo, Eduardo Arolas, Aquiles Barbieri y José Arturo Severino, entre otros. "Amainaron guapos junto a tus ochavas / cuando un cajetilla los calzó de cross / y te dieron lustre las patotas bravas / allá por el año novecientos dos", escribió Celedonio Flores, en la letra de Corrientes y Esmeralda. El cajetilla, claro, era Newbery.

La condición social no le impidió el compromiso social. Todo lo contrario: escribió leyes sobre seguridad laboral para el socialista Alfredo Palacios, su amigo y compañero de varios expediciones en globo. Lo expresó Néstor Vicente, ex candidato a Presidente de la Nación por la Izquierda Unida y autor de varios libros vinculados a la esencia del club de Parque de los Patricios: "La amistad entre Newbery y Palacios fue muy singular. Una vez algunos navegantes y aficionados a ese deporte de clase alta habían organizado una silbatina para repudiar al dirigente socialista. Jorge, enterado, les dijo de manera tajante: 'Cuidado con lo que hacen. Silbar al doctor Palacios es lo mismo que silbarme a mí y eso no lo permitiré'". Nadie silbó entonces. La palabra de Newbery tenía el carácter de un mandamiento.

Vivía de vértigo en vértigo. Tanto que parecía protagonizar varias vidas en una sola. Escribe Alejandro Guerrero en la biografía titulada Jorge Newbery: "Parece, a primera vista, el personaje ideal para construir la biografía simpática, amena, de un hombre que tuvo para eso todos los ingredientes: deportista, aviador, dandy, persistente frecuentador de prostíbulos, del humo de los puros y del champagne de Armenonville. Pero Newbery fue bastantes cosas más...". El muchacho criado entre comodidades, en el barrio de Belgrano, no era solamente el intrépido aventurero del aire. Y aunque no renegaba de su origen acaudalado creía en la idea de un país inclusivo y próspero. Actuaba en consecuencia: mientras sus hazañas comenzaban a ser conocidas, era mirado con recelo por las multinacionales de hidrocarburos a consecuencia de un libro publicado en colaboración con el químico Justino Thierry: El Petróleo, la primera obra nacional sobre la explotación del subsuelo. Bastante antes que su amigo Enrique Mosconi, Newbery ya recomendaba declarar reservas estatales a todas las regiones potencialmente petrolíferas.

No era un hombre del fútbol. Practicaba remo, natación, esgrima y fue uno de los impulsores del boxeo en la Argentina, incluso a pesar de las restricciones que en aquellos días imperaban. También fue campeón de lucha grecorromana y participó exitosamente en diversas regatas. Tenía tiempo para todo: se recibió de ingeniero electricista en la Universidad de Cornell, Estados Unidos. Y Tomás Edison fue su profesor en el Drexel Institute de Filadelfia. Ya en 1900 fue nombrado como Director General de Alumbrado de Buenos Aires. Desde ese espacio desarrolló importantes estudios sobre la utilización de la energía eléctrica. Consiguió que la Ciudad fuera vanguardia en ese rubro. Las ocupaciones profesionales, sin embargo, no impidieron su condición de mecenas fundacional de Huracán. El acompañó de cerca a esos pibes del sur que nada tenían para armar el club. Excepto esa pasión enorme que ya no les cabía en sus cuerpos breves. Y la generosidad de ese amigo que vivía en un caserón sobre la calle Moldes, en la otra punta de la Ciudad. Tan lejos y tan cerca.

Lo saben todos, incluso en este tiempo, ya después de un siglo de ausencia: sin Newbery, Huracán no sería Huracán. Desde el principio de los días. Por eso, el homenaje perpetuo no tardó en llegar: en mayo de 1911 Newbery fue designado Socio Honorario. Simultáneamente, la institución naciente solicitó a la Municipalidad el préstamo de un terreno en la calle Arenas (hoy Almafuerte) para construir la cancha que le permitiera participar en las competiciones de la Asociación Argentina. Otra vez Newbery se encargó de la gestión. Gracias a él, resultó exitosa. Aquel vínculo era empatía pura. Y aunque era habitué del Jockey Club, le simpatizaba el Barrio de las Ranas (esa geografía que ahora se reparten Parque de los Patricios y Pompeya) y toda su zona de influencia, de la que era habitante sentimental. Estaba encantado con esa gente, sus ritmos, sus espacios, sus calles, su impronta.

