Después
de un encuentro social, en la primavera
de 1967, Juan Domingo Perón invitó
a su casa de Puerta de Hierro del exilio madrileño al periodista
argentino Eugenio Rom. Eso era cuando aquí, en la Argentina, el
dictador Onganía estaba sentado arriba de las urnas, mientras 'el General' era
ignorado y traicionado políticamente por dirigentes ambiciosos de baja calaña y
antes que el conductor se convirtiera en referente y dominara estratégicamente
el futuro político argentino desde España. En sucesivas entrevistas le dió a
Rom una lección abreviada de historia nacional que Rom grabó y tradujo añares
después en "Así hablaba Juan Perón" (Peña Lillo
Editor, 1980). Una síntesis que fue festejada en su momento por el
mismísimo José María 'Pepe' Rosa. “La explicación del
pasado argentino que Perón ha logrado sintetizar en estas pocas páginas, a mi
me ha costado el esfuerzo de tener que hacer trece volúmenes de Historia
Argentina”. Pavada de definición brindada por uno de los más prestigiosos
historiadores nacionales, a su colaborador Daniel Di Giacinti. En “Perón según Eugenio Rom”, anterior entrada de este blog, encontrarán la visión del
periodista sobre la faceta humana del General y su entorno. De algunos
capítulos de ese libro están extraídos los párrafos que vienen, que sintetizan
40 trágicos años que decidieron el perfil que tendría nuestra historia hasta
casi la mitad del del siglo XX. Horanosaurus.
(pág. 34) los porteños del Directorio no se detuvieron ante ningún
escrúpulo. Prefirieron abandonar la Banda Oriental a los portugueses, antes
que ayudar a Artigas. Estos enfrentamientos de la ciudad de Buenos Aires con
los caudillos del interior, debilitaron la guerra de la Independencia.
Provocaron el desorden civil y militar. Y finalmente, son la única causa y
únicos responsables de la pérdida de gran parte del territorio que,
originalmente, perteneciera al virreynato.
Así llegamos al Congreso de
Tucumán. Donde se proclama, finalmente, la Independencia Nacional. Tiempo
después los miembros de este mismo Congreso, se trasladan a Buenos Aires. Allí
dictan una serie de Leyes. Una de ellas, muy importante, es la de regulación de
los Símbolos del nuevo estado. Queda definitivamente como bandera nacional, la azul y blanca de Belgrano.
Ya para ese entonces el General
San Martín ha cruzado los Andes llevándola a su frente. San Martín era
junto con Alvear, el único militar del Ejército Argentino, que se podía llamar
de carrera. Cuando regresa a su tierra, ya es teniente coronel, formado en el ejército
español. Tiene 34 años de edad, con 20
años de servicios. Todos sus grados los ha ganado peleando en el frente de
batalla. No era noble, por eso, cada ascenso tenía que lograrlo por mérito. Y
con el sable en la mano. No había en todas estas tierras, ninguno que se le
pudiese poner a la misma altura. Era un soldadazo. Un militar de lujo. Su estrella brilla todavía, más que ninguna
otra, en el cielo de la Patria. Brilla con la luz de Chacabuco y Maipo con la libertad de medio continente.
El marino Bouchard, hecho "corsario" argentino, recorre el Pacífico con
nuestro pabellón enarbolado. Bombardea y ocupa un puerto de la California.
Defiende y apoya los movimientos independentistas de centroamérica. Desde
entonces, y como recuerdo a su bravura las repúblicas de esa región, adoptaron
como propia, la bandera azul y blanca que enarbolara el corsario, en sus buques
de guerra.
Contrastando con todo ese cuadro heroico, el Directorio de Buenos Aires, no escatimaba torpeza o sucia tramoya por
cometer, para usurpar el poder. Quizás la más infame, sea la orden dada a Belgrano de retirar el Ejérjcito
del Norte, que está custodiando la frontera, para utilizarlo contra los caudillos del
litoral que no acatan la supremacía del puerto. Una inmundicia!
Bueno, el ejército se subleva, retira el mando a
Belgrano y da por tierra con el Directorio, cuyos partidarios
se llamarán en lo sucesivo “unitarios”.
Mientras el movimiento de los caudillos, se llamará “federal”.
Así las cosas, sobreviene la denominada “crisis del año 20”. Que no es otra
cosa, que el repudio de todo el país por los doctores del puerto que pretenden
usurpar el gobierno nacional. A ese repudio, se une
incluso la "campaña" de la Provincia de Buenos Aires. Mientras esto
ocurre en estas tierras, en España se prepara un poderoso ejército expedicionario
para ser embarcado al Río de la Plata. Su objetivo: volver a la ex-colonia al
"redil" español. Pero, cuando todo está listo, la salvación viene de
manos de una sublevación de ese mismo ejército. El general Riego se pronuncia
reclamando una coristitución para España. Este hecho, casi fortuito, aleja el
peligro de nuestras costas. Porque, de otro modo, el desorden imperante en esta
tierra, a causa de las torpezas de los del puerto, casi se puede decir, que
garantizaba el éxito de esa expedición.
