Quien quiera oir que oiga. Quien quiera mentirse a si mismo, también. Es cuestión de inteligencia y dignidad. Aunque lo escriba un derechista furioso, un trotkista o la misma "corpo enemiga" -como suele llamar inocentemente la triste militancia rentada del kirchnerismo a la prensa no adicta- este gobierno y sus acólitos no pueden justificar el manejo económico discrecional del Estado que ha hecho, confundiendo sus límites e ignorando la ley. Asignaciones a dedo sin licitación, contrataciones sin concursos, admisión de empleados públicos desde locales partidarios, anulación política de entes de control, de autoridades reguladoras o de instancias judiciales, subsidios discrecionales y derogación de la cultura del trabajo que caracterizó al propio peronismo que dice representar.
Recuerdo cuando Cristina Kirchner prometía más institucionalidad. ¿Dónde estaban todos cuando lo proclamó? Hizo todo lo contrario: en 45 años de vivir a fondo la política argentina, nunca vi mayor desprecio por las instituciones por parte de un gobierno democrático. Sólamente comparable al vendepatria período menemista. Solo democracias formales. Y, no temo decirlo, emparentados con la soberbia que caracterizaba a las dictaduras.
Con funcionarios como Guillermo Moreno, Pérsico o Ricardo Echegaray y tantos otros impresentables manejando ministerios paralelos y poder mediante simples resoluciones o con llamados telefónicos o aprietes, creyéndose dueños del Estado. Desparramando fondos públicos a "ONG" amigas sin ninguna rendición, como aquellos 700 millones de pesos que Schoklender y Hebe de Bonafini no convirtieron en viviendas para los humildes y no pueden justificar. O el gobierno paralelo de la Tupac Amaru en Jujuy, el reemplazo del típico feudalismo provincial por otra forma política discrecional igualmente patoteril y antidemocrática.
Con funcionarios como Guillermo Moreno, Pérsico o Ricardo Echegaray y tantos otros impresentables manejando ministerios paralelos y poder mediante simples resoluciones o con llamados telefónicos o aprietes, creyéndose dueños del Estado. Desparramando fondos públicos a "ONG" amigas sin ninguna rendición, como aquellos 700 millones de pesos que Schoklender y Hebe de Bonafini no convirtieron en viviendas para los humildes y no pueden justificar. O el gobierno paralelo de la Tupac Amaru en Jujuy, el reemplazo del típico feudalismo provincial por otra forma política discrecional igualmente patoteril y antidemocrática.
El protegido vicepresidente Boudou se mandó a hacer una especie de sauna en el mismísimo Ministerio de Economía. Irritante ejemplo de las excentridades obscenas de esta gente rica que hace populismo, que prometió un "tren bala" pero en 10 años no pudo hacer funcionar un simple tren a Mar del Plata ni que la gente que trabaja viaje dignamente. ¿Sucederán cosas como éstas en Namibia o Zimbabwe? ¿Cómo pueden seguir hablando en público estos políticos sin avergonzarse? ¿Cómo pueden hablar de "proyecto nacional y popular"? ¿Dónde están su doctrina, sus principios y su conducta?
Hablo de reclamos racionales, simplemente. Desear que nuestros políticos no se preocupen solo por su buen pasar y que cuiden y no se roben lo que es de todos. Está dicho, porque lo que roban mata gente humilde que no puede asomar la cabeza sobre la pobreza, los excluídos de siempre.
A pesar de los pequeños progresos que estos años de bonanza económica sojera han traído a todos los argentinos, a pesar de un enfoque económico más productivo y justo que los liberales de siempre (*), hemos perdido una década para nuestro desarrollo económico y social. No hay una mejor definición: "la década perdida". Porque es justa les molesta tanto.
