Descartes lo mata a Dios porque duda. El hombre no puede dudar, porque la verdad ya està revelada por Dios, Dios es el revelador de la verdad. Lo que hace Descartes es subversivo, por màs que luego trate de arreglar las cuentas con Dios y diga: bueno, pero la realidad exterior yo no la puedo demostrar desde el cogito, sin postular a Dios.
Como era un hombre muy medroso, luego hace una gran aflojada. ¿Còmo se explica tanta necesidad de alcanzar alguna certeza y a la vez tanta prudencia para no ofender los poderes? Estaba lleno de miedo Descartes, por eso se fue a Holanda, donde le decían “piense tranquilo”. En realidad lo que un filòsofo quiere es que le den plata y lo dejen pensar. Por eso, “El discurso del método” tiene un final hermoso. Descartes quiere que su libro le traiga gloria y le dejen disfrutar de su ocio.
Descartes tenía miedo porque la Inquisiciòn lo quemó a Giordano Bruno y cuando dijo “de lo único que no puedo dudar es del yo”, pensó que la Iglesia no se lo perdonarìa. Se va a Holanda a cobijarse, donde está el naciente capitalismo, el calvinismo, el protestantismo, porque un filósofo necesita un lugar seguro y una màquina de escribir (o una PC, bueno).
Descartes duda de la realidad externa: eso que veo y està afuera, ¿es realmente asì? Entonces recurre a la veracidad divina y dice: dado que lo veo, Dios me hace verlo y Dios no me puede engañar. Aquì es cuando tira la esponja. Se acordó de Torquemada y dijo: bueno, cedamos algo. Pero incluso cuando èl presenta la prueba ontológica de Dios vuelve al cogito. Fìjense la soberbia de Descartes, dice: Dios existe porque existe en mì la idea de la perfección. En consecuencia, otra vez deducimos la existencia de Dios del cogito, otra vez es el cogito, es la subjetividad, que tiene en si la idea de la perfección, la que garatiza la existencia de lo perfecto.
La razón cartesiana se considera libre de las pasiones pero Descartes, cuando “mata” a Dios, no lo hace tan explícitamente como Nietzche. Veremos como se fue tramando en la historia de la filosofía el asesinato de este esquivo personaje, ya que generalmente no se lo ve por estos barrios. Foucault también lo hará.
Feinmann llama a Dios “el octavo pasajero” de la filosofía, porque hace una analogía con la película de Ridley Scott, donde toda la odisea es encontrar al pasajero extra siendo la tripulación de siete, para echarlo de la nave. Dice que la filosofía no logra nunca echarlo a Dios y que Dios se les mete por todos lados a los filósofos, que creen matarlo. Dios es el alienígena inexpulsable de la filosofía.
Descartes es el primer asesino de Dios (en la modernidad) que pretende poner al hombre como sujeto, hacedor de la historia, en la centralidad. El mundo deviene imagen del hombre y ocupa el lugar de la imagen de Dios. El mundo es ahora a imagen y semejanza del hombre, como instancia constituyente de la realidad: surge el humanismo. La realidad encuentra su punto de centralidad epistemológica y cognoscitiva en la subjetividad humana. Es el primer gran crimen, el primer gran asesinato de Dios.
El humanismo tiene que asesinar necesariamente a Dios; no puede haber un humanismo religioso. En 1737, cuando Descartes publica “El discurso del método”, el solo hecho de que diga “dudo” señala que està matando a Dios, porque Dios es la negación de toda duda. Ningùn hombre creyente puede dudar; la fe elimina en èl la posibilidad de toda duda. Por eso la fe cunde tanto, porque los hombres necesitan creer, necesitan arrojar de sì sus dudas, entonces van a creer en lo que sea. Creeràn en este Papa, haya sido o no miembro de las juventudes hitleristas, no importa, hay que divinizar a algún hombre porque Dios ha callado. Con un Papa tenemos Dios en la tierra, tenemos algo en que creer, tenemos a alguien que nos va a librar de todas nuestras dudas, que nos angustian muchísimo.
