Después de haber leído tantas interpretaciones y letanías sobre Martín Fierro y el gaucho argentino y biografías varias sobre la azarosa vida de su autor, José Hernández, me han perseguido un par de preguntas a las que creo haber encontrado respuesta. Vayamos por partes, dijo Jack.
Empecemos por el personaje y su representación. Si en su momento el gaucho fue un rebelde con causa vilipendiado largamente por los que mandaban, ¿porqué terminó convertido con las décadas por la misma historia oficial en arquetipo de nuestra argentinidad? ¿Porqué sus símbolos fueron adoptados por gran parte de nuestra sociedad, incluída parte de la clase alta?
Luego, habiendo sido José Hernández un luchador honesto y arriesgado con varios exilios en el lomo, ¿sus valientes demandas en defensa del gaucho fueron satisfechas o murieron en la nada como tantas cosas? ¿Terminó ese auténtico prócer bonaerense cooptado por la política argentina de su época sin obtener respuestas?
Irán desfilando lecturas de gente que sabe y me permitieron responderlas. A por ello!
PRIMERA PARTE: EL GAUCHO COMO ARQUETIPO DE LO ARGENTINO.
El gaucho argentino fue un rebelde con causa que resistió lo que pudo. Vilipendiado largamente por "la autoridad", el poder de los unitarios que terminaron mandando. La persecusión y el abuso, junto al progreso del alambrado y las estancias provocaron su transformación. Lo fueron arrinconando hasta convertirlo al credo capitalista: su libertad a cambio de conchabo.
El gaucho era para los poderosos sinónimo de vagancia, delito y malvivir. Una clase social criolla casi analfabeta pero con códigos para la vida y coraje para sobrevivir. Con aquel pretexto lo usaron como esclavizado soldado de frontera contra el indio. Con la ley de levas, la papeleta de conchabo y la complicidad de funcionarios mañeros, lo mandaron a servir donde no eran reclutados los acomodados hijos de los ricos.
Solo el porfiado de José Hernández pudo con su arte denunciar las injusticias que le cayeron encima. Con su desesperado y solitario reclamo ante los masones Mitre y Sarmiento, Roca, Avellaneda y otros poderosos de la época, sacó a la luz el sufrimiento de esa clase oprimida con una obra literaria que se convirtió en un increíble best seller de su época.
Pasada mucha agua bajo el puente, el gaucho se terminó convirtiendo en el personaje arquetípico de nuestra argentinidad, incluso para los herederos de aquella oligarquía ganadera que los persiguió cuando no obedecían. El raro fenómeno recién se produjo en las primeras décadas del siglo XX, ante nuevas circunstancias políticas y culturales. Para algunos, fue incluso un invento literario utilizado para edificar el acervo nacional.
Se divulga ese simbolismo aún en nuestras aulas. Y surgen más preguntas. ¿Qué significa eso en este siglo XXI de las redes sociales y la cultura globalizada? ¿Qué es un gaucho para un pibe de primaria? ¿Eso que ven con boina vasca y bombacha de campo sobre un matungo criollo deslucido mientras el auto de papá avanza al mar por la ruta 2? ¿Un elemento folklórico decorativo complementario de esas vaquitas ajenas?
¿Porqué se supone que aún -en el país de la "viveza criolla" y el "sálvese quien pueda"- los gauchos representan la argentinidad y nuestros valores más dignos? ¿Hay que sincerarse, olvidarlo, buscar por otro lado y enseñar otras cosas?
Van aquí, algunos artículos interesantes referidos a la significación sociológica de la obra insignia de la literatura argentina y la apropiación simbólica del gaucho que dan respuesta a estos interrogantes. Entre ellos, una entrevista al escritor Ezequiel Adamovsky esclarece conceptos en una entrevista donde promociona su libro “El gaucho indómito” (2019).
Imperdibles las definiciones del fastidioso genio sajón Charles Darwin en su paso por estas pampas, allá por 1833, analizando al hombre de la ciudad y al gaucho argentinos. Horanosaurus.
En marzo de 1872 se lanzó la primera edición de "La vuelta de Martín Fierro"; al cumplirse 120 años valen, entonces, algunas reflexiones y un reconocimiento del gaucho que ensaya José Hernández en su obra. La Nación Campo 06/03/99. Por Juan José Cresto.