Repito la idea: con una bonanza similar el general Perón hizo obras que todavía usamos y vemos todos los días. Actualmente, con las divisas que anualmente se pierden importando combustibles que ya no producimos (**) , podríamos en dos años hacer a nuevo un sistema ferroviario eficiente de punta a punta del país. A pesar de este fracaso, el inútil y corrupto ministro De Vido sigue en su puesto desde hace diez años, apuntalado por el difunto presidente y su sucesora. Con los increíbles desmanejos de Aerolíneas Argentinas del inepto Recalde y los camporitos del 'acelerado' Larroque, podríamos haber comprado Air France. ¿Qué victoria nacionalista festejan? ¿Son o se hacen para pasarla bien?
Repito la idea: con una bonanza similar el general Perón hizo obras que todavía usamos y vemos todos los días. Actualmente, con las divisas que anualmente se pierden importando combustibles que ya no producimos (**) , podríamos en dos años hacer a nuevo un sistema ferroviario eficiente de punta a punta del país. A pesar de este fracaso, el inútil y corrupto ministro De Vido sigue en su puesto desde hace diez años, apuntalado por el difunto presidente y su sucesora. Con los increíbles desmanejos de Aerolíneas Argentinas del inepto Recalde y los camporitos del 'acelerado' Larroque, podríamos haber comprado Air France. ¿Qué victoria nacionalista festejan? ¿Son o se hacen para pasarla bien?
Volviendo al inicio, aquí recuerdo un par de artículos de distinto origen que exponen la teoría "kirchnerismo: capitalismo de amigos", ese que facilita negocios económicos desde el Estado, no precisamente basados en la justicia social. Que aplica el conocido apotegma populista: "a los amigos todo, a los enemigos la ley". Lo que ni esos 'chorros' que hacen la V de la victoria, ni la militancia kirchnerista rentada ni los bienintencionados adherentes pueden explicar. Horanosaurus.
(*) las medidas de los últimos años -por acción u omisión- convirtieron la dirección económica del gobierno kirchnerista de un tibio desarrollismo en una continuación de la mejor tradición liberal de Domingo Felipe Cavallo y Martínez de Hoz. Sino, pregunten a los antiguos aplaudidores oficialistas integrantes del Plan Fénix porqué se decepcionaron. ¿Quién puede producir hoy en la Argentina bajo reglas de juego claras y justas? Por impericia y caprichos en cadena, han terminado ahogando a la producción mientras sigue indemne y sin pagar nada nuestra vieja conocida patria financiera.
(**) para 2013 varios economistas estiman se gastará en la importación de combustibles unos U$S 1.000 millones por mes, por lo cual se superarán los ingresos anuales por retenciones a la soja (un "yuyo maldito" según dijo una vez Cristina Kirchner), que rondan los U$S 10.000 cuando hay buenos precios internacionales. "Desde 2003 a 2013, el agro y la industria aceitera aportaron U$S 255.614 millones y U$S 65.000 millones de dólares en retenciones" (Silvia Naishtat-Clarín, 26/05/13). Según Miguel Etchevere, presidente de la Sociedad Rural Argentina el campo invierte U$S 65.000 millones al año y le aportó al Gobierno en la última década U$S 69.000 en retenciones a la exportación en el segmento de granos. Este dirigente ironizó en un encuentro empresarial en Rosario: "Si alguien (de otro sector) pone U$S 10 millones, lo recibe la Presidenta y quizás no paga impuestos nunca más" (La Nación 01/06/13). Me pregunto entonces: ¿En qué gastamos semejante fortuna?
(*) las medidas de los últimos años -por acción u omisión- convirtieron la dirección económica del gobierno kirchnerista de un tibio desarrollismo en una continuación de la mejor tradición liberal de Domingo Felipe Cavallo y Martínez de Hoz. Sino, pregunten a los antiguos aplaudidores oficialistas integrantes del Plan Fénix porqué se decepcionaron. ¿Quién puede producir hoy en la Argentina bajo reglas de juego claras y justas? Por impericia y caprichos en cadena, han terminado ahogando a la producción mientras sigue indemne y sin pagar nada nuestra vieja conocida patria financiera.
