Generales Vinter, Villegas, Roca y García. 1879.
Julio Argentino Roca, apodado "el zorro" por el periodismo y sus colegas políticos de la época, es posiblemente uno de los cuatro o cinco mandatarios de argentinos más discutidos, en el podio con Juan Manuel de Rosas, Domingo Faustino Sarmiento y Juan Domingo Perón, dependiendo de los gustos y conocimientos de cada uno. Dos veces presidente, Roca fue un baluarte del desarrollo capitalista del país en el siglo XIX, uno de los pocos generales argentinos que ganó sus medallas en campos de batalla, conductor de la famosa "campaña del desierto" que terminó con el poder de los indios y alejó definitivamente a los chilenos de sus pretenciones sobre nuestra Patagonia. Los adjetivos más usuales que se leen sobre este tucumano seguramente sean "estadista", "oligarca" y "genocida". Aquí, algunos artículos interesantes sobre su figura. Hay más información relacionada a Roca y el tema indígena en las anteriores entradas de este blog tituladas "Nuestros paisanos los indios", en particular la campaña del escritor Osvaldo Bayer para remover las estatuas de este ex-presidente, a quien consideró un Hitler vernáculo. Horanosaurus.
Roca, una polémica que subsiste
Por Ceferino Reato | Para LA NACION Viernes 17/10/14.
No hemos tenido tantos buenos presidentes; por eso, la pregunta sobre cuál fue el mejor de la historia es probable que no tenga una respuesta fácil. Para mí, fue Julio Argentino Roca, quien condujo al país durante dos mandatos; 12 años en total: 1880 a 1886 y 1898 a 1904. El general Roca es un personaje estigmatizado por algunos grupos con fuerte influencia política y que se hacen oír en los medios, en especial a causa de la llamada Conquista del Desierto, que él encabezó antes de ser presidente, como ministro de Defensa de Nicolás Avellaneda, entre 1878 y 1879, en virtud de una ley nacional. El objetivo de esa ley fue ocupar un vasto territorio que era dominado por los mapuches, dado que, según esa norma, "la presencia del indio impide el acceso al inmigrante que quiere trabajar". Se trataba de liberar esas tierras para atraer a los inmigrantes, que solucionarían la escasez de población del país. La disputa sobre esas tierras venía desde la Independencia y los indios resistían con sus malones y ataques a las ciudades de frontera. La campaña militar, en la que Roca contó con el respaldo de 828 indios "amigos", terminó con la derrota de los aborígenes, que tuvieron 1313 "indios de lanza" muertos. Liberó a unos 900 cautivos y tomó prisioneros a casi 13.000 indios, en su gran mayoría mujeres y chicos.
A partir de esa victoria militar, la Argentina incorporó un vasto territorio: el sur y el oeste de la provincia de Buenos Aires, el sur de Córdoba, casi la mitad de San Luis y buena parte de Mendoza, y las actuales provincias de La Pampa, Río Negro, Neuquén, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego. Según los críticos de Roca, la campaña fue un "genocidio". La cuestión merece un artículo en sí mismo; en mi opinión, no se puede juzgar el pasado con categorías recientes. En aquella época era muy habitual que los vencedores mataran a los vencidos, algo horrible para nosotros, pero que se puede observar, por ejemplo, en episodios de la Guerra del Pacífico, entre Chile y Perú, y en la Guerra de la Triple Alianza. A propósito, Roca aprovechó que Chile estaba involucrado en la guerra contra Perú para lanzar la ofensiva contra los indios, que tenían una relación familiar, directa y fluida con los mapuches que vivían detrás de la Cordillera. Tanto era así que provenían de Chile; eran chilenos. También Chile estaba interesado en extender su frontera hacia el Sur y por eso, apenas terminada la guerra con Perú en el Norte, lanzó una campaña militar contra los indios.