El orden civil y la autoridad militar, se restablecen con el
advenimiento al gobierno del general
Martín Rodríguez. Este jefe cuenta con el visto bueno de los federales y
con el respaldo del joven comandante de Milicias de la provincia de Buenos
Aires: don Juan Manuel de Rosas. Así
las cosas y pese a que no existía una autoridad nacional, no por eso hubo
desórdenes o problemas institucionales. Cada provincia se gobernaba a sí misma.
Y las relaciones exteriores conjuntamente con la responsabilidad de los
ejércitos nacionales, eran llevadas por la provincia de Buenos Aires, por
delegación de sus hermanas. Ideal.
Durante este interregno se consigue: la expedición de San Martín al
Perú, la consolidación de las Fronteras del Norte, la expedición de los 33
Orientales, con el consiguiente inicio de la recuperación de la Banda Oriental
y las expediciones y Tratado de Paz con los indios, encomendados por el
gobierno al comandante Rosas.
Muy bien, todo empezaba a marchar bien, cuando, a fines de 1825, el general Lamadrid da el primer paso de
desorden volteando al Gobernador legítimo de Tucumán. Para ello, usa de
su cargo y de las tropas confiadas a su mando del Ejército Nacional del Norte.
Esta historia se repite a menudo. Los liberales usan los ejércitos nacionales
para sus revoluciones. Deben recurrir a ellos porque no tienen otro poder de convocatoria. Todo el país protesta contra este hecho, con
el que da comienzo una larga secuela de guerras civiles.
Una de sus consecuencias más nefastas, es la convocatoria a un llamado
"congreso nacional" por los unitarios. Este congreso derriba gobiernos provinciales y proclama al Dr. Rivadavia como Presidente de la
República. El Presidente, para consolidarse en su nuevo cargo, contrae
inmediatamente una serie de empréstitos en libras esterlinas, reparte el
dinero entre sus allegados y termina dando como garantía, todas las tierras del
país.
Casi simultáneamente con esto, declara a San Martín, de regreso del
Perú, “persona no grata” y le
prohibe el ingreso en Buenos Aires. Como postre, declara a Buenos Aires Capital
del Estado y
proclama una constitución nacional,
unitaria por supuesto. La "constitución" suprime el voto popular y
sólo autoriza a votar a los propietarios, o sea, a un 5% de la población. Como no
podía ser de otra forma, al unísono, los caudillos del interior movilizan sus
"montoneras".
De más
está decir que el Imperio del Brasil, aprovecha esta excelente oportunidad que
le brinda la ceguera de Rivadavia, para proclamar la anexión de la Banda
Oriental como Provincia Cisplatina. Automáticamente, declara la guerra a las Provincias
Unidas. Diciembre 10 de 1826. Por
supuesto que esta guerra, se llevó a cabo en el mayor de los desórdenes. No sólo de
nuestro lado sino, en el de ellos también. El conductor de los 33
Orientales, general Lavalleja,
enarbola la bandera azul y blanca y se une a las tropas argentinas. Unidos y
bajo el mando de Alvear, dan la batalla de Ituzaingó en febrero del 27, donde argentinos
y orientales derrotan categóricamente al Imperio Brasileño. Casi
simultáneamente el almirante Brown, derrota en el mar a las fuerzas enemigas
en la batalla del Juncal.
Pero
cuando teníamos el triunfo en la mano, Rivadavia prefiere restar refuerzos y
armamentos a las tropas nacionales, para reforzar el "ejército
presidencial" que en ese momento se encuentra operando en el norte contra
los caudillos y sus montoneras, que resistían
su "autoridad nacional". Felizmente, no tiene éxito. El general
Quiroga destroza en las batallas
del Tala y Rincón al
"ejército presidencial.
Bueno, es
entonces que los unitarios no encuentran nada mejor que dar a conocer
su famosa "Constitución", dictada por un grupo de doctores
porteños. En plena guerra con el Brasil y
levantamiento armado de los caudillos
del interior. Como era lógico, fue el caos
total. Y con ello, el fracaso de la ofensiva victoriosa en la
guerra contra el Brasil. Pero aunque parezca increíble, allí recurre Rivadavia
precisamente, al Brasil. Pide la paz “a cualquier precio”, para poder retirar las tropas del Uruguay y
así estar en condiciones de
utilizarlas
contra las provincias argentinas, en una "guerra
de represión".
Contrastando
con esta sucia actitud, el general Bustos, caudillo
de Córdoba, convoca a una Liga de
Gobernadores de las provincias para
que, de común
acuerdo se proceda a:
1 ) Desechar la Constitución.
