viernes, 11 de marzo de 2011

Día Internacional de la Mujer



La frase: "La gran pregunta que nunca ha sido contestada y a la cual yo todavía no he podido responder, a pesar de mis 30 años de investigación del alma femenina, es: ¿qué quiere una mujer?" Sigmund Freud.

Soy algo machista pero juro que lo de la "Guía..." y sus 11 reglas es sólo una broma (*). Tampoco me importa aparentar sentimientos, total las mujeres nunca me hicieron caso ni me dieron mucha bola. No respondo tampoco por lo de Freud pero sospecho que algo sabía el barbado. Y respecto de las noticias y apreciaciones de los artículos de abajo, no puede afirmarse que sean ciencia (¡pero si no pudo Freud!) aunque intentan arrojar luz sobre el tema del alma femenina. 

Las cualidades femeninas son tantas como irreemplazables. La belleza que nos regalan, insustituible. También tienen defectos que le son propios, como los tienen los varones. No necesitan un día internacional para defender su género. No se a quien se le ocurrió. Sería necio desconocer que las mujeres son discriminadas, como también los pobres, los negros, los mulatos y criollos, los asalariados y tantos. La lucha por la liberación y la rebeldía no están divididas por géneros: son necesidades de la especie humana para evolucionar. No soy un tipo de los más inteligentes (ser machista seguramente lo demuestre) pero es lo que pienso. Un beso grande para todas ustedes, si recalan por aquí. Horanosaurus.


Las 10 cosas que hacen las argentinas y que les complican la vida

Clarin.com 08/03/11. Según una encuesta, a la cabeza aparece hacer más cosas de las que pueden. Pero también hay frustraciones en el plano amoroso y laboral. La mayoría busca la forma de revertirlas.

“Me quiero casar con una señorita…que sepa coser, que sepa bordar”. El arroz con leche quedó, indudablemente, viejo. En la actualidad habría que agregarle varias estrofas con condiciones modelo 2011: que trabaje, que esté divina, que se reserve espacios para sus hijos y marido, que haga –o al menos organice- las tareas del hogar, etcétera. Y todo eso sin morir en el intento. El “sexo débil” de ayer hace todo eso y más, aunque a menudo eso traiga dolores de cabeza y alguna que otra frustración. Y la mayoría de las féminas reconocen que querer hacer más cosas de las que pueden les complica la vida.

Así lo revela una reciente investigación de D’Alessio IROL, realizada entre 450 mujeres de todo el país. Ellas nombran, en promedio, hasta cuatro cosas de las que se arrepienten. A la cabeza del ranking se encuentra querer hacer más de lo que pueden (54%), seguido por no pedir ayuda (39%), no saber decir que no (37%) y no dedicarse tiempo a sí misma (37%).

Casi todas (nueve de cada diez) afirman que son capaces de hacer varias cosas al mismo tiempo y el 80% logran compatibilizar sin inconvenientes el trabajo con la familia.

“Curiosamente, aquello que es su gran fortaleza es lo que termina esclavizando a las mujeres: su gran habilidad para organizar los tiempos y para efectuar diferentes tareas en forma simultánea”, destaca el informe. Pero los arrepentimientos y frustraciones no sólo pasan por el aspecto laboral.

El plano amoroso y el estudio también ocupan un espacio importante. Tres de cada diez se arrepienten de intentar rescatar y llevar adelante una pareja que no va más. Y el 20% lamenta aceptar cosas por miedo a perderla, y un porcentaje similar tener sexo cuando no lo desea sólo por complacer a la otra parte. Al 30% de las consultadas le hubiera gustado seguir estudiando, pero abandonó su formación por priorizar el trabajo o la familia, entre otras cuestiones.

No obstante, lo bueno es que la mayoría no se queda en el lamento y hace cosas para poner en el haber lo que está del lado del debe. “Debí dejar de estudiar, pero seguí perfeccionándome continuamente con cursos de capacitación”, contó una de las encuestadas.

Al hablar de arrepentimientos, la respuesta que más surge en cuestiones de familia o pareja es el divorcio. No es fácil asimilar que lo que empezó como un sueño terminó hecho añicos. Sin embargo, gran parte de las consultadas destaca haber aprendido de la experiencia de la separación. “Ahora sé que no tengo que repetir ciertas estrategias”, comentó una.