Mientras se expanden en el mundo parámetros de vida similares, cada nación tiende a exaltar sus valores propios como reacción de necesidad espiritual. El personaje arquetípico argentino que nos representa más genuinamente es el gaucho, aquel centauro, cantor, pendenciero, rebelde, trabajador esporádico y protagonista de nuestra historia, que emerge de las páginas de nuestras tradiciones.
Considerado "vago y mal entretenido", perseguido por las autoridades -coloniales o independientes- hoy sigue siendo discutido por muchos. En 1661 se consideraba al "gauderio" al nivel de los indios y en 1755 el gobernador Andonaegui expresó que se dedicaban "a hurtar y matar las vacas, jugando continuamente...". Por eso en el siglo XIX y aún antes, durante el período colonial, el vocablo tuvo el significado de peleador y ladrón.
En ese mundo no tenía cabida el gaucho libre. Más aún, durante la presidencia de Avellaneda, su ministro de guerra, Adolfo Alsina, se propuso erradicar al indio y a sus periódicos malones, poniendo una valla defensiva en una zanja desde Trenque Lauquen hasta Nueva Roma, en las proximidades de Bahía Blanca. Con ese objetivo, creó "colonias militares". Miles de gauchos sin papeleta de conchabo o simples paisanos laboriosos y aún de inmigrantes recién llegados, fueron brutalmente arriados a los fortines de las fronteras con el indio, desde los centros poblados o desde las pulperías de campaña, separando las familias, arrancando al jefe de hogar o a los hijos mayores sin consideración alguna.
La narración de sus desgracias sólo podía provenir de quien era uno más, igual a todos, gaucho en su vida y en la sociedad que lo obligaba. Por eso dice: "El anda siempre juyendo/ siempre pobre y perseguido;/ no tiene cueva ni nido/ como si juera maldito;/ porque el ser gaucho... ¡barajo!/ el ser gaucho es un delito".
Tal vez sea "Don Segundo Sombra" el complemento de Martín Fierro que le faltaba a la literatura argentina para ubicar el contexto social del gaucho. Pero a diferencia de las restantes obras, el autor describe con admiración y afecto el medio rural y el tiempo de progreso de la Argentina contemporánea, esa que quiere ser una nación civilizada, pero que no reniega de su pasado gauchesco.
Martín Fierro es el gaucho genéricamente considerado. Su lenguaje campero fue menospreciado por la elite culta y fue Lugones en la década del 20 el que debió reivindicar los valores literarios de la obra.
En el escenario propio del protagonista el personaje le dio nombre al autor de tal modo que, cuando Hernández falleció, se dijo en los periódicos: "Ha muerto el senador Martín Fierro". La obra, por otra parte, oscureció otros trabajos literarios, políticos, controvertidos y económicos del autor.
Martín Fierro fue el gaucho por antonomasia, sus desventuras, las de todos, su hombría de bien, sus reflexiones, su respeto a la mujer, su amor a la justicia, el consejo a sus hijos, fue en conjunto el retrato vivo del gaucho argentino.
El personaje y su autor, confundidos para siempre en una misma figura, quienes dicen su verdad a sus hermanos gauchos: "Mas naides se crea ofendido/ pues a ninguno incomoda;/ y si canto de este modo/ por encontrarlo oportuno/ no es para mal de ninguno/ sino para bien de todos".
BONUS TRACK PARTE 1: me tropecé con el programa de TV del canal Encuentro "¿Dónde está Fierro?" que todavía no pude ver sistemáticamente. Ahí nos avisan justamente: "Martín Fierro, el personaje más popular de la literatura gauchesca argentina, permanece vigente en las calles, en el lenguaje cotidiano, en nuestra memoria histórica. ¿Dónde está Fierro? explora los temas más representativos del libro, los relaciona con los actores sociales de nuestro presente y trae de regreso al gaucho rebelde, cantor, víctima del poder de turno y filósofo del desierto, para que cuente sus historias inconclusas y revele sus secretos".
Foto de Aldo Sessa.
José Hernández se jugó la vida por sus ideales con una valentía
poco vista en políticos argentinos de todos los tiempos. Con su pluma cuestionó
al poder desde diversos medios periodísticos, en el país o en el exilio, sino
mediante encendidos discursos desde las gradas del parlamento. El tipo se jugó
literalmente el pellejo en muchas batallas que se libraron durante la violenta
y larga guerra civil del siglo XIX, que la historia oficial apenas enseña y
explica. Embanderado con la causa urquicista, tardó en aceptar la traición del
general entrerriano pero siguió peleando para el rebelde López Jordan y
defendió la dignidad del Chacho Peñaloza. Después, se convirtió en un
reformista digno. Alguno podría decir que transó con los doctores y esa es otra
de las incógnitas.
