La cuestión no es despenalizar
Por José María Di Paola (Padre Pepe) | Para LA NACION. 28/05/12.
Mientras estaba en las villas, hace un par de años, los periodistas me pedían mi opinión acerca de la despenalización del consumo de drogas. Les comentaba que me parecía que se trataba simplemente de la última página de un libro y que primero había que tratar de llenar las páginas anteriores con la búsqueda de una sociedad más equitativa, para que los jóvenes más pobres y marginales fueran accediendo al sistema y pudieran ejercer su supuesta libertad de elección.
En la actualidad, vemos que desde posturas científicas serias, que trabajan a partir de las evidencias, se afirma una posición favorable y otra contraria a la despenalización. La realidad es que no podemos mirar el ejemplo de Portugal -que despenalizó el consumo personal hace más de diez años- y su camino de reducción de la demanda y compararlo sin más con realidades tan comunes en la Argentina como las que se viven en las villas de emergencia, partidos del conurbano bonaerense como La Matanza o el monte santiagueño, por ejemplo. Sería un despropósito y no deja de ser un argumento falaz.
En charlas con peritos de diferentes países, he constatado que ni la guerra contra las drogas ni la legalización de ellas responden o dan una solución y, menos, a los sectores más empobrecidos. Aun países desarrollados están todavía en un tiempo de análisis y búsqueda.
Las posturas científicas, como también cualquier otro análisis, deben tener en cuenta a los más pobres: tanto en su opinión como en el impacto en ellos de las medidas diseñadas. Allí está el verdadero progresismo social.
En este debate en el que sólo participa una pequeña parte de la nación no puedo dejar de tener presente los ojos de los niños y jóvenes de las villas de emergencia, parte de esta Argentina profunda donde viví tantos años de mi vida.
En esas discusiones escucho hablar sobre "la libertad de elección del consumidor" y en ese preciso momento vienen a mi mente las historias de tantos jóvenes de la villa "excluidos" de la sociedad. Ellos, por supuesto, no conocen el "uso recreativo de las drogas", porque no tienen las posibilidades de una vida acomodada o de inclusión.
Más bien tendríamos que preguntarnos si en ese contexto de pobreza y marginalidad en el que viven los niños y jóvenes en villas y barriadas pobres se puede hablar de libertad de elección en el consumidor. Habría que preguntarse si no estamos agregando a la vida de estos hermanos más pobres un problema que después no vamos a ayudar a resolver.
En la Argentina, lo que quizás es recreativo para un joven de clase media o alta se torna fatal en los ambientes pobres y marginales. Es necesario comprender que la vulnerabilidad social aumenta cuando no hay oportunidades de inclusión real; y que, a mayor vulnerabilidad, la brecha entre el consumo recreativo y el consumo problemático se acorta dramáticamente. El joven pobre no tiene de dónde asirse, porque vive la fragilidad en lo escolar, en lo laboral y lo sanitario; en consecuencia, un simple consumo de porro tiende a arraigarse más rápido y con mayor fuerza.
Es necesario que antes de hablar de despenalizar se implemente un programa preventivo en las escuelas, que existan centros barriales -como el Hogar de Cristo, presente en las villas 21, 31 y 1-11-14 de Buenos Aires-, y proyectos de inclusión en salud, trabajo y vivienda.
Creo fervientemente que no se debe criminalizar al adicto. Junto a mis compañeros sacerdotes villeros tenemos una vida comprometida en esta causa que nos avala. Son miles los adolescentes y jóvenes que han pasado por nuestros programas de prevención y recuperación en la villa 21; cada uno con sus ilusiones, sus metas por alcanzar en la vida en un medio tan adverso. Hemos conocido a muchísimos chicos adictos que luchan por estar bien, por superar la adicción que les impide experimentar la paz y la felicidad. Hay quienes recaen y se vuelven a levantar por esa luz de esperanza que guardan en su corazón. También hemos acompañado a otros en el duro momento de la privación de la libertad porque cometieron algún delito bajo los efectos de la droga, y hemos despedido con tristeza, en el cementerio de Flores, los restos de muchos que murieron por la droga.