Lo importante es que, ante situaciones o decisiones de las que se arrepienten o las angustian, las mujeres argentinas modelo 2011 no se resignan. Dos de cada diez afirman que lograron revertir los errores pasados y seis están abocadas a conseguir superarlos. De no aflojar se trata.

DIEZ COMPLICACIONES

1. Querer hacer más cosas de las que pueden (54%)
2. No pedir ayuda (39%)
3. No saber decir que no (37%)
4. No dedicarse tiempo a sí mismas (37%)
5. Intentar rescatar relaciones de pareja que no funcionan (30%
6. Creerse invulnerables (30%)

7. Abandonar los estudios (29%)
8. Dejar de relacionarse con amigas por estar en pareja (25%)
9. Aceptar cosas por miedo a perder a la pareja (22%)
10. Tener sexo cuando no lo desean (20%)

La Nación - Psicología & Salud - Sábado 12/03/11


Según el psicoterapeuta Juan David Nacio, doctor honoris causa de la UBA, los varones no asignan a las relaciones la misma relevancia. Por Sebastián A. Ríos  | LA NACION Sábado 22/12/12.

Por Hernán Iglesias Illa  | Para LA NACION Suplemento Sábado. 15/12/12. Un grupo de amigos argentinos aburridos intenta infructuosamente la ansiada y definitiva clasificación de las mujeres. 




BONUS TRACK 


El llamado "feminismo de género" llega acompañado de todo tipo de posiciones. Por Jorge Lanata. Clarín 10/03/18.

"La gran pregunta que nunca ha sido contestada y a la cual todavía no he podido responder, a pesar de mis treinta años de investigación del alma femenina, es: ¿Qué quiere una mujer?” Sigmund Freud.

Lo que quiere una mujer, en estos tiempos, parece bastante claro:igualdad de derechos. La discusión alrededor de la despenalización del aborto destapó en la sociedad una polémica mucho más global, que se manifiesta en el mundo. En el caso local hay que darle la bienvenida: algo nos saca del mediocre debate político de la Argentina, el declaracionismo, política de pasillo y los temas que se repiten como una mosca pegando contra una campana de cristal. Finalmente tenemos, en la Argentina, algo parecido a una discusión de ideas en la que nada se da por cierto de por sí. La demostración en la política fue clara: la presentación de un proyecto multipartidario (firmada también por todos los diputados kirchneristas que, en los últimos años, parecen haber vivido fuera del país o haber sido víctimas de la timidez legislativa). La presentación de otro proyecto por parte de un grupo de Cambiemos, por distinto que este sea, implica no haber entendido la importancia política de un proyecto común.

En la discusión pública, el llamado feminismo de género se presenta acompañado de todo tipo de posiciones. Al presumirse horizontal carece de liderazgos claros y consignas centralizadas y, muchas veces, termina cooptado por grupos minoritarios con posiciones ultras. Gran parte de la sociedad creyó en estos días que el feminismo está en contra de los hombres, que son sus enemigos. ¿Es realmente así? El razonamiento de que sólo las mujeres pueden hablar de sí mismas o de sus problemas es francamente absurdo: con ese criterio ningún conocimiento sería posible. “Como no tengo sida no puedo manifestarme a favor de las campañas de prevención. Como no soy romano no puedo estudiar historia antigua”.

La reacción de algunos grupos de mujeres frente al punto ha sido tan autoritaria como la conducta histórica de los hombres:“pueden venir a la marcha, pero marchan atrás” o “mejor hagan tal o cual cosa”. La propuesta de igualdad salarial, después de todo, ha sido del gobierno de un hombre, aunque venimos del de una mujer que nunca la contempló. Lo mismo sucede con el debate por la despenalización del aborto. Creo que lo mejor para todos sería una sociedad de hombres y mujeres justos, sin distinciones. Me permitirán citar algo que leí el jueves en la radio pero escribí hace más de veinte años:

”Creo en la igualdad entre los sexos porque creo en la igualdad, no en los sexos. En los sexos no se cree, los sexos son. Pero la igualdad se construye, y se pelea por ella”.

