En la anterior entrada "Unitarios, federales y tácticas montoneras según el General Paz" hay múltiples referencias al oriental José Gervasio de Artigas de parte de aquel militar cordobés. Se me ocurrió ofrecerlas a quienes no llegaron a leer las interesantes memorias del unitario, por tratarse de la visión de un honesto contemporáneo suyo que -aunque con criterios oligárquicos sobre la misma realidad- peleó incluso contra lugartenientes del federal.
Las siguientes miradas vertidas aquí sobre este caudillo soñador de la Patria Grande -curiosamente relegado al reducido rol de Padre de la Patria Uruguaya- son posteriores en el tiempo. Por un lado, una selección de referencias del historiador ítalo-argentino Salvador Ferla (1925-1986). Otra, de diferente signo, la de Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888), para quien no hacen falta mayores presentaciones. Después, el encuadre de la figura de Artigas en la contratapa de la reciente obra del político/historiador Pacho O'Donell ("Artigas: la versión popular de la revolución de mayo"). Por último, desde un viejo Cuaderno de Crisis, Carlos Machado intenta resumir la llamativa saña y el desprecio que concitó el oriental, sea de políticos argentinos o de uruguayos.
Tengo alguna posición tomada en este juicio de valores y también muchas preguntas sobrevolando, todavía. También admito que cuantas más fuentes historiográficas consulto, más choco con dos conclusiones excluyentes: no se puede leer sobre el pasado intentando clasificar a sus actores en "buenos o malos" con una cosmovisión actual (aunque al toque me pregunto porque no hacerlo a través de valores éticos y morales universales). O los "buenos" realmente brillaban por su ausencia y la vida humana nunca valió nada. ¿Será que la locura por el poder siempre fue lo mismo? Horanosaurus.
“Historia argentina con drama y humor”. Salvador Ferla. Peña Lillo Editor,1985.
“Vamos a hacer (…) una breve reseña de este prócer nuestro
asombrosamente lúcido, increíblemente honesto, fabulosamente heroico, que se
llamó JOSE GERVASIO ARTIGAS; y de la epopeya popular de la cual fue principal protagonista”.
“Con Artigas aparecen las llamadas ‘masas semibárbaras’ (…)
los porteños que desde la revolución de Artigas hasta nuestros días llaman
bárbaras o semibárbaras a esas masas, es también porque se sienten extraños a
ellas, y porque su complejo de inferioridad respecto al hemisferio norte los
lleva a autoadjudicarse la barbarie”.
“Artigas, a quien Buenos Aires solo quería como teniente
coronel se ha elevado a patriarca, asumiendo el liderazgo rechazado por
Saavedra. En Buenos Aires la gesta heroica de los orientales despierta a nivel
popular un sentimiento de admiración y simpatía, inverso al macabro estupor
generado por el fusilamiento de Liniers y de los soldados patricios (en el
motín de las trenzas)”.
“Artigas proclama en Buenos Aires que la ‘soberanía
particular’ de los pueblos debe ser precisamente declarada y ostentada como
objetivo único de nuestra revolución. Plantea formalmente el federalismo y lo
hace con una preeminencia que condiciona el movimiento respecto a España. La
Junta de Mayo había asumido sus funciones con la condición inversa de
expedicionar sobre el interior. Queda planteada así, desde el comienzo, la
antítesis que provocará una larga guerra civil cuyo desenlace final a favor del
puerto de Buenos Aires se producirá con la batalla de Pavón, 50 años después”
(...)
“Nuestro Artigas
tenía carisma. Se comportaba `como quien tiene autoridad`. Y exhibía un
elemento común a todos los carismáticos de entonces: su total identificación con el medio” . Esa identidad no habría
sido relevante de no mediar la desvinculación con el contorno sociocultural de
los dirigentes porteños. La identificación con el medio es un hecho habitual,
no una virtud. La existencia de una élite dirigente que no lo estuvo y ese
tremendo bache cultural entre la capital y el interior, lo convirtió en virtud.
Hay caudillos cuyo único mérito histórico es esa identificación que los hizo
expresión personalizada de un pueblo y su cultura (López, Quiroga, Peñaloza).
