En estas semanas, cuando pegarle en el piso al macrismo derrotado en las elecciones es el deporte político más fácil, intentar hacer un análisis equilibrado de su gobierno requiere un esfuerzo extra simplemente para no caer en la tentación. Sería suficiente apelar al resultado inapelable de voto popular de las PASO del 11/08/19 y su reafirmación de fin de octubre, para dinamitar cualquier logro que pueda rescatarse de su gestión, en medio de una nueva crisis. Para no repetir conceptos, me apoyo en el balance hecho en "Dos años de macrismo" (08/12/17), que firmaría de nuevo. Claro que en el medio falta agregar el acuerdo con el Fondo Monetario, salvavidas de plomo que quisieron vendernos como virtuoso pero puso blanco sobre negro la falta de eficacia del gobierno macrista.
La alianza Cambiemos no funcionó nunca positivamente: solo fue un convenio electoralista y de reparto (desparejo) de puestos con la UCR y la Coalición Cívica. El PRO de Macri y sus monjes jamás la convirtieron en un grupo de consenso que colaborara en la conducción del ejecutivo. Repitieron el mismo defecto que cometen todos los gobiernos argentinos desde que tengo uso de razón: grupúsculos de dirigentes que manejan las decisiones en forma verticalista entre cuatro paredes, concediendo a sus aliados o adversarios lo menos posible. Nunca existió un diálogo razonable con la oposición.
Macri vino prometiendo una nueva manera de hacer política en la Argentina: ya era muy difícil sin diálogo democrático. Pero, tal como hicieron todos los presidentes de la democracia desde Alfonsín a esta parte, terminó "operando" en la justicia. Operar en la justicia significa -nada más ni nada menos- que "convencer" a los jueces para zafar de los procesos penales que lo aquejaban (escuchas ilegales, deuda de su familia con el Correo Argentino, etc. etc.) y activar juicios que comprometieran a sus rivales. Entre las comillas en realidad va otro verbo relacionado con el dinero. Lilita Carrió denunciaba por TV al impresentable Tano Angelici, el principal operador de Macri en Comodoro Py, pero fue en vano. Es indudable que sin cambios en la justicia el país no tiene futuro. Es tristísimo, aunque muchos no lo quieran aceptar. Macri no se animó y pasará a la historia como un nuevo cobarde o un nuevo cómplice.
No hacen falta muchos números para describir el fracaso económico de su gestión. La actividad industrial durante el mandato de Macri cayó un 8%. Se habla del cierre de más de 20.000 PYMES y de la pérdida de 174.000 empleos privados (la desocupación superó el 10%). La pregunta básica es: ¿para los dirigentes macristas semejantes números estaban dentro de los efectos secundarios esperados de su política económica restrictiva? ¿Fue realmente una estrategia para bajar los costos laborales que tanto demonizan los empresarios argentinos y los liberales? ¿O esos gobernantes fueron tan tontos como para pegarse semejante tiro en los pies sin poder revertir la situación en cuatro años?
La alianza Cambiemos no funcionó nunca positivamente: solo fue un convenio electoralista y de reparto (desparejo) de puestos con la UCR y la Coalición Cívica. El PRO de Macri y sus monjes jamás la convirtieron en un grupo de consenso que colaborara en la conducción del ejecutivo. Repitieron el mismo defecto que cometen todos los gobiernos argentinos desde que tengo uso de razón: grupúsculos de dirigentes que manejan las decisiones en forma verticalista entre cuatro paredes, concediendo a sus aliados o adversarios lo menos posible. Nunca existió un diálogo razonable con la oposición.
Macri vino prometiendo una nueva manera de hacer política en la Argentina: ya era muy difícil sin diálogo democrático. Pero, tal como hicieron todos los presidentes de la democracia desde Alfonsín a esta parte, terminó "operando" en la justicia. Operar en la justicia significa -nada más ni nada menos- que "convencer" a los jueces para zafar de los procesos penales que lo aquejaban (escuchas ilegales, deuda de su familia con el Correo Argentino, etc. etc.) y activar juicios que comprometieran a sus rivales. Entre las comillas en realidad va otro verbo relacionado con el dinero. Lilita Carrió denunciaba por TV al impresentable Tano Angelici, el principal operador de Macri en Comodoro Py, pero fue en vano. Es indudable que sin cambios en la justicia el país no tiene futuro. Es tristísimo, aunque muchos no lo quieran aceptar. Macri no se animó y pasará a la historia como un nuevo cobarde o un nuevo cómplice.