Algunos de los críticos de Roca adhieren al nacionalismo y tienen como emblema a Juan Manuel de Rosas. Pues bien, en 1833, en su Campaña del Desierto, Rosas mató a 3200 indios, casi tres veces más que Roca. Son nacionalistas raros, sin territorio; no se preguntan qué habría pasado si Roca no vencía a los indios: ¿ese inmenso territorio quizá sería ahora un país indígena independiente o pertenecería a Chile, a Inglaterra o a Francia?
Otras voces críticas provienen de las filas kirchneristas. Supongo que no cuentan con la venia de la presidenta Cristina Kirchner y tampoco tenían la aprobación de su marido, el ex presidente Néstor Kirchner, que nació en Río Gallegos, capital de Santa Cruz, un territorio que es argentino gracias a la Conquista del Desierto. Fue nuestro primer presidente patagónico también gracias a Roca.
Es claro que la Conquista del Desierto, y más aún lo que sucedió después, tuvo varios aspectos criticables, como el trato, inhumano, cruel, a los indios prisioneros (muchos chicos fueron separados de sus madres, por ejemplo) y la concentración de parte de las tierras liberadas en pocas manos. Pero, en aquel momento, la Conquista del Desierto le permitió a Roca convertirse en presidente en 1880. Fue un mandatario exitoso. Un político tiene que serlo, decía Juan Domingo Perón: "El conductor es un constructor de éxitos". Y el primer logro es gobernar todo el mandato. Roca fue presidente dos veces y no consecutivas, porque la Constitución de 1853 no lo permitía.
Roca tuvo muchos logros: sólo en su primer gobierno, la ley de educación 1420, que estableció la educación universal, obligatoria, gratuita y laica; el tratado de límites con Chile; la fundación de La Plata; la construcción de una red ferroviaria; la llegada y ubicación productiva de millones de inmigrantes.
Pero lo más importante fue el lugar de Roca en la historia: fue el padre del Estado nacional y la figura política más relevante de la Generación del 80, que se convirtió en el núcleo de la clase dirigente durante varias décadas. Con Roca, se organizó el Estado nacional; se acabó la anarquía y comenzó un período de paz y administración, de paz y progreso, en el que el país se convirtió en una de las economías más pujantes del mundo. Un país en el que cambió el ciclo económico, donde pasaron a predominar los granos y la carne. ¿Gracias a qué? Gracias a la disposición de tierras fértiles y a la llegada de inmigrantes.
Roca fue una figura de gran visión política. Un ejemplo: como ministro de Guerra, conquistó millones de hectáreas frente a la amenaza cierta de otros países, como Chile, de quedarse con esas tierras; pero luego firmó el primer tratado de límites con Chile, y no cedió a los cantos de sirena de quienes le proponían ir a la guerra con el país vecino. Tuvo visión: sabía que una guerra con Chile, aun cuando pudiera ser ganada, sería el germen de una sangrienta inestabilidad en la región durante décadas.
Otras críticas contra Roca apuntan contra la clase dirigente de la época, contra la Generación del 80 y sus figuras: Mitre, Avellaneda, Sarmiento, Pellegrini y Roque Sáenz Peña, entre tantos otros. Es una visión de izquierda populista, tal vez anarquista, "progresista", que está bastante arraigada en el ambiente periodístico e intelectual. Por un lado, esa visión desprecia la importancia de las elites dirigentes, pero sólo en nuestro país, dado que suelen admirar a las clases dirigentes de otros países. Es un pensamiento absurdo y, a la vez, ladino, puesto que incluso y sobretodo fuerzas de izquierda o "progresistas" han desarrollado su propia clase dirigente; su establishment de candidatos que se repiten elección tras elección. Una sociedad está conformada por sus sectores populares, sus clases medias, sus elites; una sociedad sin clase dirigente, o con una clase dirigente disminuida, débil, timorata, es una sociedad sin timón, que anda a los tumbos, a los bandazos: una década es privatista, la siguiente se vuelve estatista.