No es el caso de Artigas. Este poseía además una singular dote de inspiración
política mediante la cual expresó cabalmente la problemática nacional de su
tiempo. Por eso no es uno más sino El Caudillo” (...)
“En sus escritos utilizaba la misma fraseología de Moreno y
Belgrano, con expresiones como ‘castigar el vicio y premiar la virtud’,
alusiones a la `felicidad pública’, pensamientos equivalentes al ‘gobernar es
poblar’ alberdiano y definiciones como `regeneración’. `Sean los orientales tan
valientes como ilustrados’, era una de sus frases predilectas. No, no es un
rival ideológico de Buenos Aires… ¡Artigas es liberal! Pero tiene patria,
pueblo, idioma y no reniega de ellos. Ha cortado radicalmente con España en el
orden político, pero no tiene el complejo de España, la pampa y el gaucho. ¡El
es España, pampa y gaucho!”
“(pero) Artigas tiene una honradez que lo limita. Carece de
sagacidad y de esa falta de escrúpulos que suelen ser las armas principales de
todos los grandes forjadores políticos (…) No lucha por crear la República Oriental del Uruguay" (...) su creación fue obra de la diplomacia inglesa, y una derrota rioplatense..."
“De derrota en derrota, Artigas huye al Paraguay donde se
refugia el 5 de diciembre de 1820, a los 56 años de edad. Es el fin de la
revolución nacional y popular. Sobreviene entonces el período llamado
comúnmente `de la anarquía`, que es el resultado del choque donde el bando
nacional se hunde sin que el otro triunfe, con una secuela de guerra civil
crónica que se prolongará durante medio siglo. Urquiza creará en 1852 el
espejismo de un triunfo federal para finalmente entregar el movimiento y
contemplar impávido su exterminio total y definitivo” (…)
“Con la desaparición de Artigas, el movimiento federal
provinciano se desjerarquiza para siempre. Ni con (Estanislao) López y (Francisco)
Ramírez, ni con (Juan Bautista) Bustos y (Juan Facundo) Quiroga, ni con Varela,
Peñaloza y Urquiza, alcanzará nunca el “punto Artigas”. Porque los grandes
hombres (y Artigas lo era) no se fabrican a voluntad. Nadie tendrá su claridad
programática, su inmensa honradez, su virtuosismo. Esto hace que la derrota de
las provincias en su lucha contra el puerto sea definitiva. Dorrego y Rosas
ensayarán luego un movimiento nacional y federal liderado por Buenos Aires,
dirigido a mantener la hegemonía porteña y al mismo tiempo cubrir el bache
cultural, social y económico que separa a la capital del interior” (...)
"En una carta a Belgrano, con quien lo unía una antigua relación, nuestro Artigas, desesperado, le reprochaba su solidaridad con los directoriales que con su ceguera estaban disgregando el país y poniendo en peligro la independencia. ¡Cuántas cosas grandiosas pudieron haber hecho Belgrano y Artigas asociados!"
"Artigas fue nuestro cuarto y último candidato a 'padre de la patria'. Fue el iniciador de la verdadera revolución de la independencia, nacional, republicana y popular. El que heredó la tradición rebelde de los comuneros y tomó en sus manos la tea encendida por el 'arribeño' Murillo" (...) El era -dice su biógrafo Zorrilla de San Martín- el hispanoamericano por excelencia. El era -lo digo yo- lo que pudo ser Liniers y no fue, lo que pudo ser Saavedra y no quiso."
"En contraste con una élite dedicada a abolir títulos de nobleza fuera de uso, a eliminar instrumentos de tortura que seguirían en vigencia, y a suprimir honores exagerados que nadie disfrutaba, Artigas repartió tierras de verdad a indios y criollos de verdad; tomó decisiones mediante asambleas de soldados y campesinos; planteó el problema del puerto único que era el que hacía de Buenos Aires una capital íntimamente repudiada por las provincias, sintetizando el ideal revolucionario en cinco proposiciones principales, tajantes y decisivas: independencia, república, federación, fin del puerto único, designación de una nueva capital. Lógicamente el puerto no podía aceptar un debate en esos términos (...) Sobrevino la guerra civil y el fabuloso Artigas no pudo con Buenos Aires. Dos obstáculos le fueron insalvables. Su ubicación geográfica marginal que lo colocaba fuera de foco (de haber sido cordobés su suerte habría sido otra) y su excesiva honestidad, que limitaba su campo de maniobra... le faltaba capacidad de intriga. Por eso fue derrotado, empequeñecido y confinado al procerato de la Banda Oriental. No tuvo discípulos a su altura, con su asombrosa lucidez. Uno de ellos, Pancho Ramírez, atrapado en las intrigas porteñas, lo corrió hasta Paraguay. Poco después Estanislao López corría a Ramírez (...)"