El objeto de esta segunda parte es descifrar los alcances políticos que tuvo su obra maestra y las derivaciones de la carrera política de Hernández. Para eso aquí abajo va una relectura resumen del ensayo “Filosofía y nación. Estudios sobre el pensamiento argentino” (1982) de José Pablo Feinmann. Nos dice que a pesar de estar el bonaerense enfrentado con Sarmiento y defender derechos y proyectos diferentes, ambos eran liberales y masones. Ofrece además la comparación del Martín Fierro con su antagónico ideológico -el “Facundo”- y otras creaciones de la literatura gauchesca. Horanosarus.
Aislado del contexto histórico por los conservadores, el poema gauchesco pierde su faceta de denuncia social. Y advertida la maniobra por los revisionistas, reivindican solo su aspecto combativo contra la política porteña de la época. Se sabe, Hernández reivindica la figura del gaucho y Sarmiento, además de denostarlo en su libro, sugería abiertamente su exterminio (“no trate de economizar sangre de gauchos. Éste es un abono necesario, útil al país. La sangre es lo único que esos salvajes tienen de humanos", aconsejaba a Mitre). Celebraba el uso del terror para hacer política que tanto había criticado en Rosas (“es preciso emplear el terror para triunfar”) y no le incomodaba para nada el fraude electoral, si beneficiaba sus ideas. Feinmann propone dilucidar el antagonismo de esas obras cotejándolos con los trabajos en prosa de Hernández, las proclamas políticas que publicaba contemporáneamente en su periódico El Río de la Plata.
Primero como gobernador de San Juan y habiendo llegado a presidente en 1868 con el apoyo de la burguesía comercial porteña, Sarmiento picaba en punta con dos promesas: terminar de una vez con la sangría de la guerra contra el Paraguay (un conflicto solo apoyado por las cúpulas porteñas pero no por gran parte del interior, que se hizo tan largo como costoso para los fondos públicos) y también borrar de la superficie de las provincias a los caudillos federales y el gauchaje adjunto (guerra de policía que comandó Mitre luego de Pavón con sus ángeles exterminadores, los generales uruguayos Sandes, Arredondo, Paunero, Rivas, Conesa y Venancio Flores). Aquella poderosa clase social necesitaba un mercado interno pacificado que permitiera la introducción de las manufacturas inglesas.
Sarmiento inventa genialmente la consigna identificatoria de su bando: “civilización o barbarie”. Civilización es la ciudad, la razón y lo humano, el progreso. El mundo bárbaro es el de la naturaleza, la inercia, lo instintivo. Identifica al gaucho con lo bárbaro, por eso llaman gaucho a Rosas. No le encuentra utilidad a estos criollos, solo se requiere exterminarlos por adherirse a la lucha de los caudillos del interior y entorpecer la acción civilizadora. Otra de las herramientas es perseguirlo, arrancarlo de su terruño y su familia, para mandarlo al servicio de fronteras contra el indio. Sarmiento y su generación ven en la inmigración europea, industriosa y apta, una herramienta para el progreso.
"Odio a la barbarie popular. La chusma y el pueblo gaucho nos es hostil... mientras haya un chiripá no habrá ciudadanos. ¿Son acaso las masas la única fuente de poder y legitimidad? El poncho, el chiripá y el rancho son de origen salvaje y forman una división entre la ciudad culta y el pueblo, haciendo que los cristianos se degraden. Usted tendrá la gloria de establecer en toda la República el poder de la clase culta aniquilando el levantamiento de las masas".
José Hernández, alrededor de 1857 había trabajado con su amigo Nicolás Calvo en el periódico La Reforma Pacífica, perteneciendo al Partido Federal Reformista pro-Urquicista, a cuyos adherentes la prensa oficial llamaba “chupandinos”. Sus adversarios eran los “patoteros” liberales de Buenos Aires. Mediante el fraude electoral, Valentín Alsina es nombrado gobernador de la provincia de Buenos Aires. La plana mayor liberal la completaban Mitre, Obligado, Rufino de Elizalde, Vélez Sársfield, el uruguayo Juan Carlos Gómez y el propio Sarmiento, desde el diario El Nacional. Fue tal la persecusión a los opositores que se produjo que más de dos mil tuvieron que exiliarse en Paraná, capital provisoria de la Confederación Argentina y refugio de la inteligencia federal (Guido Spano, Navarro Viola, Vicente Quesada, Pelliza, Nicolás Calvo, Lucio V. Mansilla, Benjamín Victorica, Mariano Fragueiro, el Gral. Guido, Juan María Gutiérrez, Santiago Derqui y desde Europa, Juan Bautista Alberti). Por eso la formación intelectual de Hernández es litoraleña: allí fundará el diario El Argentino.
