¿Qué título más preciso puedo hallar pensando en este capo que no sea "Nanni Moretti, nuestro tano favorito"? No se para que cantidad de gente este hombre llegará a ser un ídolo pero ¿hay otro artista más lúcido en la península itálica? No me importa plagiar al autor de la nota-link cambiando la primera persona plural por la singular (si mal no recuerdo así me enseñó la Sra. Camelli en el colegio). La sensibilidad, el equilibrio y la hilaridad con la que este genio del cine italiano nos revela la realidad de su país y del mundo en que vivimos, solo puede lograrse con retazos de los británicos Ken Loach y Mike Leigh, con pinceladas de Woody Allen y toques de Gabriele Salvatores y Laurent Cantet escurridos por este tano genial. Nanni Moretti es un tipo de izquierda bien plantada pero es tan iconoclasta que le pega a la iglesia y a la vetusta clase política italiana reservando unos buenos misiles a su mismísimo bando, que sigue buscando su destino sin solucionar los problemas de la gente que dice querer solucionar.
En estos días Moretti viene invitado a la Argentina. Acá abajo pego el artículo de Roger Koza que me hizo rememorarlo y recordar sus gratificantes películas. También otros links con algún reportaje archivado y críticas de sus films, que recomiendo fervientemente a mis amigos cuando me dan algo de bola. Horanosaurus.
PD: espero ansioso encontrar la opinión de Moretti sobre el papa Francisco.
Retrospectiva.
El cine de Nanni Moretti, nuestro tano favorito
Se verá toda la
obra del director de “La habitación del hijo”, “Caro diario” y “Mia madre”. Es
el invitado de honor del festival este año. Revista Ñ 14/04/17. Por Roger Koza.
El cine
italiano es grandioso. Pasolini, Fellini, Rossellini, Ferreri, Antonioni,
Visconti. Nombres no faltan. Mejor dicho, para no faltar a la verdad, el cine
italiano fue grandioso, o al menos su grandeza fue mancillada por un clima
cultural que duró demasiado y tuvo sus consecuencias. Una forma de cultura
apoyada en el mero pragmatismo económico y la frivolidad nunca debe
subestimarse. Desde que Il Cavaliere Berlusconi reinó en la tierra de Dante el
cine italiano descendió a los infiernos.
Hubo dos
cineastas excepcionales que marcaron una diferencia; ambos de izquierda e
iconoclastas, aunque los filmes de Marco Bellocchio y Nanni Moretti poco tienen
en común: la sofisticación formal del primero y el poder onírico de su poética
difieren de la retórica humorística de Nanni Moretti, que también suele
prodigar en sus películas escenas que detentan un dominio manifiesto del
lenguaje cinematográfico. Quien recuerde la primera y la última secuencia de
Mia madre tendrá de inmediato una inobjetable evidencia de la capacidad de
Moretti como cineasta, más allá de la fuerza cómica de sus parlamentos, que
suelen seducir de inmediato.
Este cinéfilo
confeso estará en el Bafici y será el gran invitado de honor. La retrospectiva
es casi completa, y será suficiente para apreciar la obra de Moretti y divisar
la evolución de su poética y el desarrollo de sus temáticas, que a lo largo del
tiempo no cambiaron en demasía, pero sí fueron encontrando variaciones. No es
lo mismo La misa ha terminado que Habemus Papam. El psicoanalista del Papa,
comedia misteriosamente profética en la que el Santo Padre se cansaba de
interpretar ese papel para los fieles del Altísimo y prefería volver al teatro
donde los hombres representan sus dramas. Lógicamente, la dimisión de Benedicto
XVI poco tuvo que ver con la añoranza de las bambalinas, pero un poco antes
Moretti presintió que el designio divino podía ser contradicho.
La neurosis, el
narcisismo, la política, la omnipresencia del discurso religioso, la historia
de Italia siempre aparecen de una u otra forma en el cine de Moretti, en que el
humor suele ser un organizador simbólico de todo lo que sucede en escena. ¿A
quién se le puede ocurrir hacer un musical con un pastelero trotskista? ¿Quién
puede concebir algo semejante al segundo capítulo de Caro diario, en el que un
hombre que ha dejado de ver televisión y vive lejos de todo en una isla puede
ser seducido por una pantalla en un viaje en ferry y perder paulatinamente la
razón? El absurdo como método para resaltar las exageradas creencias que
asfixian la cintura ideológica es también una especialidad del cineasta.
Moretti se ríe de todo, y casi siempre el absurdo es el estímulo que le permite
desarmar certezas y dogmas.
El jueves 20, a
las 19.45 hs, Moretti dialogará primero con Javier Porta Fouz (director del
Bafici) y un poco después con el público, que seguramente colmará la sala 7 del
Village Recoleta. Para ese momento, ya se habrán podido ver y revisar viejos
títulos del director, incluidos algunos que nunca se han estrenado en el país.
