Viene de "La maléfica industria de la enfermedad" ... les decía ahí de mi creciente desconfianza de la industria de la medicina moderna y sus cómplices. Aquí cuelgo unos artículos más que ilustran de algunas traiciones a las que nos someten muchos pero también opiniones encontradas. Las mismas preguntas siguen en pie: ¿nos recetan placebos caros que encima pueden dañarnos? ¿Tenés un médico capacitado y conciente de su papel o sos parte de su bienestar? ¿Es lógica la venta libre de fármacos? ¿Vacunar masivamente es la única solución? ¿Existen enfermedades inventadas, científicos y organismos comprados y "lapiceras rápidas" para recetar? No me canso de recomendar "Sana, sana. La industria de la
enfermedad" de la homeópata argentina Mónica Muller (Editorial Sudamericana,
2014), una impresionante radiografía de una realidad increíble, de la cual es difícil zafar. Horanosaurus.
Cualquier medicamento tiene
efectos secundarios. Y con cada fármaco que se agrega existen riesgos por la
interacción. Por Norberto Abdala. Revista Viva. 01/02/15.
Pregunta: A los 68 años, mi mamá toma 8 remedios, que le recetan el
reumatólogo, el cardiólogo, el endocrinólogo y el clínico. Algunos son
para que no le hagan mal los otros. ¿No serán muchos? Roberto Ibarra, Rosario.
Todo medicamento tiene
acciones terapéuticas pero también efectos secundarios adversos. Además, con
cada fármaco que se añade existe un mayor riesgo adicional de consecuencias
nocivas por las interacciones posibles entre ellos.
Hace poco tiempo, el British
Medical Journal publicó “Polypharmacy: a
necessary evil”, de J. Wise, en el cual exponía la preocupante situación
por el progresivo aumento de pacientes que reciben cuatro o más medicamentos de
manera simultánea.
Entre los mayores de 65 años,
uno de cada seis pacientes tomaba diez remedios diferentes. Se llama “prescripción en cascada” cuando se
receta un nuevo medicamento para tratar síntomas que en realidad son
manifestaciones adversas producidas por otro fármaco. A veces, en efecto, se
requiere de un segundo remedio para neutralizar molestias provocadas por el
primero; en otras ocasiones, en cambio, puede ser indicado por error al pensar
que se trata de un nuevo problema de salud y no de una reacción adversa del
fármaco original. Un ejemplo sería el paciente que desarrolla tos a
consecuencia del remedio para su hipertensión y se le indica entonces un
medicamento antitusivo, pero al persistir la tos se le agrega un antibiótico
que le genera, a su vez, diarrea con pérdida de líquidos y sales, con la
consiguiente deshidratación y confusión mental.
Las personas de 60 o más años
son las más propensas a sufrir este tipo de prescripción, ya que en
jóvenes es poco probable la polifarmacia. En los adultos mayores, además, los
riñones suelen filtrar menos, por lo que la capacidad de eliminar los residuos
de los medicamentos disminuye y quedan más expuestos a una posible
intoxicación.
Cada vez es más frecuente la polimedicación, es decir, la variedad y
cantidad de medicamentos que se prescriben a los pacientes.
Es casi una regla que de cada
consulta médica se salga con una receta en la mano para incorporar un nuevo
medicamento. Sin embargo, se debe diferenciar la polifarmacia adecuada,
necesaria y bien prescripta, que extiende la esperanza y la calidad de vida de
los pacientes, de aquella polifarmacia indebida que aumenta el riesgo de
interacciones y reacciones adversas de los medicamentos.
Dentro de los fármacos más
indicados por los médicos y vinculados con la prescripción en cascada, conviene
mencionar los analgésicos, ansiolíticos, antidepresivos, antibióticos,
antiepilépticos y antieméticos.