Cuando regresa a Buenos Aires, Hernández empieza a publicar en agosto de 1869 el periódico El Río de la Plata. Propugna la abolición de los contingentes de frontera, que arrebatan a los criollos de sus familias o lo sacan del trabajo en la estancia que le permite el sustento; el servicio no solo no sirve como defensa contra el indio sino que condena al gaucho a una vida de penurias por la falta de medios. También propicia Hernández la elección por el pueblo de jueces de paz, comandantes militares y consejos escolares y pelea por los derechos de los habitantes de la campaña.
El Martín Fierro aparece el 5 de diciembre de 1872. Puede decirse que igual que el Facundo de Sarmiento, en su momento fueron producto de dos perseguidos políticos y sostienen una concepción militante.
A diferencia de Hidalgo, Hilario Ascasubi y Estanislao del Campo, Hernández no se burla del gaucho apelando a su presunta ignorancia. Hernández no opinará de todo, sino solamente sobre algunas cuestiones:
“Procuren, si son cantoresel cantar con sentimiento
no tiemplen el enstrumento
por solo el gusto de hablar
y acostumbrensé a cantar
en cosas de jundamento”
¿A que le canta Hernández? En el comienzo el gaucho peón de estancia vivía feliz, era amigo del patrón y trabajaba en paz. Pero un día, por una absurda medida de gobierno, lo pierde todo: rancho, trabajo, mujer. Feinmann no puede precisar cuando habría producido esa época dorada del gauchaje que describe Hernández o si se trata de un paraíso perdido como recurso literario. Pero fue el ideal de vida que concebía para los gauchos:
“Ricuerdo, que maravilla!como andaba la gauchada
siempre alegre y bien montada
y dispuesta pa el trabajo
pero hoy en dia… barajo!
no se la ve de aporriada”
“Aquello no era trabajo
más bien era una junción
después de un guen birón
en que uno se daba maña
pa darle un trago de caña
solía llamarlo al patrón”
“Pero ha querido el destino
que todo aquello acabara…”
Ese destino lo personaliza en la figura del juez: ese que puede aprovechar su poder sobre los débiles, con cualquier excusa, como acusarlos de ser “de la esposición”. Los manda a servir a las fronteras o los convierte en perseguidos (matreros). El servicio defensivo en los fortines no solo es deficiente por falta de medios: el gaucho adivina negocios sucios en el medio. Sus jornales llegan tarde y a cuentagotas. La caballada está mejor mantenida que la milicada. La mano de obra gaucha la suele usar el coronel a cargo del servicio.
También Fierro despotrica contra el gringaje:
“Era un gringo tan bozalque nada se le entendía.
Quien sabe de ande sería
tal vez no juera cristiano
pues lo único que decía
es que era pa-po-lita-no”
Hernández describe la ineptitud de los inmigrantes para las tareas del campo: no saben ensillar ni mirar en la noche o acercarse a las reses aun cuando estén volteadas, menos carnear. Delicados como hijos de rico, afeminados, sufren calor, tiritan cuando hace frío, se asustan con los truenos.
“Yo no se como el gobiernonos manda aquí a la frontera
gringada que ni siquiera
sabe atracar un pingo”
Después, se aboca a defender al gaucho, resaltando su falta de derechos. Denuncia a la política porteña. Cuando Martín Fierro vuelve de la frontera ya no queda ni casa, ni familia ni hacienda. “Yo juré en esa ocasión/ser más malo que una fiera…” Se convierte en matrero, se junta con el sargento Cruz y termina por vivir entre los pampas. Ahí termina la “Ida”. Esta parte de la obra es el desarrollo poético de Hernández de sus artículos en El Río de la Plata.
