El título es malintencionado pero convengamos que a lo sumo tres de cada diez jefes pueden normalmente llegar a ser gente equilibrada y honesta. Raro el caso de alguno que se gane el respeto si no es por medio de la cohersión o la extorsión. Sobre su capacidad, no en vano la célebre frase "el que sabe, sabe, y el que no, es jefe" continúa teniendo gran aceptación popular. Ni les cuento lo que pasa habitualmente en el staff del estado argentino con ellos: sería largo y deprimente enterarse.
Los jefes son gente jodida desesperada por mejorar índices que superen las marcas anteriores de la empresa y mantener su estatus a toda costa. Amparados en su poder, engreídos y "garcas" por naturaleza, rodeados por montones de alcahuetes, rentados o gratuitos, y una fila de inescrupulosos dispuestos a suplantarlos.
Tan así como que la mayoría de los humanos se cree más de lo que es (1): hay montones con la auto-estima demasiado alta que no califican pero se mandan al frente, como nuestros diputados o intendentes. Aquí abajo, artículos que analizan la influencia de esos sujetos: los jefes. Como podrán ver, son parecidos en todas partes pero, en Finlandia, les encontraron la vuelta. Horanosaurus.
(1) relacionado a eso, me sorprendió leer sobre el llamado efecto de Dunning-Kruger, Universidad de Cornell-USA, 1999: "Cuanto menos capacitada está una persona, más tiende a sobreestimar sus conocimientos y habilidades".
Ilustraciones de Horacio Fidel Cardó.
LIDERAZGO
Los jefes no son los culpables de todo
Un
buen lugar para trabajar no lo crean únicamente los líderes, sino todos los que
trabajan en una compañía. Clarín IEco. 02/10/16. Por Carolina Borracchia (CEO
de Combo Employer Branding).
Pareciera
que las compañías se han aferrado demasiado a la frase “entrás por el trabajo y te vas por el jefe”. Los líderes parecen
ser hoy causa y solución de gran parte de los problemas de retención de talento
dentro de las compañías.
En
una cultura meritocrática son tales porque han logrado desempeñar sus funciones
generando resultados exitosos: son buenos en lo que hacen. Sin embargo, no se
estudia liderazgo o “cómo ser un buen jefe” en la universidad, y aunque las
compañías inviertan gran parte de su presupuesto de RR.HH. en intentar
convertirlos en buenos jefes, muchos de ellos no lo son ni lo serán jamás. Aun
así, la organización los necesita y los valora porque son buenos técnicamente,
o habilidosos frente a grandes desafíos, aunque sean malos dando feedback o
trabajando con sus equipos. Aceptémoslo: hay jefes que no
van a ser nunca buenos líderes.
Hay
una tendencia en las compañías a tratar de solucionar todo a través del
liderazgo. Pero en lugar de concentrar la energía en ellos, una manera más
eficaz de enfocar el problema es trabajar directamente sobre la percepción
acerca de cómo es trabajar en la compañía. Olvidémonos de los líderes por un
momento y pensemos en tantas otras personas que construyen “un buen lugar para
trabajar”.
Las
encuestas de clima, que pueden ser útiles, tienen dos problemas en este
sentido. Uno es que generan expectativas sobre los cambios que se puedan
producir a partir de ellas. El otro es que los empleados suelen hacer catarsis.
RR.HH. tiende a recurrir al pensamiento transaccional y piensa cosas como “lo
que no tengo, lo tengo que hacer” o “tengo que exigir a los jefes que tengan en
cuenta esto”. Pero para que la gente quiera quedarse en la compañía, se
requiere una dosis de optimismo que hoy escasea.
Trabajar retención de talento es ir más allá de los líderes (y
de los beneficios y también de la propuesta de valor al empleado). Un buen
lugar para trabajar no lo crean únicamente los líderes, sino todos los que
trabajan en la compañía. Cuando trabajamos sobre compromiso, el gráfico no es
piramidal, sino que se parece más a un garabato.
Se
trata de descubrir y darle protagonismo a cada persona que naturalmente opera
como un promotor. Están en todas las compañías: son colaborativos, contagian
entusiasmo, son optimistas, agentes de cambio y piensan más allá de “lo que les
corresponde”. La clave de la transformación está en darles protagonismo.
“Marca
empleadora” no es eso que hacen un puñado de 10 empresas que lideran los
rankings de forma casi monótona año tras año. “Marca empleadora” es el asado
del domingo, donde luego del “¿cómo te llamás?”, la pregunta siguiente es “¿y a
qué te dedicás?”. Podemos llegar a hablar de nuestro jefe en el asado, pero si
el planteo es “mi jefe es malo pero está bueno trabajar acá”, la percepción es
otra.