2) Auxiliarse
mutuamente
contra el Presidente.
3) Continuar
la guerra contra Brasil, con las tropas
provinciales.
4) Enviar
al Ejército Federal a ese efecto y expulsar a Rivadavia.
En eso se
estaba cuando regresa el delegado presidencial al Brasil
con las condiciones de paz del Imperio. En concreto: se exige la rendición argentina.
Bueno, el escándalo es tremendo. Rivadavia es
obligado, por su propia gente a renunciar. Aparentemente, con esto, ha
terminado la tragicomedia conocida como "Primera Presidencia
Argentina" en los textos escolares. Al caducar el poder presidencial, es
elegido Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, el coronel Manuel Dorrego, jefe de los federales. Inmediatamente
dispone que se reanude la guerra contra Brasil. Aunque de
momento, las acciones están detenidas por los problemas internos de ambos
beligerantes. Ya que el Brasil también tiene los suyos.
Es en esos momentos, que entra Inglaterra en el
asunto, para ver que "pesca". Anuncia al resto de Europa, que esta
región de América, le interesa principalmente.
Para comenzar, el representante inglés presiona y amenaza a ambas partes y
consigue nuevas negociaciones de paz. Claro, nadie está en condiciones de
enfrentar un eventual disgusto con Inglaterra y se termina con una paz
"de empate": la Banda Oriental, o República del Uruguay, no será para
nadie. Será independiente. Bajo garantía y "protección"de Inglaterra,
por supuesto.
Hecha la paz, regresa el Ejército Nacional a Buenos
Aires, en medio de un clima de decepción y disgusto. El gobernador Dorrego, no puede creer en una revolución, pese a la advertencia de todos
los federales que así lo sospechan. Todo el mundo sabe que han sido los
"rivadavianos" los causantes y responsables del fracaso, no él. No
obstante, revolución se produce. Las tropas ocupan la Casa de Gobierno y disuelven
la Asamblea Legislativa. Dorrego, se retira a la campaña de la provincia, en
busca de apoyo. El 6 de diciembre de
1827, se reúne con Rosas en la Guardia del Monte y
convienen en separarse para reunir fuerzas. Rosas irá al sur a convocar a sus
"colorados", mientras que Dorrego irá a Santa Fe en busca del apoyo
del poderoso jefe de los federales del litoral, el general Estanislao López. En el camino, el general Lavalle, jefe de la revolución unitaria, lo toma
prisionero. Inmediatamente, lo manda fusilar.
Este
crimen horrendo, es el más atroz e injusto que se haya cometido en toda la
historia de la Patria. No
tiene justificación alguna, fusilar al gobernador legal de un Estado que ha
sido elegido libremente por sus conciudadanos. Y si ese hombre es nada menos
que un soldado de la independencia, oficial de San Marín, y de
Belgrano, héroe en el campo de batalla. No solamente es un crimen atroz contra un hombre, lo es contra todo un
país y contra toda la civilización. De allí en adelante, se inician las guerras civiles en nuestra Patria.
Detrás de Dorrego son asesinados por las tropas de Lavalle, alrededor de 1.000 personas
más, sospechosas de simpatizar con los federales, incluidos niños de 7 años. Un
bárbaro. En medio de esta espantosa carnicería, llega el 6 de febrero de 1828,
al puerto de Buenos Aires, en busca de reposo, el General San Martín.
Se había embarcado de regreso a su Patria,
lleno de esperanza al enterarse de la caída de su viejo enemigo Rivadavia y
venía dispuesto a ofrecer sus servicios a su país. Viendo el estado de cosas
imperante y de quienes gobernaban, decide no desembarcar y regresar a Europa.
En el interior, el general Quiroga declara la
guerra al "gobernador intruso de Buenos Aires", mientras Rosas se une
a las fuerzas de López con sus Colorados del Monte. Juntos marchan sobre Buenos
Aires.
Previamente, una "convención
nacional" de todas las provincias, ha declarado la
"guerra a los decembristas y anárquicos", sediciosa y atentativa
contra "la libertad y el honor de la Nación", a la sublevación militar
encabezada por el general Lavalle. Además, califica como crimen de alta
traición a la Patria el fusilamiento de Dorrego.
El general
Estanislao López es designado General
en Jefe de todas las fuerzas nacionales y el Coronel Juan Manuel de Rosas
"segundo en el mando".
Sorprenden a Lavalle y sus veteranos de la guerra con Brasil en el Puente de Márquez y los derrotan completamente. Inmediatamente
de enterados del desastre, se fugan a Montevideo 600 civiles unitarios
comprometidos con la revolución, abandonando a los militares a su suerte.