El Estado tiene una deuda social muy grande con estos chicos que padecen estado de abandono en la calle, tuberculosis y sida, desamparo escolar y, sin embargo, pueden acceder a las armas y a la droga con una facilidad extraordinaria.
Coincidimos con los que afirman que la adicción es una enfermedad. Este planteo ayuda a ubicar al adicto en un lugar más justo y a no criminalizarlo. Esta mirada positiva tiene, sin embargo, un largo camino de ejecución para que los adictos más pobres puedan acceder al sistema sanitario, que, además, está colapsado y no se encuentra preparado para desintoxicarlos y asistirlos.
Si alcanzara con un tratamiento convencional, bastaría con que el Estado otorgara mayor cantidad de becas para internación. Pero el desafío que el paco nos presenta nos obliga a ser mucho más creativos y a entender que este proceso de inclusión llevará muchos años.
Qué decir de los changuitos que en los pueblos del interior no cuentan con servicios médicos básicos, como psiquiatras y psicólogos, y deben trasladarse a la ciudad capital para ser atendidos aun cuando allí tampoco existen lugares a los que los profesionales puedan derivarlos.
Desde el año pasado he recorrido muchas ciudades de la provincia de Santiago del Estero, donde vivo actualmente. He sido invitado por intendencias, consejos deliberantes, escuelas y diferentes organismos no gubernamentales para dar charlas sobre mi experiencia en la villa de Barracas y he visto que padres, docentes y autoridades tienen la misma preocupación: qué hacer ante la dura realidad de que en sus pagos hay adolescentes que se drogan.
Miran la marihuana, o cualquier otra droga, como una novedosa propuesta negativa para la vida. Frente a esta "novedad" y buscando caminos de superación, quedan azorados cuando ven por los medios televisivos que en Buenos Aires se hacen marchas y se discute la despenalización del consumo de drogas.
Les parece un debate de otro país. Quizá querrían decir algo; pero este tema no se abrió para charlarlo en las escuelas ni se profundizó en el interior de nuestra patria. A veces los habitantes de las megaciudades creen representar a toda la Argentina en sus debates, pero debemos darnos cuenta de que, por su gran riqueza regional e histórico-cultural, nuestro país es mucho más grande que nuestras ideas.
¿Alguna vez nos animaremos a cotejar nuestras opiniones con todos los argentinos convencidos de que la opinión del otro puede aportar algo de verdad, y sin pensar que todo diálogo es un Boca-River?
En fin, lo más urgente es ocuparnos como sociedad de los primeros capítulos de ese libro imaginario, en los que todos podemos aportar algo positivo para disminuir la brecha social entre jóvenes que tienen al alcance de su mano lo suficiente para una vida digna y otros que están sumergidos en la más cruel marginalidad.
El dulce veneno de la cocaína
Por Miguel Espeche | Para LA NACION. 16/08/12.
Por increíble que parezca, cuando se habla del consumo de cocaína pocas veces se formula la pregunta esencial -¿por qué se consume tanto?- y son muy pobres y, sobre todo, escasas las respuestas que ayuden a entender las causas de tanta demanda. Esa pobreza para analizar el origen de la demanda se percibe mejor si se la compara con la enorme energía desplegada en combatir la oferta y el tráfico, así como la gran cantidad de recursos para curar a quienes, una vez instalada la adicción, se sumergen en el infierno de la blanca droga que, mal que nos pese, se ha transformado en un ícono de toda una cultura.
Es claro que la lucha contra el narcotráfico es deber de toda sociedad que sienta un mínimo interés por la salud de sus miembros. Lo mismo pasa, por ejemplo, con la lucha contra la trata de mujeres, el trabajo esclavo y tantas otras actividades oscuras que, sin embargo, cuentan con un mercado de consumidores que demandan el "producto", mercado que merece un análisis tan profundo como debiera ser el combate contra los que se enriquecen con industrias tan sórdidas.