La colaboración ofreció consecuencias agradables muy pronto: a cinco años de su fundación, Huracán ya estaba en la máxima categoría del fútbol argentino. En aquella ocasión, la Comisión Directiva le envió a Newbery un telegrama a modo de tributo: "Hemos cumplido. El Club Atlético Huracán sin interrupción conquistó tres categorías, ascendiendo a Primera División, como su globo que cruzó tres Repúblicas". Era el perfecto desenlace para el sueño compartido. Pero Newbery no pudo ver a su Huracán en Primera. Falleció 28 días antes del estreno: el 1° de marzo de 1914, en Los Tamarindos, Mendoza, la muerte lo encontró en el aire. Estaba piloteando un avión que se transformó en tragedia. Fue un dolor para todos: a su entierro, en la Sociedad Sportiva de Palermo, concurrieron unas 50.000 personas. Se trató de una de las mayores expresiones populares de ese tiempo. Su carisma había excedido las fronteras de las cuestiones de clase.

El 29 de marzo de ese año, Huracán debutó en Primera: como local derrotó 4-2 a Ferro, el mismo rival -quiso el destino- que el del lunes gris y de homenaje. Newbery no estaba en las tribunas, pero sí en el espíritu de los fundadores. Y luego, ya cuando el club de todos ellos se convirtió en el más campeón de los años 20 (junto a Boca), el encantador hombre que había llevado por los aires al globo Huracán quedó para siempre estampado en las camisetas. Como correspondía, al lado del corazón.





BONUS TRACK


Bibliografía seleccionda por Daniel Balmaceda en los capítulos dedicados a Jorge Newbery en su obra "Historias insólitas de la historia argentina" (Sudamericana, 2012): Pampero, alto en el cielo”,  “El último vuelo” y "El San Martín de los Andes"

Avellaneda, Julio: Se fueron. Emecé-1991.
Biedma R. y Antonio M.: Crónica histórica de la Aeronáutica Ar­gentina. Dirección de Rubricaciones de la Fuerza Aérea. Bs. As. 1969.
Caras y Caretas N° 737 : "Newbery: la conquista del espacio".  Bs. As. 16/11/1912.
Caras y Caretas N° 740 : "Newbery, el sportman". Bs. As. 07/12/1912.
Carreño, Virginia: Estancias y estancieros. Bs. As. Goncourt-1968.
Casella de Calderón, Elisa: "Pequeña historia aeronáutica de Belgrano". Buenos Aires nos cuenta N° 11. 1986.
Castelli, Roberto Carlos y Bonvissuto, Vicente: "Jorge Newbery y el legado de su genio luminoso". Bs. As. Círculo de Suboficiales de las Fuerzas Armadas-1988.
Centro de Estudios Históricos del Pueblo de Belgrano, Bs. As. 1962. Jorge Newbery (1815-1914).
Cutolo, Vicente: Historia de los barrios de Buenos Aires. Elche-1998.
Cutolo, Vicente: Novísimo diccionario biográfico argentino (1930-1980). Bs. As. Elche-2004.
Domínguez Koch, Santos A.: "Jorge Newbery, precursor del poder aeroespacial". Historia  N° 50. 1993.
Editorial EDAF: Vidas de grandes argentinos. Madrid. 1966.
Fernández Lalanne, Pedro: Los Alvear. Bs. As. Emecé-1980.
Fernández, Juan Rómulo: Hombres de acción. Bs. As. Li­brería del Colegio-1940.
Furno, Rosa Yolanda y Cásale de Vázquez, Nelly Julieta: Mario Cásale, primer aviador. Ediciones Culturales de Mendoza-1998.
García Costa, Víctor: "Alfredo Palacios: entre el clavel y la espada". Bs. As. Orion-1997.
García Rozada, Norberto: Tortugas. Bs. As. Talleres Grá­ficos Mundial-1996.
Guerrero, Alejandro: Jorge Newbery. Bs. As. Emecé-1999.
Guía social de Buenos Aires. F. Merlini.1940.
Instituto Argentino de Historia Aeronáutica, 1980. Jorge Newbery (1815-1914) 
Iñigo Carrera, Héctor: Belgrano: pueblo, ciudad, capital y barrio.
La Nación: "Nueva ascensión del Pampero", Buenos Aires, 17 de octubre de 1908.
Larra, Raúl: "Jorge Newbery". Bs. As. Schapire-1975.
Luqui Lagleyze, Julio A.: "La aviación heroica". Todo es Histo­ria N° 122. 1977.
----------, "El Pampero, sin noticias", Bs. As. 19 de octubre de 1908.
----------,"¿El Pampero en el Río Negro?". Bs. As. 22 de octubre de 1908.
----------,"Sencilla historia de Buenos Aires". Bs. As. Librerías Turísticas-1998.
Larra, Raúl: Jorge Newbery, Buenos Aires, Schapire, 1975.
Penchansky, Malele: "El nombre de la riqueza". Noticias. Bs. As. 2 de enero de 1994.
Quien es quien en la Argentina. Bs. As. Kraft-1950.
Rodríguez, Roberto Francisco: "Las dos muertes de Zanni". Bs. As. El Quijote-2000.
Vicente, Néstor: "El sexto grande". Bs. As. Haciendo Pun­ta-2001.
Zuloaga, Ángel María: "La victoria de las alas". Bs. As. Círculo de Aeronáutica-1958.