Hay que divinizar a un hombre. De ahí la importancia de los Papas, de los pastores evangélicos, de estos hindúes o filósofos indios que se ponen a hablar por televisión y dicen cosas rarísimas que uno no entiende, pero que alguien debe entender o que a algún alma atormentada deben calmar. Un mundo sin Dios es un mundo sin explicaciones trascendentes e intolerable.
Karl Jaspers ha pensado los problemas de la fe y dice que la filosofía puede ir hasta un cierto punto, que con la razón podemos avanzar hasta cierto momento, pero que no vamos a llegar a Dios con la razón. En determinado instante tenemos que dar lo que èl llama “el salto”, que es el salto de la razón a la fe.
Heidegger lo dice claramente: para filosofar, ante todo, dejemos de lado la religión. Porque la religión es otra cosa, es el ámbito de la creencia, es el ámbito de la fe en el que creo en un ente todo poderoso que es Dios, quien revela la verdad. Y si Dios revela la verdad, yo ya no tengo que buscarla. Y si esa verdad se instituye en un Estado sobre la tierra, que es el Vaticano, que es la Iglesia del Señor, yo no tengo màs que creer con toda mi fe en las verdades que esa institución revela.
Esto da una gran tranquilidad, que es un poco la de la obediencia debida, es la calma de la fe de vida. Cuando uno tiene fe no tiene dudas y asì no tiene tormentos, no tiene angustia, es feliz, està protegido. La Iglesia protege. No sòlo la Iglesia Catòlica, todas las Iglesias protegen de la duda, de la angustia, de la soledad, del dolor, de la idea de muerte.
“Pero la fe no es la filosofía. La filosofía para mi es la angustia, la intranquilidad, la problematicidad constante, el preguntar incansable, el no tener certezas, sino solo posiciones nunca definitivas. En última instancia, es la democracia del pensamiento. La fe no lo es, la fe es el absolutismo, es la verticalidad, son las certezas absolutas, porque responden a la màs absoluta de las certezas, que es Dios, que no es una certeza, es una fe, es una creencia. Por eso, para hacer filosofía necesariamente hay que matar a Dios.”
Cuando Descartes dice “dudo de todo”, eso es subversión. Dudo de todo, dudo también de Dios. Yo no puedo dudar de todo si creo que hay un Dios que revela la verdad. Pero, si dudo de todo, me tengo que hacer cargo de mi angustia.
Descartes es el primero que mata a Dios. Después de “El discurso del método” pasan muchas cosas y lo vuelve a meter a Dios por la ventana, pero fue el comienzo. Como dice Heidegger, el hombre pasa a ser el subiectum, aparta a Dios y pone al hombre en el centro: aquello que subyace a todo lo demás es el hombre.
Descartes luego recurre a una prueba ontológica. “Prueba ontológica” se le llama a la prueba a priori sobre la existencia de Dios o sea al argumento que pretende probar su existencia no a partir de alguna experiencia, sino a partir del propio concepto de Dios, de su esencia.
“Prueba a priori” justamente porque no depende de la experiencia. El primero que la enunciò fue San Anselmo de Canterbury y después muchos teólogos y filósofos se ocuparon de ella. Santo Tomàs de Aquino, por ejemplo, a las cuales llama “pruebas” o “vìas”. Pero no acepta que haya una prueba que pueda deducir la existencia de Dios a partir de su esencia. En cambio, propone otras cinco argumentaciones que, según èl, demostrarìan la existencia de Dios pero no a priori sino “a posteriori”, es decir, a partir de la experiencia. Pero a partir de la experiencia sensible toda argumentación se reduce a una simple inferencia. Porque si de algo no tenemos experiencia sensible directa es de Dios.
