lunes, 1 de octubre de 2018

Administración Pública Nacional del subdesarrollo VI: los CEOs no pueden...



Se vino el liberalismo-macrista nomás en 2015, porque las mayorías se asquearon del espectáculo obsceno de la más grande defraudación pública que recuerde la historia de la República Argentina, pergeñada por la nefasta familia Kirchner y todo el séquito peronista acrítico (1). Antes que votar a los impresentables cómplices mafiosos Daniel Scioli y Aníbal Fernández, se taparon la nariz y optaron por Mauricio Macri. Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio.

Ganó nomás el ex intendente porteño, niño bien criado en country (2). Bagaje interior posmoderno e ideológicamente inconsistente. Secundado por CEOs amigotes de colegio privado que con soberbia y teorías de posgrado iban a solucionar la inflación y el resto de la economía de taquito. Desactivaron la bomba del kirchnerismo (no es poco) pero fracasaron en el resto y tuvieron que pedir auxilio al FMI: el populismo liberal gradualista no le dió respuestas ni a los ciudadanos ni a los mercados.

La pregunta del millón, para la que no tengo respuesta, es porqué esos mercados no le dan descanso a este gobierno liberal que casi todo les concede y no llevaron contra las cuerdas al gobierno populista inviable de los Kirchner, promotores del capitalismo de amigos coimero del siglo XXI (3). 

Curiosa paradoja: al macrismo le tocó administrar la odiosa administración pública nacional (APN). Venía en el paquete y ya le tenía inquina. Con sus prejuicios de clase, los CEO macristas siempre despreciaron al Estado, su carga impositiva y sus ineficiencias. Ahora debían conducirlo los mismísimos vividores de la patria contratista.

A todas vistas, una racionalización en el Estado resultaba coherente: hace décadas la privilegiada clase política permitía ingresar al Estado gente inepta sin concurso alguno, renunciando al derecho de admisión de toda empresa seria. El kirchnerismo en particular había hecho de la APN un aguantadero de "pibes para la liberación" sin especialización alguna. La convirtieron en una divertida agencia matrimonial de La Cámpora. Les daban para manejar camionetas 4x4 y los chicos se sentían dioses poderosos. En paralelo, Cristina Kirchner les aseguraba que no había más pobres en la Argentina, su último ministro de economía Kiciloff no los nombraba para no estigmatizarlos y el secretario Guillermo Moreno dibujaba números promisorios en el INDEC para borrarlos del mapa.

Macri le encargó la racionalización a un ministro superpoderoso con un título tan grandilocuente como ridículo: "Modernización". Andrés Ibarra más que planificar el Estado para servir mejor, quiso recortarlo y digitalizarlo todo. Con lógica empezó por controlar la asistencia física a los lugares de trabajo con aparatos biométricos (marcar tarjeta, bah), derecho lógico de cualquier empresa capitalista. Eso obligó a renunciar a muchos "ñoquis". Se rumorea que van a terminar para siempre con el mecanismo de contrataciones basura de la Fundación Argeninta, que alimentó de acomodados políticos a casi toda la APN durante décadas. El control de los gastos, en general, es sin dudas mucho más racional y hasta a veces se pasan de rosca. Hasta aquí bien. Pero en tres años de gobierno no reabrieron concursos para corregir el "trabajo en gris" por contratos que sigue reinando cómodamente en los planteles del Estado.

Las autoridades sacaron un programa de retiros voluntarios tan poco atractivo que solo favoreció a los "ñoquis" que no tenían otra salida que irse. Aumentaron la oferta en capacitación para los empleados públicos y alentaron la oferta de puestos entre organismos (cambios horizontales) pero sin ofrecer incentivos a la excelencia. Voluntarismo. En eso continúan la apática política kirchnerista de igualar para abajo: que todo de igual (4).