Las
compañías invierten demasiado en lograr milagros con jefes malos y
absolutamente nada en detectar a
tantas otras personas que son naturalmente promotores orgullosos de la compañía en tantos asados. Hay que apuntar a
ellos y dejar de pensar en forma verticalista. Porque promotora puede ser la
recepcionista, que desde la mirada meritocrática no necesita cuadro de
reemplazo ni está en el pipeline de talento y la reemplazaríamos en una semana.
Hay que detectar promotores y convertirlos en influenciadores, hacia adentro y
hacia afuera. Ese es el verdadero desafío para atraer y retener talento. Los
líderes, dicho sea de paso, también tienen que ser retenidos, y hoy están
demasiado exigidos.
Las
empresas optan por ejecutivos que priorizan los resultados de corto plazo y
carecen de una mentalidad estratégica de su negocio. Por Andrés Hatum (PhD y profesor de la UTDT) La Nación Negocios
07/06/17.
"Mi jefe parece que no
entiende nada, solamente quiere y mide resultados." Si este es tu
diagnóstico, puede que estés frente a un jefe "No, no, no". Estos
jefes se caracterizan por no pensar, no leer para poder formarse y, por ende,
no aprender.
¿Cómo es posible que en la
era de la información emerjan este tipo de criaturas? Un directivo respondió
esta pregunta diciéndome: "Hay mucho ESTJ". ESTJ es una de las 16
tipologías que se usa en la prueba MBTI (Myers Briggs Type Indicator), que es
un test de personalidad basado en los tipos psicológicos de Carl Jung. Los ESTJ
son prácticos, realistas y con los pies sobre la tierra, con una preferencia
natural por los negocios. No se interesan por temas para los cuales no les ven
una aplicación. Les gusta organizar y administrar actividades. Los ESTJ son
buenos administradores, especialmente si recuerdan tener en cuenta los
sentimientos y puntos de vista de las otras personas, que muy a menudo obvian
considerar.
Muchos directivos de
nuestras organizaciones poseen esta personalidad, que es requerida para manejar
y dirigir acorde a lo que los accionistas piden: ganancias permanentes. El
anuncio de pérdidas frente a los accionistas puede generar dos cosas: caída del
valor de la acción de la empresa y, posiblemente, salida de los directivos
responsables.
Este tipo de directivos que
las empresas requieren hoy están abocados a proponer soluciones y obtener
ganancias. Ese es su acercamiento a cualquier problema estratégico en las
empresas. Si se les pregunta el porqué, la respuesta es sencilla: "No tengo
tiempo de pensar". ¿Cómo llegamos a la situación en que los directivos
frecuentemente no reconocen que pensar es parte de su trabajo? La respuesta
está en el foco muy estrecho de muchas empresas en la ejecución y la
performance de corto plazo. Para lograr ser promovido en un contexto así,
pensar lleva tiempo, mientras que la ejecución trae los resultados esperados
por los accionistas. La visión de corto plazo es redituable, por poco tiempo.
El no tener tiempo para pensar (cosa que habrán escuchado de sus jefes en algún
momento), lleva al límite de la incompetencia al directivo que, por su buen
desempeño en el corto plazo, es promovido a alguna función más estratégica. Una
vez que el directivo es promovido y requiere elaborar pensamiento estratégico,
se encuentra que no da con el perfil que se ha pensado para él o ella. Lo que
lo llevó a promocionar, la performance, acción y ejecución, no alcanza para la
nueva posición.
¿Qué se debe hacer a lo
largo de la carrera para evitar ser un líder del "No"? Leer, pensar y
aprender.
Leer. La lectura de muchos
ejecutivos se agota en libros superficiales como: "Qué hacer durante los
primeros 100 días de gestión" o "Qué hacer después de los 100
días?" Los directivos requieren una lectura más profunda que permita dos
cosas: generar el pensamiento y desafíos estratégicos. Para lograr esto, los
directivos necesitan adentrarse en modelos estratégicos con claros ejemplos de
empresas que hayan pasado por procesos de cambio en sus modelos y hayan sido
exitosas o hayan fracasado. Conocer nuevas formas de organización que se hayan
aplicado en compañías, colabora en repensar los procesos internos. Finalmente,
entender qué empresas han desafiado los límites de sus propias industrias,
permite anticipar al mercado.
Pensar y aprender. Estos dos conceptos van de
la mano. Profundizar la lectura es el primer paso. Alcanza para dejar de ser un
bruto ignorante, pero no es suficiente. El directivo tiene que poder, a partir
de lo que leyó, pensar y aprender a usar ese conocimiento en el negocio o
mercado específico. Poder hacerse las preguntas específicas sobre, por ejemplo,
los clientes (¿cómo podemos generar más dinero de este cliente?), generar
nuevas hipótesis (¿qué pasaría si en vez de usar este canal de distribución
fuéramos a otro diferente?). En el fondo, es poder probar y desafiar los
límites del negocio, de los productos y de los servicios ofrecidos, entre
tantas otras posibilidades.
