Argentina bien podría denominarse "el culo del mundo": no solo por nuestra ubicación geográfica bien al fondo, también por la sorpresa con que nos ve el hemisferio norte, a veces por su ninguneo. No tenemos buena prensa como los brasileños, es evidente, pero colaboramos para eso con numerosas exageraciones, 'comprando' recetas extremas a las que otros no se animan. Dos por tres somos noticia por alguna detonación: hiperinflaciones, dictaduras trágicas, guerrillas urbanas, default, saqueos, neoliberalismos ultras con privatizaciones baratas y reestatizaciones populistas caras. Y sigue la lista.
Por lo visto, tardaremos siglos en perfeccionar nuestra democracia; eso si, somos bastante pintorescos y, a nivel individual, nuestro país es una máquina de producir íconos o mitos: Maradona, Messi, Gardel, Piazzolla y el tango, Fangio, Borges, Cortázar, varios Nóbel, Favaloro, ahora el papa Francisco. Digo, que se yo, el vigor híbrido del mestizaje que se dió en las pampas.
Repicando frases de lo que viene abajo, dos grandes paradigmas de género, el Che y Evita, el apóstol de la revolución latinoamericana y la santa patrona del ascenso obrero, son argentinos. Muertos en plena juventud, consumidos en el fuego de su propia pasión. Emblemas mundiales de la rebeldía, la utopía y la solidaridad, a pesar del manoseo marketinero. Todos tienen su opinión formada. Yo también. No es de suma importancia pero pasa por el tamiz de los valores republicanos y democráticos y no por las leyendas.
En 1997 una producción del diario Clarín, titulada "Dos mitos de fin de siglo" se preguntaba porqué se produjeron aquí y consigue algunas respuestas. Acá van sus principales notas. Horanosaurus.
Por lo visto, tardaremos siglos en perfeccionar nuestra democracia; eso si, somos bastante pintorescos y, a nivel individual, nuestro país es una máquina de producir íconos o mitos: Maradona, Messi, Gardel, Piazzolla y el tango, Fangio, Borges, Cortázar, varios Nóbel, Favaloro, ahora el papa Francisco. Digo, que se yo, el vigor híbrido del mestizaje que se dió en las pampas.
Repicando frases de lo que viene abajo, dos grandes paradigmas de género, el Che y Evita, el apóstol de la revolución latinoamericana y la santa patrona del ascenso obrero, son argentinos. Muertos en plena juventud, consumidos en el fuego de su propia pasión. Emblemas mundiales de la rebeldía, la utopía y la solidaridad, a pesar del manoseo marketinero. Todos tienen su opinión formada. Yo también. No es de suma importancia pero pasa por el tamiz de los valores republicanos y democráticos y no por las leyendas.
En 1997 una producción del diario Clarín, titulada "Dos mitos de fin de siglo" se preguntaba porqué se produjeron aquí y consigue algunas respuestas. Acá van sus principales notas. Horanosaurus.
Simone de Beauvoir, Sartre y el Che x Korda.
Dos mitos de fin de siglo
¿Por
qué la Argentina produjo a Evita y al Che, paradigmas de utopías y marketing?
Clarín-2da Sección. Domingo 23/02/97.
De la utopía al marketing
Combatidos
o amados hasta la incondicionalidad, Evita y el Che son los dos grandes mitos
políticos que la Argentina le legó al siglo XX. Convertidos en bandera de lucha
o en objetos de marketing, ambos parecen haber sobrevivido a todas las modas:
la de las revoluciones y la del libre mercado. Por Matilde Sánchez (colaboraron Héctor Pavón y Eva Marabotto).
Es esta la más grande
de todas las historias argentinas. Evita y el Che son dos de los santos laicos
que velan la imaginación contemporánea. El país no ha producido destinos más
fulgurantes ni novelescos. Atraviesan el país -produciendo hechos, inspirando
biografías- y son atravesados enteramente por la gran disyuntiva: a quién
pertenecerán los pobres.
Desde luego, existen
otros nombres propios si se trata de una contribución argentina a la historia
del siglo. Pero sus imágenes -perfil de mujer severa con rodete, hombre de
melena y barba crecida con boina- transitan desde la épica nacional y la
utopía hasta el merchandising en el camino ajeno y sinuoso de la industria
cultural. ¿Cuál es su proyección de la identidad argentina? ¿Hay algo detrás
de la silueta recortada en el espíritu de los 90? Esas son las preguntas que
los estudiosos, intelectuales y políticos consultados procuraron esclarecer en
nuestra indagación.
Primero, un mito
surge para resolver una contradicción y adquiere el valor de una creencia
colectiva. No es una mentira. Pero aunque tampoco es una verdad, funciona como
tal. Existen mitos tan blindados que se convierten en dogma, como los
misterios religiosos: la virginidad de María. Finalmente, un icono es la representación
mínima del mito: su estampa.
Si un mito es una
construcción en la que todos nos hemos puesto bastante de acuerdo, ,en el caso
de Evita existen tres acepciones: el mito del peronismo histórico, que la ve
sacrificada en la justicia social y hace un corte con su pasado artístico, el mito
negro de la oposición, que la pinta como una arribista que dilapidó el tesoro
nacional en abrigos de piel y el llamado mito rojo, producido en la década del
sesenta por el peronismo de izquierda, en el que encarna el germen clasista de
1945. El Primer Mundo ha cristalizado el mito negro, con una nota de moralina
victoriana hacia el movimiento feminista, resumido en una brillante línea de la
ópera-rock: Evita, "la advenediza social más exitosa desde
Cenicienta". La mayor blasfemia de Alan Parker es dudar de la castidad de
Evita. El mito institucional es siempre autoritario
con los géneros y el santoral no puede ser tergiversado en una picaresca.
El Che, por el
contrario, encarna el heroísmo de quien combate por un fin común. En el mundo
entero su icono tiene carácter de divisa generacional: es la imagen más
reproducida en la historia de la fotografía. Quien luce una remera con ella
pertenece a la tribu de los inconformistas.
Evita y el Che tienen
en común una particular clase de locura: se han entregado por completo a sus
visiones."Con una gran distinción -dice David Viñas, escritor e intelectual
de izquierda, quien fue fiscal de mesa en el sanatorio desde donde Evita votó
por primera vez en 1951. Ella es producto de un aparato del Estado, mientras
que el Che siempre se resistió a institucionalizarse. Sin embargo, ¿cuanto
llevó de su país a la Sierra Maestra? "No es un azar que sean hijos de este
país lacerado", sostiene el historiador José Vilarruel, profesor de
historia social en la UBA. "Ambos plantearon la cuestión de la igualdad y,
desde horizontes muy diferentes, definieron modelos de acción social sobre una
cuestión crucial: la dicotomía entre democracia y dictadura".
Poder y conflicto. Desde ese ángulo, el
recurso ficcional de incluir al Che como la conciencia crítica de Evita, en la
ópera-rock, no es capcioso. Muestra a dos personajes enfrentados en torno a
una idea de poder, al tiempo que lee políticamente el conflicto generacional.