"... los símbolos actúan en función de necesidades políticas y culturales. Así San Martín es el símbolo argentino de la independencia americana. Rosas, otro símbolo, actúa como desmitificador historiográfico e instrumento de penetración a una realidad nacional oculta. Su identificación con la soberanía tiende a poner de relieve nuestra necesidad, siempre insatisfecha, de conciencia nacional. Y hay un tercer símbolo, no valorado ni difundido adecuadamente, que es la clave maestra para la comprensión cabal de nuestro pasado; y es el de Artigas, símbolo de la soberanía popular, de la autenticidad dirigente y de la total identificación entre pueblo y gobierno." (...)
"Artigas es el arquetipo de la raza, la expresión individual de una Argentina que se esfumó en intrigas extrañas y en el complejo de inferioridad hispánica. Artigas, cuya biografía no tiene sombras irritantes, es Martín Fierro dirigente, refugiado y muerto en nuestro Paraguay, de donde volverá en espíritu cuando sobrevenga el inevitable triunfo popular" (...)
"Artigas... es quien hace verosímiles las hipótesis de alternativas a la política de Buenos Aires, iniciada en 1810, concluída en Pavón, epilogada en la destrucción del Paraguay... La única opción, la única alternativa a esa revolución de mayo (liberal, portuaria, extranjerizante) fue el liberalismo nacional y popular de nuestro Artigas" (...)
"Hemos visto que cuando el Protector de los Pueblos Libres pareció jugar algunas cartas de triunfo y su influencia extendida por todo el Litoral llegó hasta Córdoba, la burguesía porteña se llevó un susto tan grande que puso el país en remate. Alvear lo ofreció formalmente a Inglaterra; Posadas, Alvarez Thomas y Pueyrredón se movieron sigilosamente para entregarlo aunque fuera a Portugal. Diez años después, Dorrego resucitará a su manera el artiguismo y Lavalle, después de fusilarlo, pensará en importar un 'príncipe de las mejores familias europeas' para que nos gobierne". Está archidocumentado que el movimiento de emancipación de España estuvo siempre condicionado a la proscripción de las masas populares y a la hegemonía de Buenos Aires sobre el país" (...)
"No hay en Artigas vestigio alguno de ese complejo de inferioridad racial del que estaba enferma la burguesía porteña. En su pensamiento se detectan fácilmente influencias intelectuales propias de la época, federalismo norteamericano, republicanismo francés, liberalismo" (...)
"La verdad pura y sencilla es la expresión de mi lenguaje"
"Yo no soy vendible"
"Con la verdad no ofendo ni temo"
"Yo no soy verdugo de Buenos Aires"
"Que los más infelices sean los más agraciados"
"Estas expresiones peculiares de nuestro líder no serían más que retórica si no mediara una especialísima circunstancia. Artigas las sentía y actuaba de acuerdo con ellas" (...)
"En una carta a Belgrano, con quien lo unía una antigua relación, nuestro Artigas, desesperado, le reprochaba su solidaridad con los directoriales que con su ceguera estaban disgregando el país y poniendo en peligro la independencia. ¡Cuántas cosas grandiosas pudieron haber hecho Belgrano y Artigas asociados!"
"Artigas fue nuestro cuarto y último candidato a 'padre de la patria'. Fue el iniciador de la verdadera revolución de la independencia, nacional, republicana y popular. El que heredó la tradición rebelde de los comuneros y tomó en sus manos la tea encendida por el 'arribeño' Murillo" (...) El era -dice su biógrafo Zorrilla de San Martín- el hispanoamericano por excelencia. El era -lo digo yo- lo que pudo ser Liniers y no fue, lo que pudo ser Saavedra y no quiso."
