Gran político y militar horrible, si por gran político entendemos conquistar y mantener poder de cualquier modo y por buen militar ganar batallas lealmente (no como Pavón, no como en la Triple Alianza). Traidor, si traición es aliarse con intereses espurios. Mitre, el que se carteaba con Sarmiento planeando exterminar caudillos federales (era otro siglo, los políticos mandaban a matar más descaradamente que ahora) con sus generales degolladores Arredondo, Paunero, Sandes, etc. Ellos fueron quienes verdaderamente inspiraron las desgracias del Martín Fierro: ahora que resulta "progre" acordarse de los "pueblos originarios", nadie se acuerda de la persecución y desaparición forzada del gaucho. En esa oscura época mitrista -que vivió intensamente denunciando los abusos del poder oligárquico- se inspiró nuestro poeta nacional José Hernández para su obra maestra.
Mitre fue también golpista, cuando la legalidad no le convenía, "hermano" encumbrado de la logia masónica porteña y responsable de la fraticida guerra contra el Paraguay, fomentada por el imperio brasileño y la diplomacia inglesa. Padre de la historiografía argentina, por su obra literaria y por eso de que "la historia la escriben los que ganan". Un hombre que, a la par de Julio Roca, dominó la vida argentina durante treinta años construyendo una Argentina moderna sin importarle sus efectos colaterales y que hasta el final tuvo la más alta consideración de la clase política vernácula. Como Menem después de sus locuras, siglo y pico después. Mitre tuvo detractores pero murió como un prócer, reconocido por sus servicios por los de su clase pero también adorado por parte de la población.
Aquí, varios artículos recopilados casi al azar con un abanico de opiniones: Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde, José Pablo Feinmann y el diario de la familia Mitre (La Nación, "una tribuna de doctrina"), que lo trata mucho mejor, claro. El federal José Hernández (a) Matraca, en cambio, es lapidario con el del chambergo. Horanosaurus.
"(Mitre) hombre que ha amasado su fortuna política con las lágrimas y la sangre de millares de víctimas... especie de bolilla negra en una lotería fúnebre". José Hernández, 1874.
La significación de Mitre
Mitre fue también golpista, cuando la legalidad no le convenía, "hermano" encumbrado de la logia masónica porteña y responsable de la fraticida guerra contra el Paraguay, fomentada por el imperio brasileño y la diplomacia inglesa. Padre de la historiografía argentina, por su obra literaria y por eso de que "la historia la escriben los que ganan". Un hombre que, a la par de Julio Roca, dominó la vida argentina durante treinta años construyendo una Argentina moderna sin importarle sus efectos colaterales y que hasta el final tuvo la más alta consideración de la clase política vernácula. Como Menem después de sus locuras, siglo y pico después. Mitre tuvo detractores pero murió como un prócer, reconocido por sus servicios por los de su clase pero también adorado por parte de la población.
Aquí, varios artículos recopilados casi al azar con un abanico de opiniones: Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde, José Pablo Feinmann y el diario de la familia Mitre (La Nación, "una tribuna de doctrina"), que lo trata mucho mejor, claro. El federal José Hernández (a) Matraca, en cambio, es lapidario con el del chambergo. Horanosaurus.
"(Mitre) hombre que ha amasado su fortuna política con las lágrimas y la sangre de millares de víctimas... especie de bolilla negra en una lotería fúnebre". José Hernández, 1874.
La significación de Mitre
Reportaje a Ortega Peña y Duhalde. 07/08/2009. Publicado
por MRP 4 de Abril.
En su edición número 50 del mes de junio de 1971, la
revista Todo
es historia, dirigida por Félix
Luna, publicó un dossier sobre la figura histórica de Bartolomé Mitre. En él, la
historiadora María Sáenz Quesada
compiló las opiniones de sus colegas, inscriptos en las diversas corrientes de
interpretación de nuestro pasado. Rodolfo
Ortega Peña y Eduardo Luis
Duhalde aparecían, por entonces, como una de las producciones más
novedosas de la floreciente historiografía militante. Producción intelectual
que complementaba una infatigable práctica jurídica común en sindicatos y
organizaciones políticas.
— ¿Cuál es el significado de Mitre en el momento histórico de su actuación? D: —Bartolomé Mitre es el nombre en el cual se concentra la política británica en el Río de la Plata en su mayor intensidad colonial. Su significación es la de expresar el uso instrumental de Buenos Aires contra toda la Nación, al servicio de una mentalidad y designios exclusivamente europeos. Desde un punto de vista nacionalista popular, la actuación de Mitre para la constitución de la Argentina como Nación independiente es nefasta.
— ¿Qué aportes de Mitre al país subsisten en la actualidad? OP: —Si por "aportes" entendemos las contribuciones a la dependencia del capital extranjero y una obsecuencia a la cultura europea, es indudable que Mitre todavía tiene vigencia en pequeños sectores que viven de espaldas al país. Señalemos que no pretendemos, como algunos historiadores revisionistas ortodoxos, ridiculizar a Mitre. Mitre fue algo demasiado serio como para tomarlo en broma; mandó a la muerte a miles de argentinos y generó una mentalidad historiográfico-liberal colonial sumamente potente, en la medida que contaba con todo el apoyo de la oligarquía local y el Imperio Británico.
— ¿Qué opina de Mitre como historiador? D: —Mitre era un historiador "serio", es decir, conocía a los historiadores de su época. Pero su "cientificidad" estuvo permanentemente al servicio de una concepción antinacional. Creó superhéroes, parcializó a argentinos de temple y obscureció como a salteadores a los caudillos. Sus "sanmartines y belgranos" son personajes recortados con las tijeras de (Thomas) Carlyle y litografiados por (Leopoldo) Torre Nilsson. Pero la deshumanización que alimenta toda la historiografía mitrista tiene raíces más profundas que las estéticas; propia de la falta de contenido popular de toda su weltsanschaung (cosmovisión).
— ¿Tuvo Mitre alguna responsabilidad en los orígenes de la guerra del Paraguay? OP: —Por supuesto. El asunto —aunque todavía existan algunos polemistas tardíos— está prácticamente agotado desde un punto de vista historiográfico. Mitre —y no la Argentina— fue un instrumento consciente de la destrucción del Paraguay. De un Paraguay que era —gracias a Rosas y su política de amistad— considerado parte de nuestra propia tierra, como provincia/nación hermana. La destrucción del Paraguay se resolvió en el Foreign Office de Londres, y Mitre y el Brasil actuaron de mandatarios de esa decisión. Era el último golpe contra el federalismo criollo, y Mitre tenia plena conciencia de la necesidad de darlo para que su proyecto occidental y dependiente pudiera seguir adelante.
— ¿Fue positiva o negativa la actuación de Mitre con relación al interior del país? D: —Quizás hubiera sido importante oír a los propios interesados en este punto. Preguntarle por ejemplo al Chacho, a los (Ambrosio) Chumbita, a (Aurelio) Salazar, a Felipe Várela o a esos miles de campesinos, de condenados de la tierra del noreste argentino que se levantaron en armas contra Mitre, en respuesta a la política porteñista que "el círculo de Mitre" llevaba a cabo contra el interior provinciano. La liquidación del mercado interno era una necesidad básica para la política porteño- británica. Asimismo la consolidación de pequeños grupos que se van afirmando como oligarquías lugareñas, que serán las correas de transmisión de la política mitrista en el interior Jugarán un papel en la represión y dominio liberal de las provincias. La negatividad del ciclo mitrista en el interior se siente todavía hoy, a más de cien años.
— ¿Merece Mitre la jerarquía que tiene en la nómina de los próceres argentinos? OP: —Esa jerarquía y esa nómina le ha sido otorgada por una historiografía y una Academia que han sido nutridas permanentemente por la concepción anti-nacional del mitrismo. El revisionismo histórico, entendido como conciencia histórica colectiva de los argentinos ha ubicado a Mitre en su verdadero lugar. Pero lo que si es indudable es que los ingleses están en deuda con Bartolomé Mitre: ellos deberían haberle otorgado el procerato y jerarquía que los académicos le han brindado tan apasionadamente.