Después de la batalla, López marcha con sus
fuerzas sobre Córdoba, amenazada por el unitario
general Paz, y queda en las "puertas"
de Buenos Aires, Rosas y sus "colorados". Ha pedido la
rendición de los revolucionarios. Se firma el "Pacto de Cañuelas" por el que se llama a elecciones y
los unitarios abandonan el poder usurpado por el general Lavalle. Este, no
quiere cumplir con su parte y recibe un ultimátum de Rosas. Finalmente, Lavalle
cede y es designado Gobernador el general Viamonte,
con "facultades extraordinarias". Rosas recibe el nombramiento de
Comandante General de la Campaña.
En el interior, Paz derrota al general Bustos
y le arrebata el gobierno de Córdoba. Este, consigue escapar y marcha en busca del apoyo
de Quiroga, que sin dudarlo marcha en su
auxilio. A los dos
reunidos, los derrota Paz en las batallas de La Tablada y Oncativo. Los fusilamientos y "degolladas" que siguen
a estos
"triunfos", hicieron época en la historia de la docta. Una
carnicería!
En Buenos Aires, mientras tanto, ha sido restablecida
la Legislatura que disolviera Lavalle. Esta elige Gobernador a Rosas y le da el
rango de general. Recibe, además, el título
de Restaurador de las Leyes.
Oficia a los pocos días, unos funerales solemnes al coronel Dorrego. Se ha
invertido la situación. En el interior domina el unitario Paz, mientras en Buenos Aires,
lo hace el federal Rosas.
Los caudillos principales, del tipo de Ramírez,
Quiroga, López o Rosas, tienen una formación espiritual y moral muy similar
entre ellos, en cierta forma. Todos ellos son hombres que trabajan en el campo
y por tal motivo, se ven en la obligación de llevar, paralelamente, una carrera
militar. Luchan, tanto contra las incursiones del indio, como contra sus
enemigos de las ciudades. Los
"doctores", que tratan desde sus despachos
de constituirse en sus dirigentes.
Estos
caudillos son capitanes natos. Por sus costumbres y por el trato y contacto
diario con las gentes comunes: peones, gauchos, etc. Tienen una idea del orden
muy similar al que impera en una "formación de lucha" de la campaña
en ese entonces. Todos pertenecen a las "milicias provinciales" y se
han ganado su rol demostrando en los hechos que son los mejores. Su autoridad
proviene directamente de sus subordinados.
Paz,
que se ha unido a Lamadrid en sus correrías,
por el interior, invade todas las provincias limítrofes de Córdoba, y les
impone por la
fuerza, gobiernos unitarios que le son adictos. En La Rioja, Lamadrid mete en la cárcel, con una
cadena al cuello, a la anciana madre del general Quiroga. Previamente ha sido
maltratada hasta decir dónde tenía su dinero escondido.
Bueno,
en ese ambiente, se forma la Liga Unitaria
y se le da el mando con "facultades extraordinarias" al general Paz. Acto seguido se alia con el Mariscal Santa Cruz, dictador de Bolivia, para
organizar unidos la invasión al litoral argentino. Una vergüenza. Lavalle desde
el Uruguay, trata de apoyarlo consiguiendo la ayuda del Brasil para una invasión
a su propio país. Otra.
Los federales
se unen en un Pacto Federal
y Rosas reabastece al general Quiroga con hombres y armas, para que marche al
interior, buscando el apoyo de las provincias andinas, que le son
incondicionales. Mientras tanto, entran por el sur de Santa Fe, fuerzas
conjuntas de los "colorados", unidos a tropas del general López. Este
recibe la designación de General en Jefe de los Ejércitos Federales.
Con una columna se recupera Santiago del Estero y se repone al gobernador general Ibarra. Mientras tanto, Quiroga
cosecha una cadena de éxitos en las provincias cuyanas. Cae sobre Río Cuarto y la ocupa. Marcha sobre Córdoba. La columna federal
"del litoral" le pide que los espere pero no es posible en ese momento pararlo. Está
furioso y decidido a encontrarse con Paz y Lamadrid "a muerte".
El
veterano granadero de San Martín, el general Pacheco,
manda la "columna federal" que entra por el sur de Córdoba. Pero no
consigue reunirse con Quiroga. Este avanza a marchas forzadas
sobre Paz y Lamadrid. Paz está rodeado y decide salir primero al encuentro de López. Lo
prefiere a encontrarse con Quiroga. Estudiando el campo de batalla, cae prisionero
de una "partida" federal. Por este hecho fortuito, el general
Lamadrid queda al mando del ejército unitario. Ordena retirarse hacia el norte
en busca del apoyo de Bolivia. Quiroga le "pisa los talones". López
al ver que se le "escapa el chivo del lazo", pone todo en manos de
Quiroga, que, para ese entonces, ha marchado "como un rayo" a
Tucumán, decidido a interceptar a su viejo enemigo. Finalmente se encuentran y
Quiroga carga ciegamente en la primera fila de su caballería con el sable en la
mano, buscando a Lamadrid. En la batalla de La
Ciudadela queda deshecho el ejército unitario. Quiroga lo ha “borrado
del mapa”.
