Después
de un encuentro social, en la primavera
de 1967, Juan Domingo Perón invitó
a su casa de Puerta de Hierro del exilio madrileño al periodista
argentino Eugenio Rom. Eso era cuando aquí, en la Argentina, el
dictador Onganía estaba sentado arriba de las urnas, mientras 'el General' era
ignorado y traicionado políticamente por dirigentes ambiciosos de baja calaña y
antes que el conductor se convirtiera en referente y dominara estratégicamente
el futuro político argentino desde España. En sucesivas entrevistas le dió a
Rom una lección abreviada de historia nacional que Rom grabó y tradujo añares
después en "Así hablaba Juan Perón" (Peña Lillo
Editor, 1980). Una síntesis que fue festejada en su momento por el
mismísimo José María 'Pepe' Rosa. “La explicación del pasado argentino que Perón ha logrado sintetizar en
estas pocas páginas, a mi me ha costado el esfuerzo de tener que hacer
trece volúmenes de Historia Argentina”. Pavada de definición
brindada por uno de los más prestigiosos historiadores nacionales, a su
colaborador Daniel Di Giacinti. En “Perón según Eugenio Rom”, anterior entrada de este blog, encontrarán la visión
del periodista sobre la faceta humana del General y su entorno. De algunos
capítulos de ese libro están extraídos los párrafos que vienen, que sintetizan
40 trágicos años que decidieron el perfil que tendría nuestra historia hasta
casi la mitad del del siglo XX. Horanosaurus.
Viene de:
(...) Se
presenta la intervención de Francia e Inglaterra
como una
"mediación". El pretexto será el conflicto interno uruguayo y la
ayuda que presta Rosas a los partidarios de Oribe. La "escuadra conjunta" llega a
Buenos Aires. Inmediatamente exige el retiro de la escuadra de Brown de
Montevideo, asi también el de las tropas argentinas auxiliares de Oribe. Dan 10
días de plazo.
Arana,
Ministro de Rosas, actuando por orden de éste, rechaza el
"ultimátum". Rosas hace publicar el "ultimátum" en los
diarios de Buenos Aires, conjuntamente con toda la documentación, en su poder,
sobre la intervención de los "unitarios" en la "reunión
diplomática de mediación" celebrada en París. Pone en descubierto las
maniobras de Francia, Inglaterra y Brasil. Los que peor quedan, son
indudablemente los exiliados unitarios de Montevideo. Sarmiento, exiliado en
Chile, propone a las autoridades de ese país "quedarse” con "toda la
Patagonia” argentina.
La
escuadra anglo-francesa, se apodera de la escuadra argentina y desembarca la
infantería de marina en Montevideo, para
"protegerla". Gran alegría de los unitarios.
El país
argentino entero, gobernadores, caudillos,
generales, legislaturas, etc., envían nota de apoyo,
al gobierno nacional. El autor del Himno Nacional, Don Vicente López y
Planes, compone una "Oda patriótica" en apoyo de Rosas. Se recita en
todos los teatros y plazas.
El general
Rosas moviliza a todo el país para defender el honor argentino y la
Independencia Nacional. Rompe relaciones con Francia e Inglaterra.
Brasil
todavía no ha mostrado las uñas.
La
escuadra enemiga bloquea el puerto de Buenos Aires y los ríos navegables.
Remonta el Paraná y el Uruguay, saqueando y matando. Aplausos de los unitarios
de Montevideo. Varios de ellos se han embarcado en la misma en calidad de "asesores". Pagos, por supuesto.
Rosas
trata de cerrarles el paso en un recodo del Paraná. Con fuerzas terrestres y de
artillería refuerza las defensas de la Vuelta de Obligado. Pone las tropas al mando del general Mansilla,
que es su cuñado y hombre de confianza. Cuenta con 2.000 soldados. Flamea en
ambas riberas del río, la bandera azul y blanca. Ataca la escuadra enemiga. La
resistencia es heroica, pero se
está en neta inferioridad de fuego. Al cabo de
varias horas de bombardeo, desembarca la infantería anglo-francesa y se combate
cuerpo a cuerpo. Dos horas más de lucha y los argentinos se retiran dejando 650
bajas. Los “asesores", observan desde los buques franceses. Repugnante.
Sin embargo, "Obligado" fue el principio del fin de la intervención.
A partir de allí todo buque enemigo debió navegar con escolta militar. A pesar de eso,
igualmente era atacado. Con lo que fuere, cañones, balas, fuego, piedras. Cada
viaje era un infierno. Se dieron cuenta que tendrían que pelear metro a metro,
y no estaban
en condiciones militares para eso.
El general San Martín, envió una nueva carta a
Rosas desde Francia. Ofrecía nuevamente sus servicios "para lo que
fuese" y terminaba diciendo "su lucha es de tanta trascendencia,
como la de nuestra emancipación de España".
Así las cosas, Paz, que está nuevamente en Corrientes,
aprovecha para firmar una "alianza' con el Paraguay. Se facilitará la
"entrada de tropas paraguayas” a nuestro país, a fin de luchar contra Rosas. ¡Linda actitud! Contra
él, marcha el Ejercito de Operaciones, al mando de Urquiza. El ejército de Paz,
denominado con cierta ironía, "aliado pacificador", reúne 10.000
soldados, contando los paraguayos. Urquiza tiene 5.000. No obstante, en una
rápida eficiente campaña los derrota completamente.
Pero, la guerra contra Argentina es muy impopular en Europa. La opinión pública presiona enormemente.