A los funcionarios de la banda que venía del "competitivo" ámbito privado les sedujo igual eso de sentirse importantes y andar con choferes, disponer de autos oficiales o volar en primera: "de arriba" se lo tuvieron que prohibir dos o tres veces con resoluciones y decretos diferentes. Pero los CEOs -ahora funcionarios- cuando pueden siguen insistiendo con esas ventajitas. Cabezas duras estos posgrados! Recién con una de las últimas crisis financieras de 2018 el gobierno hizo un poco de publicidad política congelando completamente el ingreso de nuevo personal al Estado.

La tarea más promocionada del superministro Ibarra es la digitalización y la simplificación de los trámites para los ciudadanos. Demagogia para tiempos de declamaciones ecológicas eso es -según dicen- para ahorrar el uso de papel de los viejos expedientes. Pero el papel se debe usar igual para avalar pruebas y la resolución de los trámites sigue lenta como siempre. Las viejas empleadas gordas tipo Gasalla han sido reemplazadas por millenials en jeans con onda parientes de políticos. Es lo que hay.

Macri empezó mal desde el principio: para pagar favores políticos previos a las elecciones que lo encumbraron, aumentó el número de ministerios a más de veinte. Sabían que estaba mal pero recularon recién cuando el FMI les recordó que era ridículo. Entonces, durante un fin de semana de arduo trabajo, cual almaceneros  con el lápiz en la oreja tacharon sobre una mesa unos cuantos ministerios y los bajaron a secretarías (incluído Modernización). Cualquier cosa menos planificación inteligente.

Si hay un ejemplo que grafica la falta de timming, sustento y decoro para la función pública de esta gente de la alta sociedad fue la renuncia de Luis Caputo a la titularidad del Banco Central, hace pocas semanas. Como un nene caprichoso y despechado lo anunció públicamente en el mismo momento que su amigo el presidente Macri aterrizaba en Estados Unidos para hablar ante la ONU y negociar un nuevo trato con el FMI.

Y un ejemplo de los horrores políticos con la administración pública es el Ministerio que denominaron de Agroindustria apenas asumieron (antes llamado de Agricultura, Ganadería y Pesca). Lo designaron titular al optimista Ricardo Buryaile. Dijo suelto de cuerpo al asumir "quiero recuperar las facultades que tenía Agricultura" ya que todo el poder sobre el área se sabe lo tiene desde hace añares el ministerio de Economía. A poco de andar, el presidente lo reemplazó y le ofreció como consuelo una embajada para compensarlo. Designó en el puesto a Luis Miguel Etchevehere, otro CEO amigo supuestamente eficiente proveniente de la Sociedad Rural Argentina. Que no solo está imputado por la justicia por un incremento patrimonial previo exorbitante: recibió un pago compensatorio por su paso por la SRA, muy parecido a una coima, haciendo aún más evidente e indignante la incompatibilidad que presenta para trabajar como funcionario público en el área agropecuaria. Parece que Laura Alonso, titular de la Oficina Anticorrupción, borró de su memoria lo que impone la Ley de Etica Pública Nº 25188/99. Seguramente también por "órdenes de arriba". 

Una de las pocas iniciativas de Etchevehere fue limpiar toda huella del accionar de otro impresentable, el antidemocrático dirigente pseudorrevolucionario sin votos Emilio Pérsico, ex secretario paralelo  en Agricultura Familiar. De paso también borró todo rastro de representación en el Estado de los pequeños productores agropecuarios. Eliminó el monotributo social que los ayudaba, sospechando despilfarros que no se denunciaron a la justicia. Hoy el ex ministerio  solo escucha las campanas de los grandes exportadores de cereales, oleaginosas y carnes. Minifundistas y producciones regionales siguen con los problemas de siempre. Los tamberos cierran de a uno por día -como antes-, mandando sus vacas al matadero. Nada de precios sostén: que regulen los mercados, dicen los CEOs. Si pasan los gobiernos y no atinan a planear una política agropecuaria, menos lo van a hacer estos falsos liberales. El actual secretario de Agricultura Familiar, Coordinación y Desarrollo Territorial, Santiago Hardie, analizó sesudamente: "Los pequeños productores estaban en crisis y siguen en crisis". Otro opinólogo con cargo con sello más grande que su capacidad de gestión.