Bueno,
los cabecillas huyen rumbo al norte y desde Salta piden la incorporación de
esas provincias a Bolivia. Un muy lindo final. Pero Santa Cruz, en esos
momentos, ha invadido el Perú y no está para ocuparse de ellos. Se limita a
recibirlos a todos como asilados, en el país del altiplano.
Muy
bien; Quiroga, López y Rosas, con sus aliados los caudillos provinciales,
dominan el panorama nacional a lo ancho y a lo largo. Rosas aprovecha para
iniciar su Campaña del Desierto,
contra el malón de los indios. Quiroga lo acompaña desde las provincias
cuyanas y consiguen un éxito completo. Las columnas federales llegan hasta el
Rio Colorado y recorren territorios que hasta entonces permanecían
inexplorados. La bandera azul y blanca tremola por primera voz en la Patagonia argentina. La
paz reina en nuestra tierra, y la prosperidad llega a los hogares más modestos. Todo el
"gauchaje" es federal, el
País es federal.
LA
TRAICION
Al regreso de los expedicionarios, luego de
algunos choques de tipo político entre los federales por el poder, termina por
imponer el orden nuevamente Rosas, que debe hacerse cargo del gobierno. La
"pueblada" que provoca este hecho, es un antecedente directo, de
otras que en la historia se repetirán. Su
inicio, es una espontánea "huelga general", a la que sigue un cierre
de todo el comercio suburbano, y una marcha sobre la casa de gobierno. Unos
días antes, estando Rosas todavía en el campo, llega la noticia del asesinato
del general Quiroga, en Córdoba. Furioso, Rosas jura vengarlo y es por ese
motivo, que marcha sobre Buenos Aires y toma el poder. Apenas lo
hace, ordena una investigación exhaustiva del hecho cordobés y clarificado el mismo,
el juicio de los culpables. El Gobernador de Córdoba, Reynafé, confeso,
y convicto, y sus hermanos, son ahorcados y fusilados por orden de Rosas, en la
plaza de la Victoria, públicamente.
Bueno, en
Montevideo, los unitarios, forman la Logia de los Caballeros
Liberales, presidida por Rivadavia. Inmediatamente se ponen en contacto con el
Brasil, Chile y Bolivia para luchar contra los federales. A esta última se le
propone quedarse con Jujuy, Salta, Tucumán y Catamarca. A Chile, las
provincias cuyanas y la patagonia. A Brasil el Uruguay. Todo esto a cambio de
algún dinero y tropas para invadir la Argentina. Otra vez, lo de siempre, la
"rifa" del País. Pero la cosa les sale mal, en parte.
Chile se
alía a la Argentina y juntos atacan a Santa Cruz, presidente de Bolivia. Los
"exiliados" unitarios, por supuesto, apoyan a este último contra su
patria. Es designado comandante el jefe de los ejércitos argentinos de la
frontera Norte el general Alejandro Heredia,
gobernador de Tucumán, ex oficial de Belgrano y San Martín.
Claro, la
declaración formal de guerra recién fue
enviada a Bolivia en 1837, en un Memorial. Las tropas de Bolivia entraron en
territorio argentino, pero cayeron derrotadas en Santa
Bárbara, por el ejército federal. Los chilenos en cambio fueron derrotados en Paucarpata. Pero un
nuevo triunfo del General Heredia en Rincón
de las Casillas, levantó la moral y alejó el peligro sobre nuestras fronteras.
Contraatacó Chile, y los argentinos se mantuvieron a la expectativa. Así
quedaron las cosas por un tiempo.
Para esa
misma época, se declara el bloqueo del puerto de Buenos Aires, por
parte de la escuadra de Francia. El motivo aparente de la diferencia, era la incorporación
de ciudadanos franceses a los ejércitos.
Además de una exigencia de la libre navegación de los ríos interiores del país
para el comercio francés.
Los unitarios del norte, dirigidos por la mano oculta de Marco
Avellaneda, aprovecharon la situación para tender una emboscada y asesinar al General Heredia,
jefe de los ejércitos argentinos en plena
guerra con Bolivia. Huelga hacer comentarios sobre esta actitud. Acto seguido,
entraron en contacto con el ejército boliviano. Sobre esta sí. Es simplemente
traición a la patria. Por fortuna, a esa altura de las cosas, el Brasil no podía moverse. Se debatía en el mayor caos
de una guerra civil conocida en la
historia como Guerra de los Farrapos.