Más allá de la ligereza de su puesta en escena, un argentino puede entrever en
esa pulseada el capítulo más sangriento de la historia argentina: los 70.
Viajes, los pasajes
de un nombre. En 1935 Evita inicia el viaje de los "grasitas": de
Junín a Buenos Aires, del melodrama a la épica, de la bastardía a la
legitimidad. Pero también
viaja
hacia la tradición femenina: es una joven en busca del apellido de su padre,
el cual conquistará junto al apellido de su esposo. Solo que una vez que los
tenga no querrá pertenecer a ninguno de los dos. Eva Duarte de Perón manifiesta
que espera entrar
en la historia como Evita, como dice Borges de un orillero ambicioso -y ella
pertenece a esa clase-: para deberse todo a sí misma. En 1949, como primera
dama, cumple
la gira del Arcoiris por Europa, viaje que entronca con la consagración de
Gardel en París. Pasea el esplendor argentino ante una Europa empobrecida
por la posguerra y ventila el régimen de Franco. La izquierda europea
simplifica el fenómeno peronista y la interpreta
como la última "agente del fascismo" (sic). El viaje fija en los
europeos el mito negro.
En julio de 1953, un
año después de la muerte de Evita, Ernesto Guevara se marcha en un segundo y
trascendental viaje por Latinoamérica. Reverso del viaje de Evita, constituye
su educación política. En él se desargentiniza. David Viñas observa que el
viaje se potencia a través de su primera compañera, la peruana Hilda Gadea,
militante del Aprismo. "Guevara va
hacia ese recinto mitológico de la tradición revolucionaria latinoamericana que
es México y entra en contacto con las figuras de Emiliano Zapata, de Lázaro
Cárdenas, peregrina a la calle Austria, donde vivió Trotsky. Pero hay también
en él un componente
bien
argentino que recupera, a través del marxismo, la ideología reformista tradicional que ya
tocaba la cuerda latinoamericana”.
El periodista
Mariano Grondona, por entonces comprometido con la derecha, apunta que “ese
viaje del Che es la encarnación de la teoría de la dependencia, esa idea de
que Latinoamérica estaba sometida a la oligarquía y el imperialismo. Esto
generaba dos personajes arquetípicos, el del cínico cipayo y el del héroe que
pelea contra la injusticia.”
El
Che se definía: "Tengo el sustrato cultural de Argentina y me siento tan
cubano como el que más." El intelectual mexicano Jorge Castañeda, cuyo
libro sobre Guevara, “La vida en rojo”, aparecerá
en marzo, destaca sus raíces profundamente argentinas y su infancia en Alta
Gracia, sin ia cual su travectoria resulta incomprensible. “En primer lugar
explica el autor- el Che es formado en la escuela pública, lo cual es excepcional para las élites intelectuales
latinoamericanas. Pero al mismo tiempo pertenece a una familia de la
oligarquía, aunque sin dinero. Ese doble linaje solo era posible en Argentina.
Tercero, como en ningún otro país latinoamericano, Argentina tiene fascinación
por lo exótico, debido a que se trata de es un país socialmente muy
homogéneo."
Mientras que Evita
es un engranaje central del poder, el Che, viajero
perpetuo de la revolución, se resiste a ser
institucionalizado. Exporta la guerrilla al Congo, luego a Sudamérica, su
método es la "tour de force". La muerte en Bolivia resultará clave
para la izquierda: muere como un heraldo contra las fronteras, en un regreso
armado a su país. El Che muere llegando.
Muerte en Bolivia a
lo bandolero romántico; muerte política de doble exilio, lejos de sus dos
patrias, en el intento de enlace. A su entrada triunfal en La Habana, el Che
adopta la nacionalidad cubana pero al partir al Congo y un año después a Bolivia, renuncia a
la cubanidad, de manera que vuelve a ser argentino. En esa partida conviven
el desajuste ideológico con la dirección del gobierno cubano, tanto como su
impulso a la errancia y el fusil, "que me entusiasma como hombre gozoso
de la aventura". ¿Es ese goce de la aventura lo que ilumina el cierre de
siglo?
El sociólogo Horacio
González apunta que su leyenda consiste principalmente en un espacio de
aventura moral, en una vocación de desprecio por los obtusos, en la soberbia
seguridad del andarillo: "hay que echarse a andar". Pero lo notable,
según él, es que al cabo de su viaje, la entrada en La Habana, "convertirá
su castellano rioplatense en caribeño y firmará los billetes del Banco Nacional
de Cuba con la partícula esencial de la interpelación argentina, Che, el
universal particularizado, el arquetipo/de uno solo".
El alfabeto político. "¿Qué tiene de
argentino ese ideal de exportar la revolución?", se pregunta Viñas.
"No hay que olvidar que Guevara se forma en Córdoba y se vincula con Gustavo
Roca, hijo de Deodoro Roca. Este participa de la reforma universitaria de 1918,
que democratiza el acceso de los argentinos a la universidad. Por otra parte,
la aspiración a un destino de grandeza en Argentina se ha mitologizado, pero
fue bien concreto. Es un rumor que recorre toda nuestra cultura. Históricamente
la elite argentina se ha visto a si misma como competidora de los Estados
Unidos”.
En cuanto a Evita,
ella recibe sus primeras ideas políticas en el golpe de Estado nacionalista de
1943. Alicia Dujovne Ortiz especula que es peronista antes que Perón lo sea.
Pero su ascenso es también producto de una particular situación en la historia
de las mujeres argentinas. Su travesía es la de una hija ilegítima, con la
misión de vindicar a su madre, una madre soltera emancipada por defecto. Aún
así, aún incompleto, su acceso al poder es posible porque Argentina es el país
menos machista de América Latina. (Podemos decir que el feminismo argentino
nace con Sarmiento, a través de las maestras norteamericanas vinculadas con la
tradición del librepensamiento). Con sus enormes disparidades, Evita y el Che
son figuras de una vanguardia argentina, mancada, que en los hechos termina a
los tiros.
Por su historia
familiar, el sociólogo Rosendo Fraga miró con atención a uno y otro. En su
visión, “ambos proyectan nuestra complejidad y singularidad en Latinoamérica.
Como figura fundamental del peronismo, Evita refleja la problemática política y
social del país, lo cual parece definitivamente perdido para la mirada europea.
Mientras que el Che proyecta las enormes contradicciones
de nuestra clase media. El drama del Che
está todo comprendido en su final en Bolivia: pone en evidencia la enorme incomprensión de los sectores a
quienes él pretendía liberar. El drama del Che es la sordera de los obreros
peronistas a su utopía". "Pero es interesante -observa Fraga- que la
que más festeja la entrada de Fidel en La Habana es la derecha liberal. Ellos
veían a Batista en la serie de los dictadores latinoamericanos, como Trujillo y
el propio Perón."