No hacen falta muchos números para describir el fracaso económico de su gestión. La actividad industrial durante el mandato de Macri cayó un 8%. Se habla del cierre de más de 20.000 PYMES y de la pérdida de 174.000 empleos privados (la desocupación superó el 10%). La pregunta básica es: ¿para los dirigentes macristas semejantes números estaban dentro de los efectos secundarios esperados de su política económica restrictiva? ¿Fue realmente una estrategia para bajar los costos laborales que tanto demonizan los empresarios argentinos y los liberales? ¿O esos gobernantes fueron tan tontos como para pegarse semejante tiro en los pies sin poder revertir la situación en cuatro años?
La política económica, supuestamente capitaneada por el mejor equipo profesional de los últimos 50 años (Macri dixit), nunca atacó los problemas estructurales y corrió detrás de los acontecimientos. No llegó a ser un plan: bautizado como "gradualista" por no recortar suficientemente los gastos y aumentar subsidios para que los problemas sociales no incendiaran el país, no pudo siquiera frenar el crecimiento de la pobreza, que aumentó unos 4 puntos arriba del ya abultado y penoso legado del populismo kirchnerista.
Como si fuera una burla extra, los fracasados economistas del macrismo tuvieron que tomar medidas intervencionistas de urgencia para llegar al fin de su gobierno, tapándose sus narices liberales acostumbradas a mejores fragancias: el cepo cambiario que se jactaron de sacar volvió por sus fueros, se usaron las reservas para pagar la deuda e hicieron intervenciones ridículas para descongelar el consumo, al estilo de "carnes para todos" o "ahora 12". Estos genios apostaron a que con su pulcritud y obediencia llegaran inversiones internacionales pero con tasas de interés estratosféricas hicieron imposible toda actividad productiva (no fueron los primeros en hacerlo, claro) y aseguraron ganancias exorbitantes a los especuladores y a los bancos. Seguramente los Espert, Artana & Cia. volverán dentro de unos años y dirán que hay que volver a intentarlo porque no hubo suficiente intensidad liberal (de muertos en el cementerio).
Quienes van a extrañar a Macri son los empresarios agropecuarios que tendrán que vérselas de nuevo con los kirchneristas anti-campo, dogmáticos sin remedio que eligen mal sus lecturas. El gobierno saliente tuvo uno de sus pocos éxitos promoviendo la apertura de mercados externos y conversaciones de salón con el agro que limaron algunas trabas burocráticas, y bajándoles en general las retenciones a sus productos. Eso trajo aparejado un aumento de inversiones, de la producción de granos (cosechas récord de trigo y maíz) y un boom de exportaciones de carnes (se recuperaron 10 millones de cabezas vacunas que dilapidó Guillermo Moreno). Las producciones regionales tuvieron un balance positivo mayoritario (vinos, olivo, miel, arándanos, cítricos y otras frutas) pero los tambos siguieron perdiendo porque le negaron ayuda en los despachos oficiales.
En política exterior, el macrismo aplicó la idea de resultar simpáticos a Trump y Cía. para que nos permitan entrar a alguna fiesta importante. Y no es que esté pensando que lo bueno es hacer alianzas inútiles con países díscolos del tercer mundo para que nos compren boludeces (Venezuela, Angola... se acuerdan?) Los países inteligentes que progresan solo piensan en exportar con valor agregado y en forma permanente, olvidando ideologismos pueriles.