Pero nosotros
también teníamos nuestro “bonito baile”. Así que ninguno pudo aprovechar el
momento de debilidad del otro. Por ese entonces, Rosas
nombra al general Alvear
como Embajador argentino ante el gobierno de los Estados Unidos. Bueno, para
agregar una leña más al fuego, el general Lavalle invade la provincia de Entre
Ríos al frente de una expedición
compuesta, en su mayor parte por mercenarios extranjeros y que se autodenomina
como "cruzada libertadora". El general Soler,
segundo de San Martín en el cruce de los Andes, abandona su exilio en Montevideo,
al ver tanta inmundicia y se presenta en Buenos Aires, para ponerse a las
órdenes del Gobierno de su patria.
Otra
muy distinta, es la actitud de Lavalle. Para llevar a cabo su
"invasión", embarca sus tropas en la Escuadra de Guerra de Francia. Claro, aprovechando el bloqueo que esa misma escuadra
impone a su patria. Además de la obligada bandera de Francia, los invasores
enarbolan otra, realmente muy curiosa. No es la bandera
argentina, pero es bastante parecida. ¿Qué ha pasado? Es que han
reemplazado
el tradicional color azul, por el celeste de la divisa unitaria. Esto no es el
producto de una improvisación. Es un proyecto bien claro de diferenciar
banderas de las tropas. Dos ideales distintos, dos banderas distintas. Lo
importante es diferenciarla de la bandera de Belgrano, la de las tropas
argentinas que luchan en Bolivia, o la del Almirante Brown en su escuadra, que lucha
en el Riachuelo. Bueno, para eso se inventa esta falsificación de nuestro
símbolo, a la que bautizan como "bandera de mayo".
En
esto se estaba, cuando, desde Grand Bourg,
Francia, llega una condenación tremenda para los traidores. El
general San Martín, escribe a Rosas para ponerse a sus órdenes y luchar a su lado en
esta guerra "en el puesto que se me destine".
Diferentes
hombres, diferentes actitudes. Rosas le contesta emocionado, agradeciéndose su
ofrecimiento y diciéndole que si la oportunidad fuese necesaria, lo llamaría. "Al
paso que me sería muy grato que ud. se restituyera a su Patria".
En esos
días el gobierno ha puesto Consejo de Guerra
a los
responsables del asesinato del General Heredia, viejo compañero del Libertador. Funciona
en Metán. Los acusados confiesan su crimen
e incriminan
con la mayor responsabilidad a Avellaneda. Este es condenado a muerte y su cabeza es expuesta en la plaza de Tucumán. Los unitarios
lo bautizan “el mártir de Metán”. Bueno,
afortunadamente, por ese tiempo, las tropas de Chile han entrado en territorio
boliviano y
han deshecho el ejército del Mariscal Santa Cruz en la batalla de Yungay. Con esto desaparece totalmente todo peligro
en el norte.
Claro,
que eso no basta para que no sigan las conspiraciones e intrigas de los unitarios
en el interior o en el extranjero. Ya sea con los bolivianos como con el
Brasil o Francia y su escuadra. A todos les
prometen ventajas. A unos comerciales,
a otros territoriales, a todos protectorados. ¿A Inglaterra? Bueno, a Inglaterra "lo qué pida". Consiguen
sublevar a la provincia de Corrientes. Por supuesto que se les ha prometido que
todo el país los seguiría. Cosa que no ocurre ni remotamente. Los generales, Echagüe y Urquiza, acaban con la
sublevación en pocos días, y se dirigen a enfrentar a Lavalle y su pintoresca
"invasión libertadora". Al tiempo que el general Juan Pablo López
que ha reemplazado a su hermano tras su fallecimiento, en el gobierno de Santa
Fe, los apoya desde el sur.
Bueno, mucha atención, porque es entonces que
se agrega a la lucha un personaje, realmente pintoresco, el general Rivera. Oriental. Ya vamos a verlo accionar. Todas las mañas, vicios y trampas de que
pueda hechar mano un ser humano, están a disposición de este personaje. Ha terminado
por aceptar "pelear" del lado de los franceses, luego de
recibir dinero de todos los bancos y esto lo ha hecha exclusivamente, porque le
conviene en ese momento. Pronto los abandonará y volverá a organizar un
"remate privado", para decidir
su "postura" política y militar. Con victorias y derrotas por ambas partes,
prosiguen las acciones. Matizadas permanentemente, con nuevos pedidos de dinero
a los franceses y brasileños por parte de Rivera.
Se "pronuncian" en el sur de Buenos
Aires, un grupo de estancieros encabezados por un señor Castelli, titulándose a sí mismos como “los libres del
sur”. Son rápidamente eliminados por las milicias gauchas que conduce el coronel Prudencio Rosas, hermano del
Restaurador. Una "revolución"
similar estalla en el norte de Santa Fe, encabezada por un señor Vera, y tiene la misma suerte. Esta vez el encargado de
limpiarla es el gobernador López.