La belleza del mito. La belleza. No solo
las fabriqueras soñaban con ser Evita. No solo los revolucionarios querían
ser el Che. También los feos, las tuertas, las enanas, los obesos. La belleza
toma un giro trágico al asociarse con la muerte a edad temprana. ("Los
funerales de Evita despliegan una grandiosidad solo comparable en este siglo
con los de Rodolfo Valentino. La muerte del Che sí es trágica. La tragedia es
morir bajo la mirada de los dioses", dice Viñas.) No hay motivo de tristeza más universal y contagioso que la muerte en
la juventud y en pleno apogeo. El gobierno de Perón interpreta la
enfermedad de Evita en clave cristiana en los meses precedentes al desenlace;
los 33 años la ungen con la santidad. El Che, por el contrario, es un mito
plenamente laico, pero la Teología de la Liberación encontrará en él a un
apóstol del cristianismo abnegado.
Prácticamente la
totalidad de las fotos de Evita son oficiales, a excepción de las fotos
familiares de fin de semana en la quinta de San Vicente, recuperadas precisamente
por el peronismo revolucionario. Su elaborada producción de imagen tiene a su
servicio un ideólogo innovador y desmesurado, Raúl Apold, en la Subsecretaría
de Información.
Tanto uno como el
otro son paradigmas de género. Ella
encarna el asalto de las mujeres a la vida pública, en una década de eclipse
feminista. Es la última mujer antes del advenimiento de la pastilla anticonceptiva
y la televisión. Y ese hombre, con su hippismo precursor y el fulgor de su
mirada, marca que aquel modelo de mujer esta agotado. Imágenes del Che con su
fusil, tomadas por corresponsales y combatientes aficionados. Difícilmente
puedan superarse en virilidad y reciedumbre. (Ernesto, raro fantasma en el
despertar erótico de las repartidoras de volantes, las chicas que hacían
pintadas. Contigo querían hacer el amor y la guerra, todo era parte de la
revolución.)
Fotografías en blanco
y negro, fragmentos de película, objetos personales, vestigios de una vida. El
mito se nutre de las pequeñas huellas materiales para componer su
pseudohistoria. El reloj del Che (un Rólex Oyster) circula entre las manos de
los "rangers" bolivianos que lo asesinan en La Higuera. Las joyas de
Evita son rematadas en 1957 en los salones del Automóvil Club Argentino, para
seguir la trayectoria de los talismanes. Desmontada de su prendedor con el
escudo peronista, un diamante adorna el bastón de mando del general Onganía. Y
todas esas cosas son el retazo del sudario o la astilla de hueso en el
escapulario del fiel.
También como en los
santos, el destino del cuerpo prolonga el martirio. El embalsamamiento de Evita
asegura una posteridad de rango faraónico, que resulta funcional a los
vejámenes. El asesinato del guerrillero vuelve irrefutable la tesis de la
guerrilla.
A
comienzos de los 70, la resistencia peronista y el
estado de revuelta estudiantil dan a luz los movimientos de guerrilla. El Che
tiene en ella un papel central: da un linaje nacional y al mismo tiempo internacionalista
a la lucha armada. El apóstol de la
revolución latinoamericana y la santa patrona del ascenso obrero son argentinos:
la izquierda truca las coincidencias entre Evita y el Che. El propio Perón
envía una carta a la militancia peronista donde interpreta la muerte del
comandante Guevara como "una irreparable pérdida para la causa de los
pueblos". El nombre de Eva es lanzado en la lista de revolucionarios
caídos en combate, seguida o precedida por el Che.
La iconografía del
Che es ascética: la boina con la estrella roja, la camisa militar, la barba y
el habano, así en la zafra como en la ONU. Y es una formidable broma de la
historia que para ingresar de incógnito en Africa y Bolivia se haya disfrazado
de viejo burgués, su inverosímil absoluto... Sus fotos congelan el instante
creador de la revolución, perpetuamente inacabada. Muestran el acontecimiento
que será patriótico: son la arcilla de la época. Una generación entera
descreyó de la admirable foto del
boliviano Fredy Alborta, quien retrató al Che asesinado en La Higuera, en
una composición que fue comparada con "La lección de anatomía" de
Rembrandt. La extraordinaria mirada del guerrillero no parpadeó ante los disparos.
El Che es el muerto más hermoso del
mundo.
Pósters, bandera de
todas las luchas de liberación, bandas de rock, gorras, una cerveza inglesa,
todo lleva el retrato del Che. Si las décadas del 60 y 70 acercan la utopía
guevarista a la realidad, proponiendo al Che como modelo universal para los
jóvenes comprometidos, los 90 lo instalan como imagen de una adoración
melancólica. Los 90 pueden tener melancolía de los 50 y a la vez de los 60.
"¿Por qué producimos tantos iconos en la
Argentina?", se pregunta el
escritor Martín Caparros. "Nuestra producción iconográfica es desmesurada,
sobre todo si la comparamos con nuestra inexistente producción de bienes reales
o tecnología. A través de Hollywood Evita ha perdido todo su sentido original.
Sin embargo, quien se pone una remera con la cara del Che, porta un signo
contra el sistema."
Una periodista que
vivió intensamente los 60, Mabel Itzcovich, observa que "estos mitos
argentinos han ganado la efímera popularidad del espectáculo, la codiciada
ubicación en el "merchandising", y en su camino han perdido los odios, amores y rencores que los hicieron
únicos. Las leyes del mercado han dado vuelta los bolsillos y los han
vaciado de todo contenido".
La tesis de “La vida
en rojo”, del mexicano Castañeda, cree que la Argentina no debería llorar por
él. "El Che es el máximo emblema de
la década del 60. Pero su mayor legado no es político ni teórico sino puramente
cultural. Los 60 no
nos dejan ideas políticas, las cuales por el momento parecen agotadas, sino un
fabuloso recambio cultural. El Che
representa lo que aún está vivo de los sesenta: la permanente fuga hacia
adelante, las nuevas relaciones entre hombres y mujeres, la intolerancia
política, la fascinación y el respeto por la otredad, y sobre todo, la
vinculación entre la política y el existencialismo."
El sociólogo y
filósofo Horacio González cree que
Evita y el Che son "menos parte de un escurridizo carácter nacional, que
de un museo de las pasiones, donde la crítica cultural podría revisar los
sucesivos fracasos".
Mientras la cadena
norteamericana Bloomingdales distribuye el look de la evitamanía, este verano
una remera hizo furor en la costa atlántica: el rostro del Che sobre la
bandera de Jamaica, en lugar de Bob Marley, con la leyenda: Don't worry, be happy.
En Cuba, como en el sudeste de Bolivia, el turismo de
aventura propone la ruta del Che. ¿Con cuál de sus fulgurantes sarcasmos
adjetivaría el Che su propia imortalidad? ¿Miseria de los íconos? Aunque
delgados, tan domésticos en nuestra sociedad de consumo, ellos nunca son triviales.
Las estampas tienen el espesor de la época.