Por otra parte, las escuadras se encuentran en un callejón sin salida, porque
no pueden irse (sería un papelón) , ni desembarcar, porque serían seguramente derrotadas.
Llega a Montevideo la escuadra brasileña. Y con la escuadra el dinero. Corre el año 1846.
El ejército del Brasil está apostado en la frontera con Uruguay. Se tiene la
impresión de que estallará la guerra con el Imperio de un momento a otro. Los
exiliados unitarios se embarcan en la flota imperial y actúan como siempre de
"asesores", esta vez del Brasil.
Pero, en Europa la cosa no da para más. La
opinión pública presiona y se decide negociarla paz. A tal efecto se envían
nuevos embajadores al Río de la Plata. La negociación
es larga, porque Rosas se muestra irreductible. Sostiene que Francia e Inglaterra deben retirarse, devolver todo lo que han
tomado y desagraviar al Pabellón Argentino. La negociación entra en un callejón sin salida. Las
potencias extranjeras consideran que no pueden hacer ese papelón ante el mundo. Pero Rosas
puede esperar. Y espera. En esos momentos todo el país está en orden. No queda ninguna tropa
unitaria operando en el interior, ni tiene ningún conflicto fronterizo.
Salvo la situación del Brasil, claro, pero bueno, eso es
“crónico”. Cansada de seguir en este asunto, Inglaterra, por su cuenta, decide
levantar el bloqueo y allanarse a las negociaciones de paz. No así Francia, que inicia sus contactos con el Brasil
para una acción conjunta. Por supuesto
que, por medio de los unitarios de Montevideo. En eso están cuando
en París estalla una revolución y se instala
la República. 1848. El panorama cambia completamente. El jefe de la escuadra,
por las dudas, y por su cuenta, levanta el bloqueo.
El puerto de Buenos Aires, queda nuevamente
libre. Brasil da marcha atrás apresuradamente. Sabe muy bien que
"solo", no puede enfrentar a la Argentina. En adelante inicia una larga, paciente, y prolija
búsqueda de nuevos aliados. Con el
tiempo encontrará uno ideal, ya lo veremos. Mientras tanto, las potencias
negocian la paz con Rosas. El sigue "en sus trece": devolución de todo y desagravio a la Bandera.
Tanto Francia como Inglaterra, reciben el mismo trato. Respetuoso pero
irreductible, por parte del Jefe de la Confederación Argentina. Finalmente en
el año 1849, se firman los tratados de paz, en las condiciones que exige
nuestro País. Cumpliendo el mismo, se levantan también las tropas europeas
que están en Montevideo y las dos escuadras se retiran. Es el triunfo total de la política de soberanía
argentina.
Suenan los cañonazos de las escuadras antes de
partir, en desagravio a la bandera azul y blanca de nuestra patria. Las escuadras que
parten, son nada más, que las de las dos naciones más poderosas
de la tierra.
Las noticias llegan a Francia, justo a tiempo para alegrar los últimos días
del general San Martín. Muere en 1850. En un inciso especial de
su testamento, lega su sable de la Independencia "al general argentino Don
Juan Manuel de Rosas, como prueba de la satisfacción que como argentino, he
tenido al ver con cuanta altura ha sostenido el honor de la Patria". Está
todo dicho.
Los preparativos bélicos del Brasil sufren una
nueva demora. Estallan movimientos republicanos en el interior y se desata una
ola de peste amarilla.
Rosas, rompe relaciones con el Imperio y se prepara para la guerra. Reconstruye
la escuadra y refuerza con todo el material y hombres que puede al Ejército de
Operaciones al mando del general Urquiza. Como era de esperar, los argentinos
de Montevideo preparan un "Plan de Guerra" para ponerlo a
disposición del Brasil. Pero el Imperio no se mueve. Hasta que no encuentre un
aliado no piensa hacerlo. Si la guerra comenzara
en esos momentos, nadie duda que el triunfo sería para la Argentina.
En eso estaban las cosas al comienzo del año
1851, cuando se produce el hecho más increíble
de la historia argentina y uno de los acontecimientos más vergonzosos de la
historia universal. El general en Jefe del Ejército de Operaciones argentino,
para la guerra contra el Brasil, Don Justo José de Urquiza, entra en tratativas
con el enemigo, para pasarse a él, y arrastrar las tropas que el país ha puesto
bajo su mando y responsabilidad. Así también, todos los pertrechos y armamentos
a su disposición. Por supuesto que las negociaciones son lentas y
"secretísimas". La posición de Urquiza, al mando del ejército más
poderoso de esta parte de
Sudamérica, en esos momentos, le da una carta de triunfo que sólo está
dispuesto a entregar a muy alto precio. Sobre todo dinero. Mucho dinero. Y
además la flota del Brasil, que es indispensable en este caso. Con la del
almirante Brown no puede contar. El Almirante no "se vende".
La coordinación y el "manejo" de las
tratativas, desde luego que está, como siempre, a cargo de los exiliados
argentinos de Montevideo. Rosas, que ignora todo esto, declara formalmente la
guerra al Brasil. Urquiza se pronuncia en marzo de ese mismo año contra Rosas. Ya ha "arreglado"
con el Brasil. Acto seguido, entra en el Uruguay para atacar al ejército de Oribe
que sitia Montevideo y permanece leal.