Tampoco les preocupa desfinanciar las investigaciones del INTA y los contralores de SENASA (hasta que reaparezca la aftosa, explote todo y se descubra el ineficiente control sanitario de nuestras exportaciones alimentarias) o la mishiadura de otros organismos de control agropecuario interno. Para ellos "el mercado" todo lo arregla solo.

Volviendo sobre el tema del trabajo ñoqui y según informaciones periodísticas, en octubre de 2009 la plantilla de empleados del ex-ministerio de Agroindustria ascendía a 1500, sin tener en cuenta los de sus organismos descentralizados SENASA ni INTA o INVitivinicultura. A diciembre de 2015 sumaban 4200, la inmensa mayoría bajo contratos de trabajo basura, con importes salariales y cargos otorgados por monos con navaja de la militancia kirchnerista. Quizás por eso fue el ministerio más bombardeado de la APN por los despidos macristas: casi mil afuera (la mitad, pertenecientes al sector Agricultura Familiar).

El mismo Etchevehere fue una de las víctimas de la rebaja aleatoria de categorías del gobierno. Se guardó su orgullo en el bolsillo y continuó en el cargo. Por si fuera poco, después le afanaron la Secretaría de Mercados Agroindustriales y se la llevaron al Ministerio de la Producción, recortándole su poder político al mínimo. Hoy en día no puede planificar ni ordenar con inteligencia las distintas producciones agropecuarias enfocadas a cubrir las demandas tanto internas como externas. 

Podría legislar una ley de semillas sensata, justa y equilibrada que termine con el problema crónico de las patentes. O legislar sobre el uso del glifosato y otros controvertidos productos protectores de plagas. Pero no se animan. ¿Cuántos períodos presidenciales necesitarán? Se quedan en autorizar alguna innovación genética que presente Monsanto u otro semillero y hacer algún simposio marketinero.

Algún día, Etchevehere también deberá explicar como es que los amigos corporativos de esta dirigencia CEO se enteraron justo a tiempo en setiembre de 2018 que el gobierno -ante otra emergencia financiera- elevaría las retenciones a la soja. Así pudieron inscribir por adelantado operaciones de exportación que les permitieron eludir 150 millones de dólares al fisco. Lo admitió su propio jefe de gabinete Santiago del Solar. Y otra vez la Oficina Anticorrupción calló.

Como a esta edad soy extremista en algunos aspectos, propongo anular todos los organismos del Estado argentino y echar a todos sus empleados, sean útiles o no. Ya que no disponemos de una dirigencia política que planifique ni actúe con racionalidad y equilibrio, cuando colapsen las funciones realmente provechosas para la sociedad, reabran de a una las instituciones de utilidad con gente apta, pagando sueldos dignos. Después que las mismas evidencias solucionen el problema y el Estado funcione como Dios manda, le pediría a los representantes de nuestra clase política que -por honestidad y verguenza-  se vayan todos. Horanosaurus.

(1) Según un estudio de la Unidad de Información Financiera la corrupción en el país alcanzó los U$S 35.000 millones, solamente en el rubro obra pública. Ese organismo es querellante en 140 causas penales. El caso Lava Jato, que implosionó el sistema político brasileño, fue mucho más modesto: movió un 10% de estas coimas. Nuestro país es cinco veces más chico que Brasil.
(2) Los de antes hubiéramos dicho "criado en departamento". 
(3) Los "cuadernos de la coima" desnudaron el escandaloso sistema de prebendas en el que participaban las empresas más importantes del país.  A la mierda la respetabilidad de Pescarmona, Paolo Rocca y todos los que le siguen en la lista de la burguesía nacional. Deberían suicidarse todos -como hacen con dignidad los capitanes de barcos torpedeados- para no morir de verguenza al mirar los ojos de sus hijos y nietos.
(4) Paradójicamente por el mismo motivo fracasó la promoción del "hombre nuevo" que propugnaba el Che Guevara en Cuba: allí solo ganaron los burócratas del Partido Comunista. 


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