Una creación argentina
Entrevista
con Alain Touraine. Por Daniel Mordzinki, desde París. “La
Argentina creó a estos dos grandes mitos de fin de siglo, Evita y el Che,
probablemente porque la Argentina fue -estoy tentado de decir más que ningún
otro país del mundo, más que los Estados Unidos- un país que ofreció posibilidades
de consumo, de integración y
de participación extraordinarias. Una sociedad donde el consumo y los logros superaron de
lejos las condiciones de producción. Este exceso de demanda creó, automáticamente,
una enorme necesidad de integración que dio lugar a la creación de movimientos
masivos (Yrigoyen, el peronismo...) y a un formidable pedido de unificación
que se traduce en modas de consumo, en la invención de símbolos y en una
creación cultural extremadamente activa, frente
a un aparato de educación y de administración deficiente. Este abismo entre la
producción y el consumo dio a la Argentina su propia definición e hizo de ella
un país creador de mitos", así comienza la entrevista que Clarín hizo al
sociólogo y politólogo francés Alain Touraine.
Touraine
agrega: "¡Para empezar con los mitos, yo pondría al tango...! Ahora bien,
respecto de Evita, y en lo que a la Argentina se refiere, su mito tiene bases
en la realidad. En cuanto al Che, mucho menos -siempre refiriéndome a la
Argentina- aunque es cierto que sirvió de símbolo concreto durante el período
de las guerrillas. Podemos pensar de maneras diferentes sobre el peronismo
pero las categorías que de una manera o de otra desbordaban el marco burgués
lo han vivido como su entrada a la vida pública. Este fenómeno da cabida
directamente a la creación del mito de Eva Perón. Ahora bien, cuando la
situación político-financiera comienza a degradarse, toda la mitología que no
pudo encontrar respuesta a falta de un aparato de producción eficaz, se
transforma en crítica.
"La
intelectualidad argentina, mucho menos elitista
que la de otros países -le recuerdo
que la Universidad de Buenos Aires contaba entonces entre sus estudiantes un
25 a 30% de hijos de obreros mientras que en Europa el porcentaje era del 5% a
10%- se ve de golpe confrontada a una sensación de
decadencia que da origen a una
radicalización del pensamiento entre las categorías que -hasta entonces-se encontraban en
ascenso. Así, surge el famoso "peronismo de
izquierda" con Evita como
bandera. El Che es la expresión misma de este vuelco con la diferencia que su
imagen desbordó lo nacional para devenir un símbolo latinoamericano.
-¿Un líder puede trabajar en vida para convertirse en un mito? -Si usted hace referencia al presidente Menem, él es para
mí el anti-mito. Menem, cuyo rol puede juzgarse positivo del '89 al '94 a
través del plan Cavallo -ciertamente
contestable pero que ayudó al país a salir de una crisis económica feroz-
es hoy el artífice de una
"fujimorización" de la Argentina. En realidad la Argentina de hoy,
que por primera vez es testigo de cierta estabilidad económica, ya no es
terreno para generar mitos. Su sistema político, menos estable que el chileno
pero sin lugar a dudas mejor reconstituido que el brasileño o el mexicano, crea
un conformismo donde conviene más hablar de idealización y de recuerdo que de
mitología. Yo entiendo por mito una forma de mantener vivo el pasado: la Argentina hoy es, en realidad, mucho menos peronista y
mucho menos guerrillera que hace 20 años, por eso su sociedad necesita evocar
esos personajes símbolos de su pasado.
Che, 1962 x Korda.
Los ojos de Korda
El 4 de marzo de 1960
estalla en el puerto de La Habana un buque con un cargamento de armas belgas. Hay
decenas de muertos y 200 heridos. Un día después, Fidel y sus comandantes
hacen un homenaje cerca del cementerio. Allí, un fotógrafo del periódico Revolución,
Alberto Díaz,
conocido como "Korda",
hace con su Leica la foto del Che que será símbolo y moneda
cubana, la imagen
más reproducida en la historia de la fotografía.
Desde su estudio de
La Habana, en diálogo con Clarín, Korda
cuenta que caló el fondo original sobre la boina y la melena, pero "la
foto solo fue reproducida una vez en una dimensión pequeña y no volvió a editarse."
Pocos meses antes del asesinato de! Che, el editor italiano Giacomo Feltrinelli
recoge la foto de su estudio para hacer un cartel, ignorando que lanzará uno
de los emblemas del siglo, por el cual Korda jamás cobrará
un solo peso.
Cuba: cuando el pasado sigue estando
presente
Por Susana Colombo. Los
cubanos son reacios a hablar del Che como un mito. Para ellos, el Che es un
"modelo revolucionario". Y lo consideran coprotagonista de una
política que todavía -aunque con contradicciones- está viva.
Desde su muerte, el
Che fue mostrado como una figura ejemplar para los niños y para los obreros.
Está en los programas de la escuelas de Cuba; es un procer como José Martí. Los
escolares de la primaria, al iniciarse octubre, realizan jornadas para
recordar su muerte. Los "pioneros" cantan: "Dos góticas de agua
cayeron sobre mis pies, y las montañas lloraron porque mataron al Che". Y
le prometen: "Todos los niños seremos como el Che".
Su carisma le dio al
Che una trascendencia única; sus admiradores pueden ser de cualquier
orientación. "Lo admiran porque no vive; si no, lo mandarían matar",
opina algún cubano, incapaz de una ironía. Es cierto: la crisis en Cuba es
fuerte. Por eso, un turista puede encontrar "vendedores" de un
billete ya histórico, que tiene la firma del Che.
La escritora cubana Marta Hanecker está preparando un libro en que uno de los entrevistados fue compañero del Che. Y cuenta: "Era exigente y con su exigencia educaba". De ejemplos, nadie discute. De su amistad, tampoco. Hay quien piensa que el Che fue quien mejor se complementó con Fidel; otros, que no hubiera conseguido igualarlo. Lo cierto es que los análisis sobre el Che son múltiples. Como si estuviera vivo. Como si para ese "largo lagarto verde, con ojos de fría plata", como definió a su isla el poeta Nicolás Guillen, el mito todavía no hubiera comenzado.
La escritora cubana Marta Hanecker está preparando un libro en que uno de los entrevistados fue compañero del Che. Y cuenta: "Era exigente y con su exigencia educaba". De ejemplos, nadie discute. De su amistad, tampoco. Hay quien piensa que el Che fue quien mejor se complementó con Fidel; otros, que no hubiera conseguido igualarlo. Lo cierto es que los análisis sobre el Che son múltiples. Como si estuviera vivo. Como si para ese "largo lagarto verde, con ojos de fría plata", como definió a su isla el poeta Nicolás Guillen, el mito todavía no hubiera comenzado.
El anhelo de la Tierra Prometida
Por Ignacio Pérez Del
Viso (sacerdote jesuíta, director de la revista CIAS y profesor de Historia de
la Iglesia de la Facultad de Teología de San Miguel). Evita y el Che Guevara
son dos personajes que integran el imaginario social de Jos argentinos. En
toda América latina se han destacado políticos, por un lado, artistas, por
otro. Evita y el Che se proyectan entre la política y el arte, entre la
realidad y la ficción. Los filmes sobre ambos pueden ser criticados con rigor
histórico, pero sus vidas solo pueden ser captadas con un gran vuelo de la
imaginación.