(**) para 2013 varios economistas estiman se gastará en la importación de combustibles unos U$S 1.000 millones por mes, por lo cual se superarán los ingresos anuales por retenciones a la soja (un "yuyo maldito" según dijo una vez Cristina Kirchner), que rondan los U$S 10.000 cuando hay buenos precios internacionales. "Desde 2003 a 2013, el agro y la industria aceitera aportaron U$S 255.614 millones y U$S 65.000 millones de dólares en retenciones" (Silvia Naishtat-Clarín, 26/05/13). Según Miguel Etchevere, presidente de la Sociedad Rural Argentina el campo invierte U$S 65.000 millones al año y le aportó al Gobierno en la última década U$S 69.000 en retenciones a la exportación en el segmento de granos. Este dirigente ironizó en un encuentro empresarial en Rosario: "Si alguien (de otro sector) pone U$S 10 millones, lo recibe la Presidenta y quizás no paga impuestos nunca más" (La Nación 01/06/13). Me pregunto entonces: ¿En qué gastamos semejante fortuna?
Por Roberto Gargarella (profesor de Derecho Constitucional UBA, Di Tella). Clarín, 02/12/12.
Desde la vuelta a la democracia hasta hoy, la Argentina atravesó al menos por tres períodos –tres paradigmas distintos– en materia de organización estatal, que se tradujeron en tres concepciones distintas en materia de medios de comunicación .
Voy a referirme brevemente a estas tres etapas, con el objeto de llamar la atención sobre el paradigma que en la actualidad está siendo fortalecido por el Gobierno, con la ayuda de la ansiada, necesaria ley de medios.
El primer paradigma lo encontramos en el gobierno de Raúl Alfonsín, y podemos caracterizarlo por una fuerte presencia estatal: una primacía del Estado que se hizo visible en todas las áreas de la vida pública y también, necesariamente, en el área referida a la comunicación. Las políticas de Alfonsín en la materia fueron hijas de una tradición democrática estatista y encontraron una expresión fiel (de sus virtudes y defectos) en la organización de los medios televisivos que quedaron, en aquellos años, bajo el pleno control del Estado. El Estado, por entonces, aparecía injustamente golpeado por lo que había sido el paso arrasador de la dictadura, y se mostraba, por su parte, anquilosado y carente de fuerzas, además de pobremente guiado. Aunque Alfonsín procuró impulsar, en aquellos años, formas nuevas de relación entre los medios de comunicación y el Estado , lo cierto es que durante todo su gobierno los principales canales de aire estuvieron dirigidos por vertientes distintas, internas a su partido, que cumplieron su tarea con (digámoslo así, ayudados por la perspectiva actual) cierta inocente torpeza-
El segundo paradigma sobre el Estado y los medios lo encontramos con el gobierno de Carlos Menem. En este nuevo esquema, la filosofía dominante fue otra: se trataba de la entrada triunfal del modelo antiestatista y privatizador. La traducción más fiel de los nuevos criterios vigentes en materia de comunicación pública puede encontrarse en un principio tan simplista como falso. El principio rezaba “diversidad de propietarios significa diversidad de voces” y era falso por razones diversas. Por un lado, los diversos propietarios del caso tenían –por su origen social, sus vínculos políticos, su socialización– voces demasiado parecidas. Por otro lado, y lo que es más importante, el paradigma privatizador erigía al dinero como organizador de la palabra, lo que determinaba que la misma (la palabra política, la crítica pública) quedara dependiente de la capacidad del hablante para aportar dinero o seducir al dinero. Mucho peor, por definición, dicho esquema convertía a las voces impopulares (las que eran incapaces de atraer audiencias masivas o avisadores poderosos) en voces ausentes, excluidas del foro público
El tercer paradigma sobre el Estado y los medios es el actual: el que ha estado impulsando el kirchnerismo en estos últimos años. En este caso, y a pesar de (o encubiertas por) las palabras grandiosas, barrocas y altisonantes, la práctica instalada vino a agudizar muchos de los males presentes en las etapas anteriores. Lo que encontramos ahora es un modelo nuevo de organización estatal , que no aparece orientado ni por la inercia estatista –la que culminara en el “gigante bobo”– ni por la compulsión privatista destinada a favorecer a los empresarios amigos. De lo que se trata es de una nueva visión de lo público que gira en torno a un Estado que actúa en asociación con cúpulas sindicales y empresarias cercanas –mercenarias diría– con el objeto de impulsar negocios privados, muy habitualmente a partir de la explotación de obreros terciarizados.