Descartes ofrece su demostraciòn reformulando la argumentación de San Anselmo, pero proviniendo del hombre, porque dice: dado que existe en mì la idea de la perfección, lo perfecto debe existir. Con la enorme arrogancia del sujeto cartesiano prosigue: Dios existe porque existe en mi la idea de la perfección. Solo un ser perfecto puede poner en mi conciencia la idea de la perfecciòn porque yo, que soy un ser imperfecto, no puedo imaginar la perfección. Ergo, ese ser es Dios y èsta es la prueba ontológica que prueba la existencia de Dios. Esta perfección la deduzco de una idea que hay en mi conciencia, o sea, el hombre sigue siendo la garantía de la existencia de Dios. Y ya no al revés.
Eso determina cosas en el ámbito político. Descartes està en medio del Renacimiento, es el surgimiento dela modernidad, el descubrimiento de Amèrica, Galileo Galilei, Copèrnico, Giordano Bruno. Es un gran movimiento del retorno del hombre, porque la Edad Media fue la edad de la espera: el hombre espera el Reino de los Cielos, espera el cumplimiento de la promesa divina, entonces no tiene nada que hacer con la historia, sòlo tiene que esperar. Asì podemos entender trece siglos de silencio de la historia.
“Yo no tengo la màs mínima simpatía por la Edad Media, porque noto la quietud del hombre, la omnipresencia de Dios, y dònde està la omnipresencia de Dios està la pasividad del hombre. Allì donde reina Dios el hombre es un ser degradado y pasivo”.
Està muy bien puesto el nombre de “renacimiento” porque es el renacimiento de la historia y del hombre. La historia empieza a moverse porque los hombres parecen decir: se acabò, no esperamos màs, nos vamos a ocupar nosotros de la historia. Entonces Galilei inventa el telescopio y si la Iglesia dice que la Tierra ocupa el centro y el Sol gira alrededor de ella, la saca del centro en un gesto prometeico que le està diciendo a la dogmàtica eclesiástica: no señores, ustedes no tienen razón, Ptolomeo no tiene razón, la Tierra es un cascote que gira alrededor del sol.
Descartes viene a anunciar que Dios ya no tiene ingerencia en la historia humana y que los hombres son los que hacen la historia. Lo dice en 1637 y partir de entonces la historia se acelera bastante. En 1789 le cortan la cabeza a Luis XVI, van los desarrapados de la Revoluciòn Francesa y derogan su pretendido derecho divino al trono y le cortan la cabeza. Otra muerte de Dios: el rey muere por ser representante de Dios. ¿Y quièn lo reemplaza? La asamblea, los derechos del hombre y el ciudadano. El hombre ocupa otra vez la centralidad. Cortarle la cabeza a Luis XVI es matar a Dios, ya que los reyes gobernaban por derecho divino.
Pero tengamos siempre presente al octavo pasajero, el alien que sigue en la nave. Todos creen que lo mataron… pero reaparecerà.
1843: otro gran asesino de Dios, talentosísimo, Karl Marx. Marx, en “Introducciòn a la Crìtica de la Filosofìa del Derecho de Hegel” de 1846, un texto apasionado y temprano de Marx, abominado por el estalinismo y por Althuser, porque eran textos humanistas y no científicos, postula a la religión como “el opio de los pueblos”, una frase que se vulgarizò injustamente.
La interpretación de Marx es brillantísima e inobjetable. Se basa en el libro de Feuerbach “La esencia del cristianismo”, que inaugura el “humanismo ateo”, lo que en el fondo es casi una redundancia. El humanismo es ateo. O si no es ateo, es agnóstico.
Un ateo se pasa la vida tratando de demostrar que Dios no existe, obsesionado en lucha con èl y de algún modo, creyendo en Dios. El agnóstico està desinteresado en su existencia, quiere demostrar que lo que existe es el hombre.
