Se nos fue hace poquito David Bowie, como se van todos los mortales. Me quedan sus discos y con eso está bien. Fue un artista total, si es que existen los artistas totales. Con las contradicciones habituales de los tiempos que corren para esa familia del género humano.
El muy inglés David Robert Jones: marketinero sin escrúpulos y camaleón provocador, inventor de modas capaz de invadir con éxito circulos artísticos vecinos. Exposición máxima. Límites difusos. Estética jugada, poses artificiales y efectos especiales decorando al objetivo pristino de un músico.
Bowie: artista total -que los hay y ha habido, se sabe- con barniz de inalcanzable, capaz de abandonar la fórmula segura del último éxito y cambiar por el riesgo de cambiar y seguir vigente. Fuiste andrógino relajado, 'glam' espantoso, falopero mal, fascista, millonario reventado y, como suele pasar en la adultez, padre de familia meloso y reflexivo: relajos burgueses que me exasperan (no tanto vivir en el Village y morir en Nueva York). Pero mi intransigencia se vuelve inútil ante la evidencia de su arte musical exquisito. Esos discos.
"¡No me importa lo que digan, lo que digan los demás, yo te sigo a todas partes, cada vez te quiero más!" Canción de tribuna de cancha de fútbol argentino que jamás habrá escuchado, adaptable al caso de marras.
Abajo, estética Bowie, info y homenajes de gente especializada. Horanosaurus.
Algunos temas (escondidos) recomendados por Horanosaurus:
I would be your slave (CD “Heathen” 2002)
CONTACTO
VISUAL DEL TERCER TIPO
David Bowie por
Richard Coleman (en “Las 50 personas que nos inspiraron en 2013”-Anuario La
Nación). Diciembre 2013.
Por alguna razón inescrutable, el artista
británico fue acompañando al músico argentino toda su vida. el último guiño se
produjo este año, con the Next Day.
La primera vez fue contacto visual. Una página en una revista Claudia de mi
madre, debe de haber sido en 1974. Era una fotografía de un ser de otro
planeta, con un ojo de cada color, sin cejas, el pelo cortado muy raro…
Perturbadoramente, no se veía si era un hombre o una mujer… En realidad sí se
veía, y eso era lo perturbador… “Mamá,
¿que es un andrógino?” David Bowie.
Ahí quedó. Un par de años después lo volví a ver, esta vez en un programa de
televisión que me dejaban ver los miércoles a la medianoche, The Midnight Special. Era 1976, pero
los programas eran viejos. Ahí vi a la banda, todos de plateado (o dorado, la
television era en blanco y negro). Claro, ¡lo reconocí! ¡Era el extraterrestre
andrógino! Qué impresión… Rock and roll no se trataba sólo de la música: la
imagen tenía peso propio. Ya empezaba a entender la idea. Pasó el tiempo (¡los
años en escala adolescente son como lustros!) y fui ampliando mis gustos
musicales. El rock progresivo fue dejando su huella con King Crimson, y Robert Fripp, su guitarrista, fue uno de mis
primeros héroes de la guitarra. En la calle, Fiebre del sábado por la noche, la
película con John Travolta y la música disco de Bee Gees, representan al enemigo. ¡Y encima el mundial de fútbol!
En una de mis recorridas semanales por la
disquería de importados (¡estaba un mes para programar mi próxima compra!),
mientras pasaba por todos los discos de la batea, me detuve varias veces en el
nuevo álbum de David Bowie. Heroes se
llamaba, y en la ficha técnica figuraban Robert Fripp y Brian Eno, otro
músico raro, vanguardista, que había hecho un par de discos con Fripp usando
loops de cinta magnética en grabadores modificados, razones suficientes para
comprar el disco. Pero la imagen... Otra vez la imagen. Esta vez se trataba de
un retrato en blanco y negro de Bowie con el gesto de Ultraman en las manos y
una pupila más dilatada que la otra, pelo corto, muy austero, campera de cuero
cerrada… Todo lo contrario de las melenas y trajes onerosos que abundaban en el
rock. Me llevé Heroes sabiendo que era
algo especial.¡Ahhh, el olor a disco nuevo! Rompí el celofán con cuidado,
por el borde. Cuando lo puse me sentí tremendamente incomódo con lo que
escuchaba… y completamente seducido. La introducción de Beauty and the Beast,
un crescendo de sonidos extravagantes que desemboca en un inconfundible beat de ¡música disco! ¡el enemigo! Ja. Cuánto
aprendí en ese momento, y de ese disco.El disco me gustó tanto, esa voz era tan
peculiar, que lo llevaba a todos lados para compartirlo con mis amigos y
convencerlos de que no era música disco sino otra cosa. Lejos estaba de
imaginar que la traducción que hice de la letra de la cancion Heroes, para que
la entendiera una amiga, se iba a transformar en el texto que más canté en mi
vida. Y sigo cantando. Ya en 1984 (como otra canción de Bowie, basada en la
novela de Orwell), a los 21 años, estábamos armando con mi amigo Gustavo el
repertorio de Fricción, nuestra
nueva banda, y nos faltaban temas. Gustavo me dice: “¿No querés tocar Heroes,
de Bowie? Es fácil!”. Y yo le digo: “Dale, yo tengo por ahí guardada una
traducción que hice de la letra, la adapto y sale!”. Llegamos a 2013. Para mi cumpleaños número 50, mi mujer me
regala, recién salido, el nuevo disco de Bowie, The Next Day. Lo abro, me
quedo sentado al borde de la cama, mirando la tapa y leyendo el título,
sosteniendo el objeto. De repente siento que me sube la emoción hasta las
lágrimas. La tapa de The Next Day es la misma de Heroes, pero intervenida por
un cuadrado blanco que contiene el nuevo título en la tipografía más estándar
de computadora. Una genialidad. Lo que no sé es por qué habrán elegido justo
Heroes, 35 años después. El próximo día me llega cuando estoy cumpliendo 50 años
y terminando el próximo disco, pensando en el futuro. Por alguna razón,
entiendo que Bowie me ha estado
acompañado toda la vida.
