Los jóvenes disfrutan de los favores e ignoran los costos
Clarín 21/08/11. Por Marcos Novaro. Sociólogo y politólogo de la Universidad de Buenos Aires.
¿Por qué en las primarias del 14 de agosto los jóvenes de todas las clases sociales han estado más inclinados a votar a Cristina que los mayores, y por qué esto sucede ahora, y no sucedió así en 2007, o en 2005, cuando también ella encabezó las listas del kirchnerismo? Parte de la explicación es matemática: los jóvenes han visto incrementarse las vías a través de las cuales reciben o pueden recibir recursos del Estado, y por eso valoran su tarea de “socialización de los beneficios del crecimiento”, por la cual responsabilizan a la Presidente (y más en general, a todos los que gobiernan), y en cambio no perciben o no sufren por ahora demasiado la socialización de costos, a través de impuestos, inflación o deterioro de las prestaciones y las cuentas previsionales.
Desde 2007, el Estado ha vuelto a ser el gran generador de puestos de trabajo, mientras que la economía privada apenas si los ha creado. Desde becas y subsidios del Conicet hasta conchabos de baja calificación en municipios y provincias, pasando por jugosos contratos en Aerolíneas Argentinas u otras joyas de la corona. Quienes entran al mercado de trabajo o están por hacerlo tienen estos y otros motivos parecidos para entender que es el sector público el que les garantiza su futuro. Sea esto o no sustentable, y sean los puestos ofrecidos útiles social y económicamente o no.
Quienes están mal preparados para acceder a esos beneficios y encima cargan ya con una familia pueden contar con la Asignación Universal por Hijo y, claro, no tienen por qué cuestionarse que la misma se financie con la plata de los jubilados.
Como tampoco tienen por qué cuestionarse de dónde viene el dinero, si es económica y socialmente justificado, quienes todavía estudian y no trabajan y ven que sus padres de clase media o media alta pueden brindarles algunas alegrías, gracias al clientelismo de lujo que reciben de ese mismo Estado a través de servicios hiperbaratos de transporte y energía, o alicientes al consumo en cuotas.
En cambio estos votantes jóvenes eran muy niños o aún no habían nacido cuando los argentinos sufrieron los rigores de la hiperinflación, y por tanto no perciben que sea un problema serio, de cuya responsabilidad el gobierno de Cristina no pueda desembarazarse. Ni están en condiciones de comprender que cada año que pase con alta inflación incrementa los esfuerzos que habrá que hacer para desembarazarse de ella.
Al contrario, los jóvenes están seguramente inclinados a adoptar, en éste como en otros terrenos, el discurso oficial según el cual ellos son parte esencial de un país llamado a ser mucho mejor que el de sus padres, gracias a que tienen la suerte de ser gobernados por Cristina, mientras que estos tuvieron la desgracia –y la culpa– de que gobernara gente mucho peor.
Aquí interviene el otro aspecto del problema, mucho más difícil de mensurar que el económico: ¿en qué medida hace carne en los jóvenes el relato oficial, un relato que se ha ido perfeccionando en los últimos años y que recientemente se orientó de lleno a seducir a los votantes más tiernitos? En la muy estrecha minoría de jóvenes que presta alguna atención a las noticias y discursos políticos puede que esa seducción esté funcionando. Pero para el resto tal vez lo único que cuente sea el despilfarrante optimismo que el gobierno ofrece ante los discursos opositores, condenados a hacer el papel de aguafiestas.
Se puede evitar una nueva frustración
Por Rogelio Frigerio (economista). Perfil.com 21/10/11
Quienes tienen una visión crítica del actual modelo cuestionan –entre otras cosas– la visión extremadamente cortoplacista del Gobierno; le atribuyen al contexto internacional gran parte de la bonanza de los último años; no observan mejoras permanentes en la estructura socioeconómica; y, sobre todo, señalan la imposibilidad de transformar el fuerte crecimiento de los últimos años en desarrollo, apelando a los indicadores de pobreza (que pese al esfuerzo del Indec por encubrirlo, todavía se sitúan en el 25% del total de la población), a la precarización del empleo de más del 30% de los trabajadores y a las distorsiones inter-temporales que genera la inflación en términos de ahorro e inversión.