A su vez, si bien los últimos filmes de Moretti se han estrenado todos, nunca
estará de más volver sobre algunos y en especial sobre su obra maestra indiscutible:
Caro diario, una de las piezas más simples y originales del director, en el que
su presencia en escena es insustituible.
Es en Caro
diario donde Moretti brilla como nunca. En ese filme lúdico y lúcido el
cineasta debe haber hecho el mejor homenaje que un director le haya dedicado a
un colega: el breve fragmento destinado al gran Pier Paolo Pasolini es de una
profunda congoja, pues su ausencia constituye uno de los vacíos irreparables
del cine moderno. Moretti enseña allí a leer la historia de un país en la
arquitectura de una ciudad e invita a respetar la cultura pop. La inesperada
aparición de la bellísima actriz Jennifer Beals, estrella de Flashdance, es más
que una ocurrencia.
De toda la
filmografía de Moretti es posible seleccionar momentos para incorporar en la
propia memoria, no como un evento vivido, pero sí como una representación
sentida que acompaña y se filtra en el recuerdo personal. Su homenaje a
Kiarostami en Il giorno della prima di Close Up es otro recuerdo de los que, en
la vida de un cinéfilo, ya no se llega a distinguir su procedencia. Sólo los
grandes cineastas consiguen que una película se confunda con la vida del
espectador. Las imágenes vistas pueden devenir fragmentos del yo.
Moretti Básico. Socialista comprometido, Nanni Moretti tiene (63) años y es, además de director, productor, escritor, actor y propietario de salas de cine. Alguna vez se lo llamó "el Woody Allen italiano" por su capacidad para actuar, dirigir y escribir con un toque cómico y una tendencia a la autobiografía narcisista. Dirigió 17 películas, entre ellas Caro Diario y Aprile. El caimán estuvo nominada a la Palma de Oro en Cannes.
Lejos de la corrección política, el director, actor y guionista italiano habla de todo sin temerle al qué dirán. Explica por qué su país "es incomprensible" y se refiere a la polémica suscitada con la Iglesia por su nuevo filme. Por Begoña Donat (para La Vanguardia y Clarín) Revista Ñ – Junio 2008.
Desde que comenzó su papado, en abril de 2005, Joseph Ratzinger se mostró partidario de hacer cambios polémicos en la Iglesia Católica. La mayoría de ellos implicaron una vuelta a valores conservadores dejados de lado en la década del 60 y despertaron críticas. Así Benedicto XVI dio misa de espaldas a los fieles por primera vez desde que el Concilio Vaticano II (1962-1965) reformara esa costumbre. El Papa también defendió la vuelta de la misa en latín. Pocos días después debió suspender una visita a la Universidad de Sapienza, en Roma, por las protestas en su contra por haber defendido el juicio que la Inquisición le hizo a Galileo. Al mes, en febrero de 2008 y mientras el Vaticano anunciaba que estaba estudiando abandonar la costumbre de que los curas entreguen la hostia en la mano como se hace desde hace cuatro décadas, en una polémica plegaria, Benedicto XVI pidió que los judíos se conviertan al catolicismo.
El icono intelectual de la izquierda italiana ha escrito y protagonizado, la película basada en el homónimo Caos calmo de Sandro Veronesi. Antonello Grimaldi dirige a Nanni Moretti en un drama que ahonda en el giro introspectivo de un ejecutivo de televisión tras la muerte de su esposa y que contiene una escena de sexo de cuatro minutos que ha creado polémica en Italia. El responsable para la juventud de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI), Nicolo Anselmo, condenó el filme y pidió a los actores que hicieran uso de la objeción de conciencia en "escenas eróticas vulgares y destructivas".
Desde 1995, cuando rodó 'La seconda volta', de Mimmo Calopestri, no se ponía a las órdenes de otra persona... Ser sólo actor es para mí una suerte de vacaciones, porque así me puedo concentrar en mi trabajo interpretativo. Cuando me responsabilizo de dirigir, producir y protagonizar mis películas, afronto periodos agotadores y angustiosos.
La novela ganó el más alto reconocimiento literario italiano, el premio Strega, el 2006. ¿Fue eso lo que le impulsó a escribir y protagonizar su adaptación? El éxito del libro responde a su calidad literaria, pero también a su reflejo de una realidad emocional que se corresponde con la sociedad occidental contemporánea. El deseo de tomarse una pausa, de parar el tiempo, es común entre muchísimas personas. Lo que me animó a ofrecerme como protagonista al productor fue que el personaje me resultaba muy próximo y al mismo tiempo muy distante, y esta circunstancia despertaba mi curiosidad.
En su filme "La habitación del hijo" abordó la muerte de un vástago y en "Caos calmo", la de la esposa. ¿Le interesa explorar sus propios temores? Hay algo de cierto en esta conclusión, ya que uno puede ser autobiográfico aunque no hable de aquello que le ha pasado, sino de una situación que teme que le suceda. Pero si quiere que le diga por qué he filmado varias películas en torno a la pérdida, la verdad es que no sabría responder.