 

  

Aniversario
Voy en avión
La hazaña. Se cumplieron 100 años del primer cruce del Río de la Plata de un aviador argentino: la historia de cómo el pillo de Jorge  Newbery primereó al promisorio conscripto Teodoro Fels. Por Diego M. Lascano. Clarín Revista 02/12/12.

El 25 de diciembre de 1907, Aarón Anchorena y Jorge New­bery aterrizaron con su globo Pam­pero en territorio uruguayo, cerca de Colonia del Sacramento. De este modo, sin planificarlo y a merced de los vientos, fueron los primeros hombres en realizar el cru­ce aéreo del Río de la Plata, colocando la piedra fundamental de la Aeronáu­tica en la región. Tres años después, el 16 de diciembre de 1910, el intrépido "volador" italiano Bartolomeo Cattaneo repitió la hazaña, pero al comando de un aeroplano.

Pasó el tiempo y, a fines de 1912, el estuario no había sido cruzado aún por un aviador argentino. Por ello, el afamado piloto francés Roland Ga­rros, que estaba en Buenos Aires, re­nunció a su intento de superar el vuelo de Cattaneo y cedió el lugar al joven conscripto Teodoro Fels, a quien con­sideraba una promesa para la aviación local. Newbery, personaje inefable y paradigmático de la sociedad porteña, que no dejaba de asombrar también con sus records aéreos, estaba al tanto del proyecto que, apenas pudiera, es­taba por encarar Fels.

En noviembre de ese año, Anchorena organizó en su estancia Barra de San Juan (hoy Estancia Presidencial de la República Oriental del Uruguay) una fiesta campestre con motivo de la in­auguración del casco principal. A este banquete estaban invitados Newbery y un grupo de amigos prominentes. El notable sportsman no se trasladó en ninguno de los yates que llevaron a los convidados: su llegada y su partida serían por vía aérea. Newbery sabía que Fels estaría bajo bandera durante varios meses, ya que era conscripto del Ejército Argentino, y no podía dejar pasar esta oportunidad para ganarle de mano.

El centenario

En la madrugada del 24 de noviembre, Newbery preparó el aeroplano Blériot bautizado Centenario y, además de colocarse un chaleco salvavidas del Aero Club Argentino, introdujo un tubo inflado de tela impermeabilizada en el fuselaje, a manera de flotador. A las 6.30, se elevó desde El Palomar con rumbo norte y cuando alcanzó los 1.000 metros de altura, se internó en el río. Durante el vuelo, Newbery dejó a su izquierda la isla Martín García, para realizar un largo viraje a la dere­cha y enfilar su máquina directamen­te hacia Colonia. Más tarde, luego de dos pasadas sobre el terreno elegido, el aviador descendió en la estancia de Anchorena, 37 minutos después de despegar y de recorrer 70 km, con un parcial de 26 minutos de vuelo sobre los 52 km del estuario.

Llegada triunfal

El aviador fue recibido con gran en­tusiasmo y sorpresa por los excur­sionistas, con quienes compartió un paseo por la lujosa estancia después del asado del mediodía.  A las 17.10, Newbery decoló con su Blériot y, antes de internarse en el río, realizó algunos virajes sobre el establecimiento para ganar altura y tomar rumbo hacia Buenos Aires. Ya sobre el Plata, el aeroplano sufrió los embates del viento, lo que obligó al piloto a explorar diversas capas de aire para lograr mayor estabilidad. De todos modos, el viento siguió azo­tándolo de frente, disminuyendo su promedio de velocidad.