"En contraste con una élite dedicada a abolir títulos de nobleza fuera de uso, a eliminar instrumentos de tortura que seguirían en vigencia, y a suprimir honores exagerados que nadie disfrutaba, Artigas repartió tierras de verdad a indios y criollos de verdad; tomó decisiones mediante asambleas de soldados y campesinos; planteó el problema del puerto único que era el que hacía de Buenos Aires una capital íntimamente repudiada por las provincias, sintetizando el ideal revolucionario en cinco proposiciones principales, tajantes y decisivas: independencia, república, federación, fin del puerto único, designación de una nueva capital. Lógicamente el puerto no podía aceptar un debate en esos términos (...) Sobrevino la guerra civil y el fabuloso Artigas no pudo con Buenos Aires. Dos obstáculos le fueron insalvables. Su ubicación geográfica marginal que lo colocaba fuera de foco (de haber sido cordobés su suerte habría sido otra) y su excesiva honestidad, que limitaba su campo de maniobra... le faltaba capacidad de intriga. Por eso fue derrotado, empequeñecido y confinado al procerato de la Banda Oriental. No tuvo discípulos a su altura, con su asombrosa lucidez. Uno de ellos, Pancho Ramírez, atrapado en las intrigas porteñas, lo corrió hasta Paraguay. Poco después Estanislao López corría a Ramírez (...)"
"... los símbolos actúan en función de necesidades políticas y culturales. Así San Martín es el símbolo argentino de la independencia americana. Rosas, otro símbolo, actúa como desmitificador historiográfico e instrumento de penetración a una realidad nacional oculta. Su identificación con la soberanía tiende a poner de relieve nuestra necesidad, siempre insatisfecha, de conciencia nacional. Y hay un tercer símbolo, no valorado ni difundido adecuadamente, que es la clave maestra para la comprensión cabal de nuestro pasado; y es el de Artigas, símbolo de la soberanía popular, de la autenticidad dirigente y de la total identificación entre pueblo y gobierno." (...)
"Artigas es el arquetipo de la raza, la expresión individual de una Argentina que se esfumó en intrigas extrañas y en el complejo de inferioridad hispánica. Artigas, cuya biografía no tiene sombras irritantes, es Martín Fierro dirigente, refugiado y muerto en nuestro Paraguay, de donde volverá en espíritu cuando sobrevenga el inevitable triunfo popular" (...)
"Artigas... es quien hace verosímiles las hipótesis de alternativas a la política de Buenos Aires, iniciada en 1810, concluída en Pavón, epilogada en la destrucción del Paraguay... La única opción, la única alternativa a esa revolución de mayo (liberal, portuaria, extranjerizante) fue el liberalismo nacional y popular de nuestro Artigas" (...)
"Hemos visto que cuando el Protector de los Pueblos Libres pareció jugar algunas cartas de triunfo y su influencia extendida por todo el Litoral llegó hasta Córdoba, la burguesía porteña se llevó un susto tan grande que puso el país en remate. Alvear lo ofreció formalmente a Inglaterra; Posadas, Alvarez Thomas y Pueyrredón se movieron sigilosamente para entregarlo aunque fuera a Portugal. Diez años después, Dorrego resucitará a su manera el artiguismo y Lavalle, después de fusilarlo, pensará en importar un 'príncipe de las mejores familias europeas' para que nos gobierne". Está archidocumentado que el movimiento de emancipación de España estuvo siempre condicionado a la proscripción de las masas populares y a la hegemonía de Buenos Aires sobre el país" (...)
"No hay en Artigas vestigio alguno de ese complejo de inferioridad racial del que estaba enferma la burguesía porteña. En su pensamiento se detectan fácilmente influencias intelectuales propias de la época, federalismo norteamericano, republicanismo francés, liberalismo" (...)
"La verdad pura y sencilla es la expresión de mi lenguaje"
"Yo no soy vendible"
"Con la verdad no ofendo ni temo"
"Yo no soy verdugo de Buenos Aires"
"Que los más infelices sean los más agraciados"
"Estas expresiones peculiares de nuestro líder no serían más que retórica si no mediara una especialísima circunstancia. Artigas las sentía y actuaba de acuerdo con ellas" (...)
"Facundo" Domingo Faustino Sarmiento. Hyspamérica, 1982.