Por José Pablo Feinmann. Pg12. Contratapa. Domingo
04.11.12.
Cuando Buenos Aires derroca a Urquiza el 11
de septiembre de 1852 –un golpe manejado desde un segundo plano por el
emergente coronel Bartolomé Mitre–, quedan enfrentados dos países. Buenos Aires
y su decisión de separarse de la Confederación urquicista y esta Confederación
que cuenta con el apoyo de todo el país. Es notable este fragmento de la
historia de nuestro país. De una parte, el puerto de Buenos Aires, los
mercaderes intermediarios y los estancieros de la pampa húmeda. Del otro, la
Confederación urquicista que representa a las provincias y reúne a una serie de
brillantes intelectuales, hombres de letras. En sus Póstumos V (editado como
Grandes y pequeños hombres del Plata), Alberdi habrá de comparar a Mitre con
Lincoln. En 1861 (escribe), luego de la batalla de Pavón, Buenos Aires se
adueña del poder sobre el país (que Urquiza le ha entregado) y consigue
afianzar la Secesión que había iniciado con el golpe de septiembre de 1852. Entre
tanto, en Estados Unidos, se inicia la guerra entre “los Estados del Norte y el
separatismo (de) la Confederación de Estados del Sud” (Cap. XXXVI). Como vemos,
en el Plata, “la palabra confederación significaba lo contrario que en Norte
América: denotaba el partido nacional o centralista, que perseguía la
reincorporación de Buenos Aires; y Buenos Aires representaba la causa que
levantó la Carolina del Sud, es decir: el pretendido derecho de un estado o
provincia de la unión federal o nacional a separarse y constituirse en un
estado gobernado discrecionalmente”.
Alberdi identifica centralismo con la unidad
de todas las provincias en una Confederación dotada de una Constitución
Nacional aprobada por todos. Esto, dice, fue lo que triunfó en Estados Unidos.
Todo lo contrario en Argentina. El Buenos Aires de Mitre representaba el separatismo,
la autonomía de una provincia y –luego de la guerra civil– el sometimiento del
entero país a esa provincia vencedora, Buenos Aires. “La revolución, en Norte
América, ha tenido un triunfo de civilización y progreso; en el Plata, de
feudalismo y retroceso”. Para Alberdi, que no pecaba por falta de lucidez, el
triunfo de Buenos Aires, contrariamente a lo que desarrolla Sarmiento en “Facundo”,
es el triunfo del feudalismo, del retroceso. Ha sido derrotada la Confederación
Argentina que –lejos de expresar los intereses de una ciudad– expresaba los del
país, que se le unía contra Buenos Aires. La Confederación –si usamos los
conceptos porteños– era la civilización; Buenos Aires, la barbarie. Como vemos,
el revisionismo no nació en 1930 con el Instituto de Investigaciones Juan
Manuel de Rosas ni menos ahora de la mano de Pacho O’Donnell. Sólo que Alberdi
(como los otros intelectuales que lo seguían o caudillos como Felipe Varela y
su Manifiesto) no pretendía revisar nada. Era contemporáneo de los hechos. Daba
su versión de ellos y esa versión expresaba una posición histórica y bélica
contra Buenos Aires. Sigue: “Lincoln ha muerto por la libertad de los negros en
América; Mitre expone hoy su vida por la esclavitud de los negros, como aliado
del Brasil. Lincoln era el instrumento providencial de la república; Mitre lo
es de la monarquía esclavizante del Brasil (...) Mitre es el Jefferson Davis
del Plata, sin el coraje del ex presidente del Sud”. (Nota: Jefferson Finis
Davis fue el presidente de la Confederación sureña, esclavista y separatista,
consagrada –en el plano económico– al monocultivo del algodón. Davis estuvo al
frente de la Confederación durante toda la guerra: 1861-1865. Su memoria,
primero injuriada, ha sido restituida y hoy su prestigio hasta puede compararse
con el del héroe indiscutido del Sur, el general Robert E. Lee. No en vano
Davis se educó en West Point y fue como voluntario a rapiñarle la tierra a los
mexicanos en la guerra que –destinada a esa causa– Estados Unidos le hizo bajo
la bendición de Friedrich Engels, de la que los norteamericanos no se enteraron
y muchos marxistas tampoco.)
Alberdi analiza como pocos la raíz profunda
de la diferencia entre los dos países: Estados Unidos y Argentina. Aquí triunfó
Mitre. Es decir, Buenos Aires. La ciudad sin nación. La ciudad exportadora, no
productora. La ciudad sin mercado interno. La ciudad del monocultivo, de la
abundancia fácil. Del goce inmediato. Pudo haber triunfado la otra: la que
sumaba a la Confederación de Urquiza unida al Paraguay de López y a las
montoneras del oeste mediterráneo. Con sus grandes intelectuales. Injuriados
por la prensa de Buenos Aires. Escribe Olegario Andrade: “‘A la cárcel!’ con
los escritores oscuros de Entre Ríos (...) ‘¡A la cárcel!’ con los escritores
bárbaros de la tierra del caudillaje (...) Estos son los gritos hidalgos de la
prensa libre, de la prensa civilizada, de La Tribuna, de La Nación Argentina,
de los diarios grandes de Buenos Aires. Piden que el gobierno nos acuse. Que se
nos juzgue como criminales vulgares. Que purguemos en un calabozo el delito de
no pensar como ellos” (Olegario Víctor Andrade, “Las dos políticas”,
Consideraciones de Actualidad, Editorial Devenir, Buenos Aires, 1957, p. 102).
A muchos sorprende el inicio del panfleto de José Hernández ante el asesinato
de Angel Vicente Peñaloza. Pero debiera sorprender menos. Hernández invierte
los términos de la “culta” Buenos Aires: nosotros, la civilización; los otros,
la barbarie. No, dice. No es así. Y escribe: “Los salvajes unitarios están de
fiesta (...) El general Peñaloza ha sido degollado (...) El partido que invoca
la ilustración, la decencia, el progreso, acaba con sus enemigos cosiéndolos a
puñaladas (...) ¡Maldito sea! Maldito, mil veces maldito, sea el partido
envenenado con crímenes, que hace de la República Argentina el teatro de sus
sangrientos horrores”. Sería, así, José Hernández, el segundo poeta de la
maldición. El primero fue José Mármol, que arrojó su maldición sobre Rosas: “Ni
el polvo de tus huesos la América tendrá”. Pero Hernández no tuvo suerte. Aquí,
con Buenos Aires, gana el Sur. Pierde todo el resto del país. Gana Jefferson
Davis. Pierde Lincoln. Gana Lee, pierde Grant. Gana Mitre, a quien David Viñas
(en Literatura Argentina y realidad política) habrá de llamar: el burgués fanfarrón.
Era el hombre que Buenos Aires necesitaba. Y acaso el que siempre necesita.
No es posible explicar todo un complejo
fresco histórico por la traición de un individuo, aunque fuera Urquiza. No, el
factor decisivo –junto con todos los otros– fue que Inglaterra apostó por Mitre.
Tal como, en la contienda norteamericana, había apostado por el Sur algodonero
y esclavista. Querían, los ingleses, materias primas baratas. No maquinarias,
que las hacían ellos, el taller del mundo. Aquí, quería el puerto de Buenos
Aires y el trigo y el ganado de la pampa húmeda. El mercado interno sería para
la penetración de sus productos manufacturados. Mitre, eficaz, luego de su
guerra de policía, se lo entregó en bandeja de plata... y sangre.
Tumba de Mitre en el cementerio de Recoleta, Buenos Aires.
A más de 100 años de su muerte, sus ideas
sobre el Estado, la ley, los ciudadanos, los derechos y la libertad están
presentes en nuestros debates públicos. La Nación 19/01/18. Por Rogelio Alaniz.
El 19 de enero de 1906 moría Bartolomé
Mitre y, según los biógrafos, sus últimas palabras fueron "no me
embalsamen". No me constan los motivos prácticos o teóricos de ese pedido,
pero en términos históricos y políticos Mitre no está embalsamado. El hombre
que hizo de la historia y la política la razón decisiva de su existencia no
podría permitirse la licencia de renunciar a seguir gravitando con sus ideas.