Marx entonces dice: la religión es el opio de los pueblos. Quiere significar que para que los obreros se liberen, tienen que liberarse de la creencia de que la justicia existirà en otro mundo, o la justicia se consigue en la Tierra o no se consigue. La religión, entonces, es el opio de los pueblos porque los engaña, los adormece, los estupidiza, los invalida para la rebelión. Necesitamos hombres que sepan que no hay promesa divina que les garantice el paraíso, porque no hay paraíso. El paraíso o se consigue en la Tierra o no existe. Basta de ocuparnos del cielo, analicemos la tierra: la injusticia, la explotación y el capitalismo explotador estàn acà, la plusvalía y la ignominia –que es la palabra que utiliza en este texto- también.
“Este texto dice una frase maravillosa que puede marcar una vida absolutamente, sea o no uno marxista: ‘No alcanza con la ignominia, es necesaria la conciencia de la ignominia’. Sin la conciencia de la ignominia no hay ignominia (…) No va a ser hincàndome a rezar a Dios todopoderoso, absoluto y lejano como voy a solucionar mi hambre de hoy, sino haciendo un sindicato, para decirlo claramente (…) Entonces, no le recen màs a Dios, la religión es el opio de los pueblos, los estupidiza, y los curas son socios de los capitalistas y de los explotadores, dice Marx.”
Marx matò a Dios también. Pero el octavo pasajero, que parece aniquilado por todos los grandes filósofos de la historia en nombre del hombre, sigue resistiendo.
El màs cèlebre asesino de Dios, ahora sì. 1870. El màs explìcito asesino de Dios, porque lo dijo con todas las letras. Alguien tenía que anunciarlo finalmente. “Dios ha muerto” es la gran frase de Nietzche. Las ideas políticas de Nietzche no importan porque no importa lo que un filòsofo piensa políticamente, políticamente pueden pensar lo que quieran, pero la filosofía de Nietzche expresa la unidad alemana y la necesidad de expansión de la nación alemana. Una de las grandes tragedias de la historia humana es la unidad tardìa de Alemania pues determina la tragedia del siglo XX: necesitan expandirse a cualquier precio y lo haràn bèlicamente.
Nietzche va a ser un impugnador apasionado del cristianismo y del platonismo. Para Nietzche, Platòn, al dividir al mundo en mundo sensible y mundo suprasensible, comete el pecado originario de la filosofía. No hay mundo suprasensible, hay sòlo mundo sensible, el mundo de la vida. El cristianismo, al ocuparse tanto de la piedad y de la compasión y del Dios crìstico torturado en la cruz, se ha ocupado para èl de los valores de los débiles, de los valores del esclavo, de los valores de los derrotados y no de los valores de los fuertes.
Nietzche procurarà una raza de hombres fuertes, de "superhombres". El hombre es un puente tendido entre la bestia y el superhombre. Deja de lado el mundo suprasensible de Platòn y el mundo celestial del cristianismo, con esa figura de ese Jesùs piadoso que ha sufrido por todos nosotros, que ha sufrido para redimir nuestros pecados.
Dice “Dios ha muerto” porque los valores absolutos murieron. Y filosòficamente la frase es muy incòmoda pues quiere decir que ya no hay fundamentos de nada. También quiso decir que el hombre cartesiano ha muerto, que particularmente la razón ha muerto. Sin valores absolutos, lo que existe es la incerteza, la fuerza vital de la vida, que se expande a través de la voluntad de poder que siempre quiere màs. Nietzche ataca duramente al cristianismo porque lo ataca en su costado piadoso. No piensa en Torquemada, piensa en esa cosa piadosa del cristianismo y la detesta por blanda.
Hacia 1927, tambièn Heidegger mata a Dios. (Pero…) vamos a otro gran asesino de Dios: Jean-Paul Sartre, quien de entrada se declara ateo. En su texto de Sartre “El existencialismo es un humanismo” propone que el hombre no tiene esencia, el hombre no es, el hombre se hace, el hombre se da el ser. Si el hombre tuviera esencia, el hombre sería algo antes de ser, antes de existir. Para que el hombre sea algo antes de existir, tiene que haber algo asì como una esencia del hombre, alguien tiene que haberla creado: nuestro viejo amigo Dios. Como para Sartre no existe, el hombre no tiene esencia, tiene existencia, comienza por existir. Comienza por existir, por estar arrojado a la existencia y luego, existiendo, elige, se compromete. En cada uno de los actos en los cuales se compromete se da a sì mismo el ser, el hombre se hace haciéndose y Dios no tiene nada que ver.
