Qué inteligente la Maier: ¡además se los sacó de encima! Quizás no la conozcan y por eso este compendio del tema con un reportaje, las reacciones de algunos implicados y opiniones de presuntos expertos. Después, en "No Kid", se mete con los motivos para no tener hijos. Cínica y frontal, la chica. Yo se que deben existir razones filosóficas más profundas para todo esto pero no las dispongo. Horanosaurus.
LA NACION – SABADO 07/08/04
ENTREVISTA EXCLUSIVA CON LA ECONOMISTA FRANCESA CORINNE MAIER, AUTORA DE "BUEN DIA PEREZA"
El libro de mayor venta en Francia enseña a practicar el ocio en la empresa. Una crítica mordaz al modelo promovido por las multinacionales. Claudia Boragni.
Tal vez a esta altura del partido, Corinne Maier esté enfrentando al tribunal de disciplina de la poderosa Electricité de France (EDF), acusada de "socavar la empresa desde sus entrañas" y arengar a sus empleados a practicar el ocio. Es que Maier —empleada a tiempo parcial de EDF— tuvo la insolencia de criticar duramente al modelo empresarial francés, promovido por las grandes corporaciones mundiales, en "Bonjour paresse" ("Buen día pereza"), un libro de su autoría en el que insta a practicar la pereza dentro de las paredes de la oficina sin que los jefes lo noten.
El libro, un boom de ventas en Francia, es considerado la "nueva biblia anárquica anti-negocio" y llama a la rebelión a "los neo-esclavos de los mandos medios y a los malditos del servicio industrial, condenados a vestirse como payasos toda la semana y gastar su vida en reuniones insustanciales".
Sorprendida por el éxito de las ventas, tanto como su editora, Sophie Mairot, de Michalon Edition, Maier asegura que "Bonjour paresse" es un libro "deliberadamente cínico" ("¡a Dios gracias imbuido de lógica lacaniana!", dice) que, aunque pone en discusión las consecuencias sociales del sistema capitalista, "no apunta contra el capitalismo sino contra el modelo que los mandos medios de las grandes corporaciones mundiales engendran en su interior, generando exclusión y desigualdad".
Cuando en mayo de este año, el libro ocupó un lugar secundario en Amazon France, los ejecutivos de EDF, la empresa estatal de electricidad, estallaron de ira, no sólo porque se sintieron aludidos por los comentarios de Maier sino porque, en ese momento, EDF estaba en pleno proceso de apertura de su capital. La intimaron a través de una carta documento y bastó que la decisión se filtrara en la prensa para que "Bonjour paresse" saltara de 4.000 a 20.000 ejemplares en apenas una semana (hasta la fecha lleva vendidos 54.000).
"Mis amigos se rieron mucho cuando les conté que lo publicaría. Pero estoy sorprendida por la repercusión internacional que está teniendo, y hasta de que me esté llamando desde la Argentina. Mire, lo que quise decir es que las grandes empresas no quieren ningún bien para sus empleados, ni respetan los valores que pregonan. Esto lo demuestran los recientes escándalos financieros de Vivendi, France Télécom y Alcatel que han hecho desplomar el patrimonio de millones de accionistas que confiaron en el discurso de sus managers. Lo peor fue la hecatombe de 2003 que mostró la cara negra de las empresas, con planes de retiro que se multiplicaron en Alcatel, Matra, Schneider Electric... Cuando yo empecé a trabajar, el sector empresario iba viento en popa y uno sentía los valores de elevación social y el espíritu libertario de mayo del 68. Pero me he desencantado rapidamente. Debe ser la edad... ¿No cree...?", dice desde su casa en París.
Maier, de 40 años, es una economista con un doctorado en psicoanálisis y una prolífica bibliografía de su autoría sobre Jacques Lacan: "De De Galle y el gaullismo: una mitología de hoy" y "Alemania nazi: el odio del poder", entre varios otros.
