Seguramente no conozco ni el 10% de los paisajes imprescindibles
del mundo que deseo pero tuve el privilegio de maravillarme con estos parajes argentinos
y chilenos, en sus distintos trechos, en momentos diferentes. Mi intuición me
permite decir que este recorrido entre Bariloche y Puerto Varas debe estar
entre los más sorprendentes de Sudamérica. No divulguen el secreto más que a
los amigos porque se va a poner muy transitado y le quitará encanto. Por lo
visto el recorrido completo lo hace una empresa privada pero desconozco si se
puede hacer parcialmente de forma más independiente. Más allá del hospedaje, se
trata de trayectos terrestres y lacustres en forma enganchada. Reproduzco aquí dos artículos dedicados a esta travesía imperdible, agregando fotos mías.
Dos menciones especiales: una para nuestros Puerto Blest y laguna
Frías, zona de la Argentina con la mayor precipitación del país. Reúne en pocos
kilómetros cuadrados los paisajes más sorprendentes, con la laguna de los
Cántaros vertiendo en cascada desde pocos metros arriba sobre el lago Nahuel Huapi. Y la recomendación de alargar el trayecto chileno hasta la maravillosa Chiloé, un planeta místico encerrado en una isla. ¡Yo
les avisé! Horanosaurus.
PD: si leyeron algunas referencias anteriores al respecto en este blog, saben que tengo grandes reservas contra los chilenos de clase alta, por envidiosos, poco confiables y desagradecidos con sus vecinos argentinos. No teman: la gente de pueblo es muy amable, servicial y respetuosa.
PD: si leyeron algunas referencias anteriores al respecto en este blog, saben que tengo grandes reservas contra los chilenos de clase alta, por envidiosos, poco confiables y desagradecidos con sus vecinos argentinos. No teman: la gente de pueblo es muy amable, servicial y respetuosa.
La travesía une estas
ciudades de Chile y Argentina en un recorrido en catamarán, entre
bosques, montañas y volcanes. Un paseo con paisajes soñados. Por
Cayetana Mercé-enviada especial. Clarín Viajes. 11/09/16.
Cruzar la Cordillera
de los Andes a través de los lagos es como hacer un viaje dentro de otro viaje.
Se pasa de Bariloche a
Puerto Varas, y viceversa, navegando los lagos de ambos países con el marco
imponente del paisaje de las montañas, los volcanes chilenos, los parques
nacionales y la selva Valdiviana.El nombre oficial de esta travesía que une las
ciudades del sur de Chile y Argentina es "Cruce
Andino", y es un emprendimiento conjunto entre empresas de ambos
países. El viaje se puede hacer en un día partiendo desde cualquiera de las dos
ciudades, pero si la intención es regresar al punto de partida es necesario
disponer por lo menos de dos, y dormir en la ciudad a la que se arriba.Navegar
los lagos por adentro de la Cordillera es mucho más que disfrutar de la potente
combinación de agua cristalina y montaña. Este Cruce Andino también representa
una historia de hermandad entre países. Durante toda la travesía se transmite
el interés de los guías (argentinos y chilenos) por fomentar el contacto humano
y los enlaces culturales entre ambas regiones. La fraternidad es uno de los
pilares que sustenta el orgullo (visible) de quienes todos los días trasladan a
los turistas en este recorrido.
El cruce de la
Cordillera por los lagos ya cumple 100 años. Sorprende saber que son más
los extranjeros que los argentinos y chilenos, los que lo han realizado. Por
esto es que la empresa Cruce Andino busca —a través promociones y tarifas
tentadoras para ambos países— acercar la propuesta al turismo de la región. Es
un viaje que se puede hacer todo el año, pero especialmente en primavera y
verano cuando se puede disfrutar de la navegación al sol, de las caminatas, el
trekking y también de las playitas que bordean los grandes espejos de agua.