El país que ha
producido el mito de Gardel, que canta cada día mejor, se siente desgarrado por
el mito de Maradona, que juega cada día peor, porque ni él mismo sabe si
continúa gambeteando en sueños o en realidad.
Pero la Argentina no
solo ha creado sujetos que parecen de ficción, capaces de hacerla gozar o
sufrir, mordiendo su imaginación y sus sentimientos. Con Evita y el Che ha dado
a luz a dos personajes que prenden también en su inteligencia, como fruto
maduro de una tradición cultural sostenida. Evita reflejó una cultura popular
ascendente, el Che una cultura de clase media cuestionante. Y tuvieron muchos
rasgos en común:
* Ambos simbolizan la
lucha por el pobre, la de ella por la muchedumbre de "descamisados";
la de él por los pueblos oprimidos. El ideal de la justicia social marcó sus
vidas.
* Ambos entregaron su
vida con nobleza y desprendimiento. Dejar un ministerio en Cuba para perderse
en la selva de Bolivia es algo que despertó la admiración de amigos y
enemigos.
* Ambos tuvieron una
muerte trágica, ella una enfermedad prematura, él una oscura ejecución. Ni sus tumbas
encontraron reposo. Están del lado de los perdedores.
* La muerte de ambos
adquiere así un carácter redentor. Toda muerte posee un valor redentor porque
en ese instante final se redime, se rescata todo lo trascendente de la vida,
incluso el sufrimiento. Y la muerte anónima de millones de marginados quedó como
sublimada en ambos personajes.
Pero también ellos
necesitan ser rescatados. Al morir Jesús, diciendo: "Padre, perdónalos
porque no saben lo que hacen", nos redimió a todos porque hizo posible un
perdón y una convivencia
que superan las fuerzas humanas.
La crítica que les haría a ambos es que no buscaron la paz y la libertad con el mismo ardor que la justicia, los tres pilares de la ética. Evita quedó atrapada en la lucha entre peronismo y antiperonismo, superada veinte años después de su muerte. El Che ignoró el valor de la no violencia. Evita y el Che nos muestran la grandeza y la debilidad del corazón humano, entre la nostalgia del Paraíso perdido y el anhelo de la Tierra Prometida.
La crítica que les haría a ambos es que no buscaron la paz y la libertad con el mismo ardor que la justicia, los tres pilares de la ética. Evita quedó atrapada en la lucha entre peronismo y antiperonismo, superada veinte años después de su muerte. El Che ignoró el valor de la no violencia. Evita y el Che nos muestran la grandeza y la debilidad del corazón humano, entre la nostalgia del Paraíso perdido y el anhelo de la Tierra Prometida.
Las
pasiones colectivas, según Vincent
Por Juan Carlos Algañaraz, desde
Madrid. “Eva Perón y el Che Guevara han sido devorados por la imagen. A
través de una imagen romántica, sus rostros han causado estragos cuando se
popularizaron a través de los medios de comunicación". Manuel Vincent, uno
de los mayores escritores y periodistas españoles, confió a Clarín algunas reflexiones
sobre el fenómeno de estas vidas excepcionales. "Estas dos figuras se
ponen de moda a través del arte que siempre está buscando unos rostros que sinteticen pasiones colectivas.
Cuando esto se produce también se produce una explosión colectiva como en el
caso de Evita y el Che", asegura Vincent.
-¿Estos
mitos hubieran sido posibles sin los logros extraordinarios,
concretos, de Eva y el
Che? -Las
conquistas personales, la entidad sustancial de Eva y el Che quedan en nada
ante el mito, que es una forma de explicarnos el mundo a través de las acciones
de los dioses. Nuestros dioses son imágenes en los medios. Estos mitos de Eva y
el Che va no tienen nada que ver con la realidad. Son bienes de consumo, casi de degustación.
El afiche con la cara del Che fue un bien de consumo que colgaba en las
habitaciones de todos los progresistas del mundo. Eva Perón es una imagen romántica asociada al tango. El
teatro, el cine, la televisión, los medios, son monstruos que necesitan alimentarse
constantemente de imágenes.
-¿Qué
hay en las vidas de Evita y el Che que los hace tan atractivos? -El
fenómeno de Eva Duarte es muy difícil de entender si uno no es argentino.
Desde una perspectiva europea, tal vez racionalista, creo que fue una mujer que
quiso hacer una revolución social uno a uno, como una forma de redimir a los
descamisados mediante su gloria personal. Esto es como muy posmoderno y el
arte ha encontrado en ella una pasión sintetizadora que es muy actual. El ansia
de salvar al mundo unida a la ambición personal es una síntesis que produce
personajes muy literarios.
-¿Cuál es su primera
imagen de Eva? -Cuando era muy niño y ella vino a España, recuerdo que mi
familia contaba que se había presentado con una capa de marabú de Christian
Dior, un collar rosado, pulseras de diamantes. Eva estaba al lado de la mujer
de Franco, que parecía una secretaria de tercera frente a aquella mujer
deslumbrante.
-¿Cuál es la
dimensión del Che? -El Che sintetiza también otra pasión colectiva. El fenómeno
del Che es de una modernidad absoluta porque su destino fue unir la revolución
a una aventura romántica personal.
Vincent reflexiona
que Eva Perón y el Che Guevara han triunfado incluso como cadáveres. El
escritor evocó las azarosas aventuras del cadáver de Eva , "capaz de
despertar las peores truculencias y una devoción casi religiosa", y
también lo que sucedió con los restos del Che.
-¿Y
qué tiene que ver en todo esto el hecho de que fueran
argentinos? -Creo que una de las características de los argentinos es la
conciencia de su corporeidad, la necesidad de estar a gusto con su cuerpo, con
su imagen. Los dos tenían imágenes espléndidas.
El santoral laico
Desmitificar para volver al personaje posible, es la consigna del autor de esta nota, que escribió, además, la última biografía del Che. A su juicio, un “santo laico” de este siglo. Por Ignacio Paco Taibo II, desde París, especial para Clarín.
Desmitificar para volver al personaje posible, es la consigna del autor de esta nota, que escribió, además, la última biografía del Che. A su juicio, un “santo laico” de este siglo. Por Ignacio Paco Taibo II, desde París, especial para Clarín.
Guevara te mira en
las noches. Y te dice invariablemente: -¿Cómo se te ocurre hacerme personaje de
una biografía? Y eso sucede los días más afortunados, lo habitual es que se
limita a soltarme una mirada burlona y
medio cáustica. ¿Cómo me metí en esta trampa? Inocente, que no sabía que resulta
prácticamente imposible atrapar el
centro de un mito.
Che estaba dotado de
un mecanismo de combustión interna que lo hacía
vivir en el límite, mantenerse a prueba permanente, presionar un cuerpo
gastado por la falta de sueño, el asma, las tensiones. Era el hombre que había
hecho de la autodemanda un estilo vital. Y se quemaba, en la lenta hoguera que
había encendido en el centro de sí mismo. Se quemaba y quemaba a los demás.