Hernández se declaraba adepto a la escuela de Juan Bautista Alberdi, a quien llamó “el Platón argentino”. El tucumano criticaba de Sarmiento no comprender la importancia de los factores económicos dentro de los procesos históricos: por eso el sanjuanino confunde la civilización con las ideas, las escuelas y los libros perdiendo el sentido de lo concreto, lo económico, lo que produce y tiene valor. Alberdi revierte parte de la consigna: la civilización no está en las ciudades sino en las campañas. Porque el campo produce las materias primas, la riqueza, que suministra América a Europa a cambio de sus manufacturas (y de sus luces). Se requieren entonces garantías, medidas liberales y protectoras. Ahí reside también el “antifacundismo” de Hernández. “Mientras que la ganadería constituya las fuentes principales de nuestra riqueza pública, el hijo de los campos, designado por la sociedad con el nombre de gaucho, será un elemento, un agente indispensable para la industria rural, un motor sin el cual se entorpecería sensiblemente la marcha y el desarrollo de esa misma industria, que es la base de un bienestar permanente y en que se cifran todas las esperanzas de riqueza para el porvenir (..) ese gaucho debe ser ciudadano y no paria: debe tener deberes y también derechos” dice JHdez en 1874 desde Montevideo. En la Vuelta, insiste”.
“Es el pobre en su orfandadde la fortuna el desecho
porque naides toma a pecho
el defender a su raza
debe el gaucho tener casa
escuela, iglesia y derechos”
En su obra de 1882, “Instrucción del estanciero, tratado completo para la planteación y manejo de un establecimiento de campo destinado a la cría de hacienda vacuna, lanar y caballar” Hernández identifica a la industria pastoril también con civilización, empleo de métodos científicos, inteligencia esmerada. Y adhiere luego con entusiasmo a la teoría liberal del comercio exterior: “América es para Europa la colonia rural. Europa es para América la colonia fabril”. En suma, la división del trabajo a escala internacional.
Si no cuidamos al gaucho, renunciamos a la riqueza que produce el campo. Es indispensable. “Las sociedades que olvidan la suerte de sus pobres están condenadas a ser siempre pobres… el modo de enriquecerse es cuidar de los pobres”.
Los escritos en prosa de Hernández plantean el enfrentamiento entre los sectores ganaderiles del litoral y la política de la burguesía comercial mercantil de Buenos Aires, de carácter mediador e improductivo. Para lucrar, la burguesía porteña necesita entregar a Inglaterra un mercado interno pacificado, sin conflictos ni resistencias. Pero la clase ganadera es productora, no intermediaria; necesita mano de obra especializada de los gauchos, irreemplazable (cuanto más barata mejor). Los otros los quieren exterminar.
¿Qué le exige Hernández a los porteños? Cumplir con los reclamos de la primera parte de su Martín Fierro: la ida. Dale derechos al gaucho, tratalo como un ciudadano, creá un ejército de línea para cuidar la frontera, impedí el abuso de los jueces. Y lentamente y con lucidez, la burguesía porteña empieza a cumplirle a Hernández. ¿Cómo? En 1878 el presidente Avellaneda promulta la ley 947 para financiar la expedición contra el indio; en 1879 Roca concluye la expedición al desierto y se organiza el ejército regular (recién en 1901 llega el servicio militar obligatorio).
En 1879 Avellaneda es el presidente y manda el Partido Autonomista Nacional (unión del Partido Nacional con el Partido Autonomista de Adolfo Alsina). Hernández vive en Buenos Aires y es autonomista, junto a Aristóbulo del Valle y Alem. Funda la librería Del Plata y allí escribe la Vuelta.
Entonces la segunda parte, “La vuelta del gaucho Martín Fierro” ya no le está dirigida a esa burguesía. Ahora el destinatario de la obra es el habitante de la campaña bonaerense y litoralense. Les enseña con que deberes han de pagar sus derechos mediante una serie de consejos.
Hernández no ignora el ascendente moral que tiene entre sus paisanos. En el prólogo de la Vuelta lo explica con claridad: “Un libro destinado a (…) servir de provechoso recreo después de fatigosas tareas a personas que jamás han leído, debe ajustarse estrictamente a los usos y costumbres de esos mismos lectores (…) Sólo así se pasa sin violencia del trabajo al libro”. Y completa: “Enseñando que el trabajo honrado es la fuente principal de toda mejora y bienestar (…), aconsejando la perseverancia en el bien y la reasignación en los trabajos (…) afirmando en los ciudadanos el amor a la libertad, sin apartarse del respeto debido a sus superiores y magistrados”.