El segundo rasgo de esta visión interesa más: los vicios del esquema político y electoral del roquismo y de la Generación del 80. Roca fue precisamente conocido como "el Zorro" por su astucia y habilidad para manejarse en esa situación. Falta decir que esos vicios fueron corregidos desde la propia Generación del 80 a través de sus sectores más modernos, más liberales, con la ley Sáenz Peña, de 1912, que garantizó el voto universal, obligatorio y secreto.
La Argentina tenía un gran dinamismo: llegaron millones de inmigrantes, y tanto la escuela pública como la red de hospitales públicos, dos creaciones de la Generación del 80, convirtieron a esos inmigrantes en sectores medios que pudieron votar y fueron los principales beneficiados de la ley impulsada por Roque Sáenz Peña.
Una democracia republicana no se da en el vacío. Se necesita un conjunto de ciudadanos que voten y hagan valer ese voto; eso ocurre en un país con una cierta complejidad, con una clase media más órganos de clase media, como diarios y grupos políticos. Esa clase media fue construida por la Generación del 80 gracias a la salud y la educación públicas, y es la que llegó al poder con el radicalismo.
En síntesis: Roca organiza el Estado y la Nación; conduce la Argentina hacia el éxito económico; un éxito relativo, con tensiones, porque así son las cosas en un país que se mueve hacia arriba. Lo importante es que el país de Roca es dinámico, desata fuerzas que van solucionando esas tensiones.
Roca es el símbolo de un país en evolución; de un país que mejora en forma progresiva y que en esa marcha incorpora a todos sus sectores: al pueblo, a la clase media y a las elites. Un Estado moderno, una nación pujante, un país que progresa y que contiene a todos sus habitantes. ¿Se puede pedir más de un líder político?
"Ocupación militar del Río Negro por la expedición al mando del General Julio A. Roca, 1879". Del pintor uruguayo Juan Manuel Blanes.
Por Rolando Hanglin (conversaciones con el Dr. Rosendo Fraga). La Nación 27/05/14.
Nada hay más incorrecto, hoy día, que exaltar la figura de Roca. Al parecer, es el villano actual de la historia argentina. Digamos: se le ha dado un descanso a don Juan Manuel de Rosas, que también protagonizó una expedición a los desiertos pampas en 1833, y ahora está de turno Julio Roca, el exterminador de indios, el aliado del imperio británico.
Algunos críticos de Roca, en su misma época (1879-1880) exclamaron: "¡El general Roca ha descubierto que en la Patagonia no hay indios!" (Sarmiento) o señalaron que la expedición al Río Negro fue sólo un paseo militar en calesa, en el que no se registraron combates ni escaramuzas, ni siquiera una discusión acalorada. Nada. Un desfile de entorchados. Algún autor ha señalado que, durante la campaña, Roca montó a caballo cuatro veces en total, una para la foto. Nos cuesta comprender cómo un hombre tan insignificante, del que no se sabe si fue guerrero feroz o farolero impar, logró figurar en el billete de 100 pesos y en miles de calles, avenidas, pueblos, ciudades y monumentos de la República Argentina.
Conviene recordar algunos hechos, aunque sea en Google, para no aburrirse con largos libros. ¿Y por qué hacerlo ahora? Porque este 2014 se cumplen 130 años de la sanción de la Ley 1420 (conocida como de enseñanza laica, gratuita y obligatoria) y el primer centenario de la muerte de Roca, al que consideramos el gran estadista de nuestra historia. Efectivamente, fue Roca quien promulgó la gran ley de enseñanza laica, junto a su ministro de Justicia e Instrucción Pública, don Eduardo Wilde. Domingo Faustino Sarmiento fue, por así decirlo, el gran propagandista de la enseñanza pública. Algunos números: al comenzar el primer mandato de Roca, había 1214 escuelas públicas. Seis años después eran 1804. Las escuelas normales (para formar maestros) pasaron de 10 a 17. Los alumnos, de 86.927 a 180.768. Docentes: de 1915 a 5348 en seis años. Con fuerte influencia de Sarmiento, en su segundo mandato propone un sesgo laboral en los estudios, al modo yanqui: se crean escuelas de Artes y Oficios, de Agronomía y Veterinaria, de Ingenieros en Minería para San Juan, de Agricultura vinícola en Mendoza.