Otro paralelismo entre los personajes de ambas películas es que no son capaces de elaborar el luto. ¿Por qué regresa a este conflicto? Asumir la muerte de un ser querido no es lo más fácil del mundo. Sobre todo para dos personajes de los que intuimos que sólo creen en esta vida. Como persona me siento más cercano a la reacción del padre en La habitación del hijo. La pareja padre-hija de Caos calmo parece no sufrir, pero probablemente lo que sucede es que no lo exteriorizan. En La habitación del hijo era una familia que se desintegraba, en la que cada miembro, se aislaba en su propio dolor. Aquí, en cambio, se cimenta la unión entre padre e hija. Cuando decidí participar en este filme no temí las comparaciones, porque el tono es muy diferente.
Su cine siempre resulta muy personal. ¿Es defensor a ultranza del cine de autor? Me gusta ir al cine y ver películas bien hechas en el sentido clásico, aunque no sean revolucionarias, lo que me desagrada son las películas que toman el camino del medio y se erigen como espectaculares confesiones personales. Como espectador, y en tanto que director, me interesa el cine de autor de los años sesenta: la nouvelle vague en Francia, el free cinema en Inglaterra, los primeros trabajos de Taviani, Bertolucci, Bellochio y Pasolini, el cinema nôvo brasileño, el realizado en los países del Este... Todos ellos reflejan su disconformidad con la sociedad en la que viven y con la herencia cinematográfica que han recibido. El resultado son películas de estilos muy diferentes, de corte grotesco, realista, poético..., pero con la coincidencia de querer romper con una sociedad y un cine del pasado.
Suele situarse como centro de muchas de sus películas y el público responde bien a sus tics y a sus obsesiones. ¿Alguna vez se pregunta por qué le gusta a la gente? No lo sé. Es algo que resulta gratificante, pero no lo pienso cuando escribo. Quizá porque no sólo dirijo mi ironía hacia los demás, sino que también soy muy severo conmigo mismo.
Polémica con la Iglesia
¿No considera que el escándalo con la Iglesia en torno a la escena de sexo se debe a que la protagoniza usted? Sí, pero ha sido la forma de comunicar al público italiano que no soy una entidad abstracta. La histeria no está justificada, porque el filme se basa en un best seller y los periodistas sabían de la relevancia y la brevedad de esta escena en la trama.
¿Piensa que para los italianos verlo a usted practicando sexo ha sido como pensar en los padres de uno haciéndolo? Quizá soy una figura paterna, pero si tengo un hijo será porque he hecho algo para concebirlo.
La prensa italiana siempre ha mantenido una relación pasional con usted. Si se refiere a que es una relación de amor-odio, el amor no aparece por ningún lado. Es cierto que ocupo gran espacio en sus mentes, pero qué culpa tengo yo.
¿A qué responde esa continua intromisión de la Iglesia católica en la vida italiana? Italia es un país incomprensible. Lo que me sorprende no son las declaraciones de los religiosos, siempre hay curas diciendo que no hagas esto o aquello. El problema es que en los últimos años el periodismo italiano se ha vuelto loco. Mientras tanto, en Italia, el escándalo iba haciéndose mayor, así que han ido a tocarle los cojones a mi madre. ¡Mi madre ha entrado en un debate político-cultural en Italia!
¿Cree que la Iglesia católica está manteniendo sobre la clase política en Europa la misma influencia que en EE. UU. sobre los neoconservadores? No es que Wojtyla fuera un progresista ni mucho menos, pero Ratzinger ha ido más allá, es un fanático. No obstante, no es la Iglesia la que ha cambiado, sino los políticos, que se dejan condicionar por sus declaraciones. No me cabe en la cabeza la dependencia de todos los grupos políticos respecto del Vaticano. ¡Se ponen nerviosos frente a las opiniones de un Estado extranjero!
Entrevista. El director de “Habemus
Papam” Dice que no quiso reflejar ni la fe ni a la Iglesia en su filme
sobre un cardenal que, al ser electo Papa, sufre una crisis, no quiere asumir y
se fuga del Vaticano. Las críticas. Clarín Espectáculos 02.09.11. Por Pablo O. Scholz.
La expectativa por Habemus Papam -que en
la Argentina se estrenará el jueves próximo sin la m final, y con el subtítulo
de El psicoanalista del Papa - se acrecentaba en el Festival de Cannes,
en mayo, luego de su controvertido estreno en Italia, cuando los grupos
católicos más conservadores criticaron la nueva película de Nanni Moretti.