Dirección cuestionada
Cortoplacismo. El ascenso de este tipo de
liderazgo se explica, entre otros factores, por la búsqueda cada vez más común
de las empresas de resultados de corto plazo. Ante cualquier problema, los
nuevos jefes del "No" están abocados exclusivamente a lograr mayores
ganancias sin importar que en el camino se sacrifique las estrategias de
crecimiento a largo plazo.
Formación. Un problema adicional de
este tipo de liderazgo es que los ejecutivos que son promovidos se encuentran
en muchos casos con una falencia para llevar adelante un pensamiento
estratégico que requiere su nueva posición. En ese momento, descubren que la
premisa de privilegiar la perfomance, la ejecución y los resultados de corto
plazo no es suficiente para tener un buen desempeño en el cargo.
¿Quién es el jefe?
Para llegar al trabajo con una sonrisa, una preciosa edición compila los mejores chistes sobre oficina publicados en The New Yorker. Conexión Brando. Por Humphrey Inzillo.
"¿Es razonable pensar que una obra sobre «el humor en la oficina» pueda ser algo más que un vulgar catálogo de chistes malos que se cuentan junto a la máquina de café? Tendrían razón si no existiera The New Yorker, esa formidable revista estadounidense", explica al comienzo de su prólogo el francés Jean-Loup Chifflet, editor, escritor y periodista que se encargó de compilar las tiras que integran La oficina en The New Yorker (Libros del Asteroide). Este precioso volumen, subtitulado El trabajo en viñetas, reúne unos doscientos chistes editados en la mítica publicación desde la década del 20 del siglo pasado hasta nuestros días. Algunos de los dibujantes que integran esta selección son Leo Cullum, Robert Mankoff, Lee Lorenz, Edward Koren y Eldon Dedini, entre otros.
Son veintidós capítulos que abarcan los diversos universos paralelos que entran en juego en la vida oficinesca: los jefes, los despachos, las recepcionistas, los de Recursos Humanos, los workaholics, los conflictos laborales, los despidos, la pausa para almorzar, las estrategias y los pedidos de aumento. Cualquier tema parece propicio para ser abordado con humor. Por ejemplo, las reuniones. "Esas famosas reuniones -dice Chiflet- en las que nos reunimos para fijar la fecha de la próxima reunión, a menos que decidamos después de horas de discusión que no hay nada que decidir".
Entre la observación universal y costumbrista (podemos entender a las oficinas, por su dinámica y estética, como los primeros "no lugares" del planeta), estas tiras brillantes constituyen un retrato lúcido e hilarante de los sitios en los que, a razón de unas 48 horas a la semana, pasamos buena parte de nuestra existencia.
La ironía
cobra vida. La Nación 22/06/16. Por Diego Cabot.
El Gurú
llegó temprano y se ubicó en las primeras filas de un auditorio colmado. Iban a
desfilar por el escenario varios CEO para hablar de sus compañías. Se propuso
una meta, se podría decir, modesta. Tomó un lápiz y, como si contara los puntos
de un partido de truco, anotó las veces que los ejecutivos pronunciaron dos palabras: oportunidad y desafío. "Prácticamente
todas las frases tenían una de las dos palabras. No me imagino cómo podría
haber sido el discurso si se prohíbe pronunciar esas palabras", resumió
después. No es una cuestión que sólo se dé en el management, sino en la mayoría
de los lenguajes, pero los hombres de negocios han vaciado de contenido estos
dos términos.
Días
atrás, en un encuentro sectorial que se realizó en un hotel cinco estrellas porteño,
un CEO entrevistaba a otro CEO. Obviamente sentados en sillones minimalistas,
los ejecutivos hablaban animadamente. Uno, el entrevistador, preguntaba lejos
de los parámetros periodísticos y el otro, el entrevistado, repartía conceptos
casi copiados de un caso práctico de un media training. Así funcionaba la
inocua entrevista. Centros perfectos y cabezazos al ángulo. Por ahí, el CEO
entrevistador tiraba alguna pregunta filoperiodística. Y entonces, el CEO
entrevistado iniciaba la respuesta. "Para nosotros. es una oportunidad y
representa un desafío", y seguía. La gran mayoría de los oyentes ya estaba
con la cara luminosa mientras miraba el celular. Ya no importaba lo que seguía,
la utilización de oportunidad y desafío en una sola oración tornaba inocuo todo
lo que venía después. Los problemas gremiales eran una oportunidad para encarar
el desafío del cambio, la caída de las ventas también era una oportunidad para
tomar el desafío de aumentarlas, la competencia con otros colegas era una
fantástica oportunidad para ponerse a trabajar en el desafío de ser los
mejores. Y la lista puede seguir.