Roca fue el único presidente argentino que cumplió dos mandatos constitucionales (1880-1886 y 1898-1904) con doce años de intermedio. No procuró la reelección armando cadenas de amigos, aliados y socios para perdurar indefinidamente en el poder y los negocios.
Con Roca termina la guerra entre unitarios y federales: la ciudad de Buenos Aires queda federalizada y las rentas de la Aduana del Puerto (que eran el principal ingreso de aquel tiempo) se convierten en propiedad nacional, terminando así con un conflicto de 70 años entre Capital e interior. Roca defendió el orden constitucional, incluso con las armas, pero buscando siempre la pacificación y la amnistía.
Roca apreció con sagacidad que la primera potencia del mundo no era otra que Inglaterra, y que superaría por largos años a los Estados Unidos, España, Francia y Rusia. Por lo tanto, impulsó una útil asociación comercial con Londres. Por otra parte, el gobierno inglés había sido un discreto pero eficaz aliado de la Argentina, sobre todo desde enero de 1825, cuando Jorge IV reconoció nuestra independencia. El crecimiento logrado por el país en tiempos de Roca sólo puede compararse con el que hoy ostentan los tigres asiáticos o la propia China.
Obra de Roca: a partir de 1881 no se discutieron ya territorios con Chile, sino sólo líneas divisorias. Cabe recordar que habíamos estado ya en guerra con el Brasil, cincuenta años antes de Roca: este promueve un acercamiento que diluye los conflictos.
En su segunda presidencia, Roca crea el servicio militar obligatorio, para unir en la civilización a todos los jóvenes criollos, indios... y gringos, que empezaban a llegar. En este período se incorpora al Congreso el primer diputado socialista de América, don Alfredo Palacios. Roca sostuvo un concepto estratégico del territorio nacional: ocupar la Patagonia hasta la Tierra del Fuego, integrar el país mediante una red ferroviaria (que hoy está destartalada) resolver todo conflicto de límites y modernizar a la nación para insertarla en el mundo.
El ex ministro del Interior de Roca, Joaquín V. González, presenta al Congreso el primer código de trabajo, muchas de cuyas iniciativas serían plasmadas recién en la década del 40 por el general Perón. Lo mismo puede decirse de las políticas industriales que Roca esbozó, y continuó su antiguo aliado, el presidente Carlos Pellegrini.
Una aclaración: todos los hombres de la generación del 80, que convierten a la Argentina en la décima potencia mundial, quinta exportadora del globo y más alfabetizada que la mayoría de las naciones de Europa, fueron aliados y adversarios en distintos tiempos. Esto incluye al propio Roca, Sarmiento, Mitre, Avellaneda, Alsina, Pellegrini.
Sobre la derrota militar y cultural de los indios araucanos, cabe señalar que ya había comenzado en tiempos de la Zanja de Alsina. Este gran foso que cruzaba la provincia de Buenos Aires impedía los grandes malones ya en 1877, y sobre todo dificultaba la retirada de los indios con su inmenso arreo de cautivas, caballos, ovejas y sobre todo ganado vacuno. Que alimentaba a su gente en las tolderías o servía al comercio de carnes en Chile, cruzando la cordillera tras una plácida invernada en Neuquén o en Choele-Choel. Como los malones se atascaban en el foso tratando de arrear miles de cabezas de ganado, esto daba tiempo a las tropas argentinas para alcanzarlos y sablearlos, recuperando lo robado. En tiempos de la Zanja de Alsina, diseñada por el ingeniero francés Alfred Ebelot, autor de "Adolfo Alsina y la Ocupación del Desierto", los indios tuvieron que desplazarse hacia el sur y el oeste. Los productores agrarios ganaron vastas extensiones. Ya había ocurrido, el 8 de marzo de 1872, la batalla de San Carlos (hoy Bolívar) donde el General Ignacio Rivas vence al chileno Calfucurá, considerado el Napoleón de las Pampas, que muere al año siguiente: 4 de junio de 1873 en Chilihué. Durante aquel combate se movilizaron 3600 lanceros argentinos y chilenos encabezados por Calfucurá, Reuquecurá, Mariano Rosas, Catricurá y Pincén. La muy cuestionada zanja, de 300 km. cavada en 1877 (aún se encuentran algunos tramos en nuestro campo) dificultó los malones y, a la larga, generó escasez y hambruna en las tolderías. Pampas y araucanos consideraban que la riqueza y los alimentos debían adquirirse mediante la guerra y el pillaje, despreciando todo trabajo "de a pie", por ejemplo la siembra. Se enfrentaron en San Carlos 3600 lanceros indios contra otros tantos soldados argentinos, reforzados por la indiada amiga de Catriel. En aquel entonces comenzaba a manifestarse claramente, entre los indios, la separación de argentinos y chilenos.