Cap. IV: “El general Rondeau, puso sitio a Montevideo con un
ejército disciplinado: concurría al sitio Artigas, caudillo célebre, con
algunos millares de gauchos. Artigas había sido contrabandista temible hasta
1804, en que las autoridades civiles de Buenos Aires pudieron ganarlo y hacerle
servir en carácter de comandante de campaña, en apoyo de esas mismas
autoridades a quienes había hecho la guerra hasta entonces . Si el lector no se
ha olvidado del baqueano y de las cualidades generales que constituyen el
candidato para la Comandancia de campaña, comprenderá fácilmente el carácter e
instintos de Artigas. Un día Artigas con sus gauchos se separó del general
Rondeau y empezó a hacerle la guerra. La posición de éste era la misma que hoy
tiene Oribe sitiando a Montevideo y haciendo a retaguardia frente a otro
enemigo. La única diferencia consistía en que Artigas era enemigo de los
patriotas y de los realistas a la vez. Yo no quiero entrar en la averiguación
de las causas o pretextos que motivaron ese rompimiento; tampoco quiero darle
nombre ninguno de los consagrados en el lenguaje de la política, porque ninguno
le conviene. Cuando un pueblo entra en revolución, dos intereses opuestos
luchan al principio; el revolucionario y el conservador; entre nosotros, se han
denominado los partidos que los sostenian patriotas y realistas. Natural es
que, después del triunfo, el partido vencedor se subdivida en fracciones de
moderados y exaltados; los unos, que querrían llevar la revolución en todas sus
consecuencias; los otros, que querrían mantenerla en ciertos límites. También
es del carácter de las revoluciones que el
partido vencido primitivamente vuelva a reorganizarse y triunfar, merced
ade la división de los vencedores. Pero cuando en una revolución una de las
fuerzas llamadas en su auxilio se desprende inmediatamente , forma una tercera
entidad, se muestra indiferentemente hostil a unos y a otros combatientes (a realistas
o patriotas), esta fuerza que se separa es heterogénea; la sociedad que la
encierra no ha conocido hasta entonces su existencia, y la revolución sólo ha
servido para que se muestre y desenvuelva”.
“Este era el elemento que el célebre Artigas ponía en
movimiento; instrumento ciego, pero lleno de vida, de instintos hostiles a la
civilización europea y a toda organización regular; adverso a la monarquía como
a la república, porque ambas venían de la ciudad y traían aparejado un orden y
la consagración de la autoridad” (…) La fuerza que sostenía a Artigas en Entre
Ríos era la misma que en Santa Fe a López, en Santiago a Ibarra, en los Llanos
a Facundo. El individualismo constituía su esencia; el caballo, su arma
exclusiva; la pampa inmensa, su teatro. Las hordas beduinas que hoy importunan con su algaraza y depredaciones las
fronteras de la Argelia dan una idea exacta de la montonera argentina, de que
se han servido hombres sagaces o malvados insignes. La misma lucha de civilización
y barbarie de la ciudad y el desierto existe hoy en Africa; los mismos
personajes, el mismo espíritu, la misma estrategia indisciplinada, entre la
horda y la montonera” (…)
“La montonera, tal como apareció en los primeros días de la
República bajo las órdenes de Artigas, presentó ese carácter de ferocidad
brutal y ese espíritu terrorista que al inmortal bandido, al estanciero de
Buenos Aires, estaba reservado convertir en un sistema de legislación aplicado
a la sociedad culta, y presentarlo en nombre de la América avergonzada a la
contemplación de la Europa. Rosas no ha inventado nada; su talento ha
consistido sólo en plagiar a sus antecesores y hacer de los instintos brutales
de las masas ignorantes un sistema meditado y coordinado fríamente. La correa
de cuero acada al coronel Maciel, y de que Rosas se ha hecho una manea que han
visto agentes extranjeros, tiene sus antecedentes en Artigas y en los demás
caudillos bárbaros, tártaros. La montonera de Artigas enchalecaba a sus enemigos; esto es, los cosía dentro de un retobo de cuero fresco y los dejaba así,
abandonados en los campos. El lector suplirá todos los horrores de esta muerte
lenta” (…)
“La montonera solo puede explicarse examinando la
organización íntima de la sociedad de donde procede. Artigas, baqueano,
contrabandista, esto es, haciendo la guerra a la sociedad civil, a la ciudad,
comandante de campaña por transacción, caudillo de las masas de a caballo, es
el mismo tipo que con ligeras variantes continúa reproduciéndose en cada
comandante de campaña que ha llegado a hacerse caudillo”.