Como Sarmiento, como Alberdi, con quienes
sostuvo tantas coincidencias y tantas disidencias, Mitre mantiene una rigurosa
actualidad. Sus ideas, sus proyectos, incluso sus esperanzas, están presentes
en nuestros debates públicos, en nuestras diferencias, en nuestros dilemas. La
nación, el Estado, la ley, las libertades, son temas en los que Mitre siempre
tiene algo para decirnos.
Primera lección. Creyó en este país y nos
enseñó a creer en él. Imposible pensar la política, ayer y hoy, sin esa fe
laica que Mitre tuvo en la Argentina y en los argentinos. Esa convicción
provenía de su mirada histórica, de esa lucidez para transformar la historia en
conciencia histórica, como escribió José Luis Romero. La nación forjada en la
crisis y pensada como el alma misma de la política. Y la historia nacional como
un fragmento de la historia universal.
Segunda lección. La condición necesaria para
hacer posible este destino es la sabiduría política, esa combinación virtuosa
de teoría y práctica, inspiración y raciocinio. Fue exigente consigo mismo y
con sus contemporáneos, pero en el vértigo de una crisis profunda escribió este
consejo que hoy merecería estar presente en la memoria de todo político:
"Debemos tomar a la Argentina tal cual la han hecho Dios y los hombres,
para que los hombres con la ayuda de Dios la vayamos mejorando".
Tercera lección. Nunca se dejó subyugar por
las utopías, pero nunca renunció a las esperanzas. Pensó la política con los
pies plantados en la realidad y con los ojos mirando hacia las cumbres. Aceptó
los rigores de lo posible, pero jamás perdió de vista que sin reformas
materiales y culturales no hay reformas políticas perdurables. "Un pueblo
pobre no puede ser libre; un pueblo sin instituciones no puede tener idea de
sus derechos y deberes; un pueblo con malos códigos no puede tener una buena
constitución; un pueblo con un mal sistema de hacienda no puede tener un buen
sistema político; un pueblo que no goce de bienestar es en vano que tenga
escrito en un papel sus libertades". ¿Se entiende por qué es nuestro
contemporáneo?
Cuarta lección. En tiempos de faccionalismos,
refriegas y turbulencias, apostó al acuerdo, al entendimiento y a la educación.
No desconocía el conflicto y lo asumió con coraje, pero su talento se
desplegaba forjando los grandes acuerdos porque "de estos males todos
somos responsables y solidarios". Creía en los estadistas, pero rechazaba
la noción del líder providencial. Detestaba la demagogia en todas sus
manifestaciones: "Nunca he gobernado con los gritos de la calle
-advirtió-, pero he consultado los movimientos de opinión".
Estaba convencido de que la educación
contribuía de manera decisiva a la perfección moral e intelectual de los
pueblos. "El número de analfabetos debería estar escrito en las paredes
del Congreso para quitar el sueño de los legisladores", escribió. Hoy
podría exigirse algo parecido.
Quinta lección. Fue, como le gustaba decir,
un hombre de principios, es decir, de ideas y convicciones, pero esos
principios nunca fueron dogmas. Fue un liberal de medios y de fines. Su
liberalismo se confundía con la moderación, pero también con la curiosidad y el
asombro. Siempre fue un político que en los momentos de crisis dijo lo que
pensaba y siempre creyó que la política no podía reducirse a consignas
esterilizantes. El liberalismo de Mitre se sostenía en la certeza de que la realidad
siempre es más rica, más estimulante que las ideologías. Como dirigente definía
lo fundamental, pero luego dejaba abiertas zonas amplias de ambigüedades para
que la vida se encargara de dibujar los últimos trazos.
Sus convicciones moderadas le ganaron
enemigos históricos. Los fascistas y los católicos integristas no le perdonan
la república liberal; los izquierdistas no le perdonan la república burguesa.
En ambos casos, lo que no le disculpan es su condición de liberal en el sentido
más noble de la palabra.
Sexta lección. El historiador Hugh
Trevor-Roper escribió que "los mejores políticos son aquellos que han
estudiado la historia, y los mejores historiadores son los que han participado
en política". Pensamiento ajustado estrictamente para Mitre. Fue un
historiador exigente y un político eficaz que percibió las señales del pasado,
captó las luces del futuro y supo de las decisiones cotidianas que se deben
tomar todos los días, decisiones que exigían ese "golpe de vista" que
permite comprender en la confusa y vertiginosa complejidad de lo real aquello
que corresponde hacer en cada instante.
Esa inspiración provenía de su sensibilidad,
de su experiencia en el trato con los hombres, pero se apoyaba en una reflexión
rigurosa acerca de las tareas a realizar para constituir un sistema de poder.
Mitre pudo equivocarse, pero en todas las circunstancias siempre supo dónde
estaba parado y, sobre todo, siempre supo lo que deseaba para la Argentina. Ese
sentido histórico de lo real, esa certeza acerca de lo que se debe hacer en
cada momento, ese talento para establecer diagnósticos adecuados y soluciones
posibles, es lo que distingue al político de todos los tiempos.
Séptima lección. Su vida propiamente dicha.
Ese trajinar cotidiano entre las borrascas de la política, los rigores de la
investigación y los imponderables íntimos de la existencia. También en estos
planos Mitre tiene algo que decirnos. Tradujo la Divina Comedia; fue el
primer historiador argentino; escribió poemas, novelas y ensayos. Sus artículos
en los diarios fueron un modelo de reflexión y criterio. José Hernández le
dedicó La vuelta de Martín Fierro.
Fue austero por temperamento y por
convicción. El lujo, la riqueza y la ostentación le eran indiferentes. Era
serio y formal, comprensivo y tolerante. Prefería la soledad a las multitudes,
el estudio a la disipación. La victoria o la derrota no alteraban su estado de
ánimo. Era valiente, pero no se ufanaba de su coraje; asumía los riesgos como
si no le importaran las consecuencias. Como los héroes de Hemingway, cultivaba
la elegancia en el sufrimiento y, como los personajes de Borges, crecía en la
derrota. En su prolongada vida política conoció las victorias y las derrotas;
los arrullos del poder y sus ingratitudes. En todas las circunstancias, nunca dejó
de ser Mitre: algo taciturno y melancólico, valiente sin fanfarronería,
inteligente sin ostentación. Octavio Amadeo lo recuerda en sus últimos años,
"con su barba rala y el chambergo, parecía un viejo pescador escandinavo
escapado de la tempestad". De esas tempestades Mitre sabía mucho.
Rincón gaucho
Siendo muy joven, escuchó los relatos de los
paisanos en la estancia de Gervasio Rosas. Por Roberto Elissalde | Para
LA NACION Campo. 30/06/12.
Cuenta la
tradición que don Ambrosio Mitre, padre del fundador de La Nacion, decidido a
convertir a su hijo en un hombre de bien, le pidió a don Gervasio Rosas que lo
hiciera hábil en las tareas rurales en su estancia del Rincón de López.
Muchos
años después, sostiene Cesar Grass, el médico Juan Angel Fariní se sorprendió
en una de las salas en la casa del general al ver una miniatura de Juan Manuel
de Rosas. Quizá su expresión fue tal que Mitre le dijo: "¿Le extraña? ¿No
sabe usted que yo le debo la vida a don Juan Manuel?".
Acto
seguido le explicó que cuando hizo su experiencia campera en lo de don Gervasio
Rosas, cierta vez éste lo envió a otra estancia ubicada en la margen opuesta
del Salado. Como había llovido bastante y el río estaba algo crecido, Mitre,
que no era baqueano en los pasos, buscaba el más aparente para vadearlo. Cuando
iba a intentarlo por donde mejor le parecía, surgió de improviso un jinete que
le gritó que no lo hiciera por ahí porque se podía ahogar.
El
muchacho obedeció y anduvieron en silencio costeando el río, hasta que en
determinado paraje le dijo: "Ese es el vado más seguro. Agarrate bien de
las crines de tu caballo, pero fijate bien para no errarle en el regreso".