En fin, no cabe duda de que fue una guerra a muerte entre dos civilizaciones irreconciliables. No se trata de exculpar a Roca por la matanza. Más bien los indios estaban ya desmoralizados... y con hambre. Enfrentaron al Ejército Argentino en un combate formal, que no era su fuerte. Fueron derrotados y empezó su declinación. Cuando Roca realizó su famosa expedición al Río Negro, ya los encontró dispersos. Roca tuvo un lema: "Paz y Administración". Y le hizo honor.
Monumento a Julio Roca. Centro Cívico de San Carlos de Bariloche, Río Negro, R.A. 2008.
La absurda e interesada campaña en contra del general Roca no hace más que tergiversar los hechos para instalar otro discurso, fruto de la intolerancia. Editorial La Nación. 05/01/13.
Reiteradamente hemos señalado desde estas columnas que distintas figuras históricas han sido demonizadas, presas de la lamentable intolerancia reinante en los últimos tiempos. Entre ellas, la de Julio Argentino Roca, fundador del Estado argentino moderno y a quien le debemos que la Patagonia sea argentina. El monumento en su honor, emplazado desde 1940 en el Centro Cívico municipal de la ciudad de San Carlos de Bariloche, constituye un ícono de la ciudad que agitó en los últimos años distintas posturas políticas y sentimientos encontrados. Militantes de la Cooperativa 1° de Mayo, en su mayoría mapuches, quisieron derribarlo en 2012 por considerarlo "el responsable del genocidio más grande de la historia". Este año, el artista Tomás Espina lo intervino cubriéndolo con un puente de madera y reactivó los enfrentamientos, dejando en evidencia la fractura de una sociedad en torno a esta señera figura que fue dos veces presidente de la República. En las últimas semanas, se levantó un árbol de Navidad gigante justo encima de la estatua ecuestre, aun cuando el espacio de la plaza es suficientemente amplio como para haber dado cabida a ambas expresiones, en claro símbolo de la paz que propone el espíritu navideño. Retomando el hilo de la historia, una mirada a un mapa antiguo que reproducimos en esta página, confeccionado en 1860 por un conocido cartógrafo de Filadelfia, permite observar que, para los Estados Unidos de América, la Confederación Argentina no comprendía a la Patagonia, pues fijaba claramente el límite meridional de nuestro país en el Río Negro. Más al Sur, comprendido el territorio de la Tierra del Fuego, se lee "Patagonia" y, en tipografía menor, las palabras "New Chili", Nuevo Chile. Evidentemente, no consideraba que la extensa región en cuestión -que comprendería las actuales provincias de Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego- fuera una superficie "sin dueño" en aquella época. El histórico documento cartográfico al que hacemos referencia coexiste con otros de similar tenor. Pone de relieve, una vez más, que la Campaña del Desierto no fue una cruzada contra el indio, sino una maniobra militar tendiente a excluir a Chile de la Patagonia, barriendo cualquier aspiración de apropiación por parte del país hermano respecto de tan extenso como valioso territorio. De hecho, el ejército que comandara el general Roca tenía por objeto derrotar a las tribus de origen chileno, instrumento de empresarios trasandinos que compraban los productos de sus saqueos. La etnografía da cuenta de diversas tribus originarias de la Patagonia argentina. Ninguna de ellas bajo el nombre de "mapuche". Los mapuches a los que