La mayoría de los efectos
adversos de los medicamentos suele presentarse dentro de las primeras semanas
de comenzado un tratamiento, por lo que los médicos saben considerar la
posibilidad de que cualquier síntoma nuevo que aparezca podría estar vinculado
con ese fármaco prescrito o ser el resultado de un aumento de su dosis.
Hay dos factores a destacar
que facilitan la prescripción exagerada de medicamentos:
1) La escasa o nula
comunicación entre los distintos médicos que tratan a un mismo paciente.
2) La automedicación y el
consumo de remedios de venta libre o de herboristería que suelen ser
considerados inocuos cuando, en realidad, pueden ocasionar serias
interacciones.
Calidad de vida
Tras
un brote de sarampión en Disney, crece el debate global entre los padres que
consideran irresponsable no vacunar a los hijos y quienes defienden esa
decisión. Por Sebastián Ríos. La Nación Suplemento Sábado.
14/02/15.
Por Pedro Cahn (médico
infectólogo, director de Fundación Huésped) para LA NACION
Suplemento Sábado 14/02/15 (sub-artículo).
Por Franco Varise. La Nación Suplemento Sábado
14/02/15 (sub-artículo)
Polémica eterna: Un informe
científico afirma que no es eficaz para curar enfermedades
Quienes la recomiendan
aseguran que se trata de un complemento para la medicina tradicional. Pero hay
desacuerdos. Clarín Sociedad. Por Gisele Sousa Días. Domingo 15/03/15.
¿Qué es la homeopatía? Es un método terapéutico que se basa en la “ley
de similitud”: una sustancia capaz de producir síntomas en una persona sana
también puede curar síntomas semejantes en una persona enferma, administrando
esa sustancia en dósis mínimas.
Diálogos a fondo. Néstor
Braunstein, psiquiatra y psicoanalista
Se
impuso una visión de lo mental que etiqueta a las personas y alimenta a la gran
industria farmacéutica. El dispositivo psiquiátrico aparece, así,
deshumanizado. Clarín Zona. Domingo 29/03/15. Por Claudio Martyniuk.
Señas particulares: Néstor Braunstein, médico y doctor en Medicina y Cirugía por la Universidad
Nacional de Córdoba. Es además, psiquiatra y psicoanalista. Reside en México,
donde se exilió en 1974. Ha publicado numerosos libros, varios de los cuales
fueron traducidos al portugués, inglés y francés. Entre ellos se destacan
“Psicología: ideología y ciencia” (1975), “El goce: un concepto lacaniano”
(1990 y 2006) y “Clasificar en psiquiatría” (2013).
Para Néstor Braunstein, un reconocido psicoanalista argentino que
durante las últimas cuatro décadas trabajó en México, el sistema psiquiátrico,
a través del influyente manual elaborado por los especialistas norteamericanos,
se desentiende del sufrimiento humano. Y etiqueta a las personas. Esa etiqueta
es la marca de la introducción del sujeto en la clasificación y cada una de
esas etiquetas es un estigma. Una persona se reduce a “bipolar”,
“esquizofrénico”o “borderline”.
¿Enfermedad o trastorno mental
son sinónimos? Enfermedad es
un término que de la medicina. Para hablar de enfermedad hay que tener una idea
de la causa (etiología), de la transformación anatómica y funcional del órgano
(patología), de los órganos afectados y de los mecanismos que producen los
síntomas. Para toda enfermedad hay pruebas biológicas más o menos certeras que
permiten afirmarla o descartarla: exámenes de laboratorio, radiografías,
electros, biopsias. En el campo de las llamadas “enfermedades mentales” no hay
una sola prueba diagnóstica que correlacione los “síntomas” con las
alteraciones que se diagnostican. Si alguna aparece, como en la epilepsia o en
la enfermedad de Alzheimer, el problema ya no encuadra en la psiquiatría sino
en la neurología. Por eso la Organización Mundial de la Salud habla de
“enfermedades” con excepción de lo “mental”, donde se habla de “trastornos” o
disorders (que no es lo mismo).