En cumplimiento de lo "pactado", las
tropas de Brasil cruzan la frontera y entran también en el Uruguay. Las comanda
el Marques de Caxias. No hay batallas. Oribe nada puede contra
esas tropas. Entrega su ejército y se le permite retirarse. Otra cosa no podía
hacer. Traicionado por Urquiza, el país queda desguarnecido.
Rosas ha perdido en dos meses, sus dos mejores
ejércitos. Se dirige precipitadamente a Santos Lugares a organizar una fuerza
en base a tropas reclutadas a último momento y sin ninguna experiencia, la mayoría de ellos. Pero, dice,
"Buenos Aires no se entregará al extranjero sin luchar". Desoye el
consejo de sus generales de internarse en el interior y esperar los refuerzos
de los caudillos, que le son adictos en su totalidad.
Urquiza, con su ejército reforzado con las
tropas tomadas a Oribe, con más las tropas del ejército brasileño, emprende el
camino de Buenos Aires. Cuenta con casi 40.000 hombres. Antes de movilizarse
ha exigido que se le de “todo el dinero prometido". Se le da la mayor
parte, "el resto" al entrar en Buenos Aires. Quedan en el Uruguay
12.000 hombres del Brasil. Por las dudas. Ante la entrada de las tropas
brasileñas al territorio argentino, Rosas recibe numerosas adhesiones. Entre
ellas la de varios jefes unitarios, que se sienten "repugnados" por lo que
está ocurriendo y vienen a ofrecer sus espadas para luchar contra el extranjero
y contra los traidores. Rosas los acepta y les da mando de tropas.
La batalla
se dio en Morón. Las fuerzas nacionales poco pudieron hacer contra un enemigo que
las duplicaba en número y armamentos. La historia escolar la conoce como de “Caseros”, porque
los brasileños exigieron que así se llamara,
dado que a la División de ese país
le tocó pelear en un sector conocido como “Palomar de Caseros”. En la historia de
Brasil, se la llama “la revancha de Ituzaingó” y “fin de la guerra contra Argentina”.
En todas las las
ciudades de ese país, hay una calle o avenida que lleva su nombre. ¡Es lógico! Lo realmente increíble, es que en Buenos Aires y varias ciudades
del interior, también hay calles que se llaman así.
Bueno, Rosas renunció y se asiló en Inglaterra.
Urquiza se proclamó Director provisorio de la Confederación. El día 20 de
febrero de 1852, aniversario de la batalla de Ituzaingó, el ejército brasilero
entró en Buenos Aires, con charangas y banderas desplegadas a su frente. Se
fusiló y degolló a tanta gente, que el río que cruza Palermo, dicen los
testigos de la época, bajaba con sus aguas de color rojo.
Urquiza con la cabeza fría, aprovechando la
euforia de sus partidarios con el triunfo, pidió más dinero al Brasil. Se lo
dieron, pese a que ya habían
empezado las discusiones y las desavenencias entre ellos. En esto estaban,
cuando saltan a la luz los acuerdos
secretos, y Brasil comunica que se queda en el Uruguay, con su ejército. Exige a ese país
cuatro millones de pesos fuertes, como gastos de guerra y se incauta de los
territorios orientales cedidos por Urquiza. Ante los hechos consumados, Inglaterra
movilizó su diplomacia para tratar de recuperar
las ventajas comerciales que había perdido dos años antes, en el fracaso del
bloqueo al puerto. Por lo pronto, exigió la famosa "libre navegación" de los ríos interiores.
Instalado en Buenos Aires, Urquiza tambiénn moviliza su estrategia. Por lo pronto,
le convenía mantener al elenco de gobernadores rosistas en
las provincias del interior. Si se entregaba totalmente a los unitarios, estos
a la larga, seguramente le "presentarían la cuenta" de sus muchos
años al servicio de la Federación. Su "espada libertadora" había
cortado muchas cabezas de unitarios y estos no lo habían olvidado. Así que
comisionó a Bernardo de Irigoyen al interior, para invitar a las provincias a
una reunión conjunta y allí fijar la conducta a seguir.
La provincia de Buenos Aires, fue convocada a "elecciones". Por
supuesto que con lista única. Ganan los unitarios. Eligen Gobernador, por
pedido de Urquiza, al viejo don Vicente López y Planes. Presidente del Tribunal
de Justicia de Rosas.
Los caudillos del interior, se reúnen en San
Nicolás de los Arroyos y firman, precipitadamente un "acuerdo". Se designa a Urquiza
Director de la República Argentina y se llama también a un Congreso Constituyente.
La recientemente implantada Legislatura de Buenos Aires,
rechazó el acuerdo y el viejo López
debió renunciar. Muy disgustado Urquiza, intervino la provincia y resolvió
"asumir el gobierno de la provincia”. Días más
tarde, le devuelve
el gobierno al autor de las "Odas Patrióticas". Duró poco, lo hacen renunciar
de nuevo los unitarios. Resultado, Urquiza volvió a "asumir". En fin,
un cuento de nunca acabar. Y lo peor es que mas o menos así va a seguir la
cosa por bastante tiempo.
Mientras, en el resto del paaís, los gobernadores
enviaban a sus diputados por cada estado, para la Asamblea Constituyente a celebrarse, en Santa Fe, Urquiza se
traslada a esa Provincia, para la inauguración. Claro, en un barco de la flota
británica. Los barcos ingleses están aquí, para exigir la libre navegación, de
los ríos. Después de esto, demás está decir que la obtienen.