El título del libro, que para Michalon Edition apenas prometía ocupar un lugar en los estantes reservados al management (un rubro que Maier detesta), recuerda a "Bonjour Tristesse", el best seller que hizo famosa a Francoise Sagan en los años 50, pero también a "Le droit à la paresse" ("El derecho a la pereza") escrito por Paul Lafargue —yerno de Carlos Marx—, en 1880, en el que refutaba los derechos que la constitución francesa de 1848 otorgaba a los trabajadores. Incluso el economista estadounidense de comienzos del siglo XX, Thornstein Veblen, anticipó en su libro "La teoría de la clase ociosa" algunas conclusiones de Maier.
—Perdón, ¿pero, cuánto cree usted que contribuye el ocio al desarrollo de la economía mundial? —(se ríe)... Bueno, el ocio puede contribuir mucho cuando es ocio creativo. Le doy el caso de Philip Starck, que es un reconocido diseñador francés. El siempre rechazó trabajar como asalariado en una compañía.
—¿Pero no cree que Starck puede desarrollar su ocio creativo gracias a que hay desarrollo económico, construcción, etc... etc..? —Bueno, sí, claro. Pero el punto es que Philip Starck tiene mayores oportunidades sociales que los obreros de la construcción que trabajan en las obras, que no tienen ninguna. Le diré que "Bonjour paresse" es, simplemente, mi idea sobre el trabajo. Mire, nadie ama trabajar, y si la gente amara trabajar todos lo harían gratuitamente.
¡Se acabó la meritocracia! Para Maier, Francia, como muchos otros países del mundo, se ha convertido en la antítesis de la "meritocracia", donde la seguridad que garantizaba un diploma universitario ya no existe, el retiro está amenazado y las carreras empresariales tampoco están aseguradas. "Todo el tiempo digo a mis dos hijos: mis queridos, cuando sean grandes, jamás trabajen en una empresa. ¡Jamás! Papá y mamá se sentirán desencantados si lo hacen".
El problema, en su opinión, no reside en la legislación laboral, sino "en el modelo que se fomenta desde las entrañas de las grandes corporaciones". Después de todo, los franceses trabajan 35 horas semanales, muy poco si se compara con otros países como Inglaterra o Argentina. Incluso, Maier trabaja, desde hace 12 años, 20 horas semanales como economista de EDF, por lo que percibe 1.100 euros al mes.
"Pienso que las perspectivas individuales y sociales son tan escasas que los niños de la burguesía, que podrían conformar los cuadros gerenciales futuros, debieran dedicarse a profesiones menos integradas al juego capitalista, como el arte, la ciencia y la enseñanza. Esto es lo que yo hago. Sólo trabajo a tiempo parcial y dedico mi tiempo a actividades más palpitantes. Por eso digo: ¡Imítenme pequeños cuadros, colegas asalariados, neo-esclavos dedicados a atender a jefes serviles y a perder el tiempo en reuniones inútiles y seminarios de chiflados!".
—¿Dónde está la raíz del problema? —Es un poco de todo. Las empresas se reflejan en la sociedad, y cuando la sociedad está bloqueada, la empresa también. El problema no es la legislación laboral; probablemente, sí, el trabajo es arcaico. Usted sabe, en Francia, como en todas partes, en las grandes empresas hay que obedecer, ser dócil, hablar un idioma especial y atender demasiados pequeños jefes.
Un juego de palabras vacías. De allí que el blanco de Maier sean los cuadros medios (uno de los capítulos del libro se titula: "Cultura corporativa, gente estúpida"), a los que acusa de hablar "una lengua de madera" ("la langue de bois", una expresión idiomática muy usada que se interpreta como "palabras vacías") que difunde una suerte de "linguistrerie" (un neologismo inspirado en Jacques Lacan, mezcla de lingüistica y la palabra francesa "cuistrerie", que significa "pedantería" o "grosería").
"Es llamativo cómo se ha propagado en Francia el lenguaje de las escuelas de negocios americanas, tomando en cuenta que Francia detesta a Estados Unidos por ser un país racista, inequitativo e inculto. Pero así y todo uno puede escuchar frases que repiten quienes creen que, de ese modo, serán considerados competentes: 'Yo hago el follow up del merging project'; o ver que la palabra packaging reemplazó a embalaje, reporting a rendir cuentas, y benchmarking a... juro que no sé qué es. ¡Por favor, si algún lector lo sabe, que me escriba!"