¿Qué es un “desorden mental”? La psiquiatría se ocupa de trastornos, lo que
significa invertir el orden regular de algo. Es distinto del “desorden” que no
es la inversión sino el desarreglo, el salirse de las reglas, ¿pero las reglas
de quién, quién decide qué es lo regular? El criterio no procede de la medicina
sino de la sociología, de lo que se considera normal o anormal como conducta o
como estado mental de alguien a quien se diagnostica.
¿No habría enfermedad mental? Por más que se acostumbre hablar de
“enfermedad mental”, esas palabras no pueden juntarse. Por ejemplo, hasta 1977
la homosexualidad lo era pero ese año se resolvió por votación entre los
psiquiatras de los EE. UU., por una estrecha mayoría, que dejaba de serlo. Solo
por un abuso de lenguaje se traslada la supuesta “anormalidad” a un campo que
le es extraño: el de la medicina, pues psiquiatría significa “medicina de la
psique o del alma”.
¿Qué es el DSM-5? El DSM5 es la quinta versión del Manual de
Diagnóstico y Estadísticas que elabora un
comité de expertos de la Asociación Psiquiátrica de EE. UU. Con gran compromiso
con la industria farmacéutica, tiene interés en ampliar la cobertura de
“trastornos” y reducir los umbrales para que la “depresión”, la “ansiedad”, la
indocilidad de los niños, etc. sean considerados como “trastornos” que
requieren “tratamiento”. A mayor número
de diagnósticos, mayor número de recetas.
¿Qué influencia tiene el DSM-5?
El DSM-5 extiende el sistema
clasificatorio al mundo entero. Se lo tiene como un paradigma científico, se
traduce e influye sobre la Clasificación Internacional de Enfermedades de la
OMS.
¿Qué críticas se le puede
hacer? Lo elaboran expertos
ligados a la industria farmacéutica. No se definen criterios objetivos para el
diagnóstico y no se tiene la menor idea de patología. Ejerce un poder sobre los
presuntos anormales para corregirlos y devolverlos a la “salud” entendida como
“normalidad”. Y este Manual sirve para uniformar el pensamiento y la práctica
de los miembros del dispositivo “psi” eludiendo lo que se sabe acerca de porqué
la gente sufre. Las personas padecen no porque estén enfermas sino porque
tienen que vivir en situaciones de violencia real, simbólica e imaginaria que
empujan a la formación de síntomas.
¿Qué son síntomas y trastornos?
Síntomas son las mejores
respuestas que cada uno ha podido encontrar para enfrentar las dificultades de
la vida en la sociedad. El especialista no puede prescindir de la relación del
sujeto con el mundo, no debe limitarse a “diagnosticar” según el sistema
clasificatorio que le han dado y a “tratar” sin escuchar lo que el paciente
tiene para decir sobre el sufrimiento que le afecta.
¿Cómo se clasifica o etiqueta a
una persona con padecimientos? El
sistema para “diagnosticar” consiste en entrevistas sumarias y en la aplicación
de cuestionarios que el sujeto debe responder marcando como “sí” o “no” y como
“mucho-poquito-nada” una serie de diez a quince alteraciones. La psiquiatría se
ha burocratizado y el saber médico se abstiene de entender el dolor. El DSM5 se
desentiende de la cuestión de las causas del malestar subjetivo y se limita a
“contar” los “síntomas” para llegar al diagnóstico del “trastorno”. Se cuentan
los tildes y se decide que, “cuando hay x o más” de tantos tildes se padece de
tal trastorno y por consiguiente se justifica la receta de una sustancia
química. No es relevante cómo el sujeto va a reaccionar, cuáles son los efectos
secundarios, cuáles son las posibilidades de generar estados adictivo. Se verá
después.
Ilustración de arriba: de autor que desconozco y espero averiguar, expuesto en el Centro Cultural del Bicentenario de la ciudad de Santiago del Estero. Marzo 2015.
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