LA PRINCIPAL CONTRIBUCION. En su libro, Edwards comenta que el hecho de que en Chile rigiera una dictadura en ese momento facilitó su trabajo, ya que consiguió rápidamente documentos de identidad falsos. Además, manejaba como si fueran propias las oficinas centrales de la Fuerza Aérea chilena y desde allí coordinó el uso de un radar de largo alcance en Punta Arenas, que permitía ver los movimientos aéreos en Ushuaia, Río Gallegos, Río Grande y Comodoro Rivadavia. también desde allí coordinó, junto con Londres, la llegada a Santiago de un equipo del Servicio Aéreo Especial británico (SAS) con un sistema satelital de comunicaciones seguro. Para el piloto, ese radar fue la principal contribución a la misión británica. "Lo más importante fueron los avisos tempranos de ataques aéreos", dice el ex piloto. "Sin éstos, cuando tenés una fuerza de mar sólo con una pequeña defensa aérea, como teníamos, habríamos tenido que montar patrullas aéreas de combate carísimas y aviones volando constantemente, listos para interceptar intrusos", argumenta. Además, Matthei dejó a su disponibilidad la pista de aterrizaje ubicada en la isla San Félix, a 892 kilómetros de la costa chilena -el gobierno no quería exponer los aeropuertos continentales-, para misiones Nimrod, que permitían volar a aviones británicos pintados con los colores chilenos a gran altura cerca de la frontera con la Argentina y obtener información de lo que pasaba en el país.
SIN CONTACTO CON PINOCHET. Edwards remarca que nunca habló con Pinochet durante la misión y que se trató de un "hecho deliberado". "Él [Pinochet] quería tener una especie de cláusula de escape, para poder negar que tuviera conocimiento de mí. Me parece que lo que quería hacer era que si cualquier cosa salía mal, él podría decir: «Fue Matthei, yo no sabía lo que él estaba haciendo»", explica el piloto.
saber que se te viene el mar.
Te juro que aunque te tape el agua,
nunca te vamos a ayudar.
vigilante y boton,
nos vendiste en la guerra por cagon!
ojala te tape el mar,
que te ayuden los ingleses a nadar!!!
que estes tapado por el mar,
te juro que aunque pasen los años,
nunca nos vamos a olvidar.
y que vos sos un traidor,
te entregaste a los ingleses por cagon...
El Belgrano ya se hundio, porque vos sos un boton,
vende patria la puta que te parió!!!
El atroz encanto de ser argentino
Diario La Tercera de Chile. Que los argentinos tengan figuras tan destacadas (ahora el Papa Francisco) se debe a que tienen un encanto que seduce, entusiasma y logra grandes individualidades. Por Andrés Benítez - 16/03/2013.
> Que el nuevo Papa sea el primer americano ha impresionado a todo el mundo. A los chilenos, sin embargo, nos llega con más fuerza un solo dato: que es argentino. Para muchos, no se trata de algo grato, porque miramos con mucho recelo a nuestros vecinos. Salvo unos pocos, como un amigo que me dice, “por fin ha quedado claro que son mejores que nosotros”. Bueno, no sé si es así, pero nos guste o no, la verdad es que ellos generan un encanto, algo que nos cuesta entender, en parte porque los vemos como rivales. Pero al final, aunque nunca lo confesemos, también nos gustaría encantar así. Y no sabemos cómo hacerlo.
> ¿Qué tienen los argentinos? Bueno, aquí tenemos claro lo que no tienen. Nos gusta decir que es un país que se farreó su situación económica. Recordar que eran uno de los 10 más ricos del mundo y que hoy está en la ruina. Y si bien ello es cierto, también lo es que siguen siendo una nación muy rica en individualidades. Personas que, en distintos ámbitos, son destacadas a nivel internacional. El Papa Francisco es un ejemplo más.
>Tener individuos destacados es tan importante como tener una sociedad organizada. Es cierto, sin sus compañeros, Messi, probablemente, no sería el mejor jugador de fútbol del mundo. Pero él no es uno más; es el alma, el motor del Barcelona. El que genera la pasión de los hinchas por el equipo y por ello su presencia es fundamental. Porque en el fútbol, como en toda actividad, no basta ganar; también hay que encantar.
>Las figuras argentinas no nacen solas, la sociedad las potencia, las adora, llevándolas a estados superiores. Y las defienden cuando caen en desgracia, como a Maradona. Para ellos, todos son los mejores del mundo, cosa que a los chilenos nos revienta, porque nosotros somos exactamente lo contrario: somos chaqueteros. Y si son ganadores, los tiramos para abajo. Como a Pablo Neruda, por ejemplo, que lo ninguneamos. Porque era comunista, dicen algunos. Porque era creído, otros. Y pocos, muy pocos, lo leen. Al final del día, a Neruda le hubiera convenido ser argentino, porque sería un dios, un grande, el mejor.