derrotó Roca no eran "pueblos originarios" de la Patagonia, sino "invasores": eran araucanos que provenían de Chile y que habían aniquilado a los verdaderos pueblos originarios, los tehuelches. Recordemos, además, que Roca negoció la paz con la mayoría de las tribus, lejos de exterminarlas y que, fruto de su astucia, logró posteriormente de manera incruenta el reconocimiento chileno de nuestra soberanía en el Sur. Su acción permitió que nuestro país extendiera el territorio nacional, desplazando el límite que fijaba el Río Negro. De resultas de esta nueva ocupación, la Argentina también pudo reclamar territorio antártico e insular en el Atlántico Sur. La valiosa gesta geopolítica de Roca se completó con la visión del Perito Moreno, héroe civil y prohombre muchas veces olvidado, cuya argumentación a favor de tomar la "línea divisoria de aguas" en lugar de "las altas cumbres que dividen aguas" evitó que perdiéramos los lagos, la precordillera y la Cordillera al sur del lago Gutiérrez, hoy lindante con Bariloche. La Campaña del Desierto se enmarca en el proceso de conformación del Estado nacional y de delimitación de nuestro territorio, que posibilitó el desarrollo de la región. La absurda e interesada militancia en contra de Roca no hace más que tergiversar los hechos para instalar un discurso fruto de la ignorancia y la intolerancia. El lago Nahuel Huapi, por caso, o los yacimientos de YPF en la Patagonia no serían hoy argentinos, incluidos el de Vaca Muerta. Y el general Enrique Mosconi no hubiera contado con los recursos naturales que potenciaron el progreso económico de la Nación.
Por Ricardo De Titto, historiador y docente, director de "Claves del Bicentenario" y autor de "Yo, Sarmiento" (El Ateneo). Clarín. Opinión.17.11.12.
Se cumplen este mes exactamente 235 años –era noviembre de 1777– desde que el virrey Cevallos, tildado siempre como "progresista", estableció un plazo de tres meses para realizar "con éxito seguro" una campaña punitiva contra los aborígenes. El plan de ataque fue muy similar al empleado por Rosas 50 años después y por Roca en la definitiva toma del "Desierto". Se puede sostener la hipótesis de que la "Confederación de las Salinas Grandes", dirigida por Calfucurá constituyó un Estado que reunió a varias naciones; y que el "País de las Manzanas", orientado por al cacique Sayhueque, como su nombre lo indica tenía rasgos similares.
Los de la Pampa eran comerciantes, guerreros y vivían en constante relación con el poder "huinca", con Rosas como con Urquiza, con Mitre como con Avellaneda y Roca. Los del Neuquén, agricultores, sedentarios y pacíficos estaban más lejos y llevaron un vida casi autárquica. Pero ambos Estados, el de la pampa y el cordillerano, tenían diplomacia exterior, formas de gobierno asamblearias –de hecho un "parlamento"–, "presidencias" hereditarias, un código de leyes no escritas y valores comunes... y un ejército regular con sus oficiales (los capitanejos) de miles de "lanzas" muy bien armadas para defender su frontera y "poner orden" en su interior. Un estado peculiar, sin propiedad privada, pero un Estado al fin: durante más de 25 años nada se podía hacer al sur de Mendoza y Río Cuarto y al oeste de Tandil (o sea, casi la mitad de la actual Argentina) sin acordarlo con los líderes de la Confederación. La construcción del actual Estado nacional, tuvo, en paralelo, a otro Estado que terminó por absorber.