El jinete le preguntó quién era y qué hacía, y le dio su nombre y le dijo que
estaba en lo de don Gervasio Rosas. El paisano le replicó: "Decile a
Gervasio que dice su hermano Juan Manuel que no sea bárbaro, que no se envía a
una criatura como vos a cruzar el Salado. ¡Y dale recuerdos míos!".
Pocos días
después, Bartolomé, de apenas 15 años, volvía a su casa con una esquela de
Gervasio, que afirmaba: "El mocito no sirve para nada, porque en cuanto ve
una sombrita se baja del caballo y se pone a leer". Si poca fue la afición
a las tareas rurales, aquellas noches junto al fogón escuchando los relatos de
los paisanos quedaron grabadas en el joven, que en los momentos libres del trajín
de la guerra, de la acción política o del interés del Estado, tomó la pluma
para evocar a los que también construyeron la Patria.
En el
libro “Armonías de la pampa”, quizás muchos de esos recuerdos los volcó Mitre
en sus versos "Santos Vega", "El caballo del gaucho" y
"El Pato". Como lo dice en el prólogo: "Pertenecen a un género
esencialmente nacional, que puede llamarse nuevo, así por los asuntos como por
el estilo". Con justicia Melián Lafinur considera a Mitre "con justo
título como uno de los fundadores de nuestra poesía vernácula". Y por si
fuera poco, su adversario político José Hernández no dudó en estampar su
respeto en la dedicatoria que acompañó el ejemplar de su Martín Fierro.
Museo Mitre, calle San Martín 336, ciudad de Buenos Aires.
La guerra del Paraguay sirvió para consolidar el sentimiento
de unidad nacional que obsesionaba a Mitre cohesionar, entre las provincias,
destrozadas tras años de sangrientas guerras civiles. InfoBAE 26/01/18. Por
Juan Thames.
Bartolomé Mitre fue uno de los hombres
más prolíficos y polifacéticos del siglo XIX en nuestro país. El 19 de enero
pasado se cumplieron 110 años de su fallecimiento. Mitre fue uno de los grandes constructores de la Argentina moderna.
Escritor, periodista, estadista, militar e historiador. Si por algo debemos recordar
a Bartolomé Mitre, es por su invaluable y permanente aporte a la unidad
nacional.
Nació el 26 de junio de 1821, en la
Ciudad de Buenos Aires. Porteño de corazón, de raíces venecianas y, más atrás
en su genealogía, de ancestros griegos. El apellido originario de su familia
era Mitropoulos.
Hacia 1827 su familia se trasladó a
Carmen de Patagones, donde su padre sirvió como tesorero del fuerte que
guarnecía ese punto. Hasta el día de hoy, la tradición oral de la ciudad guarda
gratos recuerdos del paso de la familia Mitre por sus calles y sus casas.
En 1829 su padre lo envió a la estancia de su amigo, Gervasio Rosas,
hermano del luego dictador porteño Juan Manuel de Rosas, a fin de que
aprendiera sobre los menesteres del campo.Decepcionado, don Gervasio lo
reintegró a su casa paterna al poco tiempo y le dijo a su padre: "Aquí le
devuelvo a este caballerito, que no sirve ni servirá para nada, porque cuando
encuentra una sombrilla, se baja del caballo y se pone a leer". Desde
temprano demostró su inclinación a la lectura y a la escritura, que marcó a
fuego lo que luego sería su vida.
A partir de 1831 su familia se instaló
en Uruguay. Allí el joven Bartolomé egresó de la Escuela Militar de Montevideo,
en 1839, con el grado de alférez de artillería. Luego, se incorporó a las filas
del bando colorado, en las luchas civiles contra el Partido Blanco, en el
Estado Oriental. Esa cercanía con los colorados lo llevó también a apoyar la
causa unitaria, que en simultáneo batallaba contra el régimen rosista, en
Buenos Aires, que era aliado de los blancos uruguayos. De esa época datan sus
primeros poemas y publicaciones periodísticas en medios orientales.
Luego se mudó a Bolivia, y después a Chile, donde conoció a Juan
Bautista Alberdi.
Ambos escribieron para el diario El
Comercio,
de Valparaíso. Luego, escribió en El
Progreso,
de Santiago de Chile, bajo la dirección de Domingo Faustino Sarmiento.
Vuelto a Buenos Aires, tras la caída
de Rosas, lideró la oposición porteña a la predominancia de Justo José de Urquiza,
al frente de las demás provincias, en lo que se llamó la Confederación
Argentina. Fue uno de los fundadores del Estado de Buenos Aires,
enfrentado con las armas confederadas provinciales.
Mitre nunca se caracterizó por ser un
genio militar. Se cuentan más sus derrotas en el campo de batalla que sus
victorias. Le tocó ser vencido por casi todos sus contendientes, hasta por los
indígenas, en una incursión que buscaba poner coto a los malones. Tal es así
que Mitre se volvió un experto en conducir retiradas, muchas de las cuales
resultaron heroicas y salvaron a muchos de sus hombres de un exterminio seguro.
La única victoria que se le reconoce fue la más importante: la batalla
de Pavón,
que tuvo lugar el 17 de septiembre de 1861, entre las tropas de la Confederación,
conducidas por Urquiza, y las del Estado porteño, bajo el mando de Mitre. Sin
embargo, el triunfo fue inmerecido. Nunca nadie supo a ciencia cierta por qué
su contendiente, el general Urquiza, decidió abandonar el campo de batalla,
pese a que la caballería confederada de las alas había arrollado a la porteña.
Este triunfo casual le permitió a
Mitre ingresar por la puerta grande a la historia nacional. Pavón significó la
disolución de uno de los Estados argentinos rivales: la Confederación Argentina.
Pese a lo que le sugerían sus partidarios, de consolidar la secesión porteña y
declarar la independencia definitiva del Estado de Buenos Aires, don Bartolomé
decidió apostar a la unidad nacional y, ante la pasividad de su principal
adversario, el general Urquiza, Mitre emprendió la unificación del país. Se convirtió en el primer presidente de la República Argentina
reunificada, con posterioridad a la separación de la patria en dos Estados.
Muchas de sus gestiones en pos de la
unidad se alcanzaron con medios pacíficos y otras, mediante la invasión de los
ejércitos porteños a las provincias díscolas. Le cupo a Mitre consolidar las
instituciones y conformar la primera Corte Suprema de Justicia de la Nación.
En el medio de este estado de cosas,
estalló la guerra contra el Paraguay, cuando este país atacó e invadió la
provincia de Corrientes, sin aviso previo y en forma injustificada. Obligado por las circunstancias y ante el orgullo nacional herido, el
Congreso Nacional declaró la guerra a Paraguay y la Argentina se introdujo,
así, en un inesperado conflicto para el cual no se encontraba preparada, en alianza con el Imperio
de Brasil y el Estado Oriental. La feroz guerra duró cinco años y fue uno de
los conflictos más sangrientos que enfrentaron las fuerzas patrias.
Bartolomé Mitre asumió el papel
acordado de general en jefe de los ejércitos aliados; tuvo un desempeño
bastante controvertido. Mitre nunca se caracterizó por ser un gran estratega, y
se le reclaman varios desaciertos cometidos en la guerra, como su
responsabilidad en la tremenda y sangrienta derrota de Curupaytí, por ejemplo.
La guerra terminaría, al fin, con la victoria de los aliados.
Como el Presidente tuvo que alejarse
al teatro de operaciones, estuvo prácticamente ausente de las decisiones
políticas internas. La guerra del Paraguay sirvió para consolidar el
sentimiento de unidad nacional que obsesionaba a Mitre cohesionar, entre las
provincias, destrozadas tras años de sangrientas guerras civiles.