El
asunto es una anécdota menor que sucedió hace pocas semanas en Buenos Aires,
pero sirve para mostrar cómo los lenguajes corporativos vacían de contenidos
ciertos términos remanidos como pocos. En realidad, los CEO están preparados
para las respuestas. Reciben instrucciones precisas de qué decir y en qué
momento hacerlo. Y claro está, los latiguillos
se utilizan como agua para salir del paso rápido. El problema es que el abuso
está al corriente.
Más
allá de la gestión y de los números que muestren, los CEO que caen bien son los
que hablan fácil. Los que pueden cambiar el tono, o jugar una humorada a
tiempo, son aplaudidos a raudales en los encuentros de management. La razón es
simple: tienen una pátina de hombres duros y estructurados; entonces, cuando se
los ve llanos y directos, encantan.
El
Gurú terminó con la libretita llena de palitos en cuadrados cruzados con una
diagonal. Anotó ocho veces oportunidad y seis desafíos. Bastante. "Le
propongo una cosa y va a ver que no miento. Póngase a escuchar a un número uno
de una firma y lo va a comprobar. Les resulta muy difícil obviarlas",
dijo. Y entonces me vienen a la mente varios empresarios que repiten como loros
un título que los hermana y que generalmente empieza con "los desafíos
para.."
Mikko Kuitunen, fundador de Vincit, mejor empresa de Europa para trabajar 2016.
La empresa que prescinde de los jefes
Vincit no cree en la gestión tradicional
de los recursos humanos y ha eliminado los ejecutivos de su estructura. Por Belén
Domínguez Cebrián. El País. Helsinki 18 DIC 2016.
Los
inicios de muchas historias de éxito empiezan con un pensamiento en un bar
escrito de manera improvisada en un trozo de papel. En 2007 y con tan sólo 26
años, Mikko Kuitunen dimitió de su
puesto de trabajo en la empresa india Sasken y se fue a un bar para celebrarlo.
"Que incluso los lunes no den asco", tatuó en finés a bolígrafo en un
posavasos que sostenía su cerveza. A las pocas semanas fundó Vincit, una empresa que se dedica a desarrollar software
para otras compañías, pero con una filosofía muy poco tradicional para con el
trabajador: no existen los jefes a menos que un empleado lo solicite.
En
2016, diez años después de esa cerveza que puso punto y final a su vida laboral
en una empresa clásica, Vincit —con una facturación de 26 millones de euros en
2015 y un valor de mercado de 70 millones— ha sido este año galardonada como la mejor compañía en toda Europa para
trabajar, según un estudio que el Instituto Great Place to Work elaboró
entre 2.250 compañías del Viejo Continente.
"Nadie
me dice cómo debo hacer mi trabajo ni cuándo tengo que hacer mis horas
diarias", explica Mikael Lepistö, trabajador de la empresa desde hace
cuatro años. Uno de los secretos de Vincit —en latín, conquistar o ganar— es
poner "del revés", en palabras de Kuitunen, la estructura
organizativa en general y de gestión de los trabajadores en
particular.
En
esta empresa integrada por poco más de 300 personas y que tiene su sede en Helsinki (Finlandia) no
existen jefes "a menos que lo pidan los empleados". El fundador
explica orgulloso su modelo de negocio en uno de los pocos espacios reservados
al silencio dentro de la inmensidad de Slush, un evento que congrega cada año a
centenares de startups (este 2016 fueron más de 2.500) de todo el mundo.
Finlandia es uno de los países más innovadores del mundo gracias a la inversión
pública en investigación, desarrollo e innovación (dedicaron el 3,3% del PIB en
2014 según el Banco Mundial, un punto y dos décimas más que la media mundial).
"Los trabajadores nos piden, y nosotros como empresa hacemos realidad sus
demandas", resume.
Kuitunen,
con formación universitaria en negocios y finanzas, ha revolucionado el sector
empresarial y, sobre todo, el de los recursos humanos en su oficina en la
capital finesa y también en la de Palo Alto, Estados Unidos (EE UU). Allí abrió
sus puertas el verano pasado. Él, citando un estudio de la Universidad de
Harvard de octubre de 2016, asegura que las
empresas en EE UU gastan anualmente tres billones —"billones",
repite con insistencia por si no se le ha escuchado con nitidez— de dólares en la gestión de personal, en la
organización de los equipos, de los departamentos, en velar por los
derechos de los trabajadores y en hacer cumplir sus deberes. Lo encuentra
"estúpido" ya que cree que nadie quiere ni necesita estas
directrices. "Así que en Vincit quitamos de en medio los obstáculos de la
gestión y nos centramos más en la persona", sostiene.
Todo
esto debe ir acompañado de cierta responsabilidad que el propio sistema finés,
por su libertad, ofrece. "Cuanto
más libre se vea un trabajador, más responsable se siente y por tanto, mejor
trabaja", sostiene el empresario que ahora ocupa el puesto de
desarrollador. Aunque suene utópico, la felicidad y estabilidad del trabajador
es un eje principal del modelo de negocio en esta empresa. "Nos cuidan
mucho para que no nos estresemos demasiado", concede Lepistö.