Sin embargo, todas las encuestas descuentan una contundente victoria del oficialismo en estas elecciones. Es probable que el triunfo de la fórmula oficialista no se deba únicamente a la desarticulación, la impericia y la falta de propuestas de la oposición, sino también a algunos logros obtenidos en los últimos años, que resultan fundamentales para una sociedad acostumbrada a vaivenes y crisis recurrentes.
Con la catástrofe de 2001, todavía muy presente en el imaginario colectivo, una parte importante del electorado –lejos de priorizar las objeciones subrayadas en el primer párrafo– basa su voto en la sensación de prosperidad, producto del crecimiento del empleo y del ingreso. Dicho más llanamente, en el cuarto oscuro los aspectos señalados a continuación parecen ser más contundentes que cualquier análisis económico riguroso:
Durante la presidencia de Cristina, el aumento de los salarios para los trabajadores registrados (7,5 millones de familias) superó la carrera contra la inflación. Paralelamente, se han sumado 2,5 millones de jubilados que no tenían beneficios (ni aportes) previsionales.
La Asignación Universal por Hijo, por su parte, incluye a más de 3,6 millones de beneficiarios. Y, pese a que la inflación fue desgastando su poder de compra, sigue siendo fundamental para reducir la condición de extrema pobreza de muchos compatriotas.
El Gobierno implementó asimismo una política de subsidios económicos que apuntan a contener el costo de los servicios públicos en el área metropolitana, dándole un respiro al bolsillo de más del 40% del total de consumidores en el país.
La respuesta del 50% del electorado es clara e inobjetable: la inflación no es un problema grave hasta que no se descontrole, el ingreso crezca a la par y se mantenga el empleo. Los desajustes macroeconómicos quedan escondidos, por ahora, debajo de la alfombra. Mientras haya recursos abundantes para mantener el nivel actual de gasto, seguirá habiendo electores predispuestos a apoyar el modelo vigente.
No obstante, es precisamente por esto que el Gobierno debería empezar a preocuparse. Aun cuando la crisis global no tenga el impacto local que algunos suponen, si de algo se puede estar seguro es que lo mejor ya pasó. El modelo se viene deteriorando sistemáticamente y la situación económica que enfrenta la Presidenta en su segundo mandato es significativamente menos sólida que la que heredó de su marido en 2007. Nos exprimimos todo el jugo de la bonanza y, a pesar de un relato que declama permanentemente nuestra independencia económica, nos volvimos año a año cada vez más “adictos” a factores externos, como la soja y Brasil.
Ya no hay precio del yuyito ni relación cambiaria con nuestro vecino que alcance para seguir creciendo al ritmo acostumbrado. Sostener la fantasía consumista se hace cada vez más difícil. En los últimos años, decidimos dilapidar la mejor oportunidad que registra nuestra historia para terminar con las frustraciones acumuladas de generación en generación. Todavía hay margen para tomar la decisión política de torcer este rumbo que hoy parece inexorable. De no hacerlo, los argentinos vamos a despertarnos un día con la noticia de que somos más pobres de lo que pensábamos, o de lo que el relato oficial nos hacía creer. Como tantas otras veces.
PROFUNDO ANÁLISIS DEL 'MODELO'
Tienen razón Cristina Fernández y el Frente para la Victoria cuando afirman que la experiencia argentina es motivo de análisis en el 1er. Mundo. Pero no deberían cantar victoria sino leer los textos. En la web madrileña Cotizalia, en la columna de Kike Vázquez se realizan minuciosos análisis de diversos temas económico-financieros. Por ejemplo, la economía argentina. Y aquí va el contenido de "Argentina, ¿milagro o fraude?" Urgente 24. 08/11/11.
Urgente 24. 24/11/11. A continuación, un UR brinda un ejemplo para comprender el tema de los subsidios del Estado.
Lei lo de Kike Vazquez....me pareció muy bueno.
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