Como siempre, convenía ver el filme antes de
cargar las tintas sobre lo que no se sabe. Y el largometraje cuenta la historia
de un cardenal, de nombre Melville (Michel Piccoli), que en el Cónclave
cardenalicio resulta electo como Sumo Pontífice. Y no sólo no lo puede creer,
sino que no lo quiere creer. Sufre una crisis y no se siente capacitado para
asumir como Papa. Pero ya ha sido elegido y, mientras el pueblo espera,
ansioso, su salida al balcón en la Plaza San Pedro, él no quiere saber nada.
Para tratar de curarlo, en el Vaticano recurren, con desesperación al mejor
psicoanalista (el propio Nanni Moretti), a quien “encierran” en el Vaticano.
Pero el Papa se fuga a Roma, para encontrarse a sí mismo...
“Quería mezclar mundos distintos, que por lo
general ni siquiera se tocan -dice el realizador de Caro diario -. No es
habitual que un Papa se cruce con gente en una cafetería, combinar el universo
de los curas y hasta La gaviota, de Chejov. Es que creo que hay algo en
común entre el teatro y el Vaticano.” Amable, pero firme, poco bromista pero
buen anfitrión, Moretti (hoy, 58 años), como su psicoanalista, tiene respuesta
para todo.
¿Solicitaste
algún tipo de ayuda al Vaticano para el rodaje? El Vaticano no
obstaculizó ni apoyó Habemus Papam.
Nosotros recreamos los escenarios en un estudio. Yo no soy católico. Mi
película no ataca a los creyentes porque me siento como Buñuel, que decía ‘Soy ateo, gracias a Dios’. Antes de
filmar volví a ver El discreto encanto de la burguesía, y hasta La
vía Láctea, pero mis ironías, en todo caso, no tienen que ver con las de
Buñuel.
¿Te sentís
cercano al psicoanálisis? Me siento cercano a los psicoanalistas en el mero placer de
hacer jugar a los otros, en organizar el juego. Pero nada más.
Lo que sorprendió en Cannes en su exhibición a
la prensa fue el tono elegido por Moretti, el de una comedia amable que no
cuestiona al clero si no que deja ver a sus integrantes como son. Que muestra a
los cardenales como niños rezando por no ser elegidos Papa, cuando luego
quieren aprovechar la discusiones sobre Melville para irse a recorrer Roma, o
participar en un torneo de voley. “Me gusta sorprender -dice el realizador de La
habitación del hijo , que se llevó la Palma
de Oro en Cannes hace diez años-. Esperaban que atacara el Vaticano, que
hablara de los escándalos financieros y hasta de los pedófilos. Claro que me
informé sobre eso, y siento que la Iglesia perdió autoridad y credibilidad.
Pero es mi guión, mi película, y son mis cardenales y mi Vaticano.
¿Sos un
hombre de fe?
En Habemus Papam no quise
reflejar la fe, por que es obvio que los cardenales la tienen y el Papa
también. Tampoco mi idea era reflejar la Iglesia tal cual es. Hice un buen
servicio a la Iglesia al no enseñar la Iglesia real.
¿Pero sos
creyente?
No, tuve una educación moderadamente católica, sin exageraciones, y desde hace
unos cuarenta años que no lo soy.
Nunca se
sabe por qué eligen a Melville, no se ve la intriga detrás de la elección. Es que me cansa ver
tantas películas sobre esos asuntos. No quería explicar por qué escogen a ese
pobre cardenal, que ni siquiera es favorito, porque eso hubiera empequeñecido a
la película. Preferí jugar con ese aspecto humano.
Para los
cardinales, ¿elegiste a todos actores profesionales, o te guiaste fuiste más
por el phisique du rol? Hay varios actores no profesionales. Es que en el rodaje me
iba dando cuenta de cómo ir potenciando algunos personajes, a partir de lo que
me brindaban con sus actuaciones. El cardenal chileno, que juega a las cartas,
era un extra, por ejemplo. El trabaja de otra cosa. Mi intención era humanizar
ese mundo, al Vaticano.
La
película comienza con imágenes documentales del entierro de Juan Pablo II, ¿te
basaste en su muerte y su sucesión? Es cierto, pero no tiene nada que ver con ningún
Papa, ni con el anterior, aunque Juan Pablo II había hecho también teatro, como
mi Papa. Hay un par de referencias a Juan Pablo II, porque el portavoz y un
cardenal comentan que el anterior fue un Papa querido, que estuvo mucho tiempo.
Esa podría ser una referencia, pero eso es todo.
La idea de
un hombre que se volverá poderoso, pero que se deprime antes de asumir su
responsabilidad, ¿qué sentimiento te generó? La huida del Papa no es un acto de
cobardía, sino todo lo contrario, es un acto de fortaleza que sólo puede tener
quien es capaz de reconocer las propias debilidades. Si en vez de un Papa
hubiera sido un político o un gran empresario, el mensaje hubiera sido otro, no
tan universal.
Los periodistas italianos ven una simbiología
ante la huida papal con el vacío político que impera en la patria del cineasta,
siendo él, un hombre de izquierda. Pero Moretti no lo ve así.