Recordamos a Mitre como uno de los
historiadores más destacados del siglo XIX. Sus obras maestras, las historias
de Belgrano y la de San Martín, son pilares fundamentales de la historiografía
argentina y nos brindan información insustituible sobre nuestros años
fundacionales. Podríamos hoy calificar a Mitre, sin temor a equivocarnos, como
el Herodoto argentino. Ni sus más fervientes detractores, enrolados en el
revisionismo histórico, consiguen desmerecer la titánica labor de Mitre en el
estudio de nuestro pasado. Muchas de las críticas que estos le irrogan son
infundadas, mal intencionadas o contaminadas por un claro perfil ideológico que
pretende destruir la labor de este hombre extraordinario.
Su afán por recopilar documentación
histórica dispersa en todas las provincias a fin de documentar su trabajo fue
monumental. Se le reprocha haberse apropiado de archivos completos. No obstante
lo cual, y en defensa de Mitre, corresponde expresar que en la época no
existían archivos históricos y no había una política ni conciencia de
conservación de nuestro pasado. El accionar de Mitre preservó a mucha de esa
documentación de desaparecer, de ser destruida o sustraída. Tras su muerte,
todo su archivo pasó a ser patrimonio histórico de la nación, y puede ser
consultado por cualquier persona interesada en donde fuera su casa y hoy
funciona el Museo Mitre. Es decir, y a diferencia de otros personajes de la
historia, don Bartolomé no sustrajo esa documentación para sí. Siempre tuvo en
claro que se trataba del patrimonio de todos los argentinos, la preservó en tal
carácter, a los fines de conservarla y evitar su desaparición. Tal es así que
hoy todos la podemos disfrutar.
Otro hito en la vida de don Bartolomé
consistió en haber fundado uno de los decanos de los periódicos argentinos: el
prestigioso matutino La
Nación,
"tribuna de doctrina", como le gustaba llamarlo.
Los radicales hoy deben reconocer a
Bartolomé Mitre como uno de los líderes que contribuyó a fundar su partido. En
efecto, Mitre constituyó, en 1890, la famosa Unión Cívica conjuntamente con
varios de los que luego serían famosos dirigentes radicales: Leandro N. Alem,
Aristóbulo del Valle, Marcelo T. de Alvear, Hipólito Yrigoyen, entre otros. Mitre brindó un amplio apoyo a la Revolución del Parque, que
constituyó, al decir de muchos radicales, el hito fundacional del radicalismo.
Hasta su fallecimiento, el 19 de enero
de 1906, Mitre conservaba su papel de referente obligado de la política
argentina. Fue hombre de permanente consulta de los estadistas argentinos de la
época. Pese a estar enfrentado políticamente a Mitre, Julio Argentino Roca
solía visitar a don Bartolomé para recabar su opinión y su posición sobre
distintas temas álgidos sobre los cuales debía resolver.
La casa de don Bartolo, situada sobre
la actual calle San Martín 336 de Buenos Aires, podría dar testimonio sobre las
personalidades que la frecuentaron, entre fines del siglo XIX y principios del
siglo XX. Esta casa le fue obsequiada por los porteños, mediante una
suscripción popular, en homenaje a sus reconocidos méritos, al concluir su
mandato como primer presidente de una nación argentina unificada.
Sus cumpleaños generalmente convocaban
a una multitud de admiradores, que se congregaban a las puertas de su casa. El
anciano general, conmovido, muchas veces subía a la terraza de su vivienda a
despedirlos con emotivos discursos.
Bartolomé Mitre falleció en esa misma
casa, afectado por un mal gastrointestinal. El carismático líder fue despedido
por una muchedumbre pocas veces vista hasta entonces, que acompañó al cortejo
fúnebre desde su vivienda hasta el lugar de su descanso eterno, en el
Cementerio de la Recoleta, donde hoy se lo puede visitar.
Agenda de Reflexión Nº 401
Los descamisados
Por
Eduardo Wilde.
Publicado en “La República” del 12 de abril de 1874.
Publicado en “La República” del 12 de abril de 1874.
Texto
gentileza de Rodolfo Parbst.
La prensa mitrista llama "descamisados"
a todos los que no son partidarios de su ídolo. Esa prensa podrá reconocer la
pobreza de los individuos que insulta, que son argentinos, que tienen derecho a
participar de las conmociones de su patria y a concurrir para la formación de
sus poderes.
Pero si los individuos del pueblo que van a
dar en tierra con el poder y con la influencia del caudillo y la aristocracia
son descamisados, ¿quién les habrá robado la camisa? ¿Por qué, siendo
argentinos, se encuentran desheredados en su propia Patria? Los que ahora nos
insultan llamándonos descamisados, quizás viven en suntuosos palacios o en
casas regaladas que se compran con el dinero que se cercenó a nuestro salario.
Quizá los que después de habernos desnudado se ríen de nuestra desnudez, se
visten lujosamente con el dinero que la Nación había destinado para que
fuéramos bien alimentados en las campañas, y para que no entráramos hambrientos
a las batallas, donde debíamos llenar los deberes del soldado para sostener la
grande y ruinosa política. Quizás los que insultan a los pobres trabajadores
del pueblo señalándoles su miseria, han conseguido conducirlos a ella,
destruyéndoles su familia al arrebatar del hogar al que la mantenía; quizá el
descamisado que recorre las pulperías consumiendo lo que gana en el día es
conducido a la abyección y a la miseria por los que le hicieron abandonar a sus
hijos y a su esposa imponiéndoles la ración de hambre y desolación que quita
todo los encantos de la vida.
Si los descamisados hablaran, cuántos
opulentos nos señalarían que ostentan su lujo en cambio de la desnudez que
procuraron. Los descamisados no son mitristas. Los mitristas tienen camisa,
casa, alimentos y dinero. ¿Es acaso porque trabajan más o porque no tienen
vicios?
No, ellos son también los descamisados de la
víspera que el oro de los proveedores ha vestido. Ellos son los individuos del
pueblo que gozan de un sueldo mensual salido ya sabemos de dónde y que se les
paga por ser mitristas, por sostener a Mitre, por votar por él, por elevarlo,
por servir a la empresa que quiere hacer de él un presidente que sangre de
nuevo al pueblo para convertir sus adeptos en millonarios.
Ellos son también los descamisados de la
víspera que tomarán una profesión lucrativa: la de ser mitristas.
Si no se escondiera en cada uno de nuestros
descamisados un tesoro de abnegación y de virtudes, ellos no sufrirían la
vergüenza de oír insultar su miseria.
Nuestros descamisados saben dónde se
encuentran las camisas que harían bien a su cuerpo. Preferimos nuestros descamisados que la
abnegación arrastra, a sus compañeros de la víspera vestidos hoy gracias al oro
de los empresarios de candidaturas.
Los descamisados que no se procuran camisas a
cambio de su conciencia, irán hoy a los atrios con su pecho descubierto a dar
su voto por los electores que han de elegir un presidente que no haga guerras,
que no haga surgir como nuevas industrias las proveedurías y que no persiga los
derechos de las provincias.
Nuestros descamisados expondrán hoy sus
pechos descubiertos a las balas de los revólveres lujosos y a los filos de los
puñales con que la plutocracia de Buenos Aires ha amado a sus afiliados. Esos
descamisados que volvieron desnudos de los campos de batalla en que quedaron
muchos de sus compañeros, enseñarán hoy a los insultadores y a su jefe indolente
que están dispuestos a mantener sus derechos y a conseguir que su voluntad
soberana impere, porque son ellos, los descamisados, los miserables, a quienes
queda como única fortuna su conciencia, los que forman el pueblo, la mayoría
que arrastra una vida precaria en las ciudades, siendo siempre la primera en
los sacrificios y en los gloriosos combates.
Recogemos el nombre o el apodo con que se
pretende injuriar a los partidarios de nuestras ideas y nos lo apropiamos con
orgullo. Somos los descamisados, no traficamos con nuestra conciencia, pero el
sol que lucirá hoy no se ocultará en el horizonte sin presenciar nuestra
victoria democrática, y los que pretenden insultar la miseria y la
inquebrantable firmeza de los que no están con ellos, tendrán que estampar en
sus periódicos esta consoladora noticia: ¡los descamisados han triunfado!