La travesía de Cruce
Andino une tres lagos, dos en territorio argentino, uno en chileno, con
trayectos terrestres por la selva cordillerana. Si el punto de partida es Bariloche,
hay que ir hasta Puerto
Pañuelo, ahi cerquita de Hotel Llao-Llao, donde los catamaranes Victoria
Andina o Victoria del Lago esperan a los pasajeros. El trayecto por el azulado
y profundo Nahuel Huapi para llegar a Puerto Blest, la
primera parada, es de 1 hora 15 minutos.Se pasa por delante de la isla
Centinela, donde descansan los restos del Perito Moreno junto a su esposa e
hijo. Diariamente el capitán del catamarán repite el ritual de hacer sonar tres
veces la sirena en su homenaje Fue casi un héroe en la región: donó 3 leguas de
tierra para la creación de este Parque Nacional y creó la conciencia de la
necesidad preservar la flora, la fauna y la tradiciones culturales indígenas
para las futuras generaciones.
Perderse en el paraíso
Desconectados. Así lo
anuncian los guías del Cruce Andino. En Puerto Blest no
hay wi-fi y es difícil encontrar señal para el celular. Solo paisaje, lago, río
y silencio. El lugar se encuentra al final del brazo Blest del Lago Nahuel
Huapí, y puede ser solamente un paso para continuar hacia el Lago Frías o,
si se decide pasar la noche en Blest está la opción de hospedarse en el Hotel
Puerto Blest, recientemente reinaugurado y reciclado. Esta construcción es de
1940, y la historia cuenta que en ese lugar estuvo alojado en Che Guevara
cuando atravesó el Nahuel Huapí en el catamarán de madera Modesta Victoria,
llevando su motoneta a bordo. La experiencia en este hotel invita a relajarse y
a disfrutar de las comidas regionales que ofrece su restaurant, además de un
spa con vistas al paisaje. En Puerto Blest se pueden hacer caminatas, trekking,
recorridos en bicicleta, playa y visitar la Cáscada de los Cántaros.
Verde petróleo
Llega el momento de partir hacia el Lago Frías, el segundo
lago argentino. Son 3 kilómetros en ómnibus, bordeando el río Frías y a
través de la densa vegetación que va anunciando la entrada a la Selva
Valdiviana, otro atractivo del Cruce. Se llega a Puerto Alegre, el
pintoresco muelle donde se toma la lancha para atravesar durante 20 minutos el
Lago Frias, que algunos consideran el más lindo del viaje por su agua espesa
color verde petróleo producto de la leche glaciaria, y por el paisaje rocoso y
montañoso que lo circunda. Ya se distingue el Cerro Tronador por
donde pasa el límite fronterizo entre Argentina y Chile. Sus 7 glaciares (cuatro
del lado chileno y tres del argentino), le dan el nombre por el estruendoso
ruido que hacen cuando se desprenden. Chile está cada vez más cerca.Del otro
lado del lago está Puerto Frías, allí
se hace migraciones argentinas y la comitiva queda en manos del guía chileno.
Nuevamente hay que tomar un bus para sumergirse por la espesura de selva tropical
Valdiviana, un ecosistema con 4000 especies, entre ellas los alerces,
arrayanes y colihues. Esta es una de las tres selvas de su tipo que existen en
el mundo, las otras dos se encuentran en Australia y Nueva Zelanda.
Estamos rodeados
Llegando a este punto del viaje, solo hay naturaleza. Para donde
se mire están las montañas y un camino bordeando el río Peulla, que
lleva a la aldea ecológica del mismo nombre donde viven 200 personas, y donde
puede visitarse u hospedarse (si se quiere pasar el día) el hotel Natura
Patagonia. Allí mismo, a unos metros, en el paso Vicente Pérez
Rosales se hace migraciones para entrar a la comuna de Puerto Varas.
El guía explica que ésta es zona de volcanes.