Contratapa de "Artigas: la versión popular de la revolución de Mayo". Pacho O'Donnell. Editorial Aguilar.
Contratapa de "Artigas: la versión popular de la revolución de Mayo". Pacho O'Donnell. Editorial Aguilar.
"Aunque la historiografía liberal insiste en recordar a José Gervasio de Artigas como el artífice de la independencia de la República Oriental del Uruguay, lo cierto es que, en realidad, el caudillo fue el representante más vigoroso de un proyecto de organización federal, popular y latinoamericanista para las Provincias Unidas del Río de la Plata, que en tiempos de Mayo incluían los actuales territorios de Argentina, Uruguay, Bolivia y Paraguay. Su inflexible convicción lo enfrentó con el elitista y extranjerizante unitarismo porteño que abogaba por la hegemonía del puerto sobre las provincias. Férreo defensor del sufragio universal cuando ninguna sociedad del planeta practicaba el voto popular, llevó a cabo la primera reforma agraria de toda Latinoamérica. La historia ha denominado "revolución" a las jornadas de mayo de 1810, aunque no fueron en verdad revolución porque les faltó el protagonismo del pueblo. Este irrumpe en 1811, conmovido, turbulento, junto a José Gervasio de Artigas, el primer revolucionario del Plata. Obligado a combatir sin apoyos ni medios contra los colonialistas españoles y contra la invasión portuguesa desde el Brasil alentada por Gran Bretaña, debió defenderse, al mismo tiempo, de las tropas enviadas desde Buenos Aires y de las intrigas urdidas por triunviros y directores supremos, que no dudaron en poner precio a su cabeza. Exiliado en Paraguay, el "Protector de los Pueblos Libres" murió pobre, acallado su ideario por el centralismo triunfante, pero respetado por San Martín y los caudillos provinciales y recordado siempre por su pueblo. En este libro, Pacho O'Donnell nos devuelve la real dimensión histórica de Artigas y recupera la plena vigencia de su pensamiento, en tiempos en que la unidad latinoamericana es más que una esperanza. El doloroso exilio del caudillo rioplatense parece, por fin, estar terminando".
"Para los historiadores argentinos, ocuparnos de Artigas es una forma de estar en la ruta de la Patria Grande, de romper los tabiques de la trágica disgregación americana, de recuperar la dimensión rioplatense y continental del `Protector de los Pueblos Libres`" Pacho O'Donnell.
Cap. 16. La batalla final. “Artigas, el general de los independientes”. Carlos Machado, Cuadernos de Crisis Nro. 16, 1975.
Una “leyenda negra” despiadada. Un odio a su persona, sus modos, su programa, su abierto desafío, su estrecha encarnadura con la masa, su estatura de jefe de las multitudes anónimas de parias.
Una “leyenda negra” despiadada. Un odio a su persona, sus modos, su programa, su abierto desafío, su estrecha encarnadura con la masa, su estatura de jefe de las multitudes anónimas de parias.
Nació en el juicio de los unitarios. Cavia, por encargo
del propio gobierno porteño, redactó su panfleto agraviante durante la guerra
civil: “azote de su patria… oprobio del siglo XIX, afrenta del género humano”.
Rivadavia le llamó “bandido”. Alvear, para juzgarlo, debió mostrar sus cartas:
“el feroz Artigas.. fue el primero que entre nosotros conoció el partido que se
podía sacar de la bruta imbecilidad de las clases bajas, haciéndoles servir, en
apoyo de su poder, para esclavizar las clases superiores y ejercer su poder sin
más ley que su brutal voluntad”.
Se sumaron a tales diatribas los que desertaron del campo
artiguista. “Desgraciado” e “inepto”, le llamó Antonio Díaz. “No tiene otro
sistema… que el desorden, fiereza y despotismo”, comentó, despectivo, Rivera
(“es de necesidad disolver las fuerzas del general Artigas… así será salvada la
humanidad de su más sanguinario perseguidor”). Lavalleja, unos años después,
rechazaba indignado una comparación con Artigas: “el General que suscribe no
puede menos que tomar en agravio personal un parangón que le degrada”.