>Algunos dicen que esto tiene que ver con nuestra baja autoestima, que no nos creemos el cuento. Que nos carga ver el éxito ajeno y por eso castigamos al que lo alcanza. ¿A quién le ha ganado? ¿De dónde salió este? ¿Qué se cree? Claro, uno podría decir que los argentinos tienen demasiada autoestima. Pero les resulta, ellos sí se la creen y generan héroes. Y por eso generan personas que llaman la atención en todo el mundo, mientras los chilenos no encantamos a casi nadie. Ni siquiera a nosotros mismos.
>Todo este encanto seduce, entusiasma y logra grandes individualidades. Pero también es atroz cuando la sociedad no funciona. Pero la mezcla contraria también es mala. Es cierto, tener una economía ordenada sirve para pagar las cuentas, lo que no es menor. Pero vivir para eso no conmueve a nadie. Porque al final del día, la estabilidad sólo genera el piso sobre el cual podemos construir. Llegar al techo, al límite, requiere de personas notables, distintas, que corren riesgos inesperados, que se creen el cuento. Y esos tipos no sólo mueven las cosas, sino que también generan entusiasmo necesario para que todos avancen. Apostar a ellos es fundamental.
BONUS TRACK I
Argentina le debe mucho a su rotundo
“NO”, aunque los políticos locales no lo hayan notado. InfoBAE 08/09/22. Por Claudia Peiró.
El domingo 4 de septiembre los chilenos se pronunciaron de modo contundente, inapelable -62 % de los votos-, en rechazo al proyecto de Constitución pergeñado por una asamblea dominada por ultraminorías que, lejos de buscar consensos, radicalizaron sus propuestas facciosas. De nada sirvieron las promesas de último momento del presidente, Gabriel Boric, de que reformaría los aspectos más discordantes del proyecto, si éste era aprobado.
El de los chilenos fue un reflejo defensivo, una reacción de supervivencia, una reafirmación de unidad, frente al espíritu divisivo y peligrosamente fragmentario del texto constitucional sometido a referéndum. Los argentinos le vamos a deber mucho a este rechazo: bien podríamos haber sido las siguientes víctimas de estos riesgosos experimentos que ya están en germen en nuestro país, donde encuentran terreno fértil en la ignorancia o defección de muchos políticos.
El artículo 1°, quizás el más
conflictivo del proyecto constitucional, declaraba a Chile un Estado “plurinacional”.
El artículo 2° ampliaba: “La soberanía reside en el pueblo de Chile, conformado
por diversas naciones”. Y, más adelante, art. 5°, punto 1: “Chile reconoce
la coexistencia de diversos pueblos y naciones en el marco de la
unidad del Estado”, y punto 2: “Son pueblos y naciones indígenas preexistentes los Mapuche,
Aymara, Rapanui, Lickanantay, Quechua, Colla, Diaguita, Chango, Kawésqar, Yagán,
Selk’nam y otros que puedan ser reconocidos en la forma que establezca la
ley.”
La “plurinacionalidad” es ni más ni menos que la consagración institucional del indigenismo que, como queda claro ahora, siempre tuvo por objetivo la fragmentación bajo cubierta de reivindicación de derechos. La plurinacionalidad es la negación del mestizaje, signo constitutivo de las naciones hispanoamericanas. Es decir, la plurinacionalidad es la negación de nuestra historia y, para decirlo en la jerga moderna que cultivan los promotores de estas modas, la deconstrucción de nuestras naciones mediante la deslegitimación de sus bases fundantes.
Consultado por el periódico El
extremo sur, de Chubut, acerca de qué significaba “plurinacional”, un
periodista mapuche respondió: “Se entiende como lo opuesto al Estado-nación,
aquella ficción de las élites chilenas del siglo XIX que artificialmente homologó
el Estado con una nación única, la chilena, de características monoculturales y
monolingües”. Según él, “esa no es la realidad de Chile, un territorio habitado
por al menos una docena de primeras naciones preexistentes al Estado
desde hace siglos”.
Ajena a estas cuestiones estratégicas,
inmediatista siempre, la política argentina ha dicho poco y nada al respecto.
El Gobierno quedó catatónico porque su lectura se limita a que “perdió” uno de
sus aliados (Boric); un poroteo cortoplacista, sin conciencia de los intereses
permanentes de la Argentina, que están muy bien servidos por este rechazo
categórico a darle legitimidad a grupos que cuestionan la soberanía chilena
sobre todo su territorio, como también pretenden hacerlo en la Patagonia
argentina.
Esta vez la nota la dio el presidente de
Colombia, Gustavo Petro, haciendo gala de una ignorancia poco digna
del cargo que ocupa: “Revivió Pinochet”, dijo, faltando el respeto a los
chilenos que, no sólo han reformado ya varias veces aquella Constitución de la
dictadura, sino que decidieron, en un referéndum anterior, el 25 de octubre de
2020, darse una nueva.