“No quise compararlo con el desastre político en
Italia -dice-. Pero ese balcón vacío con las cortinas que se mueven, y el hueco
negro al que vuelve el Papa puede también referirse a otros mundos que no sean
el católico y el del Vaticano...”.
Pero hubo
reacciones ante el estreno en Italia. Hubo reacciones diversas
en los ambientes vaticanos, y un periodista escribió una carta en una
publicación católica en la que invitaba a boicotear el filme, pero nada más.
Son episodios aislados. No creo que sea representativo, porque el resto ha sido
muy positivo.
En el film Habemus Papam había imaginado
la renuncia de un papa. La Nación 12/02/13.
ROMA (ANSA).- El anuncio
de Benedicto XVI de renunciar a su ministerio sorprendió ayer al mundo, y
muchos italianos no tardaron en asociar la noticia con el film Habemus Papam,
de Nanni Moretti, en el que un pontífice deja su cargo de manera insólita. El
caso planteado en el film es muy diferente del de Benedicto XVI, pero la
extrañeza generada acerca hasta cierto punto ambas situaciones.
En Habemus Papam, el
recién elegido pontífice (interpretado por el actor francés Michel Piccoli)
sufre un ataque de pánico precisamente cuando debe presentarse en el balcón de
San Pedro, en el Vaticano, para saludar por primera vez a los fieles que
esperaban el cónclave. En la ficción, el cardenal Melville había aceptado ser
parte de la elección del nuevo pontífice, pero no esperaba ser elegido. A pesar
de reiterados intentos, sus consejeros no logran convencerlo de que es la
persona adecuada para ejercer el pontificado. Así que recurren a un reconocido
-y ateo- psicoanalista, interpretado por Moretti, para que lo ayude a superar
el pánico.
Los diálogos del
psicoanalista con el cardenal Melville presentan un papa como un hombre
sorprendido por el peso de una responsabilidad que cree no poder asumir, con
dudas sobre su misión y también sobre la fe.
El director de Caro
diario parece haber anticipado la renuncia papal con su película, estrenada en
2011 tras haber sido presentada en el Festival de Cannes. Cuando se estrenó en
Italia, Habemus Papam no fue bien recibida en todos los ámbitos, aunque la
Conferencia Episcopal Italiana subrayó "la mirada de comprensión amplia y
generosa" sobre el personaje del papa.
Por Marcelo Stiletano. La Nación
Espectáculos Domingo 04/09/11.
"Pablo VI era un intelectual atormentado. Juan XXIII,
un parróco de pueblo. Wojtyla, un deportista polaco... Y estoy seguro que a
todos les entró un tembleque cuando los eligieron". Un retrato casi
completo de Nanni Moretti (el observador comprometido, el que desmenuza la
realidad a pura ironía, el escéptico sutil, el sagaz cuestionador) aparece en esta
frase, que podría funcionar sin problemas a modo de prólogo de lo que aparece
como la obra más ambiciosa de sus 35 años como cineasta.
Lo que defendía el celebrado realizador de Aprile y Caro diario en su charla con el diario español El País, en pleno
Festival de Cannes, en mayo último, era su voluntad de interrogarse ya no por
la situación de Italia en tiempos berlusconianos -de la que surgieron una
película, El caimán, y varios
dolores de cabeza-, sino por cuestiones más delicadas y trascendentes: las que
involucran al Vaticano y a sus máximas autoridades en el delicado trance de una
sucesión.
En Habemus papa. El psicoanalista del papa -cuyo estreno
anuncia Alfa para el próximo jueves-, Moretti se propone recrear desde su tamiz
de cineasta lo que ocurre cuando muere el Sumo Pontífice, los cardenales de
todo el mundo son convocados en Roma para elegir a su heredero y cuando uno de
ellos resulta ungido, de inmediato da un paso atrás. A punto de saludar por
primera vez a los fieles desde el balcón del Vaticano como máxima autoridad de
la Iglesia Católica sufre lo más parecido a un ataque de pánico y rechaza el
compromiso. Siente que está muy lejos de poder asumir tamaña responsabilidad.
"¡No hago películas para contar lo que pasa en Italia!
Y mucho menos trato de dejarme llevar por los escándalos que debe afrontar la
Iglesia en los últimos tiempos. A lo mejor algunos esperaban que hablara de
cuestiones financieras o de curas pedófilos. No me interesaba. Ni siquiera
quería buscar explicaciones acerca lo que le pasa a ese pobre cardenal. Todo
eso hubiese empequeñecido la película", reaccionó Moretti con sus
conocidas pocas pulgas ante la prensa, también en Cannes, frente a todos los
que querían saber si su nueva película se acerca más al militante de izquierda
que al artista en su mirada sobre el poder que emana de la Santa Sede y suele
ponerse en juego durante esas decisivas transiciones.