Muy bien. Ahora, los unitarios porteños, aprovechan la ausencia de Urquiza
para hacer una revolución. Retiran sus diputados al Congreso de Santa Fe y
separan el Estado de Buenos Aires de la Confederación. Inmediatamente comienzan
los preparativos para una guerra, esta vez, contra Urquiza. Pero cuando están
en eso, se les subleva el Comandante de Lujan, coronel Lagos, que fuera rosista
y en esos momentos estaba con Urquiza. Lagos levantó las tropas de la campaña
de la provincia y exigió el retiro del gobierno unitario. Acto seguido, puso
sitio a la ciudad del puerto.
A los pocos días, la flota Confederada capturó a la del Estado de Buenos
Aires, y apoyó el sitio con el bloqueo del puerto. En medio de esta confusión, a Urquiza no se
le ocurrió mejor idea que la de iniciar tratativas para proponer separar Entre
Ríos y Corrientes del resto del país y
proclamar la República de la Mesopotamia. Inglaterra se lo prohibió. No tuvo
más remedio que presentarse en Buenos Aires en el carácter de "mediador de paz". Los unitarios no
lo recibieron. Se reiniciaron las hostilidades. Urquiza tomó el mando de los
ejércitos sitiadores.
Bueno, en esos momentos y en medio de ese ambiente, llegó la noticia de
que en Santa Fe se
acababa de votar la Constitución Nacional. Es el año 1853. La Constitución fue "promulgada" por
Urquiza desde su cuartel de San José de Flores. Muy bien, ahora, los unitarios
porteños, consiguen levantar el bloqueo del puerto por parte de la flota de la
Confederación. ¿El sistema? El de siempre: sobornar al Jefe, Comodoro Coe, con 20.000 onzas de oro. Este cobra, entrega toda la escuadra en el
puerto, y se marcha a los Estados Unidos de Norteamérica. No regresa nunca más. El "maestro" tiene buenos discípulos.
El mal ejemplo cunde.
El dinero del puerto, comienza a correr a manos llenas entre las filas de los sitiadores. Poco a poco, corrompe a todos
los Jefes. Los oficiales "confederados"
abandonan las filas y concurren a cobrar "su parte". Urquiza se pone
nervioso y pierde todo disimulo. Anuncia que lo mejor es que este asunto lo
resuelva el representante de la flota británica, todavía surta en el Río de la Plata. Una actitud realmente poco
"soberana". Acto seguido, recurre al Brasil y le dirige idéntico pedido al Ministro del Imperio en Buenos Aires. Otra. Y, como
final, triste final, se coloca en la cola de los que reciben dinero de los
unitarios “para retirarse". Solo que en su caso la suma es mucho más grande, y se recibe como
"indemnización" dos millones. El mejor "negocio", lo hizo
Coe.
El bueno de Lagos, que está de buena fe en todo
esto, sólo pide una amnistía general para todas las tropas. Se la dan, por
supuesto. A quien le importaba eso!
Concluido
este "asunto", las tropas se retiran y el Director de la República
Argentina lo hace en compañía del representante inglés. Marcha a la cabeza de
una caravana de mulas como transporte del dinero. Se embarca en la escuadra
británica, se retira a Santa Fe. Bueno, tiene que ir allí, pues se acaban de
iniciar los festejos "nacionales" con motivo de la proclamación de
la Constitución. Allí reinaba un ambiente de "culto optimismo". En
realidad, no tuvieron demasiado trabajo. Prácticamente las Comisiones se
limitaron a copiar el texto de la Constitución de los Estados Unidos de
Norteamérica. Lo hicieron con tan poco disimulo, que en algunos casos,
aparecían palabras en inglés. En otros, la traducción literal era tan confusa
al no existir sinónimos que resultaba difícilmente comprensible. Bueno, hubo
que pasarla en limpio después de promulgada. Y ya está, los festejos no podían detenerse.
El “estado de Buenos Aires” la rechazó. Sus portadores llegaron a la ciudad,
pero fueron amenazados con ahorcarlos. Se retiraron pricipitadamente. No era
para menos. Los festejos, después del arreglo del sitio de Buenos Aires, habían
incluido gran cantidad de fusilamientos, como parte del espectáculo. Varios
rosistas, que se habían salvado de matanzas
anteriores, fueron "incluidos" esta vez. Ellos no estaban
"amparados" por la "amnistía". Eran civiles.
A
todo esto, en Santa Fe, Urquiza es elegido Presidente de la Confederación. Buenos
Aires, elige a Pastor Obligado como Gobernador, y se da su propia Constitución.
Ambos Estados se preparan para una guerra Inevitable. Para matizar el ambiente
se produce una invasión de los indios del sud.
Invaden territorios de ambos Estados. Resulta casi cómico. En el interregno,
Valentín Alsina reemplaza como gobernador a Pastor Obligado. Hay de todo:
sobornos, presiones diplomáticas,
fraude, etc., pero sobre todas las cosas, violencia y corrupción.
Aprovechando
esta situación, el Brasil permanece militarmente en la República
Oriental del Uruguay, con el pretexto de
"preservar el orden". Los
Estados guardan silencio. El Brasil domina la región. Envalentonado, trata de hacer lo mismo con Paraguay.
Le va muy mal. Lo sacan con "cajas destempladas". Ya para ese entonces el Imperio ha comprado el sobrante de la Guerra de Crimea. Nadie duda de adonde pensará usarlo.
Bueno, si no se armó un
"zafarrancho" más grande fue sencillamente
porque Inglaterra no lo permitió. Brasil dominaba la región, pero Inglaterra
gobernaba el mundo.