Por
Sebastián Ramos. La Nación Espectáculos-Música. 16/01/16.
Por Alejandro Cruz. La Nación
Espectáculos-Artes escénicas. 16/01/16.
Por Marcelo Stiletano. La Nación
Espectáculos-Cine. 16/01/16.
Por Natalia Trzenko. La Nación
Espectáculos-Televisión. 16/01/16.
El músico británico, recientemente
fallecido, influyó como pocos en la industria de la moda.
Por Javier Arroyuelo.
La Nación Revista 31/01/16.
BONUS TRACK: David Bowie & Blade Runner
Por
Pablo Plotkin. La Nación Sábado 13/05/17. "He
visto cosas que ustedes no creerían. Naves de combate en llamas más allá de
Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de
Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo... como lágrimas en la
lluvia. Es hora de morir."
Este
pequeño discurso, conocido como el "Tears
in Rain Monologue" o el "C-Beams
Speech", tiene su propia entrada en Wikipedia y le resultará familiar
a cualquier fan de Blade Runner, la película de 1982 de
Ridley Scott -basada en ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Philip K. Dick- que
este año tendrá su secuela, Blade Runner 2049.
Son palabras que dice Roy Batty,
último sobreviviente en la tierra de una casta evolucionada de "replicantes" bautizada Nexus
6, robots sublevados de apariencia humana perfecta. El ex policía Rick Deckard (Harrison Ford) tiene la
misión de "retirar" a los Nexus, y en el clímax suicida de la
película, en esa Los Angeles 2019
-lluviosa, nocturna, tóxica, fluorescente, inorgánica, pospunk,
irremediablemente china-, el androide emite su propio epitafio, uno de los parlamentos más bellos de la
historia del cine.
David
Bowie -protagonista de la gran muestra de fotos de Mick Rock que se exhibe en
La Rural de Palermo- amaba Blade
Runner, y a la vez es imposible no advertir en la estética del film la
influencia de Ziggy Stardust, el
alien que cayó a la Tierra en la forma de estrella de rock y que dedicó sus
últimos cinco años de vida a difundir en nuestro planeta un mensaje de amor y
paz.
La replicante Pris,
por ejemplo, esa especie de Siouxsie montada en la corporación Tyrell, se vería de manera muy diferente de no haber
existido Stardust. Casualmente o no,
Bowie y Roy Batty llegaron al mundo el mismo día: el artista nació el 8 de
enero de 1947, y el humanoide tuvo su "incepción" el 8 de enero de
2016, apenas tres años antes de morir bajo la lluvia frente a la mirada
hermosamente perpleja de Harrison Ford.
El 16 de enero de 1985,
durante una tormenta de nieve en Londres, un paciente psiquiátrico se escapó
del hospital de Cane Hill, cruzó a la estación Coulsdon South y saltó a las
vías justo antes de que pasara el tren. Era
Terry Burns, hermano mayor de David Bowie por parte de la madre. En los
años de infancia, Terry había sido un referente para David: lo introdujo en
Nietzsche, Kerouac, Burroughs y el jazz. Pero en 1956 Terry entró en la Fuerza
Aérea Real Británica y fue a prestar
servicio al enclave colonial de Adén, donde la Corona trataba de retener el
dominio. Después de dos años volvió a casa. Ya no era el mismo, y al tiempo fue
diagnosticado de esquizofrenia paranoide.
Al
ver de cerca el proceso mental de Terry, Bowie creció con la idea de que su
propia cordura estaba siempre en peligro. La salida la encontraría en el arte,
en la invención de un mundo propio y en una colección de personajes capaces de
ocultarlo y trascenderlo.
Sin
embargo, nunca asimiló del todo la
locura de su medio hermano. No fue a su funeral; dijo que no quería
convertirlo en un show mediático. Mandó, eso sí, un ramo de flores con una nota
dirigida a Terry en la que parafraseaba el monólogo trágico del replicante de Blade
Runner: "Has visto más cosas de las
que nosotros podemos imaginar, pero todos esos momentos se perderán, como
lágrimas en la lluvia. Dios te bendiga. David".
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