Lo que le interesaba, según confesó luego de la exhibición
en competencia oficial de Habemus papa
(el título original, que sigue estrictamente la frase en latín pronunciada
después de cada fumata blanca, una vez que un nuevo papa resulta
elegido) es acercarse a ese "personaje tan frágil que se siente
completamente inadecuado frente a tanto y tanto poder". Un papa abrumado y
perplejo (encarnado a sus 85 años por el gran Michel Piccoli) que trata de
encontrar alguna respuesta a sus interrogantes existenciales mediante un
recurso casi desesperado al que recurren los cardenales y el ubicuo vocero y
secretario de prensa de la Santa Sede (Jerzy Stuhr): convocar de urgencia al
más famoso y capacitado psicoanalista de toda Italia, papel que se reserva el
propio Moretti.
Debates en puerta. Desde allí, los acontecimientos se precipitan. El pontífice que no quiere
serlo toma literalmente distancia de todo lo que sucede en el Vaticano. Allí se
queda el psicoanalista, que trata de pasar el tiempo estimulando el espíritu
lúdico de los purpurados. "Lo que quise desde un comienzo -explicó el
director y actor en Cannes a la prensa internacional para justificar sus
opciones- fue contar todos estos hechos en clave de comedia. Tengo el derecho a
construir en una película mi propio Vaticano. Además, cada vez que un director
habla de su propia película no hace más que despertar confusiones. Mi opinión
es clara: las películas deben hablar por sí mismas."
Con 58 años apenas cumplidos (nació en Bolzano el 19 de
agosto de 1953), Moretti debió enfrentar, casi inevitablemente, una ola de
controversias y debates en su propia tierra. Al fin y al cabo, estamos ante el
cineasta actual más identificado con Roma, la capital en cuyo territorio se
asienta la ciudad del Vaticano.
Para dejar aún más en claro el perfil de su elección, Moretti
decidió ambientar íntegramente el interior de los ámbitos pontificios en los
estudios Cinecittá. "Nadie en el Vaticano se pronunció sobre mi película
mientras la hacía. No recibí apoyos, pero tampoco cuestionamientos. Yo no soy
católico, pero recibí educación católica", precisó ante El País,
recordando además que hace algo más de dos décadas personificó a un sacerdote
en Basta de sermones (La messa é finita), una de las películas que mejor definen su
estilo.
Pese a todas las prevenciones, el debate no pudo evitarse. El
conocido vaticanista Salvatore Izzo llamó en abril al público a boicotear el
estreno del film, sin demasiada suerte. "Lo mío es una opinión personal,
pero creo que representar al papa en una farsa me parece algo muy feo. Es el
Vicario de Cristo y no debe ser tocado", justificó Izzo en una carta
publicada por L'Avvenire, el diario católico que expresa la opinión oficial del
Episcopado italiano.
De todas maneras, la responsable de crítica cinematográfica
de ese medio, Marina Corradi, dijo que Habemus papa era una película bien hecha, aunque carente de fe. "Los
cardenales son retratados con simpatía y afecto", agregó. Otro vaticanista
prestigioso y de enorme influencia, Vittorio Messori, calificó a la película de
"agnóstica, pero de ninguna manera anticlerical".
Con todo, relata el Corriere della Sera que muy cerca de Nápoles,
en Salerno, el obispo de Vallo della Lucania, Giuseppe Rocco Favale, que además
maneja allí un cine -bautizado La Providencia- respaldó a Moretti al proyectar
allí la película. Y el propio diario invitó al obispo auxiliar emérito Ernesto
Vecchi a ver la película. "Es una película agradable y humana, pero quien
tenga un mínimo de fe no se reconocerá, porque allí falta toda la dimensión
trascendente del misterio de la fe. Si los católicos quieren verla, háganlo.
Pero vayan preparados", señaló.
Ya lejos de esas controversias, Moretti parece resuelto a
ingresar en una nueva etapa de su carrera. "Entre mis compromisos
políticos, la dirección del Festival de Cine de Turín y el trabajo de actor, me
siento francamente disperso. Me parece que de aquí en más seré un poquito más
egoísta", confesó hace pocos días, algo enigmático.
Mientras tanto, despunta el vicio con una gira, primero por
Italia y ahora por Francia, con un espectáculo que incluye lecturas de textos
de sus películas, proyecciones y música en vivo ejecutada por sus compositores
predilectos, Franco Piersanti y Nicola Piovani. Un nuevo viaje seguramente
presidido por esa frase que Moretti entregó en Palomita roja, hace ya
más de dos décadas, y que lo retrata casi por completo: "Las palabras son
importantes".
Ante el estreno de Sangre de mi sangre, de Marco Bellocchio. Por Javier Porta Fouz. Rolling Stone. Domingo 31 de julio de 2016.