Macri renunció boludamente a los reclamos soberanos sobre Malvinas y les facilitó vuelos a los piratas, cuando lo que debe hacerse es que a los ingleses sus Falkland robadas les salgan carísimas, mientras se sigue denunciando la usurpación en organismos internacionales. El ministro Dietrich -que tuvo algunos aciertos en el área de Transportes- regaló rutas aéreas a compañías low-cost de destino incierto y su caballito de batalla fue que los pobres podían ahora viajar en avión. No pudo resolver los costos imposibles del transporte terrestre. Hubieron numerosas obras viales macristas, tantas que el peronismo recalcitrante se burló: "con cemento no se come" (yo les respondería: "con bombo y festivales tampoco se come ... más que choripanes)".
En cuestiones de seguridad siempre hay estadísticas para manipular y volcar la aguja a tu favor. Y aunque la Bullrich no me resulte simpática se manejó con bastante cintura y puso las cosas en su lugar: tuvo que lidiar todo el tiempo con el muerto que le quisieron plantar los peronistas mediocres y les ganó de punta a punta. El narcotráfico fue visibilizado y le metieron varios misiles: no fue lo mismo que con Aníbal "la foca" Fernández. Que no jodan los idiotas pro-mapuche mentirosos y los DDHH llorones del Maldonado, un mártir imposible. Con algunos patoteros y gremialistas enriquecidos en cana al menos el gobierno saliente dió un mensaje positivo a la sociedad, que debe mantenerse: no a las mafias.
Mucha gente se pregunta indignada como es posible que en la Argentina vuelvan a gobernarnos kirchneristas responsables de los hechos de corrupción más pesados de nuestra historia, a quienes la mitad de los ciudadanos -ante la falta de justicia- ha condenado de antemano por la contundencia de los hechos. Como pueden ser votados políticos que defienden el corporativismo, que hablan de juzgar periodistas, de repartir la propiedad privada "improductiva" o de "democratizar" la justicia subordinándola a gente amiga. Ellos no creen realmente en la democracia aunque lo traten de disimular (con éxito, todavía).
Macri hizo posible eso con su fracaso, con su visión caprichosa de la realidad, con la inconsistencia de su mensaje de clase alta criada en countries, con la insistencia en un ajuste popular impiadoso (los salarios perdieron un 20%) y un endeudamiento brutal que no sirvieron para nada. El mismo Macri que después de las PASO no dudó en hacer promesas electorales incumplibles e impensables para revertir el designio de la voluntad de la gente. No pronunció el término "salariazo" de nuevo porque ya estaba quemado. Claro que si hubiera podido triunfar nos hubiera mentido como Nemen y efectuaría los ajustes ordenados por el FMI (reforma y reduccionismos previsional y laboral): es decir que los de abajo sigan pagando los platos rotos porque a nuestros empresarios nunca les dan los números y "la copa" no termina nunca de rebasar.
Ahora, que sea lo que Dios (y no Bergoglio) quiera. Ya conocemos a estos pingos que vienen: son los que luego de gobernarnos 28 de los 36 años en democracia dejaron 32% de pobreza diciéndonos que estábamos mejor que Alemania, pero siendo los primeros exportadores mundiales... de efedrina. No faltaba verlos de nuevo en la cancha pero el pueblo así lo decidió. Está visto que a la gente no le interesa tanto el cumplimiento de la ley ni la corrupción. Pero, ¿quién puede culparla de votar con el bolsillo para intentar evitar el sufrimiento diario que le producen la incertidumbre y la pobreza?
No me importa el futuro político del macrismo. Por distintos motivos, el país saldrá adelante (*). Lo que me preocupa es el futuro de la República. Horanosaurus.
(*) hay mucha gente rica en la Argentina con nivel de vida europeo, incluída toda su clase dirigente, a quien le gusta vivir bien y no está dispuesta a subir a la sierra Maestra y embarrarse para que triunfe la justicia social...
Fotos: intervenciones artísticas rescatadas de la web. La de arriba, notoriamente cordobesa, desde la provincia donde el macrismo derrotado en el país logró su victoria más contundente.
Realismo trágico
19/10/19. La Nación. Ideas. Por Diego Sehinkman.