Bueno, finalmente Rivera, con una fuerte
caballada y un importante refuerzo de dinero, invade Entre Ríos. Lavalle se
envalentona y ataca a Echagüe. Es rechazado y se apoya en Rivera. Ambos
resuelven de común acuerdo pedir más dinero a los franceses. Esto se vuelve monótono. Mientras tanto acampan a 20 cuadras del Ejército Federal,
que está a su merced y no se explica porque no lo "aplastan". Lo que pasa,
es que están esperando ambos “libertadores” la llegada de los "pesos
fuertes" prometidos por Francia.
El General Paz puesto en libertad bajo palabra de honor por
Rosas, se olvida rápidamente de su palabra y se incorpora al mando de las
fuerzas sublevadas de Corrientes. Finalmente,
ataca nuevamente Lavalle, Rivera no. No está conforme con su parte del dinero recibido. Queda a
la expectativa.
Echague, que cuenta entre sus oficiales con Lavalleja, Urquiza
y Oribe, uno de los "33 orientales", rechaza a Lavalle en derrota, en el encuentro de Sauce
Grande. Allí, cuando todo parece
perdido, se encuentra una "solución" realmente increíble. El ejército "libertador" de Lavalle,
es embarcado íntegro en la Escuadra Francesa y depositado en San Pedro,
provincia de Buenos Aires. Desde allí, avanza sobre el puerto que ha quedado
desguarnecido. Los dos ejércitos federales que tenía en el camino, fueros
"salteados" con esta ayuda de Francia. "Entraremos en Buenos
Aires sin pelear" anuncia eufórico Lavalle.
Un
ejército federal al mando de Pacheco, regresa precipitadamente a Buenos Aires,
tratando de defenderla. El general Rivera, en el Uruguay, observa atentamente
antes de tomar partido. Pero, el avance de los "libertadores" se hace
lento. Todas las poblaciones por donde van pasando, los rechazan. El paisanaje,
le lleva una suerte de guerra de guerrillas que los debilita.
Entre
tanto, el general Lamadrid,
que ha jurado lealtad a Rosas, "asqueado de las maniobra unitarias"
según dice, y éste le ha dado mando en el norte, llega a Tucumán para hacer
cargo del Parque, que ha quedado allí desde fin de la guerra y el asesinato del
general Heredia. Al día siguiente de su llegada se subleva, este hombre no es
leal a nada ni a nadie. Inmediatamente avanza sobre Córdoba y destaca columnas
para tomar las provincias andinas.
Lavalle llega a Navarro. Lugar donde fusiló a Dorrego
12 años antes. Se niega a acampar allí lleno de horribles presagios y sigue su
marcha hasta Merlo. Está en la puerta de Buenos Aires. El sueño de 12 años de
exilio. Lo ha "vendido" todo por ese momento, su vida, su carrera, su
honor, su patria y hasta su bandera. Pero ya Pacheco ha reunido fuerzas que
Rosas ha logrado dificultosamente reclutar a
último momento y que son en su mayoría paisanos adictos de la campaña. Además,
todo ha sido demasiado difícil, para la "invasión". La hostilidad
popular, el ejército reclutado en poquísimos días, pero con una fe tremenda a
su frente y las fuerzas de López y Echagüe a su espalda, lo convencen. No
presenta batalla y ordena la retirada hacia el norte. Tiene la esperanza de
reunirse con Lamadrid. La decepción de los exiliados unitarios de Montevideo es tremenda. Cuando se lo creía en casa
de gobierno, llegan noticias que lo dan pasando por el sur de Santa Fe, a
marchas forzadas. Claro, como ya es tradición unitaria, avanza matando y
saqueando. Es un camino señalado por el horror. Al entrar a la capital de la
provincia santafesina, desata una ola de saqueos y fusilamientos. Acto seguido, oficia a la escuadra de Francia
pidiendo refuerzos. En hombres y "en metálico".
A todo esto Rivera se ha quedado "como en
misa". Espera. Pero Francia ha cambiado de táctica y se ha cansado de los
generales criollos. Abandona a Lavalle y firma con Rosas un tratado de paz por
su cuenta.
El general Rivera se decide y ofrece apresuradamente
su espada a los brasileros, esta vez. Las fuerzas de Lavalle son deshechas en
la batalla de Quebracho Errao. Comienzan una penosa y larga retirada hacia
Bolivia. Lo alcanzan mensajeros franceses ofreciéndole el grado y la pensión
correspondiente, como Mariscal de Francia, conjuntamente con el exilio allí. Esto
es ya tan vergonzoso, que no puede aceptarlo. Rivera, sin duda, hubiera
aceptado. Por lo menos la pensión. La escuadra francesa levanta el bloqueo y se
retira. En Montevideo, cunde el desánimo y el disgusto.
El ejército de Lamadrid, en el norte, cae derrotado
por Pacheco en la batalla de San Cala.