"La República", 12 de abril de 1874
Eduardo Wilde (médico, ministro del Interior
del presidente Julio Argentino Roca. Tupiza, Bolivia, 1844 - Bruselas, Bélgica,
1913) Publicado
por Agenda de Reflexión el Noviembre 23, 2007
Fantástico el artículo de Wilde. Aprovecho para
reivindicar al "Colorado" Ramos que fue uno de los poquísimos
historiadores que comprendió que el roquismo había sido el espacio político en
que se aglutinaron las fuerzas del federalismo provinciano, y fue uno de los
primeros en establecer la línea federalismo-roquismo-yrigoyenismo-peronismo,
cosa que se hace evidente en este rescate de los primeros descamisados. Figuras
como las de Wilde o Magnasco fueron rescatadas por él, que además llamó la
atención sobre el hecho de que es en ese espacio en que surgió el notable
ciudadano de Nuestra América, Roque Saenz Peña. Además creo que esto demuestra
que no es correcta la tesis de José María Rosa sobre la incomprensión de lo
"nacional" por parte de los hombres de la llamada "Generación
del '80". Felicitaciones por la "perla" rescatada, que
demuestra, además, algunas de las constantes de nuestra historia: el desprecio
y la soberbia de los poderosos, y la capacidad popular de apropiarse de los
símbolos del enemigo y de convertir el insulto oligárquico en motivo de
orgullo. Publicado
por: Mariano Cabral.
Agenda de Reflexión Nº 497
Cría cuervos…
Cría cuervos…
19 de
Enero de 2009
El pichón. El Dr. Farini visitó como
médico al hijo de Mitre. Después Divus Bartolus lo invitó a pasar a conversar a
la sala, y en lugar privilegiado, Farini descubrió una miniatura de Juan Manuel
de Rosas. Extrañado el Dr. Farini de que Mitre, antirosista acérrimo, tuviera
una miniatura de Rosas, le pidió explicación:
- ¿Y esta
miniatura?
- Don Juan
Manuel - dijo Mitre - ¿le extraña?
- No es
para menos - sin salir de su asombro - ¡ Un retrato de Rosas en su casa?
- ¿No sabe
Usted que yo le debo al vida a don Juan Manuel?
- ¿Cómo? -
preguntó Farini.
- Le
explicaré - dijo Mitre - cuando yo era chico y vivía en al estancia de Gervasio
Rosas, a cuyo lado me crié, cierta vez éste me envió a una estancia vecina
ubicada en la margen opuesta del Salado. Había llovido bastante y el río estaba
algo crecido. Yo no era baqueano en los pasos y buscaba el más aparente para
vadearlo, y ya iba a intentarlo por donde mejor me pareció, cuando surgió de
improviso un jinete muy apuesto y muy bien aperado que me gritó:
-
Chiquilín ¿que vas a hacer?
- Voy a
pasar el río, Señor.
- Por ahí
no, criatura, te vas a ahogar - y agregó imperativo, dando espuelas a su
caballo - ¡Sígueme!
- Yo le
obedecí - dice Mitre - y anduvimos silenciosamente varias cuadras costeando el
río, hasta que en determinado paraje me dijo:
- Ese es
el vado más seguro. Agarrate bien de las crines de tu caballo y andá tranquilo,
pero fijate bien para no errarle en el regreso.
- Gracias
señor, le respondí.
- ¿Y como
te llamas? - me preguntó entonces el providencial personaje.
-
Bartolomé Mitre, señor - le respondí.
- ¿De
donde eres?
- De lo de
don Gervasio Rosas, señor.
- Ahjá,
Decile a Gervasio que dice su hermano Juan Manuel que no sea bárbaro, que no se
envía a una criatura como vos a cruzar el Salado. ¡Y dale recuerdos míos!
- Con este
antecedente, imagínese, mi querido Farini -terminó Mitre- que tengo razón para
tener la efingie de Rosas en mi escritorio, debiendo advertirle que esa ha sido
la única vez que he visto personalmente al terrible don Juan Manuel, contra
quién debí escribir tanto después.
(Cesar
Grass: “Rosas y Urquiza - Sus relaciones después de Caseros. Bs.As. 1948)
El joven
Mitre no logra adaptarse a la férrea disciplina de la estancia “El Rincón de
López”, regentada por Gervasio, y cuando tenía 14 años es devuelto por Rosas a
su padre con estas palabras: “Dígale a Don Ambrosio que aquí le devuelvo a este
caballerito, que no sirve ni servirá para nada, porque cuando encuentra una sombrilla
se baja del caballo y se pone a leer”
Los “economistas”. Este episodio en el río, recordado por
Mitre en la vejez, fue ignorado durante su vida, y como a tantos otros, lo
traicionaría en honor a la “libertad y la civilización”. Emigrado a Montevideo,
formaría parte del “Ejercito Grande” contra Rosas en Caseros, como oficial de
una fuerza extrajera, tal como se lo echa en cara Juan Bautista Alberdi en su
polémica por la Guerra del Paraguay, en que Alberdi se oponía desde Paris a
dicha guerra.
Alberdi
recibió el ataque de la prensa mitrista a raíz de la publicación en París, en
1865, de un folleto que apareció como de autor anónimo: “Toda la prensa del
General Mitre - escribió Alberdi - ha recibido la consigna de imputarme el
folleto titulado “Les dissensions des Républiques de La Plata er les
machinactions du Brasil”, como un acto de traición… Que el folleto precitado
sea o no mío, es cuestión de poca monta, desde que todas sus ideas me
pertenecen” (Albedi: Los intereses argentinos en la guerra)
Las ideas
expuestas en el folleto eran la propiedad irrenunciable de todos los federales
argentinos, contra cuya libertad y derechos se lanzaban los escuadrones del
liberalismo, pero la campaña siguió personalizándose en Alberdi porque su vos
era la mas respetable y resonante de todas las que habían logrado sucumbir de
esa hecatombe.
El ilustre
pensador no dejó de presentarles batalla. En 1867 sintetizaba la esencia del
problema: “Luego yo he sido atacado esta
vez, no por defender al Paraguay, sino por defensor de la República Argentina;
no por aparaguayado como se dice en Buenos Aires, sino por argentino; es el
patriotismo nacional argentino bien entendido” (Alberdi: Las dos guerras de
Plata y su filiación en 1867. París, mayo de 1867. “El imperio del Brasil”)
Alberdi,
atacado en su patriotismo le arrojó este certero dardo a la cara de Mitre, el
antiguo artillero de Caseros: “Si al menos hubiera yo tomado una escarapela,
una espadas, una bandera de otro país, para hacer oposición al Gobierno del
mío, como en Monte Caseros lo hizo otro argentino contra Buenos Aires, con la
escarapela oriental, como oficial oriental, bajo la bandera oriental y alineado
con los soldados de brasil…”
Mitre se
incorpora a las tropas uruguayas del “ejécito grande”, recomendado por los
generales Juan Gregorio de Las Heras y Eugenio Garzón, y siendo aceptado por
Urquiza, se incorpora al frente de una batería uruguaya, al mando del coronel
Pirán. La historia oficial mitrista habla del heroico comportamiento de Mitre,
que con su acción inclinó la balanza de la batalla al favor del invasor, con
prescindencia del general en jefe, Urquiza, a quien de esta forma le resta
mérito.
Alfredo de
Urquiza, que investigó los hechos no llega a la misma conclusión: “Vive en
Entre Ríos un anciano coronel Espíndola, a quien en otro tiempo le oí decir que
en Caseros encontró al comandante Mitre, con su batería, detrás de un monte y
que habiéndole preguntado por lo que allí hacia, Mitre le contestó: Estoy
economizando sangre” (Alfredo F. de Urquiza. “Campañas de Urquiza.
Rectificaciones y ratificaciones históricas. Buenos Aires. 1924)
(AGMK.PLA.p.301)
La “sangre
que ahorraba” Mitre en Caseros, tal vez fuera “la misma que derramaría” para
aplastar a los federales del interior luego de Pavón, tal vez convencido por
Sarmiento, que aconsejaba a Mitre “No
trate de economizar sangre de gauchos… es lo único que tienen de humano. Este
es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre de esta chusma criolla
incivil, bárbara y ruda, es lo único que tienen de seres humanos” (Carta a
Mitre de 20 de Septiembre de 1861 y “El Nacional” 3/2/1857)
Desde “La
Patria”, José Hernández publica varios artículos referidos a Mitre: “De
presidente a revolucionario, de revolucionario a pirata”; “Males sobre males”;
“Los dos fundadores de la nacionalidad argentina”; “La administración Mitre”.