Si todo se reduce a "bajar" a Roca de su pedestal en una avenida porteña o en el Centro Cívico de Bariloche (y grabarlo a fuego en la lista de los "malos"), quienes sostienen esa postura deberían empezar por confeccionar una inmensa lista de calles, avenidas, parques, lagos, ciudades, pueblos, montañas, ríos y un largo etcétera para rebautizar poco menos que todo el país, empezando por nuestro engañoso nombre nacional de Tierra (¡y Río!) de Plata, metal que se hallaba en Charcas. Y al recordar a la mujer "originaria" no olvidar la inmensa diversidad de toda especie que hubo entre las diversas culturas, incluyendo a los guaraníes, los kollas, y los araucanos más propios "originariamente" de las actuales Paraguay, Bolivia y Chile. Un camino hacia la verdad que se pretende es problematizar la historia, estudiarla desde su complejidad; el otro es encontrar soluciones fáciles y, en el fondo, retóricas.
El tema de los "estados" aborígenes, sin embargo, puede abonar –y firmemente– la teoría del genocidio, aunque no sea esa nuestra intención prefijada. El monumento en recuerdo de la mujer india y el mayor conocimiento de todo nuestro pasado, desde ya, bienvenidos.
Por Rolando Hanglin. La Nación. Martes 20 de diciembre de 2011. Ante la designación del Dr. O´Donnell al frente del nuevo Instituto Manuel Dorrego, destinado a reivindicar la corriente nacional, popular y federal, me atrevo a acercarle algunas pistas documentales que podrían favorecer dicho propósito.
"(el General Roca) Incorporó al territorio nacional más de 40.000 leguas,
mediante la Campaña al Desierto. Esto incluye a la Patagonia y el Chaco
Austral.. antes de Roca, la superficie argentina
efectivamente controlada era más pequeña que el Uruguay... la frontera de Buenos Aires, por ejemplo, estaba en
el río Salado (...) la Ley 1420, de Educación Universal, Obligatoria,
Laica y Gratuita, fue sancionada en 1884, durante la primera presidencia de
Julio A. Roca. Se la atribuye erróneamente a Sarmiento. Ella permitió el acceso
a la educación, sin discriminación, de todas las clases sociales. Hasta los más
pobres pudieron ir a la escuela... estableció el Registro Civil de
nacimientos, decesos y matrimonios, afrontando una crisis con el Nuncio
Apostólico Mons. Matera, que fue oportunamente expulsado del país... promulgó la Ley 4301 del Servicio Militar Obligatorio,
sancionada en 1901, durante la segunda presidencia de Roca, en tiempos en que
era Ministro de Guerra el General Pablo Ricchieri...entre 1880 y 1900 llegaron a la Argentina más de un
millón de europeos, representando más del 30 por ciento de su población, por lo
que estas leyes permitieron homogeneizar al pueblo, argentinizando a los
millones de inmigrantes y su descendencia, que buscaban paz, trabajo y progreso
espiritual y material en estas tierras... en octubre de 1884, siendo presidente don Julio
Roca, se promulgó la ley 1532, creando los territorios nacionales de la
Patagonia: nacían Tierra del Fuego, Santa Cruz, Chubut, Río Negro y
Neuquén. Después se agrega La Pampa... por la campaña del Gral. Roca, los patagónicos somos
argentinos. Sin Roca, Chile se habría quedado con la Patagonia. Ya había
penetrado hasta el cañadón de los Misioneros
(...) "Decía una publicación de Buenos Aires sobre Roca: "Raquítico, enano, guaso joven que mira de soslayo, anda en los ranchos de Córdoba en mangas de camisa, vareando caballos y sacando para comer el cuchillo de la cintura". En aquel entonces, el ciudadano que no andaba de levita y galera estaba excluido de la buena sociedad. También lo estaba (al parecer) el Sr. Roca.
En su introducción a las "Cartas Inéditas de Alberdi a Juan M. Gutiérrez y Félix Frías", dice don Jorge M. Mayer que, según los porteños, Roca era "un mazorquero, el símbolo de la barbarie, rodeado por caudillos de chiripá, con aro en la oreja y chupa de tabaco negro. Si triunfaba, los indios abrirían con sus chuzas las cajas fuertes de los bancos". Una visión, digamos, unitaria.