La cocaína ayuda a seguir y nunca parar. Ayuda a que lo que duele no duela, a que lo que es temible no se sienta temible, propicia que lo que es frágil se disfrace de fuerte y apunta a una vivencia de omnipotencia que apoya, en términos emocionales, el ideario moderno de "ir para adelante" sin parar ni sentir, tal como canta Eric Clapton en la célebre "Cocaine" ("Cuando tu día se terminó, y quieras correr, cocaína").
A diferencia de la marihuana, que entontece y disuelve la conciencia en una dispersión incompatible con el trabajo o acciones que exijan eficacia funcional, la cocaína agudiza o aparenta agudizar ese tipo de eficacia, por lo que se percibe como una droga que "ayuda" en ciertas tareas, sobre todo, en las que generan una gran presión. No en vano la cocaína surge como bastón en lugares en los que la competencia sobreexigida es religión. La droga ofrece una lejanía emocional que habilita a soportar lo insoportable y, a la vez, abre las puertas al habitar ese universo "canchero" que es el de la diversión de los ganadores de ese mundo competitivo, los que no tienen fisuras, dolores, dudas ni preocupaciones. El mismo Cielo en la Tierra, según ese tipo de cultura.
El miedo, la angustia, la fragilidad o los vaivenes anímicos normales a la condición humana, todo queda de lado cuando la cocaína pone "duras" a las personas que la ingieren, blindándolos contra sus propios estados de ánimo y contra ese medio ambiente que considera a la emocionalidad como una convidada de piedra, un signo de fragilidad y fracaso en el mar de los duros, los apurados y los ganadores.
Quizá por eso se considera a la cocaína la droga del poder, obviamente tomando el vocablo "poder" como sustantivo que nombra al lugar desde el que se puede manipular y transformar el ambiente para volverlo una extensión del ego del individuo, y no como verbo que nomina la acción posibilitadora, en la que el "otro" tiene un valor de tal, y no sólo es visto como "cosa" a ser manejada.
Es que, justamente, el efecto anestésico de la cocaína, que blinda la emocionalidad y la capacidad empática, evita todos los "perjuicios" que ese "otro" significa en el diario vivir. Si hay algo que distingue a la cocaína es el egoísmo de su idiosincrasia y el de la cultura a la que representa. El consumidor de cocaína "hace la suya", como mucho, generando alianzas circunstanciales con sus laderos, pero sin capacidad de enraizarse emocionalmente en nada. De hecho, eso es lo que busca: no sentir, para poder seguir para adelante (independientemente de dónde quede "adelante"), impulsado por la vivencia omnipotente e indolora que propone la droga y la cultura que esa droga representa.
¿Qué es lo que duele tanto en nuestra cultura como para que haga falta tanta anestesia? No es precisamente la pobreza material, ya que la cocaína es una droga cara, consumida mayormente por quienes viven en las zonas más altas de la pirámide social. ¿Qué se ofrece que no sea un ideario de "consumir para ser feliz" o "ganar a toda costa" a la hora de nombrar alguna plenitud posible en esta vida que nos toca?
Esos chicos que muestra la publicidad, poco más que adolescentes que, por oler bien gracias al perfume promocionado, con sólo chasquear los dedos reciben un millón de dólares y los favores de hermosas muchachas o son elegidos para entrar en lugares a los que otros quieren en vano ingresar, permiten entender qué significa decir que la cocaína es un tema cultural que se "aspira" en el aire, a través de una didáctica que propone la anestesia emocional como método para ser feliz.
Sin embargo, lo que en ciertos lugares es visto como fragilidad, desde otro punto de vista es percibido como fuerza. El individuo de la cultura cocaínica, omnipotente y anestesiado emocionalmente, se sostiene sólo a fuerza de consumo. En cambio, la persona abierta a su limitación individual y que no reniega de esa fragilidad, puede ver dicha condición como puerta hacia el vínculo con el otro. Ese vínculo genera red y esa red vincular con los semejantes es lo que, desde hace milenios, permite que las personas y las sociedades perduren, más allá de dolores, miserias y cataclismos.