El modelo de gestión que la muerte de Mariano Ferreyra y la tragedia del Once dejaron a la vista de todos, en materia ferroviaria (subsidios millonarios, infraestructura que se desmantela, trabajadores sobreexplotados, sindicatos dirigidos a amordazar antes que de encauzar el conflicto), el mismo modelo de organización que impulsa el Estado en sus emprendimientos gasíferos, petrolíferos o mineros. Se trata del mismo modelo que el Gobierno –confundido con el Estado– pone en marcha a través de la ley de medios.
El nuevo paradigma comunicacional impulsado por el kirchnerismo, a través de la necesaria ley de medios, no se guía por los débiles, golpeados criterios públicos que caracterizaban al alfonsinismo. Tampoco se guía por la enfermedad privatizadora que afectaba al menemismo. Lo que encontramos ahora es una hegeliana síntesis en donde los criterios públicos son emocionadamente invocados para avanzar en negocios particulares con grupos empresarios amigos.
A pesar de las inverosímiles negaciones, a pesar de las risibles desmentidas, todos sabemos que hay una inflación, niveles de pobreza y de desigualdad mucho más altos que los reconocidos oficialmente, como todos sabemos que el Gobierno ampara, contra “la letra y el espíritu” de la ley de medios, a grupos inhabilitados para operar en el área de las comunicaciones. Y no se trata de los márgenes de la ley, sino de su centro.
Es una enorme pena que, frente a una sociedad sorprendentemente abierta ante la ley de medios, se ponga en marcha una práctica fundada sobre el engaño, alimentada de propaganda y orientada, otra vez, al negocio. Es la tercera oportunidad perdida, en un panorama que –por las desigualdades que se alientan– no promete ir para mejor.
Opinión
Una lección en el capitalismo de amigotes
Por Pierpaolo Barbieri
| The Wall Street Journal
Americas. La Nación 11/08/12.
Jorge Luis Borges solía decir que los argentinos
sufrían con "demasiados mesías". Su presidenta actual, Cristina
Fernández de Kirchner, sin dudas predica como si lo fuera. En reuniones de la
ONU, regaña a EE.UU. y a Europa por la crisis financiera global, y en el última
cumbre del G-20, en junio, intentó reavivar la disputa por las islas Malvinas
con Gran Bretaña.
En la Argentina, Kirchner convirtió una ley para emitir anuncios clave
en los medios en una plataforma política permanente. Aparece en TV
constantemente hablando de temas tanto importantes (como su apropiación de la
petrolera YPF de manos de la española Repsol), como banales (videoconferencias
en las que aparecen fanáticos que integran las filas del Gobierno). Un pago
rutinario de deuda, el viernes pasado, presentó una oportunidad para otra
diatriba televisada contra el capitalismo global y una oportunidad de exaltar
las virtudes de su propio gobierno, "levantado sobre la equidad y los
derechos humanos".
En momentos en que EE.UU. se prepara para una importante elección
presidencial, la Argentina es un triste recordatorio de cómo las tomas del
poder del Gobierno y el capitalismo de amigotes son el enemigo del desarrollo
genuino.
A los economistas de izquierda les encanta señalar que el PBI de la
Argentina creció con rapidez desde que los Kirchner llegaron al poder, en 2003.
Fernández de Kirchner es la viuda del ex presidente Néstor Kirchner y lo
sucedió en la presidencia en 2007. Bajo el gobierno de los Kirchner, un auge
global de las commodities brindó un viento de cola para una economía argentina
orientada a la producción de alimentos.