"Todo se simula bajo pena de exclusión. Los cuadros gerenciales están metidos todo el tiempo en proyectos inverosímiles, donde la mitad es idiota y la otra mitad mal encarada. La gente trabaja más de la cuenta por temor a perder su empleo. En Alemania, quedarse después de hora es un signo de ineficiencia. La cultura corporativa que se promueve es de locos. Es como cambiar de pareja sexual dos veces al año: cuando uno tiene 20 años puede tener cierto atractivo, pero al final de los años es una carga".
—Pareciera haber cierta lógica lacaniana en su libro. La idea del empleado esclavo puesto al servicio del deseo del patrón. ¿Es así? —¡Es un placer que haya lógica lacaniana! Pero no hay en él un trasfondo hegeliano. Es demasiado simple decir que los empleados son explotados por el patrón. Eso hoy es falso porque la gente se defiende. Cuando Michel Foucault habla del poder, es eso el poder en las empresas, pero no la dialéctica de colocar al empleado como esclavo. Si colocara al pie de la letra la lógica lacaniana reduciría a un fantasma a todas las multinacionales y al capitalismo.
—¿Cree que el capitalismo está en discusión? —Pienso que la finalidad del capitalismo merece ser observada. Nuestro confort es a costa del trabajo de los niños en el Tercer Mundo, de la esclavitud del trabajo en China y de la contaminación del planeta. No sé si todo esto vale la pena. Lo dijo Hannah Arendt: "el capitalismo engendra lo superfluo, y es por eso que somos superfluos".
—¿Por qué cree que su libro tiene tanto suceso? —Yo también me lo pregunto...
—¿Cuál es su lectura como psicoanalista? ¿Tal vez muchos quisieran decir lo que usted dice y no se animan? —(se ríe)... Es un placer que mucha gente piense como yo pienso. De todos modos, hay muchos que no comparten mis ideas.
—¿Está usted de acuerdo con la privatización de EDF? —Estoy muy preocupada por las consecuencias sociales que puede tener la medida.
—¿Cuál es para usted el modelo ideal de empresa? —No conozco un modelo ideal.
—¿Se siente conforme con su carrera en EDF? —Le diré que jamás imaginé hacer una carrera, porque jamás me propuse ser jefe. ¡Jamás! El trabajo para mí sólo significa el reencuentro con la gente.
—¿La reacción de EDF pone en debate la libertad de expresión? —Sin duda. Aunque Francia es el país de la libertad de expresión, hay mucho por decir sobre el tema moral.
A juzgar por los resultados, el descontento de los franceses con el modelo empresarial es tal que "Bonjour paresse" destronó del podio de Amazon France a uno de sus "best seller": "Las 203 maneras de volver loco a un hombre en la cama". ¡Voilà..! En el libro, que aún no fue editado en ningún idioma extranjero, Maier lanza una serie de consejos al puro estilo Dilbert (el personaje de Scott Adams que se mofa de la cultura corporativa):
"Ande siempre con carpetas bajo el brazo porque dará la sensación de tener mucha tarea. Jamás lleve un diario, porque creerán que está yendo al baño". Y remata con ironía: "¡Vamos... Usted sabe muy bien cómo hacer para no hacer nada!".
Mientras su libro ocupa la portada de los principales diarios del mundo y los sindicatos franceses se movilizan en su favor, alegando que ella sólo hizo uso de su libertad de expresión, Maier se prepara para ser convocada por el tribunal de disciplina de EDF al que deberá explicar por qué, sin su autorización, mencionó en el libro que era empleada de la compañía, un error que puede redundar en sanción y hasta costarle el puesto.
Tal vez será porque, como alguna vez escribió George Orwell, "en estos tiempos de impostura universal, decir la verdad puede ser un acto revolucionario".