El dolor parece signo de debilidad, pero, dado que es condición de nuestra existencia, aceptarlo sin tanta anestesia habilita a la intimidad con uno mismo, con los otros y con el mundo que nos constituye. Aceptar las grietas de nuestra condición, permite que la vida se sienta viva, y no sólo se la perciba como una película lejana, agobiante y vacía, tal como la sienten los adictos después de los 40 minutos de gloria posteriores al consumo. Aquí vemos entonces cuánto hay por hacer en relación a la cultura de consumo, exitismo y blindaje emocional que allana el camino a drogas como la cocaína, además de perseguir narcos y curar hombres y mujeres caídos en la pesadilla de la adicción. No hay mejor remedio que el entusiasmo y las ganas de vivir cuando de calidad de vida se trata. Más entusiasmo, menos droga. Más luz, menos oscuridad.
Las fuentes de ese entusiasmo pueden ser genuinas o mentirosas. En tal sentido, quizá no sea posible cambiar el mundo así como está planteado, con el GPS infiltrado por falsas coordenadas.
Lo que sí es y será posible, como siempre lo ha sido, es que ese mundo mentiroso que hoy representa la cocaína no cambie y quiebre a quienes, mal o bien, y con la fragilidad a cuestas, tejen el mundo con esa red que hace que, desde hace milenios, la humanidad siga su marcha hacia el mejor lugar posible.
ERAMOS POCOS Y PARIO MI ABUELA: DROGAS DE DISEÑO!
La cocaína ya fue, lo que viene es peor
El presidente estadounidense Barack Obama firmó una ley federal que prohíbe varios tipos de estas sustancias sintéticas, tras varios intentos infructuosos de decenas de gobiernos locales para vetarlas. En los últimos meses, los servicios de emergencia de ciudades estadounidenses se han visto sorprendidos con cada vez más ingresos de pacientes con extraños episodios de paranoia extrema, agitación, alucinaciones y fuerza fuera de lo común, pero los exámenes toxicológicos no muestran ningún consumo de sustancias no autorizadas.
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24) 14/07/12. Las drogas de diseño o de síntesis son sustancias ligeramente distintas en su estructura molecular a las drogas existentes de las que derivan, pero con los mismos efectos a nivel del Sistema Nervioso Central. Son consumidas cada vez con mayor frecuencia y en contra de la creencia popular de que son relativamente inocuas o poco dañinas, la evidencia científica muestra que son sustancias que producen daños cerebrales importantes y que el consumo continuado produce problemas tanto de tipo orgánico como de tipo psicológico.
Este término de 'drogas de diseño' fue acuñado en los años '60 en relación a drogas de abuso obtenidas con fines recreativos y que podían diseñarse en laboratorios clandestinos para imitar los efectos de otras drogas cuyo tráfico era delito, y además se trataba de productos que por su novedad estructural no estaban registrados como sustancias ilegales, escapando así de la restricción legal.
Como consecuencia directa de la prohibición de los alucinógenos y las llamadas "drogas duras", cientos de laboratorios clandestinos en USA comenzaron a sintetizar compuestos químicos similares en estructura y efecto a las drogas prohibidas. Ninguno de ellos es un alcaloide que se pueda aislar directamente de una planta, todos se obtienen a través de procesos químicos de mayor o menor complejidad.
La intención de los traficantes de las drogas de diseño era hacer negocio y escapar a los controles. Originalmente las drogas de diseño se clasificaron en los siguientes tipos de sustancias:
> Análogos de la anfetamina y mescalina (comparten propiedades estimulantes, similares a las de la anfetamina y alucinógenas similares a las de la mescalina).
> Opioides sintéticos (análogos del fentanilo y meperidina).
> Análogos y derivados de la metacualona.
A medida que ha pasado el tiempo, se consideran drogas de diseño a los análogos de la anfetamina-mescalina. En ese grupo la más importante es la MDMA (metilendioximetanfetamina) conocida vulgarmente como Éxtasis.