En medio del auge, los Kirchner denunciaron un
"neoliberalismo" corrupto y prometieron "liberar a la
gente" a través de un gobierno revitalizado. Mientras Perú y Colombia
profundizaban las reformas estructurales, la Argentina expandía su burocracia y
evitaba la liberalización. Eso llevó a menos independencia para instituciones
como la agencia nacional de estadísticas, Indec, que ha mentido de forma tan descarada
sobre la inflación que la revista The Economist ahora se niega a publicar sus
cifras alteradas. Los informes falsificados de baja inflación del Indec
minimizan los pagos indexados a jubilados, así como subestiman las cifras de
pobreza. Sin embargo, los niños se mueren de hambre en las provincias rurales
sin importar lo que elige publicar el Gobierno. Las organizaciones civiles que
se han pronunciado sobre las mentiras han registrado una disminución en su
financiación y sus líderes fueron amenazados. Nada parecido a liberar a la
gente.
Estas mentiras ayudan a cubrir más intervenciones perniciosas del
Gobierno. En marzo, Kirchner [Cristina] destruyó la independencia del banco
central argentino, al reescribir su Carta Orgánica, para permitirle al Gobierno
un uso ilimitado de las reservas del banco para pagar sus deudas, una receta
certera para aún más inflación dañina y una moneda devaluada.
Cuando algunos sostienen que las actuales "aguas
desconocidas" de la política monetaria indican la necesidad de más
supervisión política sobre la Reserva Federal y el Banco Central Europeo, la
experiencia argentina es un testimonio de cuán importante sigue siendo la
estabilidad de precios en tiempos inestables. En particular en países en vías
de desarrollo, los ricos encuentran formas de protegerse contra la inflación,
mientras los jubilados y los pobres sufren más que nadie.
El deterioro institucional se entiende por todos lados y sólo empeora.
Esta semana, el gobierno de Kirchner [Cristina] anunció planes de expropiar la
empresa que imprime su moneda, el peso argentino.
Los argentinos de clase media han ahorrado en dólares para protegerse a
sí mismos. Pero, a fines del año pasado, el Gobierno implementó severos
controles monetarios y comerciales. Esto ha alienado a socios comerciales clave
como Brasil y llevó a una escasez rutinaria de insumos esenciales.
Lamentablemente, ninguna empresa que dependa de cadenas de suministro global
puede producir en la Argentina ahora.
La producción industrial sobrevive sólo a
través de ineficientes aranceles a las importaciones. Así que, previsiblemente,
la productividad se resiente. Un iPad en la Argentina, por ejemplo, cuesta más
que en cualquier otro lugar del mundo. Aún peor, los controles autoritarios han dado origen a múltiples tasas
de cambio: si uno es amigo del Gobierno, el dólar cuesta 4,5 pesos. Para todos
los demás, sale más de seis. La compraventa instantánea hace que el amiguismo
sea rentable.
Los jubilados argentinos han sido afectados en particular. Marginados
de los mercados de crédito global, los fondos privados de pensión fueron
nacionalizados en 2010. Si el sistema privado carecía de la supervisión debida,
el sistema nuevo está diseñado sin ambigüedades para apropiarse de los fondos
con fines políticos. ¿De qué otra forma se puede explicar un plan presentado el
mes pasado para ofrecer viviendas a tasas de interés reales de 20% -financiadas
por fondos de seguridad social y que serán construidas por amigos de Kirchner
[Cristina]- cuando la mayoría de los jubilados están por debajo de los niveles
de subsistencia?
Fondos de seguridad social también han sido destinados a nacionalizar
empresas como la expropiada YPF. Pero cuando la gerencia se pone en manos de
amigos y no de expertos, la desafortunada mezcla de corrupción e ineptitud
garantiza pérdidas para tanto la seguridad social como los empleados de la
empresa. No es sorprendente que ninguna petrolera extranjera -ni siquiera la
rusa Gazprom ni la china Sinopec- haya invertido en YPF. La semana pasada, el
presidente ejecutivo elegido a dedo por el Gobierno, incluso, amenazó con dejar
su cargo debido al poco control que tiene sobre la empresa.