Pronto asomarán el
Calbuco, el Osorno y el Puntiagudo, referencias en el paisaje y en la vida
de los chilenos. Solo le primero está en actividad, cuyo último registro fue en
2015.Otra vez a esperar en el muelle, porque es el momento de volver a subir al
catamarán para una travesía de una hora y media, similar a la primera del
Nahuel Huapí, pero la versión chilena que es el lago de Todos Los
Santos. Esta vez, los volcanes modifican el paisaje: se avista el
Puntiagudo, que es el más empinado del sur de Chile, su cumbre parece una aguja
que "pincha" el cielo; el Osorno, en majestuoso, anuncia la cercanía
a Puerto Varas.
La luz y la bruma caen sobre el lago.
Antes del regreso
Una vez en Puerto Varas, lo ideal
es pasar la noche y tomarse uno o más días para recorrerla, antes de emprender
la vuelta a Bariloche. La ciudad es prolija, bella, fruto del trabajo conjunto
entre chilenos y alemanes inmigrantes. Fue fundada en 1854 por Vicente Pérez
Rosales. Al bajar del catamarán se recorre la costa del Lago Llanquihué hasta
llegar a la ciudad. Una costa iluminada, con edificios elegantes, parques,
casas típicas revestidas en tejuelas de madera de alerce.
Desde Varas se puede
visitar Puerto
Montt (ideal para hacer compras) y la pintoresca Frutillar con
su Teatro del Lago, destino cultural internacional, donde en el verano se
realizan conciertos y actividades al borde del lago. Los Saltos del Petrohue -lugar
de brumas, dice su nombre- es otra de las visitas obligadas, así también como
la subida al Osorno donde el centro de sky espera a la comitiva con un
chocolate caliente.Las opciones que ofrece Cruce Andino son quedarse (por
cuenta propia) y a seguir recorriendo el sur de Chile para emprender la vuelta
unos días más tarde, o regresar al otro día cruzando la Cordillera, por el
mismo camino por el que se llegó. Todas son igual de tentadoras, habrá decidir
cuál elegir, porque la vuelta es otro nuevo viaje y una segunda oportunidad
para disfrutar de estas bellezas naturales que ambos países comparten (...)
Miniguía (...)
Dónde informarse: Bariloche
Turismo / Puerto
Varas. org.
Fotos (de arriba hacia abajo):
1. Llao Llao-R.A.
2. Puerto Varas-Lago Llanquihue y volcán Osorno-Chile.
3. Saltos de Petrohué y Volcán Osorno-Chile.
4. Lago de Todos los Santos-Chile.
Desde Bariloche hasta Puerto Varas,
en Chile, una travesía que hilvana tres lagos, descubre grandes volcanes y se
interna en la selva valdiviana. La Nación Turismo 03/07/16.Las gaviotas se
arremolinan sobre la cubierta del Victoria Andina. Todos los días a
la misma hora se repite el ritual. Comienzan a seguir el catamarán, la gente
sube a la cubierta superior, estira el brazo con un trozo de comida entre los
dedos y el blanco pájaro, en vuelo, con magistral destreza se lo arrebata de la
mano. El espectáculo entusiasma a grandes y chicos por igual y es el primer
contacto de muchos turistas con la naturaleza en estado puro. Hace pocos
minutos que zarpamos de Puerto Pañuelo, en Bariloche. Estamos
navegando por el imponente Nahuel Huapi, rumbo a Puerto Blest. Es
la primera etapa del cruce andino, una travesía turística a Chile que se hace
enlazando lagos y caminos y termina prácticamente en el océano Pacífico. En el
catamarán se respira relax. Hace frío por lo que las salidas a cubierta son
breves, excepto para alimentar a las gaviotas.