La existencia precede a la esencia. Existiendo, actuando –y aquí viene la teoría del compromiso- comprometiéndose, eligiendo, se va dando el ser, se va creando a sì mismo, dándose el ser. En determinado momento, tiene un ser, el ser es todo lo que hizo en los años de su vida. Eso es lo que èl es, pero ya no lo es, es lo que no es. Es todo lo que hizo, no puede negar que hizo todo esto pero también es cierto que ya no lo es, porque es libre. Està condenado a ser libre (…)
“Tengo detrás una facticidad que es mi pasado, eso yo lo soy. Pero también no lo soy, porque ahora soy otra cosa, ya no soy eso en este momento (…) somos las infinitas posibilidades que tenemos por delante, o sea, somos algo que todavía no es, somos una sed, no somos nada. Sartre ha matado a Dios. ¿Por què? Porque si Dios existiera, nos largarìa al mundo siendo algo, siendo miles de cosas. Cualquiera de ustedes que vaya a la iglesia los domingos es un ens creatum que viene con un montòn de atributos que Dios le ha dado. Para Sartre no, Dios no existe, el hombre existe, el hombre se hace a sì mismo eligiéndose, comprometiéndose y se da el ser.”
¿Matò la filosofía a Dios o Dios es el octavo pasajero que reaparece por distintos, inesperados, sorpresivos lugares de la nave espacial? (…) En Descartes, Dios es el cogito. En Kant, Dios es el sujeto trascendental. En Hegel, Dios es el desarrollo de la autoconciencia, es la historia y en última instancia es el Estado. En Marx Dios es la materia, es la historia y su redentor es el proletariado. En Nietzche Dios es la vida, la voluntad de poder y Dios es el superhombre. En Heidegger, Dios es el lenguaje. En Althusser, Dios es la estructura. Para Foucault, si ha muerto Dios, ha muerto el hombre. Y también ha muerto el autor, para Barthes (…) En Sartre Dios es el hombre, clarísimo, el hombre del humanismo sartreano, èse es Dios (…) En Derrida, Dios es el texto, un Dios sin trascendencia, porque para ese autor no hay nada fuera del texto. En Freud, Dios es el inconsciente, y en Lacan, màs precisamente, el inconsciente estructurado como un lenguaje (...) La gran herida narcisista al sujeto se la da Freud. Ese sì que le da una puñalada certera al sujeto cartesiano. Freud le diría a Descartes: vos pensàs, vos dudàs, estàs seguro de tu duda, pero hay pulsiones y cosas muy raras que te pasan.
La filosofía no puede existir sin un fundamento, le llamemos como le llamemos. Dios en la filosofía es aquello a partir de lo cual todo lo demás se explica. Entonces de Dios no nos desembarazamos nunca porque los seres humanos no podemos vivir sin algo que en última instancia explique lo inexplicable: este mundo y el hecho asombroso de que estemos aquí. Por eso, Dios, a pesar de sus asesinos, no ha muerto ni morirà jamàs. Al menos, Dios entendido como absoluto que explica todo lo demás. Entonces, como los hombres no pueden vivir sin absolutos, como es absolutamente difícil vivir en la incerteza, Dios es ese alienígena que no podemos echar de la nave, que aparece por mil y un distintos lugares.