Mitre lo abominó: “tenía todos los instintos feroces… la
hipocresía solapada del gaucho malo y el orgullo exagerado de sus facultades
bajo las apariencias humildes”, y en otro lado, “sin más banderas que el
personalismo ni más programa que una confederación de mandones”. Vicente Fidel
López advirtió: “no tenemos la menor intención de negar que execramos la
persona, los hechos y la memoria de este funestísimo personaje”. “Patriarca del
deguello y la barbarie”, le llamó Sarmiento.
Durante medio siglo los textos escolares recogieron la
misma versión. La que llevó a Lombroso, en sus estudios de criminalista, a
querer descubrir en su rostro -un invento pictórico de Blanes, sin ningún
asidero veraz- los rasgos delictivos que
abonaban su tesis discutida. La que divulgaron, despistados, tantos
historiadores “avanzados”. Yunque, por ejemplo, lo definió “conservador”, lo
confundió con un señor feudal y en ese desatino le atribuyó “desprecio por la
masa”. Otro ejemplo significativo: en la “Historia” de Cambridge se le llama
“bandido”, todavía.
Lenta fue la reivindicación. Un cubano, Valdez, inició en
Buenos Aires su defensa. Manuel Moreno también abogó por el jefe de los
orientales. Saavedra le fue fiel. Alberdi, cruzándose al paso de Mitre, definió
su figura con acierto: caudillo de las masas, y por eso, expresión verdadera de
la democracia. Pero debió pasar un siglo y medio para que se le alzara una
estatua en Buenos Aires.
Larga fue en el Uruguay la revaloración. Oribe adjudicó
unas tierras, que antes fueron de Artigas, al hijo del caudillo desterrado,
hacia 1836. Oribe, otra vez, bautizó con su nombre a la calle central de la
Unión, que fue su capital, en el 49. En el 53, Giró le pone “Artigas” a un
pueblo fronterizo. En el 54, repatriaron sus restos, olvidados después de mucho
tiempo sin que les diera destino. Desde 1860, recién, se libró la batalla para
refutar la tergiversación (primero De María, después los hermanos Ramírez,
Fregeiro y Bauzá, rectificaron tanta distorsión). Máximo Santos dispuso la
sustitución de los textos docentes unitarios y ordenó levantar su monumento. El
Senado del 83 rechazó la propuesta de poner sobre su basamento las siguientes
palabras: “fundador de la nacionalidad”. Entendió, con razón, que “la
inscripción no se armoniza con las tendencias del prócer a propósito de una
confederación, a favor de la cual luchó hasta que abandonó el suelo de la
patria”.
Solo se puso “Artigas” en ese monumento que se demoró
cuatro décadas más (se alzó en 1923). Eduardo Acevedo , desde su “Alegato”
había pulverizado a la difamación.
Esa leyenda negra será después “celeste”. Borrados sus
afanes revolucionarios, lavado su programa, le harán una mortaja de retórica y
bronce. Pero no puede silenciar, para los orientales, nacidos como pueblo bajo
su conducción, la herencia de un legado indivisible: independencia para desligarnos del sometimiento, formas
republicanas para garantizar -con libertad- la participación popular,
federación para ligar esfuerzos en el cruce común de la cuenca matriz que
desagua en el Plata y justicia social amparando a los más. Un reto por delante,
como compromiso.
Fotos: arriba, estatua de José Gervasio Artigas en la Plaza de la Independencia, Montevideo-Uruguay. Luego, cañones en la fortaleza del cerro de Montevideo. Tapa del libro de Pacho O'Donnell, un hallazgo de la agrupación uruguaya Participación Masoller de un bando sobre Artigas y noticia sobre la muerte del prócer.
Fotos: arriba, estatua de José Gervasio Artigas en la Plaza de la Independencia, Montevideo-Uruguay. Luego, cañones en la fortaleza del cerro de Montevideo. Tapa del libro de Pacho O'Donnell, un hallazgo de la agrupación uruguaya Participación Masoller de un bando sobre Artigas y noticia sobre la muerte del prócer.
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