Una de los más logradas películas de Marco Bellocchio, es decir una de las grandes películas italianas de este siglo, es decir uno de los mejores estrenos del año. Eso es Sangre de mi sangre, imperdible lanzamiento del jueves pasado, una película de vampiros contada en dos tiempos: durante la Inquisición, una joven es juzgada por un supuesto pacto con el diablo; en el presente, un viejo vampiro que vive en aristocrático aislamiento es invadido por la vulgaridad del mundo exterior. Bellocchio (I pugni in tasca, Buongiorno, notte, Il regista di matrimoni y otras películas imprescindibles) hace un cine en ebullición, misterioso y libre. Y filma una mujer desnuda con una pasión que es difícil de encontrar en otros cineastas, y se anima a musicalizar con "Nothing Else Matters" de Metallica en versión a capella.
Solamente con Bellocchio podríamos completar un top five del cine italiano del siglo XXI, pero hay otros grandes directores, incluso imprescindibles como Nanni Moretti, que en estos años ha hecho pocas películas. Siempre fue un director poco prolífico, pero en todo lo que va del siglo XXI filmó solamente cuatro largometrajes: La habitación del hijo, El caimán, Habemus Papa y Mia madre. Hay bastante consenso en que Mia madre es la mejor del siglo XXI del señor Moretti.
Bellocchio y Moretti comenzaron sus carreras en el siglo XX, en las décadas del sesenta y setenta respectivamente. Pero un director italiano totalmente del siglo XXI, que hizo su primer largometraje en el año 2001 y estuvo en el Bafici, se ha convertido en uno de los nombres más famosos del cine mundial, con Oscar a mejor película extranjera y hasta dedicatorias a Maradona. Es Paolo Sorrentino, y si bien hizo otras películas tan buenas como La grande bellezza, esta quizás define con mayor claridad su estilo y su voracidad italiana.
Antes de la serie y obviamente después del libro que motivó que su autor -Roberto Saviano- tuviera que vivir escondido, Gomorra fue una película de Matteo Garrone, en la que actuaba Toni Servillo, protagonista de La grande bellezza. Una película cruda, directa -tal vez la más directa de su director- sobre abismos sociales y políticos de Italia: una película-mazazo.
A fines del siglo pasado y principios de este, Gabriele Muccino parecía destinado a tener una obra de especial intensidad y velocidad, un cine de forma adolescente para contar historias de amores en llamas. Pero no, después se fue a hacer cine blandengue en inglés como Siete almas, Jugando por amor y En busca de la felicidad. Pero fue notable con sus primeras tres películas: Ecco fatto, Ahora o nunca y El último beso. El último beso fue un éxito en Argentina, en una época en la que se veía un cine más diverso en las salas más concurridas.
BONUS TRACK
La nueva película de Nanni Moretti y un libro reciente reflexionan sobre el pasado y el presente de las ideas progresistas. Este artículo reproduce el newsletter de Cultura: lecturas, cine, teatro, arte, música e historias que despiertan entusiasmo y, por qué no, fascinación o perplejidad. InfoBAE 18/01/24. Por Hinde Pomeraniec.
(…) Te quiero, Nanni Moretti. Durante estos días de vacaciones, además de cuidar plantas, tomar algo de sol y dormir mucho, leí de manera bestial sin contemplar ninguna agenda y vi algunas películas. Entre las películas que amé está la última de Nanni Moretti,
Il sole dell’avvenire, traducida como El sol del futuro, que se presentó en el último Festival de Cannes y ya se estrenó en varios países.
Soy fan de Nanni Moretti: me divierte, me emociona, me hace pensar, entiendo sus códigos. Me maravilla su lucha quijotesca por la preservación de las buenas artes del cine y también su resistencia al fascismo en todas sus formas. Me fascina también haber visto la evolución humana de un artista a partir de sus películas, los cambios de gusto, la autocrítica, su manera de ver el mundo y las formas del arte desde una singular apuesta por la autoficción desde cuando el género todavía no tenía ese nombre.
Treinta años después de Caro diario, la película que le otorgó masividad internacional a su cine, Nanni Moretti vuelve a sus obsesiones. Ya no recorre Roma con la clásica Vespa sino que da vueltas con un monopatín eléctrico. Su personaje es Giovanni, un cineasta algo energúmeno y concentrado en sí mismo, que inicia el rodaje de una nueva película luego de cinco años. El filme dentro del filme cuenta la historia de Ennio (Silvio Orlando), director del diario comunista L’Unitá y líder comunitario en un suburbio romano, timorato y sobre todo incapaz de oponerse a las indicaciones del partido.
Es 1956 y al barrio acaba de llegar el alumbrado y también un circo, un circo húngaro, el Budavari. Mientras los artistas llevan adelante las funciones, en Hungría se desata una revolución ciudadana que será literalmente aplastada por los tanques soviéticos en nombre de la libertad, las ideas de izquierda y la preservación de la revolución. Moretti comenzó a pensar esta película antes de la invasión rusa y la guerra en Ucrania, una guerra que también encuentra una inesperada justificación en ciertos sectores que se autodenominan de izquierda.