Después de atravesar el estuario, entró a Buenos Aires a la altura de Belgrano y descendió en El Palomar pasa­das las 18.00, entre las aclamaciones del numeroso público que lo esperaba con verdadera ansiedad.

El recorrido total del doble cruce aéreo del Río de la Plata fue de 150 km, con una velocidad que varió de 90 a 100 km por hora. Con este vuelo de ida y vuelta, Newbery se adjudicó el récord argentino de distancia y dura­ción sobre el agua, superando la mar­ca que había establecido el italiano Cattaneo en 1910.

Esta actitud de Newbery, de arre­batarle a Teodoro Fels la gloria de ser el primer aviador nacional en atra­vesar el estuario, traería aparejadas consecuencias espectaculares sola­mente una semana más tarde.
Un intrépido
Perfil. Newbery fuemucho más que el pionero de la aviación: un visionario que pudo haber cambiado la historia del país. Por Alberto Amato. Clarín Revista 02/12/12.

Fue un visionario, un aventurero, un so­ñador, un iluminado, un bohemio, aviador, remero, boxeador, esgrimista, automo­vilista, ingeniero de la Armada, funcionario público, hombre de ciencia, bon vivant y seductor, un dandy capaz de trenzar­se a trompadas con el más pintado: un tipo que pudo cambiar para siempre la cara del país, de no haber muerto a los 38 años.

Un tango de otro genio, Cele­donio Flores, Corrientes y Esmeralda, lo inmortalizó en pocas palabras, co­mo suele hacer el tango con las cosas queridas: "Amainaron guapos junto a tus ochavas / cuando un cajetilla los calzó de cross". El cajetilla, que suele cambiarse por "compadrito", era Jorge Newbery. Sabemos quién fue Jorge Newbery, pero su muerte nos deja sin saber quién pudo haber sido. Y nosotros con él.

Debió nacer ayer, en los albores del siglo XXI, cuando la tecnología lo cam­bia todo en minutos. Hubiera estado en su gloria de innovador permanente, de ambicioso progresista que soñó un país que todavíano se hizo. Debió nacer ayer y no el 28 de mayo de 1875, en medio de aquella Argentina desolada, apunto de abrirle los brazos a la Generación del '80, que plantó a sable y bala los cimien­tos de una Nación y los de una corrup­ción que se iba a tornar endémica.

Su vida entera fue una aventura y empezó como tal. A los ocho años, su padre, el dentista norteamericano Ral­ph Newbery y María Dolores "Lola" Malagarie, lo mandaron, solo, a Esta­dos Unidos. El chico volvió para estu­diar en la escuela escocesa San Andrés, de Olivos, donde se recibió de bachiller a los quince. Volvió a Estados Unidos para estudiar ingeniería en la Univer­sidad de Cornell y, en 1893, en el Drexel Institute de Filadelfia, tuvo de maestro a Tomas Alva Edison. A los 20 años, era ingeniero electricista. Buscaba la luz.

De regreso fue jefe en la Compañía de Luz  y Tracción del Río de la Plata. Ingresó a la Armada cono ingeniero electricista y, de paso, profesor de natación.

Tenía una concepción particular del cuerpo como custodio del alma, que hoy es moda pero en aquellos años era rareza. Tenía también una irresistible atracción por el riesgo y, más que la luz y la fuerza, Newbery quería volar. Como Julio Verne, sabía que el aire es sólido y se dispuso a domarlo. El nacimiento del siglo XX lo encuentra como Director General de Instalaciones Eléctricas, Mecánicas y Alumbrado de la Munici­palidad, cargo que tuvo hasta su muer­te. Defendió e impulsó el alumbrado público de la ciudad en manos de la Mu­nicipalidad y contra los designios que buscaban cederlo a empresas privadas, hace ya un siglo y una década de eso.