Cero despidos
Y
funciona. En tan solo diez años de vida como compañía, las personas que se han
ido voluntariamente no suman la decena. No ha habido ningún despido, aunque la dirección sí ha
mantenido "ciertas conversaciones", confiesa Kuitunen, con
"docenas" de empleados, lo que de ninguna modo significa su despido,
sino lo que comúnmente se conoce como un
toque de atención.
Vincit
superó hace tiempo el eterno debate de saber conciliar la vida laboral con
la vida personal. "No debe haber división. Nos centramos en todo el
círculo vital del trabajador", dice el fundador de la compañía. Y eso, en
esencia, es buscar su tranquilidad y felicidad. "Si trabajas aquí, Vincit
te apoya en todos los aspectos de tu vida", asegura. Para Lepistö, Vincit
es un lugar que le respeta, un lugar donde puede "crecer para ser
mejor" en su trabajo y en su vida personal. La empresa, incluso, ha puesto
a servicio de los trabajadores tutores para el sueño en el caso de que algún hijo
de un empleado tenga problemas de insomnio y le cueste descansar. El propio
Kuitunen se aprovechó de esta medida, admite. Además, si un trabajador quiere
dejar su empleo pero no encuentra adónde irse, esta empresa —donde parece que
no existen los problemas serios más allá de los inconvenientes del día a día—
le seguirá pagando un salario hasta que encuentre el puesto deseado. Y lo mismo
ocurre cuando un empleado decide irse dentro de los cuatro primeros meses de
contrato: "Ofrecemos, desde el momento en que comunicas que te vas, 5.000
euros para que esa persona pueda despegar sola", dice. Tras hacer una leve
pausa admite que para ello el Gobierno finés ofrece "ciertas" ayudas.
Con estas condiciones, no resulta extraño el siguiente dato: la empresa, incluso
ofrecer puestos de trabajo, recibe anualmente una media de mil solicitudes de
empleo de personas de todo el mundo.
En
Vincit no existen los horarios, los turnos de trabajo o la obligatoriedad de
acudir 35 o 40 horas de lunes a viernes a la oficina. Sólo existe, pues, el
compromiso de unos trabajadores contentos con una empresa que es más que un
trabajo; se integra y complementa sus vidas.
BONUS TRACK 1: aquí tienen una visión más optimista, al estilo de los ensayos periodísticos norteamericanos de Reader´s Digest y similares. Y si, los jefes también tienen algunas virtudes.
The New
York Times International Weekly. Sábado
18/11/17. Por Adam Bryant.
No todos los directores ejecutivos, los CEO, son
fuentes de sabiduría. Y algunos de ellos son
personas con profundos retos personales. Aun así, es indiscutible que los CEO tienen
una posición ventajosa poco común para detectar patrones respecto a
administración, liderazgo y comportamiento humano.
Después de
casi una década de entrevistarlos, he aprendido valiosas lecciones de liderazgo
y he oído algunas historias grandiosas. He aquí algunas de las destacadas.
¿Así que quieres ser un CEO? Un número
sorprendente de ejecutivos no encaja en el estereotipo del estudiante con
calificaciones excelentes y el presidente de la generación que parecía
destinado a dirigir una gran compañía algún día. He conocido directores
ejecutivos que se iniciaron en el teatro, la música y la enseñanza. Otros
tuvieron calificaciones sorprendentemente bajas en la escuela.
He notado
tres temas recurrentes. Primero, comparten un hábito de la mente que es mejor
descrito como “curiosidad aplicada”.
Tienden a cuestionar todo. Quieren saber cómo funcionan las cosas y se
preguntan cómo se pueden hacer para que funcionen mejor. Sienten curiosidad
sobre las personas y sus antecedentes.
Y en vez de
preguntarse si están en el sendero correcto de su carrera, le sacan lo mejor a
cualquier sendero en el que se encuentren. “Pueden interesarme muchas cosas
diferentes y trato de poner eso a trabajar de una manera positiva, uniendo los
puntos y considerando cómo encajan las piezas”, dijo Gregory Maffei, cuyos
antecedentes incluyen una licenciatura en estudios religiosos y hoy es director
ejecutivo de Liberty Media, la gigantesca compañía con intereses en todo, desde
SiriusXM hasta las carreras de Fórmula Uno.
Segundo,
parece que a los CEO les encantan los problemas. “Por lo general, realmente me
gusta cualquiera que sea el problema; me gusta acercarme al fuego”, dijo Arkadi
Kuhlmann, veterano directivo bancario.
El tercer
tema es cómo manejaron sus propias trayectorias en su camino a la cima. Muchas
personas pueden parecer más interesadas en el empleo que quieren que en el que
están realizando. Los futuros CEO tienden a enfocarse en hacer bien su trabajo
actual.