Urquiza para "tranquilizar" al Paraguay, y no tener problemas en
ese frente, le entrega todos los territorios al norte del río Bermejo. Vale
decir; toda Formosa y parte de Salta y Jujuy.
El Estado de Buenos Aires enarbola su propio pabellón. Es necesario “distinguirse”
del resto del país. ¿Recuerda aquella bandera de Mayo que levantara Lavalle
fraudulentamente? ¿La que se embarcó en la flota francesa? ¿La "celeste y
blanca", con el celeste de la divisa unitaria? Esa misma. Se manda a guardar para siempre a la bandera azul y blanca de Belgrano y de la Asamblea del año 13. La de Salta
y Tucumán, la de los Andes, la de Ituzaingó, la de Obligado, lo de Brown y de
Bouchard. Bueno, esa que se la guarden los "gauchos del interior". La
Argentina es un país, y Buenos Aires es otro. Y a otra cosa.
Mitre es el General en Jefe de los porteños. Urquiza, de la Confederación.
Lamentablemente, no hay otro. Para no variar, pide dinero al Brasil antes de
iniciar la campaña. El pretexto esta vez
es "cuidar las concesiones" que ya les ha otorgado. Chocan en Cepeda. En un episodio muy confuso,
la batalla se inclinó por la Confederación. En realidad, la batalla en sí, fue
un caos. En un momento dado, ambas fuerzas cargaron en forma "oblicua", como
estaba de moda en los "tácticos" de la época, y prácticamente se pasaron al lado una infantería de la otra. Ambos
se atribuyeron haber "ahuyentado" al enemigo. No pasó lo mismo con la
caballería. La del interior, literalmente "barrió" a la porteña. Mitre, que en la confusión de las infanterías
se creyó victorioso, se dio cuenta de golpe que había perdido. Procedió a
iniciar una "gloriosa retirada", al grito de: ¡victoria!
Llegó a San Nicolás y se embarcó en la flota porteña. Regresó así a Buenos
Aires. Fue recibido en triunfo. A los pocos días, al llegar los restos de la caballería, se descubrió la verdad. Cuando los jefes y oficiales, en vez de hablar de
la "victoria" empezaron a calificar la batalla como
"desastre". Había perdido toda la artillería, las municiones, las caballadas y 2.000 prisioneros. Además de dejar 500 muertos. Urquiza que
perdió en total 300 hombres, avanzó con los 16.000 restantes sobre Buenos Aires, donde cundió el pánico. Pero,
una vez más, pasó lo de siempre. No debemos olvidar, quién estaba a cargo del
ejército victorioso. Se produjo un “acuerdo de mediación” parte del general
paraguayo Francisco Solan López. Se llegó a un armisticio y un “pacto”. “Secreto”,
por supuesto.
A los 15 días, Urquiza se retira a Santa Fe con todas sus tropas. Mitre
queda dueño del puerto y es elegido Gobernador al poco tiempo. Mientras en la Confederación, asume Derqui como Presidente. Se inicia una "luna de miel" entre ambos Estados. A tal punto que Urquiza concurre especialmente invitado
a Buenos Aires para los festejos del 9 de Julio. Habló de
"retirarse" y colocó fuertes sumas en inversiones de negocios en
Buenos Aires. No duró mucho todo esto. Apenas se retiró, los porteños
empezaron a hablar de "revancha".
Para empezar, el dinero del puerto, "pilotea" varias
revoluciones en el interior, mientras se rearma el ejército porteño. Los
liberales, invaden el interior con su dinero. Derqui, descubre todo el
"complot" a Urquiza y le pide respaldo. Este se lo da, pero de mala
gana. Está dedicado a otros "negocios". Recibe nuevamente el mando
del ejercito Confederado. Grave error del Presidente Derqui. Con extraordinaria
lentitud, y de mala gana,
reinicia las operaciones. Llegados a este punto, se produjo una verdadera
"maratón de diplomacia". Ambos Estados, se disputan el
"apoyo" de Brasil y Paraguay.
Bueno,
los ejércitos se encuentran nuevamente.
Esta vez es en el arroyo Pavón, en septiembre de 1861. Mitre, ataca primero.
Como de costumbre, la caballería del interior desbanda a la porteña. Esta pone los
"pies en polvorosa" con tanto
entusiasmo, que no para hasta Luján, en una carrera que dura dos días. Le fue
mejor a la infantería porteña, logra hacer retroceder a la del general
Victorica -yerno de Urquiza— lentamente. Pero –impredecible- Urquiza- cuando se
esperaba la entrada en batalla de las reservas de Entre
Ríos, que deberían definir todo y no han intervenido aún, el Comandante en Jefe abandona
el campo de batalla ante el desconcierto de todo el mundo. Se retira "al
trotecito" al frente de sus entrerrianos. El ejército, cuyo mando se le ha
confiado, queda victorioso, pero abandonado a su suerte. Las fuerzas porteñas,
que se han atrincherado, esperando el ataque, no saben que hacer. Al día siguiente, al salir el sol, se dan cuenta
que nadie los ataca. Deciden retirarse nuevamente a San Nicolás, repitiendo el
episodio de Cepeda, y embarcarse en la flota. Pero, al llegar a San Nicolás, no
teniendo ni la menor noticia del ejército de Urquiza, deciden atrincherarse allí y esperar. Urquiza a todo esto, ya ha cruzado Rosario y
está en San Lorenzo. Nadie se
explica lo ocurrido y a nadie da explicaciones el
entrerriano. Tranquilamente, embarca sus tropas y cruza a su provincia.