Vuelvo a
la película dentro de la película. No todos los comunistas del barrio están de acuerdo con seguir las instrucciones de Moscú y, de hecho, otra de las protagonistas, modista y militante del partido se propone movilizar fuerzas en apoyo del levantamiento húngaro. Yendo a la historia, no todos los comunistas italianos estuvieron de acuerdo en su momento con esto mismo y la revolución húngara fue el comienzo de una serie de desinteligencias y sangrías dentro del Partido Comunista Italiano, fundado en 1921 por, entre otros, Antonio Gramsci, y disuelto en 1991.
Giovanni, el director, está casado hace 40 años con Paola (Margherita Buy), quien además de soportar sus neurosis es la productora de sus películas y está buscando hace rato terminar su relación con él, aunque él lo ignore. Mientras filman la película, ella está produciendo también una película pasatista menor, en las antípodas del cine arte con el que sueña Giovanni. Como le cuenta ella a su despistado analista, cuando habla de su relación de pareja: “Hablamos siempre de todo, de cine, de arte, de trabajo, de política. Hablamos de todo menos de nosotros…”.
La película de Moretti cuenta al menos tres historias de evolución, sueños y frustraciones: la historia de la izquierda italiana, la historia del fracaso amoroso de la pareja del director y también la historia del cine, hoy en manos de las grandes plataformas a las que el director italiano se resiste de todas las maneras posibles (una de las grandes escenas de la película es el encuentro con los representantes de Netflix, que mientras le hacen polvo su proyecto porque no se entiende hacia dónde va “el arco narrativo” y no se adapta a las ecuaciones del algoritmo le marcan cada dos minutos que sus películas se ven “en 190 países”).
“Yo hago otra apuesta: un cine para personas que, pese a los millares de contenidos que proponen las plataformas, salen de casa para entrar en una sala oscura y dejar que les cuenten una historia”, respondió Moretti en una reciente entrevista con el diario El País.
Mientras escribo esto pienso que soy injusta con mi resumen. La película de Nanni Moretti es, fundamentalmente, una película de amor: de amor al cine (desde Jacques Demy a Fellini, de los Taviani a Kieslowski), de amor a las relaciones amorosas, de amor a la política y de amor a las canciones de amor, en donde los italianos brillaron siempre como pocos.
Luigi Tenco (Lontano, lontano), Fabrizio de André (La canzone dell’amore perduto), Aretha Franklin (Think) y, sobre todo, ese himno que es Voglio vederti danzare, de Franco Battiato —que te levanta de la silla en cuanto empezás a escucharla— le dan vida a varios momentos clave de Il sol d’avvenire, convirtiendo la película en un musical, tal vez el reemplazo del musical del pastelero trotskista calumniado y perseguido por estalinismo con el que Moretti soñaba en Aprile, aquella película en la que el protagonista preparaba un musical sobre la Italia de los años cincuenta, mientras participaba en un documental sobre la política italiana en tiempos en que Berlusconi ya pintaba para ganar las elecciones. Es muy posible que hayas visto esa película o al menos esa escena desesperada en la que Moretti, viendo el debate televisivo en el que Berlusconi se come a los adversarios a bocaditos, le grita a su candidato impávido:
“D’Alema, dì qualcosa di sinistra!”.
Decí algo, decí algo de izquierda, le pedía entonces, pero no encontraba respuesta. Hoy sigue pidiendo lo mismo y se me hace imposible no identificarme con esa demanda: ¡Digan algo de izquierda! El título del nuevo filme del italiano es un verso de una famosa canción de la resistencia partisana Fischia il vento, que reflejaba la idea de progreso en lo que devendría un mundo sin desigualdad. La música es la de Katyusha, un clásico soviético que tuvo diversas versiones, entre ellas, la del francés Georgie Dann, que se llamó Casatschok y que mi viejo pasaba una y otra vez en el auto en la prehistoria del casette, el magazine.Si fuiste chico en los 70, lo escuchaste mil veces, te lo aseguro. (Todo esto lo encontrás en Youtube, al toque).
En la misma entrevista con el diario de Madrid, Nanni Moretti habló de la política del presente y del gobierno de derecha de Giorgia Meloni. Naturalmente también gruñó a propósito de Berlusconi —tal vez recuerdes que en 2002 Moretti formó parte del movimiento de resistencia los Girotondi— y atacó, decepcionado, la indolencia de la izquierda tradicional, que se apagó con la implosión de la socialdemocracia. “La izquierda tendrá que ocuparse de los últimos de la fila, acordarse del motivo por el que nació”, dijo, aunque cada vez somos menos los que lo escuchamos (…)
Las imágenes que acompañan este texto son de la película de Nanni Moretti —no conseguí averiguar la fecha de estreno en los cines de Buenos Aires— y también fotos históricas del Muro de Berlín, de la Revolución Rusa y de la invasión soviética a Hungría en 1956. Además, las tapas de los libros mencionados (...)
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