“No
importa cuánto cemento pongan, la calle es nuestra". Y un día el estigma
terminó. Macri, el ingeniero que toda la vida se dedicó a asfaltar,
descubrió tarde que podía cubrir las calles con otra cosa: gente. La gran
lección del "Sí, se puede tour" es que Cambiemos -sobre todo Pro- tan obsesionado por la infraestructura,
además de hacer plazas podía llenarlas. Y que la nueva política no tiene
por qué ser excluyente: se puede mejorar el espacio público, ¡y también
ocuparlo! Como el zorro y las uvas, el gobierno siempre despreció con
argumentos racionales lo que en verdad temía: convocar a una movilización y que
no fuera contundente "porque la clase media solo marcha cuando le quitan
sus ahorros". Se dirá que cualquier espacio con 30 puntos o más de
intención de voto puede llenar las calles que quiera. Sin embargo, una plaza
desbordante sigue siendo una demostración de fuerza que sosiega las malas
intenciones de los rivales externos e internos. ¿Cuál es la principal red
social? Un dron que muestra miles de personas apoyándote. Esa es la verdadera
red que te sostiene. Un millón de
visitas a tu posteo de Instagram no valen lo que cien mil personas
"físicas". La política, sobre todo en tiempos de crisis, necesita del
mundo analógico, ese que se toca y que te abraza. Y hacer política
"analógica" es importante para un gobierno que siempre tuvo problemas
de autoimagen que lo llevaron a verse más pequeño de lo que es.
¿Para qué más le sirvieron las
plazas llenas a Macri?
1- Para impedir la fuga de
capitales... políticos, es decir, para sellar su liderazgo dentro del espacio
que integra.
2- Para darle un mensaje de
fortaleza a la Justicia, que si deja el poder lo investigará desde las
12.01 del 11 de diciembre. Y,
3- Para pasar al manual de
historia como el que llegó con lo justo pero sin licuarse.
La novedad es que, en tiempos de
patrullaje moral, el peronismo también quiere pasar al manual de historia. No
como el que llegó, sino como el que dejó llegar. No es para subestimar: un
pequeño paso para el hombre peronista, un gran paso para nuestra humanidad.
"¿Qué
tendría de distinto un nuevo gobierno de Cambiemos?", puede preguntar
un votante desencantado de Macri. Más allá de las últimas medidas paliativas, no hubo hasta
ahora una respuesta clara. El "yo te escuché" no está acompañado de
la contundencia necesaria acerca de un posible nuevo rumbo económico. Para los
abandónicos, el incentivo para volver es bajo.
¿Y
qué haría Alberto Fernández? Le va a "poner plata en el bolsillo a la
gente". ¿Y
si eso no es sustentable y la economía no mejora? Maquiavelo diría: "Si no
hay satisfacción material, ¡pruebe con la simbólica!". Alberto Fernández
ya se opuso a una Conadep del periodismo. ¿Pero qué opina de Pérez Esquivel
auditando periodistas? Pérez Esquivel no es un electrón libre, sino que está
atado a la historia del espacio que integra. El kirchnerismo multó la publicación
de estadísticas y prohibió hablar de inflación ("puja distributiva")
y de inseguridad. Y obligó a los anunciantes a no pautar en grandes medios.
Amigos K, venimos de una sobredosis de dedo. Perdonen la sensibilidad.
Y hablando de satisfacciones
simbólicas, ¿es verdad que los equipos de Alberto planean revisar la posición
de la Argentina frente a Gran Bretaña por Malvinas y que intentarán volver a
discutir la soberanía? Las islas ofrecen combo 1 y combo 2. Si las recuperamos,
les extraemos petróleo. Y si no, les extraemos otro combustible vital para todo
gobierno con problemas: nacionalismo. Malvinas
es un inagotable yacimiento para extraer nacionalismo offshore.
Es importante cuán entero llegue
Cambiemos al final, porque si no gana deberá ser capaz de ponerle un dique
al peronismo, que decodificó el mensaje de las urnas como una carta
blanca: "Vuelvan como quieran y con quien quieran. Pero que se vaya
Cambiemos". El riesgo más grande es que el peronismo interprete que puede
volver sin actualizar su sistema operativo para ser más transparente.
"Miren el fracaso económico
de Macri. ¿Por qué tenemos que resetearnos?".
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