Lo que sucedió ahora, es que ese mismo electorado impidió que aquella decisión abriera una Caja de Pandora llena de riesgos para la soberanía y la integridad territorial del país. Porque el indigenismo es la nueva punta de lanza de la fragmentación social, política y territorial de Latinoamérica; como en el pasado lo fue la lucha armada y la consigna de convertir a la Cordillera de los Andes en una larga Sierra Maestra, hoy el mordiente es el cuestionamiento a la existencia de nuestras naciones por la vía de reivindicar a los pueblos “originarios”, terminología artificial y que apenas disimula su verdadera intención.
Desde los años 80, los “derechos” de los
pueblos aborígenes son esgrimidos, no con fines de integración sino de
fragmentación; hay organizaciones no gubernamentales, o mejor dicho para-gubernamentales,
que fogonean estas políticas y que, con un grado de injerencia
inexplicablemente tolerado por los Estados latinoamericanos, financian a estos
grupos y les dan letra con el discurso revisionista de nuestra historia bajo el
signo de la leyenda negra antiespañola.
El proyecto constitucional chileno
llegaba al delirio de aceptar la coexistencia de una supuesta “justicia
indígena” en oposición a un principio esencial del republicanismo y la
democracia: la igualdad ante la ley. El Estado, decía el abortado proyecto
constitucional, debe “respetar, promover, proteger y garantizar el ejercicio de
la libre determinación” de las “naciones” indígenas, y el artículo 309
agregaba: “El Estado reconoce los sistemas jurídicos de los pueblos y naciones
indígenas, los que en virtud de su derecho a la libre determinación coexisten
coordinados en un plano de igualdad con el Sistema Nacional de Justicia”.
¿Es posible exagerar la gravedad de
estas disposiciones y el riesgo evitado con su rechazo? Pensemos que este
proyecto constitucional fue pergeñado en momentos en que, en el sur de nuestro
continente, sellos como la agrupación Resistencia Ancestral Mapuche (RAM)
o la Coordinadora Arauco Malleco (CAM), le han declarado la “guerra a
Argentina y Chile”, y protagonizan actos de sabotaje, incendios y amenazas.
Los años 90 vieron la eclosión del indigenismo. Por ejemplo, en el sitio web británico The Mapuche Nation (sic) se lee: “El día 11 de mayo de 1996, un grupo de mapuches y europeos comprometidos con el destino de los pueblos y naciones indígenas de las Américas, y en particular con el pueblo mapuche de Chile y Argentina, lanzaron la Mapuche International Link (MIL) en Bristol, United Kingdom”. Es decir que The Mapuche Nation, la “nación” que los constituyentes chilenos querían reconocer, tiene el centro de operaciones de su “lucha por la autodeterminación” -tal el objetivo que declama- en el nº 6 de Lodge Street, en la ciudad portuaria de Bristol, en Inglaterra.
Una revista extranjera consagraba su
tapa a Gabriel Boric, en la edición previa al referéndum. ¿Es casual? ¿O ya
estaban preparando el terreno para consagrarlo como nuevo paladín de los
derechos de los pueblos “originarios”?
Entre nosotros, recientemente,
funcionarios nak&pop declararon “sitio sagrado mapuche” al Volcán Lanín.
Tuvieron que dar marcha atrás, pero el hecho de que autoridades argentinas
hayan llegado a considerar legítima semejante medida es un síntoma de la
penetración de estas doctrinas divisionistas.
A fines de los 90 una agencia de
desarrollo extranjera vinculada a iglesias protestantes comunicó a sus
partenaires argentinos que, en adelante, sólo financiarían programas destinados
a los “pueblos originarios”. Desde un interés nacional, no debería haber
diferencia alguna entre un pobre criollo y un pobre wichí, o toba o mataco.
Pero, por si no bastara, la agencia aclaraba que, como la “nación wichi”, por
ejemplo, no está asentada sólo en el norte argentino, sino también en Bolivia,
los proyectos podían ser binacionales...
¿Cuánto falta para que una entidad
internacional -por caso la ONU o alguno de sus derivados: Unesco, FAO, OMS,
PNUD, etc- declare la necesidad de proteger a tal o cual “nación originaria” de
la arbitrariedad del Estado chileno, argentino, boliviano u otro? Y no faltará
la ayuda de idiotas útiles locales. ¿Cuánto falta para que alguien proponga un
protectorado bajo supervisión internacional para defender los derechos de las
supuestamente preexistentes naciones indígenas?
Chile nació mestizo, como mestiza nació
la Argentina, como México, Paraguay, como todas las naciones
hispanoamericanas. Ese mestizaje es el que hay que reivindicar y
profundizar; el mestizaje es la verdadera integración. Y es la salvaguarda
contra las intentonas divisionistas.
Lo otro es facción, fragmentación y gueto. Es ofrecer flancos débiles a las ambiciones ajenas. Gracias, Chile.
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