Eso no
significa mantener a raya la ambición. Definitivamente hay que tener objetivos profesionales,
compartirlos con los jefes y aprender todo lo que se pueda sobre cómo funciona
todo el negocio. Y sí, debes entender la política de la compañía (cuídate en
particular de aquellos que tratan de llevarse el crédito por todo).
Pero enfócate
en construir un historial de éxito y la gente seguirán apostando por ti. “No
sólo deberías estar buscando ascender, sino estar abierto a las oportunidades
que te permitan ascender”, señaló Kim Lubel, ex directora ejecutiva de CST
Brands, una importante firma de supermercados.
Liderazgo, Parte 1. El
liderazgo es una serie de paradojas. Por ejemplo, los líderes necesitan
humildad para saber qué no saben, pero tener la confianza para tomar una
decisión en medio de la ambigüedad. Un poco de caos puede ayudar a reforzar la
creatividad y la innovación, pero demasiado puede sentirse como anarquía. Necesitas ser empático y preocuparte por las
personas, pero también estar dispuesto a dejarlas ir si están afectando
negativamente al equipo. “Pensamos en nuestros valores en pares, y hay una
tensión o un balance entre ellos”, dijo Jacqueline Novogratz, directora
ejecutiva de Acumen Fund, una organización filantrópica que se enfoca en los
pobres del mundo. “Hablamos sobre saber escuchar y liderazgo; rendición de
cuentas y generosidad; humildad y audacia”.
Liderazgo, Parte 2. Todos
tenemos un sentido instintivo respecto a nuestros jefes, con base en nuestras
observaciones y experiencias: ¿Confiamos en que harán lo correcto? ¿Reconocen
sus errores; dan crédito a quien lo merece; se preocupan por sus empleados como
personas y no como bienes? ¿Se manejan bien a todos los niveles? “Si quieres
guiar a otros, debes ganarte su confianza y no puedes ganarte su confianza sin
integridad”, dijo James Hackett, director ejecutivo de Ford Motor Company. Un
primo cercano de la confianza es cuánto respetas a las personas que trabajan
para ti. Es difícil discutir con esta lógica del ejecutivo de Hollywood,
Jeffrey Katzenberg: “Por definición, si hay liderazgo, significa que hay
seguidores, y tú sólo eres tan bueno como tus seguidores”, dijo. “Creo que la
calidad de tus seguidores está en una relación directa con el respeto que les
tengas. Lo más importante no es cuánto te respetan. De hecho, es cuánto los
respetas a ellos. Eso lo es todo”.
Influencias de los padres.
Bob Brennan, que fue director de la compañía de administración de registros
Iron Mountain, me contó sobre una pregunta que a menudo les hacía a los
candidatos a empleos: “¿Cuáles son las cualidades que te gustan menos y cuáles
las que te gustan más de tus padres?”. Dejaré que los profesionales de los
recursos humanos debatan si tal pregunta está fuera de lugar. Pero me resulta
difícil pensar en una mejor bola de cristal para predecir cómo es probable que
se comporte alguien en las semanas, meses y años después de que lo contrates.
Después de todo, las personas con frecuencia adoptan las cualidades que les
gustan de sus padres y se esfuerzan para hacer lo contrario de lo que no les
gusta de ellos.
Ética laboral. Le pregunté
a Bill Green, que fue el director ejecutivo de la firma de consultoría
Accenture, sobre su enfoque para las contrataciones.
“Estaba
reclutando en el Babson College”, me contó. “Esto fue en 1991. Me dan el
currículum del último aspirante del día. Me ponen la hoja azul pegada a éste,
que es el formulario que se suponía que yo llenaba con todas esas cosas. Su
currículum era muy delgado, nada de deportes, nada de clubes, nada de nada.
Estudió finanzas en Babson. Experiencia laboral: Sam’s Diner. Referencias a
solicitud.
“Es el último
postulante del día, he visto a todas estas personas que entran presumiendo y
que tienen su portafolios y un semestre de estudios en el extranjero. Y aquí
viene este chico. Se sienta. Se llama Sam y le digo: ‘Sam, déjame preguntarte
algo. ¿Qué más estuviste haciendo mientras estudiabas aquí?’. Me contesta:
‘Bueno, Sam’s Diner. Ése es nuestro negocio familiar, y los viernes después de
las clases salía y me iba a trabajar ahí hasta el cierre. Trabajaba el sábado
todo el día hasta el cierre y luego trabajaba el domingo hasta que cerraba, y
luego conducía de regreso a Babson’. Escribí ‘contrátenlo’ en la hoja azul. Él
tenía carácter. Enfrentó una serie de desafíos. Encontró la forma de hacer
ambas cosas”.
Green
detalló: “Es ética laboral.Uno podía ver que el chico se había trazado un
camino para él mismo para hacer que funcionara la situación que tenía”.
Juega en el tráfico.