En este último describe: “Ahogó en sangre las resistencias de la Patria, para
prepararse el camino de la Alianza, que debía dar por resultado la devastación
del Paraguay”.
“En esta
sección americana, Mitre ha sido un cometa de sangre, un flagelo devastador, un
elemento de corrupción y de desquicio y dan testimonio de su existencia los
huérfanos, las viudas y los inválidos.”
La bandada. Tal vez herido todavía por
se despedido de la estancia “El Rincón de López”, Mitre no se conformó con
participar, aunque “escondido en el monte”, en la caída de Rosas, sino que
muchos años después de Caseros, todavía sangraba por la herida y hacia leña del
árbol caído; en 1887 se permitía hablar con desenfado de la “deshonestidad de
Rosas”, aseverando que “…como administrador de los caudales públicos, lo tengo
como un ladrón, como lo ha declarado la justicia.”
Estos
conceptos de Mitre no tienen nada que ver con la verdad histórica y contrastan
con la opinión del historiador José
Maria Ramos Mejía, que a pesar de su claro antirosismo, reconoce que “… en
el manejo de los dineros públicos, Rosas no tocó jamás un peso público en
provecho propio, vivió sobrio y modesto y murió en la miseria…” (J.M.Ramos
Mejía: Rosas y su tiempo.)
De esa
forma contribuida Mitre a la leyenda roja contra Rosas, como un aporte más a
las infamias levantadas por hombres como Sarmiento, Florencio Varela, Rivera
Indarte entre otros, acusando también a Rosas de “deshonesto con los dineros
públicos”
Mitre
acusa a Rosas de deshonesto “…como lo ha declarado la justicia”, basándose
precisamente en un juicio infame, lleno de mentiras y resentimientos como lo
demuestra la investigación histórica. Desde la Legislatura, el 24 de septiembre
de 1859, el fiscal doctor Emilio Agrelo
emite acusación, comenzando el “mesurado” alegato afirmando que “…el asesinato,
el robo, el incendio, las devastaciones, el sacrilegio, el perjurio, la
falsificación, la impostura y la hipocresía, han sido elementos constitutivos
de esa terrible tiranía erigida en sistema político durante tan largos años en
nuestro país”…y agregaba al final una pieza de antología: “¡Maldición sobre
este monstruo! ¡Que su vida sea tejido de desdichas y miserias, que el
remordimiento lo persiga en todas partes, y que la sombra ensangrentada de sus
victimas venga a turbar su sueño, para que ni aún en las horas tranquilas del
reposo, pueda gozar la calma y el sosiego! ¡Que los gritos de los lamentos de
los huérfanos a quienes arrebató sus padres y sus fortunas, traspasando los
mares, vaya a resonar en el oído de aquel caribe, para que lo sobrecojan de
espanto, y para que el pueblo libre de la Gran Bretaña vea en las facciones
lívidas y descompuestas del Tirano, retratando el miedo que le causan sus
crímenes, el horror que se inspira en si mismo, el asco que ocasiona a la humanidad
la presencia de aquel reptil a quien se le ha quitado el veneno con que mataba
a sus semejantes!”
La
acusación, llena de diatribas y resentimientos, tiene otro aspecto por demás
singular: el doctor Emilio Agrelo es el mismo que el 8 de octubre de 1851, en
plena “tiranía”, en honor a la hija del “tirano” sustituye los caballos del
carruaje de Manuelita, para tirar el mismo del carruaje. En honor a la verdad,
debemos reconocer que “lo hizo bastante bien”. (AGM.PaL.p.212)
Para
comprender la “ecuanimidad” de los unitarios que juzgaron a Rosas, baste citar
el dictamen de Rufino de Elizalde,
que ante el reclamo de un vecino sobre bienes de Rosas que supuestamente “le
pertenecían” al demandante, sin abrir pruebas, don Rufino dictaminaba: “Desde
que la demanda es contra Rosas, este ministerio nada tiene que oponer, porque
todo particular debe tener siempre razón contra el tirano”
El 17 de
abril de 1861, el juez don Sixto
Villegas falló declarando a Rosas “…asesino de profesión y ladron famoso”
por crímenes comprobados sobre la base de pruebas “…que varían desde el indicio
hasta el testimonio original, desde el rumor hasta la notoriedad universal”.
Vaya singular manera de los liberales unitarios para juzgar y sentenciar a
alguien en ausencia. Durante los debates en la Legislatura, Rufino de Elizade,
sin presentar prueba alguna, no tiene empacho en afirmar que “Rosas ha salido
del país muy rico. Sabemos que embarcó una gran cantidad de baúles con dinero y
alhajas y que llevó casi todos los brillantes que existían en Buenos Aires… No
han de padecer nada ni él ni sus hijos y es muy sabido que ha estado viviendo
en Londres con el boato de un príncipe…”
También Sarmiento se sumó a las
diatribas en el Senado, acusando a Rosas de gozar en el exilio de “cuantiosos
bienes que nosotros no tenemos”, a lo que el historiador M.C.Gras le replica
que “Cuando esto dice Sarmiento en el senado de Buenos Aires, Rosas se debate
en la pobreza más angustiosa, y él, Sarmiento, vive holgadamente, percibe
varios sueldos importantes y está dilapidando los cuantiosos bienes que su
esposa Benita Pastoriza ha heredado de su primer marido. Existe - agrega - un
expediente judicial que comprueba esto y que la mayoría de los biógrafos del
sanjuanino pretenden ocultar…” (H. Senado de Buenos Aires. Diario de sesiones.
Sesión del 29 de julio de 1857 - M.C.Gras - AGM.PlA.p.308)
La verdad siempre triunfa. Pero los
“baúles con dinero y alhajes” que cita Elizalde y los “cuantiosos bienes” a que
aludía Sarmiento, nunca existieron, sino en la mente de esos canallas. Rosas,
que era mas inteligente y honesto que todos ellos, al embarcarse en el buque de
guerra ingles “Conflict”, hizo extender un documento en el que constaba el
magro haber que llevaba consigo, consistente en 745 onzas de oro, 200 pesos
fuertes y 22,4 ¾ reales y cuartillos…y por suerte, un baúl con copia de
documentación de su gobierno, para conocimiento de la posteridad, ya que lo
originales fueron incinerados por los vencedores de Caseros.
“Llegará
el día en que desapareciendo las sombras sólo queden las verdades, que no
dejarán de conocerse por más que quieran ocultarse entre el torrente oscuro de
las injusticias” (Juan Manuel de Rosas. 1857)
Moraleja: cría cuervos y te sacarán los
ojos.
Mitre según José Hernández
Extraído de "José Hernández" de Fermín Chávez (Edit. Plus Ultra, 1973)
"José Hernández, como amigo de los jordanistas, sufrió también las consecuencias de esa jurisprudencia (NdeH: el tratamiento de los prisioneros por rebelarse contra el gobierno nacional) y por eso no debe extrañar jamás el subido tono que dio a sus artículos de ese tiempo, especialmente los de La Patria. Más subido aún será el tono que utilizará contra la revolución mitrista del 24 de setiembre de 1874, organizada, como es sabido para oponerse a la entrega del gobierno al doctor Nicolás Avellaneda. En las filas de Mitre estaban, en efecto, los viejos enemigos del Chacho (Peñaloza), de (López) Jordán y de Evaristo López. Sus nombres simbolizaban toda una política a la que el autor del Martín Fierro venía combatiendo desde 1857; allí estaban José Miguel Arredondo, Santiago Baibiene, Ignacio Rivas, Francisco Borges, José C. Paz y Anacarsis Lanús. Y el gran antisarmientista luchará esta vez por Sarmiento y Avellaneda, que representan la legalidad" (...)