Con una mezcla tóxica de inflación, autoritarismo y corrupción que deja
a la economía estancada, Kirchner [Cristina] ha estado viajando por el mundo en
busca de nuevos amigos. Para un gobierno que se concentró el juzgar los
crímenes genocidas de la junta militar de los años 70, es muy sorprendente que
sus misiones comerciales más recientes hayan sido a los países dictatoriales como
Azerbaiján, donde los partidarios de la democracia son encarcelados
regularmente, y Angola, donde una familia gobernante corrupta mantiene el poder
desde hace 30 años, al perpetrar violentos crímenes contra los opositores.
El arquitecto de la radicalización económica de la Argentina, el
neo-marxista Axel Kicillof, suele llamar a los críticos
"reaccionarios", mientras elogia la administración de demanda
agregada keynesiana. Dado que sus políticas ahora causaron un estancamiento
inflacionario en la Argentina, no debería sorprender que lo que escribe
Kicillof sobre Keynes es tomado de otros académicos desacreditados hace tiempo.
Y sin embargo, los amigos de Kicillof -ahora en posiciones de liderazgo en
empresas recién nacionalizadas y en juntas directivas corporativas debido a las
inversiones de seguridad social- se han beneficiado fácilmente de este
"gobierno revitalizado".
En los años 60, el filósofo situacionista Guy Débord acuñó la frase
"la sociedad del espectáculo" para describir la farsa de los burócratas
soviéticos que simulaban defender al proletariado mientras sólo se beneficiaban
a sí mismos. En momentos en que la mayor parte de América latina implementa
prometedoras reformas institucionales, la Argentina necesita menos sermones
televisados y más acción para enfrentar el capitalismo de amigotes que se
extiende por su gobierno. Como otros falsos profetas, el gobierno de Kirchner
[Cristina] ha terminado representando el mismo mal que pretendía combatir. La
Argentina se merece algo mejor.
Por último, el análisis de la década perdida según el periodista Jorge Fernández Díaz, intentando interpretar como hacen los acólitos del gobierno para justificar lo que no es posible justificar desde ninguna posición ideológica, ni siquiera la del revolucionario 'a-la-carte' Laclau.
Por último, el análisis de la década perdida según el periodista Jorge Fernández Díaz, intentando interpretar como hacen los acólitos del gobierno para justificar lo que no es posible justificar desde ninguna posición ideológica, ni siquiera la del revolucionario 'a-la-carte' Laclau.
"Diez años de amor ciego". Por Jorge Fernández Díaz. La Nación 24/05/13. Acá va un extracto imperdible:
(...) "Me interesa, en estos momentos en que el oficialismo celebra la "década ganada" y la oposición aprovecha para hacer balance y contarle las costillas, detenerme en los enamorados. No me importan tanto los mercenarios, las prostitutas caras del poder ni los cínicos de ocasión. Me interesan los creyentes (rentados o de a pie) que legítimamente se enamoraron de este proyecto. Puesto que sin ellos, éste no sería más que un régimen feudal, como el que encarnan Guido Insfrán o Alperovich. Sin ese amor ciego, que corrompe la verdad, este modelo jamás podría ser confundido con la izquierda, el progresismo o el nacionalismo popular, ni siquiera con el peronismo evolucionado, aquel que hizo autocríticas sobre sus imperdonables abusos de antaño.
El amor incondicional te hace ver y ser lo que no es y lo no que sos. Podés despotricar contra las corporaciones mientras tu gobierno promueve las suyas de un modo oscuro y venal. Podés hablar de una economía emancipadora mientras aumenta la concentración y la extranjerización. Podés hablar de la igualdad mientras mantenés severos índices de desigualdad y pobreza. Podés declamar que defendés a los humildes mientras mantenés políticas inflacionarias y fiscales regresivas. Podés alardear de articular al proletariado mientras tu líder se ocupa de fragmentar como nunca a la "clase trabajadora organizada". Podés enarbolar la cultura del trabajo, mientras mantenés un sistema de clientelismo con punteros infames y planes de limosna (...)".