Es fácil lidiar,
pelear, trabajar sobre los mitos de otros, pero ¿con los propios fantasmas, con
los propios mitos? Trabajar sobre tu santo laico, el gran fantasma que te ha
estado cuidando los sueños todos estos años impidiendo que los miedos, la
pesadilla de la barbarie mexicana, te destruyan en la fragilidad de la
noche...
Una regla: busca
como puedas, los personajes se cuentan en sus actos, no en sus palabras, sus
palabras caminan con ellos.
El icono pop -el
póster, la camiseta, la imagen repetida millonariamente en la manta y la pared-
se va quedando vacía, se va amarilleando con el paso del tiempo, va perdiendo
contenido. Un fantasma que, muy a pesar de su humor cáustico y de sus
reiteradas timideces, ha quedado preso en la parafernalia de la imagen y de
las maquinarias inocentes o dolosas que se dedican a vaciar todo aquello que se
les cruza a su paso de contenido para volverlo camiseta, souvenir, taza de
café, póster o fotografía, destinadas al consumo. Y eso es la condena de los
que provocan nostalgia: estar atrapados en los arcones del consumo, o en los
reductos de la inocencia.
En la casa de mi
amigo Teo Bruns en Hamburgo descubro un póster del Che que dice: "Tengo un
póster de todos ustedes en mi casa. Che". Me
encabrono ante la pobreza del póster y sin embargo lo aprecio como material de
rebelión primario. Colocado sabiamente por un adolescente en la puerta del
baño puede lograr que si tienes un padre reaccionario, se corte al afeitarse en
las mañanas. En la puerta de entrada al cuarto sirve la entrada a adultos
indeseables. El Che, incluso en su imagen más light
sigue funcionando como advertencia, señalación de territorios liberados.
La izquierda
Neanderthal de los años 60, con la que yo crecí,
tenía esas palabras en el catálogo de las perversiones, eran nombres de
"desviaciones pequeñoburguesas" (¿desviaciones de qué? ¿caminos hacia
dónde?), maldades y enfermedades. Recuperar al Che hoy es recuperar palabras como
estas, recuperarlas en sus sentidos originales. Y junto a ellas, palabras como
utópico, informal, irreverente (aquel que no hace reverencias ante el poder),
igualitario (aquel que practica la igualdad en el reparto de los bienes y las
miserias), imprudente (aquel cuyo lenguaje no mida consecuencias).
Desmitificar para
retornar al personaje posible, humanamente posible, con zonas de luz y zonas de
sombra. La única manera es la anécdota encadenada, la coherencia que dan las
historias pequeñas cuando se ponen en orden: el joven Guevara y sus amores
platónicos con la Tita; las papas peladas para pagar la cuota de polizonte...
aquella primera vez en que
le
hablaron del asalto a la Moncada y respondió "Che, contame una de vaqueros".
Desmitificar para
invariablemente remitificar. El personaje. Entrañable Che. ¿Y por qué no? ¿Han probado vivir sin mitos? ¿No
son peores los amaneceres,
más
agrias las jornadas de trabajo, más triste el amor, más previsible el futuro?
Evita x Annemarie Heinrich.
La confesión de Fidel
En una entrevista
con el periodista italiano Gianni Miná, Fidel Castro admite por primera vez que
el Che y él hicieron un pacto. El Che le hizo prometer que ninguna razón de
Estado haría que Fidel le impidiera volver a luchar a la Argentina. Por Julio
Algañaraz, desde Roma.
“Me lo tenés que
prometer: lo único que quiero una vez que haya triunfado la Revolución es poder
ir a luchar a la Argentina”. Es el propio Fidel Castro quien contó por primera
vez esta anécdota crucial para comprender muchas cosas sobre Ernesto Che
Guevara y, sobre todo, cuáles eran los objetivos estratégicos de su acción al
frente de la guerrilla en Bolivia.
“El Che me pidió
que, además, ninguna razón de Estado me impidiera cumplir con la promesa. Fue
la única condición que puso cuando estábamos en México preparándonos para ir a
Cuba. Nadie sabía si íbamos a ganar la guerra y quién saldría vivo”.
Recuerda Fidel que “el
Che tenía pocas posibilidades de salir vivo, impetuoso como era. Pero quiso
aquella promesa y en algunas ocasiones me lo recordó. Ya en la Sierra me
ratificó la idea y la promesa. Demostró que sabía prever el futuro.”
Esta anécdota íntima
de la relación entre Castro y Guevara, el líder cubano se la contó al
periodista italiano Gianni Miná en la segunda de las dos entrevistas que le
concedió en La Habana y que fueron transmitidas por la RAI, la radiotelevisión
estatal italiana, y que Miná publicó como libros.
Cuando triunfó la
Revolución, “se multiplicó el entusiasmo del Che de llevar la Revolución a su
país. La victoria en Cuba desarrolló en él una gran fe en las posibilidades del
movimiento revolucionario en el Cono Sur de la América latina. Creo que dos o
tres veces me insistió en sus propósitos y yo le contesté: “No te preocupes:
nuestro pacto será respetado”.
Impaciencia y fuga. En otra parte de la
entrevista, Castro evocó que después de los primeros años de la Revolución,
Guevara “comenzó a sentir impaciencia por llevar adelante sus viejos planes y
viejas ideas. Creo que influyó en él la conciencia del tiempo que pasaba. Sabía
que hacían falta especiales condiciones físicas para sus proyectos y se sentía
en grado de llevarlos a cabo. Tenía muchas ideas, fruto de la experiencia que
había madurado en Cuba, acerca de lo que consideraba debía hacer en su país”.
El presidente cubano agregó que Guevara “estaba pensando en su patria perono
solamente: tenía en su mente América en general y sobre todo América del Sur”.
Según Castro, el Che se salía de la vaina por ir a combatir y aceptó un poco a
regañadientes postergar el proyecto Argentina y convertirse en el responsable
de la guerrilla en el Congo, el actual Zaire. Cuando aquella aventura fracasó,
Fidel aseguró a Gianni Miná que costó convencerlo que regresara a Cuba y se
tomara tiempo para preparar la guerrilla sudamericana.
Miná le preguntó si
no había sido un gran error elegir Bolivia. Castro respondió: “No sé si se
puede afirmar esto. Al Che le interesaba la Argentina, quería hacer la
revolución en su país. Pero penetrar directamente en la Argentina era demasiado
difícil. En aquella época todos los gobiernos latinoamericanos estaban de
acuerdo con los Estados Unidos en practicar el ostracismo de Cuba.”
El Che –recordó Fidel-
había reunido en Cuba un grupo de argentinos, entre ellos Ricardo Masetti, que
fue fundador de la agencia Prensa Latina. Masetti había ido a entrevistar, en
1957 como enviado de radio El Mundo de Buenos Aires, a los guerrilleros en la
Sierra Maestra y fue conquistado por las ideas de Castro y el Che. Escribió en
nuestro país un libro sobre aquella experiencia: “Los que luchan y los que
lloran”. En 1964 preparó con Guevara una guerrilla argentina, bautizada como
Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP). Masetti era el “Comandante Segundo” y
se supone que Guevara era el primero. La guerrilla fue un fracaso y Masetti
terminó internándose en los montes de Salta, perseguido por las tropas de la
Gendarmería Nacional. Su cuerpo nunca fue encontrado. Se supone que murió de
hambre.