Los consejos de Corinne:
*Finalmente, todo lo que usted hace no sirve para nada, y usted podría ser reemplazado por el primer cretino que se presente. Entonces, trabaje lo menos posible, destine parte de su tiempo a venderse y transar; entonces, no correrá peligro de ser despedido en caso de que se anuncie una reestructuración.
*Usted no será juzgado por la manera en que hace su trabajo pero si por su capacidad para conformar sabiamente al modelo que promueve su empresa.
*No acepte jamás un puesto de responsabilidad. Usted será obligado a trabajar sin contrapartida.
*Elija las empresas grandes y los puestos inútiles: sea consultor, experto… todos puestos inútiles.
CLARIN SUPLEMENTO ECONOMICO – DOMINGO 05/09/04. OPINION
Es tentador interpretar "Buen día pereza" como una manifestación más de la decadencia de la "vieja Europa". Los franceses trabajan mucho menos que los estadounidenses, los checos o los ingleses. Según la OCDE, sólo 60% de los franceses en edad de trabajar está empleado; esta cifra en Inglaterra es de más del 70%. Pero una interpretación más cuidadosa sugiere otra cosa. El problema detectado por la perspicaz Corinne Maier no es ni cultural, ni propio de la "vieja Europa". El problema es que la legislación laboral en Francia es tan extraordinariamente rígida que ofrece mínimas posibilidades para que quienes se esfuerzan avancen rápidamente en sus carreras.
Ante esta realidad, el trabajo duro no lleva a ninguna parte. La carrera laboral de las personas está predeterminada por manuales arcaicos y leyes asfixiantes. Como a casi nadie lo pueden despedir, no hay movilidad laboral, ni ascensos rápidos, ni carreras brillantes. Por ello, no es sorprendente que los galos compren un manual para aprender a "flojear" en forma efectiva. Este pernicioso sistema laboral es, justamente, lo que está detrás del rezago que últimamente Europa occidental ha experimentado en materia de productividad e innovación.
CLARIN SUPLEMENTO ECONOMICO – DOMINGO 08/08/04
UNA ETICA DEL TRABAJO DIFERENTE A AMBOS LADOS DEL ATLANTICO
Menos trabajo, más tiempo libre: los europeos defienden su modelo
Los europeos parecen satisfechos de cambiar algo de riqueza por seguridad social y más ocio, constata con sorpresa un observador estadounidense. The New York Times, especial para Clarín.
Entre montañas de valijas y niños que corretean por el aeropuerto de Copenhague, Maibritt Ditlev, su marido y su hija Lotte, se disponen a salir de vacaciones. Ni a cambio de un montón de plata cancelaría sus dos semanas en Islandia, comenta. De hecho, ella trabaja part time porque valora su tiempo libre. "Tenemos una hermosa casa y podemos salir todos juntos de vacaciones quince días al año... ¿para qué necesitamos más dinero?"
La imagen de que los europeos tienen una ética de trabajo relajada suele ser vista no sin desdén por las otras economías ricas del mundo. Mientras europeos como los Ditlevs siguen cambiando gustosamente ingresos por un poco de tiempo libre —lo cual sería impensable en EE.UU. o Asia—la prensa del otro lado del Atlántico multiplica los titulares sombríos sobre el futuro económico de Europa.
Estado de bienestar. Durante los últimos 50 años, los europeos occidentales optaron por trabajar cada vez menos y tomarse cada vez más vacaciones. Desarrollaron diversas versiones nacionales de educación, salud y beneficios jubilatorios, universales y públicos. Establecieron una compleja malla de ingresos mínimos, subsidios por desempleo y beneficios por discapacidad que limitan el riesgo de pobreza.
Presiones
ROMA.– Generación No Kid versus generación Sí Kid. Encendido, difícil y hasta odioso, este debate comenzó en Italia en abril pasado con la publicación de un libro titulado “No Kid”, de la francesa Corinne Maier, que indica las “40 razones para no tener hijos”, una obra que, en su momento, dividió a Francia.