Joseph Plumeri, vicepresidente de First Data, compañía de procesamiento de
pagos, me dijo que los puntos de inflexión más grandes en su carrera surgieron
de encuentros casuales, lo que dio lugar a su consejo: “Juega en el tráfico”.
“Significa
que si te pones ahí afuera y ves a la gente y haces cosas y participas y te
involucras, algo sucede”, dijo. “Mis dos grandes ocasiones en la vida
sucedieron por accidente simplemente porque estuve presente”.
Cuando
Plumeri buscaba un empleo mientras estaba en la Escuela de Leyes, tocó la
puerta en diversas firmas, incluyendo una llamada Cogan,Berlind, Weill &
Levitt. Logró tener una audiencia con uno de los socios, Sandy Weill, quien le
informó al joven Plumeri que se trataba de una firma de corretaje, no una firma
legal.
A pesar del
momento incómodo, algo hizo clic, y Weill le dio un empleo de medio tiempo. Y
Plumeri fue ascendiendo a medida que la firma se convertía en Citigroup, y pasó
allí 32 años.
“Le digo a la
gente, sólo aparécete, entra en el juego, ve y juega en el tráfico”, dijo
Plumeri. “Algo bueno saldrá de ello, pero tienes que estar presente”.
En cuanto a
consejos para la vida, mi perspectiva favorita provino de Ruth Simmons, rectora
de la Universidad de Prairie View A&M en Texas. Su recomendación a los
estudiantes:
“Nunca deben
suponer que pueden predecir qué experiencias les enseñarán más sobre lo que
valoran o sobre cuál debería ser su vida”, manifestó. “Tienes que estar abierto
y alerta en todo momento a la posibilidad de que estás a punto de aprender la
lección más importante de tu vida”.
BONUS TRACK 2: a cualquiera le puede suceder eso de caer y rodar en el difícil mundo de los negocios. Nadie está exento cuando la labia, el humo y los powerpoint no alcanzan. Por eso les facilito este recorte de utilidad, llegado el caso. Es la manera que tienen los CEOs de indicar que todo se fue al carajo debido su imbecilidad y algunos factores externos y tratan de cuidar sus culos de una inexorable patada, explicando con buenos modales que todo se fue a la mierda y no saben que hacer para salvar la ropa.
BONUS TRACK 3: una brillante descripción del ombliguismo de los jefes y su desaprensión hacia las potencialidades de sus dirigidos. Me di el gusto de mandárselo a mi jefe de Recursos Humanos.. jaja. Lo juro! La venganza es un plato que se sirve frío, dice el refrán. Aquí va.
La Nación. Management. 12/09/20. A muchas personas les pasa que encuentran un ambiente
espantoso para trabajar y no ven la
hora de irse. Esos contextos tóxicos son insufribles y nos
enferman. Sin embargo, hay otras ocasiones en que la organización es un buen
lugar de desarrollo, estamos contentos con trabajar ahí, pero nos toca un jefe
incapaz que no encara nunca los temas directamente. Esta es la historia de
Viviana B. a quien su empresa le gustaba, pero su jefe ignoraba la necesidad de
desarrollo que ella planteaba.
"Hace dos años vengo planteando la necesidad de
tener un cambio laboral. Primero, como corresponde lo hablé con mi jefe que es
director del área de investigación y desarrollo, y luego por sugerencia de él
lo hablé con la directora de recursos humanos. Desde ese momento hasta hoy lo
mencioné y discutí con él cada tanto y la respuesta siempre era 'lo veo con la
casa matriz' (empresa europea)"
Jefes de terror: bestiales, psicópatas y abusivos, los antilíderes. "Yo quería desarrollarme dentro de la empresa porque
me gustaba trabajar ahí. No me importaba tanto un salto jerárquico sino
encontrar una actividad que me resultara desafiante y motivadora".
"La respuesta nunca fue un no, siempre fue un 'ni', 'lo
hablo con tal y te aviso'. Nunca me avisaba nada. Siempre convoqué yo a
discutir ese tema, siempre la propuesta para hablar del tema salió de mí".
"La semana pasada me llegó una propuesta de trabajo
concreta fuera de la compañía que se ajusta a los que estoy buscando en la que
se me reconoce mi seniority, mis especialidades y mi MBA".
¿Qué debería hacer y evitar Viviana? Evitar: Cuando uno tiene un jefe que es un flan, da
ganas de entrar a la oficina y refregarle en la cara la nueva propuesta laboral
diciéndole "imbécil, para que veas cómo el mercado me valora, acá te dejo
una propuesta de trabajo donde no sólo voy a ganar más, sino que también voy a
tener un jefe que no es un gil como vos". Te das media vuelta, le tirás en
la cara la copia de la propuesta laboral para que se indigeste, y te asegurás
de pegar un buen portazo para que todos los diplomas y cucardas que el jefe
tiene colgados en la pared se le caigan al piso y se destrocen.