“La pregunta de si los hombres y las mujeres son iguales –escribe Dick Swaab en 'Somos nuestro cerebro'- pertenece al ámbito político o moral. En cambio, la de si son idénticos pertenece al ámbito científico”. Cito a Swaab –como podría hacer lo mismo con Camille Paglia o tantos otros- porque muchos de los tópicos de esta discusión han dejado completamente de lado a la biología. Y sin hacer ninguna apología del conductismo (Lombroso me libre) adjudicamos todo a los efectos de la cultura sin tomar en cuenta de que la cultura sucede en un cuerpo, en dos cuerpos distintos.

Hace unos años una legisladora pintoresca propuso que los juguetes dejaran de ser rosas o celestes. En 2002 Melisa Himer llevó a cabo un experimento, puso al alcance de individuos de ambos sexos y semanas de edad juguetes de marcado corte sexista: un camión y una pelota, una muñeca y una sartén. El resultado fue que los de sexo masculino mostraron una clara predilección por el coche y la pelota y los del femenino por la muñeca y la sartén, y un tercer grupo de juguetes neutros apenas tuvo éxito.

¿Estoy diciendo que entonces los hombres deben ser camioneros y las mujeres ir a la cocina? No. Estoy diciendo que los intereses, más allá de la cultura, pueden ser distintos. Quizás eso explique que las mujeres eligen determinadas carreras orientadas a las personas y no a las ciencias duras. Diferentes no debe querer decir desiguales. Las leyes no deben hacer diferencia alguna, ambos somos individuos de la especie humana. Al hablar de las diferencias salariales la discusión parece tan fuera de época como la de si los negros debieran tener derecho al voto. No hay acuerdo estadístico sobre la brecha –para algunos en Argentina es del 12% , para otros llega al 30%- pero en cualquier caso es insostenible. A igual trabajo igual salario es algo que ni vale la pena discutir. Lo mismo sucede con la violencia doméstica, el aborto o la segregación de cualquier tipo.

Pero como todo vendaval, la tercera ola del feminismo alienta también algunas iniciativas realmente extrañas: hemos llegado a “inventar” palabras que no pueden leerse. ¿O cómo leerían ustedes compañerxs o compañer@s? “¿Se imaginan ustedes los diccionarios llenos de formas con símbolos que no permiten su dicción?”, se pregunta Juan Pedro Gabino, un filólogo español. Eso, más allá de la discusión de vergüenza ajena cuando pudo escucharse al dictador Maduro decir “millones y millonas” o a la ministro de Educación de Santa Cruz dirigiéndose a los “jóvenes y jóvenas.” “El que inventó la historia de Adan y Eva es muy machista”, dijo la directora del Instituto Universitario de Estudios de las Mujeres de Granada. “¿Es o no sexista utilizar el adjetivo 'juntos' masculino plural, en la oración 'Juan y María viven juntos?'”, se preguntó la Real Academia Española en un ensayo sobre el tema. Como este adjetivo no visibiliza el femenino, es de suponer que esa frase es sexista. ¿Qué hacer si el predicado fuera “están contentos” o “viven solos”? A un hombre se le escapa la frase “Ayer estuvimos comiendo en casa de mis padres”. ¿Estaré siendo sexista? ¿Debe decir de mi padre y madre? Por algo aún me niego a llamar “ex presidenta” a Cristina Kirchner. Si ella fuera eso, yo sería “periodisto”.

La polémica en la Argentina oscila entre la tragedia de miles de mujeres y las discusiones serias y un show-off en la televisión o el resto de los medios donde cualquier mujer, por el solo hecho de serlo, se siente capacitada para “panelear” sobre el asunto. El cupo del ridículo, en este caso, ya está bien cubierto por Malena Pichot. Sería bueno que a la discusión se sumaran mujeres inteligentes, sin prejuicios, para que junto a los hombres podamos dar vuelta las cosas.

(*) para bajar el archivo .wmv hay que entrar en mediafire.com clickeando en la imagen superior de esta entrada. Gracias Dr. Laconchagaray por el aporte

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