"En Francia no tener hijos es considerado una tara", lamenta la autora, que tras quejarse de la sobrepoblación del país galo, de los atascos en las autopistas durante las vacaciones de verano y de los precios de los alquileres, subraya que otros países "son más inteligentes". Entre ellos, menciona a la poco fecunda Italia, que "en 2050 estará poblada por 50 millones de habitantes en lugar de 58".
Entre ellas, la famosa escritora y autora de best-sellers Susanna Tamaro. "Nunca quise tener hijos, recuerdo que de chica mis amigas soñaban la maternidad pero yo era muy fría al respecto, no me importaba nada", dijo Tamaro al Corrierre della Sera. "Los hijos tienen que hacerlos quienes lo quieren. Yo nunca sentí este deseo, no me arrepiento, y no me siento un monstruo", explicó por su parte la historiadora Eva Cantarella. "Las mujeres pueden realizarse en miles de modos. Y yo quise otra cosa, el trabajo, la carrera", agregó.
Sin entrar en aspectos filosóficos o de índole religiosa, la discusión está abierta. Difícil pronosticar un vencedor en la guerra entre la generación No Kid y la Sí Kid. De momento, se advierte que a diario aumentan los sostenedores del sí a los hijos.
"Hola, soy Monia, tengo 31 años y desde hace 5 meses soy mamá de Alex y Asia -se lee en el foro de las mamás Sí Kid. Yo no conozco los 40 motivos que llevan a una mujer a no tener hijos, pero puedo resumir en un concepto lo que lleva una mujer a ser madre: la fuerza, el coraje y las ganas de vivir. ¿Qué regala un hijo? Después de haberlo mirado a los ojos, la sensación de tocar el cielo con las manos."
El fenómeno se fue viralizando y ahora los críticos culpan a quienes fomentaron el desapego con la vida laboral. LN/The Wall Street Journal. 25/08/22. Por Kathryn Dill y Angela Yang.
NUEVA YORK.- La gente tiene opiniones fuertes sobre tomarse en serio el trabajo. El término que se viralizó, “quiet quitting” -que puede traducirse como “renuncia silenciosa”- no implica renunciar a nada, y de silenciosa le va quedando poco, por el acalorado debate que se desató en estos meses sobre “hacer la plancha” en la vida laboral. Lo que empezó como una tendencia silenciosa entre empleados de oficina que quisieron establecer límites más firmes entre la vida y el trabajo, después de dos años de pandemia se convirtió en un grito de guerra para muchos.
Por supuesto que cada generación de trabajadores ha tenido sus movimientos anti-trabajo, y muchos ejecutivos y esforzados colegas se han expresado en contra de ellos. Y acá va una pista del efecto rebote de la “quiet quitting”: el término desató una catarata de comentarios de líderes empresarios, orientadores de carrera y otros profesionales, donde lamentan el giro adverso que ha dado la cultura del trabajo en Estados Unidos, mientras que algunos jóvenes profesionales celebran la tendencia.
“La renuncia silenciosa no tiene que ver con aflojar con el trabajo: es un paso en dirección de aflojar con la vida”, dijo Arianna Huffington, fundadora de la start-up de salud y bienestar Thrive Global, en un posteo en LinkedIn que cosechó miles de reacciones. Kevin O’Leary, coprotagonista de “Shark Tank” de la cadena ABC y presidente de O’Shares ETFs, dijo que la “quiet quitting” es una pésima forma de abordar una carrera profesional: “Para salir adelante hay que querer salir adelante. Es la única forma de tener éxito”, dijo O’Leary en un video por la CNBC.
La reacción de los defensores y detractores de esta tendencia depende del sentido que le den al término, y las interpretaciones varían diametralmente. Para algunos profesionales, el concepto implica decirle que no al estrés laboral y negarse a trabajar más sin ser compensados con más dinero, pero no necesariamente trabajar a desgano. Pero muchos detractores dicen que la mentalidad de la “quiet quitting” fomenta la vagancia y atenta contra la productividad, por más que la persona cumpla con las tareas básicas que demanda su puesto.