Adentro, por los grandes
ventanales, se disfruta la Patagonia: el bosque encaramado en cerros y montes,
la nieve todavía escasa que corona las montañas más altas y un lago que se
intuye profundo y misterioso. Cada tanto, un guía interrumpe la charla con
datos e historia del lugar y al pasar por la isla Centinela, 20
minutos después de salir de Puerto Pañuelo, el capitán hace sonar tres veces la
sirena del barco. Es el cotidiano homenaje al perito Moreno, el hombre que
caminó la región en épocas en que ningún blanco se animaba. Moreno exploró Río
Negro, Chubut y Neuquén, le dio nombre al lago Argentino en lo que hoy es Santa
Cruz y donó las tierras a partir de las cuales se formó el primer parque
nacional. Junto a su esposa e hijo, está sepultado en esa isla y desde allí se
convirtió en eterno vigía y custodio de este lugar que tanto amaba.A pesar de
ser media mañana la bruma es persistente en partes del Nahuel Huapi y emerge
creando verdaderas alucinaciones para la cámara. El agua es de un azul profundo
como no se ve en otros lagos y el bosque, tupido, de árboles perennes, no deja
espacio sin cubrir en las laderas de los montes cercanos. Hacia el oeste,
algunas nubes bajas, suspendidas como trozos de algodón, le dan el toque
efímero a un paisaje en apariencia inmutable. Y es la luz la que hace que ese
paisaje único se reproduzca en múltiples variantes según sea el día soleado o
nublado o la lluvia esté descargando su agua bienhechora. La magia se da cuando
el tiempo patagónico muestra todo el abanico en un mismo día: sol, nubes,
lluvia y otra vez el sol. Este bosque nativo late por la lluvia, es ella la que
genera esos verdes profundos que tapizan los cerros. Y la belleza de los cielos
azules compite con la magia de un melancólico paisaje grisáceo cuando las nubes
bajas y la llovizna desdibujan el perfil de montañas y cerros.
Tres lagos en
un día
El trayecto en catamarán a Puerto Blest dura una hora quince
minutos. A pesar de ser casi el mediodía, hace frío. Pero eso no desalienta
a los viajeros que vinieron a pasar el día. En minutos desaparecen del muelle y
se dispersan por los senderos de trekking en busca de la
cascada de los Cántaros y sus mentados 700 escalones.Al regreso, los espera
una bebida caliente en el emblemático hotel Blest. El
establecimiento cuenta con restaurante y cafetería, donde el paisaje que se ve
desde las ventanas es tan protagonista como los platos patagónicos del menú. El
renovado edificio, que estuvo dos años en remodelación, ofrece una propuesta de
alto nivel que incluye un spa vidriado, con vista al lago y a los cerros.Desde
Puerto Blest, un bus traslada a los viajeros para un breve trayecto de tres
kilómetros hasta el siguiente lago, el Frías. Allí espera un barco más
pequeño y un contraste fascinante. El Frías no es imponente en tamaño como el
Nahuel Huapi y parece encajonado entre los cerros, pero el color
esmeralda de sus aguas atrapa desde el primer instante. No sólo es el
color, sino la textura: el agua parece espesa, sobre todo cuando le da de lleno
el sol de la tarde: proviene del deshielo del cerro Tronador y ese aspecto se
debe a su origen glacial. En las laderas escarpadas que enmarcan el lago anidan
cóndores y con un poco de suerte, se los verá sobrevolando en altura o
enseñando a sus pichones a planear. Quince minutos de navegación surcando las
aguas de este lago color esmeralda y se llega al puesto fronterizo
argentino para hacer migraciones.
Inmersión en la selva
Desde que
salimos de Puerto Pañuelo lentamente nos hemos ido metiendo en plena
naturaleza, en esa espesa selva valdiviana de verdes profundos y sin ocres, y
aquí, en Puerto Frías, como una muestra más, cerca del muelle se pasea un zorro
colorado. Apura un poco el paso cuando ve al contingente, pero tampoco tanto.