De allí a su palacio de San José, de Concepción del Uruguay. Así terminó Cepeda.
A
todo esto,
Mitre, creyéndose derrotado, sigue atrincherado en San Nicolás. En Buenos Aires, las
noticias son trágicas. Las traen los fugitivos de la caballería porteña.
Nuevamente se habla de un
"desastre". Cunde el pánico otra vez. Pero allí se enteran, antes que
Mitre, de los movimientos increíbles
de Urquiza. Cuando éste cruza el Paraná, la
gente se lanza a la calle a festejar. Se recibe un parte de Mitre, diciendo que
se retira a San Nicolás por razones "tácticas".
Le creyeron. Poco a poco, se fueron dando cuenta —antes que Mitre, por
supuesto— que se había ganado la batalla. ¡Increíble!
¡Claro! los habitantes del país, en ese entonces,
los dirigentes políticos, y hasta la historia misma, se preguntaron: ¿Qué
motivos tuvo el general Urquiza para esa actitud? Pero nosotros no, nosotros no
nos preguntamos. Conocemos bien al hombre y no tenemos dudas al respecto. La
razón es la "de siempre". No creemos que haya variado. Con los
antecedentes que contamos, podemos estar seguros. Más adelante, vamos
a ver que de todas consecuencias que tuvo esta batalla para el interior del
País, una sola persona salió indemne. Ni su provincia, ni sus posesiones, o sus
inmensos bienes fueron tocados: el general Urquiza. Lamentablemente, no ocurrió
lo mismo con el interior. Fue "barrido" por los generales uruguayos
de Mitre. Contando desde luego, con el aplauso caluroso de los
"liberales" unitarios.
En fin, abandonado por todos, el Presidente
Derqui terminó por renunciar. La República fue "unificada" por la
espada del "mitrismo", y se le dio un nuevo presidente: Mitre, por
supuesto. El general Urquiza, encerrado en su feudo de Entre Ríos, nada dijo. En
el resto del país, se fusiló, se degolló y se sometió al "credo" liberal
a todas las provincias. A todas y cada
una, se colocó a un gobernador "liberal". Generalmente un oficial de
las tropas unitarias que ocuparon el país y que en varios casos nunca había
pisado "su provincia" con anterioridad.
Las tropas porterías, con la enseña de Mayo al
frente, recorrieron el país sembrando el terror. Confiscando y persiguiendo a
todo el que se opuso a sus designios y "borrando" de la faz de la
tierra a todo lo que fuese Nacional y/o siguiese
a la vieja y odiada Bandera Argentina. Así termina esta primera parte de
nuestra historia. Con el entierro de la
Patria Grande. De la Argentina concebida para ser el Estado fuerte de la América del
Sud. Y con el nacimiento de una "factoría" internacional.
Manejada desde el puerto de Buenos Aires al servicio de una oligarquía que se adueñó de
todos los resortes del poder y los pone a su disposición.
Los próximos
pasos que daremos con nuestro “amigo” el Brasil, estarán encaminados hacia la
“eliminación” de nuestro más leal hermano territorial. El país de donde
salieron los fundadores del Puerto de Buenos Aires, y
donde nacieron sus primeros pobladores. El Paraguay.
Pero primero antes que nada, había que atropellar
a nuestra hermana más débil. Aquella a quien más obligados estamos a respetar. A
nuestra Banda Oriental del Uruguay. Así se hizo. Todo comenzó con una maniobra de Mitre y su ministro Elizalde. Este, que
fuera anteriormente el más leal y genuflexo de los diputados federales en la
Legislatura rosista se propone "colocar" a uno de sus "generales
uruguayos", en la presidencia de ese país. Mientras el candidato general
Flores se prepara, Elizalde da toda clase de "garantías" al presidente
uruguayo Berro, con respecto al apoyo argentino a su persona. Los brasileños,
simultáneamente, inician un campaña de acusaciones al Uruguay, diciendo que ese
país está invadiendo sus frontera! Bueno, esto, ya es realmente gracioso. Cuando
todo está listo en el año 63, Flores embarca sus fuerzas rumbo a la costa
oriental.
Las naves son argentinas, por supuesto. Al igual que los uniformes y las
armas. Lleva además, una cantidad de oro en monedas. Mitre y su ministro, Elizalde, ofician al presidente uruguayo
manifestándose “sorprendidos” por todo esto. A las fuerzas de Flores se les incorpora espontáneamente" tropas
reclutadas en Corrientes y en el sur del Brasil. La
poderosa flota del Brasil, llega "casualmente" al Río de la Plata. Ha llegado “de visita”. Flores va y vuelve de una frontera a la otra de acuerdo a como le vayan las cosas. Las
fuerzas nacionales del Uruguay, no gozan de esa "movilidad".
¡Cuando no! Urquiza ofrece “sus servicios” todos los bandos en pugna. Pero nadie quiere saber nada con él. En fin. Queda a la expectativa. Algo va a sacar de
todo esto, eso es seguro. Por de pronto, los brasileños le mandan algún dinero a cambio de que "no haga
nada". Ya es algo.