Otro caso es la 2-CB (2,5-dimetoxi-4-bromo-feniletilamina), más conocida como Venus, Nexus o TUCIBI por sus siglas en inglés “2CB”. Es una droga diseñada a partir de la mescalina y se comercializa en comprimidos de distintos colores y formas. Se consume en forma oral y sus efectos comienzan a los 20 minutos, prolongándose hasta 4 horas. Cuando la 2-CB llega al cerebro, se fija a los receptores de dopamina, adrenalina y noradrenalina. Produce relajación, distorsión sensorial, agitación y hasta alucinaciones, presentando una potencia superior a la mescalina. Como produce acostumbramiento, el efecto se retarda hasta 3 horas por lo que la sobredosis aparece con mayor frecuencia. En la medida en que el efecto deseado tarda en llegar, el usuario aumenta fácilmente la dosis.
La intoxicación crónica puede dar lugar a vasculitis, cardiomiopatía, hipertensión pulmonar y está en investigación el daño permanente que se puede causar a las neuronas dopaminérgicas y serotonérgicas. Pero ahora hay otras sustancias más. Se les conoce como 'incienso' y 'sales de baño'. Sin embargo, no contienen ninguno de esos productos. Se cree que se producen principalmente en China e India y se mezclan en USA, y no dejan rastro en los usuarios.
"Es un paquete que venden en las estaciones de servicio como incienso y es completamente legal. Se fuma y causa unas reacciones erráticas en el comportamiento de los pacientes", explicó a BBC Mundo, Patricia Junquera, profesora asistente de psiquiatría de UM.
Este supuesto incienso (conocido como Spice o K2) contiene químicos que, en la mayoría de los casos, intenta reproducir el ingrediente activo de la marihuana (THC). Los estudios de laboratorio demuestran que pueden ser de 100 a 800 veces más potente. También se han encontrado en ellos productos como fertilizantes. Mientras que las sales de baño están hechas principalmente con químicos parecidos a la anfetamina, como metilendioxipirovalerona (MDPV), mefedrona, y provalerona. Se venden como 'sustitutos de cocaína' o 'LSD sintético' en forma de polvo que es inhalado, tragado o inyectado en la vena. Sin embargo, resulta casi imposible saber cuáles de estos compuestos están contenidos en esos discretos paquetes de colores, que advierten en su empaque que ninguno de los químicos utilizados en su manufactura están aprobados para el consumo humano.
Debido a la facilidad para adquirirlas, también resulta sencillo suponer que el efecto será 'inofensivo' o parecido al de la marihuana tradicional, que no es considerada una droga dura. Además de los efectos secundarios como boca seca, nauseas y ojos rojos, estas drogas generan ataques de ansiedad, episodios de psicosis severa y reacciones erráticas en el comportamiento de los pacientes. Clínicamente no se puede diferenciar el consumo de ambas sustancias.
Los médicos reportan aumento de la temperatura del cuerpo y esquizofrenia. "Los que las toman sufren alucinaciones, oyen voces y ven cosas que no están ahí. Se encuentran en un estado de delirio", explicó a BBC Mundo, Paul Adams del servicio de emergencias del hospital Jackson Memorial. "Pierden la conciencia de su fuerza, que se ve aumentada. Tiene una fuerza sobrenatural que no pueden controlar", dijo a BBC Mundo, Patricia Junquera, profesora asistente de psiquiatría de UM.
La rápida adicción que generan en el consumidor ha ocasionado que se le empiece a considerar como 'una epidemia'.
Una de los grandes riesgos de estas drogas 'de moda' es la dificultad de identificar a sus usuarios. Según reportes de hospitales y centros de atención, los 'nuevos' consumidores no levantan ninguna sospecha, ni están consientes del peligro al que se exponen.
Generalmente se trata de adolescentes y adultos jóvenes que se sienten atraídos por la facilidad de no lidiar con un distribuidor o dealery que pueden obtener la sustancia fácilmente en una tienda o por internet sin necesidad de esconderla. Además, tienen la percepción de que no están cometiendo ningún acto ilegal y pueden escabullirse de las pruebas antidrogas que se aplican en trabajos y escuelas. Con costos que van de los US$ 25 a US$ 50, los consumidores suponen que no están involucrados en una actividad criminal.