Está acostumbrado a la escena y a que nada tiene que temer de esa presencia
humana. Las araucarias también se roban algunas fotos, con sus ramas
cilíndricas y combadas, con esa especie de hoja gruesa y puntiaguda tan
distintiva y distinta de las demás especies de este bosque nativo.Como el grupo
es pequeño, el trámite por migraciones se hace rápido. Un nuevo bus hará el
cruce fronterizo y nos introducirá en el Parque Pérez Rosales, ya en
territorio chileno. El camino zigzagueante por la selva es irregular y
profundiza la inmersión en la naturaleza. Alerces, coihues, araucarias, ñires,
cañas, helechos y hasta lianas son parte de la riqueza de este ecosistema
cordillerano, todo a la vista y al alcance de la mano. Es una tarde de sol,
pero apenas se filtran sus rayos a través de las tupidas copas. Los árboles son
muy altos así que la tibieza del sol no llega al suelo, y la sensación al bajar
del bus es de un frío húmedo intenso.El guía nos propone el desafío de imaginar
este cruce cubierto de nieve. ¡Difícil pensarlo así de verde como está! Y las
fotos que nos muestra de unos meses atrás nos sorprenden. Revelan un mundo
blanco, transformado, con 20 centímetros de nieve en el camino y la base de los
árboles, y éstos con sus ramas dobladas por la carga blanca. Todo un desafío
para los choferes que, para cubrir este trayecto, ponen cadenas en los buses.
Se recorren 29 kilómetros por la selva valdiviana hasta llegar al
tercer lago. Pero a poco de andar nos topamos con el río Peulla que
corta la espesura y deja ver, hacia el este, el cerro Tronador. Imponente
y macizo, este volcán dormido hace alarde de sus más de 3500 metros, con sus
cumbres y laderas nevadas, que refulgen bajo el sol por su blancura. Un cartel
explica que el nombre se debe a las tronaduras que provoca el desprendimiento
periódico de los hielos de sus glaciares. Del Tronador cuelgan siete
glaciares, tres de los cuales se ven desde Chile y cuatro desde la
Argentina. Estamos en zona de volcanes. En efecto, a partir del
Tronador se puede trazar en el mapa un semicírculo casi perfecto hacia el
oeste, en el que se ubicarán el Puntiagudo, el Osorno y el díscolo
Calbuco, que se puso quisquilloso el año pasado. Un poco más adelante, en
la villa ecológica de Peulla, hacemos migraciones para entrar en
Chile y seguimos camino hacia nuestra última navegación del día: el
lago Todos los Santos.Los volcanesSon alrededor de las cuatro y
media de la tarde y, en estas latitudes, en esta época del año, el sol baja
temprano. Las nubes empiezan a espesarse y el paisaje verde vibrante de horas
atrás se ha convertido en un mundo azulado, donde los tonos marcan luces y
sobre todo, sombras.
El lago Todos los Santos, bautizado así por misioneros jesuitas a mediados del 1600, se
cree que era parte de otro gran espejo de agua, el Llanquihue, situado
a 14 kilómetros. Por fuerza de algún cataclismo se dividieron.
Datos
útiles
El cruce. Cruce Andino
es la única empresa que organiza esta excursión, que parte de Bariloche, enlaza
lagos y caminos de la Cordillera y termina en Puerto Varas, Chile. También se
puede hacer a la inversa. Se realiza todos los días y en verano, dos veces por
día. El tour requiere un día para llegar a Chile y otro para regresar a
Bariloche. El viajero puede quedarse más días en Chile. Tarifa: US$ 180 para
residentes argentinos y chilenos en temporada baja y de US$ 220 , en alta, con
el regreso sin cargo. Niños hasta 12 años pagan la mitad. www.cruceandino.com (...) Clima. La
lluvia es lo que mantiene viva a la selva valdiviana, así que a no ponerse de
mal humor si en algún momento de la excursión empieza a llover. Lo mejor es
estar equipado con ropa y calzado adecuados para seguir disfrutando del paseo.
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