Según Fidel, el
desastre de aquella guerrilla no desalentó para nada a Guevara. “El Che era un
hombre muy sensible y ligado a sus compañeros. Haber iniciado una tentativa que
había costado la vida a algunos compañeros contribuía a hacerlo impaciente. Por
eso eligió una zona (de Bolivia) cercana a la frontera argentina”.
El destino en el mapa
Otro personaje que
conoció de cerca a Guevara desde muy joven fue el fallecido escritor argentino
Ricardo Rojo. Hace tres décadas, tras la muerte de Guevara, Rojo contó a varios
amigos, entre ellos este corresponsal, que la última vez que había visto al Che
en Cuba, en su despacho de ministro de Industrias, Guevara le había señalado
varias veces un mapa que tenía en la pared, frente a su escritorio. Indicando
la Argentina, le dijo: “Ves: ese es el gran objetivo”.
Antes de partir para
su trágica aventura final en la selva boliviana, Guevara escribió una carta a
Fidel Castro, en la que entre otras cosas le formalizó su renuncia a la
ciudadanía cubana. Era solo ciudadano argentino cuando murió el 8 de agosto de
1967 en una de las aulas de una humilde escuelita en el pueblo de Las Higueras,
Bolivia, ametrallado por el sargento Roque Terán. “Ahora vas a ver como muere
un hombre”, le dijo al intimidado Terán antes que el sargento boliviano
apretara el gatillo. Dicen que las últimas palabras que pronunció el Che antes
de recibir las balas fueron las de un criollo: “¡Ay, qué carajo!”.
BONUS TRACK 1
“Eva Perón”
Fragmento del poema de José Luis Castiñeira de Dios (1920-2015)
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BONUS TRACK 1
“Eva Perón”
Fragmento del poema de José Luis Castiñeira de Dios (1920-2015)
Dice,
desde el Cielo
“Volveré
y seré millones”
Aunque
la muerte me tiene
presa
entre sus cerrazones,
yo
volveré de la muerte,
volveré
y seré millones.
Yo
he de volver, como el día,
Para
que el amor no muera,
con
Perón en mi bandera,
con
el pueblo en mi alegría.
¿Qué
pasó en la tierra mía
desgarrada
de aflicciones?
¿Por
qué están las ilusiones
quebradas
de mis hermanos?
Cuando
se junten sus manos
volveré
y seré millones.
(…)
Tantos
rostros, tanta pena,
tanta
espiga de dolor
y
la vida alrededor
con
su cepo de condena.
Ya
tu suerte me enajena,
pueblo
mío, y me sostiene
sólo
el amor con que viene
tu
llamado hasta mi ausencia;
yo
volveré a la querencia
aunque
la muerte me tiene.
(…)
Toda
mi vida es un río
que
anda rondando la tierra
con
ese pendón de guerra
que sólo al pueblo confío.
¡Mi
pueblo, este signo mío,
este
amor sin más razones!
Presa
entre sus cerrazones
y
porque soy libre y fuerte,
yo
volveré de la muerte,
volveré
y seré millones.
BONUS TRACK 2
BONUS TRACK 2
El
guerrillero logró su heroicidad por la forma en que vivió y murió, explica Jon
Lee Anderson. El prestigioso periodista, su biógrafo, escribe en exclusiva para
Clarín. Domingo 08/10/17.
Perfil: Jon Lee Anderson nació en California, Estados Unidos, pero la
mayoría de su carrera tuvo como escenario América Latina y países en conflicto.
Desde 1998 escribe para la revista New Yorker. A lo largo de los años ha hecho
perfiles de las principales figuras del siglo XX y principios del XXI. Entre
ellos aparecen Gabriel García Márquez, Fidel Castro, Augusto Pinochet y Saddam
Hussein. Su biografía sobre Ernesto Guevara está considerada como una de las
mejores que se han hecho sobre el revolucionario. El libro “Che Guevara: una
vida revolucionaria” fue publicado en 2006. Después escribió “La tumba del
León. Partes de guerra desde Afganistán” (2002) y “La caída de Bagdad” (2005).
Su trabajo fue premiado con el María Moors Cabot de la Universidad de Columbia.
El 9 de
octubre de 1967, cuando los militares bolivianos y los agentes de la CIA
decidieron ejecutar al Che Guevara en la aldea de La Higuera, presumieron que
su muerte sería la prueba del fracaso de la gesta comunista en América Latina.
Pero no fue
así. Al contrario de sus expectativas, la muerte del Che -después de una
cruenta odisea de supervivencia de once largos meses- se convirtió en el mito
fundacional para generaciones posteriores de revolucionarios que se inspiraron
en su ejemplo y lo intentaron imitar.
“¿Cómo pueden seguir a un
fracasado?”, ha sido el
interrogante eterno de los furibundos opositores al Che, a Fidel, a la
revolución cubana, y a todos los que han intentado impulsar revoluciones
socialistas en América Latina en el último medio siglo. Los saca de quicio observar que jóvenes de otros países -inclusive
del país más poderoso y más capitalista del mundo, los Estados Unidos-
deambulan con camisetas con la cara del “Che” y, peor aún, expresan sus
simpatías con el “Guerrillero Heroico”, como lo recuerdan oficialmente en Cuba.
Lo que no
entienden y nunca han entendido es que el
Che logró su heroicidad por la forma en que vivió y, sobre todo, por la forma
en que murió. Un legado que han logrado pocas otras figuras públicas en la
contemporaneidad y, en especial, desde el ámbito socialista. Si hace falta
citar ejemplos: no hay camisetas con la cara del ruso Leonid Brezhnev o del
albanés Enver Hoxha, ni mucho menos del camboyano Pol Pot.
La
mitologización del Che no es el mero
resultado de una campaña de publicidad tipo “Mad Men”. Si fuera así del
“otro lado” habrían logrado ya consolidar algunos de sus propios héroes de
culto popular, porque al fin y al cabo fueron ellos los vencedores en la gran
batalla de la Guerra Fría. Pero, ¿dónde están las camisetas con la cara de
Videla, Astiz y Pinochet?
Lo que
sucede, es que por una serie de razones,
entre ellas la fidelidad del Che con sus ideales y su disposición a morir en
aras de esas misma ideas -por buenas o malas que fuesen- él logró trascender a
su círculo de adeptos filosóficos y convertirse en la encarnación del ser
guerrillero. Una metamorfosis que, inclusive, logró convertir su innegable
fracaso en Bolivia en una fuente de inspiración. El hecho de que el Che murió
joven y hermoso sustancia su leyenda; su parecido con Jesucristo, para quienes
lo vieron tendido muerto en la lavandería del hospital de Vallegrande, facilitó
su mitologización póstuma.