“Porque la sed de los hombres es encontrar siempre algo que dè sentido a sus pobres días sobre la tierra. En la figura del Papa como representante de Dios en la tierra se expresa también esa sed de calmar nuestra incertidumbre. Yo nunca vi el contrato del Papa con Dios (…) hay muchos que tienen desesperadamente la necesidad de creer que ese contrato existe, que el Papa representa a Dios y que la palabra del Papa revela la palabra divina de Dios. Porque eso calma la angustia tanto como el alcohol, la cocaína y el Rivotril. Entonces el Rivotril es Dios también, es una de las formas de Dios. En fin, todo lo que calme la angustia.”
La teología de la liberación y los curas que han muerto por causas sociales han tenido, claro, otra interpretación de lo crìstico. Son un modelo vàlido, està muy bien. Pero creen en el Dios del compromiso con los pobres, creen en el Cristo humilde que vino a traer paz, etc. en una interpretación, diferente de la oficial, pero ellos no mataron a Dios.
“Dios es un alienígena que no podemos echar, porque nuestra pequeña naturaleza lo necesita, porque tiene sed de absoluto. Entonces en algún lado depositamos ese absoluto siempre. Està también el tema del amor, que es muy lindo, pero de eso hablaremos en otro momento.”
(De "La filosofía y el barro de la historia") - Pág. 575: (citando a Rubén H. Ríos): “En cuanto está en juego la salvación de cada invididuo, el poder pastoral cristiano comprende una serie de técnicas y procedimientos de producción de la verdad, en especial relacionados con el interior más íntimo y secreto del sujeto, el examen de conciencia y la confesión son los mecanismos a través de los cuales el pastor obtiene la verdad subjetiva de cada uno de los miembros de su rebaño” (...) Lo habitual que vemos (…) es la dependencia del confesante. “Te escucho, hijo” es la frase del cura. Es la frase-apertura para que el pecador abra su subjetividad y se la entregue al pastor. Además los pecados que el pecador confiesa son los pecados que el poder pastoral le ha inculcado como pecados. ¿Quién inventó los pecados? No los pecadores. A ellos se les ha dicho desde niños cuáles son los pecados. Y tanta pasión y oscura curiosidad le han despertado sobre ellos que acaban por cometerlos. Luego se arrodillan ante el poder pastoral y los confiesan. Así, el poder pastoral atrapa sus almas: los sujeta.
Pág. 577: Sigamos con el texto de Ríos: “En la historia de la sexualidad que proyectaba Foucault, el cristianismo, más que reprimir el deseo sexual –la concuspicencia- lo usa para controlar la subjetividad por medio de ella misma al hacer del cuerpo el índice de la caída en el pecado de la carne.” El cuerpo como pecado (caída de la carne) y el “alma” como herramienta para la confesión y entrega de la subjetividad al poder pastoral. Esta represión y prohibición del sexo, en el régimen pastoral cristiano tiene, de no cumplirse, un castigo absoluto: se pierde la salvación del alma (…)
"La política es
como la fe. No hay razones para creer en Dios. No hay razones para no creer en
Dios. Dios es indemostrable. Todos esos ejercicios que radican en demostrar su
existencia o su inexistencia son banales. En su camino hacia Dios llega un
momento en que la razón, impotente, se detiene. El que quiera creer tendrá que
saltar. El que no pueda saltar no creerá. El salto es la fe. Es un salto sobre
un abismo, un salto sin red. De aquí que la fe no sea la razón. La razón
procede por sumatorias que convergen en la demostración de algo. Hay un hilo conductor.
Nunca aparece el abismo. La razón construye un camino seguro, sólido. Si
pretende demostrar algo sobre Dios se sorprenderá siempre en cierto momento: un
abismo se abre ante ella y no puede avanzar. Carece de pruebas empíricas,
verificables. Uno de los grandes principios de la razón es la posibilidad de la
verificación empírica. Dios no es verificable empíricamente. Ese es el abismo.
Ahí, si aparece, se necesita la ayuda de la fe. La fe me permite saltar el
abismo de la imposibilidad empírica". José Pablo Feinmann. Artículo "Soberanía y poder". Pg12. Domingo 22/04/12.