Al frente del diario La Patria de Montevideo, José Hernández escribe el 25/10/1874: "La ausencia de nuestro amigo el Sr. Soto, nos coloca por algunos días al frente de la redacción... y los emplearemos en hacer fuego contra la sombría personalidad de D. Bartolomé Mitre, que en el delirio de su ambición pretende todavía imponerse por medio de la fuerza y encadenar a su voluntad el porvenir de los pueblos argentinos".
Hernández publicó en el diario montevideano una serie de artículos destinados a contrarrestar las promesas en dinero de agentes porteños del mitrismo a rebeldes jordanistas exiliados en la Banda Oriental, cuyos títulos hablan por si solos:
"De presidente a revolucionario, de revolucionario a pirata" 28/10/1874
"La administración Mitre" 29/10/1874
"El predominio de Mitre" 30/10/1874
"Mitre y Catriel" 02 y 03/11/1874 sobre la utilización del indio en las luchas civiles
"Los dos restauradores" 07/11/1874
"Males sobre males" 08/11/1874
"Los dos fundadores de la nacionalidad argentina" 11/11/1874
"(Mitre) ahogó en sangre las resistencias de la Patria, para prepararse el camino de la Alianza, que debía dar por resultado la devastación del Paraguay. En esta sección americana, Mitre ha sido una cometa de sangre, un flagelo devastador, un elemento de corrupción y de desquicio, y dan testimonio de su existencia los huérfanos, las viudas y los inválidos". J.H. 29/10/1874.
"Los entrerrianos no podrán olvidar jamás que fue Mitre el que aconsejó a Sarmiento la inconstitucional intervención de su desgraciada provincia. No podrán olvidar jamás que fue Mitre quien dijo `que era necesario sembrar sal en su suelo para esterilizarla y quebrantar el valor denodado de sus hijos´" J. H. en La Política, Buenos Aires, 15/11/1874.
"Mereció (Mitre) ser juzgado en Sierra Chica, mereció ser acusado y procesado por las fechorías que ordenó o consintió en el interior, mereció un consejo de guerra en Curupayty y alguna vez ha de llegar el día en que la justicia nacional se cumpla". J. H. (en "Cuando Sarmiento puso precio a la cabeza de José Hernández" El historiador)
BONUS TRACK: justamente en el diario de Mitre, muchos meses después de esta entrada, salió esta apología de don Bartolomé, lógicamente opuesta a la tésis aquí expuesta. Lindo hubiera sido que permitieran una crítica a su fundador para mostrar un poco de grandeza, porque lo hacen parecer solo comparable a Jesucristo. Quiero ponerlo al alcance de quien quiera contraponer conceptos. Horanosaurus.
Mitre, estadista nacional porteño
Mitre según José Hernández
Extraído de "José Hernández" de Fermín Chávez (Edit. Plus Ultra, 1973)
"José Hernández, como amigo de los jordanistas, sufrió también las consecuencias de esa jurisprudencia (NdeH: el tratamiento de los prisioneros por rebelarse contra el gobierno nacional) y por eso no debe extrañar jamás el subido tono que dio a sus artículos de ese tiempo, especialmente los de La Patria. Más subido aún será el tono que utilizará contra la revolución mitrista del 24 de setiembre de 1874, organizada, como es sabido para oponerse a la entrega del gobierno al doctor Nicolás Avellaneda. En las filas de Mitre estaban, en efecto, los viejos enemigos del Chacho (Peñaloza), de (López) Jordán y de Evaristo López. Sus nombres simbolizaban toda una política a la que el autor del Martín Fierro venía combatiendo desde 1857; allí estaban José Miguel Arredondo, Santiago Baibiene, Ignacio Rivas, Francisco Borges, José C. Paz y Anacarsis Lanús. Y el gran antisarmientista luchará esta vez por Sarmiento y Avellaneda, que representan la legalidad" (...)
Al frente del diario La Patria de Montevideo, José Hernández escribe el 25/10/1874: "La ausencia de nuestro amigo el Sr. Soto, nos coloca por algunos días al frente de la redacción... y los emplearemos en hacer fuego contra la sombría personalidad de D. Bartolomé Mitre, que en el delirio de su ambición pretende todavía imponerse por medio de la fuerza y encadenar a su voluntad el porvenir de los pueblos argentinos".
Hernández publicó en el diario montevideano una serie de artículos destinados a contrarrestar las promesas en dinero de agentes porteños del mitrismo a rebeldes jordanistas exiliados en la Banda Oriental, cuyos títulos hablan por si solos:
"De presidente a revolucionario, de revolucionario a pirata" 28/10/1874
"La administración Mitre" 29/10/1874
"El predominio de Mitre" 30/10/1874
"Mitre y Catriel" 02 y 03/11/1874 sobre la utilización del indio en las luchas civiles
"Los dos restauradores" 07/11/1874
"Males sobre males" 08/11/1874
"Los dos fundadores de la nacionalidad argentina" 11/11/1874
"(Mitre) ahogó en sangre las resistencias de la Patria, para prepararse el camino de la Alianza, que debía dar por resultado la devastación del Paraguay. En esta sección americana, Mitre ha sido una cometa de sangre, un flagelo devastador, un elemento de corrupción y de desquicio, y dan testimonio de su existencia los huérfanos, las viudas y los inválidos". J.H. 29/10/1874.
"Los entrerrianos no podrán olvidar jamás que fue Mitre el que aconsejó a Sarmiento la inconstitucional intervención de su desgraciada provincia. No podrán olvidar jamás que fue Mitre quien dijo `que era necesario sembrar sal en su suelo para esterilizarla y quebrantar el valor denodado de sus hijos´" J. H. en La Política, Buenos Aires, 15/11/1874.
"Mereció (Mitre) ser juzgado en Sierra Chica, mereció ser acusado y procesado por las fechorías que ordenó o consintió en el interior, mereció un consejo de guerra en Curupayty y alguna vez ha de llegar el día en que la justicia nacional se cumpla". J. H. (en "Cuando Sarmiento puso precio a la cabeza de José Hernández" El historiador)
BONUS TRACK: justamente en el diario de Mitre, muchos meses después de esta entrada, salió esta apología de don Bartolomé, lógicamente opuesta a la tésis aquí expuesta. Lindo hubiera sido que permitieran una crítica a su fundador para mostrar un poco de grandeza, porque lo hacen parecer solo comparable a Jesucristo. Quiero ponerlo al alcance de quien quiera contraponer conceptos. Horanosaurus.
Mitre, estadista nacional porteño
Por Alejandro Poli González, miembro del Club Político Argentino. La Nación 04/01/20.
Pero, ¿qué es Mitre?
(...) Pero si Mitre no es poeta como Byron; ni literato como Macaulay; ni historiador como Momsem; ni guerrero como Napoleón; ni hombre de estado como Bismarck, ¿porqué ha gobernado y dominado la República Argentina y a pesar de sus constantes derrotas conserva todavía poderosísima influencia en su población?
Ah! Porque Mitre es sólo una cosa: caudillo. Como el Chacho era caudillo del pueblo de los Llanos de la Rioja, Mitre es caudillo de las masas inteligentes de la ciudad de Buenos Aires. Sabe encontrarle a cada porteño su lado flaco; sabe adularle sus pasiones y al pueblo en conjunto sabe darle gusto, le conoce sus naturales inclinaciones y las ayuda. Mitre fue el primer hombre que, caído Rosas, en vez de tratar de ilustrar al pueblo, lo deslumbró con palabrotas y desde entonces ha tenido una frasota para cada situación, que engañando a la muchedumbre le ha sugerido una esperanza, le ha infiltrado una ilusión, le ha velado la verdad con aseveración falsa, o le ha despertado una admiración, tanto mayor cuanto menos lo comprendía (...)
Fragmento de "Buenos Aires, sus hombres, su política (1860-1890)" de Carlos Martínez D'Amico, citado por Félix Luna en "Bartolomé Mitre" Colección grandes protagonistas de la historia argentina. La Nación. Editorial Planeta, 2004.
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