Huye a Catamarca donde es derrotado nuevamente en Sanogasta. La fuga hacia la frontera de Bolivia ya es general. A su
paso, matan, saquean, etc. Todo es válido, lo único importante es huir. Huir y
salvarse.
Reciben, Lamadrid y Lavalle dos derrotas más en
Rodeo del Medio y Famaillá,
respectivamente. Lamadrid consigue cruzar a Chile. Lavalle llega a Jujuy. Allí
muere, accidentalmente, en un episodio muy confuso en el que tienen mucho que
ver el vino y las mujeres. No la guerra ni la política.
Bueno, ahora sí, libre de problemas en el norte,
el gobierno argentino pone sus ojos en el problema del litoral. Rosas convoca a
sus generales para encarar un plan realmente de una dimensión histórica. El
objetivo: primero Corrientes y el Uruguay. Después Brasil.
Intervienen Inglaterra y Francia para proponer un "arreglo" en el
cual ellas actuarían como "mediadoras", para tratar de mantener las
cosas "en su lugar". Rosas agradece sus "buenos oficios",
pero los rechaza.
A todo esto, el general Echagüe permanece en
Entre Ríos "tapando" la posibilidad de entrada por allí al general Paz y sus correntinos. Y al
"impredecible" Rivera. Rosas reconstruye la Escuadra Nacional y restablece en su mando al almirante Brown. Con ella, bloquea Montevideo. La nave insignia es
bautizada "General San Martín".
El general Echagüe avanza sobre Corrientes pero
es derrotado por el general Paz en Caaguazú.
Rosas llama urgentemente a Oribe y a Pacheco para que bajen del norte a donde
han llegado corriendo a Lavalle y Lamadrid. Urquiza es nombrado Gobernador de Entre Ríos, con la aprobación de
Rosas. Recibe además el mando del Ejército
del Litoral.
López, el joven, de Santa Fe, se pronuncia
contra el gobierno nacional y se une al general Paz. Urquiza se retira a Buenos
Aires, en busca de auxilio y refuerzos. Paz no puede perseguirlo, el almirante
Brown controla los ríos. Así pasa un año sin que nadie se mueva. Rivera a todo esto, permanece como petrificado en sus cuarteles. Espera
dinero del Brasil.
Con los refuerzos de Rosas y la
incorporación de las fuerzas de Oribe, que finalmente ha llegado, Urquiza vuelve
a cruzar el Paraná. Rivera, que desconoce completamente el incremento de las
fuerzas federales, y acaba de recibir una fuerte suma de dinero, esta vez del
Brasil vía Montevideo, decide atacarlo en pleno territorio de Entre Ríos. Batalla de Arroyo Grande. Allí, cuenta la historia, lo perdió todo,
"hasta el honor".
Realmente, no sé cuando lo tuvo. Huyó abandonando a su ejército, toda la caballada
y el parque. Además de su uniforme y hasta su sable.
Paz fue separado del mando del ejército
correntino, por disidencias internas. El desbande de las tropas unitarias que
quedaban fue total. Oribe marchó
con un ejército sobre Montevideo, mientras que Urquiza avanzó sobre Corrientes. Se estableció el sitio de
Montevideo, donde resistían los unitarios. Por tierra, las tropas federales
quedaban al mando de Oribe y por mar al mando de Brown.
Los "exiliados" unitarios envían una "misión" a Londres con
el objeto de solicitar el "protectorado" de Inglaterra sobre estas tierras, a cambio del envío
de una escuadra inglesa que "colabore" en derribar al gobierno
argentino. La misión está encabezada por Florencio Varela y viaja bajo la protección del Brasil, de quién recibe dinero. Este
último país, procede a reconocer la independencia del Paraguay.
Urquiza, que ha cruzado el río Uruguay persigue
y derrota los restos del ejército de Rivera en India Muerta. Mientras Echagüe deshace a López chico
en Paso
del Salado. Ambos
derrotados se trasladan al Brasil. El Imperio, ha conseguido salir de 9 años de
guerra civil, y está dispuesto a retomar el hilo de su viejo sueño, la provincia Cisplatina. Es en este momento, precisamente, que
Francia e Inglaterra en forma conjunta, deciden intervenir en el Río de la Plata. Enterados en Río
de Janeiro, el Marqués
de Abrantes es enviado apresuradamente a París por el Brasil, para negociar un arreglo en
el que pueda también "intervenir" el Imperio. El "aporte" brasileño
será en dinero. Mucho dinero. ¡Qué oportunidad
perdida para Rivera! ¡Si hubiera esperado
un poco más! Pero otros la aprovecharán. El oriental, ha dejado un discípulo en la Argentina. Un discípulo
realmente, muy aventajado. Superior a su maestro. Ya veremos.
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"40 años cruciales de historia según Perón parte 2" (San Martín, Rosas y el traidor Urquiza)
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