En octubre de 2011, la agencia antidrogas estadounidense (DEA) utilizó sus poderes administrativos para establecer una prohibición de emergencia con duración de un año a los componentes químicos más comúnmente utilizados en las sales de baño. Otras leyes estatales intentaron impedir su consumo, posesión o distribución. Sin embargo, se veían superadas ya que sus nombres y compuestos varían a una velocidad inusitada.
Ahora, el presidente Barack Obama firmó una Ley para la Prevención del Uso de Drogas Sintéticas de 2012, que implica no sólo la prohibición de los componentes si no también de otros similares que puedan producirse en el futuro o que sean distintos pero generen los mismos efectos. La ley enumera 31 compuestos explicitamente prohibidos (20 de la marihuana sintética y 10 de las sales de baño). También prevé penas criminales para quien venda el producto en establecimientos o por internet. "Esta ley cerrará los atajos que habían permitido a los productores darle la vuelta a las prohibiciones locales y estatales y asegurarse de que no se pueda simplemente cruzar la frontera entre los estados para encontrar las mortales sales de baño", dijo uno de los promotores de la ley, el senador Charles Schumer mediante un comunicado.
Algunos esperan que si el problema no puede resolverse por completo, por lo menos, podrá castigarse. "Esta legislación dará las herramientas que se requieren para tomar medidas enérgicas contra las drogas sintéticas", dijo el senador Amy Klobuchar. Sin embargo, aún existe el temor que la velocidad de la ley pudiera no alcanzar la de los productores de estas nuevas drogas, cada vez más peligrosas.
Guillermo Torre, Martín Carrozza y Eduardo Drabble de la Villa 31.
Gustavo Carrara, Hernán Morelli y Nicolás Angellotti de la Villa 11114.
Pedro Baya Casal y Gastón Colombres de la Villa 3 y el Barrio Carrillo.
Franco Punturo y Sebastián Risso de la Villa 20.
Sebastián Sury y Damián Reynoso de la Villa 15.
José María Di Paola de las Villas Carcova, 13 de Julio, Independencia y Curita.
Basilicio Brites de las Villas Palito, Puerta de Hierro, 17 de Marzo y San Petersburgo.
Jorge García Cuerva de la Villa la Cava.
Juan Manuel Ortiz de Rozas del Barrio el Talar.
Porque si uno pregunta en los barrios, lo urgente es la creación de dispositivos preventivos y asistenciales. Las preocupaciones de la mayoría de la gente de nuestros barrios son: “¿qué hago con mi hijo que se me está yendo de las manos?”, “¿cómo hago, porque se puso rebelde y ya no quiere ir al colegio?”, “¿Quien le puede hablar, está todo el día en la esquina con mala junta y tengo miedo que me lo traigan en un cajón?”, “¿como hacemos con la bandita de la esquina, que le roban a la gente que se está yendo a trabajar?”, “¿cómo hago con mi marido que no puede parar de tomar, y encima se pone violento?”, “mi mujer se va al bingo y se pasa todo el día, estoy preocupado” y tantas otras. La agenda política debe responder a las necesidades de la gente.
El mensaje es claro. “No podemos controlar, así que hagan lo que quieran. Y si quieren, háganlo en público. Háganlo en la puerta de una escuela que expulsa, o al salir de un hospital de cama caliente. Como la policía es corrupta y abusadora, los despenalicemos para no tener culpa.” Les resta algo que no harán: “pedir perdón por tanta debilidad”.
Clarín Lectores. 03/07/22. Por Lidia Beatriz Fontela (Psicóloga social y operadora en adicciones).
Siempre estuve de acuerdo con el padre Pepe con respecto a la marihuana y a su no legalización, pero me gustaría que no mezclara política con adicciones. Éstas se incrementaron en pandemia y en este momento siguen descontroladas y son vistas casi como algo natural para la sociedad.