Tal vez los trabajadores que adhieren a esta filosofía buscan prevenir un burnout o curarse del síndrome de desgaste profesional, pero Huffington, la experta en bienestar, dice que hay opciones mucho mejores. “Hacer la plancha” en el trabajo en vez de buscar uno que nos resulte realmente atractivo es una oportunidad perdida, especialmente ahora que el mercado laboral se está ampliando, dice Huffington.
“Como empleadora, adoro a la gente que en la entrevista de trabajo me dice ‘Yo cuando trabajo doy el 100% y estos son mis limites’. Es muy distinto que decir ‘Hago lo mínimo para zafar’.”
Mientras que algunos jefes contrarrestan esta cultura diciéndoles a sus empleados que dar siempre un poco más es la mejor manera de destacarse, conseguir aumentos y ascender en la escala jerárquica, a muchos trabajadores el término les resulta irónico y ofensivo que solo cumplir horario de 9 a 17 sea considerado una “renuncia”.
Kristin Hancock, profesional de comunicaciones de la ciudad de Indianápolis, dice que en el caso de ella la “quiet quitting” es un objetivo inútil. Varias veces a lo largo de su carrera se sintió laboralmente insatisfecha y quiso bajar los brazos, pero nunca lo logró: hacer menos le generaba frustración y la hacía sentir todavía menos relevante. “Para personas como yo, la única opción válida es irse”, dice Hancock, que ahora dirige su propia start-up de comunicaciones y es su propia jefa, situación que según dice le permite cosechar la totalidad de los frutos de su trabajo.
Otros dicen que quienes abrazan esta cultura laboral puede estar subestimando su valor y sus potencialidades. Lo que para algunos es “hacer lo mínimo”, muchas veces significa prestar total atención cuando están en el trabajo y después tener una vida fuera del horario laboral, dice Brian Gray, que trabaja en desarrollos web.
Tras recibir una calificación de “cumple con las expectativas” en una revisión de desempeño en un empleo anterior, donde solía quedarse hasta tarde y se ofrecía a realizar tareas extras, Gray decidió dejar de buscar la aprobación de sus jefes de esa manera.
“No es hacer la plancha”, se defiende Gray. “Es hacer exactamente la cantidad de trabajo que te pagan por hacer.”
Algunos críticos temen que la “quiet quitting” termine corroyendo por completo la cultura del trabajo, y que para los trabajadores eficientes y abnegados es desmoralizante ver que otros se la pasan hablando por teléfono sin ser reprendidos.
“El tema no son los que hacen la plancha sino los que están alrededor y la injusticia que conlleva”, dice Amy Mosher, jefa de personal de la empresa de software Isolved. Si la “quiet quitting” causa problemas de desempeño, esos empleados deberían ser despedidos para que encuentren un trabajo con el que realmente se sientan comprometidos.
Jay McDonald, coach de ejecutivos de la ciudad de Atlanta y exdirector ejecutivo de varias pequeñas empresas, dice que los altos ejecutivos tienen la responsabilidad de establecer expectativas de desempeño que sean claras. Lo que importa es que los empleados las cumplan, sin importar cuándo o cuánto tiempo trabajen, dice McDonald.
“Para saber si una persona está haciendo su trabajo, los directivos tienen la responsabilidad de contar con estadísticas y herramientas efectivas para evaluarlo”, señala McDonald.
Va para leer el fin de semana!! Abrazo
ResponderEliminarBueno. Es realmente interesante y concuerda con algunas cosas que pienso ( sobre todo en materia de trabajo y ocio). Claro que se da en un lugar donde otros debates como los que tenemos nosotros ( y no debatimos) ya están solucionados. Pero bienvenido sea por más que parezca una banalidad europea. Igualmente en Europa van a vivir con una problemática diferente en el futuro. Y esto es el crecimiento de la población musulmana. Ya veremos. Abrazo Ato Pende.
ResponderEliminarLa autora de la entrevista es la periodista y politóloga Claudia Boragni Tomasevich
ResponderEliminarSi, si... esta indicada la fuente y la autora. Gracias!
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