A favor de Roca: "Transformó la Argentina, modificó composiciones sociales, impulsó nuevos sectores a la política transformadora y echó las bases de una clase media, obrera y artesanal que irrumpiría en 1916 en el poder, para que la Argentina dejara de ser la colonia pastoril que pronosticaban algunos... se impuso a los hombres de Bartolomé Mitre". Texto del Dr. Rodolfo Ponce de León, Profesor de Derecho Constitucional de la Universidad Nacional del Comahue.
Dice Leopoldo Lugones, en su libro "Roca" editado por la comisión nacional de homenaje de 1938: ´Las invasiones de los indios se vinculaban con vastos intereses de Chile. Allá iba a parar gran parte de los ganados del saqueo. Y en cuando a los cautivos, mientras las mujeres aumentaban el harem del cacique, los mozos válidos por los que nadie pagaba rescate eran vendidos como esclavos en Chile" (op. cit. Ponce de León)
"Desde Rosas hasta Avellaneda, la diplomacia pampa fue una variante de las Relaciones Exteriores. Se mantenía, como política de estado, la decisión de convivir sin integrar, para lo cual se habilitaban aguardientes, yerba, azúcar, uniformes militares y sueldos a los caciques, capitanejos y caciquillos, de quienes se sospechaba que recibían similar prestación presupuestaria de Chile" (...)
La demonización de Roca y el olvido de Sarmiento
Por Mariano Grondona. La Nación Domingo 02/10/11.
"... la demonización de Roca es un proyecto que discurre a través de tres vías convergentes cuya intención común es destronarlo de la consideración de los argentinos de hoy y, particularmente, de los jóvenes que, a la inversa de los ciudadanos de edad madura, no pueden refutar a los promotores de la "batalla cultural" desde sus propios recuerdos. La primera de estas vías es la publicación de supuestos libros de historia que, en realidad, no son otra cosa que piezas de propaganda para el consumo de los menos informados. La segunda vía tiende a manchar, destruir o mutilar los monumentos que, desde la Patagonia hasta Buenos Aires, han venido exaltando a Roca desde hace un siglo. La tercera vía es borrar su imagen hasta de los billetes de cien pesos..."
Julio Argentino Roca y la Gran Mentira Mapuche
25.09.2011 - Historia - Por Fredy Carbano - El informador público.
“... Roca no encabezó una campaña privada en 1879. Fue como Comandante en Jefe del Ejército Nacional a cumplir la misión que Avellaneda, presidente de la Nación Argentina, elegido por el pueblo, le había asignado. Y esa campaña estuvo destinada a integrar, a incorporar de hecho a la geografía argentina, prácticamente la mitad de los territorios históricamente nuestros, y que estaban bajo el poder tiránico del malón araucano, cuyos frutos más notables eran el robo de ganado, de mujeres y la provocación de incendios. Los araucanos, hoy denominados mapuches, llegaron a la Argentina allá por 1830, cuando la Nación Argentina era ya independiente y soberana. Por lo tanto, fueron invasores... el verdadero genocidio lo cometieron los araucanos cuando aniquilaron a los Guenaken, también llamados Tehuelches, que eran lo auténticos aborígenes de la Patagonia norte..."
Roca y el mito del genocidio
Por Juan José Cresto (director del Museo Histórico Nacional y presidente de la Academia Argentina de la Historia). La Nación. Opinión. Martes 23 de noviembre de 2004.
"... el pedestal de la gloria de Roca está en sus dos gobiernos y en su orientación política, mucho más que en la ocupación del desierto, pero ésta es un timbre de honor de su biografía. Con el tiempo, a través de personas que no han leído específicamente sobre el tema o que tienen otros intereses, se ha creado una fábula que gente de buena fe la ha creído, porque así se elaboran los mitos que después parecen "verdades reveladas" de valor teológico. Felizmente, cualquier serio investigador de historia, cualquier estudioso del pasado que se documente, se preguntará azorado: ¿qué genocidio?..."
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