Es
real que “la marihuana hace mal”, como dice el padre Pepe, pero más
destructivo es el paco que literalmente quema las neuronas del cerebro de
chicos que la consumen desde los 4 o 5 años y también jóvenes que no
tienen medios para conseguir otro tipo de estupefacientes (cualquier droga es
mala), incluidos algunos psicofármacos.
El
Padre Pepe, alegó que “la clase media no tiene que hacer leyes para ellos,
en función de sus necesidades”. Este flagelo no sólo lo tiene la “clase media”;
para la adicción no existen las “clases”. También dijo que: “…la pobreza
creció. Del año en que yo estaba en la Villa 21 -en 1996- a hoy, tenés a lo
mejor dos generaciones más (de pobres)”. Y aquí, él mismo reconoce que las
adicciones no son patrimonio del “pseudo progresismo”, como dijo en un
reportaje.
El
10 de diciembre de 2004 fue fundada la Asociación Civil Madres del Dolor con
el objetivo de concientizar sobre esa lucha despareja que mantienen muchas
familias con respecto al paco, y el padre Pepe no debe desconocer la labor que
hace esta entidad.
El
aumento de barrios carenciados se viene dando desde el 2012 y no para de crecer
hasta hoy. En este caso, podríamos alegar que en período en que Macri era
gobierno también fue responsable, pero el kirchnerismo no hizo más que aumentar
la masa de pobres en nuestro país.
Si
hablamos de adicciones, los que más tienen que estar atentos son los familiares
directos y amigos supuestamente “sanos” (léase como individuos que no han
tenido relación con ningún tipo de consumo), y prestar atención a los cambios
en lo cotidiano. Se vuelven agresivos y a veces es difícil distinguir entre el
mal humor o la angustia normales de un adolescente con los signos del
consumo de drogas.
Algunos
de los posibles indicios son los siguientes: ausencias frecuentes a clases o al
trabajo, falta de energía y de motivación, adelgazamiento o aumento de peso u
ojos rojos, falta de interés en la ropa, el aseo personal o la apariencia,
cambios de conducta, no dejan a los familiares entrar en su habitación no decir
a dónde va con sus amigos, pedidos repentinos de dinero sin explicación,
sensación de euforia o mareos, pupilas dilatadas, ansiedad extrema o
nerviosismo y mentir, entre otros.
Se vuelven
esclavos de la droga, pierden totalmente su autocontrol y ya no es capaz de
mantener relaciones estables, razón por la que en general, sus únicos amigos
son también consumidores. Muchas veces roban o engañan para conseguir droga, lo
que deteriora aún más sus relaciones.
Por
eso la familia es el eje principal en la vida del enfermo y es la que tendría
que dar el paso inicial para su mejora en esta “guerra” y no recurrir a la
negación.
Debemos
dejar para siempre el “a mí no me va a pasar”, nadie está libre de
esto que ataca a niños y jóvenes de todo el arco social, donde en los escalones
más altos se ubican los enfermos que pueden “rescatarse” hasta la próxima
ingesta, (un baño de inmersión, por ejemplo, para bajar el nivel de
excitación). Los pibes de las villas no disponen de bañaderas a tal efecto, o
calefones, ni siquiera a veces una cocina.
Con
respecto a la despenalización del consumo, las personas que consumen no
necesitan el permiso de una ley para seguir haciéndolo y los que todavía
no han comenzado a recorrer este camino de muerte, tampoco se apoyarán en un
juez para empezar.
Por
esto es tan importante la prevención como estrategia fundamental, sobre
todo desde la familia, eje principal del desarrollo del sujeto y también desde
la educación, la escuela y la salud pública.
Según
nuevas mediciones a nivel mundial, Argentina registró el mayor crecimiento
de Sudamérica en el uso de cocaína. El dato surge del Informe Mundial
sobre Drogas de 2022, publicado por la Oficina de las Naciones Unidas para la
Droga y el Delito (ONUDD).
Y esta es la realidad cada vez más presente en el aquí y ahora de nuestro país.
No hay comentarios:
Publicar un comentario