Libre su camino, Flores avanza sobre Montevideo, mientras una misión del
Brasil viaja a Buenos Aires para firmar un acuerdo. Es extraño, vienen a firmar
algo de lo que aparentemente no se ha conversado nada. Las tropas del Brasil "cansadas de los atropellos uruguayos",
cruzan la frontera y entran en territorio
oriental. Silencio absoluto del gobierno argentino. Es entonces, y con ese
claro motivo, que se presenta el reclamo paraguayo. Exige el inmediato retiro
de las tropas imperiales. Ni lerdo ni perezoso, Urquiza ofrece "sus servicios" a los paraguayos. Envía un delegado a tal efecto. Flores, detiene
su ofensiva. Espera unir sus tropas a las de Brasil. Mientras, desata una verdadera "carnicería" entre sus compatriotas. Especialmente en en
Paysandú, con ayuda del Brasil.
La misión brasilera, llega a Buenos Aires. En el acto, Urquiza aprovecha para venderles 30.000 caballos, "al doble de lo que valen". Pero los brasileños no tienen alternativa, es mejor comprárselos a él, a que salga a venderlos a
otros.
El Jefe de Estado del Paraguay, Mariscal Solano López, que está en tratativas con el entrerriano sobre ese y otros temas, le
envía una nota manifestándole la "penosa impresión” que le ha causado el "negocio" de los caballos. A Urquiza no
se le mueve un pelo. Embolsa el dinero y adiós.
Al poco
tiempo el ejército brasilero entra en Montevideo. A la cola de las tropas
brasileñas entra el general Flores y asume la presidencia.
Corre el año 1866. Paraguay declara la guerra al Brasil y a la Argentina. Valiente y digna actitud. Pero
el gobierno argentino, oculta la noticia. Espera a que las tropas paraguayas
entren en territorio nacional, para aparecer ante la opinión pública e
internacional, como “agredido”. En realidad, las tropas paraguayas sólo pasan
por Corrientes
con rumbo al Brasil. Ello se ubican muy bien con respecto a quienes son
sus
verdaderos enemigos. A los pocos días, se firma en Buenos Aires el tratado denominado como de la Triple Alianza. Al
general Flores, Presidente del Uruguay, se le informa por una nota que se ha adherido
al tratado. Tanto el Tratado como el Protocolo Adicional, contienen cláusulas tan vergonzosas que se
resuelve mantenerlos en secreto. Después de esto, se inicia una penosa convocatoria de
tropas para la guerra. Nadie quiere ir. Toda la opinión está del lado de los paraguayos y de los uruguayos
invadidos
por los
brasileños. Sólo se presentan como "oficiales" los jóvenes hijos de
familias de la oligarquía.
Se confía
el mando del Ejército de Vanguardía a: Urquiza!! Ya nadie le responde. Las
tropas que recluta a la mañana, "desertan" a la noche. Sus generales,
directamente, se niegan a acompañarlo. Finalmente, con un refuerzo de tropas correntinas y algunas porteñas,
emprende una lenta marcha hacia el norte. Lo primero que hace, como siempre, es
ponerse en contacto con el general paraguayo de las tropas de vanguardia
Robles. Le propone entrar en
"tratativas". Por supuesto que el general paraguayo se negó. Lo
propuesto por Urquiza era simplemente "traicionar a su País". En fin
al entrerriano no le parecía "nada realmente grave" eso.
El
presidente Mitre, Comandante en Jefe de las fuerzas de la Triple Alianza,
imparte la orden a Urquiza de avanzar con su ejército. Este no obedece y
se va a entrevistar con Mitre a Buenos Aires. Claro, apenas abandona el
campamento, sus tropas, que lo conocen, creen que los ha abandonado
y comienzan a dispersarse. Tiene que
regresar apresuradamente, cuando ya han desertado 3.000 hombres.
De resultas de esto, Mitre
retira a
Urquiza del mando del Ejército de Vanguardia. Lo sustituye por el general Flores.
Este, inmediatamente moviliza las tropas y derrota a los paraguayos en Yatay.
Las tropas de los "aliados"se unen en un solo ejército. Este
ejército, numéricamente, es muy superior al paraguayo. Mitre toma el mando
supremo. A todo esto el Imperio del Brasil -que no ha abolido la esclavitud-
convierte a los prisioneros de guerra paraguayos en esclavos. Amenaza con
vender a quién no quiera pasarse a sus filas y combatir contra su propia
patria. La mayoría no acepta. Son vendidos. Todo esto ante el silencio del
Comandante en Jefe.
Urquiza, mientras tanto, ha conseguido que los aliados le den un dinero
"para formar otro ejército". ¡Increíble! Cuando junta algunos
hombres, inicia la marcha. Delante de su vista, las tropas se fugan.
En todas direcciones. Debe regresar a su palacio. Pero, Don
Justo José, a esa altura del partido, ya ha descubierto un "nuevo negocio". Será el proveedor de carne de los ejércitos aliados durante cuatro años. Ganará millones.
La guerra continúa con un retiro d ejércitos paraguayos, que cruzan a su propio
territorio y se preparan para luchar defendiéndolo hasta morir. La escuadra brasileña domina los ríos, y las
tropas aliadas invaden el Paraguay. Pero tienen que pagar con sangre cada paso que
dan. Los paraguayos se defienden heroicamente. Mitre ha prometido
"terminar la guerra
en pocos meses". No
será así. Su incapacidad en el mando, unida a la valentía de los guaraníes,
prolongan este "episodio" a cuatro años. Cuatro años de sangre, fuego y horror.