En resumen, la Ida se proponía mostrarle a la burguesía portuaria el mejor sistema para progresar. La Vuelta se propone proveer al gaucho de los elementos necesarios para incorporarse a la estructura. Los consejos de la Vuelta empiezan con “manéjense como buenos”.
Muerto Cruz, Martín Fierro descubre insoportable su vida entre los indios. Mata a uno en una reyerta y escapa. Vienen los relatos sobre sus hijos y la aparición del viejo Vizcacha. Pero aunque este ratero avaro larga consejos más acordes al Fierro perseguido y matrero de la Ida, el moralismo de Hernández los impugna. No deja igual de relatar muchas injusticias repetidas: comicios fraudulentos, abusos de la justicia y “la ley del embudo”, cepo y frontera para los gauchos, etc. En la payada con el moreno predomina el tema metafísico. Pero el verdadero espíritu de “la Vuelta” son los consejos de Fierro a sus hijos. “Es mejor que aprender mucho/aprender cosas buenas”. El hombre ha de ser cauteloso, prudente, moderado.
“Bien lo pasa entre los pampasel que respeta a la gente
el hombre ha de ser prudente
para librarse de enojos
cauteloso entre los flojos
moderado entre valientes”
“El trabajar es la ley
porque es preciso adquirir
no se espongan a sufrir
una triste situacion
sangra mucho el corazón
del que tiene que pedir”
“Debe trabajar el hombre
para ganarse su pan
pues la miseria en su afán
de perseguir de mil modos
llama a la puerta de todos
y entra en la del haragán”
Y completa: “Si la vergüenza se pierde/jamás se vuelve a encontrar”. Y “El hombre de razón/no roba jamás un cobre/pues no es vergüenza ser pobre/y es vergüenza ser ladrón”
En suma, se trata de trabajar fuerte, no perder la vergüenza, ser derecho, no matar ni buscar rencillas, reconocer que la suerte del sometido no es blanda pero condenar la soberbia porque torna más dura esa suerte. Optimista y conciliatorio, no hace más que expresar una fraternal unión de Buenos Aires, el Litoral y los grupos liberales del interior mediterráneo bajo la presidencia de Roca.
Afirma Feinmann que ha llegado el amado progreso liberal: la organización nacional, el ferrocarril, la inmigración, un intenso intercambio comercial con Europa. Es la empresa que se extiende en todo el planeta, conducida por los más poderosos. Como el orden es la condición necesaria del proceso, los liberales vernáculos festejan la derrota de las provincias y la sumisión del gauchaje (y la indiada). El escenario comienza a transformarse profundamente. Los acordeones gringos acallan las vihuelas. Edificios y fábricas le ganan terreno a la pampa.
La burguesía mercantil siempre vió al gaucho como un ser improductivo y errante, arisco al trabajo, aferrado a la guitarra, a su prienda y a su libertad. Pero ahora tiene asegurado el triunfo y no necesita burlarse. Elaborará otro modo de interpretarlo que difiere en algunos aspectos al sarmientino, aunque decreten su muerte. Es el de Rafael Obligado (“Santos Vega”) y Ricardo Gutiérrez (“Juan Moreira”). De bárbaro montonero pasa a ser bohemio/poeta improductivo y cuando pelea lo hace para defender su honra, su amor o la independencia de su patria. Lo tansforman en un héroe, en un payador enamorado y soñador vencido por la marcha inexorable del progreso.
En 1885 Rafael Obligado escribe el epitafio del gaucho con la lucha entre Santos Vega y Juan Sin Ropa (el progreso). Gutiérrez ensaya una variante: el gaucho sigue siendo improductivo en tanto héroe castigado por un injusto sistema policial y hace justicia a su modo, aunque tenga nobles sentimientos. Siempre se remarca la imposibilidad que padece el gaucho de adaptarse a los nuevos tiempos.
Advierte con lucidez Hernández que el gaucho no muere: muy por el contrario no lo cree improductivo y ajeno al progreso. Con otros elementos y mayor experiencia histórica, Guiraldes se sumará a esta línea interpretativa.