A tener en cuenta: Viviana no se quejaba de la
empresa donde trabajaba, sino de la lentitud de su jefe o que su superior
evitaba encarar el tema del cambio con la premura que tenía ella. ¿Qué le
sucedía al jefe? Esto es algo que Viviana no exploró y es clave para poder
entender la no motivación del jefe para dar respuesta a su necesidad. ¿Era
alguien que no se daba cuenta de la importancia de la necesidad de Viviana? ¿El
jefe era muy inseguro y no quería que Viviana se fuera de su área porque
contaba con ella? Esto no lo sabremos y es algo que cualquier persona que se
encuentra en la situación de Viviana requiere entender: ¿Qué genera en el jefe
el pedido de Viviana? ¿Por qué actúa como actúa? Esto nos permitiría encarar
mejor la situación. O sea, Viviana, tendrías que entender no solamente tu
motivación, también la de tu jefe.
Es cierto que a veces estamos en un buen lugar de
trabajo, pero nos toca un jefe inútil a quien le cuesta tomar decisiones o,
directamente, no le importa lo que nos sucede. Estos jefes manteca son
escurridizos y no van a hacer nada por nosotros. Esto es relevante para Viviana
ya que ella tiene que ser protagonista de su propio destino laboral.
Por otra parte, Viviana estaba contenta con la
organización, pero no con la función que tenía. Sin embargo, nadie en la
empresa parecía escucharla. No me parece que la empresa de Viviana le esté
prestando atención. ¿Estamos seguros que esta compañía está pensando en el
desarrollo de su gente? ¿O ya es hora de partir? Los indicios que nuestra
protagonista tenía era que a la gente le daba lo mismo lo que a ella le pasaba.
Tres errores que impiden la mejora del clima laboral
La decisión de Viviana: "Pedí hablar con el director
general de la empresa a nivel local, para que conociera mi deseo de cambio.
Nunca me entrevistó, ni siquiera dedicó quince minutos para saber qué hice yo
en estos 15 años dentro de la empresa. También pedí trabajar en dos unidades de
negocio diferentes a la mía. La respuesta fue 'ahora no tenemos un
puesto'".
"Le comuniqué a mi jefe que después de 15 años y
habiendo agotado todas las instancias dentro de la compañía pensaba aceptar la
propuesta que me habían hecho. Era un área que me interesaba e implicaba un
incremento salarial".
"La primera respuesta que me dio fue que era
mal timing por la pandemia, porque en Europa estaban todos de
vacaciones y otras excusas. Hace una semana vino con una propuesta de aumento
de sueldo".
Opciones. Viviana, definitivamente tu jefe es un mal jefe. Desde el
punto de vista de la organización una opción es dejar ir a la persona que no se
supo retener. Si a la empresa le hubiera importado el desarrollo de Viviana no
se hubiera llegado a esta situación.
Hay ocasiones donde, habiendo logrado una nueva propuesta
laboral para cambiar de trabajo, el empleado trata de usar esa oferta para
lograr un aumento de sueldo internamente. Muchos jefes terminan cediendo y
empatan el salario de la nueva oferta.
Sin embargo, Viviana no pidió aumento de
sueldo. Simplemente avisó que se iba. Nadie la escuchó. Suele
pasar. La inutilidad en algunas compañías supera a la del jefe y se expande a
las áreas de recursos humanos. El jefe de nuestra protagonista decide un
aumento como último recurso para retenerla cuando nunca la escuchó o tuvo en
cuenta la importancia del tema.
Para empezar, echaría a ese jefe por dos cuestiones:
primero, por esperar a último momento para generar un aumento de sueldo que, si
era justo, debería haberse hecho antes.
Segundo, por equivocarse con Viviana respecto a lo que
ella necesitaba para motivarse. Viviana no estaba buscando un aumento salarial:
quería un cambio laboral. Ese jefe no es bueno y lo mejor que le puede pasar a
la empresa es despedirlo.
Llamado de atención. Respecto a la organización, no pareciera tener los
mecanismos adecuados para entender el desarrollo profesional de su gente. Y por
más que una empresa tenga un buen clima laboral, no significa que sea un buen
lugar de desarrollo. Viviana nos comentaba que "el último año el 50%
de los empleados que trabajan en mi área se fue". Se va la mitad de la
gente y el director del área no tiene ningún llamado de atención. Raro, ¿no?.
Sí Viviana, es raro que una empresa subsista con inútiles como esta persona.
Finalmente, si Viviana se quedara aceptando el aumento
salarial de su jefe, deberían echarlos a los dos. Cuando alguien acepta
quedarse solo por dinero, tiene que darse cuenta que esa decisión es de corto
plazo. A los seis meses va a estar nuevamente disconforme.
Pero Viviana tenía una motivación real y se terminó yendo
de la empresa en plena pandemia. Ahora, desde la nueva empresa donde trabaja
mira sin resentimiento, pero sin extrañar, a su vieja organización.
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