El mundo entero observa avergonzado esa carnicería. Bueno, finalmente después de mil equivocaciones, los aliados dan el mando de las tropas al general brasileño Caxias. Esto,
indudablemente contribuye a mejorar el cuadro militar. La última etapa de la guerra es triste y onzosa. Prácticamente no quedan más
que mujeres o ancianos en el país, han muerto hasta niños, combatiendo. Los vencedores asesinan al Mariscal López y sus hijos, menores de edad. Después de desnudarlos, los abandonan sin sepultar. Así comienza el reparto del Paraguay.
Fue una infamia. Un crimen cometido contra un país hermano. Un país al que
debíamos apoyo y amistad. Lejos de brindarle eso, oficiamos de “mercenarios” del
Imperio brasileño, nuestro único y natural enemigo. Estúpidamente colaboramos en
la masacre de nuestro natural aliado. Pero aún así, aceptando la guerra,
debimos habernos retirado de la contienda, apenas se desocupó nuestro
territorio. La prosecusión de la guerra, después de que el Mariscal López, pidió condiciones de paz, fue una vergüenza. Lejos de darnos honor, nos cubrió de desprestigio.
El pueblo y el ejército paraguayos, sí que se cubrieron de gloria. Es por eso
que tengo en un gran orgullo el que se me haya hecho General de su glorioso Ejército.
A nosotros los argentinos, la guerra nos fue impuesta
de "prepo"por el Brasil y una "camarilla" local. Fue un
acto de tal deshonor, que nuestro propio país no perdonó nunca a los
responsables. Este resultó ser uno de los pocos casos en que un Jefe de Estado y General de un "ejército victorioso", finalizada la contienda,
no sólo recibe la repulsa general de su país, en una elección, sino que nunca más pudieron
retornar al poder ni él ni los principales responsables. Ni Mitre, ni ninguno
de sus "acólitos" volvieron jamás al gobierno del país, que ello mismos habían "modelado".
LA
ENTREGA
Es en este momento de nuestro relato, que
hornos detenernos un instante. A partir
del fin de la guerra con el Paraguay, sobreviene un largo período de paz. No
podía ser de otra forma. Los hombres
de Buenos Aires, se han quedado con todo el país. Ese fue desde el comienzo su
propósito, y lo han logrado. Para ello, no han reparado en los medios a
emplear. Los “gloriosos exiliados” ahora en el gobierno, han traicionado, han
mentido, han asesinado, han sobornado, han hecho lo que sea, lo han sacrificado
todo, la integridad territorial o el honor nacional. No se han detenido ante
nada en procura de su objetivo. Otros,
que no han sido ni “exiliados” ni “gloriosos”, se les han sumado.
El
viejo sueño, desde la época del Directorio se
ha logrado. El país entero está al servicio del puerto. Y el puerto y el país
están al servicio de ellos. Bueno, y el puerto, el país y ellos mismos, todos
al servicio de Inglaterra. El nuevo "modelo nacional", tiene las
fronteras que quisieron darle. Una Constitución, que tomaron prestada y que
pone en sus manos, todos los resortes del poder civil y militar. Y finalmente,
sus propios símbolos. Es otra patria, de ellos. La otra anterior, murió. Eso
creen. Pero se equivocan, la Patria Vieja no está muerta. Está allí al lado de
ellos, sólo que no la ven. Ya veremos que cada tanto vuelve a surgir. Una y
otra vez. Vuelve y volverá siempre. Por que es La Verdadera. Es la Nuestra. Y
por que otra no queremos los argentinos.
Los
hombres de la Independencia que todavía sobrevivían, fueron mandados a
"cuarteles de invierno". De todas formas, quedaban muy pocos. En el
mejor de los casos, pasaron a formar parte de la "aristocracia
nativa". Pero de ningún modo fueron aceptados en la naciente oligarquía. Para
pertenecer a esta última, era necesario además someterse a sus rígidas normas, estar
por completo al servicio de los capitales extranjeros. Especialmente de los
británicos. Formaron su núcleo fundador, en primer lugar los hombres de Pavón y
los “exiliados” unitarios en general. Además, consiguieron "entrar"
en ella a última hora, un abigarrado núcleo de
ex-federales. Estos descubrieron, después de Caseros, que habían estado
equivocados. Otros, en cambio, que
habían aplaudido calurosamente a Don Juan Manuel en sus épocas de gloria,
anunciaron sorprendentemente que "siempre habían sido unitarios".
Habían guardado estoicamente su secreto por razones seguridad. Un
"ramillete" de gente realmente "maravillosa". En fin, después vinieron los “adulones”,
los "lacayos", los
"escribas y los fariseos". Un poco todo un
poco y de lo malo mucho.
Estos
últimos, recientemente incorporados, debían suplir su falta de méritos con una
mayor devoción por los "ideales". Y de esos "méritos",
ninguno aportaba mayor prestigio que mostrarse entusiasta en la entrega de
la soberanía económica. Esa era realmente, la mejor carta de ingreso. Controlaban
y administraban en beneficio de Su Majestad, el comercio interno, la banca y
las finanzas, los grandes diarios y la opinión sana en general. En cuanto al
comercio exterior, allí actuaban como personeros. Se limitaban a recibir
ordenes. En política, su papel se
limitaba a cubrir los cargos que se le
indicaran, con las personas que se les
impusieran. Lo que sobraba, se repartía entre sus amanuenses. Tuvimos el
raro privilegio de llegar a ser la mejor colonia del Imperio Británico, y
también una perla en la corona de Su Majestad, según palabras vertidas
en
el seno del
Parlamento inglés (pág. 91).
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