Don Segundo Sombra como realización del ideal hernandiano. Guiraldes narra la lenta y dura tarea de hacerse gaucho. Describe la vida pampeana como un universo moral hecho de austeridad, coraje, desprendimiento, sinceridad y resignación. Lo considera también esencial para el desarrollo, como tropero o peón de estancia que trabaja, obedece y se gana el sueldo del patrón amigo. Esa visión no le impide conservarle las cualidades espirituales del soñador improductivo que le endilgaban los poetas de la burquesía porteña, Obligado y Gutiérrez. Fabio Cáceres, el protagonista de la obra, terminará siendo estanciero y potentado sin dejar por eso de ser gaucho. Ser gaucho es un estado del alma.
La descripción del patrón que ofrece Guiraldes coincide con la de Hernández. Generoso, amigo del gauchaje, medio mandón y severo en el trabajo pero laburador también, servicial cuando quiere. Algunos estudiosos oponen en un plano político -antes que literario- a los dos autores, como si Don Segundo fuera anti Martín Fierro: uno amansado por la oligarquía, atado a la estancia y sometido al patrón, el otro matrero y rebelde. Pero Hernández escribió Don Segundo Sombra mucho antes que Guiraldes. El Don Segundo de Hernández ya contenía todos los elementos que desarrollará Guiraldes: el patrón paternal y gaucho, la alegría del trabajo diario, la sencillez de la vida campesina, la doma, el placer del descanso, la guitarra, la china y el cimarrón. Lejos de ser el anti Martín Fierro, Don Segundo es su más acabada figura. Todo lo que había pedido en sus editoriales de El Río de la Plata.
Consideraciones teóricas (sobre la figura de Hernández). Algunos revisionistas reducen la historia al conflicto de las grandes individualidades y se equivocan con Hernández. El odio que les produce Sarmiento los lleva a absolutizar a Hernández y lo quieren encarnar en su personaje gaucho. Por ejemplo, Jorge Abelardo Ramos reduce el drama de nuestra historia al enfrentamiento de Buenos Aires centralista y absolutista contra el interior nacionalista. El elemento en discordia es la posesión de la jugosa renta aduanera. Pero no diferencia lo suficiente las distintas fuerzas políticas entre el interior mediterráneo y el litoraleño ni la importancia de los grupos liberales en las capitales provinciales. Todo el vasto territorio queda rotulado como nacionalista. Las figuras provinciales que llegan al poder (Sarmiento, Avellaneda, Roca) pertenecían a esos grupos liberales y como tales fueron aceptadas por la burguesía porteña. Al no diferenciarlo, el Martín Fierro aparece como una protesta del interior, un alegato nacionalista contra el centralismo y el despotismo de la oligarquía portuaria, proponiendo una política nacional burguesa tendiente al desarrollo de un capitalismo autónomo.
Es necesario ubicar el Martín Fierro: si bien el poema constituye una protesta del interior contra el régimen político porteño imperante entre 1860 y 1870, ese interior se circunscribe al litoral entrerriano. Los personajes de la obra plantean problemas que no son particulares de la llanura pampeana ni del gaucho bonaerense sino que están corridos hacia el norte, un poco hacia Entre Ríos y un poco hacia Corrientes. Los intereses económicos de ese sector agropecuario litoraleño no necesitan un mercado interno (…) y las alianzas que trabó para enfrentar a Buenos Aires culminaron siempre con una traición a los intereses del interior. Urquiza fue el máximo exponente de esa traición. Llegado el momento de la verdad, el litoral siempre eligió al el librecambio de Buenos Aires antes que el interior y el proteccionismo.
Hernández era hombre del litoral y discípulo de Alberdi, otro liberal antimitrista. Apostaba por la intensificación de la producción primaria enfocada al comercio exterior. No imaginó que el esquema produciría una economía débil y dependiente ni advirtió la desfavorable relación de intercambio ante las manufacturas, en mercados externos donde no se tiene influencia y se es debil. Coincidía con la estructuración política del país de Sarmiento pero su conocimiento práctico de la población rural superaba el discurso del sanjuanino de las escuelas, las maestras yanquis y la inmigración calificada e industriosa.
Ahora bien, ¿es Martín Fierro el anti-Facundo? Depende como interpretemos el Facundo. Si reducimos su texto al mero ataque al gauchaje, indudablemente si. Si lo consideramos la expresión ideológica más acabada y poderosa del sector que anhelaba anexar el país al expansionismo imperial, ni el Martín Fierro ni la prosa de Hernández se le oponen a ese plano. A lo sumo podría ser el anti-Facundo de los ganaderos del litoral para salvar al gaucho del exterminio porteño para poder conchabarlo en sus estancias. La oposición a la visión única sarmientino-mitrista, no se discutía: hay que buscarla en otras fuerzas históricas. Todo lo que no fuera esa visión del progreso conducía al estancamiento y la barbarie, se oponía al espíritu de los tiempos.