El branding y el Che. Las ideas
del Che, expresadas en su famoso ensayo sobre “el socialismo y el hombre
nuevo”, probablemente son mucho menos conocidas por sus adeptos más jóvenes que
la estampa insigne de su rostro, inmortalizado en la foto de Korda. Ese rostro
en sí ya es un brand que simboliza a nivel mundial el desafío al status quo; la rebeldía pura,
y sobre todo juvenil, frente a un mundo injusto. Es la cara
de la indignación frente a un mundo desigual en el cual -dice el rostro y, por
ende, el legado del Che – hay que tomar una posición y, si es necesario, pelear
hasta las últimas consecuencias. Hay pocas otras caras que digan eso a las
muchedumbres del planeta.
Por eso, en
parte, perdura el Che. Quedó inmortalizado en una década en la que la
televisión reemplazó a la radio como forma masiva de comunicación. En la que
nació también la cultura pop - y también la consumista-; en la que en nuestras
sociedades “eres lo que vistes“ y no necesariamente lo que haces.
Así que aquí
estamos, cincuenta años después, en un
mundo en que el branding lo es todo:
en Inglaterra si vistes con ropa de la marca Burberry es casi seguro que eres
un tory (conservador); en Estados Unidos si manejas un coche Subaru eres con
toda seguridad votante del Partido Demócrata y posiblemente vegano o por lo
menos te atraen las comidas orgánicas.
La remera
del “Che” dice que has asumido una posición desafiante ante el mundo que no
implica más compromiso que eso, pero presupone una postura.
Y hay algo
más. En este mundo, en el que todos andan con su iPhone y pasan horas del día
comunicándose a través de las redes sociales, el Che representa algo paradójico: el vínculo a un mundo real pasado.
La prueba concreta de que hace dos generaciones miles y miles de hombres y
mujeres, mayormente jóvenes, hicieron cosas reales para expresar su
inconformidad. No haciendo click en su Facebook para dar a conocer sus gustos y
disgustos. Esa generación puede haber
fracasado, pero su sacrificio –desde la perspectiva del mundo del selfie y
de un narcisismo generalizado– tiene un
componente romántico.
¿Era homófobo, era racista, fue un asesino?
En los
últimos años, algunos miembros de esta nueva generación -la de los
“iPhonistas”, por llamarlos de alguna manera- se han acercado con nuevas
preguntas sobre el Che. Se sienten atraídos por su figura, pero les preocupan tres cosas: si el Che era
homófobo, si era racista y si es verdad que era un “asesino”.
Hace veinte
años casi nadie me preguntaba por estos aspectos, lo que demuestra las maneras
en que la política identitaria se ha apoderado cada vez más del debate público,
sobre todo en los Estados Unidos y en Europa. Este cambio de perspectiva ante
la figura del Che me ha provocado mucho interés y también cierta preocupación
en cuanto a la inocencia expresada en estas nuevas inquietudes.
Por supuesto
que el Che no era ni racista ni, que yo sepa, homófobo. Pero, ¿y si lo fuera? ¿Acaso sus actitudes
ante la sexualidad o la raza son los factores más importantes para decir si lo
admiras o lo repudias? Y, entonces, ¿qué hay que pensar de Malcolm X? ¿Lo
admiramos por su bravura frente al racismo blanco o lo condenamos por sus
expresiones de odio hacia el “diablo blanco”? ¿Y qué debemos pensar de su época
anterior a su activismo cuando era un delincuente, cuando fue un proxeneta y
prostituía a mujeres?
Por supuesto
que la más grande de las preocupaciones expresadas por los jóvenes es la del “Che asesino”. Me han hecho esa
pregunta muchas veces. Frente a la repetición de ese interrogante, me he
encontrado en la necesidad de explicar que el Che -por más cool que luzca su
barba y su boina- sí era un guerrillero. Que no fue un producto de branding o un actor haciendo el papel de
guerrillero. He explicado, tantas veces como me han hecho esta pregunta, que en
aquel mundo real, pues sí, los guerrilleros como el Che peleaban de verdad y
tenían armas. Que mataron y, a veces, murieron por sus ideas.
Les he
explicado también que, a mi juicio, hay una diferencia entre ser “asesino” y
ser un combatiente guerrillero. Más allá de esta opinión, les digo que “sí”,
que es cierto que el Che enjuició y ejecutó gente -tanto en Sierra Maestra como
en La Habana durante los juicios sumarios a los seguidores de Batista
capturados después del triunfo de la revolución.
Los
ajusticiados, que yo sepa, eran o asesinos o violadores o traidores en el caso
de los guerrilleros fusilados en la sierra. En el caso de los enemigos
capturados y ejecutados en La Habana o bien eran miembros de los escuadrones de
la muerte de los servicios secretos batistianos o militares que habían sido
especialmente sanguinarios. Sea que lo acepten o no, esta disonancia cognitiva
de percepciones entre algunos jóvenes hacia un ícono de la cultura pop me
parece revelador y demuestra que cada
generación impone sus propias definiciones a las figuras históricas.
Pero,
finalmente, ¿qué tenemos que pensar del Che hoy en un mundo en que los Estados
Unidos está mal gobernados por un millonario racista, ególatra e incompetente
como Donald Trump y la Unión Soviética no existe más, pero sí una Rusia en
manos de Vladimir Putin -quien domina a un Estado ultranacionalista,
autoritario y extremadamente corrupto? China ya no es la China de Mao y menos
aún la de los batallones de campesinos y trabajadores, que tanto admiró el Che
en su momento. Se ha transformado en un país que vive un capitalismo
desenfrenado y con una sociedad tan consumista que parece que el sueño máximo
de cada china es ser propietaria de una cartera Luis Vuitton.
Los Estados
Unidos ganó, sí, la Guerra fría o al menos la batalla económica. A 26 años del colapso del comunismo,
los países en donde alguna vez hubo guerrillas inspiradas por el Che hoy son casi todos capitalistas. En
América Latina hay excepciones como Venezuela y Cuba, que aún ostentan ser
socialistas. En Nicaragua está el viejo sandinista Daniel Ortega, de nuevo en
el poder, al que de revolucionario se le ve muy poco.
Hoy, en
lugar de sacrificarse subiendo a las montañas de sus países en aras de un ideal
revolucionario, las nuevas generaciones de pobres
y marginados latinoamericanos emigran al Norte para hacer el trabajo sucio
de los estadounidenses. Otros tantos se integran a las bandas criminales. El
hampa y el narcotráfico han crecido hasta llegar a dominar territorios en el
hemisferio. Las batallas de hoy se
libran por asuntos de negocios y no por ideales de transformación hacia “un
mundo mejor.” En Bolivia, donde murió el Che, está Evo Morales, que no
solamente es el primer indígena que llega al poder en ese país de mayoría
indígena después de quinientos años sino también un admirador ferviente del
Che.
En el aniversario de la última batalla del Che -que sus seguidores la
celebran el día 8 en lugar del día siguiente, el de su muerte – será él mismo
quien auspiciará las celebraciones para honrar al legendario guerrillero. Así
que quizás, después de estas cinco décadas, algunas cosas sí han cambiado por
la presencia del Che en América Latina.
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