Finalmente dominó el aire, como quería. En globo aerostático. Y en los preludios del siglo XX. El 25 de diciem­bre de 1907 se trepó a la barquilla del Pampero junto a Aarón Anchorena, que había traído el globo de Francia, y aterrizaron del otro lado del Río de la Plata, en Conchillas, Uruguay. Fue una hazaña. Días después, el 13 de enero de 1908, funda con Anchorena el Aero Club Argentino en la quinta Villa Ombúes, cerca de las Barrancas de Belgrano. Nueve meses después en ese mismo Pampero, su hermano menor, Eduardo, se pierde para siempre sobre el río junto al sargento primero Eduardo Romero.

La tragedia del Pampero cae mal. Volar es un peligro. Newbery responde con más vuelos. Arma un nuevo globo, El Patriota, para que quede claro qué quiere decir, y relanza el Aero Club con el apoyo de Alfredo Palacios.

Newbery se casó en 1908 con Sa­ra Escalante. Tuvieron un hijo, Jorge Wenceslao, que nació el 26 de noviem­bre de 1909 y murió a los nueve años, al caer de un caballo, cinco años después de la muerte de su padre. La pareja de Jorge y Sara se deshizo en 1912: nunca congeniaron sus estilos de vida.

De nuevo en globo, esta vez el Hura­cán, Newbery bate el 28 de diciembre de 1909 el récord sudamericano de du­ración y distancia: 550 kilómetros en trece horas, para unir Argentina, Uru­guay y Brasil. De ese globo nace el Club Atlético Huracán, El Globito. Mientras hacía todo eso, Newbery boxeaba y enseñaba boxeo, al que impuso como deporte popular; jugaba al fútbol en Gimnasia y Esgrima, rompía récords en remo, era campeón sudamericano de florete y era campeón en las regatas del Tigre. El tipo no tenía paz. Y lo que quería ahora era volar aviones.

Entendió rápido que el futuro esta­ba allí, en esos armatostes con un solo motor. Obsesionado como estaba por el desarrollo industrial y energético del país, viajó varias veces a Europa, que se alistaba para la primera gran guerra de ese siglo. Visitó allí a Laura Magnum Ericcson, al ingeniero Jules Saulnier, a Werner von Siemens, a Gustave Eiffel y a Roland Garros, entre otros.  A partir de 1912, dice adiós a los globos y se dedica a la aviación. Ofrece gratis al Ministerio de Guerra  el parque del Aero Club y el 10 de agosto de 1912 el presidente Roque Sáenz Peña crea allí la Escuela de Aviación Militar. Pero no hay plata para
aviones. Newbery organiza entonces una colecta de la que nace la primera flotilla aérea del país: cuatro monoplanos que desfilan orgullosos el 25 de mayo de 1913.

¿Qué hace Newbery? Romper récords. Había sido el primero en cruzar el Río de la Plata en noviembre de 1912, mucho antes del desfile inaugural de esas cascaras de nuez con alas que tanto le atraían.  El 10 de febrero de 1914 en un monoplano Morane-Saulnier supera el record de altura: 6.225 metros... y nada de presurización.

No podía saberlo,  pero le quedaban entonces 19 días de vida.  Newbery viaja a Mendoza en febre­ro de 1914: quiere cruzar la cordillera en avión, y estudia cómo. La leyenda, bastante comprobable, dice que una muchacha le hace un pedido: quiere verlo volar. Newbery no era de dejar sin complacer el pedido de una mujer, pero no tiene su avión. Pide el de Teo­doro Fels, un joven militar tan intrépi­do como Newbery. Fels le advierte: el Moran Saulnier de él tiene problemas: "Tira del ala izquierda". A Newbery le da igual: maneja esos aparatos a volun­tad. Se instala detrás de los mandos e invita a Tito Jiménez Lastra a acompa­ñarlo. Trepan, son las 18.40; Newbery nota que el avión "cabrea", salta hacia la izquierda. Igual intentará un looping, una maniobra que aprendió en Francia y que incluye una caída con pérdida de velocidad. Minutos después, el avión se estrella sobre una acequia de la estan­cia mendocina "Los Tamarindos". Los pilotos mueren destrozados.

El entierro de Newbery dio lugar a la primera gran demostración de dolor popular. Con Newbery, aprendimos temprano a llorar anuestros ídolos. Hasta en eso fue pionero aquel caje­tilla que nos calzó de cross.

"Newbery, pionero de la aeronáutica e inspirador del distintivo de Huracán" (un video corto con palabras de Néstor Vicente):

https://www.youtube.com/watch?v=_tNlboF3kZo

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