Hasta el marxismo comparte esa visión. Marx elabora un esquema de desarrollo universal y necesario de las sociedades que se aplicaría mecánicamente a todas las regiones del planeta. Consideraba al capitalismo como paso necesario y previo al socialismo y acompañaba con simpatía las conquistas de su rival ideológico en las colonias. Para el liberalismo clásico y el marxismo la justificación histórica del desarrollo dependiente es que nada distinto hubiera podido ocurrir. Es incorrecto pensarlo al modo del desarrollo europeo clásico, porque nosotros no tuvimos ni tenemos colonias que expoliar para realizar nuestro despegue.
La grandeza del Martín Fierro reside en que las mayorías nacionales se reconocieron y se reconocen en ese texto. Todos sus elementos expresivos pertenecen al ámbito de la cultura popular. Era la primera vez que en un libro no se burlaban de los gauchos y se narraba sus padecimientos concretos, principalmente el de las levas, con el que da en la tecla. Es una profunda reflexión sobre el dolor humano. Con un arte inmenso se retrataron sus costumbres y usos más auténticos. El gaucho expresado por Hernández es el derrotado, a quien le resta conseguir un lugar decente dentro del orden estructurado por Buenos Aires pero que ya no tiene ni la posibilidad ni el deseo de quebrar ese orden.
El gaucho de Hernández anda solo, es quejumbroso, individualista, anárquico, no concibe la acción en grupo ni asoma en el poema una respuesta social contra la política porteña. Cuando Martín Fierro se junta con alguien (con Cruz) es para huir y perderse entre la barbarie pampa. La historia heroica del gaucho -a través de su lucha contra el centralismo porteño- la narró Sarmiento, no Hernández. Al pueblo le bastó con aquello que en la obra, con arte inigualado, se expresaba de él. Las mayorías argentinas se han ido apoderando de su texto y han terminado por incluirlo en su propio proyecto político. A la cultura oficial le resultará imposible recuperarlo para sí. Por eso, cuando citemos el poema hernandiano, no digamos “como dice José Hernández” sino “como dice el Martín Fierro”. En ese matiz se revelará la diferencia entre un autor y una obra cuyo significado último ya no le pertenece.
“Filosofía y nación. Estudios sobre el pensamiento argentino”.Ensayo. Legasa o Seix Barral (1982)
Séptimo estudio. El pensamiento de la Confederación Argentina:
¿Es Martín Fierro el anti-Facundo?
El gaucho y la política de Buenos Aires
Antes de la “Ida”
Después de la “Ida”
Antes de la “Vuelta”
La “Vuelta”
La Ciencia derrota al gaucho
Don Segundo Sombra como realización del ideal hernandiano
Consideraciones teóricas
La grandeza de Martín Fierro
"Búsquese en todos los discursos, en todos los libros de esa época, en cuanto hayan escrito Sarmiento, Mitre y Alberdi, que son los profetas del partido liberal de ambas tendencias y no se hallará ni una vez (una) referencia a los oprimidos. No, ellos no descenderán jamás a hablar del individuo aisladamente, del ciudadano común, y menos aún, del pobre, del paisano, del gaucho. No, para ellos que se mecen plácidamente en las alturas etéreas, que conversan con los filósofos y economistas de moda, los paisanos, los gauchos, representan la barbarie, lo bajo, la chusma. Para eso están el juez de paz, el comisario y el comandante militar". "Los motivos de Martín Fierro en la vida de José Hernández". Pedro de Paoli -Edit. Huemul, 1968.
sobre tu intro puedo decir que José Hernández le puso el nombre a la ciudad de La Plata, justo tema de mi entrada anterior... tema interesante éste, me pongo a leer la entrevista. Saludos quemeros...
ResponderEliminarSi.. Hernandez era amigo de Dardo Rocha y es conocida la anecdota que se encargo del asado inaugural de esa ciudad y le salio duro como una suela. Cuando aludia a las contradicciones politicas de JHdez -que no desmerecen su idealismo y su lucha, fue que termino conviviendo con la dirigencia de la generacion del 80, tan progresista como unitaria.. abrazo! Horanosaurus.
ResponderEliminar